Foros de Uruguay Militaria

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El decimatio

El castigo reservado a las legiones romanas sediciosas, la indisciplina o la derrota por ineficacia.

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En los años finales de la República Romana, Marco Licino Craso se hizo cargo de la campaña militar contra la rebelión de un grupo de esclavos dirigidos por el mítico Espartaco. El rebelde tracio había logrado derrotar a varias legiones, lo cual suponía un duro golpe para el orgullo romano, exigiendo que fueran aplicadas medidas excepcionales.

Designado pretor con este propósito, Craso comenzó las operaciones desempolvando el arcaico castigo del decimatio para emplearlo contra las legiones que habían huido cuando se hallaban al mando de su predecesor. Este brutal castigo era tan salvaje como poco efectivo.
La fama de hombre sin corazón de Craso creció a pasos agigantados pero no así el rendimiento de sus tropas, más atemorizadas que cualquier otra cosa.

El decimatio (o vicesimatio, otras veces, dependiendo del criterio del general) era un castigo que ya aparece citado en la Primera Guerra Púnica contra los cartagineses y solo se empleaba en casos extremos de sedición y cobardía, como ocurrió con una rebelión dentro de la propia Península Itálica.
Pero incluso en ese supuesto, Craso quedo retratado como un hombre demasiado severo. El castigo consistía básicamente en la elección por sorteo de 1 de cada 10 hombres de todas las cohortes para ser asesinados a golpes y palos por sus propios compañeros. Como describe el historiador bizantino Juan Zonaras, «una vez que los soldados han cometido una falta grave, su jefe los reparte en grupos de diez, tomando un soldado de cada grupo, mediante sorteo, y éste es condenado a muerte a manos de sus propios compañeros».

Además, Craso obligó al 90% restante a cambiar la ración de trigo por cebada y a levantar sus tiendas fuera de los muros de los campamentos del ejército. Estas medidas, que hacían más daño que beneficio a la moral de la tropa, respondían a la gravedad de la situación pero, sobre todo, evidencian lo mal que asumió siempre Roma sus derrotas.

A la ciudad le costaba horrores reconocer sus fracasos militares de forma oficial y siempre encontraba una excusa apropiada para delimitar responsabilidades. Cuando la derrota acontecía a las tropas romanas, una y otra vez se disfrazaba o se justificaba a causa de la imprudencia de ciertos generales –siendo un buen ejemplo de ello la batalla del bosque de Teutoburgo– o por la desobediencia de éstos a los signos divinos enviados para advertir a Roma de que se encamina al desastre.

Un ejemplo de estas supuestas advertencias divinas tuvo lugar durante la campana que emprendio Licino Craso contra Partia, un gran reino asiático que se extendía más allá de Armenia, muchos años después de derrotar a Espartaco. En esta ocasión, se estimaba que el propio Júpiter envió al general un aviso premonitorio de la derrota cuando los portaestandartes del ejército, cruzando sobre el río Eúfrates, dejaron caer involuntariamente las banderas al agua. Los sacrificios y las vísceras de los animales examinados por los arúspices tampoco eran favorables. Pese a ello, Craso dio la orden de avanzar en dirección hacia una terrible derrota.

Un castigo fuera de uso e ineficaz
Si bien el decimatio aplicado por Craso en la guerra contra los esclavos fue a nivel masivo, lo habitual era que afectara solo a pequeños grupos que habían huido o que simplemente habían dado muestras de indisciplina (véase abandonar las guardias durante la noche, hacer de forma incorrecta los relevos u olvidar la contraseña, etc).

Polibio explica al detalle cómo se procedía en estos casos individuales: «Se convoca al punto el consejo de tribunos, se celebra el juicio y, si el hombre es declarado culpable, se le apalea. El procedimiento es el siguiente: el tribuno, provisto de una vara, roza suavemente al condenado.
Inmediatamente todos los miembros de la legión le apalean y apedrean; en la mayoría de los casos el reo muere allí mismo». Pero ni siquiera muertos podían descansar en paz los indisciplinados y los sediciosos.
El escritor Valerio Máximo recuerda que en los tiempos gloriosos de la República los castigos contra la indisciplina debían ser ejemplares y en varios casos se reclamó expresamente que a los soldados castigados «nadie les diera sepultura y que nadie llorara su muerte».

