08-03-2020, 09:24 PM
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08-04-2020, 01:38 AM
En realidad lukashenko está inventando historias porla popularidad que está tomando la candidata de la oposición
08-04-2020, 11:33 AM
Es pura pirotecnia para la política interna, pero Lukashenko que no se pase vivo porque sin Putin no tiene vida. En realidad Bielorrusia es un país títere de Rusia y para este último es clave mantenerlo como aliado en el frente occidental.
08-30-2020, 11:42 PM
El GRU, el brazo secreto de la «guerra híbrida» que lleva a cabo Moscú
Su actividad se ha intensificado desde la llegada de Putin, ex agente del KGB, al poder
Rafael M. Mañueco
El sabotaje ha sido siempre uno de los principales cometidos de cualquier servicio de inteligencia, además de otras tareas como el acopio de información o la eliminación física de elementos indeseables, bien por su peligrosidad, por constituir un obstáculo relevante o por simple venganza. Rusia, como cualquier otra gran potencia, tiene una abultada experiencia en la creación de este tipo de estructuras. La Rusia zarista tuvo sus espías y agentes de la inteligencia militar, la temible Ojrana, pero fue con la aparición de la Unión Soviética cuando los servicios secretos adquirieron la configuración que el Estado requirió durante las dos conflagraciones mundiales del siglo XX y la Guerra Fría.
Félix Dzerzhinski fundó en diciembre de 1917, poco después de la Revolución Bolchevique, la VChK (Comisión Extraordinaria de toda Rusia), la tristemente famosa Cheká o Checa, como se la conoció en España. Este órgano fue el ancestro del NKVD estalinista (Comité Popular de Interior) y del KGB (Comité de Seguridad del Estado), que surgió en 1954. Eran más bien policías que actuaban en el ámbito de la represión política, en la lucha contra el desviacionismo y la disidencia, aunque realizaban también misiones de inteligencia.
Pero lo que fue una organización genuinamente creada para la lucha en el terreno militar, en operaciones de reconocimiento, contraespionaje y sabotaje, fue el GRU (Mando Central de Inteligencia), aparecido en 1918 en el seno del Ejército Rojo. Hoy día sigue llamándose GRU aunque su nombre oficial desde 2010 es Dirección General del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia.
Misión en Crimea
Su existencia había pasado casi desapercibida, al menos para el gran público, durante mucho tiempo. Y eso que el GRU jugó un papel fundamental en la última guerra chechena, la que coincidió con la llegada al poder de Vladímir Putin, que fue agente del KGB. En Georgia, en agosto de 2008, el GRU también desplegó sus efectivos y, sobre todo, en 2014 en Crimea, que terminó siendo anexionada. En la región de Donbass, en el este de Ucrania, en donde Moscú sigue apoyando el levantamiento armado de los separatistas contra el Gobierno de Kiev, el GRU organizó todo el operativo de envío de armas, dinero y diseño de la táctica de combate.
Precisamente en Ucrania, el GRU se consolidó como el principal instrumento de la guerra híbrida lanzada por Putin. Así figura en las investigaciones llevadas a cabo por diversos servicios secretos occidentales citados por publicaciones como The New York Times y, más ampliamente, por la publicación The Insider y la web independiente Bellingcat, que ha hecho además importantes indagaciones en relación con el derribo del vuelo MH17 en Donbass, el 17 de julio de 2014. Aquella catástrofe acabó con la vida de 298 personas.
Todo lo que sucedió en Ucrania en 2014 enconó la relación entre Moscú y Occidente, provocó un aluvión de sanciones y Rusia fue expulsada del G-8, el grupo de países punteros del planeta. Fue a partir de ese momento cuando parece que el GRU intensificó su actividad, pero cometiendo al mismo tiempo errores que han permitido seguir su estela.
Similitudes
Según las pesquisas llevadas a cabo por The Insider, Bellingcat y la revista alemana Der Spiegel, el GRU estaría detrás del envenenamiento del traficante de armas búlgaro Emilián Guébrev, en 2015, con una sustancia parecida al compuesto químico Novichok, sintetizado en la época soviética para uso militar.
Novichok fue, según las autoridades británicas, el veneno que utilizaron en Salisbury, en marzo de 2018, Anatoli Chepiga, Alexánder Mishkin y Denís Serguéyev, oficiales pertenecientes a uno de los grupos operativos del GRU, en el intento de asesinato de Serguéi Skripal. Era éste un antiguo agente del GRU al que Putin consideraba un «traidor». Julia, la hija de Skripal, también resultó gravemente intoxicada.
De ahí que sobre el GRU recaigan ahora las sospechas de haber atentado contra Alexéi Navalni, el principal líder opositor ruso y azote del Kremlin por su duras críticas y revelaciones sobre la corrupción reinante en el país. Los médicos de la Clínica Charité de Berlín, en donde está ingresado Navalni, han solicitado los informes sobre lo sucedido con Guébrev, ya que observan similitudes entre ambos envenenamientos.
Hillary Clinton y los CDR separatistas
Al GRU se le atribuyen también toda una serie de ataques cibernéticos contra la sede del Partido Demócrata de EEUU, entre ellos el pirateo de los correos de la candidata a las elecciones de 2016, Hillary Clinton, contra numerosas empresas mundiales, en 2017, con el virus NotPetyaб y contra la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ). El antiguo director del GRU, el general Ígor Kórobov, fallecido hace dos años, fue sancionado por Washington por toda la cadena de fechorías.
