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Batallas y protagonistas de nuestro Ejercito.
#25
 Batalla de Ituzaingó, 20 de febrero de 1827

La Batalla de Ituzaingó fue una total sorpresa para las tropas brasileñas, que hasta el día anterior perseguían a las fuerzas conjuntas argentino-orientales.
El río Santa María separaba el territorio montañoso (donde las caballadas aliadas poco valor táctico tenían) de los terrenos más llanos con buenos pastizales al sur de su cauce. El ejército aliado republicano buscaba campos con forraje adecuado, pero la imposibilidad de vadear el río por estar crecido obligó a efectuar una contramarcha de veinte  kilometros en la noche previa a la batalla recorriendo un camino ascendente que permitía posicionar al ejército aliado en igualdad de condiciones con el oponente.

A las dos de la mañana del 20 de febrero de 1827, luego de un breve intervalo, el ejército imperial bajo el mando del marqués de Barbacena reanudó su marcha en persecución del ejército republicano. Barbacena estaba convencido de que iba a sorprender a Alvear en pleno cruce del Río Santa María y que en su camino a lo sumo enfrentaría algún destacamento de retaguardia.

Las informaciones que había recibido el marqués de las partidas de vanguardia del mariscal Abreu confirmaron esta opinión. Para su sorpresa, alrededor de las cinco de la mañana, encontró su marcha interrumpida por las avanzadas del ejército republicano que no sólo incluían la división de Lavalleja, sino también el batallón Nº5 de infantería. Esta sorpresa lo disgustó sobremanera y se arrepintió de haber seguido las sugerencias del mariscal Brown de marchar durante la noche. Ni él ni Brown esperaban que “o inimigo tivesse deste lado do rio todas as suas forças reunidas.” Luego de una junta, los jefes imperiales decidieron entonces arrollar esta oposición y continuar la marcha hacia el Paso del Rosario. Poco tiempo les tomó percatarse que no sería posible cumplir ese objetivo.  

[Imagen: batalla-de-ituzaingo-libro-raro-1977-map...2015-F.jpg]

Estaba a punto de comenzar la batalla más importante que hasta entonces había visto el continente americano. Sólo las planicies de Ayacucho habían sido testigo de un enfrentamiento de semejante magnitud. Cerca de 15.000 hombres se enfrentarían en un campo de casi 25 hectáreas de extensión.

Las versiones sobre lo que ocurrió ese día son variadas y en muchos casos contradictorias, lo cual no es inusual en la historia de la guerra. Sin embargo, podemos confirmar algunos datos con cierto grado de certeza. Primero, ambos ejércitos se divisaron alrededor de las cinco y media de la mañana, y dos horas más tarde, luego de algunas escaramuzas, comenzó la batalla propiamente dicha con un cañoneo del ejército imperial.

Segundo, hacia las dos de la tarde terminó la acción principal cuando la primera división del ejército imperial comenzó a retirarse siguiendo las órdenes de su general en jefe. Tercero, la segunda división imperial al mando del brigadier Callado inició su retirada algo más tarde y por otro camino. Cuarto, en su retirada, ambas divisiones imperiales fueron hostilizadas y perseguidas por distintas fracciones del ejército republicano hasta alrededor de las cinco de la tarde. Quinto, Alvear fue el vencedor y sus fuerzas quedaron en control del campo de batalla.

[Imagen: ituzai2.jpg]

Lo que no está tan claro es la secuencia de eventos entre las seis de la mañana y las cinco de la tarde. El panorama no se aclara con la lectura de los partes escritos por los jefes de ambos ejércitos o las memorias de quienes participaron en la batalla, cuyas versiones son parciales y muchas veces contradictorias. Como bien observó Mitre, “cada actor, según el papel que desempeña en el combate, no sabe ni más ni menos que lo que permite abarcar la vista desde la posición que ocupa en el terreno; y eso mismo lo interpreta a su criterio y todos los criterios no son iguales.”[iii] Incluso entre los estudiosos del tema existen serias divergencias respecto al orden y relevancia que tuvieron distintas acciones. Sin embargo, de la lectura de todo lo que se ha escrito sobre el tema y del reconocimiento visual del campo de batalla que realizó el autor se pueden reconstruir algunos de sus aspectos más salientes.