Con el paso de los años, el decimatio, que está vinculada a la palabra moderna diezmar, fue cayendo en desuso a razón del coste de matar a tantos hombres de las filas propias. De hecho, la compilación de leyes del «Digesto» solo la cita como pena alternativa al cambio de destino, que evidentemente es un sanción mucho menos severa.
No obstante, Tácito todavía se refiere en su narración de la guerra de Tacfarinas, en el año 23 d.C, a este castigo como respuesta del general Lucio Aproniano a la huida de sus tropas: «Más afectado por el honor de los suyos que por la gloria del enemigo, Aproniano recurrió a una práctica rara por aquella época y que recordaba los tiempos pasados («raro ea tempestate et e vetere memoria facinore»): diezmar a la cohorte deshonrada dando muerte a palos a quienes correspondió por sorteo».

Y al menos en esta ocasión el decimatio tuvo consecuencias positivas a nivel militar, pues «tan grande fue el efecto de la severidad que un cuerpo de tropas de veteranos, que no sobrepasaba de 500 hombre, desbarató a las mismas tropas de Tacfarinas que habían atacado un fuerte llamado Tala».
Padre Jose D. Molas, CX1CP, "Un corazon paraguayo en tierra oriental"
 
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Padre José Domingo Molas (1901- 1984). Paraguayo de nacimiento y de corazón. Vivió en el Uruguay la mitad de su vida, pero a su muerte los paraguayos reclamaron sus restos para rendirle homenaje en el Panteón Nacional.

Nació en San Estanislao, pueblo situado al norte de Asunción, Paraguay, en el año 1901, radicandose en Uruguay en el año 1951, hasta su muerte el 7 de abril de 1984.
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Soldado de infantería paraguaya en la Guerra del Chaco. (Colección Padre Molas, Museo Mons. Luis Lasagna, Colegio Pío). Foto LGdS.

El Padre Molas fue heroico capellán en la triste guerra del Chaco. Allí durante 3 años compartió la dura vida de los soldados, algunos de ellos sus alumnos de la escuela Agraria en la que era Director antes de la guerra.
Terminada ésta, parte como misionero a Siam, la actual Tailandia. En 1939 se encuentra en Italia, en I Becchi, la tierra natal de Don Bosco y allí nuevamente la guerra.“… su obra resultó preciosísima y heroica… Decenas y decenas de partisanos o de soldados fascistas o alemanes ya condenados al fusilamiento, deben la vida a él, que exponía la suya al peligro para ir en auto, en bicicleta, a pie, bajo la continua amenaza de la metralla aérea, a tratar la rendición o el intercambio de prisioneros”.

Las poblaciones cercanas al Colle Don Bosco: Castelnuovo, Buttigliera d’Asti, Chieri le han rendido homenajes diversos, con la presencia de muchos de sus “rescatados”.
En 1951 vino al Uruguay donde fue Rector del Santuario de María Auxiliadora de Villa Colón, hasta su muerte.

Su presencia era habitual en la sintonía de la banda de 40 metros, a inicios de los 80s, pudiéndose escuchar al Padre Molas con su estación CX1CP, y su modulación clara y distintiva, comunicando en AM con las “hermanitas” afincadas en la Colonia de Vacaciones, en la Laguna Negra, en el Departamento de Rocha. Y se identificaba como CX – un – Corazón – Paraguayo – [en] Tierra – Oriental, tomando las primeras letras del número de su indicativo o señal de llamada y el sufijo para identificar su estación.

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En 2010, la Intendencia Municipal de Montevideo, a instancias de la Comisión de Nomenclator, por Decreto No. 33.265; designó con el nombre de Padre José Domingo Molas, la calle Oficial 1, en la zona del barrio Lezica, “primera paralela al Norte de la calle Lister y también primera al Sur de la calle Montalvo, que saliendo de la calle Peabody, que se proyecta hacia el Oeste y cruza en su trayectoria la calle Luis Morandi, para finalizar su trayectoria en la calle Mediodía.
¡FUEGO!, ¡VIVA ESPAÑA! 
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En 1909 España, que acababa de perder sus últimas colonias de ultramar, luchaba una guerra de conquista en Marruecos empujada por Francia. La campaña de aquel año pasó a la historia como la Primera Campaña de Marruecos o la Guerra de Melilla. Luis Noval Ferrao, popularmente conocido como el cabo Noval, fue un soldado español oriundo de Asturias que ingresó en el Tercer Regimiento de Infantería del Príncipe, fue desti...nado a Marruecos y participó en la toma del Zoco el Had de Beni Sicar en septiembre de 1909.
La noche del 27 al 28 de septiembre el cabo Noval recorría los puestos exteriores del recién conquistado Zoco cuando fue víctima de un ataque nocturno de los rifeños, cayendo prisionero mientras se retiraba hacia la posición principal con otros dos centinelas.