Por su parte, el juez Manuel García Castellón investigó la actividad de la unidad 29155 del GRU, supuestamente vinculada a operaciones llevadas a cabo en Europa, por su presunta implicación en muchas acciones violentas de los CDR convocadas por Tsunami Democràtic en Cataluña con motivo del referéndum ilegal del 1-O de 2017. Se sospecha que lo organizó Serguéyev, uno de los tres agentes del GRU que participaron en el ataque contra Skripal.
Los mercenarios del grupo Wagner, el apéndice ilegal de la organización
La llamada Compañía Militar Privada (ChVK en sus siglas en ruso) Wagner apareció, según distintas informaciones, en el este separatista de Ucrania, en 2014, a raíz de la anexión de Crimea y en el marco de la «guerra híbrida» desencadenada por el Kremlin contra Kiev.
El financiador del proyecto fue el magnate ruso, Evgueni Prigozhin, conocido como «el cocinero de Putin», pero el creador y jefe de la unidad es Dmitri Utkin, antiguo comandante en jefe del destacamento de fuerzas especiales número 700 de una de las brigadas del GRU. Fue condecorado por el presidente Vladímir Putin.
Tras su soterrada y destructiva actividad en Ucrania, los Wagner fueron empleados en Siria y ahora también en Libia, Sudan y la República Centroafricana, en donde la oposición al Kremlin les acusa de haber asesinado a tres periodistas rusos en 2018. Estados Unidos denunció también la presencia de estos mercenarios en Venezuela.
Algunas publicaciones sitúan el cuartel general de los Wagner en la localidad de Mólkino, situada a unos kilómetros al sur de la ciudad de Krasnodar. Allí está también acuartelada la brigada número 10 de fuerzas especiales del GRU.
Pero, según las autoridades rusas, los Wagner prácticamente no existen oficialmente. No están en ninguna parte y, aunque el Gobierno ruso admite y ampara la existencia de compañías privadas de seguridad, el país carece de una legislación que regule la creación y el funcionamiento de fuerzas constituidas por mercenarios.
Su actividad se ha intensificado desde la llegada de Putin, ex agente del KGB, al poder
Rafael M. Mañueco
El sabotaje ha sido siempre uno de los principales cometidos de cualquier servicio de inteligencia, además de otras tareas como el acopio de información o la eliminación física de elementos indeseables, bien por su peligrosidad, por constituir un obstáculo relevante o por simple venganza. Rusia, como cualquier otra gran potencia, tiene una abultada experiencia en la creación de este tipo de estructuras. La Rusia zarista tuvo sus espías y agentes de la inteligencia militar, la temible Ojrana, pero fue con la aparición de la Unión Soviética cuando los servicios secretos adquirieron la configuración que el Estado requirió durante las dos conflagraciones mundiales del siglo XX y la Guerra Fría.
Félix Dzerzhinski fundó en diciembre de 1917, poco después de la Revolución Bolchevique, la VChK (Comisión Extraordinaria de toda Rusia), la tristemente famosa Cheká o Checa, como se la conoció en España. Este órgano fue el ancestro del NKVD estalinista (Comité Popular de Interior) y del KGB (Comité de Seguridad del Estado), que surgió en 1954. Eran más bien policías que actuaban en el ámbito de la represión política, en la lucha contra el desviacionismo y la disidencia, aunque realizaban también misiones de inteligencia.
Pero lo que fue una organización genuinamente creada para la lucha en el terreno militar, en operaciones de reconocimiento, contraespionaje y sabotaje, fue el GRU (Mando Central de Inteligencia), aparecido en 1918 en el seno del Ejército Rojo. Hoy día sigue llamándose GRU aunque su nombre oficial desde 2010 es Dirección General del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia.
Misión en Crimea
Su existencia había pasado casi desapercibida, al menos para el gran público, durante mucho tiempo. Y eso que el GRU jugó un papel fundamental en la última guerra chechena, la que coincidió con la llegada al poder de Vladímir Putin, que fue agente del KGB. En Georgia, en agosto de 2008, el GRU también desplegó sus efectivos y, sobre todo, en 2014 en Crimea, que terminó siendo anexionada. En la región de Donbass, en el este de Ucrania, en donde Moscú sigue apoyando el levantamiento armado de los separatistas contra el Gobierno de Kiev, el GRU organizó todo el operativo de envío de armas, dinero y diseño de la táctica de combate.
Precisamente en Ucrania, el GRU se consolidó como el principal instrumento de la guerra híbrida lanzada por Putin. Así figura en las investigaciones llevadas a cabo por diversos servicios secretos occidentales citados por publicaciones como The New York Times y, más ampliamente, por la publicación The Insider y la web independiente Bellingcat, que ha hecho además importantes indagaciones en relación con el derribo del vuelo MH17 en Donbass, el 17 de julio de 2014. Aquella catástrofe acabó con la vida de 298 personas.
