• ¡Bienvenidos a los Foros de Uruguay Militaria!
  • Por favor registrese para comentar y participar.
  • .
¡Hola, Invitado! Iniciar sesión Regístrate


Calificación:
  • 4 voto(s) - 2 Media
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
General Jose Gervasio Artigas Arnal
#11
Aniversario del ingreso de Jose Artigas al Cuerpo Veterano de Blandengues de la Frontera de Montevideo

[Imagen: 260px-Caballeria_uniforme_siglo_XIX.jpg]

*Artigas en Maldonado*
Nuestro Prócer integra el grupo inicial del Cuerpo de Blandengues de la Banda Oriental, o dicho de otra manera, de la Frontera Militar de Montevideo. Ocupa el décimo segundo lugar en la lista de la Revista, primera en el tiempo, que se confecciona en Maldonado. En total son veinticuatro los soldados alistados en el lapso que corre desde el 16 de febrero al 15 de marzo de 1797.
Luce allí su nombre completo: José Gervasio Artigas. Segundo de pila que por esos años solía Artigas estamparlo también al firmar.

Su ingreso lleva por fecha la del 10 de marzo de 1797. Lo verifica con calidad de Soldado y aunque revista como tal constituye extremo que requiere aclaración.

Artigas, "ejecutor primero"
Don Luis Enrique Azarola Gil, uno de los más sagaces e intuitivo historiador uruguayo, dice refiriéndose a Artigas en el instante de su ingreso a Blandengues:
"El 10 de marzo un hombre de acción, joven aún, conocedor profundo del territorio y de la modalidad de su tiempo, recibió la misión de salir a campaña y buscar los primeros elementos para constituir el nuevo Regimiento".
Según expresa el erudito historiador, Artigas está en Maldonado el 10 de marzo de 1797 en razón de haber recibido un importante cometido tal cual era el de "salir a la campaña y buscar los primeros elementos para constituir el nuevo Regimiento".

Según la lista de Revista precitada, es indudable que Artigas toma ese día en la ciudad fernandina Estado Militar.
Extraído del libro "Artigas y Maldonado" de la Dra. Florencia Fajardo Terán. Maldonado, 1990.
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
Reply
#12
[Imagen: images?q=tbn:ANd9GcR2E56Es5DgfSeSuVrWOlM...8hnUP-QZnw]

Esta hermosa historia sucedió en el Montevideo antiguo de las aguadas subterráneas y los misterios más allá de la Plaza:
Una tarde fría de junio, hace tanto tiempo que ya se marchitaron los recuerdos, en esta ciudad que entonces era apenas un caserío asomado al mar, vivía una familia venida de España.
Sobre las piedras de la cuchilla que termina en el agua, habían levantado, junto a sus vecinos, una fuerte casa de piedra, capaz de soportar lluvia y viento; que la sudestada era entonces tan brava como ahora.
Fue en la esquina de San Luis y San Benito, nombres católicos para calles de un poblado de aquella época, en que nuestra Iglesia fijaba los días al paso de su hermosa Liturgia.

¿Saben dónde quedaba este sitio? Es en las esquinas tan montevideanas de las actuales calles Piedras y Cerrito, donde aún pueden ver la placa que conmemora estos hechos.
Esa tarde era lluviosa, propia de esta época del año y el barro y el frío hacían aún más difícil transitar por la ciudad.

En el interior de aquella casona, todos estaban en expectantes preparativos:
Es que justo ahora, a pesar de la lluvia y el frío, un niño estaba a punto de llegar al mundo.
Entonces como hoy, un nacimiento en la familia alteraba toda la rutina.
La servidumbre corría de aquí para allá bajo las órdenes de doña María, la dueña de casa, cuyo esposo, don Felipe Pascual conversaba mansamente con su consuegro don Juan Antonio Artigas.
Don Felipe y Doña María compartían su casa con su hija Francisca y el esposo de ésta, don Martín José Artigas.
La pareja era ya baqueana en estas lides; ya tenían tres hijos de su matrimonio y de ahí la tranquilidad de los abuelos.

Ignacia Javiera Carrasco, la esposa de Don Juan Artigas, corría pareja con su consuegra en el asunto de los preparativos.
El vapor del agua caliente, el despliegue de sábanas perfumadas de lavanda y la charla ansiosa de las asistentes, era lo que marcaba la inminencia del parto.
Y así fue y nuestro pequeño llegó al mundo para alegría de padres hermanos y abuelos.
Estos críos y los que tuvieran en adelante, eran las primeras ramas de la familia brotadas en tierra americana. 
El futuro les pertenecía y ese futuro, nuestro pasado, les tenía reservado cosas grandiosas.

Especialmente a José Gervasio, que es quien aquella tarde haría oír su potente protesta al salir del confortable seno materno al cruento clima Oriental.
Esa tarde inclemente nació nuestro Héroe Nacional, el General Don José Gervasio Artigas y comenzó su vida que sería tan azarosa y sufrida como lo fueron aquellos días de tormenta de su nacimiento.
Es el Padre de nuestra Patria y para defender sus ideales republicano-federales, ningún esfuerzo le pareció demasiado. Entregó su vida a la causa de la Libertad y la Igualdad de todos sus semejantes, teniendo como tal a toda la raza humana.

Fiel desde el principio al ideario cristiano, vivió aquellos años turbulentos y encabezando las huestes de sus Orientales, plantó en nuestra tierra la semilla de la Libertad.
En Las Piedras, cerca de Montevideo, condujo la primera victoria militar contra el dominio español, en la célebre batalla que hoy conocemos con el nombre del lugar en que se desarrolló: la Batalla de Las Piedras.
Vivió las jornadas heroicas del Éxodo del Pueblo Oriental, en las que los Orientales tomaron conciencia de ser tales y prefirieron perder todas sus posesiones materiales pero seguir al Caudillo con el cual aprendieron a soñar con la libertad de sus opresores extranjeros.

Al final, derrotado por la infamia de los traidores, luchando contra tres ejércitos, se internó en el Paraguay para vivir sus años postreros entre sus vecinos más pobres, a los que supo auxiliar hasta el final. 
Vivió respetado y apreciado por los gobernantes paraguayos y muy querido por el pueblo simple de su vecindario: lo llamaban “Caraí Guazú, Caraí bae porá” “Un gran Señor, un Señor muy Bueno”…
Queridos nietos Orientales: Artigas es el Padre de la Patria. Así comienza un Himno que antaño se cantaba en las Escuelas: “El Padre nuestro Artigas, Señor de nuestra tierra….”

Nació un 19 de junio de hace muchísimos años en suelo montevideano entonces parte del Reino de España. Luchó bravíamente y sus ideas triunfaron finalmente y forman la base de nuestra sociedad e incluso de la argentina.
Como Padre de la Patria, de la que decimos que es como nuestra madre, es el Abuelo de todos nosotros.
Por eso el 19 de junio se celebra el día de los abuelos. ¿Cabe mejor recordatorio para los que lo somos que tener como nuestro día el de su nacimiento?

