02-05-2016, 10:03 PM
Hoy acudí a cubrir el cambio de autoridades en el Batallón de Infantería de Treinta y Tres. En el transcurso de la ceremonia me despegué del acto en sí mismo y me dediqué a observar esos soldados; despojada de toda influencia histórica.
Y fue entonces que vi a los muchachos de mi pueblo, esos que no mucho tiempo atrás caminaban de la mano materna de moña y delantal, hoy luciendo con orgullo el uniforme de Artigas, de Lavalleja, de Oribe o Gerónimo Cardozo. Me detuve en rostros, que apenas ayer, veía pasar rumbo al liceo entre risas y romances. Me sorprendió cuánto han crecido esos hombres y mujeres, criados junto a otros niños, hoy inmersos en la droga o cumpliendo penas por múltiples delitos en la cárcel pueblerina.
Y sin embargo no son éstos últimos, sino esos gurises uniformados los que en silencio soportan el desprecio colectivo, el destierro a toda honra y la cruz de una infamia. Nada dicen, nada esgrimen en su defensa. Siguen allí, brindando apoyo en cada ocasión que se les requiera, asistiendo vocacionalmente a los más frágiles y vulnerables. Estos muchachos de mi pueblo a quienes nadie les reconoce, estos por los cuales no hay movilizaciones en reclamo de un digno salario, estos que se enrolan en misiones para mantener ese bebé que alimentan y protegen pero por largos meses se privan de arrullar.
Esos son los soldados de hoy, muchachos de mi pueblo...
Karina Caputi
Y fue entonces que vi a los muchachos de mi pueblo, esos que no mucho tiempo atrás caminaban de la mano materna de moña y delantal, hoy luciendo con orgullo el uniforme de Artigas, de Lavalleja, de Oribe o Gerónimo Cardozo. Me detuve en rostros, que apenas ayer, veía pasar rumbo al liceo entre risas y romances. Me sorprendió cuánto han crecido esos hombres y mujeres, criados junto a otros niños, hoy inmersos en la droga o cumpliendo penas por múltiples delitos en la cárcel pueblerina.
Y sin embargo no son éstos últimos, sino esos gurises uniformados los que en silencio soportan el desprecio colectivo, el destierro a toda honra y la cruz de una infamia. Nada dicen, nada esgrimen en su defensa. Siguen allí, brindando apoyo en cada ocasión que se les requiera, asistiendo vocacionalmente a los más frágiles y vulnerables. Estos muchachos de mi pueblo a quienes nadie les reconoce, estos por los cuales no hay movilizaciones en reclamo de un digno salario, estos que se enrolan en misiones para mantener ese bebé que alimentan y protegen pero por largos meses se privan de arrullar.
Esos son los soldados de hoy, muchachos de mi pueblo...
Karina Caputi
“Dulce et decorum est pro patria mori”