Todo lo que sucedió en Ucrania en 2014 enconó la relación entre Moscú y Occidente, provocó un aluvión de sanciones y Rusia fue expulsada del G-8, el grupo de países punteros del planeta. Fue a partir de ese momento cuando parece que el GRU intensificó su actividad, pero cometiendo al mismo tiempo errores que han permitido seguir su estela.
Similitudes
Según las pesquisas llevadas a cabo por The Insider, Bellingcat y la revista alemana Der Spiegel, el GRU estaría detrás del envenenamiento del traficante de armas búlgaro Emilián Guébrev, en 2015, con una sustancia parecida al compuesto químico Novichok, sintetizado en la época soviética para uso militar.
Novichok fue, según las autoridades británicas, el veneno que utilizaron en Salisbury, en marzo de 2018, Anatoli Chepiga, Alexánder Mishkin y Denís Serguéyev, oficiales pertenecientes a uno de los grupos operativos del GRU, en el intento de asesinato de Serguéi Skripal. Era éste un antiguo agente del GRU al que Putin consideraba un «traidor». Julia, la hija de Skripal, también resultó gravemente intoxicada.
De ahí que sobre el GRU recaigan ahora las sospechas de haber atentado contra Alexéi Navalni, el principal líder opositor ruso y azote del Kremlin por su duras críticas y revelaciones sobre la corrupción reinante en el país. Los médicos de la Clínica Charité de Berlín, en donde está ingresado Navalni, han solicitado los informes sobre lo sucedido con Guébrev, ya que observan similitudes entre ambos envenenamientos.
Hillary Clinton y los CDR separatistas
Al GRU se le atribuyen también toda una serie de ataques cibernéticos contra la sede del Partido Demócrata de EEUU, entre ellos el pirateo de los correos de la candidata a las elecciones de 2016, Hillary Clinton, contra numerosas empresas mundiales, en 2017, con el virus NotPetyaб y contra la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ). El antiguo director del GRU, el general Ígor Kórobov, fallecido hace dos años, fue sancionado por Washington por toda la cadena de fechorías.
Por su parte, el juez Manuel García Castellón investigó la actividad de la unidad 29155 del GRU, supuestamente vinculada a operaciones llevadas a cabo en Europa, por su presunta implicación en muchas acciones violentas de los CDR convocadas por Tsunami Democràtic en Cataluña con motivo del referéndum ilegal del 1-O de 2017. Se sospecha que lo organizó Serguéyev, uno de los tres agentes del GRU que participaron en el ataque contra Skripal.
Los mercenarios del grupo Wagner, el apéndice ilegal de la organización
La llamada Compañía Militar Privada (ChVK en sus siglas en ruso) Wagner apareció, según distintas informaciones, en el este separatista de Ucrania, en 2014, a raíz de la anexión de Crimea y en el marco de la «guerra híbrida» desencadenada por el Kremlin contra Kiev.
El financiador del proyecto fue el magnate ruso, Evgueni Prigozhin, conocido como «el cocinero de Putin», pero el creador y jefe de la unidad es Dmitri Utkin, antiguo comandante en jefe del destacamento de fuerzas especiales número 700 de una de las brigadas del GRU. Fue condecorado por el presidente Vladímir Putin.
Tras su soterrada y destructiva actividad en Ucrania, los Wagner fueron empleados en Siria y ahora también en Libia, Sudan y la República Centroafricana, en donde la oposición al Kremlin les acusa de haber asesinado a tres periodistas rusos en 2018. Estados Unidos denunció también la presencia de estos mercenarios en Venezuela.
Algunas publicaciones sitúan el cuartel general de los Wagner en la localidad de Mólkino, situada a unos kilómetros al sur de la ciudad de Krasnodar. Allí está también acuartelada la brigada número 10 de fuerzas especiales del GRU.
Pero, según las autoridades rusas, los Wagner prácticamente no existen oficialmente. No están en ninguna parte y, aunque el Gobierno ruso admite y ampara la existencia de compañías privadas de seguridad, el país carece de una legislación que regule la creación y el funcionamiento de fuerzas constituidas por mercenarios.
09-27-2020, 04:13 PM
Cuatro miembros del personal ruso del grupo Wagner murieron cuando su helicóptero se estrelló en Libia
El helicóptero de un tipo desconocido de Mil cayó en la ciudad de Sukna cerca de la base aérea de Al-Jafra en el centro de Libia. Aún se desconoce si el helicóptero fue derribado o se estrelló debido a problemas técnicos. El hecho es que el helicóptero estaba armado y posiblemente trasladó municiones a una ubicación de Wagner, uno de los campos petroleros utilizados por mercenarios rusos en Libia. El helicóptero explotó después de estrellarse y se informa que se vieron y escucharon múltiples explosiones secundarias.
Recientemente, el 28 o 29 de junio de 2020, un MiG-29 que pertenecía al Grupo Wagner se estrelló sobre Libia y mató a su piloto mercenario. Un segundo MiG-29 del grupo se estrelló el 7 de septiembre de 2020 sobre Libia. Estos aviones pertenecían a un destacamento fuerte de catorce aviones de combate, compuesto por MiG-29 y Su-24, que fueron entregados desde Rusia a través de la base aérea de Khmeimin en Siria a Libia.
