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Fue el primer piloto norcoreano en desertar con su MIG 15

[*]Jul 31, 2016 Joris Nieuwint

 
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El MIG 15 de No Kum-Sok’s con las marcas de la United States Air Force. Wikimedia Commons / Public Domain
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Era setiembre de 1953, la guerra de Corea habia finalizado casi dos meses antes, el alto al  fuego habia sido firmado y respetado por ambas partes.
Ese dia No Kum-Sok decidio que no queria volar mas para Corea del Norte y tomo su avion, un MIG 15, volando directamente hacia la zona desmilitarizada que separa ambas Coreas y marca la linea de alto alfuego. 
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No Kum-Sok. Wikimedia Commons / Public Domain
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Volando a casi 600 millas por hora le tomo solo 17 minutos cruzar la fuertemente fortificada linea de alto al fuego y aterrizar en la base aerea americana de Kimpo.
No fue perseguido por ningun caza norcoreano ni atacado por las fuerzas de Corea del Sur. El radar de USA de la base aerea estaba temporariamente fuera de servicio por mantenimiento por lo que al momento de alcanzar la pista de aterrizaje nadie en la base reacciono.

No estando familiarizado con la operatividad de la base Kimpo, arribo a la cabecera de la pista por el lado equivocado, evitando por poco chocar con un F 86 Sabre de la USAF que se aproximaba para aterrizar por el otro extremo.
El piloto norteamericano, capitan Dave William, apenas pudo evitar el impacto elevandose a plena potencia mientras reportaba por la radio: "Maldicion, es un MIG!!".

CNo-KUm Sok aparco su MIG entre dos F 86,abrio la cubierta de su avion y tiro una foto de Kim Il Sung que tenia en la cabina.
Si hubiese aterrizado por el lado correcto de la pista, habria sido descubierto por otro F86 que se aproximaba a aterrizar y probablemente derribado.

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Cheque otorgado a No Kum-Sok, exibido en el US Air Force Museum. Wikimedia Commons / Public Domain
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Para su satisfaccion, Nu Kum-Sok fue premiado con US$ 100,000 por haber sido el primer norcoreano en desertar con su aeronave.
El adujo que no sabia de tal premio ya que habia sido entrenado y estacionado en la Manchuria China durante la guerra, para evitar la accion de los bombardros norteamericanos.
La aeronave fue llevada a Okinawa donde se la pinto con las marcas de la USAF y volado extensivamente por el piloto de pruebas Chuck Yeager.

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El MIG 15de No en exibicion en el National Museum of the United States Air Force. Wikimedia Commons / Public Domain
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No Kum-Sok fue trasladado a USA donde vivia su madre que habia huido de Corea del Norte durante la guerra. Aun vive ahi con su esposa, dos hijos y una hija.
Su mejor amigo y otros cuatro pilotos fueron ejecutados en Corea del Norte a causa de su desercion. Su unica familia en Corea del Norte, un tio y su familia desaparecieron sin dejar huella.

Despues de varios intentos infructuosos por devolver el avion a Corea del Norte, los americanos decidieron ponerlo en exposicion en el Museo Nacional de la Fuerza Aerea de los Estados Unidos.
La épica defensa del Blocao de la Muerte durante la Guerra de Marruecos

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Los 16 héroes de la Legión que defendieron el «Blocao de la muerte» contra cientos de rifeños

El 15 de septiembre, después del Desastre de Annual, un pequeño grupo de españoles luchó hasta la última gota de sangre contra los marroquíes para evitar que llegaran hasta Melilla

Fue una gesta que valió a 16 legionarios las loas de Millán Astray (el fundador de la Legión -en sus inicios Tercio de Extranjeros-), quien dijo de ellos que habían sido «los más preclaros héroes» de ese cuerpo. La defensa que estos hombres hicieron del «blocao» de Dar Hamed, una pequeña posición defensiva ubicada en la ladera del monte Gurugú, logró hacerles un hueco en la historia militar de nuestro país.
Y ya no solo porque en ella vendieron cara su vida contra los cientos de rifeños que trataban de asediarles, sino porque nuestros protagonistas acudieron voluntarios a ese fuerte (posteriormente conocido como el «Blocao de la muerte») en ayuda de una unidad española que solicitaba refuerzos y sabiendo que, por mucho que dispararan, estaban condenados a darle un beso en persona a su eterna novia: la muerte. Ahora, aprovechando que se celebra el 95 aniversario del Desastre de Annual (el cual provocó esta gesta) recordamos su historia.
Para entender cómo llegaron los rifeños a asediar el «blocao» de Dar Hamed es necesario retroceder en el tiempo unos meses atrás, hasta el verano de 1921. Por entonces, la situación parecía idónea para el Ejército Español en África y para el oficial encargado de dirigir el contingente en la zona, el general Silvestre.
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Ejemplo de un «blocao» en África- ABC/Ramón Alba

Y es que, tras años y años de combates en el Rif, este militar había logrado extender de una forma increíble el territorio rojigualdo al sur de Melilla a base de fusil y bayoneta. Sin embargo, la realidad era bien diferente a la que mostraban los mapas, pues la expansión había sido tan rápida, y el terreno conquistado tan ingente, que había sido imposible construir defensas decentes y establecer una buena línea de suministro de agua en la zona.
El resultado fue la conquista de una ingente cantidad de territorio (Silvestre penetró en el continente unos 130 kilómetros) en el que fue imposible armar una estructura defensiva que pudiera resistir el ataque de los enemigos. Tal solo se construyeron una serie de precarios fuertes llamados «blocaos». Pequeñas posiciones que habitualmente consistían en una casamata de sacos terreros; un refuerzo fabricado con troncos de árbol; una alambrada (si se consideraba que la posición lo merecía) y un tejadillo de chapa o madera que solía ser retirado por el gran calor que provocaba a los soldados. Eran, además, fortines levantados en mitad de la nada y separados muchos kilómetros unos de otros debido a que la extensión de la región a defender era gigantesca.

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El general Silvestre ofrece protección al hijo del caid Kalluch, quien desea luchar con España- ABC/Lázaro

«Silvestre [...] alargó muchísimo sus líneas de abastecimiento. Había creado muchos blocaos en posiciones altas, sin agua, y con condiciones de vida difíciles. Había además dividido sus fuerzas mal equipadas en un cordón de más de 140 (algunos señalan 144) posiciones, fortines casi completamente aislados entre sí [...]. Estos blocaos estaban de 20 a 40 kilómetros según el terreno, y con unas fuerzas tan repartidas que no era posible hacer frente a un ataque enemigo: la mayoría de estos blocaos tenían entre doce y veinte hombres, nada más. Además, la ubicación de los blocaos tenía más que ver con aspectos políticos que con militares. Otras veces se colocaban los blocaos en zonas en las que los nativos lo pedían para defenderse de cábilas (tribus) enemigas de España», explica Jesús María Ruiz Vidondo, doctor en historia militar, colaborador del GEES (Grupo de Estudios Estratégicos) y profesor del instituto de educación secundaria Elortzibar, en su dossier «El “Desastre de Annual”. Cambio de política en el norte de África».
Cita:"El primer nombre que recibió la Legión fue el de Tercio de Extranjeros"

Los rifeños, que eran bastante avispados en lo que se refiere a lo militar, no tardaron en percatarse de que lo mejor que podían hacer cuando asediaban una de estas posiciones era rodearla, bombardearla, y esperar a que los defensores se quedaran sin agua o sin comida. Al fin y al cabo, a los peninsulares les resultaba casi imposible recibir refuerzos debido a la gran extensión de territorio que había entre los «blocaos» y a que carecían de un buen sistema de comunicación efectivo con las posiciones principales.

El Desastre
El 17 de julio Silvestre entendió por las bravas que las defensas que había ordenado elaborar eran casi irrisorias. Fue esa jornada cuando Abd El-Krim (uno de los principales líderes rifeños) lanzó un ataque contra la posición española en Igueriben (una de las más adelantas). Ubicada al sur de Melilla, apenas era defendida por unos 300 hombres que no pudieron resistir ante el implacable avance nativo. No hubo resistencia posible, los soldados peninsulares fueron aniquilados sin contemplaciones. Después, el jefe tribal dirigió sus tropas hasta Annual, un campamento ubicado a unos 100 kilómetros de Melilla en el que había unos 5.000 combatientes de nuestro país.

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Un sacerdote recoge cuerpos tras el Desastre de Annual- ABC

Desesperado al ver como un gigantesco ejército de rifeños se dirigía hacia esa base, Silvestre tomó una de las peores decisiones de su vida militar: ordenó a todo aquel que se encontrase en el campamento retirarse hasta Melilla. Así fue como el pánico cundió entre los militares, muchos de los cuales solo pensaron en salvar su vida y asesinaron a sus propios compañeros para poder subirse a uno de los solicitadísimos vehículos que salían de allí a toda prisa. «Entre el caos, los oficiales pierden el control, y los soldados -al ver que nadie cubre su retirada-, tratan de ponerse a cubierto de las balas corriendo [...]. Carros, material y heridos son abandonados, muchos oficiales escapan sin cumplir con su deber, y la retirada ordenada no tarda en convertirse en una desbandada general bajo el fuego de los rifeños», explica Vidondo,

El resultado quedó grabado en la Historia como el «Desastre de Annual». Y lo cierto es que el apelativo no fue para menos, pues terminó dejando más de 10.000 españoles muertos entre los presentes en el campamentos, las tropas de refuerzo, y todo aquel que se personó en la zona para ayudar en la retirada.

«El malo»
Tras el desastre de Annual, los rifeños continuaron su implacable avance hacia Melilla degollando a base de gumía a todo aquel español que encontraron a su paso. Su cruel trayecto les acabó llevando hasta el monte Gurugú, una posición clave para el ejército de nuestro país por lo cercana que estaba a Melilla (apenas tres kilómetros). En aquella colina de 900 metros, un auténtico mirador desde el que tener controlada la urbe y que debía haber estado defendida por un gran contingente por su importancia estratégica, apenas había unos pocos hombres. Unos combatientes que defendían uno de los «blocaos» que más vidas se había llevado consigo por su privilegiada ubicación: el de Dar Ahmed.

Cita:Las malas condiciones y la cantidad de soldados que habían muerto en este «blocao» hicieron que fuese conocido como «El malo»

«El “blocao” de Dar Ahmed, situado entre la “Segunda caseta” y la posición de Sidi Ahmed el Hadj (con la misión de vigilar la salida de los barrancos próximos a Sidi Musa) desde el primer día también fue uno de los objetivos preferentes de los moros rebeldes», explica Vicente Pedro Colomar-Cerrada en su obra «El infierno de Axdir: prisioneros españoles en el Rif, 1921-1923». Lo cierto es que llamar «blocao» a esta precaria posición defensiva era algo bastante generoso, pues las crónicas nos definen este «blocao» como un conjunto de piedras, sacos terreros con varias aspilleras (o troneras) coronado por unas tristes tablas y rodeado por una alambrada.
La cantidad de hombres que se habían perdido a lo largo de los meses en la defensa de este «blocao», así como las infames condiciones de vida que debían pasar aquellos que protegían la posición, habían hecho que se ganase un curioso apelativo: el de «El malo».

