12-24-2016, 02:21 PM
La Crisis de la Tablita
(26 noviembre 1982)
I. Introducción a la economía del Uruguay (1858- 1974)
Gobierno de Batlle y Ordóñez
La inflación se descontrola
La congelación de precios y salarios
II. Después del 27 de junio de 1973. El Ministro Végh Villegas.
Este Decreto terminó definitivamente con el control de cambios en el Uruguay. Nunca más, después de septiembre de 1974, y hasta nuestros días, se volvió a pensar en volver a él.
Escribe el Dr. Ramón Díaz que Végh Villegas había comprendido que "El mercado de cambio extranjero asegura el equilibrio, por tanto la sustitución del mercado por la intervención estatal es inútil, aparte de ser enormemente distorsionante. El equilibrio será estable, naturalmente, si las condiciones en que el mercado opera son consistentes con la estabilidad" (7).
III. El Sistema Tabular o La Tablita
IV. Epílogo
Citas:
(1) La ley del12 de junio de 1862 estableció exactamente el contenido de oro del peso de plata y del doblón de oro, las dos monedas nacionales en ese entonces. Ver Ramón Díaz, Historia Económica del Uruguay, Taurus - Ediciones Santillana- Fundación Bank Boston; Montevideo; 2003; Página 148 .
(2) Ídem; Pág. 331.
(3) Ídem, Pág. 359.
(4) Alfonso Lessa; La primera orden, Editorial Sudamericana; Montevideo; 2009; Pág. 356.
(5), (6) Ramón Díaz; Op. Cit.; Pág. 408.
(7) Idem; Pág. 409.
(8) Idem; Pág. 412.
(9) Idem; Pág. 413.
(10) Ídem; Pág. 417 y 418.
(11) Ídem; Pág. 418.
(12), (13) Ídem; Pág. 420.
(14) Julio María Sanguinetti; La reconquista, Ediciones Santillana; Montevideo; 2012; Pág. 101.
(15) Ramón Díaz; Op. Cit.; Pág. 433.
(16) Julio María Sanguinetti, Op. Cit.; Pág. 102.
(17) Ramón Díaz; Op. Cit.; Pág. 436 y 437.
(18) Alfonso Lessa; Op. Cit.; Pág. 90.
(26 noviembre 1982)
I. Introducción a la economía del Uruguay (1858- 1974)
Cuando en 1858 el Barón de Mauá creó el Banco que lleva su nombre, fue autorizado por las autoridades a emitir papel moneda. Este papel moneda tenía un respaldo en oro: 20 pesos fuertes, por ejemplo, correspondían a una onza de oro (unos 300 dólares actuales). A esto se le denomina patrón oro.
El cambio de moneda usando el patrón oro era sencillo: si el papel moneda A se convertía a 1 unidad oro y el papel moneda B se convertía a 1,5 unidades oro, entonces por cada 1 papel moneda B, correspondería entregar siempre 1,5 papeles A. Lo bueno de este método era que -al existir un respaldo real- el tipo de cambio permanecía fijo, valorizándose la moneda según se valorizase el patrón (1).
Por este sistema, por ejemplo, en 1862 un dólar norteamericano equivalía a 1,032 pesos uruguayos.
El problema surgía cuando un banco emitía más papel moneda del que le permitían sus reservas, aunque nuestro país permitía que se emitiera hasta 3 veces más papel que el respaldo disponible. Las corridas generadas por falta de confianza de los tenedores de papel moneda, generaron varias crisis financieras en Uruguay entre 1865 y 1875, generando un debate entre oristas (o principistas) y cursistas (o candomberos), defendiendo unos la conversión a oro y otros el curso forzoso del papel moneda.
En 1875 -durante el gobierno de Lorenzo Latorre- y en 1888 -durante el gobierno de Máximo Santos, se cambia la política comercial adoptándose un proteccionismo contrario a la banca libre, en favor de un banco privado privilegiado y luego de un banco estatal/privado privilegiado. Las leyes proteccionistas y los aranceles produjeron una reducción muy apreciable de las importaciones y de la recaudación aduanera y a la vez un aumento del contrabando. Por ello, pese a que se dio un boom comercial, monetario y especulativo en la década de 1880, se fue generando una burbuja financiera que terminó provocando en 1890 la quiebra del Banco Nacional. El Gobierno debió apelar a la no convertibilidad a oro forzosa.
