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Historia de nuestra Armada
#1
Pedro Campbell, el marino artiguista


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 Aprendé del pelirrojo cómo comportarte en tierras extrañas y guapear con quien sea y como sea. ¡Imponente el irlandés!
 
En tiempos en que las provincias reaccionaban contra el patoterismo de algunas jerarquías porteñas (parece algo endémico), el irlandés rescató la más salvaje de las estrategias charrúas, arremetiendo por tierra o por río, resbalando sobre sangre sin dar un paso atrás. ¡Las cosas que tiene la historia!
Por Alberto Moroy 

En la portada una ilustración de libro “Los Corsarios de Artigas”, en el ángulo izquierdo superior, el busto de Pedro Campbell. Pedro para la mayoría de los uruguayos es un desconocido, para la armada y conocedores de nuestra  historia, es un clásico. Artigas lo nombro Comandante General de la Marina, en merito a sus acciones. Hoy sabremos un poco más de su vida y a falta de imágenes, “pintaremos” su historia, la que les permitía  hacer un semblanteado de este “almirante gaucho”.
Se desempeñó en el río Paraná, llevando a cabo diversas operaciones fluviales que exigieron un despliegue de gran audacia. Aplicaba la táctica de “montoneras”, empleando embarcaciones de poco calado y un puñado de hombres alternativamente jinetes, infantes o marineros armados de sables y fusil, que saltaban al abordaje de las naves enemigas y continuaban el combate en las riberas de los ríos hasta conquistar desiguales triunfos.
 
¿Quién era Peter Campbell?
Nació en Irlanda en 1780, probablemente se desenvolvía como aprendiz de un curtidor. Se alistó en el regimiento 71 Highland, una de las divisiones que en julio 1805 navegó por el cabo de Buena Esperanza (Sudáfrica). Llegó al Río de la Plata en el año 1806 como sargento, formando parte de la “primera” de invasión inglesa, estaba al mando del teniente coronel Denis Pack Patrick Island, sobrino del General Bersford, Patrick, cayó herido en la calle luego de pelear con un moreno (llamado Braulio), que custodiaba la casa de los Gómez y Farías. El y otros dos, Peter Campbell y John Kameli, quedaron heridos y luego atendidos por la familia Gómez y Farías. Más tarde Patrick Island  se casó con Bartola una de las hijas de Gómez y Farías.

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Uniforme del regimiento 71 Highland / Rendición de Beresford ante Santiago de Liniers

Desertó poco antes de la Reconquista, aunque se sabe que estaba herido. Vivió en varios lugares en Entre Ríos y en Corrientes (Arg.), trabajando como curtidor  y empleado de Ángel Fernández Blanco (hacendado y militar argentino), destacándose como jinete y tripulante de pequeñas embarcaciones. En todas estas actividades ganó fama de valiente y audaz, además de jefe capaz de pequeñas partidas, ejerciendo distintas actividades: arreos, caza, robos, navegación fluvial o guerra. Tenía fama de haber vencido a decenas de hombres en duelo, a los que no mataba, pero causaba heridas graves. Adoptó las costumbres y las ropas de los gauchos, por lo que pudo pasar por uno de ellos.
 
Posible antecedente de la guerrilla gaucha
Tal vez Campbell como soldado inglés, haya presenciado o sabido del abordaje del buque de guerra “Justine” con 25 piezas de artillería, por parte de los gauchos de  Güemes en la barranca del Retiro (Buenos Aires) cuando quedó varado (agosto de 1806) No más de treinta gauchos armados con lanzas, boleadoras, facones, sables y algunas tercerolas, además de fusiles cortos, descendieron la empinada barranca (Retiro, donde está el reloj de los ingleses) y zambulleron en el rio,  logrando rendir a su tripulación (100 hombres) luego de breve y reñido combate.

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Martín Miguel de Güemes / Abordaje del Justine

 John Robertson de 14 años llega a Argentina (Invasiones inglesas)
Conocida la ocupación de Buenos Aires por Home Riggs Popham, se reactualizan los viejos planes para la captura de las colonias españolas en América. En Portsmouth (Inglaterra) se prepara otra expedición, de 3.000 soldados, al mando del Brigadier General Robert Craufurd, la que sería escoltada por un escuadrón naval al mando del Contra-almirante George Murray. Craufurd zarpa de Falmouth el 12 de noviembre de 1806 con sus tropas escoltadas por una fuerza al mando del Capitán de Navío Robert Stopford, compuesta por los navíos de 74 cañones Spencer, Ganges, Captain  y Theseus, más los Nereid , Paulina , Haughty , Jackdaw  y Crane ; la componían además 37 transportes en los cuales embarcaban los aproximadamente 4.000 hombres Entre ellos, como pasajero venia John Robertson nacido en de Edimburgo (Escocia), de 14 años y pertenecía una familia de profesionales de situación holgada.