El relevo
La importancia estratégica del Gurugú hizo que, el 14 de septiembre de 1921, una compañía del Batallón Disciplinario de Melilla recibiera órdenes de partir hacia el «blocao» de Dar Hamed para relevar a los legionarios que llevaban defendiéndolo semanas. Hacían falta soldados de refresco.
La unidad que viajó estaba formada por una veintena de valientes al mando del teniente José Fernández Ferrer. Por debajo de sí se encontraban además el suboficial Aquilino Cadarso y el cabo Sergio Vergara. No se envió a oficiales de más alto rango a la ladera de aquella montañaa. Un teniente de escasa edad era el máximo exponente del poder militar de nuestro ejército en una de las posiciones más determinantes y delicadas del momento.
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Los ingenieros reconstruyen un «blocao» en la carretera de Melilla- ABC/José Cegri

Tras llegar al enclave durante las primeras horas de la jornada, comenzó el relevo. Este vino acompañado del fuego de cientos de rifeños que ya habían llegado a la zona y se disponían a dar buena cuenta de los defensores.
«Desde la mañana, bien temprano, rompió el fuego el enemigo, que, potente y bien armado, era dueño de las alturas y cerros que circundaban el emplazamiento donde estaba el blocao. Con fuego cruzado, intenso y mortífero, hacían dificilísimo, casi imposible, el acercarse al puesto que había que relevar. Todo el día duró el intento, y hasta las seis de la tarde no se logró hacer el relevo. Y éste [se llevó a cabo] hombre a hombre, arrastrándose por el terreno, rodando por los barrancos, entrando un Disciplinario y saliendo del blocao un Legionario en la misma forma, desperdigados, a la carrera y con riesgo evidente y serio», explica el Ejército de Tierra en su dossier «”Blocao” de Dar Hamed, “El malo”».

Primeros ataques
A partir del momento en el que entraron en el «blocao» comenzó el calvario. Los soldados apenas tuvieron tiempo de cargar sus fusiles antes de posicionarse en las aspilleras y empezar la que sería la última batalla de sus vidas. «Bum; bum; bum». La primera noche la pasaron recibiendo los continuos disparos de dos piezas de artillería y de los fusiles rifeños. Todo un infierno que se extendió durante más de 12 horas. Los defensores vivieron el momento más horrible de la jornada cuando una granada rompedora cayó sobre «El malo» provocando el desastre. Y es que, lesionó a varios militares e hirió de gravedad al teniente, quien se negó a ceder el mando.

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ABC

No hubo descanso. Los rifeños estaban ansiosos por expulsar a los españoles de las laderas del Gurugú, y así lo corroboraban sus balas. En la mañana del 15 la situación no mejoró pero -al menos- hubo una pequeña tregua en el fuego de obús marroquí que permitió a seis de los defensores organizarse para reparar los daños que había recibido el «blocao». Aprovechando el cese de la fusilería y de la artillería, Ferrer hizo además llamar a uno de sus hombres para tratar de poner remedio a aquella desesperante situación. Sus órdenes fueron claras: que corriera como si le fuera la vida en ello y solicitara refuerzos por teléfono desde la «Segunda caseta».

Poco se podía hacer más allá de enviar a un hombre a pie hasta esa posición (la más cercana al pequeño fuerte), pues los «blocaos» carecían de un sistema para poder comunicarse de forma efectiva con sus oficiales superiores más allá del precario heliógrafo. «El heliógrafo era un instrumento destinado a hacer señales telegráficas por medio de la reflexión de los rayos de Sol en un espejo movible», explica el autor José Fernández-Díaz en su obra «El blocao». La tregua no duró demasiado. De hecho, a las tres de la tarde empezó a llover plomo sobre la casamata. No pintaba demasiado bien la situación para los defensores, pero ninguno de ellos se planteó la rendición.

La Legión, en su ayuda
El soldado elegido por Ferrer no tardó en comunicarse con el Atalayón, la posición con unidades en su interior más cercana al «blocao». Tampoco se demoró demasiado en el tiempo la respuesta del teniente Eduardo Agulla, al mando de las tropas acantonadas en la zona. Este se presentó voluntario para ir a toda marcha hacia «El malo» a socorrer a sus compatriotas. No estaba dispuesto a tolerar que muriera ni un solo español más sino era con él a su lado.
Para su desgracia, sus oficiales superiores le negaron la petición afirmando que su presencia y la de su unidad eran necesariaa para mantener el orden en la zona. Como contrapartida, le instaron a pedir voluntarios para formar un grupo con el que socorrer a la compañía de Ferrer. En ese momento la camaradería de aquellos hombres podría haber hecho sollozar al más curtido, pues fueron tantos los que se ofrecieron, que hubo que hacer una selección.
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Franco, junto a una de las banderas de la Legión- ABC

«El teniente Agulló, que estaba al frente del destacamento que guarnecía el Atalayón, fue el encargado de realizar la selección entre los hombres que estaban a su cargo», añade Colomar-Cerrada. No se engañó a ninguno de ellos. Todos sabían que iban a hacer honor al credo legionario y que (casi con total seguridad) estaban condenados a morir.
Los soldados quedaron al mando de un cabo (realmente un Legionario de Primera que venía ejerciendo tal oficio) llamado Suceso Terrero López. En este punto las fuentes son algo contradictorias. Y es que, mientras que algunos historiadores afirman que fueron 14 los legionarios de segunda elegidos para reforzar «El malo», el Comandante de Infantería Francisco Ángel Cañete Páez determina que realmente sumaban 15. Más allá del número concreto de hombres que fueron seleccionados, a partir de entonces se vivieron unos minutos de extrema tensión en los cuales los elegidos se despidieron de sus compañeros sabiendo que era muy probable que no les volverían a ver.

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El Padre Revilla se dirige a los legionarios antes de una acción en 1921- ABC

Atendiendo a las fuentes, también se afirma que varios legionarios escribieron a sus madres y a novias para darles el último adiós. Sin embargo, el momento más emotivo de la jornada lo protagonizó el soldado Lorenzo Camps, quien decidió aprovechar bien la soldada que le habían pagado hacía poco y que todavía no se había gastado. Serio, se acercó a Agullo y se la cedió de forma solemne con una única petición: que fuera donada a la Cruz Roja. Así recoge Colomar-Cerrada aquel momento en su artículo « la gallardia de un soldado español:
-¡A sus órdenes mi teniente!
-Dígame, legionario.
-Mi teniente, como vamos a una muerte segura, ¿quiere usted entregarle este dinero a la Cruz Roja en mi nombre?
-Le prometo, legionario, que así lo haré. Espero que vuelvan todos con vida.
-¿Ordena alguna cosa?
-Muchas gracias. Suerte, mucha suerte.
-¡A sus órdenes!

Llega la ayuda
Entre las seis y media de la tarde, y las nueve de la noche (siempre atendiendo a las fuentes a las que se acuda) Suceso Terreros y sus legionarios llegaron a las inmediaciones del «blocao». Un fuerte que ya poco podía «bloquear» por estar medio derruido. El recibimiento de los rifeños fue el esperado: tiros, tiros y más tiros.
La primera «misión imposible» de los soldados fue acceder a «El malo» esquivando los cartuchos harkeños, y lo consiguieron a base de bayonetazos. «Armado el cuchillo-bayoneta, se abrieron paso hasta las alambradas, donde cayeron dos legionarios heridos de gravedad que fueron inmediatamente recogidos e introducidos en el “blocao”», explica Cañete. A duras penas, la unidad logró entrar en los restos del fuerte. Habían pasado el primer mal trago, aunque ahora les quedaba resistir hasta la llegada de refuerzos... o hasta la muerte.

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Monte Gurugú- ABC/José Cegri

Como buen militar, lo primero que hizo Terreros fue presentarse a su malherido teniente. Este le dio las gracias muy marcialmente (ya en las últimas) por haberse personado y le instó a darle de fusilazos a los harkeños. A partir de ese momento no quedó tiempo para presentaciones entre los legionarios y los pocos disciplinarios que quedaban.
«Pum, pum, pum». Entre tiros y tiros se desarrollaron las siguientes horas. Cuando se puso el sol, la cantidad de balas enemigas se multiplicó. Y es que, los rifeños entendían que la noche era el momento perfecto para atacar el «blocao» debido a que los españoles no se atreverían a reforzar la posición sin luz. «El enemigo intensificó sus ataques y el teniente Fernández recibió una nueva herida que la causó la muerte. Tomó el mando el suboficial Cadarso, que poco tiempo después recibía un balazo que acabó con su vida. Le sucedió el cabo Vergara, que a pesar de estar herido de cuatro balazos continuó dirigiendo la defensa hasta morir», completa Colomar-Cerrada.

Los novios de la muerte
Tras la muerte de Vergara solo quedó el cabo Terrero para dirigir la defensa. Y lo hizo, según las crónicas, animando a sus compañeros a resistir y dando vítores a España y a la Legión. Todo ello, mientras sus hombres defendían los cuatro frentes del «blocao» a sangre, fuego, y lo que se terciase. Sin embargo, pronto descubrieron que el valor no es lo único necesario para ganar guerras. «A las dos de la mañana del 16 se habían agotado las municiones, así como la dotación personal que tenían los correajes, todos colgados desde el día anterior de estaquillas y palos», explica el Ejército de Tierra en su dossier. Sin cartuchos que lanzar, con una buena parte de los defensores muertos, moribundos o heridos, y sin refuerzos, poco podían hacer los supervivientes.
En este momento las fuentes varían sus testimonios. Algunos son partidarios de que la lucha continuó y nadie salió de «El malo». Cañete es contrario a esta opinión y considera que Terrero ordenó a dos de sus hombres escapar a toda velocidad de la posición para solicitar refuerzos al mando.

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Miembros de la Legión en 1921- ABC

«Suceso Terrero encomendó al legionario Ernesto Miralles Borrás y al soldado disciplinario Marcelino Mediel Casanova, buenos conocedores del terreno y duchos en la orientación nocturna, que abandonasen el blocao y, rompiendo el cerco, intentasen alcanzar la “Segunda caseta” guarnecida por tropas propias para dar cuenta al mando de la comprometida situación en la que se encontraban».
Fuera como fuese, nunca llegó ayuda alguna. ¿La razón? Colomar-Cerrada ofrece una: «Debido a la oscuridad de la noche y a la escabrosidad del terreno no le fue posible al Mando enviar una columna en su auxilio. Desde las posiciones del Atalayón, Sidi Ahmed el Hadj y Sidi Musa se podían ver los fogonazos y escucharse el estampido de las granadas de mano al explosionar contra las defensas del blocao».