Los aviones de combate tienen su base en las bases aéreas de Jufra y Khadim. Más tarde, también se enviaron helicópteros de ataque Mi-8 (varias variantes) y Mi-24 a Libia y fueron volados por el Grupo Wagner. Todo el destacamento apoya a Khalifa Haftar del Ejército Nacional Libio (LNA) en su lucha contra el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) respaldado por la ONU.
Posiblemente, a principios de septiembre de 2020, un Mi-24, sospechoso de ser volado por Wagner, se estrelló en Libia. El Grupo Wagner tiene estrechos vínculos con el GRU de Rusia, la agencia de inteligencia militar rusa. Wagner es conocida como una empresa militar paramilitar.
Entonces, para resumir ... dos MiG-29, un Mi-24 y ahora otro helicóptero Mil se estrellaron sobre Libia, y se sospecha que todos son operados por el Grupo Wagner.
https://www.scramble.nl/military-news/fo...d-in-libya
10-26-2020, 02:00 PM
Las cartas halladas en el «Kursk» que dejaron en evidencia a Putin
El presidente ruso había asegurado que los 118 tripulantes del submarino nuclear murieron «en 90 segundos», pero dos notas revelaron la agonía de 23 supervivientes
+ info
Mónica Arrizabalaga
Actualizado: 26/10/2020 00:49h
«Trece horas, quince minutos. Todo el personal de los compartimentos seis, siete y ocho ha pasado al noveno. Somos 23. Hemos tomado esta decisión debido al accidente. Nadie puede subir». El teniente ruso Dimitri Kolesnikov, jefe de la sala de máquinas del submarino nuclear « Kursk», aún disponía de luz en ese noveno compartimento cuando comenzó a escribir la nota que reveló al mundo el angustioso final del puñado de supervivientes que perecieron en el mar de Barents en agosto de 2000, esperando un rescate que fracasó.
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No tardaría en quedarse a oscuras. «Escribo a tientas» se distinguía en su mensaje en una letra irregular. En la nota, Kolesnikov explicaba que algunos marinos intentaron escapar por la escotilla de salvamento situada en la novena sección, pero fracasaron en el intento. Su mensaje finalizaba con unas cifras: «13:50». En la otra cara del papel había escrito unas líneas a su mujer, Olga Kolesnikova, que le fueron entregadas personalmente a ella. «Yo sentía que él no había muerto enseguida y esto se ha confirmado», declaró la viuda ante las cámaras.
La carta manuscrita, hallada en octubre en los bolsillos de este oficial de 27 años, desmontó la versión oficial de las autoridades rusas, que se esforzaron en difundir la idea de que la muerte de los 118 tripulantes del «Kursk» había sido prácticamente instantánea. Tras conocer la nota, el almirante al mando de la Flota del Norte, Viacheslav Popov, afirmó que los 23 supervivientes murieron «como muy tarde el día 13 de agosto», pero «más probablemente el 12, el mismo día de la catástrofe». Era la última de las múltiples versiones oficiales.
+ info
Así las resumía Diego Merry del Val, corresponsal de ABC en Moscú y enviado especial a Murmansk durante la tragedia: « El 15 de agosto, al día siguiente de conocerse la primera noticia sobre el naufragio, la Marina aseguró no sólo que había supervivientes, sino que había establecido contacto con ellos. El día 19, la Marina indicó que todos los tripulantes habían muerto en los dos minutos siguientes a la segunda explosión, que destruyó las secciones delanteras (el presidente Vladimir Putin se atrevió a precisar aún más en una entrevista con la CNN: "90 segundos"). Ahora dicen que "como muy tarde el 13". ¿Mintieron al principio? ¿Mintieron después? ¿Mienten todo el rato?».
Según indicó el almirante Popov, los supervivientes lucharon durante aproximadamente una hora para salvar el submarino y cuando comprendieron que sus esfuerzos eran inútiles, se refugiaron en la novena sección. De allí intentaron escapar por la escotilla de salvamento, pero no lograron abrirla.
Una segunda nota hallada en el uniforme de otro marino y dada a conocer parcialmente en noviembre de 2000 confirmó la agonía de estos supervivientes. «En el sector 9 hay 23 personas. Nos encontramos mal. Estamos debilitados por la acción del monóxido de carbono que se produjo durante el incendio. La presión en el compartimento está aumentando. Si salimos, no podremos soportar la presión. Es poco probable que podamos escapar por la escotilla de salvamento. No sobreviviremos más de 24 horas», escribió un marinero, cuya identidad las autoridades rusas no quisieron revelar.
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¿Fueron estos supervivientes quienes produjeron esos «golpes» que los servicios de rescate dijeron haber escuchado y mediante los cuales aseguraron haber establecido contacto con los marinos del Kursk? El viceprimer ministro ruso Ilia Klebanov afirmó después que esa información sobre los golpes era errónea y que había sido malinterpretada por los especialistas, pero la nota hallada en el uniforme de Kolesnikov suscitó de nuevo dudas. Klebanov también había llegado a asegurar que todos los tripulantes del submarino murieron antes de que el submarino tocase el fondo marino.
«El torrente de declaraciones falsas por parte de fuentes oficiales rusas ha creado tal maraña de mentiras, desmentidos y medias verdades que ahora será muy difícil establecer una versión creíble de los acontecimientos», escribió entonces Merry del Val.