Los moros le amenazaron ordenándole gritar "¡somos españoles!" y a dar el santo y seña, pero Noval no era hombre nacido para ser doblegado. Cuando se aproximaban al campamento español, haciendo acopio de toda su valentía, consciente de que su destino era la muerte y en un alarde de entereza y amor a su patria y a sus hermanos de armas gritó: "Tirad sobre nosotros, que son moros los que vienen conmigo! ¡Fuego! ¡Viva España!" Los soldados de la posición obedecieron y abrieron fuego sobre la voz que les gritaba. Al amanecer encontraron el cuerpo de Noval junto a los de dos moros. Noval, con su sacrificio, había salvado la recién conquistada posición y la vida de todos sus compañeros que se guarnecían en el interior.

Sirva como refuerzo de su hazaña que la costumbre de las cabilas del Rif con los prisioneros españoles que rendían su posición siguiendo la doctrina de la "guerra entre caballeros" de los europeos en el siglo anterior, era, en el mejor de los casos, la decapitación. Pasando por castraciones, violaciones y todo tipo de torturas. Sin duda salvó a sus compañeros, a sus hermanos de armas, de una muerte horrible. Tras su muerte, por su sacrificio se le concedió la Cruz Laureada de San Fernando. Su gesta se convirtió en símbolo del patriotismo español, levantándose un monumento en su honor en 1912 en la mismísima Plaza de Oriente de Madrid, frente al Palacio Real, y cercado por las estatuas de los prístinos monarcas ibéricos que desde sus pedestales parecen admirar la gesta del humilde soldado.


Big Grin Big Grin Big Grin
Joseph Robert Beyrle, un paracaidista americano en el Ejercito Rojo
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Joseph Robert Beyrle (25 agosto 1923 – 12 Diciembre, 2004) fue un paracaidista de la 101 Aerotransportada natural de Muskegon, Michigan que por azares terminó sirviendo durante un corto periodo en el Ejército Rojo en la IIGM.

VIDA TEMPRANA
Beyrle se graduó en el instituto de Saint Joseph en 1942 con la promesa de estudiar en la universidad de Notre Dame pero en lugar de eso se alistó en el ejército de EEUU.

EJÉRCITO DE EEUU
Tras su alistamiento Beyrle eligió ser paracaidista y se sometió a duros entrenamientos durante 9 meses, uniéndose al célebre Regimiento Paracaidista 506 de la 101 División Aerotransportada (“Screaming Eagles”). Se especializó en comunicaciones y demoliciones y fue ascendido a sargento. Como otros muchos “GI’s”, fue transportado a Inglaterra, donde estuvo estacionado en Ramsbury, en preparación para la futura Invasión de Francia. En ese periodo protagonizó dos misiones de financiación con oro a la Resistencia Francesa en la Francia Ocupada, una en abril y otra en mayo 1944.
En la operación Overlord, durante la noche del 5 de junio su C-47 fue alcanzado por artillería antiaérea de camino a la zona de salto. Él y otros compañeros tuvieron que saltar apresuradamente a solo 120 m de altura. Aterrizó sobre el tejado de una iglesia en Saint-Côme-du-Mont y perdió todo contacto con su unidad y compañeros. Demolió en solitario una estación eléctrica y realizó otras acciones de sabotaje por su cuenta hasta que unos alemanes de un nido de ametralladora lo capturaron días después. Sin embargo Beyrle consiguió escapar durante unas pocas horas, y fue herido por metralla antes de volver a ser tomado por otra unidad alemana.
Sus chapas de ifentificación fueron entregadas a un soldado alemán que fue abatido en Francia mientras realizaba una misión disfrazado de americano, de ahí que a Beyrle le dieran por muerto y sus padres recibieran la temida carta de notificación en Septiembre 1944.