Cita:«Debido a la oscuridad de la noche y a la escabrosidad del terreno no le fue posible al Mando enviar una columna en su auxilio»

En las últimas horas la determinación de los defensores quedó patente. Ninguno de ellos titubeó. Ninguno sacó la bandera blanca. De hecho, los rifeños solo pudieron silenciar las aspilleras del «blocao» cuando, alrededor de las tres y media de la mañana, acercaron uno de sus cañones a unos 100 metros de «El malo» e hicieron fuego.
En ese momento, una llamarada letal cubrió totalmente el puesto avanzado, que acabó por derruirse totalmente. Todavía con los gritos de los vivos resonando en medio del Gurugú, los rifeños llevaron a cabo el asalto final sobre «El malo» y pasaron a cuchillo a los pocos supervivientes que quedaban. Así se terminó la heroica resistencia de un «blocao» que, a partir de entonces, cambiaría su nombre por el «Blocao de la muerte». Era la primera vez que un enemigo le arrebataba una posición a la Legión.

Adiós a los héroes
Mientras sus compañeros morían en aquel «blocao», Borras llegó hasta la «Segunda caseta» gravemente herido e informó de lo que estaba sucediendo. Media hora después lo hizo también Casanova, totalmente extenuado. Desesperados, ambos explicaron (ya el 16 de septiembre) que sus compañeros habían resistido durante horas en inferioridad numérica.
Cita:«Perdóneme, mi cabo, por no haber podido llegar a tiempo a salvarles»

«Sobre las ocho y media de la mañana [...] una pequeña fuerza de socorro del Tercio de Extranjeros [...] al mando del sargento Ruperto Valle Donaire, llega hasta el blocao, abandonado ya por los moros, y allí entre los escombros encuentran los cadáveres de todos sus defensores», añade el militar en su dossier.
Según señala Cañete, uno de los primeros que llegó hasta el «blocao» fue el legionario de segunda Francisco Pagés Millet, un catalán de 23 años que se había alistado hace pocos meses. Este cogió entre sus brazos el cuerpo de Suceso Terrero y, cuadrándose con él con la cara salpicada de lágrimas, le dijo: «Perdóneme mi cabo, por no haber podido llegar a tiempo de salvarles». Arreglado el desastre, se ordenó reconstruir el «blocao» español y seguir avanzando hacia territorio rifeño.

El suceso arrancaría, a la postre, el siguiente comentario de Francisco Franco: «¡Así se defiende una posición! ¡Así mueren los legionarios por España!».
La Muerte Blanca

La «Muerte blanca», el francotirador desfigurado que aniquiló a 700 soldados soviéticos

Aunque Simo Häyhä no acabó con 4 enemigos de un solo disparo, como sí hizo un militar británico hace unos días, este finlandés es conocido por ser uno de los tiradores de élites más letales de la Historia


 «Hice lo que me ordenaron de la mejor forma que supe». Esta sencilla frase fue la que salió de los labios del francotirador Simo Häyhä cuando, ya anciano, le preguntaron cómo se sentía tras haber acabado con más de 700 soviéticos (entre 505 y 542 de ellos, acreditados y con su fusil) en la denominada Guerra de Invierno.
Más allá de los problemas éticos, lo cierto es que dichas muertes permitieron a este finlandés -apodado la «Muerte blanca» por sus enemigos- convertirse en uno de los tiradores de elite más letales de la historia. Y todo ello, en los apenas 100 días en los que el diminuto ejército de su país tuvo en jaque a la gigantesca maquinaria militar de Stalin.
Aunque es verdad que no logró aniquilar con un solo disparo a cuatro enemigos como sí hizo hace poco un soldado britanico con cuatro miembros de Daesh, lo cierto es que Simo (cuya cara acabó desfigurada por un disparo) murió en 2002 sabiendo que entraría en los libros de historia como uno de los mejores francotiradores del mundo.

Primeros pasos
Simo Häyhä, el futuro tormento de los soviéticos, vino al mundo en el pueblo de Rautjärvi el 17 de diciembre de 1905. Al menos, así lo afirman los divulgadores históricos Vesa Nenye, Peter Munter y Toni Wirtanen en su obra «Finland at War: The Winter War 1939-40». Y es que, atendiendo a las fuentes a las que se recurra, este militar pudo haber nacido en un amplio abanico de fechas.
«Haya fue el segundo hijo más joven de una familia de ocho. Estudió gramática en la escuela y, muy pronto, comenzó a ayudar a sus padres en la granja familiar. Sus hobbys siempre incluyeron el esquí, disparar, cazar y jugar al Pesapallo, la versión finlandesa del baseball», explican los autores. El destino quiso además que la aldea en la que vivía estuviese sumamente cerca de la frontera con los rusos, los mismos a los que luego asesinaría a decenas.
Como señalan estos expertos en su obra, Häyhä ingresó a la edad de 17 años (fecha discutida, pues se ha extendido que fue a los 25) en la Guardia Civil Finlandesa , un cuerpo que provenía de la vieja Guardia Blanca que había combatido en la guerra civil del país contra la denominada Guardia Roja. En este cuerpo, nuestro héroe pasó horas y horas al aire libre perfeccionando su puntería. Ese número incontable de disparos, unido a su talento natural, le convirtieron en uno de los mejores tiradores de su unidad.
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La ◄Muerte blanca», durante su infancia- ABC

«Fue un experto tirador. Ganó competiciones acertando seis veces en un minuto a un pequeño objetivo ubicado a 150 metros de distancia», añaden los divulgadores históricos. Entre 1925 y 1927 (cuando apenas contaba 20 años y sumaba 1,52 metros de altura), llevó a cabo el servicio militar obligatorio de su país en el Batallón Ciclista.
Posteriormente fue ascendido a cabo después de cumplimentar el curso de suboficiales. Apenas unos meses después superó las pruebas para convertirse en francotirador. Sin embargo, terminó retirándose a la granja familiar para tener una VIDA tranquila. Al menos, hasta que comenzó la Guerra de Invierno.

Una guerra gélida
Para entender cómo un granjero de Finlandia terminó siendo uno de los francotiradores más letales de la historia es necesario retroceder en el tiempo hasta el año 1939, poco después de que Hitler y Stalin se repartiesen la conquistada Polonia mediante un tratado político. Para entonces el líder soviético ya se había anexionado también Lituania, Letonia y Estonia, y andaba más que ansioso por expandirse por otros territorios presentes en Europa.
Así fue como sus ojos se tornaron hacia Finlandia, una región que -de estar bajo su poder- le garantizaría una salida directa al mar Báltico y, además, le permitiría desplazar sus fronteras lejos de Leningrado (demasiado cerca de los posibles enemigos).
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Tropas finlandesas defienden su país ante los soviéticos- Wikimedia

Por pedir que no quede, debió pensar el líder soviético. Así que, demostrando tener más tez que espalda, invitó a una delegación de Finlandia al Kremlin el 14 de octubre de 1939 para convencer a sus integrantes de que lo mejor que podían hacer era aceptar la hoz y el martillo. Algo que, como explica el historiador y periodista Jesus Hernandez en su obra «Breve historia de la 2da Guerra Mundial», terminó haciendo entre «amenazas y compensaciones».
Los emisarios regresaron a su país y, un mes después, declinaron la oferta de la URSS. Como dicta la lógica, preferían mantener sus fronteras tal y como estaban.

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La infantería soviética cruza un río finlandés- Wikimedia

Si los finlandeses tardaron un mes en responder, A Stalin no le ocupó ni unas pocas horas decidir qué hacer. «Sin previa declaración de guerra, el Ejército Rojo atacó Finlandia el 30 de noviembre de 1939. Al contrario de lo que hicieron los polacos, ellos se retiraron a una sólida línea defensiva desde la que poder rechazar a los rusos», determina Hernández.
Aquella jornada, el Séptimo Ejército ruso avanzó hacia la frontera para penetrar en el territorio de su nuevo enemigo. A su vez, el Ejército Rojo tampoco tardó en movilizar sus numerosos carros de combate, como bien explica Chris Bellamy (profesor de Ciencia y Doctrina Militar) en su obra «Guerra absoluta».

Los fantasmas de Finlandia
A partir de ese momento comenzó la denominada Guerra de Invierno. Una contienda destinada a ser un paseo militar para el gigantesco ejército de Stalin. Sin embargo, el Ejército Rojo encontró en aquellas gélidas tierras un escollo que sus -en muchos casos- inexpertas tropas no pudieron sortear: la determinación de las tropas locales.
«La resistencia finlandesa fue feroz y la actuación soviética, pese a su abrumadora mayoría numérica, fue pésima. Muchas de las unidades soviéticas desplegadas inicialmente eran de Asia Central [...] y no estaban entrenadas ni equipadas para la guerra invernal», señala el popular historiador Martin H. Folly en su «Atlas de la 2da Guerra Mundial».
Además, el Ejército Rojo se encontró con el letal fusil de la «Muerte blanca» quien, junto a sus compañeros finlandeses, sabía que su país tenía el invierno como potencial aliado. «La falta de preparación del ejército soviético para combatir en el invierno se debió en parte a estimaciones sumamente optimistas sobre la duración de la campaña», explica Bellamy.
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Simo, en una de sus primeras fotografías- ABC

No en vano, el mismísimo mariscal soviético Voronov señaló en una ocasión lo duro que le había resultado a sus hombres combatir en una región llena de nieve a unas temperaturas tan bajas: «Las tropas estaban mal preparadas para operaciones en bosques y para enfrentarse a temperaturas bajo cero. […] En el clima gélido de Finlandia, los mecanismos de las armas semiautomáticas fallaron».
La «Muerte blanca» y el ejército finlandés, además, usaron un tipo de combate muy característico durante la Guerra de Invierno: el de la guerra de guerrillas. Así, mientras que los rusos apostaban por mover sus gigantescos contingentes de infantería por carreteras concurridas, los defensores prefirieron esconderse en los bosques y atacar solo cuando les era propicio. Y no era mala idea, pues el Ejército Rojo tenía 100 soldados por cada uno finés.

«Moviéndose por estrechos senderos en los bosques o esquiando silenciosamente, las tropas finlandesas caían como fantasmas sobre los aterrorizados soldados rusos, para poco después esfumarse en la niebla. Ante la falta de armamento adecuado, los fineses recurrieron a la imaginación para destruir los tanques enemigos, inventando el artefacto incendiario que sería luego conocido como “cóctel molotov”», explica Hernández.

