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La Captura de Raúl Sendic Antonaccio
#19
IV.8 Relato del libro «Sendic», de Samuel Blixen
 
            El relato de Blixen, contenido en el Capítulo 19 de su biografía de Raúl Sendic,  recoge los testimonios de Xenia Ittéy Jorge Ramada, novelado y con agregados y comentarios del propio autor.
 
            "Antes de la una de la mañana del 1o de setiembre alguien patea la puerta metálica y los despierta. «Es un borracho», dice la voz de Sendic desde atrás del tabique. «Para borracho es muy cargoso», comenta Ramada. Los golpes continúan. «Ay, Raúl, es la cana» dice Xenia en un susurro. «No prendan la luz» dice Sendic. Ramada no atina a traspasar el tabique y ocultarse en la parte de atrás. Está calzándose en la oscuridad, cuando oye una voz afuera que grita «Ahí hay uno»: recién entonces se percata de que la cortina metálica deja libre, sobre el techo, una rendija por la que puede mirarse hacia adentro. «Los de adentro, salgan, es una orden», gritan desde afuera. «Vamos a aprontar todo» dice Sendic, y con una linterna chiquita junta papeles y comienza a romperlos y quemarlos. «Salgan que están rodeados», dicen afuera. «Tomen los fierros», ordena Sendic. « ¿Pero qué podemos hacer?» dice Xenia. «Vamos a pelear», dice Sendic. El corredor se está llenando de gente. Sendic se acerca a la puerta y hace disparos a través de un vidrio esmerilado. En el corredor retroceden. Hay gritos e insultos, e inmediatamente el ruido ensordecedor y anonadante de las metralletas inundando de plomo el corredor desde el zaguán. Las ráfagas se detienen. «Les damos dos minutos para que se entreguen, después tiramos gases», dice la voz de afuera. « ¿Dónde están mis zapatos?» pregunta Xenia. « ¿Para qué querés los zapatos?», dice Sendic. Patea la puerta, se tira al suelo en el corredor y comienza a disparar su pistola. Desde la calle reanudan las ráfagas cortas. Un megáfono se hace sentir por encima del tableteo de los disparos: «No sigan, entréguense de una vez». A su vez, Ramada saca la mitad del cuerpo por la puerta y dispara su pistola. Adentro, Sendic cambia el cargador de su 45. Se hace un silencio y el megáfono vuelve a proponer que se rindan. Sendic se tira nuevamente al piso y saca medio cuerpo por el corredor. «Pará, que todavía tenemos que tirar unos tiritos», grita, dispara toda la carga, y retorna a la pieza. «Ustedes van a salir», anuncia Sendic. «¿Pero cómo, te vas a quedar solo?", protesta Xenia. «Yo sigo peleando», dice Sendic, y le ordena a Ramada. «Vos primero». Cuando se produce un silencio, Sendic se asoma y grita: «Van a salir dos compañeros». Desde la calle contestan: «Que salgan». «Quiero garantías de que les van a respetar la vida», demanda Sendic. «Que salgan con las manos en alto». «Garantías», reclama Sendic. «Está bien, les vamos a respetar la vida», dicen desde la calle. Ramada sale al corredor con los brazos en alto: «Aquí me matan», piensa. Queda enceguecido por una luz potente. «Las manos en la nuca», gritan. «Las manos en alto», ordena otra voz. Ramada no razona la situación en que se encuentra: «Al final ¿dónde pongo las manos?», pregunta. «En la nuca», gritan, y cuando llega a la vereda lo tiran al suelo y le dan un culatazo. Adentro, en la pieza, Xenia se pone un pañuelo en el pelo y se calza unas zapatillas. «Va a salir una compañera», grita Sendic. Xenia lo abraza y sale. Al final del pasillo la toman del pelo, la aplastan contra la pared, la cachean, le preguntan quién es, cómo se llama. Desde detrás del reflector, la voz ordena: «Sigan saliendo». Desde el fondo del corredor la voz contesta: «Voy a seguir peleando». «¿Vas a seguir peleando?», repite el megáfono.«Sí. Todavía me quedan unos tiritos», dice Sendic, y Xenia piensa: «Quiere que lo maten». De nuevo explota el estruendo.  Con la cara contra el suelo, Ramada casi no distingue, entre las ráfagas, los disparos de la pistola del Bebe. Alguien le grita en el oído: «¿Quién es el que está adentro?». Cuando se produce un silencio, Xenia llora contra la pared y se dice: «Lo mataron». Pasan unos minutos, hay gente que corre por el corredor y al rato dos marinos, un oficial y un cabo, regresan arrastrando el cuerpo de Sendic. Xenia ve que sangra, pero no se da cuenta dónde es la herida. Pretenden pararlo, pero Sendic se cae. «Después el enfermero del FUSNA me contó que se salvó porque quedó boca abajo». La bota del marinero aprieta con más fuerza la cara de Ramada contra el piso; no puede ver nada, pero escucha el revuelo, las discusiones, las protestas de los policías de Jefatura. «El prisionero es nuestro, yo comando este operativo». Se acercan unas sirenas, bajan una camilla, se llevan a Sendic, pero la tensión no afloja. A Xenia le ponen una bayoneta en la espalda y la hacen caminar, con los brazos esposados atrás, por el corredor. El oficial no puede creer que solo tuvieran tres armas cortas. Entran en los cuartos tirando ráfagas, siempre Xenia adelante, utilizada como escudo. La sientan en la cama y siguen disparando contra los bultos. Le preguntan por el berretín. Finalmente salen al corredor y cuando llegan a la calle el viento le arrebata a Xenia el pañuelo de la cabeza, que va a caer en el charco de sangre. Al menos, eso recuerda. Y la lluvia". (12)

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(12) Samuel Blixen; Sendic. Acción y legado; Ediciones Trilce; Montevideo; 2000; Pág. 261 y 261.
Los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla. - Marco Tulio Cicerón
 
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Mensajes en este tema
RE: La Captura de Raúl Sendic Antonaccio - danny - 09-13-2016, 12:53 AM

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