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PRISIONERO DE GUERRA
Beyrle pasó los siguientes 7 meses en privaciones de todo tipo en diversas prisiones alemanas, a las que le transportaban en vagones de ganado de ferrocarril. Se escapó dos veces pero en ambas le atraparon al cabo de un tiempo. Por ejemplo, en su segunda huida creyó abordar un tren a Polonia pero cogió uno en dirección Berlín por error.
Beyrle y sus compañeros tenían la esperanza de que al fugarse podrían alcanzar las líneas del Ejército Rojo que estaban a escasa distancia. Esa vez, fue delatado a la Gestapo por un civil alemán, siendo torturado y devuelto al ejército alemán, al no tener la Gestapo jurisdicción sobre prisioneros de guerra. La Gestapo iba a disparar a Beyrle y sus compañeros bajo la acusación de que eran espías que habían lanzado en paracaídas sobre Berlín.

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La cartilla de Prisionero de Beyrle en el Stalag III-C
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Su siguiente parada después del Stalag IV-B fue el Stalag III-C al que fue enviado hacia septiembre 1944, cerca del pueblo de Alt Drewitz, del que escapó en enero 1945. Siguió al este con la esperanza de encontrar a los rusos. La suerte estuvo de su lado esta vez, pues Beyrle encontró una brigada blindada soviética en pleno avance (perteneciente al 1er Ejército de Tanques de la Guardia). Beyrle agitó los brazos con unos paquetes de cigarrillos Lucky Strike gritando lo único que sabía decir en ruso “Amerikansky Tovarish!” (camarada americano).
Ironías de la vida, el comandante del batallón era la mismísima Aleksandra Samusenko, a la que se atribuye ser la única mujer oficial de carros del ejército soviético. El fugado, demostró ser americano y convenció a Aleksandra para que le admitiera en servicio soviético en la ofensiva a Berlín y así poner en uso sus dotes en demoliciones.

EJÉRCITO ROJO
Beyrle sirvió en dicho batallón en uniforme ruso durante un mes justo, este batallón liberó el Stalag III-C, su antiguo campo de prisioneros, a finales de enero. La unidad en la que servía no mejoraba mucho su situación. Los rusos estaban desesperados, hambrientos e indisciplinados, y fue testigo de como ellos ejecutaban a la pareja alemana de la granja en la que se había ocultado y se comían sus cerdos. Fue en ese tiempo que Beyrle desempeñó como ametrallador en la parte trasera de un tanque Sherman “Lendlease”.

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Aleksandra Samusenko

En la primera semana de febrero fue herido gravemente por un ataque de Stukas, siendo evacuado a un hospital soviético de campaña en Landsberg an der Warthe (actualmente Gorzów Wielkopolski, Polonia). Allí recibió la visita del Mariscal Georgy Zhukov que escuchó su historia a través de un intérprete, y se enteró que el americano había perdido toda su documentación. Conmovido, Zhukov proporcionó permisos y credenciales para que Beyrle pudiera ir a la embajada americana de Moscú.
Recuperado de sus heridas y viajando en convoy militar, Beyrle llegó a la embajada americana en Moscú en febrero 1945, solo para enterarse de que le habían dado por “Killed in Action” el 10 de junio 1944 en Normandía.Se había celebrado una misa funeral en Muskegon con su esquela publicada en el periódico local.
Los atónitos agentes de la embajada tuvieron que ponerlo bajo arresto domiciliario en el Hotel Metropol hasta que confirmaron su identidad con ayuda de sus huellas dactilares.

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POSGUERRA
El 21 de abril de 1945 Beyrle es repatriado a Michigan y celebró el día de la victoria dos semanas más tarde en Chicago. Se casó con Joanne Hollowell en 1946, casándoles el mismo sacerdote que había dado su funeral dos años antes.
Breyle trabajó para Brunswick Corporation durante 28 años, retirándose como supervisor de envíos en 1981.
Adicionalmente estuvo activo en diversas asociaciones de veteranos tras esa fecha. Su historial de servicio le valió medallas del presidente americano Bill Clinton y el ruso Boris Yeltsin en la casa blanca en el 50 aniversario de la IIGM en 1994.
Beyrle murió de ataque al corazón mientras dormía el 12 de diciembre de 2004 durante una visita al campo de Toccoa, Georgia, donde él se había entrenado en 1942. Tenía 81 años. Fue enterrado definitivamente en la sección 1 del cementerio de Arlington con honores en abril 2005.