Tacticas empleadas
Ituzaingó fue una batalla de múltiples contrastes. A la táctica y gran táctica europea que intentaban aplicar Alvear y Brown, se contraponía el estilo de guerra “gaucha” de jinete contra jinete, en el que la infantería y la artillería jugaban un papel secundario.

Este era el estilo de guerra que Lavalleja, Abreu, Gonçalves y sus milicias estaban acostumbrados y que utilizarían sin mucho efecto durante la contienda. En cuanto a las tácticas europeas, desde la batalla de las Pirámides hasta la de Waterloo había quedado establecido fuera de toda duda que un cuerpo de infantería bien entrenado y disciplinado, una vez formado en cuadro, podía rechazar los embates de la caballería. Sólo cuando era sorprendida durante su marcha o cuando sufría el fuego certero de la artillería, la infantería era vulnerable a las cargas de los jinetes enemigos.
Estas consideraciones tácticas fueron relevantes el 20 de febrero de 1827. Salvando las enormes distancias, en los campos de Ituzaingó se enfrentaron los estilos de guerra de Napoleón y Wellington, como doce años antes lo habían hecho en Waterloo. Alvear estaba más cercano al primero, tanto por sus ideas sobre la organización del ejército como por sus concepciones tácticas y estratégicas. Por formación y experiencia personal Brown y los principales jefes del ejército imperial estaban más influidos por el segundo. Sin embargo, ambos estilos fueron forzosamente adaptados a las particulares circunstancias locales.

Aunque también preponderante en caballería, el ejército imperial llegó al campo de batalla con cinco batallones de infantería bien entrenados y disciplinados que presentarían un desafío para la caballería republicana. La mayoría de los gauchos orientales, valientes pero con escasa instrucción militar, nunca antes habían enfrentado un rival semejante.
Los combates de Sarandí y Rincón habían sido choques de caballería entre milicias irregulares. Incluso los regimientos de caballería más fogueados del ejército republicano, con excepción de algunos veteranos de Napoleón que revistaban en ellos, jamás habían enfrentado una infantería tan bien entrenada como la que encontrarían en esta batalla.
 La infantería española era notoriamente débil, como lo demostró en la guerra peninsular, y su actuación durante las guerras de la independencia no fue mucho más brillante. En contraste, los cuadros de infantería portugueses e ingleses habían demostrado en numerosas ocasiones ser inexpugnables ante las cargas de la caballería de Napoleón, considerada entonces la mejor del mundo.
El ejército imperial había heredado del portugués la doctrina táctica de Wellington, que había sido impuesta por Beresford y otros oficiales del ejército inglés como Brown. Además, a diferencia de los batallones republicanos, de reciente creación y compuestos principalmente de reclutas con pocos meses de instrucción, los del ejército imperial tenían años de adiestramiento. Por ejemplo, el batallón Nº27 de Caçadores, compuesto enteramente de tropas alemanas, había sido creado a fines de 1824 y desde entonces se entrenaba en sus cuarteles en Río de Janeiro.

En el esquema napoleónico una batalla seguía básicamente cinco etapas: primero la artillería “ablandaba” la infantería enemiga con un fuerte cañoneo; luego los voltigeros y tiradores de infantería ligera comenzaban sus “guerrillas” intentando desbaratar las formaciones del enemigo; una vez logrado este objetivo, la caballería pesada cargaba para destrozarlas; a esta carga de caballería seguía un ataque de la infantería con las bayonetas caladas. En la etapa final toda la caballería se lanzaba a la persecución del enemigo.

La coordinación de las tres armas requería disciplina, entrenamiento y obediencia de los jefes subalternos y soldados, ingredientes que no estarían presentes en su justa medida en el ejército republicano. Napoleón siempre favorecía la ofensiva en su batallas. En contraste, la doctrina de Wellington en la que se habían entrenado los jefes portugueses e ingleses que acompañaban a Barbacena, favorecía la adopción de posiciones defensivas y el uso de la infantería.