Recuerden a Artigas ese día en particular cuando sus abuelos los estrechen entre sus brazos. 
Hagan lo mismo al expresar la promesa a la Bandera, que se cumple también esta fecha: Él, que en su vejez enseñó los dulces misterios del Evangelio a los niños de Curuguaty, seguramente sonreirá en el Cielo al ver a sus pequeños descendientes prometer valientemente la defensa de su Patria, con sus mismos ideales.
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
Reply
#13
Hombre de misa, rosario, catequista, embebido de franciscanismo

[Imagen: José-Gervasio-Artigas-e1452544547782.jpg]

Publicado en 11 enero, 2016 Vida Cultural

Precisiones en torno a la religiosidad de Artigas
Fuente: Boletín de CEDIDOSC (dic. 2015) por Mario Cayota

Recientemente, en instancias públicas, y refiriéndose a nuestro Prócer, se ha afirmado que “las manifestaciones de religiosidad de Artigas eran propias de los hombres de su época”. La afirmación tiende evidentemente a relativizar su religiosidad, quitándole importancia a la misma. Habiendo estudiado en profundidad la vida e ideario del “Protector de los Pueblos Libres”, discrepamos radicalmente con la afirmación que comentamos y nos vemos obligados a formular las precisiones que haremos a continuación. [Los subtítulos han sido introducidos por Entre Todos.]
Hombre de misa, rosario, y catequista

Poco sabemos de las vivencias religiosas de Artigas en su vida agreste y durante su período revolucionario, salvo que asistía a misa con su ejército todos los domingos mientras vivió en Villa Purificación. No obstante, sí sabemos, que durante los años que morara en Paraguay, rezaba el rosario diariamente con los pobladores del lugar, que enseñaba el catecismo y que asistía a la misa dominical en la Iglesia de la Recoleta.

También sabemos que mientras le fuera asignada por parte del Doctor Francia su pensión, repartía ésta entre los pobres, un gesto eminentemente de solidaridad cristiana. Estos hechos, se encuentran avalados por numerosos testimonios irrefutables, entre los que se incluyen los de su propio hijo José María cuando lo visitara. A ello puede agregarse los detalles de su cristiana muerte. Estos testimonios resultan inobjetables examinados a la luz de los más exigentes criterios de la crítica historiográfica. Y ello, aun cuando ciertas biografías escritas en relación a su exilio en Paraguay lo silencien…

Vida afectiva, pero…
Si comparamos las prácticas religiosas de Artigas con la conducta en la región de otras figuras históricas a él contemporáneas, se constata que en la mayoría de los casos, éstas no coinciden con el proceder del Prócer. Las de “Don José” no “eran tan propias de los hombres de su época”.
Es cierto que en su azarosa peripecia existencial, su vida afectiva no se ajustó a derecho, pero ello sí era desgraciadamente algo común en los héroes conocidos. Así, por ejemplo, el emperador Carlomagno, considerado unánimemente como gran protector de la Iglesia y hombre sumamente religioso, no fue en esto nada ejemplar. Tampoco, en el caso de la destacada figura de Juan José de Urquiza en Entre Ríos, que tanto se preocupara por la reorganización de la Iglesia argentina, y que tantos templos levantara a costa de su propio peculio.

Pero volviendo al comentario que provocara estas reflexiones, sería un grave error, aun cuando resulte importante, analizar la religiosidad de Artigas ateniéndose para ello sólo al examen de sus “ejercicios de piedad”. La religiosidad del Prócer debe analizarse en un contexto de mayor amplitud y profundidad.

Los Artigas y la familia franciscana
En este sentido, ha de examinarse el ámbito familiar donde creció “Don José”. Sus abuelos, tanto paternos como maternos, eran terciarios franciscanos. También sus progenitores; su padre, que ocupara importantes cargos en el Cabildo de Montevideo, era asimismo el “limosnero mayor” de la Orden Tercera Franciscana, y su abuela, era una activa integrante de la Orden.

Todo esto se encuentra perfectamente documentado, pero además atestiguado por tradición familiar. Esto último lo conocemos, ya que junto a los testimonios escritos, —declarados por el gobierno uruguayo “Patrimonio Histórico”—, porque su abuela materna era por sus primeras nupcias, abuela de la tatarabuela del que esto escribe. La cercanía de la familia de los Artigas a los franciscanos, le confiere a esta familia un perfil específico no común.

La vinculación del Prócer con los franciscanos resulta asimismo indiscutible. Recuérdese la expulsión de los frailes franciscanos, por su apoyo al artiguismo, después de la Batalla de Las Piedras. De los nueve religiosos expulsados, siete habían enseñado en la Universidad de Córdoba. Si a esto se agrega que el secretario y consejero del Prócer era su primo, el franciscano José Benito Monterroso, la ubicación de en qué ámbito doctrinario de su época se situaba el Caudillo, se vuelve de una claridad palmaria.

El mito masónico y laicista
¡Se ha pretendido vincular a Artigas con la masonería y hasta con el laicismo! Hemos escrito dos libros en que con mucho respeto pero también con firmeza, refutamos este infundado aserto. En el primero: “Artigas y su derrota. ¿Frustración o desafío?”; en el segundo: “José Benito Monterroso. El inicuo destierro de un ciudadano ilustre”. Ninguna de estas publicaciones, en sus documentos y afirmaciones ha sido impugnado por nadie, y conste que el primero ha tenido tres ediciones con muchos ejemplares y consta de más de 700 páginas impresas… Hasta el día de hoy esperamos un debate franco y fraterno sobre estos libros…

Obviamente que como se comprenderá, no es posible insertar en este artículo los numerosos documentos que evidencian la matriz cristiana del ideario artiguista. Para conocerlos cabalmente, nos permitimos aconsejar al lector, consultar los libros ya mencionados. En ellos hacemos un examen exhaustivo de las políticas y providencias adoptadas por Artigas durante su gobierno en Villa Purificación. Particularmente en las reiteradas medidas adoptadas a favor de los pobres, —los conocidos “infelices” y donde se explicitan claros valores cristianos—, oficios redactados todos de puño y letra de Monterroso, al cual en nuestras publicaciones reivindicamos de la calumnia y olvido que contra él se urdieran.

Sintonía entre Artigas y el clero
Como si todo lo expresado fuera poco, piénsese en el apoyo que el proyecto artiguista recibiera de casi la mayoría del clero de la época, incluyendo a destacados sacerdotes españoles que con él se identificaran. Asimismo, la diligente atención y apoyo que el Prócer le brindara al Clero para el desenvolvimiento de una eficaz acción pastoral. Reiteramos que en nuestros libros trascribimos numerosos documentos referidos a este punto, así como corregimos la torcida interpretación que cierta historiografía lleva a cabo en relación a un determinado oficio artiguista.

No podemos finalizar estas reflexiones sin dejar de recordar al gran caudillo guaraní, Andresito Guacararí, —que fuera tan ferviente cristiano como artiguista—, y que será acompañado por su secretario y amigo, el fraile franciscano Fray José Acevedo, que con posterioridad a la derrota del artiguismo, fuera propuesto por Urquiza como primer obispo de la diócesis de Paraná y aceptado así por la Santa Sede; cargo que no pudiera ocupar al fallecer; fraile franciscano por otra parte, amigo del secretario de Artigas, José Benito Monterroso.