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John Parish Robertson/ Home Riggs Popham   

John Parish Robertson, su primer encuentro con Campbell (“Cartas de Sud América”): Hallándome sentado una tarde bajo la galería de mi casa, llego muy cerca de mi silla un hombre a caballo; era un tipo enjuto, huesudo, de torvo aspecto y vestía como los gauchos llevando además dos pistolas de caballería y un sable de herrumbrosa vaina, pendientes de un sucio, cinturón de cuero crudo. Tenía la patilla y el bigote colorados, el pelo enmarañado del mismo color y formando greñas espesas debido al sudor y al polvo que lo cubría; el rostro requemado por el sol parecía casi negro y estaba cubierto de ampollas hasta los ojos”.
Más adelante refiere que venía acompañado de otro irlandés a quién Campbell llamaba su “paje” (Eduardo) Robertson al verlos llegar con ese aspecto dijo para sí: “Ave María, ora pro nobis” y un poco más adelante dice lo siguiente: “Me dirigí al interior de la casa para ordenar que trajeran cerveza o aguardiente y algunas monedas de plata, pero cuál no sería mi sorpresa (y también mi satisfacción) cuando el que hacía de superior se sacó respetuosamente la gorra, hizo una cortesía bastante desmañada y me habló en mal español bien aquí. El acento con que habló en español, el rostro mismo, el pelo rojo y los ojos grises y brillantes, me revelaron enseguida que se trataba de un hijo de la isla Hermana (Irlanda), transformado en gaucho, y en un gaucho de aspecto más imponente que todos los nativos conocidos por mi”. Recobrado mi sorpresa, pregunté al extraño huésped “a quién tenía el honor de hablar”…
¡Por Dios! – exclamó – ¿No conoce a Pedro Campbell? … Canbél – agregó acentuando mucho la última sílaba -. Pedro Canbél como me dicen los gauchos. ¿Así que nunca me oyó nombrar por ahí? … Entonces usted es el único caballero que no me conoce en la provincia. Oh!, Míster Campbell! – le contesté – no solamente lo conocía de nombre sino también de fama, aunque esta es la primera vez que tengo el honor de saludarlo”.
Grande fue el trato que los hermanos Robertson tuvieron desde ese momento con Campbell, relaciones comerciales en las cuales pudieron aquilatar la honradez de nuestro héroe, así como la ágil imaginación que le permitía resolver rápidamente los problemas más difíciles. El mayor elogio de estas condiciones esta sintetizado en esta frase de John P. Robertson: “No pude dejar de pensar en que jefe de administración hubiera sido un hombre como Campbell y lamenté no haberle visto emplear sus condiciones en servicio del Duque de Wellington”.

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Litografía ocupación inglesa de Montevideo (Edward Orme en 1807)

Pedro Campbell
En 1811 se enroló en una goleta (posible balandra Americana), al mando del francés Ángel Hubac, (ex. ayudante de Liniers) con el que más tarde se unió a la guerra ofensiva contra los realistas de Montevideo. Participó, junto a Guillermo Brown, en abril de 1814 en la liberación de la isla Martín García y de la victoria naval de Montevideo.
En diciembre de 1814 se pasó con una pequeña embarcación a su mando a las tropas de José Artigas, ya irremediablemente enfrentado con Buenos Aires. Campbell decidió defender los ideales republicanos y federales, y ofrecer sus servicios a Artigas, quien le encomendó el mando de una flotilla en el río Paraná. De modo que prestó servicio por varios meses en la pequeña flota artiguista en los ríos Uruguay y Paraná. Es posible que haya participado en la larga guerra que enfrentó a Santa Fe con Buenos Aires. Tuvo durante años un verdadero dominio sobre el Río Paraná, impidiendo que Gaspar Rodríguez de Francia desde el Paraguay, pudiera enviar ayuda a Buenos Aires para destruir la Liga Federal.

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Lanchones similares a los que uso Pedro Campbell en 1814 
Pabellón  uruguayo de 12 de Julio de 1830
Gaspar Rodríguez de Francia
http://i163.photobucket.com/albums/t311/...uistas.jpg
 
Del 9 de Enero de 1818. José Artigas 
Gloria a los Libres de Oriente que supieron triunfar sobre los tiranos. Acabo de recibir parte del Sr. Comandante en Jefe don Gorgóneo Aguiar, de haber triunfado ayer nuestras armas gloriosamente sobre las inmediaciones de Gualeguaychú. Los porteños salieron en número de 400 hombres de Caballería ‘de Dragones Montados que se hallaban en observación del Comandante Ramírez. Al momento llegó Aguiar en auxilio de éste, y la energía de los bravos Orientales decidió la acción tan pronta como gloriosamente. Apenas se ha tornado un oficial prisionero y como 90 soldados: el resto feneció en el campo de batalla habiendo quedado en nuestro poder un cañón de a 4 (diámetro de la bala) y todo el armamento de aquella fuerte división Felicito a V. S. y denlas conciudadanos por los honores del triunfo. El coronará las sienes de los Libres, si con la misma eficacia todos somos empeñados en la persecución de los tiranos. V. S. lo hará entender a los pueblos de esa provincia como tan interesada en perseguir los tiranos.
Tengo el honor de saludar a V. S. con todo mi afecto. Purificación, 9 de Enero de 1818
José Artigas

En 1818 Peter Campbell se hizo cargo del segundo escuadrón de las fuerzas navales de Uruguay, con sede en Goya y Esquina. Se convirtió en comandante naval en jefe de la región y el azote de la flota de río de Francia, dictador paraguayo. El 21 de agosto 1818 Artigas nombro a  Campbell  como el primer comandante naval de la flota patriota. Es sobre la base de esta cita que el irlandés es reconocido como el fundador de la marina uruguaya. En septiembre de 1818 Campbell logró apoderarse de dos buques que transportan armas para el ejército paraguayo. Entre enero y marzo de 1819, junto con las fuerzas de tierra del gobernador Estanislao López  Avanzando en la ciudad argentina, las fuerzas federalistas combinado derrotó a los porteños en Cepeda (1 de febrero 1820) y San Nicolás (13 de febrero 1820). En agosto,  de 1818  Andrés Guacurarí, el ahijado de Artigas y comandante de los guaraníes, ocupó la ciudad con sus fuerzas, acompañado del irlandés Campbell. Ambos impusieron su autoridad a los notables correntinos y repusieron en el gobierno a Méndez