Aun hoy, veinte años después de la tragedia, persisten muchas dudas sobre lo ocurrido aquel 12 de agosto de 2000. El submarino nuclear K-141 Kursk era el orgullo de la Armada rusa desde su botadura en 1994 y uno de los navíos de guerra más sofisticados de su tiempo, recordaba el corresponsal Rafael Mañueco el pasado agosto.
Se hundió en el mar de Barents en el curso de unas maniobras. Durante meses, Moscú insistió en la teoría de que el accidente se debió a un choque con un submarino espía de la OTAN. Después, informó que la tragedia fue causada por la explosión del combustible de un torpedo 65-76PB «tan obsoleto que nadie ha entendido nunca qué pintaba allí», apuntaba Mañueco. El incendio y el aumento de la presión que siguieron a la explosión térmica del torpedo provocaron una segunda deflagración al afectar al resto de las municiones.
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Los repetidos intentos de rescate de la Armada rusa fracasaron por las «fuertes corrientes» y «el mal tiempo». Putin, que no interrumpió sus vacaciones en el Mar Negro hasta el 18 de agosto, tardó cuatro días en aceptar la ayuda extranjera. La operación de salvamento por parte de submarinistas noruegos concluyó de la peor forma posible para las autoridades rusas. A los noruegos les bastaron 48 horas para llegar hasta el submarino, abrir una escotilla y confirmar lo que ya todos se temían. El «Kursk» estaba totalmente anegado. La Marina rusa confirmó oficialmente el fatal desenlace. No existía ningún superviviente a bordo.
Según Mañueco, se calcula que Kolesnikov y los otros 22 hombres que consiguieron refugiarse en el compartimento 9, el último de popa, aguardaron la muerte a oscuras, sin comida ni agua potable y en extremas condiciones de frío y humedad, durante dos días y medio.
En su nota, Kolesnikov escribió esta despedida: «11:45. Está demasiado oscuro para escribir, pero lo intentaré a tientas. Parece que no hay ninguna oportunidad de sobrevivir, tal vez un diez por ciento. Esperemos que alguien pueda leer estas palabras. Saludos a todos. No hay que desesperarse».
«A la causa abierta por el hundimiento del submarino se le dio carpetazo en 2002 por "ausencia constitutiva de delito". Nadie resultó culpable de nada, ni los mandos de la flota, ni los que dirigían los ejercicios navales en el mar de Barents, ni tampoco los responsables de la fabricación e instalación de los torpedos», informaba el corresponsal en Moscú.
El presidente ruso había asegurado que los 118 tripulantes del submarino nuclear murieron «en 90 segundos», pero dos notas revelaron la agonía de 23 supervivientes
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Mónica Arrizabalaga
Actualizado: 26/10/2020 00:49h
«Trece horas, quince minutos. Todo el personal de los compartimentos seis, siete y ocho ha pasado al noveno. Somos 23. Hemos tomado esta decisión debido al accidente. Nadie puede subir». El teniente ruso Dimitri Kolesnikov, jefe de la sala de máquinas del submarino nuclear « Kursk», aún disponía de luz en ese noveno compartimento cuando comenzó a escribir la nota que reveló al mundo el angustioso final del puñado de supervivientes que perecieron en el mar de Barents en agosto de 2000, esperando un rescate que fracasó.
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No tardaría en quedarse a oscuras. «Escribo a tientas» se distinguía en su mensaje en una letra irregular. En la nota, Kolesnikov explicaba que algunos marinos intentaron escapar por la escotilla de salvamento situada en la novena sección, pero fracasaron en el intento. Su mensaje finalizaba con unas cifras: «13:50». En la otra cara del papel había escrito unas líneas a su mujer, Olga Kolesnikova, que le fueron entregadas personalmente a ella. «Yo sentía que él no había muerto enseguida y esto se ha confirmado», declaró la viuda ante las cámaras.
La carta manuscrita, hallada en octubre en los bolsillos de este oficial de 27 años, desmontó la versión oficial de las autoridades rusas, que se esforzaron en difundir la idea de que la muerte de los 118 tripulantes del «Kursk» había sido prácticamente instantánea. Tras conocer la nota, el almirante al mando de la Flota del Norte, Viacheslav Popov, afirmó que los 23 supervivientes murieron «como muy tarde el día 13 de agosto», pero «más probablemente el 12, el mismo día de la catástrofe». Era la última de las múltiples versiones oficiales.
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Así las resumía Diego Merry del Val, corresponsal de ABC en Moscú y enviado especial a Murmansk durante la tragedia: « El 15 de agosto, al día siguiente de conocerse la primera noticia sobre el naufragio, la Marina aseguró no sólo que había supervivientes, sino que había establecido contacto con ellos. El día 19, la Marina indicó que todos los tripulantes habían muerto en los dos minutos siguientes a la segunda explosión, que destruyó las secciones delanteras (el presidente Vladimir Putin se atrevió a precisar aún más en una entrevista con la CNN: "90 segundos"). Ahora dicen que "como muy tarde el 13". ¿Mintieron al principio? ¿Mintieron después? ¿Mienten todo el rato?».