Las fuentes cristianas del ideario de Artigas
Volvemos a lo ya expresado. Es un error muy grave juzgar la religiosidad de Artigas sobre la base exclusiva de sus “actos de piedad”; que además los tuvo. Pero para abarcar en su totalidad la religiosidad del Prócer ha de estudiarse su ideario que sobre todo en su período de gobierno en Purificación no está inspirado como en ocasiones suele decirse, en la ideología liberal, sino en vigorosas corrientes cristianas, que si no se investigan y se trabajan, hace que se presente un Artigas amputado.

Como lo hemos evidenciado en nuestros libros, y con documentos a la vista, junto con la posible influencia de otras corrientes, el artiguismo se nutre por influencia de los frailes a él cercanos, de antiguos movimientos religiosos que nada tienen que ver con las ideologías del siglo XVIII y XIX. Obviamente que para descubrirlo, deben investigarse antiguos archivos y repositorios, que no suelen transitar los historiadores agnósticos.

La verdad sinfónica y el cerco laicista
Precisamente, no por espíritu sectario, sino por amor a la verdad, la visión señalada no puede ser soslayada. Bien está que, —si se quiere, aduciéndose espíritu plural—, se dé un espacio a otras visiones en encuentros públicos significativos. Pero lo que no está bien es acallar y excluir otras perspectivas.
Como afirmaba, —en frase para nosotros predilecta—, Von Balthasar, “la verdad es sinfónica”, y en el caso que nos ocupa, una de sus voces ha sido acallada.

No pretendemos en este punto sostener verdades apodícticas. Con referencia a mis afirmaciones me atengo a lo que pedía San Agustín: “que el lector me advierta donde descubra un error”. En lo que a mí respecta, estoy dispuesto a dejarme convencer con razones, pero es preciso que se me den.

Cuando se profundiza en las ya mencionadas corrientes, se evidencia el vínculo y gravitación que en el ideario artiguista y en su religiosidad ellas tuvieron. Lamentablemente los límites de la cultura laicista uruguaya conspiran para poder acceder a ellas. Aspiramos a que por lo menos en los ámbitos universitarios cristianos se analizara y profundizara sobre la existencia de estas corrientes.

El silenciamiento
Confesamos que nos resulta muy doloroso la afirmación que sobre el artiguismo se ha hecho en un ámbito privilegiado y tan promovido públicamente, silenciándose a su vez a una corriente historiográfica que fundamenta su visión con un trabajo de largos años.
Los lectores comprenderán que ante el olvido y la distorsión de los hechos que comentamos, no podíamos a su vez nosotros, guardar silencio. Como diría Aristóteles, cuando debió criticar al autor de los “Diálogos”: “soy amigo de Platón, pero más de la verdad”.

Publicado en el Quincenario Arquidiocesano “Entre Todos” Nro. 369
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
Reply
#14
Hoy conmemoramos un nuevo aniversario del pase a la eternidad de nuestro heroe nacional, el general Jose Gervasio Artigas



“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
Reply
#15
JEFE DE LOS ORIENTALES

[Imagen: cfdfref.bmp]

Hoy es el Día de la Orientalidad. Cuando los jefes divisionarios, depositarios naturales de la soberanía particular de los pueblos, proclamaron al coronel Artigas General en Jefe para el orden militar que necesitaban.

Aquel 10 de octubre de 1811 en el cuartel general del Ejército, en la Paraguaya. Jefe de los orientales o de la Banda Oriental, el general en jefe es el caudillo. 
Es la toma de conciencia de ser una unidad de destino y una comunidad política como Estado germinal. La Provincia Oriental Autónoma. 
Salve mi General! 

Y salud al Ejército Oriental unido por sus jefes, y que como institución natural, en todo tiempo crucial es el fundamento de la soberanía.
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
Reply
#16
23 de octubre de 1811




Fecha en la que se inicia el Exodo del Pueblo Oriental

Solamente con la dignidad como escudo y el jefe a la cabeza guiandolos, nacia, sin tierra pero con conciencia la nacion de los orientales en el momento mas sublime de nuestra identidad!!



En cuanto a la efemerides, desde el punto de vista militar, la primera y más grande demostración de logística de nuestros soldados.




[Imagen: 44679959_1619857901452630_70818658065097...e=5C85661F]
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
Reply
#17
La proclama libertadora de Artigas en Mercedes

11 de abril de 1811



 
Ya en Mercedes, Artigas emite una Proclama al Ejército de la Banda Oriental. Esta fue publicada en la Gazeta de Buenos Aires el jueves 8 de mayo de 1811.
 
"Leales y esforzados compatriotas de la Banda Oriental del Río de la Plata: vuestro heroyco entusiasmado patriotismo ocupa el primar lugar en las elevadas atenciones de la Excma. Junta de Buenos Ayres, que tan dignamente nos regenta."
 
"Esta, movida del alto concepto de vuestra felicidad, os dirige todos los auxilios necesarios para perfeccionar la grande obra que habéis empezado: y que continuando con la heroycidad, que es análoga a vuestros honrados sentimientos, exterminéis a esos genios díscolos opresores do nuestro suelo, y refractarios de los derechos de vuestra respetable sociedad. Dineros, municiones, y tres mil patriotas aguerridos son los primeros socorros con que la Excelentísima Junta os da una prueba nada equívoca del interés que torna en vuestra prosperidad: esto lo tenéis a la vista, desmintiendo las fabulosas expresiones con que os habla el fatuo Elío, en su proclama de 20 de marzo. Nada más doloroso a su vista, y a la de todos sus facciosos, que el ver marchas (con pasos magestuosos) esta legión de valientes patriotas, que acompañados con vosotros van á disipar sus ambiciosos proyectos: y á sacar a sus hermanos de la opresión en que gimen, bajo la tiranía de su despótico gobierno."
 
"Para conseguir el feliz éxito, y la deseada felicidad a que aspiramos, os recomiendo á nombre de la Excelentísima Junta vuestra protectora, y en el de nuestro amado jefe, una unión fraternal, y ciego obedecimiento á las superiores órdenes de los jefes, que os vienen a preparar laureles inmortales. Unión caros compatriotas, y estad seguros de la victoria. He convocado á todos los patriotas caracterizados de la campaña; y todos, todos se ofrecen con sus personas y bienes, a contribuir a la defensa de nuestra justa causa."
 
"A la empresa compatriotas, que el triunfo es nuestro: vencer ó morir sea nuestra cifra; y tiemblen, tiemblen esos tiranos de haber excitado vuestro enojo, sin advertir que los americanos del sud, están dispuestos a defender su patria; y a morir antes con honor, que vivir con ignominia en afrentoso cautiverio."
 
"Cuartel General de Mercedes. 11 de abril de 1811.
José Artigas."
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
Reply
#18
En busca del legado de José Artigas
Este 19 de junio se cumplen 255 años desde el nacimiento de José Gervasio Artigas en la Ciudad Vieja de Montevideo en el año 1764.


MARIANA MALEK
Miércoles, 19 Junio 2019 04:00
[Imagen: 5d09667363a81.jpeg]

Retrato de José Gervasio Artigas. Foto: Archivo


El 19 de junio de hace 255 años nacía José Gervasio Artigas, prócer de la patria uruguaya. Sin embargo, más allá del legado histórico, el líder de los orientales dejó poco patrimonio personal: una pieza de su casa natal, solo un retrato hecho en vida, algunas cartas y un predio que está muy cerca de ser expropiado por iniciativa del Municipio B.