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Andrés Guacurarí / Caricatura Pedro Campbell
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Ubicación de Goya y Esquina / Estanislao López
Cultura marítima y portuaria
Ref. http://construyendoelmuseoportuario.blog...ino-y.html
 
Atribuido a Pedro Campbell (relato que lo pinta a él y la época)
Atacamos fulminantemente, arrojando sin asco metralla a quemarropa. Juntamos la banda del lanchón contra la del falucho, largamos los ganchos y ahí sí le subimos como arañas por estribor, indios y gauchos a los gritos, sonando los cuernos y las trompetas a lo loco. ¡Sí, aquello era una verdadera locura! Luego les metimos carabina, y entramos a los sablazos cuerpo a cuerpo. ¡Aquello era un baño de sangre!  ¡Y “pa pior” facones y sables desafilados…. oxidados! Suerte que tenemos experiencia en la “carniada” que si no ¡largábamos el cuajo! Recuerdo mis tiempos de curtidor, allá en lo de Fernández Blanco y estoy ducho en el manejo del facón,….”refalábamos” por la sangre desparramada en la cubierta. Los paraguayos eran bravos pero finalmente los reducimos y nos quedamos con las armas y el resto del botín.” “¡Venga compadre!”, dijo al gobernador Méndez, ¡vamos a beber por la prosperidad y larga vida a don Pepe (Supuestamente José Gervasio Artigas) y por su tocayo mi gauchito el ahijado! Y le pidió al gobernador que debía decir: Hip, Hip, Hurra y como debía repetirlo tres veces, a la inglesa.

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Batalla de Cepeda (Cañada de Cepeda, Santa Fe, Argentina.) ¡El pabellón uruguayo que se ve es de 1830, la batalla 1820!

En enero de 1819, la escuadra de la Liga Federal acecha al general Juan Ramón Balcarce que escapa a toda marcha con su infantería y artillería.  El 7 de enero de ese año, en horas de la mañana y de la tarde, se produce un choque en el río Paraná entre las fuerzas navales de Campbell y las del nombrado Balcarce. Campbell logró apresar dos lanchones de la escuadrilla porteña, y el jefe de ésta se retiró desconcertado al puerto de San Nicolás de los Arroyos, con autorización de Balcarce, que ya estaba en Rosario, donde había licenciado la caballería y enviado su renuncia como jefe del Ejército Expedicionario de Santa Fe. Tras abandonar Rosario, Balcarce manda incendiarla. Pronto tuvo el ejército de Buenos Aires que continuar su repliegue; se encontró en San Nicolás de los Arroyos el 5 de febrero de 1819, donde resistió un nuevo y feroz ataque de la escuadra comandada por el irlandés Campbell. Finalmente, las fuerzas porteñas retroceden hasta Buenos Aires.

El 26 de diciembre de 1819, volverán a enfrentarse el comandante de marina Pedro Campbell y el capitán Ángel Hubac. (El mismo a quien sirvió en 1811) .El primero contaba con una escuadra pequeña de 5 naves, que fue con las que hizo frente a la flota porteña mandada por el segundo. Frente a San Nicolás de los Arroyos, Campbell intenta sorprenderlo pero antes de llegar al abordaje el tiro certero del enemigo le hunde la nave “Oriental” y le avería gravemente el “Artigas”. Pero a pesar de estas dos bajas, las tropas de asalto del irlandés, compuestas por gauchos e indios, logran pisar la borda de las embarcaciones enemigas y ponen en fuga a Hubac, en dirección a San Pedro, provincia de Buenos Aires.

Dice Bartolomé  Mitre (Arg.) sobre Pedro Campbell 
Campbell era el inventor de una nueva táctica de combate que consistía en que la infantería montada y armada de fusil con bayoneta, cargaba un gran galope como caballería, se dispersaba en guerrillas del mismo modo, echaba un pie tierra por parejas o grupos, cuidando uno de los caballos y rompía el fuego dentro del tiro de fusil. En caso de avance, se cargaba y reconcentraba a caballo o a pie, según obrase como infantería o caballería, y en caso de retirada, saltaba rápidamente sobre sus caballos Y se ponía Fuera del Alcance de su enemigo. Esta operación era protegida por escuadrones de verdadera caballería que servían de reserva”. Táctica similar, a esta que le había dado tan buenos resultados para los combates en tierra, empleo en los combates navales, abordando por sorpresa a las naves enemigas en medio de la gritería de los indios y gauchos que tomaban por sorpresa a Hubac, quien no sabía cómo actuar rápidamente para contrarrestar.
El 13 de febrero de 1820, se produce el tercer choque entre Campbell y Ángel Hubac en las bocas del río Colastiné (Santa Fe), en un intento del irlandés por quedarse con la flota unitaria. En la refriega, y a pesar de que fueron destrozadas las naves de Pedro Campbell, Hubac pierde la vida en la defensa de su buque el 30 de julio de 1820. Ese día, una batalla naval pone fin a la escuadra de la Liga Federal de los Pueblos Libres, al resultar hundidas las embarcaciones “Carmen”, “Correntina” y “Victoria”. Meses más tarde, al ser precariamente reparados los navíos federales, el infatigable Campbell lucha contra las fuerzas del marino Manuel Monteverde, el apoyo naval del sublevado Francisco “Pancho” Ramírez.
El 8 de agosto de 1820 los correntinos se pronuncian contra Artigas, y el Cabildo de Corrientes delega en la figura de J. José Fernández Blanco (hermano de Ángel, patrón de Pedro Campbell en 1809) el mando militar de la provincia. Tras varios procedimientos, Fernández Blanco logró la detención de Pedro Campbell, aunque meses más tarde fue liberado. Entonces, busca un exilio tranquilo en el Paraguay de Gaspar Rodríguez de Francia pero, ni bien atraviesa la frontera, es detenido y confinado en la Villa del Pilar, a orillas del río Paraguay (300 km al  SO. de donde fue  estaba confinado Artigas), donde pasó sus últimos días curtiendo cueros. Murió en el año 1832, a la edad de 50 años, fiel a una causa, abandonado y lejos de su terruño irlandés. Sus restos fueron repatriados (1961) a Uruguay  y yacen en una urna frente al panteón de la Armada Nacional.
Ubicación Villa del Pilar 26°52’0.99″S 58°17’6.17″W
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Los dos hermanos Juan José F. Blanco (retrato) Ángel F Blanco (Foto)
Coincidencias históricas
Pedro Campbell (Hijo) tuvo un hijo en Soriano Uruguay  el 23 de enero de 1835, estaba casado con María Shan
 