Al ataque
Cuando comenzó la contienda, Häyhä decidió reincorporarse al ejército finlandés para luchar contra los soviéticos. Y a partir de ese punto logró ganarse el apodo de la «Muerte blanca». Ya no solo porque aniquilaba a cualquier ruso que se pusiera frente al cañón de su fusil, sino porque solía acudir a la batalla vestido como un auténtico fantasma. Es decir, con abrigo blanco, una máscara del mismo color que le cubría casi la totalidad de la cara, y unos guantes a juego. Este aspecto espectral (junto a la cantidad de bajas que produjo) le llevó a ser uno de los francotiradores más temidos por los hombres de Stalin.
Häyhä amaba disparar a temperaturas bajas (entre 20 y 40 grados bajo cero, según varios historiadores) poniéndose un trozo de nieve en la boca para evitar que su aliento desvelase su posición. Ese no era el único «truco» que usaba para evitar que le detectasen. Además, solía compactar la nieve que había frente suyo para que no se desprendiese y delatase el lugar exacto en el que se había escondido y, por descontado, para apoyar sobre ella el arma y no errar el disparo.

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El francotirador, junto a sus compañeros- ABC

Finalmente, y tal y como se explica en «The Redwood Stumper 2010: The Newsletter of the Redwood Gun Club», nuestro protagonista odiaba disparar con mira telescópica por dos causas. La primera era que la luz del sol que se reflejaba en el cristal podía delatar dónde se encontraba. La segunda, que las lentas solían romperse debido al frío. Por todo ello, utilizaba las alzas metálicas del rifle.
Todos estos trucos le permitieron sumar un total de 505 bajas acreditadas con su fusil de francotirador. Con todo, y como suele suceder, algunos divulgadores históricos como Robert A. Sadowski elevan este número de fallecidos hasta 542. A todos estos cadáveres hay que sumar otras 200 víctimas (estas no cinfirmadas) mediante el subfusil que usaba en las distancias cortas (un total que, nuevamente, algunos expertos elevan hasta 300). Lo que es totalmente contrastable es que logró aniquilar a todos estos soviéticos en un total de 100 días. Algo que se determina en «Finland at War: The Winter War 1939/40».

Sus armas favoritas
Hayha, como explicó después de la guerra, solía acudir a la batalla con dos armas.
1-Fusil Mosin Nagant M28
El fusil Mosin Nagant tenía una gran tradición como arma destacada en el ejército ruso desde principios del siglo XX. Su gran producción hizo que muchos de ellos se vendieran a Finlandia en los años 20. No obstante, en este país se prefirió usar un modelo con un cañón más pesado que el que estaba en servicio por entonces en el ejército soviético. Habitualmente, los francotiradores compatriotas de nuestro protagonista utilizaban el modelo 28/33 para acabar con sus víctimas. Sin embargo, Hayha prefería disparar con su viejo M28 por considerarlo más fiable que el resto y porque su pequeña mira era más difícil de detectar.

2-Suomi M-31 SMG
Su arma de apoyo para las distancias cortas. Este subfusil fue adoptado por el ejército del país en 1931 con el nombre de Suomi KP-Modelo 1931, o simplemente KP-31 (Konepistooli o «pistola automática» 31). Su fabricación cesó en 1944, pero en la Guerra de Invierno demostró ser muy efectivo. Destaca que esta arma sirvió de inspiración a los soviéticos para crear sus famosas PPD y PPSch, las cuales se hicieron muy famosas en la Segunda Guerra Mundial. El que nos atañe era un artilugio efectivo y fiable, pero caro de fabricar.


Kollaa no se rinde

Una de las contiendas en las que nuestro protagonista causó más bajas fue en la batalla de Kollaa, una posición ubicada cerca de la frontera de Finlandia y la Unión Soviética. Tras el comienzo de la Guerra de Invierno, los rusos movilizaron su 56ª División hasta esta región el 7 de diciembre de 1939 a sabiendas de que, si la arrasaban, podrían acabar con una buena parte del ejército defensor.

Cita:«En el frente de Kolla usó su viejo fusil de la Guardia Civil finlandesa. Un fusil que siempre había llevado consigo durante la guerra»

Sin embargo, los fineses no estaban dispuestos a permitirlo. Así pues, se encomendó su defensa al Coronel Teittinen, quien tuvo que enfrentarse en las primeras semanas con un único regimiento a cuatro divisiones enemigas. Y todo ello, apoyándose en unas construciones precarias formadas básicamente por zanjas excavadas a mano en el territorio.
Como era típico en los soviéticos, su táctica inicial fue lanzarse a las bravas contra las defensas finlandesas. Algo que podría haber salido bien gracias a su superioridad numérica pero que falló gracias al conocimiento del terreno de los defensores. Al final, el 34 Regimiento de Infantería (en el que se encontraba Häyhä) fue enviado a la zona. En esta batalla, el francotirador aniquiló a un total de entre 200 y 500 enemigos (atendiendo siempre a las diferentes fuentes) durante varias semanas.
«En el frente de Kolla usó su viejo fusil de la Guardia Civil finlandesa. Un fusil que siempre había llevado consigo durante la guerra. Aunque él no contaba las bajas que realizaba, sus camaradas sí. A principios de Diciembre ya había acabado con 51 soldados enemigos en apenas tres días», añaden los tres expertos en su obra.

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Simo (derecha) junto al coronel de su unidad

Sus números fueron tan increíbles, que en principio sus oficiales no se los creyeron. Por ello, Teittinen ordenó a un oficial que siguiese de cerca a Simo y contase él mismo las bajas que realizaba. «Cuando Häyhä rondaba cerca de 200, y después de haber mantenido un duelo particularmente épico con un francotirador enemigo, el oficial regresó a dar parte de ello. Posteriormente fue ascendido a sargento», destacan.
Durante la batalla de Kollaa (una zona en la que se generalizó el lema «No pasarán» por parte de los defensores) quedó claro que, a pesar de enfrentarse a un gigantesco ejército soviético, los finlandeses estaban decididos a no ceder ni un palmo de terreno.
Así se corroboró también en la batalla de la «Colina de la muerte», acaecida en este frente. En ella, 32 militares locales lograron resistir el ataque de 4.000 soldados del Ejército Rojo. Y no solo eso sino que, cuando hubo que contar las bajas, solo tuvieron que lamentar la muerte de 4 de sus compañeros, por más de 400 contrarios. Al final de la guerra, Kollaa todavía era finlandesa.

El tiro de gracia
En las semanas posteriores ningún fusil soviético pudo acabar con Simo. Tampoco los bombazos disparados por la artillería que Stalin enviaba contra él. Parecía inmune a las balas. Pero ese espejismo acabó pronto. En marzo de 1940 se demostró que, por muy héroe que fuera, también podía recibir heridas. «El 6 de marzo de 1940 recibió un disparo en la cara de una bala explosiva. El cartucho entró por la parte superior de su labio y le perforó la mejilla», se explica en «Finland at War: The Winter War 1939-40».
El impacto le destrozó el lado izquierdo de la cara hasta tal punto que se llegó a decir que «le habían volado medio rostro». Por suerte, y a pesar de la cantidad de sangre que perdió, sus compañeros pudieron evacuarle de la zona y llevarle hasta un hospital cercano, donde permaneció en coma hasta el día 13. Poco después, Finlandia firmó la paz con la URSS a cambio de cederle una parte de su país.

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La «Muerte blanca», tras el disparo- ABC

Ya como un héroe, Häyhä fue expulsado de su casa debido a que esta se encontraba en el territorio conquistado por la URSS. No lo quedó más remedio que trasladarse a la granja de un familiar. Necesitó la friolera de 10 operaciones quirúrgicas para recuperar parte de su rostro, severamente desfigurado después del disparo. Con todo, logró vivir en paz criando animales y alejado de la guerra hasta el 1 de abril del año 2002, cuando dejó este mundo.
El velero uruguayo hundido por submarino alemán


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Vivimos de espaldas al mar, un paseíto por la rambla, una miradita a una puesta de sol y eso es todo.

¿Y la lucha de puertos a la que le debemos nuestra existencia? ¿Y aquello de que los uruguayos descendemos de los barcos? Nada de nada, somos un pueblo ingrato con el mar, sin memoria siquiera para un episodio tan apasionante como el de este velero de bandera uruguaya que un submarino alemán no pudo hundir ni acertándole 11 cañonazos. Acabaron con él dinamitándolo y decime, ¿vos sabías que esto había ocurrido o siempre todo nos lo tiene que recordar Alberto Moroy?
Por Alberto Moroy

La historia de hoy sirve para recordar que el puerto de Montevideo fue importante hasta el advenimiento del Canal de Panamá y algunos años despues.  Cuesta trabajo entender como le dimos “la espalda” al mar, mas aun cuando se escuchan ideas “magistrales” como la de vender el predio de la escuela Naval en Carrasco sin una propuesta superadora. Tal vez refrescando un poco la historia, con este y otros artículos logremos aportar nuestro granito de arena en pos de un destino marítimo ineludible, habida cuenta que nacimos, vivimos y moriremos dependiendo de nuestro puerto.

La historia de hoy es la de un velero inglés, posiblemente el mas grande que existio con bandera uruguaya, llamado “La Época”, de cuatro mástiles (55 mts. de altura) parecido al de la portada, que en el año 1917 fue cañoneado por un submarino alemán U 93 cerca de Burdeos.
Tal vez se pregunte qué hacía un carguero a vela trasportando mercadería entre el puerto de Nueva York y  Burdeos (Francia), cuando ya en 1824 habia llegado a Montevideo el primer vapor. La respuesta es que el carbón usado, era mineral (hulla) y requería grandes espacios para su almacenamiento a bordo (1300 Kg. por m/c.) por lo que se necesitaba de mas espacio, ademas la reposición en diferentes puertos era dificultosa.  El de leña ocupaba casi 3 veces mas volumen.

