Foros de Uruguay Militaria

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Va un aporte sobre el mito de la resistencia francesa a la ocupación alemana en la 2da GM.

FRANCIA Y SU "GRANDEUR"

Martes, 8 de Noviembre 2016




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Al viajero que recorre cualquiera de las regiones de Francia, ya sea la áspera y rugosa Bretaña, el soleado y acogedor Mediodía con sus fértiles y productivas tierras de cultivo, los interminables "bocages” junto a los acantilados de Normandía, la densa y poblada Ille de France o la resplandeciente luminosidad del Mediterráneo en la Provenza y la Côte Azur le sorprenderá, en agudo contraste con la diversidad geográfica, la monotonía de un patrón uniforme que se repite en cada una de las plazas y calles de las ciudades de Francia, en los bordillos de las aceras y en las cunetas de las carreteras, en las estaciones de ferrocarril y en los nudos de comunicaciones, en todos y cada uno de aquellos lugares en los que el ser más íntimo de la patria eterna se opuso al  invasor foráneo. Y el recuerdo nostálgico de aquella hazaña se ha cincelado a  golpe de martillo y metal en cada uno de los rincones de Francia.
 
La "Resistencia" es algo más, y yo añadiría algo distinto, de un episodio que jalona la reciente historia de la nación francesa. Es el mito fundacional que vértebra la organización política de la Francia moderna, de la IV y V República. Como en todas las narraciones míticas su origen se ha desprendido de su verdad histórica. Lo que importa en el relato no es la fidelidad a los hechos sino el contenido semántico de la narración, la transferencia de sentido que incorpora.
 
El acontecimiento fundacional rezuma el aroma legendario de las grandes epopeyas. En una Francia humillada y derrotada, aquel 18 de junio de 1940 con las unidades de la Wehrmacht desfilando por las calles de París, resonaba en las ondas de la BBC la voz enérgica e inquebrantable del General de Gaulle llamando a proseguir la lucha frente al invasor: "hemos perdido una batalla, pero no hemos perdido la guerra".
 
No era verdad. Francia había perdido su independencia como Estado y no recobraría su autonomía hasta cuatro años después y como consecuencia de la acción directa de los Anglonorteamericanos enfrentados al régimen colaboracionista y superviviente de Vichy. Tampoco era cierta la historia en retrospectiva que se forjó después de la liberación: la de un pueblo unido, en su inmensa mayoría y desde el primer momento, en la resistencia al opresor extranjero. Pero no importaba. La tarea de un mito no es ayudar a reconstruir la historia sino legitimarla confiriéndole un sentido.
 
La Francia de posguerra necesitaba con urgencia un relato verosímil que le permitiera reconstruir su identidad nacional y mantener su orgullo como nación. Charles de Gaulle, aquella esfinge embutida en un uniforme, despreciado por igual por británicos y norteamericanos, catalizó magistralmente aquel sentimiento, convirtiendo un desesperado llamamiento que apenas escucharon algunos centenares de franceses en el inicio de un movimiento de liberación nacional que sin fisuras alcanzó su apogeo el 26 de agosto de 1944 cuando, finalmente, París fue liberado.
 
Sin embargo, la historia discurrió por un cauce bien distinto. Robert Gildea, un eminente historiador británico, ha aclarado definitivamente el misterio en una obra concluyente. “Combatientes en la Sombra” es una narración objetiva, desapasionada y extraordinariamente documentada de la historia de la Resistencia Francesa durante la ocupación alemana. Y desde luego, el relato que emerge de aquellas páginas dista mucho de la imagen mítica de la “liberación nacional” acuñada por el general de Gaulle.
 
La liberación de Francia fue obra de las tropas aliadas, no de los propios franceses. La inmensa mayoría de la población acogió el armisticio del 22 de junio de 1940 con evidente satisfacción porque ponía fin a una guerra en la que nunca habían querido combatir y soportó los largos años de la ocupación con una indiferente y a veces complaciente resignación, pugnando por sobrevivir en un ambiente de crecientes restricciones que imponía evidentes limitaciones en la vida cotidiana.
 
Si no hubo liberación nacional, mucho menos se produjo nada semejante a la insurrección popular patrocinada por la mística del Partido Comunista. Es cierto, que el primer militar alemán abatido en la Francia ocupada fue el comandante de una división alemana en Nantes a manos de un comando comunista, pero aquello ocurrió en fecha tan tardía como octubre de 1941, y no puede enmascarar el hecho indiscutido de que hasta el 22 de junio de 1941-el día de la invasión alemana de la Unión Soviética-el Partido Comunista francés observó una actitud sino de colaboración si al menos de pasiva complacencia ante la ocupación extranjera de su país.
 
Es cierto que una vez que la guerra se propagó al Este, el Partido Comunista francés organizó una resistencia activa a través de grupos como los Franc-Tireurs et Partisan o los diversos Maquis de las provincias que se dedicaron a hostigar al ejército de ocupación mediante la realización de todo tipo de actos de sabotaje; pero en todo caso aquello fue obra de una minoría sin que en ningún momento, ni siquiera después de la invasión aliada de Normandía, se extendiera a la mayor parte de la población francesa.
 
Además, como acredita muy pormenorizadamente la magnífica obra de Gildea la Resistencia distaba mucho de ser un fenómeno nacional francés. Una parte sustancial, incluso mayoritaria en algunas regiones, de los miembros de la resistencia eran extranjeros; judíos de toda Centroeuropa que huían de la persecución nazi, antifascistas que habían combatido en las brigadas internacionales, republicanos españoles exiliados, alemanes expatriados víctimas de la persecución en su propio país, incluso, miembros del ejército del armisticio decepcionados con el gobierno de Vichy.
 
El relato de la liberación nacional auspiciado por el general de Gaulle que a la postre resultó triunfante y se impuso sobre sus otras alternativas para consolidar el mito fundacional de la Resistencia, dista mucho de ser la historia homogénea y sin fisuras de un pueblo enardecido que se opuso a la invasión extranjera bajo el liderazgo unificado de un caudillo clarividente. En 1940 Charles de Gaulle era un general de división desconocido para la inmensa mayoría de los franceses. Winston Churchill le acogió en Londres con la esperanza de mantener viva la llama de un gobierno francés en el exilio que se opusiera a la ocupación nazi. Pero la relación nunca funcionó. De Gaulle era demasiado ególatra y orgulloso para someterse a la autoridad de los británicos y éstos por su parte, no estaban dispuestos a tolerar las abruptas salidas de tono de su menesteroso aliado.
 
La relación se complicó aún más a partir de diciembre de 1941, cuando los norteamericanos tomaron el timón de la guerra. A Roosevelt y a su secretario de Estado, Cordell Hull, de Gaulle le resultaba sumamente antipático, un personaje de opereta “extraordinariamente estirado y presuntuoso” sin otra cosa que aportar a la guerra que su desgarbada figura-el general “dos metros” le llamaban-y sus inagotables quejas producto de una susceptibilidad patriótica notablemente exagerada. De hecho y hasta el último momento los norteamericanos patrocinaron siempre la solución del general Giraud en Argel frente a la alternativa de la denominada Francia libre en Londres encabezada por de Gaulle. Al final éste consiguió imponer su alternativa, pero lo hizo después de interminables luchas intestinas casi por completo al margen de la población en la Francia ocupada. De Gaulle nunca lo olvidó. A partir de entonces destiló un proverbial antiamericanismo que le llevó incluso a minimizar la participación norteamericana en la liberación de Francia.
 
Naturalmente, el mito gaullista de la “Resistencia” se forjó por completo al margen de los hechos. Se construyó el relato legendario de la liberación nacional por un pueblo unido frente al invasor extranjero que desde el primer momento se opuso la ocupación de la “tierra sagrada de Francia”. Esa lucha culminó con la victoria y la liberación del dominio alemán por los propios franceses, simbolizada por la entrada en París de los tanques del general Leclerc. A todo el cuadro le faltaba una pátina de autenticidad: por una ironía del destino fueron los republicanos españoles los primeros en entrar en París al frente de las tropas de Leclerc.
 