En Montevideo, en la esquina de Cerrito y Colón, en la Ciudad Vieja, una placa conmemora el lugar donde nació y pasó su niñez. No obstante, no se conserva nada de la construcción original; solo se sabe que allí estuvo la casa. 

“Es simplemente una huella, es un terreno donde alguna vez hubo algo”, puntualizó la historiadora Ana Ribeiro

La casa, construida en ese predio, estuvo en el centro de la polémica desde que fue puesta a la venta. Hoy está en proceso de expropiación estatal. El alcalde del Municipio B, Carlos Varela, aseguró: “El compromiso que asumimos el pasado 19 de junio sigue en pie y el proceso de expropiación está pasando todos los pasos correspondientes. Esperamos que el próximo 19 de junio ya sea un espacio de interpretación del ideario artiguista”.

En tanto, donde estuvo el campamento de Purificación, donde Artigas estableció su cuartel general en 1815, no quedan edificaciones. A algunos kilómetros se encuentra la meseta de Artigas con su monumento histórico nacional que fue el segundo que se construyó en su honor en el año 1899. 

“En Purificación no hay nada de la época. Se pueden encontrar algunos restos arqueológicos como puntas de lanza del período, pero no restos de construcción. Lo que se hizo allí mucho tiempo después del pasaje de Artigas fue una estancia”, destacó Ribeiro.

La única edificación que continúa en pie y donde sí vivió el prócer es la casa de Sauce, en Canelones. “En la ciudad de Sauce hay restos de la casona de los Artigas. Ese espacio fue convertido en museo y le han puesto como una especie de carcasa que protege una piecita que era la casa. Allí pasó gran parte de su infancia Artigas”, señaló .

En la casa se encuentra una colección permanente que rescata el legado artiguista; allí se realizan visitas guiadas y talleres a grupos turísticos y educativos de manera gratuita. Hoy, con motivo del natalicio del prócer, se realizarán una serie de actividades desde temprano en la mañana: se izarán las banderas, se presentará la Guardia de Honor a cargo del Regimiento de Blandengues de Artigas y se colocarán ofrendas florales. Además, los niños de primero de escuela y primero de liceo prometerán y jurarán la bandera como en todas las escuelas y liceos del Uruguay.


El legado documental.
Los restos del caudillo, fallecido el 23 de setiembre de 1850 a los 86 años en Paraguay descansan en el mausoleo que se encuentra debajo de la Plaza Independencia en Montevideo custodiada por una guardia permanente de Blandengues. Sin embargo, la urna original de lata donde se trajeron los restos desde Asunción (Paraguay) se encuentra en el Museo Casa Rivera

En tanto, el legado artístico uruguayo cuenta con numerosos retratos del prócer. El artista Juan Manuel Blanes se encargó de realizar los más populares como el óleo Artigas en la Ciudadela de 1886, que está muy presente en el imaginario colectivo. En tanto, el retrato Artigas en Paraguay (1863) de Eduardo Carbajal es uno de los primero que se realizaron sobre su figura.

[Imagen: 5d0964d2ef46f.jpeg]
José Gervasio Artigas. Foto. Wikipedia

“El único contemporáneo fue un retrato tomado al natural con él todavía vivo. Es un retrato del médico francés de Alfred Demersay, que fue publicado en un álbum en París y luego se reprodujo”, explicó Ribeiro. En él se ve a un Artigas ya anciano, de perfil, con poncho y bastón. 

El principal legado que llega al presente son las cartas que que se conservan en el Archivo General de la Nación. 

“Son editas, lo que quiere decir que se transcribieron y se editaron; no es documentación privada ni secreta y hay miles de carta escritas y firmadas por Artigas”, aseguró la historiadora. 

Entre las piezas más destacadas de la colección están las “Instrucciones del año XIII”, el “Reglamento de tierras”, el discurso inaugural del Congreso de Tres Cruces o la carta que el prócer le escribió a su hijo Manuel al encontrarse derrotado y yéndose al exilio en Paraguay.


El legado político.
La partida de Artigas a Paraguay y su negativa a regresar antes de morir muchas veces pone en duda si se lo debe considerar como el héroe de la patria. Sin embargo, Ribeiro dio la razón: “Uruguay no era lo que él buscaba, pero tampoco quería el Virreinato, la monarquía o estar bajo el dominio de Buenos Aires. Entonces esto fue lo que más o menos se parecía a lo que él esperaba”, subrayó. Y añadió: “Somos una consecuencia de las cosas que él hizo políticamente aunque quizás no quería exactamente eso”, concluyó la historiadora.
La larga vida del prócer de Uruguay
José Gervasio Artigas nació el 19 de junio de 1764 en la casa de sus abuelos, en lo que era el Virreinato del Perú. Durante su niñez fue educado por los curas franciscanos y vivió mucho tiempo en el campo de su familia, en la zona que hoy es Sauce, del departamento de Canelones. Se vinculó con los indígenas de la zona y aprendió las tareas de campo. Se unió al cuerpo de Blandengues y renunció para unirse a la revolución que se gestó en Buenos Aires. Luego lideró al pueblo oriental en las distintas batallas y fue el ideólogo de la Liga Federal. Gobernó tras expulsar a los españoles; más adelante fue derrotado por los portugueses. Se exilió en Paraguay, donde murió en 1850.

Figura local y regional de la independencia
Desde que en 1811, Artigas se puso al servicio de la Revolución de Mayo en Buenos Aires, se convirtió en un líder nato. Su primera gran victoria fue la Batalla de Las Piedras, que se conmemora cada año el 18 de mayo. Luego del sitio de Montevideo y la paz de octubre, dirigió al pueblo oriental revolucionario en el éxodo. Más tarde, lideró el Congreso de Tres Cruces donde se elaboraron las Instrucciones del año XIII y se estableció lo que sería la Liga Federal, que incluía las hoy provincias argentinas de Entre Ríos, Misiones, Corrientes y Santa Fe, además de la Banda Oriental. Fue el ideólogo detrás del Reglamento de tierras. Fue un pensador diferente en su época.
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
Reply
#19
 Artigas y las invasiones inglesas 

[Imagen: 20080605klphishar_2_Ges_SCO.png]

Artigas prestó también importantes servicios durante las invasiones inglesas, tanto en la Banda Oriental como en la reconquista de Buenos Aires. Acerca de la participación que le cupo en este último suceso, él mismo se encarga de relatarlo en la siguiente exposición, que consta en el "Expediente de servicios del vecindario de Montevideo en la guerra contra los ingleses", existente en el Archivo General de la Nación:

"Don José Artigas, Ayudante Mayor del Cuerpo Veterano de Blandengues de la Frontera de esta plaza, del que es primer Comandante el Sargento Mayor don Cayetano Ramírez de Arellano: certifico que hallándome enfermo en esta plaza, supe que se preparaba en ella, de sus tropas y vecindario, una expedición a las órdenes del Capitán de Navío don Santiago Liniers, actualmente virrey de estas provincias, para reconquistar del poder de los enemigos la capital de Buenos Aires, con cuyo motivo me presenté al señor gobernador don Pascual Ruiz Huidobro, a efecto de que me permitiese ser uno de los de dicha expedición, ya que no podía ir con el cuerpo del que dependo, por hallarse éste, en aquella época, cubriendo los varios puntos de la campaña, lo que se sirvió concederme dicho señor, ordenándome quedase yo en esta ciudad (como lo verifiqué), para conducir por tierra un pliego para el citado don Santiago Liniers, destinándome después este señor al Ejército nuestro, que se hallaba en los Corrales de Miserere, desde donde pasamos a atacar el Retiro, en donde advertimos que la tropa, milicias y demás gente de que se componía la citada expedición y a un número de aquel pueblo, que se juntó a ella en aquel paraje, se portaron con el mayor espíritu y valor."
"Rendidos los enemigos a discreción, regresé desde aquélla a esta plaza con la noticia, por ser la comisión a que me dirigía por el nombrado señor gobernador, que es cuanto puedo decir bajo mi palabra de honor, en obsequio de la verdad y de la justicia."