Un viaje desde Europa a la costa Oeste de EE. UU. antes del Canal de Panamá (1914) era casi como recorrer medio mundo. A esto se  sumaba, que su velocidad de 15/18 nudos (30/36 km/h), era un poco inferior a los vapores, pero seguramente mas económico  y ademas para esa fecha (1917), las bodegas  eran escasas, como consecuencia de la primer Guerra Mundial

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Helmut Gerlach Capitan del U93 / SM U93 submarino que lo hundió “con explosivos”
Barcos hundidos  en 1917 por el submarino U93 “19”
http://www.uboat.net/wwi/boats/successes/u93.html

 Asi comienza la historia
El Capitán Nicolás Dodero, nativo de Génova (Italia), hijo y nieto de armadores italianos, fue el fundador de esta familia en el Río de la Plata cuando se radicó en Montevideo en 1882. Acá nacieron dos de sus hijos Enrique Luis Agustín Dodero Chichizola, (1884) Quinto Luis Dodero Chichizola (1889).  En Uruguay se desempeñó primero como apoderado general de la Agencia Marítima Benjamín Maumus del Capitán Benjamín Maumus y luego se asoció con el propio Maumus para fundar en 1883 la Agencia Marítima Maumus & Dodero.
En 1910 la familia Dodero asumió el control de la Agencia Marítima Maumus & Dodero que continuaba dedicándose a la representación de empresas de navegación y al negocio de fletes y venta de pasajes y en 1912 cambió su nombre por Dodero Hermanos bajo la dirección de Alberto A. Dodero Para 1917 la compañía Dodero ya era fuerte en Montevideo

El velero Corunna
Este velero fue construido en 1893 por D.& W. Henderson & Co, de Glasgow, para la Corunna Sailing Ship`Co. Ltd, integrando la flota del Capitan Hardie, quien hiciera construir luego el Archibald Russel de larga fama. Sus medidas eran 89,3 mts de eslora, 13,10 de manga y 7,41 de puntal, con un registro de 2.432 tons. En Junio de 1904 asumió su comando el Capitan John Mason, con quien, procedente de Amberes con destino a Puget Sound (27 mil Km.) en la costa Oeste de EEUU (varo en Miramar (Arg.) el 31 de Agosto de1904 Vale la pena recordar que el canal de Panamá se inauguro el 15 de agosto de 1914 por lo tanto el cruce al océano Pacifico se hacia por el estrecho de Magallanes.
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 Varado en Miramar, cerca de Mar del Plata / En puerto desconocido
 Varadura en Miramar 35 km. al Sur de Mar del Plata (Arg.)

Llevaba más de 3.000 tons. de cemento. Los buques que fueron en su ayuda fueron el aviso Tehuelche, los remolcadores Malvinas, Ebro y varios lanchones para salvataje de Ángel Gardella y Mihanovich despacho al remolcador Gladiador y la lancha Necochea. Debido al mal tiempo, los tripulantes se desesperaban, incluso uno salto al mar para tratar de llegar a nado, llamado N. Hamsen, de Noruega, pero se ahogo en el intento. La fragata tenia uno de los compartimientos lleno de agua y debía alijar (vaciar) por lo menos la mitad de a carga para poder intentar flotar. Finalmente se pudo sacar a la tripulación y se abandono el buque.

 Asi se navegaba en esa época
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 Molinete para cazar (tensar)  las velas
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  Gavieros con temporal, arriando velas

 Camino a Montevideo 
El Corunna fue finalmente zafado y llevado a Montevideo donde quedo como depósito y pontón carbonero durante años en ese puerto. La firma Ballesty y González, con la participación del Ministro de Marina se encargaron de repararlo.  Al ocurrir la primera guerra mundial y ante la falta acuciante de bodegas, la empresa francesa Boillart de Boisguilbert la compro en 74.000 libras. La empresa Oriental Navigation Corp. de Nueva York, formada por Dodero para fletar buques, contratar fletes neutrales y compra y venta de buques (Cia. que funciono hasta 1924)  se hizo cargo del equipamiento y lo rebautizó “La Época”, con bandera uruguaya, fletándolo a Europa.

Los Dodero  
http://therese-zrihen-dvir.over-blog.com...23091.html

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 Similares a La Época
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La ultima Travesía, 3050 Millas náuticas (5643 KM.)

Submarino alemán  U93
Pero el 29 de Octubre de 1917, navegando de Nueva York a Burdeos con 1.400 tons de tabaco, acero, clavos, aceite lubricante y 1.200 rollos de papel para diarios, fue interceptado por el submarino alemán U-93, cerca de Gironda, Francia. Le disparo once cañonazos sin hundirlo, finalmente lo abordó, le retiraron elementos valiosos y le colocaron explosivos, que lo hundieron finalmente. Los tripulantes fueron rescatados esa misma noche por dos balleneras.

 Cronología del  velero Corunna
A four-masted steel barque built in 1893 by D. & W. Henderson & Co., Glasgow. Dimensions 89,30×13,10×7,41 meters [293’0″×43’0″×24’4″] and tonnage 2432 GRT and 1268 NRT. Rigged with double top and topgallant sails and royal sails.
1893 August 30 Launched at the shipyard of D. & W. Henderson & Co., Glasgow, as Yard No. 369 for Corunna Sailing Ship Co. Ltd. (J. Hardie & Co. mgrs), Glasgow. Assigned the official British Reg. No. 102633. The first master was Captain J. Robson late of the same owner’s fourmasted barque Talavera (1882).
1893 October Completed.
1893-1894 Sailed from Glasgow to Rio de Janeiro in 40 days. Sailed from Rio de Janeiro to Melbourne in 55 days. Sailed from Melbourne to London in 89 days.
1901 Sailed from Liverpool to Sydney in 94 days.
1904 June Captain McNeil was replaced by Captain John Mason, late of the fullrigged ship Albuera.
1904 July 24 Left Antwerpen for Port Townsend, WA, under tow. Drifted onto the Wandelaar Light Vessel as the pilot ordered the cable to be cast off during a squall.
1904 September 1 Stranded at Miramar south of Rio de la Plata. The Court of Inquiry found the master was to be blamed for not having taken the necessary soundings.
1904 Hulked in Montevideo.

http://viajes.elpais.com.uy/2015/11/10/e...no-aleman/

Big Grin Big Grin Big Grin
La última batalla de la División Azul, los «andrajosos» e impávidos de Krasni Bor

Adolf Hitler calificó a los divisionarios de «banda de andrajosos», hombres impávidos que desafiaban a la muerte, valientes, duros para las privaciones e indisciplinados. Reconociendo que sus hombres se alegraban de tenerlos cerca

[Imagen: division-azul--644x362.jpg]
  • División Azul en el frente del Voljov, 1942.Un año antes de la batalla de Krasni Bor - ferrer dalmau201César Cervera - @C_Cervera_M - Madrid13/02/2015 00:00h -Actualizado: 14/02/2015 08:29h. Guardado en: Historia Militar
A miles de kilómetros de su tierra, en una guerra que en realidad nada tenía que ver con ellos, armados con fusiles ligeros incapaces de hacer más que rasguños a los tanques soviéticos, e intimidados por un frió que dejaba el de Ávila, Guadalajara y otros glaciares castellanos en una agradable brisa veraniega. Bajo estas duras condiciones y vestidos con uniformes nazis reducidos a harapos, los 4.500 españoles pertenecientes a la 250ª División de Infantería de la Wehrmacht (conocida popularmente como la División Azul) resistieron honrosamente la ofensiva de 45.000 hombres y 80 tanques enviados por el Ejército Rojo a Krasni Bor. Más allá de las ideologías y de proclamar héroes o villanos, los divisionarios que intervinieron en el sitio de Leningrado, la liberación de París a manos de una compañía francesa formada en su mayoría por republicanos españoles o los espías que, como Joan Pujol, influyeron fuertemente en el transcurso del conflicto, se empeñan en desmentir a quienes siguen sosteniendo que nuestro país no jugó un papel reseñable, para bien o para mal, en la II Guerra Mundial.

La División Azul fue una unidad de voluntarios españoles, en total formada por cerca de 47.000 hombres, que combatió junto al Tercer Reich en el Frente Oriental. Pese a que las exigencias alemanas pasaban porque el contingente estuviera formado íntegramente por soldados profesionales, se acordó finalmente que el grueso estuviera alimentado por voluntarios civiles –muchos de ellos opositores al régimen que se alistaron ante la posibilidad de limpiar sus antecedentes, como en el caso del director de cine Luis García Berlanga, con familia republicana–, pero comandados por oficiales experimentados del Ejército español como Agustín Muñoz Grandes o Emilio Esteban-Infantes. La buena disposición al combate y la sobriedad española no tardaron en atraer los elogios de los oficiales nazis.

Durante sus operaciones militares en la región de Voljov, junto a la ciudad histórica de Novgorod, la División Azul acometió algunas de las acciones más célebres en la trayectoria de esta unidad. Cuando a principios de 1942 una ofensiva soviética –que perseguía restablecer las comunicaciones entre Leningrado y Moscú– engulló a la 18º División alemana, el general de infantería nazi von Chappuis designó a la Compañía de Esquiadores españoles para socorrer a sus hombres. Este mismo general había guardado dudas en el pasado sobre las capacidades de la unidad, pero ahora recurría a ella para acometer un desesperado rescate. Los esquiadores españoles atravesaron un lago helado a costa de su salud, con temperaturas de 52 grados bajo cero y sin apenas provisiones, para hallar once días después a los escasos supervivientes de la 18º División alemana. A una veintena de ellos fue necesario amputarles ambas piernas a causa del frío extremo.


La altura de sus acciones condujeron a Adolf Hitler, desde «la Guarida del Lobo», a calificar ese mismo año a los divisionarios de «banda de andrajosos», hombres impávidos que desafiaban a la muerte, valientes, duros para las privaciones e indisciplinados. Reconociendo, asimismo, que sus hombres se alegraban de tenerlos cerca.


45.000 rusos caen sobre Krasni Bor

Envueltos en cierta aureola de inexpugnabilidad a ojos de la Wehrmacht –lo que casaba difícilmente con los postulados racistas del nazismo–, la División Azul alcanzó en 1943 su tercer y último año de existencia. De la defensa en la región de Voljov pasaron al asedio de Leningrado. Allí, las tropas españolas fueron desplegadas al sur del lago Ladoga, desde donde hicieron frente a «la Operación Iskra», enésima ofensiva para liberar Leningrado del cerco nazi. El sábado 16 de enero, 550 divisionarios al mando del capitán Manuel Patiño Montes acudieron a una región boscosa al sureste de Posselok para frenar la acometida ordenada por Stalin.
Según explica el historiador Xavier Moreno Juliá en su libro «La División Azul: Sangre española en Rusia», los españoles se distribuyeron en forma de abanico y se parapetaron con troncos, ramas y nieve. Bajo el fuego de los morteros y los organillos de Stalin, brilló la actuación del capitán Salvador Massip que, tras ser sucesivamente herido en una ceja, en un ojo y en una pierna, murió con su fusil ametrallador todavía agarrado a sus manos sin haber cedido un centímetro de terreno. En total, la lucha en los bosques de Posselok causó la muerte de cerca del 70% de los miembros del batallón, lo que forzó a Esteban-Infantes a solicitar el regreso de sus hombres a posiciones menos expuestas. Una petición que tardó semanas en aprobarse.