El mito de la resistencia se topó después con el contrapunto de una historia muy real: la depuración. Un gigantesco proceso de exigencia de responsabilidades a aquellos que habían colaborado con el ocupante nazi que se prolongó hasta 1953, cuando la República acabó promulgando una amnistía y lo hizo en nombre de la…… “Resistencia”. Herbert Lottman lo ha relatado de una manera concluyente. No fueron sólo “unos cuantos malditos cobardes”; cientos de miles de franceses se vieron afectados de una u otra manera por haber colaborado con los nazis y muchos cientos de miles más se resignaron pacíficamente a sobrevivir como pudieron durante aquellos tiempos oscuros.
El Blocao de la muerte
«¡Así se defiende una posición! ¡Así mueren los legionarios por España!».
              Gral. Francisco Franco

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Cuadro de Ferrer Dalmao "El blocao de la Muerte"

Fue una gesta que valió a 16 legionarios las loas de don Millán Astray fundador de la Legión, quien dijo de ellos que habían sido «los más preclaros héroes» de ese cuerpo. La defensa que estos hombres hicieron del «blocao» de Dar Hamed, una pequeña posición defensiva ubicada en la ladera del monte Gurugú, logró hacerles un hueco en la historia militar de nuestro país. 

Y ya no solo porque en ella vendieron cara su vida contra los cientos de rifeños que trataban de asediarles, sino porque nuestros protagonistas acudieron voluntarios a ese fuerte (posteriormente conocido como el «Blocao de la muerte») en ayuda de una unidad española que solicitaba refuerzos y sabiendo que, por mucho que dispararan, estaban condenados a darle un beso en persona a su eterna novia: la muerte.

Para entender cómo llegaron los rifeños a asediar el «blocao» de Dar Hamed es necesario retroceder en el tiempo unos meses atrás, hasta el verano de 1921. 
Por entonces, la situación parecía idónea para el Ejército Español en África y para el oficial encargado de dirigir el contingente en la zona, el general Silvestre. Y es que, tras años y años de combates en el Rif, este militar había logrado extender de una forma increíble el territorio rojigualdo al sur de Melilla a base de fusil y bayoneta. 

Sin embargo, la realidad era bien diferente a la que mostraban los mapas, pues la expansión había sido tan rápida, y el terreno conquistado tan ingente, que había sido imposible construir defensas decentes y establecer una buena línea de suministro de agua en la zona. 
El resultado fue la conquista de una ingente cantidad de territorio (Silvestre penetró en el continente unos 130 kilómetros) en el que fue imposible armar una estructura defensiva que pudiera resistir el ataque de los enemigos.

  Tal solo se construyeron una serie de precarios fuertes llamados «blocaos». Pequeñas posiciones que habitualmente consistían en una casamata de sacos terreros; un refuerzo fabricado con troncos de árbol; una alambrada (si se consideraba que la posición lo merecía) y un tejadillo de chapa o madera que solía ser retirado por el gran calor que provocaba a los soldados. Eran, además, fortines levantados en mitad de la nada y separados muchos kilómetros unos de otros debido a que la extensión de la región a defender era gigantesca.

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«Silvestre [...] alargó muchísimo sus líneas de abastecimiento. Había creado muchos blocaos en posiciones altas, sin agua, y con condiciones de vida difíciles. Había además dividido sus fuerzas mal equipadas en un cordón de más de 140 (algunos señalan 144) posiciones, fortines casi completamente aislados entre sí [...]. Estos blocaos estaban de 20 a 40 kilómetros según el terreno, y con unas fuerzas tan repartidas que no era posible hacer frente a un ataque enemigo: la mayoría de estos blocaos tenían entre doce y veinte hombres, nada más. 
Además, la ubicación de los blocaos tenía más que ver con aspectos políticos que con militares. Otras veces se colocaban los blocaos en zonas en las que los nativos lo pedían para defenderse de cábilas (tribus) enemigas de España», explica Jesús María Ruiz Vidondo, doctor en historia militar, colaborador del GEES (Grupo de Estudios Estratégicos) y profesor del instituto de educación secundaria Elortzibar, en su dossier «El “Desastre de Annual”. Cambio de política en el norte de África».

Los rifeños, que eran bastante avispados en lo que se refiere a lo militar, no tardaron en percatarse de que lo mejor que podían hacer cuando asediaban una de estas posiciones era rodearla, bombardearla, y esperar a que los defensores se quedaran sin agua o sin comida. Al fin y al cabo, a los peninsulares les resultaba casi imposible recibir refuerzos debido a la gran extensión de territorio que había entre los «blocaos» y a que carecían de un buen sistema de comunicación efectivo con las posiciones principales.

El Desastre
El 17 de julio Silvestre entendió por las bravas que las defensas que había ordenado elaborar eran casi irrisorias. Fue esa jornada cuando Abd El-Krim (uno de los principales líderes rifeños) lanzó un ataque contra la posición española en Igueriben (una de las más adelantas). Ubicada al sur de Melilla, apenas era defendida por unos 300 hombres que no pudieron resistir ante el implacable avance nativo. No hubo resistencia posible, los soldados peninsulares fueron aniquilados sin contemplaciones. 

Después, el jefe tribal dirigió sus tropas hasta Annual, un campamento ubicado a unos 100 kilómetros de Melilla en el que había unos 5.000 combatientes españoles. Desesperado al ver como un gigantesco ejército de rifeños se dirigía hacia esa base, Silvestre tomó una de las peores decisiones de su vida militar: ordenó a todo aquel que se encontrase en el campamento retirarse hasta Melilla. 
Así fue como el pánico cundió entre los militares, muchos de los cuales solo pensaron en salvar su vida y asesinaron a sus propios compañeros para poder subirse a uno de los solicitadísimos vehículos que salían de allí a toda prisa. 

«Entre el caos, los oficiales pierden el control, y los soldados -al ver que nadie cubre su retirada-, tratan de ponerse a cubierto de las balas corriendo [...]. Carros, material y heridos son abandonados, muchos oficiales escapan sin cumplir con su deber, y la retirada ordenada no tarda en convertirse en una desbandada general bajo el fuego de los rifeños», explica Vidondo, El resultado quedó grabado en la Historia como el «Desastre de Annual». Y lo cierto es que el apelativo no fue para menos, pues terminó dejando más de 10.000 españoles muertos entre los presentes en el campamentos, las tropas de refuerzo, y todo aquel que se personó en la zona para ayudar en la retirada.

El malo
Tras el desastre de Annual, los rifeños continuaron su implacable avance hacia Melilla degollando a base de gumía a todo aquel español que encontraron a su paso. Su cruel trayecto les acabó llevando hasta el monte Gurugú, una posición clave para el ejército de nuestro país por lo cercana que estaba a Melilla (apenas tres kilómetros). 

En aquella colina de 900 metros, un auténtico mirador desde el que tener controlada la urbe y que debía haber estado defendida por un gran contingente por su importancia estratégica, apenas había unos pocos hombres. Unos combatientes que defendían uno de los «blocaos» que más vidas se había llevado consigo por su privilegiada ubicación: el de Dar Ahmed. «El “blocao” de Dar Ahmed, situado entre la “Segunda caseta” y la posición de Sidi Ahmed el Hadj (con la misión de vigilar la salida de los barrancos próximos a Sidi Musa) desde el primer día también fue uno de los objetivos preferentes de los moros rebeldes», explica Vicente Pedro Colomar-Cerrada en su obra « El infierno de Axdir: prisioneros españoles en el Rif, 1921-1923». 

Lo cierto es que llamar «blocao» a esta precaria posición defensiva era algo bastante generoso, pues las crónicas nos definen este «blocao» como un conjunto de piedras, sacos terreros con varias aspilleras (o troneras) coronado por unas tristes tablas y rodeado por una alambrada. La cantidad de hombres que se habían perdido a lo largo de los meses en la defensa de este «blocao», así como las infames condiciones de vida que debían pasar aquellos que protegían la posición, habían hecho que se ganase un curioso apelativo: el de «El malo».