Según indicó el almirante Popov, los supervivientes lucharon durante aproximadamente una hora para salvar el submarino y cuando comprendieron que sus esfuerzos eran inútiles, se refugiaron en la novena sección. De allí intentaron escapar por la escotilla de salvamento, pero no lograron abrirla.
Una segunda nota hallada en el uniforme de otro marino y dada a conocer parcialmente en noviembre de 2000 confirmó la agonía de estos supervivientes. «En el sector 9 hay 23 personas. Nos encontramos mal. Estamos debilitados por la acción del monóxido de carbono que se produjo durante el incendio. La presión en el compartimento está aumentando. Si salimos, no podremos soportar la presión. Es poco probable que podamos escapar por la escotilla de salvamento. No sobreviviremos más de 24 horas», escribió un marinero, cuya identidad las autoridades rusas no quisieron revelar.
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¿Fueron estos supervivientes quienes produjeron esos «golpes» que los servicios de rescate dijeron haber escuchado y mediante los cuales aseguraron haber establecido contacto con los marinos del Kursk? El viceprimer ministro ruso Ilia Klebanov afirmó después que esa información sobre los golpes era errónea y que había sido malinterpretada por los especialistas, pero la nota hallada en el uniforme de Kolesnikov suscitó de nuevo dudas. Klebanov también había llegado a asegurar que todos los tripulantes del submarino murieron antes de que el submarino tocase el fondo marino.
«El torrente de declaraciones falsas por parte de fuentes oficiales rusas ha creado tal maraña de mentiras, desmentidos y medias verdades que ahora será muy difícil establecer una versión creíble de los acontecimientos», escribió entonces Merry del Val.
Aun hoy, veinte años después de la tragedia, persisten muchas dudas sobre lo ocurrido aquel 12 de agosto de 2000. El submarino nuclear K-141 Kursk era el orgullo de la Armada rusa desde su botadura en 1994 y uno de los navíos de guerra más sofisticados de su tiempo, recordaba el corresponsal Rafael Mañueco el pasado agosto.
Se hundió en el mar de Barents en el curso de unas maniobras. Durante meses, Moscú insistió en la teoría de que el accidente se debió a un choque con un submarino espía de la OTAN. Después, informó que la tragedia fue causada por la explosión del combustible de un torpedo 65-76PB «tan obsoleto que nadie ha entendido nunca qué pintaba allí», apuntaba Mañueco. El incendio y el aumento de la presión que siguieron a la explosión térmica del torpedo provocaron una segunda deflagración al afectar al resto de las municiones.
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Los repetidos intentos de rescate de la Armada rusa fracasaron por las «fuertes corrientes» y «el mal tiempo». Putin, que no interrumpió sus vacaciones en el Mar Negro hasta el 18 de agosto, tardó cuatro días en aceptar la ayuda extranjera. La operación de salvamento por parte de submarinistas noruegos concluyó de la peor forma posible para las autoridades rusas. A los noruegos les bastaron 48 horas para llegar hasta el submarino, abrir una escotilla y confirmar lo que ya todos se temían. El «Kursk» estaba totalmente anegado. La Marina rusa confirmó oficialmente el fatal desenlace. No existía ningún superviviente a bordo.
Según Mañueco, se calcula que Kolesnikov y los otros 22 hombres que consiguieron refugiarse en el compartimento 9, el último de popa, aguardaron la muerte a oscuras, sin comida ni agua potable y en extremas condiciones de frío y humedad, durante dos días y medio.
En su nota, Kolesnikov escribió esta despedida: «11:45. Está demasiado oscuro para escribir, pero lo intentaré a tientas. Parece que no hay ninguna oportunidad de sobrevivir, tal vez un diez por ciento. Esperemos que alguien pueda leer estas palabras. Saludos a todos. No hay que desesperarse».
«A la causa abierta por el hundimiento del submarino se le dio carpetazo en 2002 por "ausencia constitutiva de delito". Nadie resultó culpable de nada, ni los mandos de la flota, ni los que dirigían los ejercicios navales en el mar de Barents, ni tampoco los responsables de la fabricación e instalación de los torpedos», informaba el corresponsal en Moscú.
10-27-2020, 02:18 AM
(10-26-2020, 02:00 PM)Artiguista escribió: [ -> ]Las cartas halladas en el «Kursk» que dejaron en evidencia a Putin
El presidente ruso había asegurado que los 118 tripulantes del submarino nuclear murieron «en 90 segundos», pero dos notas revelaron la agonía de 23 supervivientes
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Mónica Arrizabalaga
Actualizado: 26/10/2020 00:49h
«Trece horas, quince minutos. Todo el personal de los compartimentos seis, siete y ocho ha pasado al noveno. Somos 23. Hemos tomado esta decisión debido al accidente. Nadie puede subir». El teniente ruso Dimitri Kolesnikov, jefe de la sala de máquinas del submarino nuclear « Kursk», aún disponía de luz en ese noveno compartimento cuando comenzó a escribir la nota que reveló al mundo el angustioso final del puñado de supervivientes que perecieron en el mar de Barents en agosto de 2000, esperando un rescate que fracasó.