Mientras los españoles se lamían sus graves heridas les aconteció su día más negro, el 10 de febrero de 1943. En Krasni Bor, situado en un arrabal de Leningrado (hoy, San Petersburgo), 5.900 españoles equipados con armamento ligero hicieron frente durante varias horas a la sacudida imparable de 38 batallones del Ejército Rojo, repartidos en 4 divisiones, y apoyados por una gran cantidad de artillería y tanques. No era, sin embargo, una acción inesperada. Los españoles sospechaban que los rusos planeaban tomar Krasni Bor desde hace diez días y concentraron todas sus fuerzas en esta posición. No en vano, saber el lugar de un ataque solo es el primer paso para rechazarlo.

A las 6:45 cayó la mole soviética sobre los españoles. «La línea primera estaba casi machacada; los carros rusos, primero rechazados, habían vuelto a dirigirse a Krasni Bor, abriendo una brecha en el Ferrocarril de Octubre; nada se sabía del Primer Batallón al mando del comandante Rubio; y se desconocía la situación del Batallón 250, aunque se suponía muy delicada», describe en clave de catástrofe uno de los combatientes de la batalla. Sin el armamento necesario para frenar a los tanques rusos –salvo por un puñado de minas magnéticas–, la situación delicada era, en realidad, desesperada. En pocas horas, un millar de españoles resultaron muertos en una embestida como nunca antes había sufrido la División. El Ejército Rojo dispararó ese día decenas de miles de obuses, con una cadencia aproximada de un disparo cada diez segundos por cada pieza.

Cita:Varios oficiales reclamaron que bombardearan sus propias posiciones a riesgo de su vida

Convencidos de que el brutal bombardeo artillero había arrasado cualquier amago de vida, la infantería soviética avanzó contra las líneas españoles, que abrumados por la superioridad enemiga se agazaparon en sus improvisados agujeros a la espera de una oportunidad para contraatacar. Cuando el Ejército Rojo estaba encima de ellos, los supervivientes montaron sus ametralladoras MG 34 y se atrincheraron en los cráteres que habían producido los obuses soviéticos. A continución se desató un sangriento cuerpo a cuerpo entre ambos bandos bajo la atenta y remota mirada de los francotiradores rusos, quienes mataron sin piedad a un centenar de españoles en esa jornada. Rodeados de enemigos, varios oficiales divisionarios reclamaron por radio que bombardearan sus propias posiciones a riesgo de su vida.

Tras nueve horas y 45 minutos luchando en solitario, los infantes alemanes socorrieron a los españoles a las 16:30. Pero la ayuda era tardía. Desde el principio del ataque, los mandos españoles llevaban reclamando unos refuerzos que no acudieron hasta que la aviación alemana, la Luftwaffe, hubo asegurado el terreno. Mientras el grueso de la División Azul se replegaba hasta Sablino, un Grupo de Artillería al mando del comandante Guillermo Reinlein, todavía aguantó en su posición hasta la mañana del día 12 cuando fue relevado.

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Trailer de la película «Silencio en la nieve», que recrea la batalla de Krasny Bor

El Ejército ruso había desalojado el sector de Krasni Bor y extendido su frente cerca de seis kilómetros. Las bajas divisionarias contaban, al final de la jornada: 1.125 muertos, 1.036 heridos y 91 desaparecidos. No obstante, el botín cosechado por Stalin era demasiado escaso como para estimarlo un triunfo. Había perdido entre 7.000 y 9.000 hombres a consecuencia de la numantina resistencia de los divisionarios. La ambiciosa «Operación Estrella Polar» había fracasado por el elevado coste de arrebatar Krasni Bor a los españoles. Ignorando la letra pequeña de la victoria rusa, la BBC inglesa presentó al mundo la batalla como la tumba de la División Azul.

En las siguientes semanas, la velada lucha por hacerse con el control de la orilla occidental del río Ishora –objetivo que consiguió finalmente el Ejército alemán– costó a la División Azul un goteo diario de 30 bajas. El 19 de marzo, la unidad de voluntarios sufrió un asalto directo que le valió 80 bajas más. Y pese a tal sangría, el verdadero golpe final a la División Azul se lo iba endosar el contexto político. La orden de Francisco Franco de retirar la División Azul, fechada el 12 de octubre de 1943, coincidió con el cambio de la posición española en la II Guerra Mundial.

Algunas fotos mas de la Division Azul
[Imagen: integrantes-division-azul-con-uniforme-a...468632.jpg]

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Algunos con armas soviéticas.
El prisionero de guerra que recibió permiso para ver a su madre, y regresó por honor
¿Quién retornaría a un campo de prisioneros de guerra después de haber recobrado la libertad? Un tonto. Porque tras las alambradas y las torres de vigilancia, nada garantiza la vida el próximo día.
O un hombre de honor, que respetó su promesa a un rey enemigo luego de haber cumplido con los deberes de un buen hijo.

[Imagen: 54144a6b46f49db07d4ebbb6acb14e88]


El capitán Campbell se había enrolado en el ejército británico en 1903, a los 18 años (Surrey History Centre)
Los conflictos bélicos recientes nos han impregnado la rutina con imágenes del maltrato a los capturados.

En Abu Ghraib, en la base de Guantánamo, en los parajes donde el Estado Islámico decapita a los “infieles”, los cautivos han sufrido la crueldad desenfrenada de sus captores. Sin embargo, un siglo atrás los contendientes en la Primera Guerra Mundial conservaban aún cierta mesura en el trato a los militares contrarios.

Esos desusados códigos, trazados oficialmente por las Convenciones de La Haya sobre las leyes de la guerra, explican la increíble historia del capitán Robert Campbell.    

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Militares británicos descansan antes de entrar en la batalla de Mons, en la cual fue capturado Campbell (Wikimedia Commons)
La palabra que convenció al rey
En el diario de campaña del Primer Batallón del Regimiento East Surrey, el 24 de agosto de 1914, aparece el nombre de Campbell al final de la descripción de la jornada.
El día anterior había “amanecido brumoso y húmedo”, leemos en las páginas del documento. Al anochecer la unidad, que defendía una zona del canal Mons-Condé, cerca de la frontera entre Bélgica y Francia, se había replegado bajo el ataque de los alemanes. El combate dejó cinco oficiales y 134 soldados muertos, heridos o desaparecidos. Campbell se contaba en este último grupo.

En realidad el militar británico no se había perdido en la refriega. Herido gravemente, los germanos lo capturaron y, como era reglamentario, lo enviaron a un hospital en la retaguardia.

Durante la llamada Gran Guerra las tropas del Imperio Alemán ofrecían a los heridos de la Entente un trato similar a sus propios militares. Los que se recuperaban eran recluidos en campos de prisioneros, mientras quienes no podrían ya reincorporarse a filas por las secuelas aguardaban en campos neutrales en los Países Bajos y Suiza, hasta que se concretase un canje.

Tras reponerse en un hospital de la ciudad de Colonia, Campbell fue enviado al campo de prisioneros de Magdeburgo, a unos 600 kilómetros de la línea del frente occidental. Allí sobrevivió discretamente durante dos años. Hasta que recibió una carta de Inglaterra con una noticia devastadora: su madre moría de cáncer.  

Entonces Campbell irrumpió en la historia con un gesto que arroja un destello de luz en la carnicería sin sentido de la Primera Guerra Mundial.
Aconsejado por el jefe del campo, el oficial británico escribió una carta al Káiser Guillermo II en la que solicitaba un permiso excepcional para hacer una última visita a su madre.
No creía que el jefe de Estado de un país en guerra con el suyo dispusiera del tiempo o la voluntad para concederle esa gracia. Pero se equivocó.
Guillermo II le dispensó dos semanas de libertad a condición de que regresara a Magdeburgo.
El rey confiaba en su palabra de oficial del ejército británico.
La unica mujer que se unio a la Legion Extranjera francesa y sirvio en la 2da Guerra Mundial y Vietnam.
Dec 11, 2016
Shahan Russell 

[Imagen: untitled-design-3-1.jpg] Legionarios de la Legion Extranjera de la Francia Libre atacan al enemigo en Bir Hakeim, junio 12, 1942.

La Légion Étrangère es mejor conocida como la Legion Extranjera Francesa – organizacion militar abierta solamente a hombres de cualquier nacionalidad. En 1945, sin embargo, la Légion hizo una exepcion (la unica hasta ahora) para una persona.

Susan Mary Gillian Travers habia nacido en Londres en setiembre 23, 1909, en una famila rica.
Su padre, fue Francis Eaton Travers, un almirante de la Royal Navy, quien se habia casado con una rica heredera,  Eleanor Catherine Turnbull por su dinero.
El suyo, no fue un hogar feliz y Travers mas tarde contaba que se sentia feliz solamente cuando estaba lejos de su hogar.
Susan se transformo en una jugadora semi-profesional de tenis, financiada por una tia rica que la ayudo a ser independiente.
Cuando estallo la 2da GM en 1939, en los primeros tiempos que se le llamo la "Drole de guerre o Phony War" (la guerra divertida porque los aliados y los alemanes estuveron unos meses emplazados frente a frente sin atacarse)precursor of WWII), Travers estaba viviendo en el sur de Francia e inmediatemente se alisto en la Croix Rouge –la Cruz Roja Francesa.
Fue esa una decision que lamento inmediatamente. 
Habiendo llevado una vida de lujos y comodidades, Susan no tenia estomago para lidiar con sangre,heridas y enfermedades.
En lugar de eso se unio a la Fuerza Expedicionaria Francesa como conductora de ambulancia. En Noviembre de 1939, fueron enviados a Finlandia para ayudar a la poblacion en la lucha contra la invasion sovietica durante la llamada "Guerra de Invierno".

Estuveron ahi hasta abril de 1940 cuando Alemania invadio Dinamarca y Noruega. La fuerza se retiro a Islandia y desde ahi navegando hasta Inglaterra.
Delotrolado delcanal,Francia habia quedado dividida en dos, la ocupada por Alemania con el apoyo del gobierno frances de Vichy y la Francia Libre del general De Gaulle.

Travers opto por luchar contra los alemanes uniendose a las fuerzas de De Gaulle, como conductora de ambulancias para la 13th Demi-Brigade de la Legion Extranjera Francesa.
En setiembre de 1940, Travers estaba con las fuerzas aliadas que atacaron el puerto de Dakar en el Africa Occidental Frances (actualmente Senegal) para destruir las fuerzas de Vichy.
Elataque fue un fracaso y las fuerzas aliadas debieron retirase hacia el Norte de Africa a traves de Dhamoey y el Congo.
La antigua dama de la alta sociedad se habia transformado y no tenia empacho en compartir con aquellos rudos soldados las duras condiciones y los riesgos del campo de batalla, ganandose no solo su estima sino el afectuoso y respetuoso apelativo de “La Miss.”