El relevo
La importancia estratégica del Gurugú hizo que, el 14 de septiembre de 1921, una compañía del Batallón Disciplinario de Melilla recibiera órdenes de partir hacia el «blocao» de Dar Hamed para relevar a los legionarios que llevaban defendiéndolo semanas. 
Hacían falta soldados de refresco. La unidad que viajó estaba formada por una veintena de valientes al mando del teniente José Fernández Ferrer. Por debajo de sí se encontraban además el suboficial Aquilino Cadarso y el cabo Sergio Vergara. 
No se envió a oficiales de más alto rango a la ladera de aquella montaña. Un teniente de escasa edad era el máximo exponente del poder militar de nuestro ejército en una de las posiciones más determinantes y delicadas del momento. 

Tras llegar al enclave durante las primeras horas de la jornada, comenzó el relevo. Este vino acompañado del fuego de cientos de rifeños que ya habían llegado a la zona y se disponían a dar buena cuenta de los defensores.
«Desde la mañana, bien temprano, rompió el fuego el enemigo, que, potente y bien armado, era dueño de las alturas y cerros que circundaban el emplazamiento donde estaba el blocao. Con fuego cruzado, intenso y mortífero, hacían dificilísimo, casi imposible, el acercarse al puesto que había que relevar. 

Todo el día duró el intento, y hasta las seis de la tarde no se logró hacer el relevo. Y éste [se llevó a cabo] hombre a hombre, arrastrándose por el terreno, rodando por los barrancos, entrando un Disciplinario y saliendo del blocao un Legionario en la misma forma, desperdigados, a la carrera y con riesgo evidente y serio», explica el Ejército de Tierra en su dossier « ”Blocao” de Dar Hamed, “El malo”».

Primeros ataques
A partir del momento en el que entraron en el «blocao» comenzó el calvario. Los soldados apenas tuvieron tiempo de cargar sus fusiles antes de posicionarse en las aspilleras y empezar la que sería la última batalla de sus vidas. «Bum; bum; bum». La primera noche la pasaron recibiendo los continuos disparos de dos piezas de artillería y de los fusiles rifeños. 

Todo un infierno que se extendió durante más de 12 horas. Los defensores vivieron el momento más horrible de la jornada cuando una granada rompedora cayó sobre «El malo» provocando el desastre. Y es que, lesionó a varios militares e hirió de gravedad al teniente, quien se negó a ceder el mando. 
No hubo descanso. Los rifeños estaban ansiosos por expulsar a los españoles de las laderas del Gurugú, y así lo corroboraban sus balas. 

En la mañana del 15 la situación no mejoró pero -al menos- hubo una pequeña tregua en el fuego de obús marroquí que permitió a seis de los defensores organizarse para reparar los daños que había recibido el «blocao». Aprovechando el cese de la fusilería y de la artillería, Ferrer hizo además llamar a uno de sus hombres para tratar de poner remedio a aquella desesperante situación. Sus órdenes fueron claras: que corriera como si le fuera la vida en ello y solicitara refuerzos por teléfono desde la «Segunda caseta». Poco se podía hacer más allá de enviar a un hombre a pie hasta esa posición (la más cercana al pequeño fuerte), pues los «blocaos» carecían de un sistema para poder comunicarse de forma efectiva con sus oficiales superiores más allá del precario heliógrafo. 
«El heliógrafo era un instrumento destinado a hacer señales telegráficas por medio de la reflexión de los rayos de Sol en un espejo movible», explica el autor José Fernández-Díaz en su obra «El blocao». 
La tregua no duró demasiado. De hecho, a las tres de la tarde empezó a llover plomo sobre la casamata. No pintaba demasiado bien la situación para los defensores, pero ninguno de ellos se planteó la rendición.

La Legión, en su ayuda
El soldado elegido por Ferrer no tardó en comunicarse con el Atalayón, la posición con unidades en su interior más cercana al «blocao». Tampoco se demoró demasiado en el tiempo la respuesta del teniente Eduardo Agulla, al mando de las tropas acantonadas en la zona. 
Este se presentó voluntario para ir a toda marcha hacia «El malo» a socorrer a sus compatriotas. No estaba dispuesto a tolerar que muriera ni un solo español más sino era con él a su lado. Para su desgracia, sus oficiales superiores le negaron la petición afirmando que su presencia y la de su unidad eran necesarias para mantener el orden en la zona. 

Como contrapartida, le instaron a pedir voluntarios para formar un grupo con el que socorrer a la compañía de Ferrer. En ese momento la camaradería de aquellos hombres podría haber hecho sollozar al más curtido, pues fueron tantos los que se ofrecieron, que hubo que hacer una selección. 
«El teniente Agulló, que estaba al frente del destacamento que guarnecía el Atalayón, fue el encargado de realizar la selección entre los hombres que estaban a su cargo», añade Colomar-Cerrada. 

No se engañó a ninguno de ellos. Todos sabían que iban a hacer honor al credo legionario y que (casi con total seguridad) estaban condenados a morir. Los soldados quedaron al mando de un cabo (realmente un Legionario de Primera que venía ejerciendo tal oficio) llamado Suceso Terrero López. 
En este punto las fuentes son algo contradictorias. Y es que, mientras que algunos historiadores afirman que fueron 14 los legionarios de segunda elegidos para reforzar «El malo», el Comandante de Infantería Francisco Ángel Cañete Páez determina que realmente sumaban 15. 

Más allá del número concreto de hombres que fueron seleccionados, a partir de entonces se vivieron unos minutos de extrema tensión en los cuales los elegidos se despidieron de sus compañeros sabiendo que era muy probable que no les volverían a ver. 
Atendiendo a las fuentes, también se afirma que varios legionarios escribieron a sus madres y a novias para darles el último adiós. Sin embargo, el momento más emotivo de la jornada lo protagonizó el soldado Lorenzo Camps, quien decidió aprovechar bien la soldada que le habían pagado hacía poco y que todavía no se había gastado. Serio, se acercó a Agullo y se la cedió de forma solemne con una única petición: que fuera donada a la Cruz Roja. Así recoge Colomar-Cerrada aquel momento en su artículo « La gallardía de un soldado español»:
-¡A sus órdenes mi teniente!
-Dígame, legionario.
-Mi teniente, como vamos a una muerte segura, ¿quiere usted entregarle este dinero a la Cruz Roja en mi nombre?
-Le prometo, legionario, que así lo haré. Espero que vuelvan todos con vida.
-¿Ordena alguna cosa?
-Muchas gracias. Suerte, mucha suerte.
-¡A sus órdenes!

Llega la ayuda
Entre las seis y media de la tarde, y las nueve de la noche (siempre atendiendo a las fuentes a las que se acuda) Suceso Terreros y sus legionarios llegaron a las inmediaciones del «blocao». Un fuerte que ya poco podía «bloquear» por estar medio derruido. El recibimiento de los rifeños fue el esperado: tiros, tiros y más tiros.

La primera «misión imposible» de los soldados fue acceder a «El malo» esquivando los cartuchos harkeños, y lo consiguieron a base de bayonetazos. «Armado el cuchillo-bayoneta, se abrieron paso hasta las alambradas, donde cayeron dos legionarios heridos de gravedad que fueron inmediatamente recogidos e introducidos en el “blocao”», explica Cañete. 
A duras penas, la unidad logró entrar en los restos del fuerte. Habían pasado el primer mal trago, aunque ahora les quedaba resistir hasta la llegada de refuerzos... o hasta la muerte. 

Como buen militar, lo primero que hizo Terreros fue presentarse a su malherido teniente. Este le dio las gracias muy marcialmente (ya en las últimas) por haberse personado y le instó a darle de fusilazos a los harkeños. A partir de ese momento no quedó tiempo para presentaciones entre los legionarios y los pocos disciplinarios que quedaban. 
Entre tiros y tiros se desarrollaron las siguientes horas. Cuando se puso el sol, la cantidad de balas enemigas se multiplicó. Y es que, los rifeños entendían que la noche era el momento perfecto para atacar el «blocao» debido a que los españoles no se atreverían a reforzar la posición sin luz. 
«El enemigo intensificó sus ataques y el teniente Fernández recibió una nueva herida que la causó la muerte. Tomó el mando el suboficial Cadarso, que poco tiempo después recibía un balazo que acabó con su vida. Le sucedió el cabo Vergara, que a pesar de estar herido de cuatro balazos continuó dirigiendo la defensa hasta morir», completa Colomar-Cerrada.