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LEGADO
Beyrle su esposa tuvieron un hija llamada Julie y dos hijos. El hijo mayor Joe Beyrle II, sirvió en la 101 como su padre, en Vietnam. Su otro hijo John Beyrle fue embajador de los EEUU en Rusia 2008-2012. Fue su padre quien le inculcó el respeto por el pueblo ruso.

 http://en.wikipedia.org/wiki/Joseph_Beyrle
[*]http://www.arlingtoncemetery.net/jrbeyrle.htm
El Schindler de Nankin: un héroe no tan conocido por la humanidad

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En Noviembre de 1937, Nankin, una importante ciudad china cercana a Shanghái fue ocupada por los japoneses quienes invadían China desde hacía varios meses. La ciudad no bien fue ocupada por los nipones, los escuadrones japoneses comenzaron una “limpieza” en la ciudad para asesinar a todos los civiles chinos que pudieran. Esta operación se cobró la vida de entre 200.000 y 250.000 civiles.

Los extranjeros establecidos en Nankín trataron de ayudar a la población china a través de la construcción de un área segura. John Rabe, un diplomático y comerciante alemán fue elegido presidente del Comité Internacional para detener estos actos de brutalidad. Rabe, estaba afiliado al Partido Nazi, por lo cual cada vez que mostraba su credencial del partido, los japoneses daban un paso atrás sabiendo que era un hombre “aliado” por la cercanía de ambos países tras el pacto Tripartito.

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Rabe y otros miembros del Comite Tripartito

Durante la ocupación de la ciudad, Rabe redoblo sus esfuerzos y compraron terrenos solo para poder albergar a civiles chinos, gran parte de su fortuna fue gastada para poder ayudar a los civiles. En un área segura de 4 km², Rabe y algunos de sus hombres lograron albergar a lo largo de varios meses a 200.000 personas, aunque muchas a veces tenían que ser trasladadas de igual manera sin poder hacer mucho más. En su propio hogar con el terreno incluido, el mismo permitió que 600 personas se refugiaran durante varios meses. Su coraje, su esfuerzo incansable así como su generosidad le aportaron el respeto de la población china.

Después de finalizar el genocidio, en febrero de 1938; por órdenes de la empresa Siemens China forzaron al empresario a abandonar el país por su propia seguridad. John Rabe, mantuvo socios que trataron de mantener a salvo a la población al menos hasta que los ataques sistemáticos cesaran. Al llegar a Alemania, escribió una carta a Adolf Hitler, pidiéndole influir sobre los japoneses para que cesaran las atrocidades. Pese a esto, fue detenido durante varios meses por la Gestapo. Todo el material de fotografías que comprobaban las matanzas fue destruido por la Gestapo.

Empobrecido y olvidado por todo el mundo, falleció en 1950 en la ciudad de Berlín. El reconocimiento a este héroe que salvo a miles de familias chinas llego muchas décadas después cuando los documentos sobre la masacre de Nankin salieron a la luz mostrando los horrores cometidos por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial.
Guardia Pretoriana
Cuerpo de élite de Roma
26/05/2015

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La Guardia Pretoriana podría considerarse como uno de los mejores cuerpos de élite de la antigüedad. Los pretorianos fueron un recurso de mimada protección por parte de los emperadores romanos, otorgándoles grandes cantidades de sestercios a cambio de protegerles de conjuras, adversarios políticos u obedeciendo órdenes imperiales por dinero, más que por lealtad.

Guardia Pretoriana, creación

Creada durante el tiempo de Augusto, se trataba de la escolta personal de la familia imperial. La Guardia Pretoriana estaba dirigida por uno o dos prefectos de pretorio, que hacían las veces de Ministros, sobre todo a partir del gobierno de Tiberio, que relegó en su prefecto Sejano múltiples funciones imperiales mientras él se encontraba retirado en su domus en la Isla de Capri. A finales de la época de Augusto, la guardia pretoriana estaba cobrando en torno a unos 3000 sestercios anuales frente a los 900 que cobraban los legionarios.



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Guardia Pretoriana
Por este motivo, y por las comodidades que ofrecía ser parte de este cuerpo militar, muchos tenían como sueño el llegar a ser un gran pretoriano “leal” al emperador.

Durante el gobierno del aparente endeble Emperador Claudio, consiguieron la nada desdeñable cantidad de 15.000 sestercios, debido a que la lealtad pasó a ser una predisposición sobre todo económica para que los emperadores se asegurasen sus espaldas en esas épocas tan turbulentas, pues eran los únicos que se interponían entre el Emperador y las legiones en caso de tomar el poder por la fuerza. Se convirtieron así en un cuerpo militar de inestimable importancia y respeto.