Destinada en Eritrea, continuo conduciendo para altos oficiales,mostrando habilidades innatas para esquivar campos de minas, cohetes y balas. No siempre fue tan afortunada y fue adquiriendo varias cicatrices fruto de muchos choques, y combates.s. She was not always lucky, though, acquiring the physical scars of many crashes, hits, and skirmishes.

En junio de 1941, Travers fue asignada como conductor del coronel Marie-Pierre Koenig – oficla almando de de 1ra Brigada de franceses libres. Koenig era casado, pero eso no lo detuvo para mantener un "affair" con su nueva conductora que se transformo en el amor de su vida.
[Imagen: eisenhower_and_koenig_in_paris_1944.jpg]
General Marie-Pierre Kœnig (con un baston) con el Tte Gral Omar Bradley, General Dwight D. Eisenhower en Paris, 1944 

En mayo de 1942, la pareja estaba con el 8vo Ejercito en el fuerte de Bir Hakeim en Libia. De un lado estaba la Division Blindada 132 de Italia y del otro las 21 y 15 divisiones panzar bajo el mando del Mariscal de Campo Johannes Erwin Eugen Rommel – el "Zorro del Desierto".
Las fuerzas del eje intentaban conquistar la ciudad de El Adem donde la British Royal Air Force (RAF) tenia una base. Su objetivo final era la ciudad y puerto de Tobruk – el puerto mas estrategico del norte de Africa.

Confrontado por los franceses en Bir Hakeim, Rommel le dijo a sus hombres que tomarian el objetivo en 15 minutos, quizas menos. En Mayo 26, ordeno a sus fuerzas, aviacion, tanues y artilleria iniciar el ataque; sin embargo los franceses no se riendieron en 15 minutos.

Para junio 10, los fanceses seguian controlando Bir Hakeim, Los franceses ordenaron a todo el personal femenino abandonar el lugar varios dias antes, con la exepcion de Travers. Ella no dejaria a Koenig detras.  
Finalmente sin agua, viveres o municiones Koening debio afrontar la situacion de abandonar Bir Hakeim. Para hacerlo deberian atravesar campos minados y tres anillos de fuerzas del eje o rendirse. Cosa que no pensaba hacer Koening.

Tarde en la noche, le dijo a Travers que escapara en su auto. Mas tarde ella recordaba que fue una "deliciososa sensacion el conducir en la noche lo mas rapido posible. Mi unica preocupacion fue que el motor se detuviera". 
Afortunadamente no sucedio eso, pero la situacion cambio dramaticamente cuando exploto una mina.Segundos despues,trazadoras iluminaban el cielo nocturno del desierto seguido de fuego de tanques desde todas direcciones. Debieron seguir adelante sin detenrse, los demas seguian su auto, incluso cuando condujo el suyo directamente a traves de una linea de tanques alemanes estacionados.
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Fuerzas del Eje en el Norte de Africa.

Lograron escapar y alcanzar las lineas britanicas a las 10:30 AM del siguiente dia. El auto de Travers tenia once impactos de bala.

De los 3,700 soldados aliados que combatieron en Bir Hakeim, casi 2,400 lograron escapar.
Koenig se transformo en heroe y los heroes algunas veces retornan a su hogar y a sus esposas.
Travers continuo conduciendo para el hasta que fue herido cunado decidio conducir el mismo su auto e impacto contra una mina.
Entonces dejaron de verse.
En mayo de 1945, Travers formalmente aplico para unirse a la Legion Extranjera pero sin mencionar su sexo.
Con la Legion participo en los teatros de operaciones de  Italia, Francia y Alemania y finalmente en la primera guerra de Indochina.
Volvio a ver a Koenig otra vez en 1956 cuando el la condecoro con la "Medaille Militaire" . Todo lo que dijo en ese dia fue "Bien hecho La Misss”
Travers alcanzo el grado de Adjutan-Chef, se caso con el tambien Adjutant-Chef Nicolas Schlegelmilch, quien habia combatido en Bir Hakeim con la 13th Demi-Brigade. Tambien recibio en 1996 la "Croix de Guerre y la Legion d’Honneur" 
Travers espero a que fallecieran su esposo y el general Koenig para publicar, en 2000, sus memorias llamadas "Tomorrow to be Brave"
Qué comía un legionario romano en campaña.
enero 26, 2017 por Jesús García Barcala 

Decia Napoleón que un ejército marcha sobre su estómago. Al juzgar por varios ejemplos de la historia moderna, no se equivocaba.Tampoco erraría si su cita estuviese dedicada a un legionario romano, epítome de la soldadesca. Y si las legiones marchaban tan bien, seguro es porque sus buches estaban más satisfechos que yo después de una paella.

No es que los guerreros romanos tuvieran a su disposición un buffet chino antes de cada batalla, pero llama la atención que, hasta ahora, no se haya encontrado jamás ninguna queja de centurión o subordinado sobre su comida. Es realmente muy llamativo, pues es regla general que los ejércitos se quejen de la comida. Algo habrán hecho bien los intendentes, y los generales romanos.

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De marcha o de campamento
Por razones de espacio, en el título hablo de un legionario en campaña. Creo, no obstante, que debo extender el análisis de la dieta en dos ámbitos: cuando una legión permanecía acantonada en una fortaleza, o castra, y cuando marchaban de una batalla a otra. No es lo mismo el cocido de mamá que el bocata de excursión.
Me veo obligado a mencionar que la dieta de un legionario varió entre época y época. Recordemos que la Antigua Roma aguantó casi dos milenios, y que la diversas reformas de sus ejércitos afectaron no sólo a la estrategia y equipamiento. La alimentación también sufrió cambios.

Sin embargo, ya que me sería imposible revisar todas y cada una de las diferentes etapas del periodo romano, me ceñiré a los años en que Julio César se paseaba por la Galia, repartiendo mamporrazos a diestro y siniestro. En algunos casos haré otras anotaciones pertinentes.

En la Castra
Como todo en la vida de Roma, la vida en una fortaleza estaba bien organizada. Todos los campamentos se construían siguiendo un mismo patrón, uno que imitaba el terruño, con sus vías, templo, tiendas, talleres y casas para los soldados.


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Aún cuando no luchaban a diario, los legionarios trabajaban todo el tiempo, ya fuese haciendo guardias, patrullas, reparando armas, o entrenando. Se calcula que el gasto de calorías de un legionario medio se situaba alrededor de las 4,000 calorías, casi el doble de lo que requiere en la actualidad un españolito urbano. Si había escaramuza con los galos, el gasto calórico podía ascender hasta las 6,000.
Y claro, son muchas calorías, y para reponerlas hacen falta muchos carbohidratos, proteínas y grasas.

Panis Militaris
Como en muchas otras civilizaciones, la base de la alimentación de un legionario era el pan. Los romanos lo hacían, por lo general de trigo. En emergencias, y a veces como castigo, los legionarios se tenían que conformar con cebada, tradicionalmente asignado a los esclavos.
A nadie le gusta el pan de hace tres días, por lo que había que cocerlo a diario.

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La legión transportaba el trigo en grano, pues la harina se echa a perder fácilmente. Cada contubernium, ocho legionarios, llevaba un molinillo para hacer su harina, y su propio pan, que cocían en los hornos del castrum. Era un pan bastante nutritivo, preparado con levadura, aceite de oliva y especias para darle sabor.
Cibus

Un legionario que se precie necesita muchas proteínas para mantenerse musculoso y resistente. La carne era su principal fuente de este tipo de proteínas, pero también disponía de pescado en salazón, o fresco si había un río o mar cercano.
A pesar de que ya se conocían métodos de conservar la carne, los legionarios la preferían fresca, y para ello cada
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ejército llevaba su propio ganado. Por lo general reses, pero también podían llevar ovejas, cerdos y pollos. A todo esto se le añadía el producto de la caza, jabalíes, faisanes, ciervos, conejos y hasta osos, que variaba de región en región.
Ahora bien, la ración diaria era normalmente de tocino, que comían con el pan o añadían a guisados. Estamos hablando de que una legión completa se componía por 6,000 hombres, por lo que sacrificar las terneras no era algo que se hacía todos los días.
Volviendo al pescado, aparte de las salazones y otras conservas, estaba el garum, la salsa de pescado fermentada que tanto gustaba a los romanos, civiles y militares. A nosotros puede parecernos asquerosa, pues se preparaba con trozos de pescado que se dejaban fermentar al Sol durante semanas, y voila!, pero los romanos se lo ponían a casi todo.

Fructus e legumina
Hasta que a Colón no volvió de las Américas, no había en Europa ni tomates, ni patatas, ni pimientos. Pero ojos que no ven estómago que no reclama, y los legionarios estaban más que contentos con cebollas, ajos, puerros y nabos que cultivaban en los terrenos adyacentes al campamento. También podían comprarlos de los comerciantes que por lo general acompañaban a la legión.

Había lentejas, muchas lentejas, pero los garbanzos se quedaban en casa pues tardan mucho en cocer.
No faltaba la fruta, ya fuese recogida en los alrededores del campamento, o seca. Higos, dátiles y uvas que podían almacenarse durante mucho tiempo.
Y ya que estamos con los frutos, imprescindible mencionar las aceitunas, abundantes en toda la zona del Mare Nostrum, y que comían aliñadas de diferentes maneras.

Lactis
Donde hay vacas, hay leche, y queso, y nata. Todos fuentes de proteínas y grasas, y fáciles de conservar. A los romanos se les daba bien, y se les sigue dando bien, el queso, que comían con pan y aceite. De hecho, era uno de sus desayunos (ientaculum) favoritos.

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Moretum, queso con hierbas romano.

Un legionario no bebía leche todos los días, al menos no fresca, pero si disfrutaba de un buen trozo de queso. Por lo general era una versión de requesón, recién hecho, pero también llevaban grandes trozos de curados. Es posible, aunque no hay evidencia fehaciente, que en ocasiones disfrutaran de algún tipo de yogurt.

Potum
No sólo de agua vivía un legionario.
Con las comidas, era normal un vasito de vino, pero no un vino cualquiera. Todos sabemos que el vino aguanta mucho tiempo, pero para ello hay que conservarlo a cierta temperatura y condiciones constantes, algo casi imposible en campaña.
Por ello, lo legionarios preparaban la fosca, una bebida de origen griego que aprovechaba vino avinagrado, y al que se le añadían hierbas o miel para mejorar su sabor. Como ya estaba avinagrado, resistía el paso del tiempo y los cambios de temperatura. Era, además, muy nutritivo, y abundante en Vitamina C, lo que protegía a los soldados del escorbuto. Es posible que fuera posca lo que los legionarios ofrecieron a Jesús en la cruz.
En el Imperio tardío se añadió vino en días alternos, pero la posca siguió siendo bebida hasta los tiempos de Bizancio.