Los novios de la muerte
Tras la muerte de Vergara solo quedó el cabo Terrero para dirigir la defensa. Y lo hizo, según las crónicas, animando a sus compañeros a resistir y dando vítores a España y a la Legión. Todo ello, mientras sus hombres defendían los cuatro frentes del «blocao» a sangre, fuego, y lo que se terciase. Sin embargo, pronto descubrieron que el valor no es lo único necesario para ganar guerras. 
«A las dos de la mañana del 16 se habían agotado las municiones, así como la dotación personal que tenían los correajes, todos colgados desde el día anterior de estaquillas y palos», explica el Ejército de Tierra en su dossier. Sin cartuchos que lanzar, con una buena parte de los defensores muertos, moribundos o heridos, y sin refuerzos, poco podían hacer los supervivientes. 

En este momento las fuentes varían sus testimonios. Algunos son partidarios de que la lucha continuó y nadie salió de «El malo». Cañete es contrario a esta opinión y considera que Terrero ordenó a dos de sus hombres escapar a toda velocidad de la posición para solicitar refuerzos al mando. 
«Suceso Terrero encomendó al legionario Ernesto Miralles Borrás y al soldado disciplinario Marcelino Mediel Casanova, buenos conocedores del terreno y duchos en la orientación nocturna, que abandonasen el blocao y, rompiendo el cerco, intentasen alcanzar la “Segunda caseta” guarnecida por tropas propias para dar cuenta al mando de la comprometida situación en la que se encontraban». 

Fuera como fuese, nunca llegó ayuda alguna. ¿La razón? Colomar-Cerrada ofrece una: «Debido a la oscuridad de la noche y a la escabrosidad del terreno no le fue posible al Mando enviar una columna en su auxilio. Desde las posiciones del Atalayón, Sidi Ahmed el Hadj y Sidi Musa se podían ver los fogonazos y escucharse el estampido de las granadas de mano al explosionar contra las defensas del blocao».

En las últimas horas la determinación de los defensores quedó patente. Ninguno de ellos titubeó. Ninguno sacó la bandera blanca. De hecho, los rifeños solo pudieron silenciar las aspilleras del «blocao» cuando, alrededor de las tres y media de la mañana, acercaron uno de sus cañones a unos 100 metros de «El malo» e hicieron fuego. En ese momento, una llamarada letal cubrió totalmente el puesto avanzado, que acabó por derruirse totalmente. Todavía con los gritos de los vivos resonando en medio del Gurugú, los rifeños llevaron a cabo el asalto final sobre «El malo» y pasaron a cuchillo a los pocos supervivientes que quedaban. 

Así se terminó la heroica resistencia de un «blocao» que, a partir de entonces, cambiaría su nombre por el «Blocao de la muerte». Era la primera vez que un enemigo le arrebataba una posición a la Legión.

Adiós a los héroes
Mientras sus compañeros morían en aquel «blocao», Borras llegó hasta la «Segunda caseta» gravemente herido e informó de lo que estaba sucediendo. Media hora después lo hizo también Casanova, totalmente extenuado. Desesperados, ambos explicaron (ya el 16 de septiembre) que sus compañeros habían resistido durante horas en inferioridad numérica.

«Sobre las ocho y media de la mañana [...] una pequeña fuerza de socorro del Tercio de Extranjeros [...] al mando del sargento Ruperto Valle Donaire, llega hasta el blocao, abandonado ya por los moros, y allí entre los escombros encuentran los cadáveres de todos sus defensores», añade el militar en su dossier.
Según señala Cañete, uno de los primeros que llegó hasta el «blocao» fue el legionario de segunda Francisco Pagés Millet, un catalán de 23 años que se había alistado hace pocos meses. Este cogió entre sus brazos el cuerpo de Suceso Terrero y, cuadrándose con él con la cara salpicada de lágrimas, le dijo: «Perdóneme mi cabo, por no haber podido llegar a tiempo de salvarles». 
Arreglado el desastre, se ordenó reconstruir el «blocao» español y seguir avanzando hacia territorio rifeño. El suceso arrancaría, a la postre, el siguiente comentario de Francisco Franco: «¡Así se defiende una posición! ¡Así mueren los legionarios por España!».

El discurso de Millán Astray publicado en el periódico ABC
«¡Legionarios! Hemos pasado de 1.000 bajas en los combates; de ellas 15 oficiales y: 200 legionarios cayeron para siempre cubiertos de gloria; de los restantes son 54 jefes y oficiales y 775 legionarios».
«Entre los primeros están como los más preclaros héroes de la Legión los legionarios que, al mando del cabo Suceso Terrero, marcharon voluntarios al blocao de “la Muerte”, en Melilla, y en él perecieron gloriosamente entre sus escombros cuando fue destrozado por el cañón enemigo; estos heroicos legionarios cumplieron con “el espíritu de acudir al fuego”, que nos manda nuestro credo. 

Son gloriosas las hazañas de la primera y segunda banderas en Melilla, y cada día escriben una nueva página, que aumenta nuestros laureles».
«Son vuestros jefes los comandantes Franco, Fontanes, Candeira, Villegas y Liniers; tenéis capitanes y oficiales que son orgullo del Arma de Infantería, y vosotros, legionarios, podéis ya contestar, como un honor, como yo os prometí, cuándo os pregunten que quién sois, diciendo; “Soy un legionario”».

«Seguid el camino emprendido; no olvidéis nuestro credo, y acometed siempre al enemigo por mucho y pujante que sea; no abandonéis al caído en el campo, hasta perecer todos; quereos como hermanos; acudid a la voz de “A mí, la Legión” a defender al que os llame; marchad sin fatiga; no os quejéis jamás; trabajad con fe, ayudando a todo el que pida ayuda a la Legión. 
Acudid al fuego, como lo hizo el cabo Terrero, con los 15 inmortales. ¡Caballeros legionarios! Seguid el camino emprendido, seguid combatiendo con bravura legionaria».

El soldado perdido
¿Cuántos legionarios combatieron aquellos días de septiembre junto a Suceso Terreros? ¿14 o 15? Las fuentes hacen referencia por igual a los dos números. Son muchos los historiadores que consideran que la fuerza sumaba 14 debido a que esos fueron los cuerpos que se encontraron el día 16 ataviados con el uniforme de la Legión. Sin embargo, Cañete es un firme defensor de que fueron 15 los hombres seleccionados para acudir junto al cabo a defender el «blocao» y ayudar a sus compañeros del Batallón Disciplinario.
«Si el teniente Agulla designó quince legionarios de 2ª, y quince fueron los que de esta clase entraron en el blocao. ¿Por qué en el “Historial de la Legión” y en todas las teóricas legionarias se habla de catorce? ¿Qué pasó con ese legionario que al parecer falta? ¿Desertó? ¿Se pasó a las filas enemigas traicionando la bandera de España?. No, nada de eso, ni desertó, ni fue traidor a España. 
Sucedió lo siguiente: Poco antes de la destrucción del blocao por la artillería rifeña, salió del mismo, cumpliendo órdenes de su jefe Suceso Terrero, para ir a pedir socorro a las posiciones españolas. Por eso no se encontró su cadáver entre los legionarios enterrados en las ruinas del blocao», determina el oficial en su dossier.

Big Grin Big Grin Big Grin
HILTON 22

[Imagen: EPs_SejX4AEyL9A?format=jpg&name=360x360]

Hilton 22 era el indicativo radio de un Hercules C-130K de la RAF. La tarde del 30 de enero de 2005 despegaba de Bagdad rumbo a Balad, una ciudad a 80km al norte. El vuelo sería táctico a baja altura. Llevaba carga, dos pasajeros y 8 tripulantes.
A los pocos minutos de vuelo una sola llamada de radio fue recibida en Bagdad. “  ¡ estamos ardiendo, estamos ardiendo! “. Luego el silencio. 2 Apache del Us Army despegaron rapidamente siguiendo la misma ruta. A los 45 min de la llamada de Hilton 22 encontraron sus restos.