"Montevideo, 10 de julio de 1806.
José Artigas"


Ruiz Huidobro amplía estos datos en el decreto que sigue:
"El Ayudante Mayor de Blandengues don José Artigas acaba de regresar de Buenos Aires en una comisión interesante del real servicio en que fue destinado por mí, y en la que estuvo por perecer en el río, por haber naufragado el bote que lo conducía, en cuyo caso perdió la maleta de su ropa de uso, apero, poncho y cuanto traía; por cuya pérdida y los gastos que le ha ocasionado la misma comisión, estimo de justicia se le abone por esta Real Tesorería del cargo de usted, trescientos pesos corrientes, y se lo aviso para su debido cumplimiento a la mayor brevedad. Dios guarde a usted muchos años."
"Montevideo, 15 de agosto de 1806.
Pascual Ruiz Huidobro"


Como Popham, a pesar de la ruda lección que acababan de recibir en la ex Capital del Virreinato, no quiso desistir en la empresa de proseguir bloqueando las costas orientales, el Gobierno de Montevideo dispuso que el cuerpo en que servía Artigas regresase inmediatamente a Maldonado para contribuir a la observación del enemigo y a la defensa de la plaza en caso de ser atacada por los buques de la escuadra inglesa.

Enseguida de su arribo, Ramírez de Arellano fue destacado a Punta Carretas, para observar desde allí a los invasores, que desde el 29 de octubre se habían apoderado de Maldonado, En ese punto permaneció hasta el 16 de enero de 1807, cuando los británicos hicieron su aparición a la altura de la playa del Buceo. 
De lo ocurrido seguidamente y después, dice Ramírez de Arellano en los siguientes párrafos, de un informe expedido por él, el 24 de febrero de 1807:
"En la tarde del mismo día nos reunimos a las tropas que salieron de la plaza a las órdenes del señor virrey, y desde el saladero que llaman de Magariño se empezó a hacer fuego de cañón a los enemigos, con lo que se contuvieron sin pasar adelante; pero habiéndose retirado nuestra tropa de infantería y dragones a un saladero de la costa, me posicioné, para observar a los enemigos, e inmediato a ellos, en el saladero de Zamora, desde donde salían partidas de observación, hasta el diecinueve al amanecer, en que los enemigos emprendieron su marcha para esta plaza, e inmediatamente salí con toda mi tropa y la de los regimientos de milicias de Córdoba y Paraguay, con cuatro cañones, para contener al enemigo, que traía fuerzas muy superiores, y a pesar de ser las nuestras tan reducidas, se emprendió el fuego de una y otra parte, llegando al extremo de atacarnos con bayoneta, por cuya razón se dispersó nuestra tropa, quedando entre muertos y heridos de los de mi cuerpo, de veinte a veinticuatro hombres, y nos retiramos al matadero de Silva, donde se hallaba toda la tropa de la plaza con el señor virrey, con quien nos reunimos y fuimos atacados por los enemigos.

No pudiendo resistirlos, se mandó retirarnos con dirección a la plaza, siguiéndonos el enemigo con sus fuegos de artillería y fusilería, que cesó luego que avanzaron y posesionaron del paraje que llaman el Cristo, y nuestro ejército quedó a la inmediación del Miguelete, hasta que en la tarde del mismo día nos retiramos a la plaza, de donde salimos el siguiente día veinte por la mañana, en busca de los enemigos que se hallaban emboscados en las quintas, casas y cercos del Cordón, por lo que no pudieron ser vistos de nuestras avanzadas, causa porque nos cercaron con sus fuegos de cañón y fusil, por derecha, izquierda y frente, en parajes ventajosos, que nos derrotaron y desunieron, obligando a todo nuestro ejército a la retirada con mucho desorden, por no poder resistir a tan superiores fuerzas, quedando muertos en aquella acción como unos treinta hombres de mi cuerpo, varios heridos y algunos prisioneros."

"Retirados ya a esta plaza se mantuvo las tropas todas las noches y algunos días en la muralla, sufriendo el más vigoroso fuego de mar y de tierra, que hacía el enemigo sin intermisión de día y de noche, hasta que habiéndose aproximado como a medio tiro de cañón de la plaza, empezó a batirla en brecha aunque consiguió abrir en el portón de San Juan, continuando su fuego hasta las tres de la mañana del día tres de febrero del citado ochocientos siete, que avanzó el enemigo forzando la brecha y atacando dentro de la plaza por derecha e izquierda, a fuego y bayoneta, en cuya acción hubo de mi cuerpo bastante número de muertos y heridos, el cual no se puede expresar con certeza, porque se ignora de los prisioneros que llevaron a Londres, excepto algunos que pudieron fugar y otros que los desembarcaron en esta plaza por enfermos."

"En esta acción y en las demás que tuvieron nuestras tropas y todo el vecindario de esta ciudad, a pesar de su escaso número y tan superior el del enemigo, hizo la más vigorosa y obstinada defensa en todos los puntos a que fueron destinados, sacrificando sus vidas e intereses, como es público y notorio, por la religión, el rey y la patria, obrando con el mayor honor, y en cuyo obsequio murieron muchos en acciones, quedando otros inútiles, por haber perdido brazos, piernas y otras heridas incurables."

"Del citado mi cuerpo, concurrieron a las acciones conmigo, los capitanes don Bartolomé Riego, don Carlos Maciel, don Felipe Cardozo, el Ayudante Mayor don José Artigas, los alféreces don Pedro Martínez, don José Manuel de Victorica y los cadetes don Juan Corbera, graduado de alférez, don Roque Gómez de la Fuente, don Prudencio Zufriategui y don Juan Manuel Pagola, que murió la noche del ataque, habiéndose portado todos con el mayor enardecimiento, sin perdonar instante de fatiga, animando a la tropa, sin embargo de que no lo necesitaba por el ardor con que se arrojaban al fuego de los enemigos."

[Imagen: 440px-CombateCordon1.jpg]
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
Reply
#20
El artiguismo en Córdoba.

[Imagen: Espada-de-Artigas-con-dibujo-de-Pedro-Gr...x700_c.jpg]
Espada obsequiada a Artigas por el gobierno de Cordoba

El artiguismo, nacido de la justa resistencia de la Banda Oriental a las pretensiones hegemónicas porteñas y de añejas rivalidades de puertos, y puesto a punto en las célebres “Instrucciones del Año XIII”, tuvo largas resonancias en Córdoba. Aparece ya en 1812 por “vía postal”, diremos así; alcanza su expresión más jacobina con Juan Pablo Bulnes en 1815/17; llega al gobierno de la provincia con la magistratura ejemplar del Brigadier Juan Bautista Bustos; y suena aún con ecos nostálgicos en los viejos artiguistas que acompañan al manco Paz en su aventura de 1830 y su gestión posterior.