El 28 de noviembre de 1840 reaparece el ex teniente coronel  Denis Pack Patrick Island (el que vino con Campbell), sobrino del General Bersford (compañero de Pedro Campbell durante las invasiones inglesas) en la batalla de Quebracho Herrado (Córdoba Arg.) Su nombre se había modificado, ahora era Pedro Islas. Herido en una pierna, el Comandante Isla, continuaba disparando los cañones, por más que la suerte ya estaba echada. Y ocurrió algo insólito; frente a la diezmada formación de artilleros, casi derrotada, un federal asomó entre la humareda con un trapo blanco en la mano. Cargaba a un chico de unos cinco años que depositó junto a las carretas de los emigrados que estaban estacionadas a un costado del camino. Los dos bandos se paralizaron. El jinete Federal se acercó al unitario Isla y le solicitó: La bendición Padrino”. Isla lo reconoció, era el hijo de Peter Campbell e Isla había sido su padrino de bautismo.
El general Pacheco, que comandaba la vanguardia Federal, se acercó; y Campbell, luego de cuadrarse le dijo: “Yo, Pedro Campbell, comandante del ejército Federal, que he levantado bandera blanca para traerle a la madre este corderito que encontré en el campo, y que soy hijo del Comandante Federal Pedro Campbell, vencedor en Cepeda, pido al Señor General Pacheco por la vida de mi padrino, el Comandante Isla y la de los valientes que forman ese cuadro; y por la vida y la libertad de las mujeres y niños que están en esas carretas, y por haber levantado bandera blanca en lugar de bandera colorada, y por pedir cosas que no debo, pido también ser fusilado”.
Pacheco, que había sido guerrero de la independencia, y sabía diferenciar una empresa libertadora de una contienda civil, dio a entender que no había visto nada y se retiró.
Además, se perdió Juanita, la hija de Tola y Patricio Islas; fue hallada la niña por un soldado federal, quién la llevó a la carpa del General Oribe; este la llevó a su casa a Córdoba, donde fue educada. Isla, tal vez con la ayuda de su ahijado Campbell, logró huir; rumbo al Norte hasta Catamarca y se refugió en el Convento de San Francisco. Allí lo encontró una patria Federal, y lo ejecutó en la esquina de la Iglesia, el 6.4.1841 Cuando Campbell (hijo)  llegó a Catamarca, ordenó fusilar a los cuatro tiradores de su propio bando que habían terminado con la vida de su padrino, al veterano soldado irlandés y acriollado sobrino de Beresford. Tola, la viuda de Isla, pasó años buscando a su hija Juanita, y finalmente la recuperó.
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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#2
Capitán (Cuerpo Prefectura) Luis Esteban Musetti Comini

Escrito en 30 Abril 2014.
[Imagen: LuisMusetti.jpg]
Prefectura de Colonia informa que el día 5 de mayo se efectuará un acto recordatorio por 27 aniversario del fallecimiento en acto de servicio del “Sr. Capitán (Cuerpo Prefectura) Luis Esteban Musetti Comini”.
HORA 11:30 en el CEMENTERIO DE COLONIA
Desarrollo:
Hora 11:15 Recepción de asistentes.
Hora 11:30 Palabras del Prefecto de Colonia. Colocación de Ofrenda Floral. Toque de silencio. Fin del Acto


LUIS MUSETTI.

Reseña:
27º aniversario de la desaparición física en acto de servicio del capitán (Cuerpo Prefectura) Luis Esteban Musetti Comini.
En el mes de mayo del año 1987, el Capitán Musetti, que se desempeñaba desde el año 1985 como subprefecto del puerto de Nueva Palmira, se encontraba en la ciudad de Colonia por motivos familiares cuando, quiso el destino que en horas de la tarde y en forma voluntaria embarcara, en primer lugar, en la lancha ROU 71 junto al prefecto de Colonia para asistir a algunas embarcaciones que solicitaban auxilio.
Posteriormente, en horas de la noche y con condiciones de tiempo extremadamente adversas se traslada por tierra en un vehículo hasta la zona conocida como “Matamora” próximo a Riachuelo, zarpando en una embarcación neumática con la misión de intentar rescatar a 2 tripulantes argentinos que habían encallado su velero llamado “Delirio”.