Sin embargo, la preponderancia de caballería en ambos ejércitos, requeriría una modificación al esquema de batalla utilizado en aquella época en Europa. En Ituzaingó, las cargas de caballería se convertirían en el elemento decisivo del combate. Contrariamente a la imagen que tenemos hoy en día sobre una carga de caballería –en desorden, al galope tendido con el sable desenvainado– la táctica de la época requería cargas en perfecta formación, que se iniciaban al trote y que sólo en sus últimos instantes se lanzaban a todo galope.

La velocidad de la carga debía ser progresiva de modo que al caer sobre el enemigo tuviera su mayor fuerza. “Por ejemplo,” explicaba Alvear, “si un cuerpo de caballería tiene que ir al enemigo de la distancia de 600 pasos, hará el primer tercio al trote, el segundo a un galope corto y el último tercio a un galope largo, que dejará a los 50 pasos del enemigo para caer sobre él a la carrera, de rienda suelta.”

El éxito de la carga dependía en gran medida del orden y la disciplina de los jinetes y de la infantería que pretendían arrollar. Obviamente cuanto mayor la velocidad, más difícil era para los primeros mantener su formación. En su fase final, a todo galope, la carga inevitablemente se desordenaba, pero la excitación de los caballos y los jinetes a veces lograba amedrentar a los infantes enemigos, cuya única defensa era el fusil y su bayoneta (y veces uno o más cañones).

Pero si la infantería se mantenía en cuadro era casi siempre invencible. Sólo cuando era sorprendida en una marcha de flanco, o si se hallaba desplegada y sin tiempo para formar cuadros, y la distancia era corta, era recomendable una carga a todo galope.En estos casos la caballería casi siempre salía victoriosa.  

La batalla
En la mañana del 20 de febrero de 1827, el ejército imperial llegó al campo de batalla con no menos de 7.000 hombres agrupados en dos divisiones de infantería y caballería y dos brigadas de caballería ligera.
La artillería al mando del coronel Fernandes Madeira incluía once cañones de calibre seis, un obús de seis pulgadas, y una compañía de granaderos alemanes a cargo de los cohetes “Congreve”.

La primera división al mando del brigadier Barreto estaba compuesta de una brigada de infantería y dos brigadas de caballería. La brigada de infantería estaba comandada por el coronel Manuel Leitao Bandeira, un veterano de origen portugués, y se componía de tres batallones cuyos efectivos sumaban al menos 1.600 hombres. En esta brigada marchaba el batallón Nº27 de alemanes, que era comandado por un experimentado oficial inglés.

La segunda división imperial era mandada por el brigadier Callado y se componía de dos batallones de infantería, Nº13 y Nº18, con alrededor de mil efectivos y dos brigadas de caballería con 1.350 jinetes. A estas fuerzas, se agregaban dos brigada de caballería ligera, una al mando del brigadier Abreu y la otra al mando del coronel Bento Gonçalves. El mariscal de campo Gustavo Henrique Brown, quien tendría a cargo la dirección táctica del ejército imperial durante la batalla, estableció su posición de mando con la primera división.

Ituzaingó fue una batalla bastante pareja en lo que se refiere al número de combatientes. El ejército imperial tenía casi el doble de efectivos de infantería y era algo inferior en caballería y en artillería. Esta paridad se debió únicamente a la ausencia de la brigada de Bento Manoel, que luego del combate de Ombú se había replegado al norte del Ibicuí y que ese día se hallaba a ocho leguas del campo de batalla. La decisión de no esperar u ordenar la reunión de estas fuerzas antes de presentar combate fue tomada por Barbacena y sus generales, porque engañados por Alvear se convencieron de que su victoria era segura.

Sigue.....
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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RE: Batallas y protagonistas de nuestro Ejercito. - Artiguista - 02-20-2017, 10:34 PM

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