150 marines fueron helitransportados a la zona para asegurarla ya que estaba en zona insurgente. Recuperaron los cadaveres y el poco material sensible que pudieron. Parte del ala derecha se encontró a 2 km de los restos principales. Lo poco que quedaba fue destruido.
Una investigación comenzó inmediatamente. Se descubrió que un par de UH60 del Us Army habían sido atacados en la zona y se habían salvado por poco. 

[Imagen: EPtABqPWsAEVB1E?format=jpg&name=360x360]


Esa información de inteligencia no había llegado a la tripulación de la RAF.
Hilton 22 llevaba protección antimisiles, lanzador de bengalas y alertador pero no contaba con depósitos de combustible autosellantes ni un sistema contraincendios integrado. Ademas volaba a una altura de unos 50m.
La comisión llegó a la conclusión de que una rafaga de 20 o 23 mm había impactado contra un ala provocando un incendio y una explosión posterior que arrancó gran parte del ala.
El foam autosellante en las alas era una petición reiterada de las tripulaciones de la RAF que veían como sus homólogos de las fuerzas aéreas americanas y australianas disfrutaban de esa ventaja. Un Hercules de la USAF había regresado con 19 impactos en las alas hacia poco.

[Imagen: EPtAxkrXkAArr1w?format=jpg&name=small]


La conclusión fue que se habían producido fallos de inteligencia al no tener información actualizada. Que el volar rasante había sido otro error y que de haber tenido depositos autosellantes seguramente el avión y tripulación se habrían salvado.

[Imagen: EPtCE1mX4AAbX2f?format=jpg&name=small]

La RAF perdería otro Hercules en Irak el 12 de febrero de 2007. Uno de los nuevos C-130J aterrizaba en un aerodromo de tierra en el desierto cuando fue alcanzado por dos IED enterrados. No hubo víctimas pero el Hercules tuvo que ser destruido. Era el 1º C-130J que se perdía
La RAF perdería otros dos Hercules en Afganistán en aterrizajes duros aterrizando en pistas sin preparar. Tuvieron que ser destruidos en el lugar a ser imposible su reparación y estar en zonas conflictivas. No se les puede decir que no asumieran riesgos.

[Imagen: EPtHFPYXkAEZpHx?format=jpg&name=medium]

Uno de los que se perdió en Afganistán, el XV206 había chocado en el aire en 1985 con un Sea King en las Malvinas. Consiguió aterrizar sin una sección del ala . En el Sea King ninguno de sus 4 tripulantes sobrevivieron.

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Big Grin Big Grin Big Grin
Batalla por la ciudad de HUE
La historia de una foto icónica

Hoy se cumplen 53 años del inicio de la ofensiva del Tet en la guerra de Vietnam. Uno de los lugares donde los combates fueron más intensos fue la ciudad de Hue. 

John Olson tenía 19 años cuando fue enviado a Vietnam para algo que siempre había querido hacer, ser un combat camera.  Haría fotografías para la revista del ejercito, la Stars and Stripes. Más tade sus famosas fotografías serían reproducidas por muchos medios.
Recien cumplidos los 20 el inicio de la ofensiva del Tet le sorprendió en Saigon, sabía  que las mejores fotos estarían donde estuviera la acción así que a las pocas semanas se las arreglo para acompañar a los Marines en la reconquista de la ciudad de Hue.

[Imagen: EIeka8bWkAAPzh5?format=jpg&name=large]

Allí, tras varios días de combates haría su foto más famosa. Un M-48 evacuaba marines heridos en primera linea hasta un hospital de campaña. 
La foto sería publicada por LIFE y fue una de las imágenes icónicas de la guerra.
Muchos marines se identificarían con aquellos hombres que salían en la foto. Muchos de los heridos de aquellos días habían sido trasladados en los M-48 y varios creian ser el soldado herido en primer plano que se encuentra tendido.

[Imagen: EIjyKLCXYAc7KKP?format=jpg&name=large]

Los años pasaron y el misterio de aquel soldado y su destino continuaba. Mark Bowden, el famoso escritor de Black Hawk derribado y el propio Olson buscaban la identidad de este soldado al cual Bowden le dedicaría bastante espacio en su libro sobre el tema. ( que no he leído aun )
Los dos llegaron a la conclusión que el soldado herido en el pecho era Alvin Grantham. Alvin luchó en la batalla de Hue integrado en una escuadra de ametralladora M60. Haciendo fuego desde una casa la habitación donde se encontraban fue alcanzada por un RPG.
Mientras arrastraba a sus 3 compañeros heridos fuera de la casa, su jefe de escuadra le dijo que fuera a por la M60 para evitar que cayera en poder  de los norvietnamitas, al entrar a la habitación fue alcanzado por una bala de AK.
Sus compañeros taponaron la herida con el plástico de un paquete de tabaco y lo arrastraron a la calle donde lo cargaron en un M-48 lleno de heridos. Al llegar al 1º puesto de heridos lo dieron por muerto y lo estaban metiendo en una bolsa cuando tosió.

Otra fotos famosas

El May. Aloysius S. McGonigal, capellán del 5to Regimiento de Marines le da la absolución a un Marine caído. Poco  minutos después de esta foto  Aloysius moría alcanzado por el fuego norvietnamita.
Aloysius podía haberse quedado comodamente en Saigón pero prefirió ir como el decía con “sus soldados” y acompañarlos en el combate para ayudarles en lo que pudiera. El fue uno de los 7 caídos en Vietnam de su barrio. 6 de ellos habían ido al mismo colegio.

[Imagen: EIj08LlX0AEQ9tA?format=jpg&name=small]

Otra de sus fotos más famosas es la del Sgto 1º Bob Thoms, más conocido como “ Cajum Bob “ por su acento arengando a sus hombres a punto de asaltar una posición en alto norvietnamita. Bob mandaba la Sc al haber caído el oficial aunque en realidad no eran ya más que un Pelotón.
Bob tenía su uniforme destrozado por las explosiones y su casco abollado. Bob sirvió en Vietnam durante 2 tour, en 1967 y 68.Fue herido 6 veces y su última herida en el estomago le obligó a dejar los Marines

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Olson acompañó a los  hombres del Sgt 1º Bob en la toma de la posición más elevada de la zona. Aquí el Marine Walshes es herido en ambas piernas durante el asalto.

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Otra famosa foto es la del soldado Richard Prince arrastrando a dos compañeros heridos para ponerles a salvo. En la siguiente Prince ayuda a un sanitario de la armada para dar los primeros auxilios a uno de los heridos. Prince sería herido en el cuello por un francotirador al día siguiente.

Prince volvió hace poco a Hue para recordar a sus compañeros caídos 50 años antes. La herida en el cuello le dañó las cuerdas vocales de por vida.

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En Hue murieron 218 soldados americanos, 1364 serían heridos. Las tropas sudvietnamitas sufrieron 384 muertos. Se piensa que unos 1000 soldados norvietnamitas murieron. 6000 civiles murieron, casi la mitad de ellos ejecutados por los norvietnamitas. 

Big Grin Big Grin Big Grin
Muy ilustrativas las fotografías.
¡Gracias!
ODIO Y SANGRE EN ALTA MAR
Una carnicería en la Armada Española
Entre el 31 de agosto y el 7 de setiembre de 1936, se produjeron abordo del Crucero Cervantes los hechos de sangre mas trágicos de la historia naval española.

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En agosto de 2020 se cumplieron 84 años de los sucesos más terribles y conmovedores que han sacudido a la Marina española en toda su larga historia
Los días que mediaron entre el 19 de julio y el 15 de agosto de 1936, vinieron preñados de un odio vesánico que degeneró en cruel carnicería de una buena parte de la oficialidad embarcada en los buques de la Escuadra. 
Y aunque algunos pensarán que no es el momento de rescatar del olvido estos dramáticos hechos, me parece oportuno ahora que se intenta adoctrinar y hacer «historia oficial», invirtiendo la realidad de unos actos cuya responsabilidad se quiere diluir, sino olvidar.