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No tardaría en quedarse a oscuras. «Escribo a tientas» se distinguía en su mensaje en una letra irregular. En la nota, Kolesnikov explicaba que algunos marinos intentaron escapar por la escotilla de salvamento situada en la novena sección, pero fracasaron en el intento. Su mensaje finalizaba con unas cifras: «13:50». En la otra cara del papel había escrito unas líneas a su mujer, Olga Kolesnikova, que le fueron entregadas personalmente a ella. «Yo sentía que él no había muerto enseguida y esto se ha confirmado», declaró la viuda ante las cámaras.
La carta manuscrita, hallada en octubre en los bolsillos de este oficial de 27 años, desmontó la versión oficial de las autoridades rusas, que se esforzaron en difundir la idea de que la muerte de los 118 tripulantes del «Kursk» había sido prácticamente instantánea. Tras conocer la nota, el almirante al mando de la Flota del Norte, Viacheslav Popov, afirmó que los 23 supervivientes murieron «como muy tarde el día 13 de agosto», pero «más probablemente el 12, el mismo día de la catástrofe». Era la última de las múltiples versiones oficiales.
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Así las resumía Diego Merry del Val, corresponsal de ABC en Moscú y enviado especial a Murmansk durante la tragedia: « El 15 de agosto, al día siguiente de conocerse la primera noticia sobre el naufragio, la Marina aseguró no sólo que había supervivientes, sino que había establecido contacto con ellos. El día 19, la Marina indicó que todos los tripulantes habían muerto en los dos minutos siguientes a la segunda explosión, que destruyó las secciones delanteras (el presidente Vladimir Putin se atrevió a precisar aún más en una entrevista con la CNN: "90 segundos"). Ahora dicen que "como muy tarde el 13". ¿Mintieron al principio? ¿Mintieron después? ¿Mienten todo el rato?».
Según indicó el almirante Popov, los supervivientes lucharon durante aproximadamente una hora para salvar el submarino y cuando comprendieron que sus esfuerzos eran inútiles, se refugiaron en la novena sección. De allí intentaron escapar por la escotilla de salvamento, pero no lograron abrirla.
Una segunda nota hallada en el uniforme de otro marino y dada a conocer parcialmente en noviembre de 2000 confirmó la agonía de estos supervivientes. «En el sector 9 hay 23 personas. Nos encontramos mal. Estamos debilitados por la acción del monóxido de carbono que se produjo durante el incendio. La presión en el compartimento está aumentando. Si salimos, no podremos soportar la presión. Es poco probable que podamos escapar por la escotilla de salvamento. No sobreviviremos más de 24 horas», escribió un marinero, cuya identidad las autoridades rusas no quisieron revelar.
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¿Fueron estos supervivientes quienes produjeron esos «golpes» que los servicios de rescate dijeron haber escuchado y mediante los cuales aseguraron haber establecido contacto con los marinos del Kursk? El viceprimer ministro ruso Ilia Klebanov afirmó después que esa información sobre los golpes era errónea y que había sido malinterpretada por los especialistas, pero la nota hallada en el uniforme de Kolesnikov suscitó de nuevo dudas. Klebanov también había llegado a asegurar que todos los tripulantes del submarino murieron antes de que el submarino tocase el fondo marino.
«El torrente de declaraciones falsas por parte de fuentes oficiales rusas ha creado tal maraña de mentiras, desmentidos y medias verdades que ahora será muy difícil establecer una versión creíble de los acontecimientos», escribió entonces Merry del Val.
Aun hoy, veinte años después de la tragedia, persisten muchas dudas sobre lo ocurrido aquel 12 de agosto de 2000. El submarino nuclear K-141 Kursk era el orgullo de la Armada rusa desde su botadura en 1994 y uno de los navíos de guerra más sofisticados de su tiempo, recordaba el corresponsal Rafael Mañueco el pasado agosto.
Se hundió en el mar de Barents en el curso de unas maniobras. Durante meses, Moscú insistió en la teoría de que el accidente se debió a un choque con un submarino espía de la OTAN. Después, informó que la tragedia fue causada por la explosión del combustible de un torpedo 65-76PB «tan obsoleto que nadie ha entendido nunca qué pintaba allí», apuntaba Mañueco. El incendio y el aumento de la presión que siguieron a la explosión térmica del torpedo provocaron una segunda deflagración al afectar al resto de las municiones.
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Los repetidos intentos de rescate de la Armada rusa fracasaron por las «fuertes corrientes» y «el mal tiempo». Putin, que no interrumpió sus vacaciones en el Mar Negro hasta el 18 de agosto, tardó cuatro días en aceptar la ayuda extranjera. La operación de salvamento por parte de submarinistas noruegos concluyó de la peor forma posible para las autoridades rusas. A los noruegos les bastaron 48 horas para llegar hasta el submarino, abrir una escotilla y confirmar lo que ya todos se temían. El «Kursk» estaba totalmente anegado. La Marina rusa confirmó oficialmente el fatal desenlace. No existía ningún superviviente a bordo.
Según Mañueco, se calcula que Kolesnikov y los otros 22 hombres que consiguieron refugiarse en el compartimento 9, el último de popa, aguardaron la muerte a oscuras, sin comida ni agua potable y en extremas condiciones de frío y humedad, durante dos días y medio.