Lo qué comía un legionario en campaña
Hasta ahora hemos hablado de la comida de un legionario en el campamento, pero cuando marchaba de un sitio a otro, la dieta era diferente.
Para empezar, el pan que se preparaba era una versión más rápida, sin levadura, y que se cocía al fuego o las brasas. Era más bien como una galleta, el bucellatum, tosca y con menos sabor, con las mismas calorías que el pan de campamento.

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En campaña tampoco faltaba el tocino, o bacon, queso, aceitunas y posca. Dependiendo del terreno y de la presencia  no del enemigo, la dieta se suplementaba con la caza y las verduras o frutas que pudiesen recolectar.
Cada legionario se cocinaba su propia comida. Para ello llevaba siempre un espetón y una patera, una especie de sartén de bronce o cobre de fondo plano, para ponerla directamente sobre el fuego.

Conclusión
Un legionario en campaña podía marcar hasta 30 kilómetros diarios. Ya de tranquis es una buena distancia para cualquiera de nosotros. Imagínate lo que seria con 30 ó 40 kilos de equipo a la espalda. Si a eso hay que añadirle que a menudo había que repartir sopapos a los galos, dacios o germanos, hacía falta mucha energía.
La dieta del legionario era abundante y nutritiva. Basada en los cereales, nunca faltó la carne, las verduras, las frutas y los lácteos, frescos o en conserva. Y como decía al principio, no conocemos ninguna queja que hayan dejado los legionarios sobre su cibus castrensis. Ese simple hecho, es una buena razón para entender el poder de las legiones.
En Katin, el comunismo enterro la elite intelectual y politica de Polonia. La gran mayoria de los oficiales asesinados eran reservistas movilizados integrantes del segmento mas educado de la poblacion.

Katyn: la oculta masacre comunista en la que Stalin aniquiló a 22.000 prisioneros de guerra
Eric Frattini publica «Manipulando la historia» («Temas de hoy»), un recorrido por las operaciones de «falsa bandera» más llamativas de los últimos 100 años

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Manuel P. Villatoro - ABC_Historia 14/02/2017 01:09h -
Actualizado: 14/02/2017 01:09h. Guardado en: Historia

Katyn, la que fue una de las mayores operaciones de falsa bandera de la historia (hasta finales del siglo XX todavía se dudaba de su autoría) tuvo su origen en septiembre de 1939. Por aquel entonces, un todavía poco conocido Adolf Hitler (Alemania) y Josef Stalin (URSS) firmaron un pacto secreto por el cual invadirían Polonia. Los primeros lo harían desde el oeste, mientras que los segundos accederían al país desde el este pocos días después. En esos días, por tanto, nazismo y comunismo (futuros enemigos) iban bien apretaditos de la mano hacia el dominio de Europa. El resultado de aquel tratado es conocido por todos nosotros: germanos y rusos conquistaron la región y se la dividieron a medias, como si fuera la propina de un café.

Sin embargo, lo que no es tan de dominio público es que Josef guardaba en su rojo corazón mucho rencor contra los polacos debido a que estos habían humillado a sus tropas en la guerra polaco-soviética de 1919. Quizá por eso, o simplemente por quitarse de en medio a un ejército que podía darle más quebraderos de cabeza en un futuro cercano, es por lo que ordenó a su lugarteniente más sanguinario (Lavrenti Beria, jefe del servicio secreto de la URSS -NKVD-) que se pusiera manos a la obra y creara una serie de campos de concentración a los que pudiera deportar a los miles y miles de reos que había hecho durante la contienda.
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Polacos capturados por los soviéticos tras la contienda- ABC

En palabras de Pere Cardona (divulgador histórico y autor de «HistoriasSegundaGuerraMundial») dichos centros fueron Jukhnovo, Yuzhe, Kozelsk, Kizelshchyna, Oranki, Ostashkov, Putyvli, Starobielsk, Vologod y Gryazovets.
Poco después comenzaron los problemas para los soviéticos cuando les llegó (entre otras cosas) la factura de la comida que debían dar a aquel ingente número de reos. ¿Qué diantres se podía hacer con ellos? En principio se pensó en deportar a un gran número de los mismos. Pero a Piotr Sopunenko, subalterno de Beria, se le ocurrió otra cosa: «descongestionar» los campos de concentración. Así lo afirma Frattini en su nueva obra, donde rescata un documento secreto en el que Beria (siguiendo el consejo de su subordinado) aconsejó al mismísimo Stalin ejecutar a los reos por formar parte de diferentes «organizaciones rebeldes» y estar «llenos de odio hacia el sistema soviético».

La idea no disgustó al líder rojo, quien comenzó a movilizar a miles de prisioneros hacia el lugar en el que se llevaría a cabo la «limpia» a partir del 5 de marzo de 1940. Las cifras varían atendiendo a los historiadores, pero se cree que fueron trasladados entre 17.000 y 22.000 polacos (oficiales del ejército, reservistas, intelectuales y un largo etc.) hasta Katyn, una pequeña ciudad ubicada a 19 kilómetros de Smolensko (Bielorrusia). Más concretamente, hasta un espeso bosque situado en las afueras de la misma urbe, que apenas sumaba -en palabras de Frattini- una treintena de viviendas y unos 150 habitantes.

Con horarios especiales para no llamar demasiado la atención, se comenzó a desplazar a los prisioneros para su ejecución. Allí esperaban 53 unidades a las órdenes de Vasily Blojin, el verdugo del camarada Stalin.
La brutalidad comunista
Entre abril y mayo se sucedieron las matanzas en el bosque de Katyn. Según explica Frattini, en ese tiempo se llegaron a asesinar a entre 250 y 300 personas al día (aunque el momento preferido era por la noche, por aquello de no montar un escándalo).

El método era siempre el mismo. En primer lugar, los soldados del Ejército Rojo llevaban a cada preso a un pequeño búnker ubicado en el bosque. Este estaba «forrado» en su interior de varios cientos de sacos terreros para amortiguar el sonido de los disparos. Cuando accedían a la estancia, los reos eran interrogados por un oficial del NKVD que les solicitaba datos como su nombre, su graduación, y un largo etc.
Por si aquello no era lo suficientemente desconcertante para el reo, después se le exigía que se desembarazara de sus objetos de valor. En ese instante, la mayoría de polacos entendían que se había terminado su estancia en este mundo. Finalmente, los soviéticos esposaban a la víctima con las manos a la espalda y la llevaban hasta una sala contigua ubicada dentro del búnker, la cual estaba pintada de rojo (quizá para mitigar los efectos de la sangre).
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Las fosas de Katyn- ABC

Allí se sucedía la tragedia. «Después, un ejecutor del NKVD le disparaba en la nuca o detrás de la oreja. Posteriormente, el cuerpo era retirado por una puerta trasera, para evitar que el siguiente prisionero lo viera», añade Frattini.
Luego, el cadáver era llevado a un camión. Vehículo que, al llenarse, se dirigía hasta una fosa común cercana. De esta guisa, los comunistas asesinaron uno tras otro a -según Frattini- más de 20.000 personas. «Vasily Blojin, el mismo que se vanagloriaba de haber ejecutado en persona a 7.000 prisioneros polacos en 28 días, cubría su uniforme con un delantal de cuero negro, casco y guanteletes para evitar que la sangre y los restos del cerebro de sus víctimas pudieran mancharle», añade el periodista.
Katyn, la masacre oculta

La masacre, tan útil para Stalin, quedó sepultada bajo los cientos de kilos de tierra que se usaron para enterrar a los cadáveres. Y permaneció silenciada hasta que, años después de la invasión de la URSS por parte de la Alemania nazi, los soldados de Hitler descubrieron en Katyn los restos de aquella matanza. Fue en abril de 1943 cuando un oficial de inteligencia germano de una unidad que se retiraba hacia el oeste mencionó el hallazgo de una «gran fosa común en el bosque». Tras un breve periodo de tiempo, las SS desenterraron los cadáveres de nada menos que 4.000 oficiales polacos. Todos ellos, con un agujero de bala tras su cráneo.

Los nazis acusaron entonces a los soviéticos de perpetrar la matanza. Sin embargo, Stalin lo negó todo y afirmó que los culpables habían sido los hombres de Hitler. Para llegar a esta conclusión, afirmó que los agujeros de bala de los cadáveres tenían el tamaño del calibre de la munición alemana. Y lo cierto es que llevaba razón... La mayoría de los disparos habían sido hechos con pistolas germanas Walther 25 ACP modelo 2. ¿Cómo era posible? Simplemente, porque los soviéticos habían repartido estas armas entre sus verdugos para que, si se descubría aquella barbaridad, la comunidad internacional culpara a sus enemigos. Una operación de falsa bandera en toda regla, según señala Frattini en su obra.
[Imagen: CADAVER-KATYN-kOlD-U202586967402v8E-510x280@abc.jpg]
Restos humanos extraídos de las fosas de Katyn- ABC

El engaño resultó efectivo, aunque -según se descubrió posteriormente- debido a la colaboración de los aliados (entonces partidarios de usar a la URSS como aliado para enfrentarse al nazismo). Estos silenciaron el suceso y evitaron que se investigara en profundidad. Así, hasta que en 1989 algunos historiadores soviéticos confirmaron que «Stalin ordenó la matanza de Katyn». Hace apenas dos décadas.

«Una investigación posterior llevada a cabo por la oficina de la Fiscalía General de la Unión Soviética (1990-1991) y de la Federación Rusa (1991-2004) confirmó la responsabilidad soviética en las matanzas, pero se negó a clasificar esta acción de “crimen de guerra”. La investigación se cerró con el argumento de que los autores de la atrocidad ya habían muerto y de que el gobierno ruso no podía clasificar a los muertos como víctimas de la “Gran Purga”, añade Frattini.

Lo más tristemente irónico es que, al final de la Segunda Guerra Mundial, muchos polacos fueron llamados a unirse al Ejército Rojo para combatir contra el nazismo usando, como argumento principal, la venganza contra esta masacre.
Del Maine a Pearl Harbour
Más allá de Katyn, «Manipulando la Historia» no podría tener un título más acertado. Y es que, tal y como explica Frattini a este diario, todas las operaciones que se recogen en él sirvieron para modificar, en mayor o menor medida, el devenir de un país. «Las operaciones de falsa bandera son llevadas a cabo por un gobierno con el objetivo de que parezca que han sido organizadas por otros. Ya sea por interés económico, político, o el simple interés de llevar a una región a la guerra», afirma el autor.
Como ejemplo clásico, Frattini
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