La primera aparición, como dijimos en 1812, se debe a la actividad del comandante Felipe Santiago Cardoso, amigo y confidente de Artigas, partidario de las doctrinas similares de Mariano Moreno y diputado por Canelones a la Asamblea Constituyente de año siguiente. Artigas, puesto en guardia ya contra el gobierno centralista de Buenos Aires a partir del convenio del 21 de octubre de 1811 (que entregó la Banda Oriental y el Entre Ríos al virrey Francisco Javier de Elío y causó el éxodo del Pueblo Oriental), había comenzado a buscar aliados en las regiones del litoral y el interior que también empezaban ya a sufrir la temprana política hegemónica del Puerto. 

Despacha así al Paraguay, en diciembre, al capitán Juan Francisco Arias, instituido con el “interesante objeto” de coordinar con los paraguayos el establecimiento de un sistema confederal; al mismo tiempo, escribe al joven caudillo santafesino Mariano Vera en el mismo sentido federalista. 
En cuanto a Córdoba, las actas capitulares son el respaldo documental irrefutable de que el 16 de noviembre de 1812 el Cabildo toma oficialmente conocimiento de un oficio enviado una semana atrás por Cardoso, al “que sirve acompañar un cuadernito manuscrito titulado Declaración de la Independencia” (Libro 45/46, Pág. 527). 

El dirigente artiguista, que presentará a la Asamblea del Año XIII un proyecto de Constitución Federal, explicaba en ese “cuadernito”, como lo llamaban los cabildantes, la intención emancipadora -tal como surgía del atrevido título de su carátula- que Artigas resumiría en la 1º de sus “Instrucciones”, cuando todavía los más timoratos seguían usando la “máscara de Fernando VII”. En aquella sesión del 16 de noviembre, los miembros del Cabildo trataron también un oficio de la “Sociedad Patriótica” dirigida por Bernardo de Monteagudo, enfilado en el mismo sentido de la independencia inmediata, para la que se buscaba apoyo en los pueblos mediterráneos. A este oficio los prudentes cabildantes contestaron que el cuerpo “reflexionará” sobre “los patrióticos sentimientos que se le manifiestan”, pero a Cardoso se limitaron a acusarle recibo, sin más (idem, pág. 527). Así se archivó por parte de aquel organismo temeroso y conservador la primera expresión formal del pensamiento artiguista llegada a Córdoba.

Pero el ocultamiento de la doctrina federal que ya comenzaba a esbozar el gran caudillo argentino oriental (porque entonces éramos una sola Patria) no podía proseguir por mucho tiempo. Los sucesos de 1815, en los que descollará el comandante Juan Pablo Bulnes y el coronel José Javier Díaz, impedirán que se vuelva a “archivar” el pensamiento artiguista, que como un vendaval arrastraría detrás de sí a las grandes mayorías nacionales del Litoral y buena parte de las provincias mediterráneas.

Bulnes, el artiguista leal
La victoria de Guayabos marcó el predominio absoluto en la Banda Oriental del ideario artiguista, que en los primeros meses de 1815 se expande incontenible por el Litoral y llega a Córdoba en marzo. En este mes, un oficio del Protector y el esfuerzo de los autonomistas cordobeses da por tierra con el gobierno centralista de Ortiz de Ocampo y lo entrega al jefe federal coronel José Javier Díaz.

En sus primeros pasos lo acompaña el comandante de Artillería Juan Pablo Bulnes (1784-1851), joven voluntarioso, apasionado, partidario jacobino de las ideas democráticas y federalistas de Artigas, al que había conocido personalmente semanas antes como enviado de los autonomistas locales. 
Miembro de una prestigiosa familia de comerciantes cordobeses, casado con una sobrina del Deán Funes, licenciado en filosofía en la Casa de Trejo, patriota de la primera hora, Bulnes había dejado su toga y sus trajines mercantiles para servir a la nación desde las filas de la milicia. Desde allí sirvió al gobernador Díaz con eficacia y lealtad, pero cuando éste flaquea y con diversas argucias, en julio de 1816, niega su auxilio a los artiguistas santafesinos invadidos por el ejército porteño, Bulnes se subleva contra él y parte a Santa Fe con 400 hombres “para hacer cumplir a mi pueblo -dice- el compromiso que tenía con el jefe de los Orientales”. 

A su regreso, derrota a las tropas de Díaz en Alta Córdoba y durante seis semanas ejerce el derecho de dominio de la situación en nombre de los principios del artiguismo y en aplicación de su propio lema: “El voto de los pueblos no puede demostrarse sino por una voz viva”. Tal era la voz de sus batallones, compuestos de elementos populares del suburbio y la campaña, que con él se incorporan a la política activa, discutiendo su hegemonía a las clases aristocráticas de la ciudad: letrados, comerciantes, estancieros absentistas…

Derrotado poco después por el coronel Sayós -enviado por el Ejército del Norte- es encarcelado, pero logra sublevar desde la prisión a las tropas veteranas de Córdoba en enero de 1817 y nuevamente, junto al Dr. Agustín Urtubey, trata de imponer al cabildo pro-porteño un gobernante federal, como era la voluntad popular desatendida. Sin embargo, amenazado por tropas de línea muy superiores a sus milicias, se ve obligado a refugiarse bajo la sombra amiga del caudillo de Santa fe, don Mariano Vera. 
Sus fieles seguidores, los artiguistas cordobeses Bautista Bonastre, José María Tello y Pedro Lucías, son fusilados por los centralistas, e Isasa, Moyano y otros dirigentes, quedan prisioneros -bajo amenaza del mismo fin- en manos de Belgrano, que acababa de hacer ajusticiar sin proceso al caudillo artiguista de Santiago del Estero, Juan Francisco Borges.

Fiel al ideario de Artigas, el comandante Juan Pablo Bulnes pasa después a la Banda oriental, donde sirve a las órdenes del Protector con el grado de Capitán y desempeña diversas misiones diplomáticas que él le encarga (embajada ante el dictador Francia). Recién en 1820, cuando la política directorial se hunde en los campos de Cepeda y Artigas es obligado a refugiarse en las selvas guaraníes, Bulnes puede regresar a su patria chica para seguir luchando por los ideales que lo habían hermanado al Protector de los Pueblos Libres.

El artiguismo y la aristocracia territorial de Córdoba
El “Reglamento para fomento de la Campaña”, instrumento artiguista de una profunda y original reforma agraria, se había promulgado en septiembre de 1815. Con sus confiscaciones sin indemnización; sus repartos gratuitos de tierras y ganados a los “negros libres, zambos de igual clase, los indios y criollos pobres”; sus limitaciones a la extensión de la propiedad rural, sus prohibiciones de destinarla a la especulación; y su “prevención de que los más infelices serán los mas privilegiados”, el “Reglamento” artiguista había espantado a los latifundistas orientales. A poco de dictado se empezó a aplicar desde arriba por las autoridades, pero fundamentalmente desde abajo por iniciativas de las masas. Los afectados por las expropiaciones lucharon “con chicanas, amenazas, distorsiones, influencias”, dice Lucia Sala de Tourón, pero “a mediados de 1816 las clases propietarias del campo adquirieron plena conciencia de que estaban derrotadas” (Lucia Sala de Tourón y otros: “Artigas y su revolución agraria”, Siglo XXI, México 1978, Págs. 206/207). 