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Guardia Pretoriana, proclamación de Claudio

Guardia Pretoriana, conjuras y asesinatos

La Guardia Pretoriana respondía muy bien a la lealtad basada en el dinero. Por una buena suma estaban dispuestos a asesinar al propio emperador si las promesas de los conjuradores eran superiores al trato ofrecido por quien ocupaba el trono de Roma. Así fue como, por ejemplo, el Emperador Calígula fue asesinado por su propia Guardia en un complot que incluía a varios senadores.

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Guardia Pretoriana

Los pretorianos eran un arma de doble filo, que consiguieron un gran poder debido a que luchaban en favor del mejor postor. Nadie se encontraba bajo una seguridad pactada de antemano, pues como ya se ha dicho, respondían mejor a los regalos y los cargos prometidos que a la lealtad de defender en lo que creían.
Hiroo Onoda: el soldado japonés que no sabía que la guerra había terminado

Publicado por:Katia Silveira
[Imagen: Hiroo-Onoda-el-soldado-japones-que-no-sa...k=RwgDdIwv]

Imagina estar más de 20 años peleando una guerra terminada hace tiempo. Esto fue lo que le sucedió a Hiroo Onoda, un soldado japonés que no sabía que Japón se había rendido hacía casi 30 años. Todo sucedió debido a su genial habilidad para esconderse y evadir los peligros, como te contaré ahora.
En 1944 Onoda fue enviado a Lubang, Filipinas, para espiar a las fuerzas norteamericanas. Allí los aliados vencieron a Japón, pero Onoda era tan bueno escondiéndose que nunca fue encontrado. A pesar de que la mayoría de las tropas japonesas ya habían perdido o se habían rendido, el siguió escondido con un grupo de soldados, haciendo caso omiso de los mensajes que decían que la guerra había terminado.


Sobreviviendo en la jungla

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La razón por la que Onoda rechazaba los mensajes es que no creía que fueran ciertos, dado que había pasado poco tiempo y confiaba en la victoria de su país. Hay que tener en cuenta que en ese momento no tenían idea de los incidentes con las bombas de Hiroshima y Nagasaki, algo que sin dudas los hubiera hecho cambiar de opinión.
Durante los 29 años que estuvo escondido sobrevivió a base de alimentos encontrados en el bosque y robados a granjeros. Por diferentes circunstancias fue perdiendo a sus compañeros hasta quedar solo. Recién en 1974 lo persuadieron de que se rindiera y dejara el lugar. Su comandante fue hasta allí y lo liberó de sus deberes militares.

Siguiendo las órdenes
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Para Onoda lo importante era seguir las órdenes, que específicamente decían que no debía morir, sino llevar adelante la guerrilla. Intentando cumplir este cometido hizo lo posible por permanecer oculto.
Su regreso al mundo en 1974 fue extraño, como si una figura histórica resucitara en la modernidad, habiéndose perdido todos los avances de los últimos 30 años. Pero no todo terminó bien, sino que Onoda había matado a muchas personas en Filipinas y esto le trajo algunos problemas. Si bien el gobernador lo perdonó, los familiares de las víctimas exigieron una compensación.

Luego de su regreso se fue a vivir a Brasil, debido a que no entendía demasiado los cambios en el mundo y quería estar tranquilo. Sin embargo, en 1984 estableció una organización para entrenar a jóvenes japoneses en la supervivencia que él aprendió en Lubang. Falleció en el 2014 a los 91 años de edad.

http://www.batanga.com/curiosidades/8078...riosidades
Una mini-tregua de Navidad.

[Imagen: Escena-de-la-película-Noche-de-Paz-Elisa...=598%2C333]

Muy conocida es la historia de la tregua de Navidad en 1914, durante la Primera Guerra Mundial. Soldados alemanes e ingleses decidieron por su cuenta, y sin la aprobación de los oficiales, detener la lucha por unas horas para intercambiar regalos y jugar una partidita de fútbol. No hay registros de que escenas así se repitieran en la Segunda Guerra, pero sí hay una historia que me contó un amigo hace años, tan entrañable y que muestra una vez más cómo los seres humanos somos capaces de abandonar nuestro odio por unos instantes, imbuidos por el espíritu navideño. Todo sucedió durante la Batalla de la Saliente…

Blanca y helada Navidad.
Era diciembre de 1944 y los alemanes habían lanzado la que sería su última ofensiva de la guerra.

