03-03-2018, 05:02 AM
La otra visión
LAS PATRULLAS ARMADAS YA OCUPARON EL LUGAR EN 2015Intervención militar de Rio trae malos recuerdos en las favelas de la Maré
Mar 2, 2018 |
Pasaron ya tres años, pero la ocupación militar de la Maré no trae buenos recuerdos a los habitantes de este conjunto de favelas, uno de los más violentos de Rio de Janeiro. Y algunas familias, como la de Vitor Santiago, quedaron marcadas para siempre.
Vitor, un amante de la danza, quedó parapléjico a los 29 años y tuvo que ser amputado de una pierna por los disparos de un patrulla militar cuando volvía a casa en carro con unos amigos después de asistir a un partido del Flamengo. Fue el 12 de febrero de 2015. Un grupo de soldados los había registrado y, más adelante, en otro punto de chequeo, un militar disparó contra el vehículo sin motivo alguno, según la denuncia interpuesta por la familia.
El cabo incriminado afirmó que disparó porque el carro no había obedecido la orden de pararse. Para Irone, la aguerrida madre de Vitor, esa situación sería impensable en Copacabana o Ipanema, la zona noble de Rio. Su hijo pagó por ser negro y ‘afavelado’, asegura. “Hay muchas personas en la favela que desgraciadamente no denuncian, que no quieren hablar, pero yo hablo, denuncio, porque cuando nos callamos, estamos legitimando las acciones de esa gente. Y yo no puedo permitir que esto se perpetúe”, dice a la agencia francesa AFP esta costurera de 53 años.
La experiencia de la Maré
El testimonio de Irone cobra fuerza estos días, después de que el presidente Michel Temer decretara la intervención de Rio, entregando a las Fuerzas Armadas el control de la seguridad del estado, bajo críticas y temores de que se produzcan violaciones a los derechos humanos. Aunque 8.500 soldados ya apoyan a las policías desde julio, aún es una incógnita cómo actuarán a partir de ahora. En principio, el general al frente de la misión descartó una ocupación permanente de las favelas, pero a muchos habitantes de la Maré les volvieron a la mente recuerdos… y fantasmas.
Si los militares regresan, “creo que será malo para nosotros, porque nunca es como ellos dicen y llegan tratando mal a todo el mundo. Aquí solemos decir que es mejor sin ellos que con ellos”, afirma Tauane González, un ama de casa de 21 años, que acompaña a sus dos hermanas pequeñas a la escuela en una de las callejuelas de la Maré.
Sin ‘ellos’, lo que se ve una tarde en esta favela de 140.000 habitantes es un bullicio de música y vecinos yendo y viniendo entre comercios y sencillas casas construidas por ellos mismos. Aunque si se mira con más atención, también se verán algunos jóvenes pasearse con AK-47 colgadas del hombro, otros vendiendo droga en las esquinas y adolescentes encaramados a lujosas motos que les doblan el tamaño vigilando la zona con radiotransmisores.
La convivencia de las favelas con los grupos de traficantes es cotidiana, “normal”, siempre y cuando el territorio no sea blanco de disputas entre bandas.Cuando las fuerzas de seguridad entran, los problemas estallan y todos parecen sospechosos.
La idea evocada inicialmente por el gobierno de realizar allanamientos colectivos en manzanas o barrios enteros durante la intervención despertó en la Maré la memoria de las tensiones y los tiroteos vividos entre abril de 2014 y junio de 2015, cuando el ejército entró con la intención -nunca realizada- de instalar allí una Unidad de Policía Pacificadora (UPP).
“Fue horrible. A muchas personas sin carné de conducir les sacaban las motos o los carros. Teníamos horarios para ir a dormir, cuando había momentos de confusión, los militares lanzaban gas pimienta contra todos”, recuerda Tauane.
El miedo a represalias -tanto de las fuerzas de seguridad como de los traficantes- hace que pocos quieran opinar en voz alta. Pero Rogério Modesto, trabajador de una cafetería de 40 años, recuerda también la tensión vivida esos meses. Su tío, asegura, se despertó un día con los militares dentro de casa requisándole todas sus pertenencias. “Ellos no saben quién es quién en la favela. Siento que no están preparados para esto. Esto no es un trabajo de 5 minutos. Si vuelven, será algo temporal y eso no funciona”, advierte.