Fue entonces cuando empezaron a abandonar al Protector y a gestionar la invasión portuguesa. Las noticias de la aplicación del “Reglamento” en la “otra banda” deben haber causado honda inquietud en el grupo de grandes propietarios territoriales que rodeaba a José Javier Díaz. Primer gobernador autonomista de Córdoba y aliado cauteloso del protector, el mismo Díaz, era dueño de los extensos dominios de “Santa Catalina”; José de Isasa poseía vastas posesiones en la “Pampa de San Luis”, en Traslasierra; los Del Corro eran dueños de la Estancia de Macha (departamento de Totoral, el mismo de Díaz); los Allende tenían muchos intereses rurales en el Norte y el Oeste de la provincia; Jerónimo Salguero de Cabrera y Cabrera tenía, proveniente de sus mayores, tierras en “Los Algarrobales” (tras las Sierras Grandes) y en la región de Soto, y posteriormente obtuvo más en la zona suburbana de lo que es hoy “Nueva Córdoba”. 

En 1809, siendo Sindico Personero de Córdoba había solicitado al Cabildo la represión de “todo vago, garito o mal entretenido” que anduviese suelto por la campaña, proponiendo que se los remitiese a España a servir en el ejército, siendo conducidos “hasta el punto de embarque a expensas del fondo que forme una moderada contribución de los hacendados” (Cit. en Endrek, Emiliano: “El Mestizaje en Córdoba”, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba 1966, pág. 34). Ahora, el gobernador Díaz dictaría un Bando Municipal condenando a servir en las obras públicas por un mes, con cadenas, a los peones que no tuviesen su “papeleta de conchavo”, lo mismo que “al que no tuviese ocupación” (art. 21º) (”Bando de carácter Judicial y municipal”, en el folleto “Homenaje en el 150º aniversario de la muerte del coronel José Javier Díaz”, publicado en 1979 por el Ministerio de Bienestar Social de Córdoba). 

Estas iniciativas de Díaz y sus amigos ponen de relieve los límites del populismo de la aristocracia federal de Córdoba -progresiva en otros aspectos y por otras razones- y la concepción jerárquica y paternalista de las relaciones sociales que alimentaba, concepción por otra parte común a toda la aristocracia hispano-criolla del interior.

El propio General Paz, hombre de pensamiento liberal en tantos aspectos, en este de las relaciones sociales de producción en la campaña, adoptaría en 1820 la misma actitud represiva y disciplinarista de sus antecesores. En efecto: en sus “Instrucciones” para la policía de campaña dictadas en aquel año por el “Supremo” se institucionalizó la persecución del gauchaje libre. Ellas en su artículo 26, ordenaban a jueces y comisarios “no consentir de modo alguno a gente vaga y ociosa en sus respectivos distritos” la cual debía ser detenida y destinada a las obras publicas. No es de extrañar esta legislación de Paz, ya que aunque él era sólo un ex seminarista, el grupo social que lo apoyaba era el mismo viejo núcleo de propietarios que hacía tres lustros había rodeado al coronel Díaz. En cambio, el general Juan B. Bustos, hijo de un “terrateniente” del Vale de Punilla se había elevado lo suficiente por encima de su clase como para ser tolerante con sus paisanos de la llanura cordobesa. Su “Reglamento de campaña” de 1823 -que rigió durante todo el periodo rosista y la ley contra el cuatrerismo de 1829, sancionadas ambas durante el mandato del héroe de Arequito, castigaban naturalmente el robo de ganado, pero no contenía la menor alusión al “vago”, vale decir: no incriminaba al gaucho en cuanto hombre libre, sino en tanto y en cuando se apoderase de animales ajenos.

Felipe Álvarez y el artiguismo de las campañas
En 1817 el artiguismo urbano de Córdoba, acaudillado por Juan Pablo Bulnes, yacía derrotado y disperso. Pero había otro artiguismo, el artiguismo de las campañas rurales -sobre el que los historiadores no se han dignado fijar su atención-, y ése si seguía resistiendo a la embestida del centralismo porteño.
Dirigían estas montoneras federales dos caudillos surgidos de la entraña misma de la campaña cordobesa; Felipe Álvarez en el Sudeste, en Fraile Muerto (hoy Bell Ville), y José Antonio Guevara en el Noreste. Sobre las regiones que ellos controlaban, era muy claro el Informe elevado por el general Bustos a Belgrano, su superior, a fines de 1817: “El Río II, montonero, a excepción de cuatro o cinco personas. El Río III, montonero, a excepción del comandante Haedo”. “El Segundo”, en el lenguaje de la época, comprendía los actuales departamentos de San Justo y Río II, dominios de Guevara; “el Tercero” era Unión, Marcos Juárez, San Martín y Tercero Arriba actuales, recorridos por Felipe Álvarez, quien se carteaba con Artigas y era un hombre -como escribe Agustín Villaroel- de “una bravura exaltada y terrible en la pelea, sin que le faltara capacidad militar intuitiva”.

En Córdoba el Directorio había instalado el gobierno adicto a un salteño aporteñado, el Dr. Manuel Antonio de Castro, quien no dominaba más que los lindes de la Capital y su geografía inmediata, porque la campaña ardía en un vasto movimiento adicto a Artigas. Las grandes mayorías lo veían como su jefe y libertador. Hasta en Traslasierra, como narra la anécdota de Barrionuevo Imposti, el nombre Artigas tenía un influjo tan poderoso como para hacer acudir a una cita a un celador rural, que creía que iba a incorporarse a sus huestes, cuando en realidad no iba más que a una emboscada para ser despojado de su ropa y cabalgadura…

El Protector daba especial importancia al control de Córdoba y Santiago del Estero, porque estas provincias constituían el lazo de unión con la Salta de Güemes, a quien se trataba de ganar para la causa, y porque -tácticamente- se alzaban como el antemural del “Sistema de los Pueblos Libres” del Litoral, frente al “Ejército del Norte” acantonado en Tucumán.

De allí que Artigas reforzara con milicianos orientales la montonera de Guevara y diera importante participación en sus planes de guerra a las tropas de Álvarez. Al caudillo de Fraile Muerto (Bell Ville) le adjudicó la tarea de impedir las comunicaciones de Buenos Aires con el “Ejército del Norte” y el “Ejército de los Andes”, cuya venida se temía, mientras el mismo Artigas mantenía ocupados a los portugueses. De su confianza en los esfuerzos de la montonera cordobesa da cuenta su carta al gobernador delegado de Santa Fe, don Manuel L. Aldao, en 1818, en la que decía: “Vencida la división que se apoya en Córdoba, los cordobeses no deben ser indiferentes…”, agregando enseguida: “De Córdoba no dudo, presentándose ocasión tan oportuna”. Desgraciadamente, las circunstancias político-militares impidieron que los autonomistas recuperaran el poder, pero desde 1817 hasta la Sublevación de Arequito las montoneras artiguistas de la campaña cordobesa cumplieron lealmente sus deberes para con el Protector, manteniendo en jaque a las tropas del Directorio destacadas en la provincia.