Hitler había diseñado un ataque sorpresivo contra las fuerzas aliadas que ya ocupaban Bélgica con la intención de


 tomar [Imagen: Mapa-de-la-ofensiva-alemana.png?zoom=2&resize=300%2C300]el puerto de Amberes e impedir que llegaran pertrechos y más refuerzos. En su mayoría compuestas de unidades poco experimentadas, las tropas norteamericanas se sentían confiadas pensando en que los nazis ya no tenían con qué atacar y menos bajo el manto de uno de los inviernos más duros del siglo. Pero precisamente cuando el enemigo menos lo espera, es el mejor momento de atacar. El día 16 de diciembre, 200,000 hombres, 340 tanques, 1,600 piezas de artillería y otros 280 vehículos militares iniciaron la ofensiva en un frente de 130 kilómetros. Para los yanquis el desconcierto fue mayúsculo.

Los primeros días el asalto respondió a las expectativas alemanas. que penetraron varas decenas de kilómetros y arrollando a la oposición. Los norteamericanos tardaron varios días en reorganizarse, sin apenas refuerzos o cobertura aérea debido al mal tiempo. Fue una de las más grandes batallas de la guerra con los estadounidenses de protagonistas, y el precio que pagaron fue muy alto.
Un refugio.
La tarde de Nochebuena, Elisabeth Vincken y su hijo Fritz de doce años se encontraban en su casa de campo del [Imagen: El-pequeño-Fritz.jpg?zoom=2&resize=164%2C260]Bosque de Hurtgen, cercano a la frontera belga y al campo de batalla. La casa familiar en Aachen (Aquisgrán) había sido destruida en un bombardeo y Madre e hijo se habían vistos obligados a refugiarse ahí mientras que el padre se quedaba atrás intentando recuperar lo que pudiese.

De pronto, alguien llamó a la puerta. Elisabeth apagó las velas y con temor abrió la puerta. frente a ella, dos soldados norteamericanos, de pie y armados, y otro tumbado en el suelo, herido. Eran el enemigo, pero la asustada mujer se dio cuenta de que, a pesar de su aspecto áspero, no eran más que adolescentes, y los invitó a pasar. Ni los soldados hablaban alemán ni Elisabeth inglés, pero pudieron entenderse en un chapurreado francés, y ella les ayudó a recostar a su compañero y limpiar sus heridas. Al mismo tiempo, pidió a su hijo que cogiera al gallo del gallinero (de nombre, Hermann) y unas cuantas patatas. Al fin y al cabo era Navidad.

Más invitados inesperados.
Hermann se fue al horno y los soldados sacaron de sus mochilas un par de latas de comida, mantequilla de cacahuete y pudín de piña. El pequeño Fritz se dispuso a poner la mesa. En ello estaba cuando volvieron a llamar a la puerta, y él mismo fue a abrirla.
Cuatro soldados más, pero esta vez alemanes, y Elisabeth se apresuró a recibirlos. Ellos le desearon una feliz Navidad, y le dijeron que estaban perdidos y que tenían hambre. La mujer les respondió que podrían pasar y comer hasta acabarse todo, pero que dentro encontrarían personas a las que no considerarían amigos.

El mayor de los recién llegados, un cabo de 23 años, le preguntó directamente si había norteamericanos dentro. A la respuesta afirmativa añadió que no de ellos estaba herido. Por unos momentos, el cabo dirigió a la mujer una mirada de reproche, casi como queriéndole recordar que albergar al enemigo era traición, castigada con la pena de muerte. Elisabeth mantuvo su posición y concluyó, “Es ist Heiligabend und hier wird nicht geschossen” (“Es Nochebuena y no va a haber disparos aquí”).

Desarmados.

Como condición para dejarlos entrar, Elisabeth les advirtió que debían dejar sus armas fuera. Para entonces los alemanes se habían dado cuenta del valor y la fuerza moral de la mujer y accedieron. Al mismo tiempo ella entró para recoger las armas de los norteamericanos. Por fin se reunieron dentro y durante un buen rato la tensión y la desconfianza fue palpable. Ayudó a romper el hielo el que uno de los alemanes fuese estudiante de medicina y le hiciera una cura a la pierna del herido.

A la hora de la cena, el cabo teutón sacó una botella de vino y algo de pan, y aunque tampoco es que se hicieran amigos, la camaradería triunfó sobre el odio. A la mañana siguiente, se despidieron cordialmente después de que los alemanes indicasen a sus enemigos dónde estaban sus líneas (les regalaron una brújula) y de que su anfitriona por una noche les devolviera sus armas.