Fue así, que a pesar de la fuerte sudestada existente, desestimó los peligros a que se enfrentaba, teniendo como norte el cumplimiento de una de las tareas más caras y nobles para nuestra institución, a costo de la propia, como lo es “salvaguardar vidas humanas en el mar”.
Su deceso ocurrió entonces tratando de salvar la vida de 2 ciudadanos argentinos que no conocía, los que finalmente fueron rescatados por prefectura en buen estado de salud, no corriendo la misma suerte nuestro camarada, que fue encontrado sin vida el día 5 de mayo a la altura de la desembocadura del Arroyo Rosario.

 Durante estos 27 años que han pasado desde aquel día trágico, muchas cosas han cambiado pero lo que se mantiene intacto es el respeto y el ejemplo del Sr. Capitán Musetti hacia nosotros y a las futuras generaciones por su compromiso, valor, honor, coraje y el amor a nuestra prefectura y que ajeno a cualquier especulación y egoísmo, ofreció lo más valioso que tenía: “su vida”.
Aprendimos que una persona muere solamente cuando la olvidan y NOSOTROS, SEÑOR Capitán (cuerpo de prefectura) Luis Musetti… ¡Nunca lo olvidaremos!
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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#3
Centenario de la 1a expedicion a aguas antarticas de nuestra Armada Nacional





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“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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#4
LA HAZAÑA DEL ALFÉREZ CÁMPORA
La vuelta al mundo en 1.046 días
El último sobreviviente del “Alférez Cámpora” recuerda el regreso triunfal de hace 55 años.
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[Imagen: 593c658062498.jpg]
Carlos Costa: con 88 años, recuerda las peripecias de navegar. Foto: Ariel Colmegna
ANDRÉS LÓPEZ REILLY
11 jun 2017

El 16 de diciembre de 1962 tres jóvenes oficiales de la Armada se transformaron en los primeros uruguayos en completar la vuelta al mundo en el velero Alférez Cámpora, luego de recorrer más de 60.000 kilómetros en dos años, diez meses y 16 días.

Sobre el horizonte de aquella mañana espesa y con llovizna, dos enormes buques grises solemnizaban la ceremonia a una milla náutica de distancia. De uno de ellos partió el cañonazo que demarcó el límite del esfuerzo, la frontera de un regreso que miles y miles de personas celebraron sobre la costa y luego tapizando 18 de Julio, desde la Plaza Independencia hasta el Palacio Municipal.
El velero regresaba empavesado en señal de triunfo, con el pabellón patrio flameando, luego de tocar 58 puertos. Eran miles las anécdotas, las preguntas, las incertidumbres sobre aquella gesta que había seguido muy de cerca el periodista de El País Carlos María Gutiérrez, quien hizo junto a los marinos la última etapa de aquella histórica singladura, cruzando el Atlántico desde Dakar —la capital de Senegal— hasta Montevideo.

Casi tres años antes, el 31 de enero de 1960, la partida había sido más sobria, pero tampoco pasó desapercibida. El yate de 14,75 metros de largo y sus tripulantes se hicieron a la mar en aquella oportunidad escoltados por varios barcos, entre sirenas y vítores, pañuelos y sombreros sacudidos al viento.
"Nos llevábamos muy bien, nos queríamos mucho porque sabíamos que la vida de uno dependía del otro. Incluso nos entrenamos para manejar el barco entre dos, por si uno caía al agua o se enfermaba. Y se podía manejar hasta con uno solo. Izábamos la spinnaker, que es una vela muy grande, y lo hacíamos solos. El barco ayudaba al tener timón de rueda, que se podía dejar quieto", recuerda Carlos Costa (88), el último sobreviviente del Alférez Cámpora, haciendo gala de una prodigiosa memoria, al ser entrevistado en su casa del Prado en la que vive con su esposa María Luisa.

El colofón de aquel viaje increíble no pudo ser mejor: las vidas de los marinos nunca corrieron peligro por tempestades o enfermedades, no tuvieron grandes discrepancias en la cotidianidad de enfrentar a un océano solitario un día sí y otro también, el barco no tuvo roturas que gravitaran y llegaron a casa cargados de historias y experiencias únicas. Sin embargo, la odisea comenzó con una verdadera tragedia.

Originalmente, los expedicionarios eran cuatro y resolvieron extirparse el apéndice para que una apendicitis no los sorprendiera en medio del océano. Uno de ellos, el alférez Adolfo Cámpora, de 26 años, falleció como consecuencia de un accidente en la cirugía. Fue entonces que el barco, que se llamó originalmente Microcosmos cuando fue botado en 1934 en Ámsterdam y después Achernar, pasó a denominarse Alférez Cámpora.

"Era una gran persona, un joven muy alegre", recuerda Costa, quien fue el único de los cuatro que no se hizo la operación, por consejo de su médico. En el tiempo que trabajaron juntos, haciendo pruebas de navegación y proyectando la travesía, Cámpora puso de manifiesto su temperamento, espíritu de lucha y tenacidad.