La solución encontrada fue la creación de un banco estatal privilegiado: el Banco de la República Oriental del Uruguay (BROU), proyecto que fue aprobado durante la presidencia de Juan Idiarte Borda en 1896. Este banco tendría el monopolio de la emisión -con patrón oro- y se dedicaría a financiar la industria y la agropecuaria, a través de numerosas sedes en todo el país.
Gobierno de Batlle y Ordóñez
El gobierno de José Batlle y Ordóñez, a partir de 1903, introdujo un estatismo a ultranza, un mercantilismo contrario a cualquier empresa extranjera en el Uruguay. Pronto, estatizó la Usina Eléctrica de Montevideo.
En julio de 1911, durante su segunda presidencia, Batlle y Ordóñez reforzó el Banco de la República, organizándolo como banco estatal y como impulsor del desarrollo del país.
También en 1911, Batlle impulsó un proyecto de ley que monopolizaba los seguros y creaba el Banco de Seguros del Estado, una empresa estatal que los explotara. El socialismo krausista de Batlle pretendía reducir la renta privada, creando empresas públicas que distribuyesen esa renta entre la comunidad, para usarla en beneficio común: bajando los precios de los productos o transfiriendo sus ganancias al Estado.
El resto del mundo hacía lo mismo, levantando barreras aduaneras. Uruguay, pues, se aisló del resto del mundo.
Batlle, sin embargo, no pudo evitar la primera crisis del Banco de la República en 1913, cuando el banco inglés Glyn Mills & Company se negó a renovar un préstamo que había concedido al BROU, dudando de su solidez.
La falta de confianza provocó una corrida del público, buscando convertir en oro su papel moneda. Los bancos privados sostuvieron al Banco República y finalmente la crisis se superó, aunque el banco estatal perdió una parte importante de sus reservas.
El estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, condujo al abandono del patrón oro internacional. El BROU abandonó definitivamente la convertibilidad en agosto de ese año.
La guerra, aunque elevó los precios de los productos agropecuarios y los cueros, terminó provocando una fuerte recesión al terminar el conflicto, con caída de importaciones y exportaciones y sus correspondientes ganancias arancelarias. La recuperación europea y estadounidense a partir de 1923, favoreció económicamente a Uruguay, hasta que entre 1929 y 1933 el mundo cayó en la Gran Depresión.
En abril de 1929 -15 años después de que ocurriese y 6 meses antes del Crac de la Bolsa de Nueva York-, la prensa financiera a nivel mundial informaba que Uruguay había abandonado el patrón oro, mientras países como Inglaterra y Francia volvían a él (EEUU nunca lo había dejado), por lo que el cambio comenzó a apartarse mucho de la paridad 1 peso - 1 dólar. Para agosto de 1931 el peso se había depreciado un 65%. La solución que impuso la Comisión uruguaya de estudio sobre la desvalorización de la moneda, fue el Control de Cambios, contrario al mantenimiento de flotación libre y a lo que marcaba el mercado.
El Control de Cambios se aplicó desde octubre de 1931 hasta junio de 1974, excepto en los períodos de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea. El sistema establecía que ninguna empresa pudiera pagar en el exterior sin licencia del Banco República. Se generó así un mercado paralelo a través del cual los agentes comerciales esquivaban el control estatal. EL BROU intentó reprimir infructuosamente esas actividades ilegales, pero en 1934 terminó por aceptarlas, autorizando el tipo de cambio libre o libre financiero, con lo cual pasaron a existir dos mercados de cambios diferentes: (i) el BROU controlaba el comercio exterior, llevando a cabo un control de exportaciones e importaciones. (ii) En las operaciones de capital y cuenta corriente, el tipo de cambio quedaba fijado libremente por el mercado.
Aunque esto fue beneficioso para el turismo y la entrada y salida de capitales de inversores extranjeros, el producto de tales movimientos se estancó, el Control de Cambios significó también la existencia de al menos dos tipos de cambio para cada moneda extranjera, y un subsidio encubierto de los precios de las exportaciones, y la pérdida de ganancias por parte de los productores. El sistema fomentaba la corrupción de los encargados de establecer los precios de las exportaciones. También se produjo una reducción de las exportaciones que condujo al desequilibrio de la balanza de pagos, al estancamiento del país y a una profunda Crisis que se prologó desde mediados de la década de 1950 hasta mediados de la década de 1970. Pronto surgió la intranquilidad social, y en el medio de esta Crisis, surgió la sedición.
La inflación se descontrola
Aunque Uruguay había abandonado el patrón oro en 1914, las reservas del metal precioso seguían regulando la impresión de papel moneda. Por lo menos hasta 1935.