LAS PATRULLAS ARMADAS YA OCUPARON EL LUGAR EN 2015Intervención militar de Rio trae malos recuerdos en las favelas de la Maré
Mar 2, 2018 |
Pasaron ya tres años, pero la ocupación militar de la Maré no trae buenos recuerdos a los habitantes de este conjunto de favelas, uno de los más violentos de Rio de Janeiro. Y algunas familias, como la de Vitor Santiago, quedaron marcadas para siempre.
Vitor, un amante de la danza, quedó parapléjico a los 29 años y tuvo que ser amputado de una pierna por los disparos de un patrulla militar cuando volvía a casa en carro con unos amigos después de asistir a un partido del Flamengo. Fue el 12 de febrero de 2015. Un grupo de soldados los había registrado y, más adelante, en otro punto de chequeo, un militar disparó contra el vehículo sin motivo alguno, según la denuncia interpuesta por la familia.
El cabo incriminado afirmó que disparó porque el carro no había obedecido la orden de pararse. Para Irone, la aguerrida madre de Vitor, esa situación sería impensable en Copacabana o Ipanema, la zona noble de Rio. Su hijo pagó por ser negro y ‘afavelado’, asegura. “Hay muchas personas en la favela que desgraciadamente no denuncian, que no quieren hablar, pero yo hablo, denuncio, porque cuando nos callamos, estamos legitimando las acciones de esa gente. Y yo no puedo permitir que esto se perpetúe”, dice a la agencia francesa AFP esta costurera de 53 años.
La experiencia de la Maré
El testimonio de Irone cobra fuerza estos días, después de que el presidente Michel Temer decretara la intervención de Rio, entregando a las Fuerzas Armadas el control de la seguridad del estado, bajo críticas y temores de que se produzcan violaciones a los derechos humanos. Aunque 8.500 soldados ya apoyan a las policías desde julio, aún es una incógnita cómo actuarán a partir de ahora. En principio, el general al frente de la misión descartó una ocupación permanente de las favelas, pero a muchos habitantes de la Maré les volvieron a la mente recuerdos… y fantasmas.
Si los militares regresan, “creo que será malo para nosotros, porque nunca es como ellos dicen y llegan tratando mal a todo el mundo. Aquí solemos decir que es mejor sin ellos que con ellos”, afirma Tauane González, un ama de casa de 21 años, que acompaña a sus dos hermanas pequeñas a la escuela en una de las callejuelas de la Maré.
Sin ‘ellos’, lo que se ve una tarde en esta favela de 140.000 habitantes es un bullicio de música y vecinos yendo y viniendo entre comercios y sencillas casas construidas por ellos mismos. Aunque si se mira con más atención, también se verán algunos jóvenes pasearse con AK-47 colgadas del hombro, otros vendiendo droga en las esquinas y adolescentes encaramados a lujosas motos que les doblan el tamaño vigilando la zona con radiotransmisores.
La convivencia de las favelas con los grupos de traficantes es cotidiana, “normal”, siempre y cuando el territorio no sea blanco de disputas entre bandas.Cuando las fuerzas de seguridad entran, los problemas estallan y todos parecen sospechosos.
La idea evocada inicialmente por el gobierno de realizar allanamientos colectivos en manzanas o barrios enteros durante la intervención despertó en la Maré la memoria de las tensiones y los tiroteos vividos entre abril de 2014 y junio de 2015, cuando el ejército entró con la intención -nunca realizada- de instalar allí una Unidad de Policía Pacificadora (UPP).
“Fue horrible. A muchas personas sin carné de conducir les sacaban las motos o los carros. Teníamos horarios para ir a dormir, cuando había momentos de confusión, los militares lanzaban gas pimienta contra todos”, recuerda Tauane.
El miedo a represalias -tanto de las fuerzas de seguridad como de los traficantes- hace que pocos quieran opinar en voz alta. Pero Rogério Modesto, trabajador de una cafetería de 40 años, recuerda también la tensión vivida esos meses. Su tío, asegura, se despertó un día con los militares dentro de casa requisándole todas sus pertenencias. “Ellos no saben quién es quién en la favela. Siento que no están preparados para esto. Esto no es un trabajo de 5 minutos. Si vuelven, será algo temporal y eso no funciona”, advierte.