Aventurarse al mar.
El velero zarpó del Buceo el 31 de enero de 1960 tripulado por el alférez Jorge Nader, de 30 años, nacido en San Carlos; el alférez Carlos Costa, también de 30 años, nacido en Melo y criado en el campo, y el guardiamarina José Firpo, sanducero de 28.
Según las crónicas de Carlos María Gutiérrez, que luego dieron lugar a un libro publicado por Ediciones de la Plaza, cuando todo estuvo listo y se contó con el dinero necesario (unos $ 300.000 de la época, reunidos a través de donaciones, el patrocinio del Yacht Club Uruguayo e incluso de venta de bienes personales), los mandos de la Armada dieron su autorización, homologada por el Poder Ejecutivo, para una travesía que se consideraría "acto de servicio".

Por eso fue que Nader y Costa ascendieron en la carrera y regresaron ostentando el cargo de teniente.
El Alférez Cámpora se estibó con no demasiados equipos y repuestos, 3.000 latas de conserva, bolsas de azúcar y otros alimentos, además de bidones de aceite comestible, combustible diesel y kerosene para la cocina y el Primus al que había que "destapar" cada tanto y "darle bomba" para que funcionara. También se embarcaron unos 300 libros, desde relatos de navegantes a manuales de mecánica y enfermedades tropicales. Entre ellos estaba el clásico Kon Tiki, que lleva el nombre de la balsa utilizada por el explorador noruego Thor Heyerdahl (1914-2002) en la expedición de 1947 que hizo por el Océano Pacífico desde Sudamérica hasta la Polinesia. Los libros estaban en estantes encima de sus literas, por lo que era habitual que echaran mano a ellos en los momentos de descanso.

Nader era el mayor (se llevaban un mes de diferencia con Costa) y representaba al barco en cada lugar que visitaban. "El capitán era quien llevaba la navegación de un puerto a otro. O era Nader, o era yo, porque Firpo no era navegante, era encargado de máquinas", recuerda el sobreviviente.

Prepararon el viaje durante más de cuatro años bajo la dirección del capitán de corbeta Ulises Walter Pérez. "Una vez fuimos a Buenos Aires y otra vez a Florianópolis. Ahí fue que Pérez dijo que estábamos capacitados para dar 20 veces la vuelta al mundo, porque no nos afectaba nada el mar y teníamos el estado físico adecuado", señala Costa.

El Alférez Cámpora, de dos mástiles, no era un barco veloz, pero sí marinero y muy fuerte: tenía casco de acero con tres secciones estancas, 14.75 metros de eslora, 4.20 metros de manga y 2.40 metros de calado (parte sumergida). Se cambió su motor por un diesel de seis cilindros de 65 caballos de fuerza y se le incorporó otro más pequeño a nafta para la recarga de baterías. No tenía radar ni ecosonda para medir la profundidad, por lo que la navegación dependía de instrumentos clásicos y de una guardia en cubierta 24 horas.

La profundidad la medían como hace cinco siglos. "Yo les decía: estamos mejor que Colón, porque él no sabía a dónde iba y nosotros sí. Para medir la profundidad teníamos una sonda de mano, que es una cuerda con un plomo abajo. Uno agarra práctica y se da cuenta cuando toca el fondo y afloja el peso del plomo, ahí se sabe que hay bajofondo", anota Costa, mientras se encuentra parado junto a la maqueta del Alférez Cámpora que guarda dentro de una urna de vidrio.

Navegación y tormentas.
El máximo tiempo que estuvieron en el agua fue de 32 días, entre la hoy Sri Lanka (isla asiática ubicada en el golfo de Bengala, que antes se llamaba Ceilán) e Inglaterra, país que los trató "fantástico". "Sacaron el barco, lo revisaron y lo pintaron sin costo", recordó Costa.
La vida a bordo y en los puertos sería de estricta austeridad, aunque muchas veces se codearon con figuras y políticos que los veían como fenómenos y querían conocerlos. En Tahití recibieron a bordo la visita del actor Marlon Brando, quien se encontraba filmando la remake de Motín a bordo, que evoca el alzamiento, en 1787, de los marinos de la fragata británica Bounty. "Para nosotros era una persona más, no le prestábamos importancia", dice Costa al recordar la presencia de la estrella de Hollywood sobre la cubierta del Alférez Cámpora.
Por suerte, nunca se enfrentaron a una tempestad que les hiciera temer por sus vidas. "Cuando uno da la vuelta al mundo, se agarra todo tipo de tormentas. Alguna vez pensamos que era difícil salir, pero siempre salimos. Firpo navegaba muy bien con viento en popa, que es muy difícil. Pero uno después se habitúa y todo eso es bobada", dice el viejo marino con displicencia.

Tampoco tuvieron problemas graves de salud. "Ni un resfrío tuvimos, nada. Una vez, navegando desde las Islas Galápagos a Tahití, yo sentí un dolor en el vientre. Y no me había operado del apéndice, lo hice muchos años después siendo capitán de corbeta porque me atacó una apendicitis", agrega Costa. (Su esposa María Luisa anota que esto ocurrió en 1988).

La proa de una hazaña de tres marinos.
Solo quedó la proa del Alférez Cámpora, que se exhibe a la entrada del Museo Naval del Buceo.

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Solo quedó la proa del Alférez Cámpora que se exhibe en la entrada del Museo Naval del Buceo.
Foto: F. Ponzetto

"Me arrepiento de no haber leído lo suficiente antes de visitar algunos de los lugares en los que estuvimos, para conocer mejor la historia. Llevábamos cerca de 300 libros, algunos de los cuales están en casa", señala el único sobreviviente de la odisea, Carlos Costa (a la derecha en la foto de época). También guarda los faroles del barco y una réplica de bronce de la campana. José Firpo (derecha) murió en 1995 y Jorge Nader (al centro) en 2012.