En este año, el presidente Gabriel Terra -que buscaba acelerar la recuperación del país- abandonó la regulación, en base a lo que se denominó reavalúo del oro, llevado a cabo por el Ministro de Hacienda César Charlone. El reavalúo consistía en devaluar el peso -reduciendo su contenido en oro- sin decirlo, dándole al oro un valor superior al del mercado libre. Implícitamente, se modificó la definición legal del peso (que databa de 1862). Los Estados Unidos habían hecho una devaluación similar en 1934, pero dándola a conocer.
En 1938, terminó el reavalúo, estableciéndose la devaluación formal del peso en un 62%. Inmediatamente, la inflación -es decir, el alza de los precios- en Uruguay creció del 1,2% (1937) al 4,9% (1938). Posiblemente, dice Ramón Díaz, "el efecto [fue] psicológico, o cultural, de debilitar el apego de los uruguayos a la estabilidad monetaria" (2).
Las devaluaciones del peso por parte de Parlamento continuaron en diciembre de 1959, junio de 1962 y diciembre de 1964. En esta última oportunidad, el contenido de oro del peso se redujo al 3,37% del valor de 1862.
En Bretton Woods (EEUU, 1944), los países victoriosos en la Segunda Guerra Mundial firmaron un acuerdo para que la economía mundial retornase al patrón oro o dólar y se controlase los movimientos de capital, a la vez que creaba el Fondo Monetario Internacional para supervisar dicho cambio. Uruguay ignoró estos acuerdos, que finalmente serían abandonados entre 1971 y 1973.
El aumento de la inflación implicaba el aumento de los productos de primera necesidad. Si los precios no aumentaban, los productos simplemente desaparecían del mercado. El Estado implementó entonces una política de subsistencias, para evitar el desabastecimiento de carnes ovinas, huevos, papas, arroz, leche, azúcar, fideos, harina y grasa. Otro tanto ocurrió con los precios de los alquileres, que el Estado comenzó a deprimir y controlar. Lo mismo con los precios de los bienes de consumo, al crearse el Consejo Nacional de Subsistencias y Contralor de Precios en 1947. Siguieron los salarios, al instituirse los Consejos de Salarios en 1949.
Al triunfar el Partido Nacional en 1958, se impuso la revisión del sistema cambiario. En ese sentido, en diciembre 1959 se aprobó la ley de Reforma Cambiaria y Monetaria que indicaba: (i) El tipo de cambio quedaría determinado por la oferta y la demanda, (ii) En sustitución del sistema del sistema de tipos de cambios múltiples, el gobierno podría fijar aranceles muy altos o conceder subsidios, (iii) Quedaba sin efecto el sistema de cupos de importación.
Sin embargo, desde la entrada en vigencia del nuevo sistema -enero 1960- el Banco república intervino en el mercado comprando y vendiendo dólares, es decir fijando el cambio.
El sistema funcionó bien hasta 1961 -10% de inflación después del 49% de 1959 y 36% de 1960- pero durante el año electoral 1962 se incrementó irresponsablemente el gasto público y se perdió todo lo logrado.
En 1965 se produjo una crisis bancaria y la inflación saltó al 88%. En 1967 -ya con el general Óscar Gestido presidente- la inflación llegó al 136%, en 1968, al 182%. Las exportaciones cayeron y aumentó la agitación social.
En noviembre de 1967, el Ministro Charlone devaluó el peso de $100 a $200 por dólar, en abril de 1968, a $250.
La situación era sumamente peligrosa, por el descontrol social que generaba. Algunos pensadores de izquierda creían que solamente la revolución podría detener el proceso inflacionario. Estaban equivocados.
El 28 de junio de 1968, el gobierno de Jorge Pacheco decretó una congelación de precios y salarios, como parte de las Medidas Prontas de Seguridad, como forma de contribuir a solucionar los problemas de seguridad interior que se estaban gestando.
La medida tuvo un impacto psicológico notable, ya que convenció a todos de que la inflación se controlaría. En la segunda mitad de 1968, la inflación se redujo al 4%, la actividad creció, y los salarios reales subieron. El crecimiento económico, que había sido negativo en 1967 y del 1,6% en 1968, llegó al 5% en 1969 y 1970 (3).