Bustos, el discípulo postrero
Hartos los pueblos de ser perseguidos por los ejércitos porteños y hartos sus componentes provincianos de que se los obligara a volver sus armas contra sus paisanos en vez de hacerlo contra los españoles, el descontento general contra el Directorio se expresó en la sublevación de la Posta de Arequito el 7 de enero de 1820. Ese día el “Ejército del Norte”, llamado a reprimir a los caudillos del Litoral, se sublevó al mando de Juan Bautista Bustos, José María Paz y Alejandro Heredia y puso fin a una década de centralismo asfixiante.

Bustos y Paz volvieron a Córdoba con sus tropas y erigieron aquí un gobierno federal autónomo. El general Bustos, reconociendo entonces la deuda que todos ellos tenían con el Jefe de los Orientales, le escribe el 16 de febrero explicando su anterior conducta como oficial de las fuerzas represoras, y los motivas de la sublevación de Arequito, al tiempo que le llama el “Washington de Sud América” y proclama que gracias a sus “heroicos esfuerzos debemos exclusivamente haber llegado a este término” (la victoria del federalismo). Infortunadamente, Bustos ignoraba aún que el hombre al que se dirigía ya estaba derrotado. En Tacuarembó, el conde de Figueiras había destrozado el poder artiguista en el Uruguay al vencer al comandante Andrés Latorre en toda la línea. Los esfuerzos de Artigas proseguían en Entre Ríos y Corrientes, pero la traición de Pancho Ramírez los haría inocuos.

Empero, vencido el Protector, sus principios triunfaban en Córdoba a través de Juan Bautista Bustos, el discípulo postrero que trata de llevar a cabo los proyectos de organización federal de Artigas. Éste, que no obstante los infortuitos trata de afirmarse en las victorias de sus lugartenientes del Litoral -quienes en breve lo traicionarán- escribe a su vez a Bustos apoyándose en sus esfuerzos para reunir un Congreso Constituyente federal en Córdoba, que debía ser “el producto de la pluralidad” de los pueblos, y que Rivadavia saboteará.

Bustos, revelando gran habilidad, pudo recomponer la situación política en Córdoba, atrayéndose a una parte antigua del partido funista y a la tendencia del artiguismo que respondía a Juan Pablo Bulnes. La otra corriente, la que respondía a Díaz, a los Allende, al propio hermano de Bulnes, erró el camino conspirando con el Manco Paz contra Bustos para desplazarlo y asumir todo el control de la situación, siendo fácilmente derrotados. Juan Pablo Bulnes, el artiguista leal, en cambio, supo ubicarse con mayor perspicacia. Comprendiendo los nuevos tiempos, admitió el cambio de frente de Bustos y lo reconoció como flamante jefe federal de la provincia, colaborando con él del modo más generoso. Primero como diputado y luego, desde 1827, como Ministro General del Brigadier, vale decir: como su mano derecha, su ministro político.

Caído Bustos en 1830 peleará Bulnes junto a Facundo Quiroga en las batallas que éste pierde contra el General Paz, y a consecuencia de ello se verá obligado a emprender su segundo exilio. Como trece años antes, Santa fe vuelve a cobijar a los federales cordobeses. Bustos fallecerá de sus heridas, al amparo de Estanislao López, y Bulnes recién podrá volver a su provincia al desmoronarse el gobierno de Paz, después del boleo en El Tío, en 1831.
El general Paz y los últimos artiguistas
Por haber servido en su último año al gobierno mitrista del separatista Estado de Buenos Aires, el general Paz ha pasado a la historia como “unitario”. Y sin embargo, no lo era.

El ilustre Manco inició su carrera política a la sombra del partido federal -que era como decir artiguista- en 1820, al sublevar en la Posta de Arequito, al Ejército Directorial del Norte. Después, vuelto a Córdoba como aliado de Bustos, conspiró contra él ayudado por el grueso de los dirigentes de la fracción artiguista de José Javier Díaz que, como dijimos antes, había extraviado su camino (los amigos de Bulnes apoyaban a Bustos). Constituido en jefe de montoneras federales del norte de Córdoba, Paz fue derrotado en 1821 por el mayor Ildefonso Catolis y debió ocultarse en la estancia de su pariente Faustino Allende, para refugiarse luego en Santiago del Estero, amparado por su amigo y camarada, el caudillo federalista Juan Francisco Ibarra.

Años después, al frente de uno de los cuerpos que habían luchado gloriosamente en Ituzaingó, el general Paz invade Córdoba para tomarse revancha contra Bustos. No obstante -y como lo declaró su partidario, el cura Ignacio Castro Barros- el general Paz no se pronunciaba por la forma unitaria de gobierno, sino que se atenía a lo que resolvieran los pueblos reunidos en Congreso. Ocupado el poder de la provincia, se desvinculó de Lavalle y de los consejeros unitarios de éste, rodeándose en Córdoba de todos hombres del antiguo partido artiguista que había seguido a Díaz y a él mismo en 1821: José de Isasa, el hombre que en abril de 1816 había tratado de convencer a Artigas para que concurriese al Congreso de Tucumán, fue su Ministro General; Pedro Juan González es su Jefe de Policía; José Roque Savid, Gaspar del Corro, Narciso Moyano… todos ocupan funciones al lado del Manco. Parecía un “revival” del artiguismo…

Muchos años después, cuando su gobierno de Córdoba y sus victorias resonantes eran un viejo recuerdo, exactamente en 1846, José María Paz debe también exiliarse en Paraguay durante 10 meses. Allí no puede resistir la tentación de visitar al anciano vencedor de Las Piedras y éste entonces le explica: “Yo no hice otra cosa que responder con la guerra a los manejos tenebrosos del Directorio y a la guerra que él me hacía por considerarme enemigo del centralismo, el cual sólo distaba un paso del realismo. Tomando por modelo a los Estados Unidos, yo quería la autonomía de las Provincias, dándole a cada estado su gobierno propio, su Constitución, su bandera, el derecho de elegir sus representantes, sus jueces, y sus gobernantes, entre los ciudadanos naturales de cada Estado. Esto era lo que yo había pretendido para mi Provincia y para las que me habían proclamado su protector. Hacerlo así habría sido darle a cada uno lo suyo. Pero los Pueyrredones y sus acólitos querían hacer de Buenos Aires una nueva Roma imperial, mandando sus procónsules a gobernar a las Provincias militarmente y despojarlas de toda representación política, como lo hicieron rechazando los diputados al Congreso que los pueblos de la Banda Oriental habían nombrado, y poniendo precio a mi cabeza”.

Como dice John Street, ésta fue la declaración mas clara y sucinta de las ideas de Artigas que jamás se haya formulado. Y correspondió al general Paz, quizá con la nostalgia de los viejos tiempos de conspirador federalista, transmitirla al mundo desde aquella chacra de Asunción.

Fuente : Roberto Ferrero
Revista Tabaré, Centro de Residentes Uruguayos de Córdoba, Córdoba, 1989.
Publicado en Historia del Uruguay y otras crónicas por Maurico Canabal
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
Reply
  


Salto de foro:


Browsing: 2 invitado(s)