No hubo represalias contra Elisabeth Vincken después de la guerra. El joven Fritz, casualmente se casó con una norteamericana y terminó viviendo en Hawaii, donde contaba su anécdota a todos los clientes de su panadería. En 1996, un programa de televisión encontró a uno de los soldados sobrevivientes en una residencia para mayores. Ahí Fritz le visitó y juntos rememoraron aquella navidad en medio de la guerra. Ralph Blank aún tenía los mapas con las indicaciones dadas por sus compañeros de mesa y la brújula. Con una débil voz dijo a Fritz, “Tu madre me salvó la vida”.
[Imagen: Ralph-Blank-y-Fritz-Vincken.jpg?zoom=2&resize=401%2C403]
Ralph Blank y Fritz Vincken La otra tregua de Navidad.

http://www.cienciahistorica.com/2015/12/...e-navidad/

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WindTalkers vascos en Guadalcanal

Los Marines de Estados Unidos tenían hijos de inmigrantes vascos, en sus tropas, para codificar mensajes y transmisiones durante la batalla de Guadalcanal.
http://www.taringa.net/posts/info/105045...canal.html

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La historia de los “code-talkers”, las personas encargadas de cifrar y transmitir los mensajes durante las batallas del Pacífico, es de sobra conocida gracias a la película norteamericana Windtalkers. Estados Unidos se valió de sus ciudadanos indios para crear mensajes que fueran indescifrables a oídos de los japoneses. Sin embargo, también hubo un grupo de vascos desempeñando esta importante labor.

Tras el varapalo de Pearl Harbor y la pérdida de las Filipinas, la primera gran acción militar que llevaron a cabo los estadounidenses en el Pacífico fue la campaña de Guadalcanal, en las islas Salomón. Esta serie de batallas evitó la penetración de los japoneses hacia Australia y así se pudo parar la inminente invasión de la gran isla.

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Para llevar a cabo esta difícil tarea, el mando estadounidense, aconsejado por un teniente coronel de origen mexicano pero de padres vizcaínos, Ernesto Carranza, decidió adiestrar a un grupo de descendientes de inmigrantes vascos, unos 60, en el manejo de radios y códigos de encriptación y transmisión de mensajes.

En mayo de 1942 se formó aquel extraordinario grupo de soldados euskaldunes. Hijos de pastores que apenas conocían el castellano y que chapurreaban el inglés con un fuerte acento vasco se unieron a iroqueses, navajos, oswegos y shaishai para crear unas comunicaciones que fueran, a oídos de los japoneses, inviolables.

Según explica Daniel Arasa en su libro "Los españoles en la guerra del Pacífico", tras demostrarse que el mando japonés no entendía aquellos extraños idiomas se decidió repartir las transmisiones a una lengua distinta cada día.

El reparto que se hizo fue el siguiente, los lunes y sábados se emitían las órdenes en euskera; los martes y domingos en oswego, los miércoles en iroqués y los jueves en shaishai. El primer uso militar que se dio a estos idiomas fue para guiar a los convoyes de carga que navegaban por el océano Pacífico, en aquel momento en manos de la marina y la aviación nipona. Vista su efectividad, se siguió usando para el desembarco en la isla de Guadalcanal.

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El 1 de agosto de 1942 se dio la primera orden sobre el asalto anfibio: “Egon arretaz, X egunari” (atención al día X). Sin embargo, el código más importante se emitió en la madrugada del 7 de agosto de 1942, “Sagarra eragintza zazpi” (la Operación Manzana comenzará a las siete). A esa hora se había decidido desembarcar sobre el islote Tulagi y sobre Guadalcanal.

Algunas de las historias de los hijos de españoles que combatieron en el Pacífico fueron publicadas en 1979 en el diario Deia en un artículo sobre el teniente coronel Ernesto Carranza en el que se explicaba que los primeros marines que desembarcaron en las playas de Tulagi en mayo de 1942, fueron descendientes de vascos y de andaluces.
Esta decisión se debía a que el comandante Francis Fletcher (que había sido agregado naval en España entre 1933 y 1936), propuso que dado el origen español de las islas Filipinas “sería interesante que fueran las tropas de origen español quienes fueran en primer lugar las tropas del desembarco”. Al frente de ellos se encontraba Ernesto Carranza y que de los 200 que tenía a sus órdenes, alrededor de 110 eran vascos y el resto andaluces.

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Estimado cooforista Artiguista estupendas estas historias posteadas por ud,estare atento a nuevos post.

Cordiales saludos
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