La inflación en 1969 fue del 15%, pero al acercarse nuevamente el año electoral de 1971, el desorden de las cuentas estatales se repitió y en 1972 la inflación volvió a trepar al 95%. Al asumir la administración de Juan María Bordaberry, su Ministro de Hacienda, Francisco Forteza, introdujo en marzo de 1972 el sistema de minidevaluaciones, que sería aplicado durante mucho tiempo. Este sistema, sin embargo, no aportaba una verdadera solución al problema.
Si se quería evitar un nuevo descontrol de la inflación, debería pautarse cuidadosamente el ritmo de las minidevaluaciones, mediante un sistema que anunciase por anticipado, y a un mediano plazo, el valor del dólar. A eso se le denomina técnicamente "sistema cambiario tabular", o en términos vulgares "la tablita del dólar" o "la tablita".
Fue necesario un quiebre institucional para regresar al libre cambio.
II. Después del 27 de junio de 1973. El Ministro Végh Villegas.
A mediados de julio de 1974, el Ministro de Hacienda Moisés Cohen -un defensor del control de cambios- fue sustituido por el Ingeniero Alejandro Végh Villegas, a pedido expreso de Juan María Bordaberry, que quería alguien que sacase al país de la "quietud económica... Quería darle más dinamismo a la gestión", comentó Végh al escritor Alfonso Lessa (4).
Végh había sido asesor del Gobierno de facto brasileño del General Castelo Branco, a comienzo de la década de 1960 y vice Ministro de Economía durante el gobierno de Pacheco Areco.
El 2 de septiembre, Végh envió una nota al Directorio del Banco Central del Uruguay, haciéndole saber "su criterio con relación al funcionamiento del mercado financiero de cambios" (5). Végh, indudablemente, contaba con el apoyo del Gobierno, que le dio libertad absoluta.
En consecuencia, el 24 de septiembre, el Banco Central emitió la Circular No 551, disponiendo, entre otras cosas:
"Las compras y las ventas de moneda extranjera en el Mercado Financiero son libres y sin el requisito de identificación del vendedor y comprador.
"Entiéndese por mercado financiero aquel cuyo tipo de cambio se regula por el libre juego de la oferta y la demanda y a través del cual se canalizan las operaciones de compra y venta de moneda extranjera por parte de los Bancos y Casas Bancarias autorizados a operar en cambios" (6).
Este Decreto terminó definitivamente con el control de cambios en el Uruguay. Nunca más, después de septiembre de 1974, y hasta nuestros días, se volvió a pensar en volver a él.
Escribe el Dr. Ramón Díaz que Végh Villegas había comprendido que "El mercado de cambio extranjero asegura el equilibrio, por tanto la sustitución del mercado por la intervención estatal es inútil, aparte de ser enormemente distorsionante. El equilibrio será estable, naturalmente, si las condiciones en que el mercado opera son consistentes con la estabilidad" (7).
La eliminación del control de cambios contribuyó a la apertura de la economía uruguaya. En 1974, las exportaciones crecieron al ritmo de 7,4% anual (contra un 0,04% entre 1950 y 1974). Las importaciones también aumentaron, al ritmo del 7,3%. Parte de estos crecimientos puede atribuirse, dice Ramón Díaz, "al incremento general de los precios que se hizo sentir en el mundo desde fines de la década de los años sesenta y, sobre todo, a partir de la guerra árabe- israelí de 1973" (8), que Uruguay pudo aprovechar.
El producto Bruto Interno creció al ritmo de 4,4% entre 1974 y 1981, mientras que entre 1950 y 1974 era únicamente del 1,1% (9).
A partir de 1973, Uruguay fue testigo de un período de bonanza económica. El déficit de las cuentas fiscales, que en 1974 era del 5,1% del Producto Bruto Interno, se redujo a 3,8% en 1975, 1,5% en 1976, 0,3% en 1977 y 0,5% en 1978. En 1979 conoció un superávit del 0,9%, y en 1980, del 1,6%. En 1981, volvió a notarse un déficit del 0,6% (10).
La inflación, sin embargo, no cedía: en 1974 era del 52,8% anual. El incremento del precio del dólar, sin embargo era menor, y llegaba al 30,8%, lo que indicaba, según Ramón Díaz "una sobrevaloración del peso... se experimentaba, decíamos «un atraso cambiario»" (11).
En 1976, al ser depuesto Juan María Bordaberry y reemplazado por el Dr. Aparicio Méndez, Végh Villegas renunció a su cargo de Ministro de Economía, siendo reemplazado por el Contador Valentín Arismendi Elgue, antes sub secretario de la cartera.
Végh formó parte del Consejo de Estado, el que abandonó en 1979 debido a sus discrepancias con el Proyecto de Plebiscito Constitucional.