En su nota, Kolesnikov escribió esta despedida: «11:45. Está demasiado oscuro para escribir, pero lo intentaré a tientas. Parece que no hay ninguna oportunidad de sobrevivir, tal vez un diez por ciento. Esperemos que alguien pueda leer estas palabras. Saludos a todos. No hay que desesperarse».
«A la causa abierta por el hundimiento del submarino se le dio carpetazo en 2002 por "ausencia constitutiva de delito". Nadie resultó culpable de nada, ni los mandos de la flota, ni los que dirigían los ejercicios navales en el mar de Barents, ni tampoco los responsables de la fabricación e instalación de los torpedos», informaba el corresponsal en Moscú.
Lo mas injusto que pudieron haberlos sacado a tiempo y no lo hicieron hasta que fue tarde.
Y nadie ha pagado con carcel todos esos Mandos, ayer y hoy disfrutando de la vida los hijos y nietos.
Todos se cubren entre todos TERRIBLE UN HORROR
10-27-2020, 02:01 PM
Lamentable sin dudas. Obedece a una mentalidad generada en decadas de opresion sovietica donde los fallos se ocultaban a todos los niveles entre otras cosas por temor a castigos y represalias.
12-19-2020, 07:36 PM
Modernización de los Tupolev Tu 160 en la planta de Kazan Aviation
12-27-2020, 06:36 PM
Me hizo acordar esos segundos interminables cuando se nos "escapó" un tiro de RPG7 en Kinshasa y el momento de la explosión, afortunadamente en un baldío.
Paracaidistas rusos dispararon accidentalmente en un centro comercial de Pskov
[color=rgba(0, 0, 0, 0.78)]NOTICIAS[color=rgba(0, 0, 0, 0.78)]EJÉRCITO[/color][/color]
PorDylan Malyasov
26 de diciembre de 2020
Fecha de modificación: hace 13 horas
Funcionarios del Ministerio de Defensa de la Federación de Rusia están investigando un incidente en el que paracaidistas de la legendaria división aerotransportada de Pskov dispararon accidentalmente contra un centro comercial en la ciudad de Pskov, en el noroeste de Rusia, el jueves.
El incidente con un disparo accidental de un cañón en una de las unidades militares de Pskov ocurrió mientras se prestaba servicio al último BMD-4 y armas en la flota de vehículos militares, informó el comando de la guarnición de Pskov.
“Hubo un disparo involuntario de un cañón de 30 mm. Un proyectil de metal sin explosivo al final de su trayectoria cayó en las afueras de la ciudad sobre un edificio deshabitado ”, dijeron los funcionarios.
Según el ejército, nadie resultó herido en el incidente. Agregaron que junto con las fuerzas del orden, están investigando el accidente.
El BMD-4 es un vehículo de combate de infantería anfibio (IFV) diseñado para transportar tropas aerotransportadas rusas, aumentando su movilidad, armamento y protección del campo de batalla. Está armado con el módulo de combate Bakhcha-U, desarrollado por una oficina de diseño con sede en Tula. Consta de dos cañones de 100 mm y 30 mm y una ametralladora de 7,62 mm.
Este vehículo de combate blindado es uno de los más ligeros y uno de los más fuertemente armados de su clase, y posee una cantidad sustancial de potencia de fuego en comparación con sus homólogos.
https://defence-blog.com/news/army/russian-paratroopers-accidentally-fired-on-shopping-mall-in-pskov.html
Paracaidistas rusos dispararon accidentalmente en un centro comercial de Pskov
[color=rgba(0, 0, 0, 0.78)]NOTICIAS[color=rgba(0, 0, 0, 0.78)]EJÉRCITO[/color][/color]
PorDylan Malyasov
26 de diciembre de 2020
Fecha de modificación: hace 13 horas
Funcionarios del Ministerio de Defensa de la Federación de Rusia están investigando un incidente en el que paracaidistas de la legendaria división aerotransportada de Pskov dispararon accidentalmente contra un centro comercial en la ciudad de Pskov, en el noroeste de Rusia, el jueves.
El incidente con un disparo accidental de un cañón en una de las unidades militares de Pskov ocurrió mientras se prestaba servicio al último BMD-4 y armas en la flota de vehículos militares, informó el comando de la guarnición de Pskov.
“Hubo un disparo involuntario de un cañón de 30 mm. Un proyectil de metal sin explosivo al final de su trayectoria cayó en las afueras de la ciudad sobre un edificio deshabitado ”, dijeron los funcionarios.
Según el ejército, nadie resultó herido en el incidente. Agregaron que junto con las fuerzas del orden, están investigando el accidente.
El BMD-4 es un vehículo de combate de infantería anfibio (IFV) diseñado para transportar tropas aerotransportadas rusas, aumentando su movilidad, armamento y protección del campo de batalla. Está armado con el módulo de combate Bakhcha-U, desarrollado por una oficina de diseño con sede en Tula. Consta de dos cañones de 100 mm y 30 mm y una ametralladora de 7,62 mm.
Este vehículo de combate blindado es uno de los más ligeros y uno de los más fuertemente armados de su clase, y posee una cantidad sustancial de potencia de fuego en comparación con sus homólogos.
https://defence-blog.com/news/army/russian-paratroopers-accidentally-fired-on-shopping-mall-in-pskov.html