BITÁCORA.
Corned Beef y amores de puerto.
La escasez de alimentos frescos obligaba al encariñamiento forzado con el corned beef y el arroz. Los tripulantes alternaban guardias de tres horas al timón con seis de descanso, aunque las pausas solían ser interrumpidas por los trabajos propios de una embarcación en la que la disciplina y la instrucción juegan papeles fundamentales.
Por eso, llegar a los puertos era para ellos un verdadero bálsamo.

"Tratábamos de divertirnos. Éramos solteros y sin compromisos. Teníamos la libertad de hacer lo que queríamos", confiesa Costa a sus 88 años.
"En Rodas (Grecia) estuvimos cerca de un mes", sostiene. Y menciona a una "novia" a quien recuerda con nombre y apellido. Su esposa, que se casó con él pocos años después, anota con mirada filosa: "Dice no tener memoria, pero de ella se acuerda perfecto". Y Carlos, casi en un susurro, menciona a una segunda joven que conoció durante aquel largo viaje.

Quejas sobre la Marina y el Frente.
Carlos Costa dice que luego de la travesía donaron el barco a la Marina y que este terminó "como chatarra". También que tuvo años difíciles en la Marina por algunas personas que le hicieron la vida imposible. Y que el Frente Amplio, cuando Tabaré Váz-quez fue intendente de Montevideo, rechazó una iniciativa que llegó a la Junta para denominar a un espacio libre de Carrasco Alférez Cámpora.

"Tenemos recuerdos del Ejército, de la Fuerza Aérea, pero no de la Marina. Incluso en la Marina, siendo yo comandante de un barco, me mandaron a cuidar la cocina del Hospital Militar".

"En la Junta Departamental dijeron que no había suficientes antecedentes. Lo que pasa es que no los habíamos votado", sostiene Costa. Probablemente, en aquel momento pesó el hecho de que Nader fue vinculado a hechos ocurridos durante la dictadura.
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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#5
Estaba mirando este video de este excelente canal naval y me encontré con esto que no sabía. La posible adquisición de Uruguay de un par de Ironclads Austro Húngaros.



 
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#6
Estimado Jolly Roger:
No sabía nada de estos dos "ironclads" austríacos, pero por la fecha que se menciona en el video (antes de la Gran Guerra) me parece que nuestra Armada podría haber hecho averiguaciones sobre ellos, pero finalmente no los compró.
Esto es es lo que sé:
 El 26 de octubre de 1906, la Ley Nº 3.126 destinó "el excedente que se obtuviera sobre el monto de la recaudación calculada de la Contribución Inmobiliaria" de las propiedades del Interior del país "a la creación y fomento de la marina de guerra".
    Con el dinero obtenido se adquirieron varias naves: el yate Normania [adquirido en 1907 y donado en 1931 a un Club de Deportes Náuticos en Salto], que se transformaría en el Cañonero "18 de Julio"; el crucero italiano Dogali [adquirido en 1908, que se transformó en el Crucero "Montevideo" y que sirvió hasta 1931], el cañonero estadounidense Orienta [adquirido en 1908, luego Aviso de Guerra "Oriental"] y el yate Anita, que se transformó luego en el Transporte de Guerra Maldonado (luego rebautizado Barón de Río Branco). Este último se adquirió en 1908 y en 1931 se transformó en alojamiento del personal del Servicio Aeronáutico, fondeado frente a la Isla Libertad.
Los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla. - Marco Tulio Cicerón
 
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#7
Estimado Artiguista:
Estuve viendo hoy el artículo de Moroy (no con demasiado cuidado), y encontré una ilustración que indica:
"Batalla de Cepeda (Cañada de Cepeda, Santa Fe, Argentina.) ¡El pabellón uruguayo que se ve es de 1830, la batalla 1820!"
Sin dudas, el autor incurrió en un error de distracción. Esa ilustración, basada en una litografía de Penutti de 1852, muestra al Coronel César Díaz (montado, en el centro de la misma) al mando de la División Oriental, durante la Batalla de Monte Caseros, el 3 de febrero de 1852. Esta ilustración aparece en el libro "Historia del Ejército"
Detrás de Díaz se ve el Batallón de Voltígeros, al mando del Coronel León de Palleja (también a caballo, de barba). El edificio en el fondo de la figura es una casa fortificada y El Palomar (edificio cilíndrico), sobre los cuales se apoyaba la derecha de la línea de Juan Manuel De Rosas.
Para esa época (1852), ya existía el Pabellón Nacional, cuya versión definitiva o reformada (la actual) es del 12 de julio de 1830.

Por otra parte, una segunda ilustración del artículo (desconozco el autor), que muestra unos lanchones similares a los de Campbell, también tiene una interesante historia detrás. Esos lanchones pertenecen a Timoteo Domínguez, el Comandante de la guarnición de la Isla Martín García. El 17 de marzo de 1852 (poco más de un mes después de la Batalla de Caseros), Domínguez cumplió la orden de entregar la isla a fuerzas argentinas. Pero en lugar de arriar el Pabellón Nacional, ordenó talar el mástil, indicando: "La Bandera Oriental no se arría ni se entrega". Luego, se llevó mástil y bandera, el que se puede ver atado al palo del lanchón, y se dirigió hacia el puerto de Colonia.
Los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla. - Marco Tulio Cicerón
 