III. El Sistema Tabular o La Tablita
Para combatir la inflación, el equipo económico planteó un sistema activo que consistía en "anunciar los precios de las divisas implícitos en la necesidad de financiar el déficit" (12) del gobierno. Los valores anunciados marcan "el objetivo de inflación del gobierno" (13). De esa manera, se pretendía que la población colaborase activamente en el combate contra la inflación, siguiendo las pautas del gobierno.
El símbolo del sistema tabular eran las tablas de valores, publicadas periódicamente, en las cuales se detallaban los precios a los cuales se comprarían o venderían dólares. El sistema no difería demasiado del método del patrón oro, que había demostrado su valor antes de la Primera Guerra Mundial.
El primer país que introdujo este sistema fue Chile, a comienzos de 1978. El 13 de octubre de este mismo año, el Banco Central del Uruguay adoptó el sistema, debido a las recomendaciones en ese sentido de su presidente, el Contador José Gil Díaz. Dos meses más tarde, Argentina se sumó a la adopción del sistema tabular.
Végh Villegas no estaba de acuerdo con la Tablita.
El sistema de la Tablita, aunque logró contener la inflación, empeoró el atraso cambiario. "El tipo de cambio oficial estaba en $10,80 en junio de 1981"- indica Julio María Sanguinetti, citando un artículo de la revista Essor, de la Cámara de Comercio Francesa de Montevideo- "mientras que -comparado con un tipo de cambio calculado por canasta de países- debía arrojar un resultado de $19,80" (14). Aunque podría pensarse que este atraso favorecía al Uruguay, en realidad lo estaba perjudicando, y mucho: las ventas al exterior de carne y lana quedaban perjudicadas, por lo caro de nuestros productos, que debían ser subsidiados a un costo de US$ 50 millones anuales. Sí es cierto que el atraso cambiario provocó en la sociedad la euforia de la "plata dulce", cuando numerosos uruguayos viajaron al exterior a comprar artículos de lujo con sus dólares baratos.
Pese a ello, comenzó a circular en nuestro país el rumor de que el sistema de la Tablita era inviable.
En marzo de 1981, Argentina abandonó el sistema tabular. Chile hizo lo propio en junio de 1982.
La estabilidad del precio del dólar llevó a muchas empresas a endeudarse en esa moneda. Entonces, algo comenzó a demostrar que las cosas no estaban funcionando tan bien como estaba previsto: el número de concordatos (esto es, los acuerdos que impiden la liquidación final de las empresas, para permitir el pago a sus acreedores) creció de 18 en el año 1980 a 102 en 1981 y a 131 en 1982 (15).
Después de alcanzar un mínimo de 0,7% en el año 1981, el déficit fiscal del Estado Uruguayo se disparó al 12,7% en 1982. Esto fue consecuencia de la caída de la recaudación (24%), provocada tanto por la contracción de la economía como por el aumento del gasto (19%). La deuda pública se duplicó. La deuda externa en 1982 alcanzó los US$ 1600 millones. Las reservas del sistema bancario, que eran de US$ 840 millones en diciembre de 1981, cayeron a US$ 590 millones en marzo de 1982 y en septiembre a US$ 308 millones.
Cada vez había más rumores acerca de la ruptura de la Tablita, y los residentes comenzaron a retirar sus capitales. Ya no había confianza en el equipo económico.
En marzo de 1982, el presidente General ® Gregorio Álvarez fue inquirido por un periodista acerca la posible devaluación del peso uruguayo, que ya era manejada ampliamente por la prensa argentina. "Eso habría que preguntárselo al marciano que inventó la noticia" (16), respondió Álvarez con sorna.
En la Semana de Turismo de 1982 (4 al 11 de abril), Valentín Arismendi y José Gil Díaz viajaron a Washington, EEUU, para intentar obtener un préstamo del Fondo Monetario por US$ 450 millones de dólares, para recomponer las reservas bancarias. El FMI consideró que el proyecto era inviable. Végh Villegas, en ese momento Embajador uruguayo en los EEUU, estuvo de acuerdo con el FMI.
En octubre se vendió parte del oro de las reservas para sostener la Tablita, pero ya era inútil. Arismendi comunicó al Gobierno que debía abandonarse el sistema tabular, para evitar la pérdida total de las reservas.
El 26 de noviembre de 1982, se abandonó el sistema de la Tablita y el peso uruguayo pasó a la libre flotación. De cotizar a $14 por dólar, trepó a $ 33 por dólar al final del año 1982 y a $44 el 7 de enero de 1983. Luego, comenzó a estabilizarse en cerca de $26 por dólar.