Estos sucesos no fueron fruto de la casualidad; fueron muchos años de veneno inoculado, veneno generador de odio, que explotado por profesionales y alentado por determinadas ideologías que se miraban en el espejo de la cercana revolución soviética, desembocaron en esta tragedia.


Los hechos que vamos a narrar sucedieron entre el 31 de julio y el 7 de agosto de 1936, en el crucero más moderno de la Armada, el «Miguel de Cervantes», donde izaba su insignia el almirante de la Escuadra, y tuvieron como protagonistas a la dotación del buque –en franca rebeldía–, y a la oficialidad –encerrada en el taller de torpedos–. 

Como hilo conductor, seguiremos el testimonio de un tripulante, que dejó escrito un escalofriante “Diario de a bordo”[1], en el que se narran de manera descarnada, los horrorosos episodios vividos en el buque los primeros días de la Guerra Civil.



Amotinamiento en el «Cervantes»

Eran casi las 20h del 18 de julio de 1936, y el «Cervantes» se hacía a la mar desde su base de Ferrol para sofocar la sublevación militar originada en el protectorado africano. 

En la madrugada del 19, la estación telegráfica del crucero captaba un radio procedente de Madrid, que decía así:
“Compañeros: es una vergüenza que cuando los compañeros de otras unidades, en justo impulso de indignación ante el asalto que jefes sin honor pretendían dar a la República por la que tanto luchamos hasta instaurar, sean precisamente esos los buques que mancillen nuestra limpieza ejecutoria.

Tirar por la borda a esa plebe que os engaña poniéndose al frente de la España sana y uníos a los compañeros del «Sánchez», «Lepanto»[2], submarinos y aviación, que con un gesto de hombría han sabido librarse de tan enojoso lastre, poniéndose incondicionalmente al lado del pueblo que es la República con todo lo con ella consustancial: Libertad, Justicia, Democracia. ¡Mueran los traidores! ¡Viva la República!”

Una invitación al amotinamiento lanzada desde la Estación Radio de Ciudad Lineal y que, como veremos a continuación, provocó la mayor matanza de oficiales que recuerda la historia de España.

A las 18:10h del día 19, navegando a la altura de Lisboa, se desataba el motín en el «Cervantes». Los jefes y oficiales, así como el Almirante, su ayudante y su jefe de Estado Mayor, eran detenidos y encerrados en la cámara de oficiales.

Al finalizar la jornada, el tripulante del crucero anotaba:
“…Y sin otra cosa digna de mención termina este histórico día, que causará al mundo entero asombro y admiración. Ni el caso del «Potemkin» ni el del «Aurora» pueden compararse al que hoy efectuó toda la Flota española. ¡Compañeros que como yo habéis luchado con las armas para derrumbar el mando traidor y reaccionario, recibid de este sincero luchador de las libertades patrias el profundo respeto y admiración por el hecho realizado! (…) ¡Viva el Frente Popular! ...”

El buque se dirigió a Tánger, donde al día siguiente se reuniría con otros buques de la Escuadra. El marino escribía al respecto de la entrada en este puerto:

“… Los gritos republicanos eran acompañados con el puño cerrado en alto. El espectáculo era algo extraordinario. ¡Esto es republicanismo! (...) Con el puño crispado que levantáis en alto al grito de ¡Viva la República! aplastar para siempre el tigre fascista y reaccionario que tantas vidas ha segado. Yo os ayudaré. La salud pública exige este saneamiento...”





Los primeros asesinatos a bordo
Tras varios días fondeados en Tánger, con salidas cortas al Estrecho, el día 30 el buque se hacía a la mar. Al día siguiente dos oficiales del «Cervantes» morían asesinados a bordo. Al teniente de navío José María Armán Macía, un cabo le disparó un tiro en la cabeza, a bocajarro y por la espalda, cuando regresaba de los beques. El médico, Francisco Navarro, nada pudo hacer por su vida, sólo pedir a gritos que le remataran para detener el sufrimiento. 

Al alférez de navío José Granullaque González, le descerrajaron ocho disparos hasta que murió. A las 00h30 del 1 de agosto, los cadáveres de ambos fueron lanzados al mar, con pesos de 50 kg amarrados a los pies.
El escriba del «Cervantes» se regodeó:

“… ¡Que los cangrejos sean con vosotros! (...) Tampoco empezó mal agosto. A las primeras horas ya estábamos echando fuera del contacto humano a dos traidores a la República. Así se hace. El que no quiera vivir dentro de la ley que se marche, la puerta la tienen abierta...”


Justificando 14 crímenes más

El 7 de agosto, entrada la tarde, comenzaba el vía crucis para los marinos encerrados en el taller de torpedos. El «Comité» del crucero se iba a encargar de hacer justicia «revolucionaria».

Sería largo detallar cómo se asesinó a estos 14 hombres; baste decir que se buscaron lingotes, cuerdas, arena y personal voluntario para formar el piquete. 



Todo se encontró con facilidad. Eran las 22:15h y los macabros fusilamientos se iban a producir en la popa del buque. Los primeros serían el Almirante de la Escuadra y su ayudante. El ayudante moriría instantáneamente, no así el vicealmirante que, herido, gritaba horriblemente. Así narró la escena el siniestro escribano:

“…Se les dio el tiro de gracia, se les amarró un lingote y al agua patos. Es así como termina este triste epílogo de un Almirante de la Escuadra y su ayudante a quienes, días antes, principalmente al primero, no había reverencia que no se le hiciera y correspondiera. Es triste, pero saludable este ejemplo. Bien muerto seas alto traidor, y que los peces se sacien en ti vengándose de las mujeres, de los hombres y de los niños que por tu causa y otros más habéis demolado (Sic)…”



Igual que los anteriores, de dos en dos, otros doce jefes y oficiales fueron fusilados en el crucero «Miguel de Cervantes», sin siquiera una parodia de juicio, sin oír lo poco o mucho que tuvieran que declarar a su favor. 



Era la “justicia popular revolucionaria” aplicada por bestias que llegaban a describir la escena de la siguiente manera:

“…Terminada la «fiesta» en la que habían sido tan buenos artistas los catorce «señoritos», la dotación, llena de fervor republicano porque se había hecho justicia, prorrumpió en vítores republicanos. Un acordeón lanza al espacio las vibrantes notas del Himno de Riego que es oído con entusiasmo y en medio de un profundo silencio. Se dan muchos vivas y mueras y cerca de las 12 horas de la noche la marinería desfila contenta y satisfecha después de haber cumplido con un deber…”



Los jefes y oficiales asesinados la noche del 7 de agosto fueron: el vicealmirante Miguel de Mier del Río; los capitanes de navío Venancio Pérez Zorrilla y Antonio Moreno de Guerra y Alonso; los de corbeta Felipe Pinto Gómez y Federico de la Puente Magallanes; los tenientes de navío Félix González Ramos-Izquierdo, Luis Rivera Chacón, Luis Espinosa Ferrándiz, Juan Laulhé Alegret, Julio Vizoso López, Luis Ugidos Soler y Juan J. Haya González; y los alféreces de navío Manuel Domínguez Ardois e Isidro Meana Brun.



¿Qué ocurrió en la sociedad española para que se llegara a tal extremo de crueldad y se cometieran, justificaran e, incluso, se describieran con macabra sorna actos tan inhumanos como los que acabamos de contar?



[1] Obraba en el archivo del general Puig Guardiola. Recogido en septiembre en Porto Cristo o Manacor, tras la desordenada huida de las milicias de Bayo, en su intento de conquista de Mallorca. Cuadernillo de 13,4 x 9,1 cm que carece de otras señas de identificación que un número impreso: 1.510. Escrito con tinta negra, a pluma, y con esmerada caligrafía. La redacción empieza el 18 de julio y termina el 26 de agosto.
[2] Se refiere a los destructores «Sánchez Barcáiztegui» y «Lepanto», cuyas dotaciones acababan de amotinarse.