Valentín Arismendi renunció ese mismo 26 de noviembre, siendo reemplazado por Walter Aznárez como Ministro de Economía. José Gil Díaz había solicitado licencia unos días antes.
Dos días después, el 28 de noviembre de 1982, se llevaron a cabo las Elecciones Internas de los Partidos Políticos.
Los expertos no se ponen de acuerdo acerca de la fecha exacta del comienzo de la Crisis de la Tablita.
"Para Jorge Roldós, se inició a partir del segundo trimestre de 1981. Para Daniel Vaz, en el primer trimestre de 1982" escribe Ramón Díaz, pero "comenzó sin duda en 1982" (17). Fue en 1982 que cesó el crecimiento de la economía uruguaya, y ésta comenzó a caer, alcanzando un 9,4% del Producto Bruto Interno.
Los bancos, enfrentándose a créditos incobrables, se vieron en una situación desastrosa. El Banco Central adquirió varias carteras incobrables del Banco Comercial, el Pan de Azúcar y la Caja Obrera. Esas carteras serían legadas al gobierno de Julio María Sanguinetti, en marzo de 1985.
IV. Epílogo
El autor considera que así como la insubordinación militar del 9 de febrero de 1973 marcó el verdadero comienzo del Golpe de Estado, la ruptura de la Tablita marcó realmente el final del Gobierno Cívico Militar y la pérdida de poder del General Gregorio Álvarez. El Plebiscito de 1980 marcó el primer paso, quizás, de la apertura, pero el gobierno de Aparicio Méndez continuó tranquilamente después del mismo, y las Fuerzas Armadas eligieron a Álvarez presidente de facto. Pero después de la Crisis de la Tablita, el gobierno perdió el apoyo de la población que conservaba hasta ese momento: el uruguayo quizás podía soportar que le restringieran su libertad para seguir viviendo tranquilo, pero no que le quitaran sus ahorros o sus empresas, o le dejasen endeudado.
El General Álvarez -que siempre había defendido a Valentín Arismendi - frente a la oposición de una parte de las Fuerzas Armadas- ahora se veía desacreditado y con problemas dentro del Ejército, inclusive entre aquellos que le habían apoyado, como el General Abdón Raimúndez.
La verdad, sin embargo, era que el Consejo de Seguridad Nacional (COSENA) había respaldado explícitamente el sistema tabular. El 18 de junio de 1981, las recomendaciones del COSENA confirmaban "la vigencia total de la actual política económica" y destacaban "específicamente, en el marco de la misma, la validez de la actual política cambiaria y fiscal, como instrumentos aptos para defender el equilibrio interno y externo" (18). Álvarez, pues, no era el responsable exclusivo del descalabro, pero sí quien más sufrió sus efectos.
Más adelante, el 13 de diciembre de 1983, el Ingeniero Végh Villegas regresó a Montevideo para hacerse cargo del Ministerio de Economía y poner las finanzas en orden antes de la entrega del gobierno a los candidatos ganadores de las Elecciones nacionales de 1984.
(1) La ley del12 de junio de 1862 estableció exactamente el contenido de oro del peso de plata y del doblón de oro, las dos monedas nacionales en ese entonces. Ver Ramón Díaz, Historia Económica del Uruguay, Taurus - Ediciones Santillana- Fundación Bank Boston; Montevideo; 2003; Página 148 .
(2) Ídem; Pág. 331.
(3) Ídem, Pág. 359.
(4) Alfonso Lessa; La primera orden, Editorial Sudamericana; Montevideo; 2009; Pág. 356.
(5), (6) Ramón Díaz; Op. Cit.; Pág. 408.
(7) Idem; Pág. 409.
(8) Idem; Pág. 412.
(9) Idem; Pág. 413.
(10) Ídem; Pág. 417 y 418.
(11) Ídem; Pág. 418.
(12), (13) Ídem; Pág. 420.
(14) Julio María Sanguinetti; La reconquista, Ediciones Santillana; Montevideo; 2012; Pág. 101.
(15) Ramón Díaz; Op. Cit.; Pág. 433.
(16) Julio María Sanguinetti, Op. Cit.; Pág. 102.
(17) Ramón Díaz; Op. Cit.; Pág. 436 y 437.
(18) Alfonso Lessa; Op. Cit.; Pág. 90.
Los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla. - Marco Tulio Cicerón