Lucas Molina Franco.
Doctor en Historia. Universidad de Valladolid.

Big Grin Big Grin Big Grin
11 de Diciembre de 1951 en la Indochina Francesa

Varios soldados franceses han sido heridos de gravedad en combates contra el Viet Minh. Solo una  evacuación urgente les puede salvar la vida.
El único helicóptero disponible esta en Saigón. Es un pequeño Hiller 360. Es desmontado y llevado en avión a Hanoi junto a su piloto. Allí es vuelto a montar y rapidamente despega.
El pequeño aparato llega a su destino a pesar de la niebla y el fuego antiaéreo. Su piloto es también cirujano. Clasifica a los heridos, opera a los más graves allí mismo y los traslada a Hanoi en varios viajes. Solo puede cargar a 2 a la vez.

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Otro día “normal” para la Capitán Valérie André. Valerie nace en 1922 en Estrasburgo y durante la WWII colabora con la resistencia. Estudia medicina y en 1948 se gradúa como neurocirujana. A la vez aprende a pilotar avionetas y paracaidismo  en un aeroclub cerca de su casa .
Se alista voluntaria en el ejército francés que anda desesperadamente escaso de médicos. Rapidamente es enviada a Indochina donde la guerra toma fuerza. En dos ocasiones se lanzará en paracaídas para tratar a los heridos graves que se encuentran en lugares difíciles de acceder.
En la primavera de 1950 asiste a una demostración de un pequeño helicóptero Hiller 360 en versión ambulancia. Se queda maravillada con las posibilidades del nuevo aparato y asedia a su superior para que la envíe a Francia para hacerse piloto. 
Finalmente lo consigue.

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En un primer momento solo hay en Vietnam dos Hiller 360 y 3 pilotos. Uno de ellos es Valerie. Otro es el Tte Santini con el se acabaría casando.
Entre 1951 y 1953 vuela 129 misiones rescatando a 165 soldados en zonas de Vietnam del Norte. Los vietnamitas la llamaron “ la mujer que baja del cielo” y también “ la mujer ventilador”.
En los años 60 serviría en Argelia donde voló en 236 misiones de combate pilotando los H-19, H-34 y Alouette. En 1976 asciende a general y en 1981 a general de división inspectora de sanidad. Es la primera mujer en Francia que llega a General.

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Fue una de las socias fundadoras de la Academia Nacional del Aire y del Espacio de Francia en 1983. En 2010 en una ceremonia especial le fue entregada la licencia 001 de piloto militar de helicóptero, ya que en su día no la había recibido.
Aún vive en Paris. Y hasta aquí la historia de una pionera.

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Chips, un perro de la 3ª División de Infantería del Ejército.

Chips, de Pleasantville Nueva York, se alistó en el ejército a voluntad de su dueño Edward J. Wren en agosto de 1942. 
Después de entrenar en el War Dog Training Center en Front Royal, Virginia, fue asignado a Pvt. John P. Rowell y fue uno de los primeros perros que se enviaron al extranjero.

[Imagen: K-9-Corps.jpg?resize=550%2C406&ssl=1]

"Chips sirvió en la campaña de África del general Patton, luego desembarcó a tierra con la 3.a División del 7mo Ejército de Patton en Sicilia. 
Durante la invasión de Sicilia en julio de 1943, él y su guia, el soldado John P. Rowell, fueron atacados por una ametralladora oculta. 
Chips corrió hasta la posición capturando a 4 soldados italianos salvando a su gía. Sufrió una herida de bala, quemaduras y una herida en el cuero cabelludo en su ataque. La misma noche ayudó a capturar a otros 10 soldados italianos. '

En homenaje a Chips, el líder de la unidad, el teniente Lucian Truscott, quien más tarde se convirtió en general, recomendó a Chips para Silver Star y Purple Heart, citando sus valientes acciones y salvando vidas. 
Sus medallas fueron retiradas porque las regulaciones del Departamento de Guerra prohibían la concesión de condecoraciones a los animales. Pero en el caso de Chips, Truscott  el 19 de noviembre en Italia le otorgó personalmente a Chips la Cruz por Servicio Distinguido. 

Además, fue galardonado con la Medalla de Teatro Europeo y en la cinta había una punta de flecha con una estrella de batalla por cada una de las ocho campañas en las que participó Chips. 
En 2018, John Wren, que tenía solo 3 años en el momento del servicio de Chips, aceptó la medalla PDSA Dickin en su honor y en 2019, a Chips se le otorgó póstumamente la Medalla de valentía de Animals in War & Peace ".
Chips también sirvió fuera de los campos de batalla, agregó a su leyenda cuando actuó como centinela del presidente Roosevelt y del primer ministro Churchill en su histórica conferencia en Casablanca en 1943.

[Imagen: Chips.jpg?w=790&ssl=1]

Después de la guerra, Chips fue escoltado a través del Atlántico y luego a Virginia, donde el Ejército recibió con una alfombra roja de bienvenida a casa para su baja. Fue devuelto a su familia, quien a su vez le dio Chips a su manejador militar, Pvt. John P. Rowell. 

Los dos permanecen juntos hasta la muerte de Chips, solo siete meses después de regresar a casa. Está enterrado en el cementerio de mascotas Hartsdale en el condado de Westchester, Nueva York. Chips tenía solo 6 años en el momento de su muerte.

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BAT 21

Tarde del 2 de abril de 1972, dos EB-66C Bat21 y Bat 22 despegan para proteger el ataque de 3 B-52. 2 días antes ha comenzado la ofensiva de pascua norvietnamita. Divisiones enteras avanzan hacia el sur. Comienza la saga de BAT21.
El navegante de Bat21 es el Tcol Iceal Hambleton. Para Hambleton es su 3º guerra y esta a 9 meses de su retiro. Es especialista en guerra electrónica y ha estado varios años destinado en bases de misiles intercontinentales.
No le toca volar porque ejerce de planificador de misiones pero escasos de personal y con una baja en una tripulación se ofrece voluntario para esa misión.

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Los norvietnamitas han trasladado varias de sus baterías de Sa-2 hacia el sur y cuando los 2 EB-66C sobrevuelan la zona desmilitarizada que hace de frontera entre los dos países les disparan 10 misiles Sa-2 en 2 oleadas.
El último de ellos alcanza a BAT21. Se da la orden de abandonar el avión. El navegante es el 1º en ser lanzado. Hambleton se eyecta y tras su eyección el EB-66 estalla en el aire. Hambleton tiene 3 vértebras dañadas, una falange de un dedo amputada y una herida en la pierna.

Su paracaídas se despliega a 9000m. Le quedan 20min para llegar al suelo. Se jura a si mismo que pase lo que pase sobrevivirá y regresará con su familia. Antes de llegar al suelo  saca su radio de supervivencia.
Bilk 34, un O-2 que vuela sobre la zona como controlador aéreo divisa el paracaídas de Hambleton por encima suyo y realiza una llamada de emergencia a todos los aparatos en la zona. Hay un avión derribado, un superviviente y actividad de misiles en la zona.

Blue Ghost 39, un UH-1H del 8º de caballería responde a la llamada. Se encuentran a 20km de allí. Antes aterrizan en una base avanzada para dejar allí al corresponsal de prensa que llevan a bordo. Despegan y vuelan a toda potencia seguidos por un Cobra que se les ha unido.
Mientras Hambleton ha llegado al suelo y protegido por nubes bajas se esconde entre la vegetación. El Tte Kulland piloto del Blue Ghost 39 sabe que se enfrenta a una misión peligrosa y que cualquiera en su situación haría lo mismo. Vuelan siguiendo el curso de un río .

Se acercan a la posición de Hambleton y al girar en una curva del rio se encuentran con multitud de posiciones de 12,7 que les disparan. Los 2 helicópteros son alcanzados. El UH cosido a balazos se estrella. Mueren 3 de sus tripulantes. El artillero de puerta herido es capturado.

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El Cobra es capaz de alejarse una decena de km hacia el sur y consigue hacer un aterrizaje se emergencia entre los arboles destrozando el aparato. Sus 2 tripulantes serán afortunados y son rescatados por un HH-53 de la USAF.
Al día siguiente se organiza otra misión de rescate. Los A-1 y los F-4 atacan alrededor de la posición de Hambleton mientras este guía por radio los ataques. Los pilotos se sorprenden de la cantidad de fuego antiaéreo. 2 HH-53 intentan el rescate pero ambos son alcanzados.

Los 2 Jollygreen tuvieron suerte de poder retirarse. Varios A-1 tuvieron también extensos daños.Ese mismo día un OV-10 (Nail38) que orbitaba alrededor de Hambleton era también derribado por un Sa-2. El piloto era capturado y el operador de sistemas Tte Clark conseguía esconderse.

Ahora había dos tripulantes escondidos en tierra separados por unos kms y rodeados por miles de norvietnamitas. Los dos días siguientes los ataques aéreos se sucedieron en la zona para preparar otro rescate.
El 6 de abril se organizó otro intento para rescatar a los dos hombres en tierra. Al amanecer el Cap Boli despegó al mando de 4 A-1 Skyraider, más tarde le siguieron Jollygreen 67 y 60. La tarea de Boli era seguir con los ataques y decidir si era seguro que los Jollygreen bajaran

El Tcol Bill Harris jefe de los HH-53 había sido disuadido de volar ese día. Había participado en el anterior intento de rescate y sus hombres decidieron que había que repartir los riesgos. El cap Chapman se ofreció voluntario para aquella misión.
Se decidió que Jollygreen intentara 1º el rescate de Hambleton y luego el de Clark. Cuando terminaron los ataques el Cap Boli decidió que el área parecía tranquila y llamó al JollyGreen 67. El HH-53 ya a 100m de Hambleton le pidió que encendiera su bengala.
Justo entonces el HH-53 fue alcanzado desde varias posiciones. Intentó escapar pero de nuevo fue alcanzado. Un impacto le arrancó el rotor de cola que chocó con el principal. El HH-53 cayó y explotó a menos de 1km de la posición de Clark. Los 6 tripulantes murieron.

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Hambleton volvió a esconderse. Más tarde diría que aquel fue su peor momento. Todo el dispositivo de rescate se retiró tras el derribo de JollyGreen 67 tras comprobar que no había supervivientes.
Hambleton de 53 años y ya agotado por los días en tierra volvió a jurarse que sobreviviría tras ver el sacrificio de aquellos 6 hombres. Mientras la USAF debatía si era seguro volver a enviar helicópteros a la zona.

Al dia siguiente, el 7 de abril, Covey 282 un OV-10 que dirigía los ataques en la zona era alcanzado por un Sa-2 y derribado.  La USAF decidió que el rescate por medios aéreos era imposible tras aquella nueva pérdida .
El piloto de Covey 282 Cap Walker conseguiría evadir a los norvietnamitas durante varios días hasta que fue encontrado y tiroteado. El copiloto fue capturado y moriría en una prisión norvietnamita.

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El 9 de abril un comando dirigido por el Tte Norris de los SEAL  más 5 Seal survietnamitas son infiltrados en la zona. A la vez se dan ordenes en código a Hambleton y Clark que se dirigieran  al rio en cuando cayera la oscuridad.
A Clark que era de Idaho se le orienta como si estuviera en un rio cerca de su casa. A Hambleton que era gran aficionado al golf se le orienta como si estuviera jugando en varios campos de golf que conocía a la perfección. Los 2 hombres se encontraban ya al limite de sus fuerzas.

La madrugada del día 10 al 11 el comando de 6 hombres remontó el rio en la oscuridad. Vieron pasar flotando a Clark pero la presencia de una patrulla norvietnamita les obligó a dejarlo pasar. Finalmente Norris tras buscarlo durante horas lo encontró escondido entre unas cañas.
Consiguieron poner a salvo a Clark finalmente pero cuando se retiraban al amanecer un ataque con morteros hirió a 2 de los Seal survietnamitas. Norris volvió a esperar la oscuridad para ir a buscar a Hambleton. Solo el suboficial Kiet aceptó regresar de nuevo

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En la madrugada del 13 de abril los dos hombres vestidos como soldados norvietnamitas remontan de nuevo el rio en una pequeña barca. Tras buscar durante horas encuentran a Hambleton tirado en una orilla delirando.
Una patrulla norvietnamita les descubre desde una orilla con las primeras luces . Kiet les habla intentando ganar tiempo mientras Norris pide apoyo aéreo por radio. Comienzan a dispararles mientras aparecen los A-1 disparando y estableciendo una cortina de humo.

Finalmente un TBP M113 les espera en un punto convenido del rio y les saca de la zona entre el bombardeo norvietnamita. Hambleton está en las últimas pero vivo. 

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Foto real tras llegar a territorio propio

El rescate de Bat 21 había supuesto el derribo de 4 aparatos, de otros tantos tan dañados que no volverían a volar y sobre todo la pérdida de 11 vidas más dos hombres que pasarían a ser prisioneros de guerra.

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El Cap Walker, el piloto de Covey 282 consiguió evadirse durante 11 días hasta que finalmente fue abatido por los norvietnamitas. Cuando fue abatido solicitaba ataques sobre su posición. El incombustible Tte Norris estaba ya preparando una misión de rescate para ir a buscarlo.

El Tte Norris se ganaría la medalla de honor del congreso por sus acciones para rescatar a aquellos dos hombres.
Meses más tarde en otra acción fue alcanzado en la cabeza y dado por muerto. Uno de sus hombres, el cabo Michael Thornton cuando ya se retiraban se dio cuenta que faltaba su Tte  y regresó por el. Lo cargó mientras eliminaba a dos norvietnamitas y nadó 2h hasta que encontró ayuda
Michael Thornton sería condecorado con la medalla de honor del congreso por aquella acción. Estaría en activo hasta 1992.

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El Tte Norris tardaría 3 años en recuperarse de sus graves heridas. Perdió un ojo y en 1979 ingresó en el FBI donde se labraría una fructífera carrera en técnicas  anti secuestros.
Nguyen Van Kiet siguió combatiendo hasta la caída de Vietnam del Sur en el 75 y consiguió escapar a Estados Unidos. Trabajó 11 años en un aserradero. En 1984 consiguió la nacionalidad estadounidense y trabajó en Boeing. Fue condecorado con la cruz de Armada.
Norris y Thornton tienen hasta una estatua del momento en el que Norris es rescatado.

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El teniente coronel Iceal Hambleton se retiró de la Fuerza Aérea un año después de su rescate y vivió en Arizona, donde continuó siendo un consumado golfista. Murió en septiembre de 2004.
Los restos de Blueghost 39 fueron encontrados en los años 90 y en 1994 los restos de los 3 caídos en aquel derribo fueron enterrados como murieron, juntos.

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Los restos de Jolly Green 67 fueron descubiertos tras varias campañas de búsqueda  y los restos de su tripulación fueron enterrados juntos con todos los honores y con la asistencia de la mayoría de los supervivientes del rescate. En el funeral fue leída una carta de Hambleton.

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Los restos de la tripulación de Bat 21, los 5 hombres que no pudieron eyectarse, nunca se encontraron.
Muchos dirían más tarde que la pérdida de vidas y material para rescatar a Bat21 vinieron dadas por los conocimientos de Hambleton del programa de misiles nucleares. Sin embargo ese mismo 13 de abril dos portaaviones lanzaron casi todos sus aviones para rescatar a Bengal 505.

El rescate de Bengal 505, el piloto de un A-6 del Uss Coral Sea, implicó a dos alas aéreas casi al completo.
Para el rescate de Bat 21 se estableció una zona de exclusión a su alrededor de varios Km y se negó apoyo aéreo y artillero a varias unidades sudvietnamitas en la zona que lo necesitaban desesperadamente.

Big Grin Big Grin Big Grin
Muy buenas historias.
Gracias
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