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#8
(08-30-2020, 04:04 PM)danny escribió: Estimado Artiguista:
Estuve viendo hoy el artículo de Moroy (no con demasiado cuidado), y encontré una ilustración que indica:
"Batalla de Cepeda (Cañada de Cepeda, Santa Fe, Argentina.) ¡El pabellón uruguayo que se ve es de 1830, la batalla 1820!"
Sin dudas, el autor incurrió en un error de distracción. Esa ilustración, basada en una litografía de Penutti de 1852, muestra al Coronel César Díaz (montado, en el centro de la misma) al mando de la División Oriental, durante la Batalla de Monte Caseros, el 3 de febrero de 1852. Esta ilustración aparece en el libro "Historia del Ejército"
Detrás de Díaz se ve el Batallón de Voltígeros, al mando del Coronel León de Palleja (también a caballo, de barba). El edificio en el fondo de la figura es una casa fortificada y El Palomar (edificio cilíndrico), sobre los cuales se apoyaba la derecha de la línea de Juan Manuel De Rosas.
Para esa época (1852), ya existía el Pabellón Nacional, cuya versión definitiva o reformada (la actual) es del 12 de julio de 1830.

Por otra parte, una segunda ilustración del artículo (desconozco el autor), que muestra unos lanchones similares a los de Campbell, también tiene una interesante historia detrás. Esos lanchones pertenecen a Timoteo Domínguez, el Comandante de la guarnición de la Isla Martín García. El 17 de marzo de 1852 (poco más de un mes después de la Batalla de Caseros), Domínguez cumplió la orden de entregar la isla a fuerzas argentinas. Pero en lugar de arriar el Pabellón Nacional, ordenó talar el mástil, indicando: "La Bandera Oriental no se arría ni se entrega". Luego, se llevó mástil y bandera, el que se puede ver atado al palo del lanchón, y se dirigió hacia el puerto de Colonia.

Como siempre, Danny no defrauda con sus conocimientos

Big Grin Big Grin Big Grin
 
"Mas vale ser aguila un minuto que sapo la vida entera".
 
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#9
(08-30-2020, 04:04 PM)danny escribió: Estimado Artiguista:
Estuve viendo hoy el artículo de Moroy (no con demasiado cuidado), y encontré una ilustración que indica:
"Batalla de Cepeda (Cañada de Cepeda, Santa Fe, Argentina.) ¡El pabellón uruguayo que se ve es de 1830, la batalla 1820!"
Sin dudas, el autor incurrió en un error de distracción. Esa ilustración, basada en una litografía de Penutti de 1852, muestra al Coronel César Díaz (montado, en el centro de la misma) al mando de la División Oriental, durante la Batalla de Monte Caseros, el 3 de febrero de 1852. Esta ilustración aparece en el libro "Historia del Ejército"
Detrás de Díaz se ve el Batallón de Voltígeros, al mando del Coronel León de Palleja (también a caballo, de barba). El edificio en el fondo de la figura es una casa fortificada y El Palomar (edificio cilíndrico), sobre los cuales se apoyaba la derecha de la línea de Juan Manuel De Rosas.
Para esa época (1852), ya existía el Pabellón Nacional, cuya versión definitiva o reformada (la actual) es del 12 de julio de 1830.

Por otra parte, una segunda ilustración del artículo (desconozco el autor), que muestra unos lanchones similares a los de Campbell, también tiene una interesante historia detrás. Esos lanchones pertenecen a Timoteo Domínguez, el Comandante de la guarnición de la Isla Martín García. El 17 de marzo de 1852 (poco más de un mes después de la Batalla de Caseros), Domínguez cumplió la orden de entregar la isla a fuerzas argentinas. Pero en lugar de arriar el Pabellón Nacional, ordenó talar el mástil, indicando: "La Bandera Oriental no se arría ni se entrega". Luego, se llevó mástil y bandera, el que se puede ver atado al palo del lanchón, y se dirigió hacia el puerto de Colonia.

Gracias Danny por sus comentarios!
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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#10
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EL ALMA DE UN CACHORRO. Cuento

Por: Hernes Rodriguez
Al ROU “Salto”, y a quienes alguna vez lo tripularon. Montevideo 1999

A veces es muy delgada la línea que separa la historia de la leyenda.
Para que un hecho histórico y rigurosamente documentado entre en el campo, mucho más emocional y vago de la leyenda tiene que reunir características muy especiales que lo distinga. Así ocurre con el que nos ocupa.

Que un buque tiene alma es una verdad no demostrada pero verdad al fin. Así creen –creemos- todos los que a las cosas del mar han entregado su existencia. Un alma que trasciende el simple conjunto de chapas y maquinaria que lo componen. Un alma que se nutre de la savia y del esfuerzo de los que abordo de el van viendo transcurrir el tiempo. Un alma que da características especiales al buque que la posee; almas aguerridas, almas perezosas, almas elegantes, almas soñadoras. Así es para todos los buques que navegan en los mares.
Los que saben mucho de mares y de sueños; que saben que las gaviotas no chillan sino que saludan, que las estrellas no titilan sino que hacen guiñadas, cuando ven un buque casi podrían describir el alma que lo acompaña.

Aquellos buquecitos tenían un alma alegre como un duende. Casi parecían tres cachorros juguetones cuando cruzaron el océano desde la lejana Europa, para querenciar en las aguas marrones del Río de la Plata y del Uruguay, allá por la década del treinta.
Generaciones y generaciones de marinos pasearon por sus cubiertas. Y ellos con los años empezaron a ser adultos. Aprendieron a conocer todos los rincones de aquellos ríos, canal por canal, isla por isla. Pero su alma se mantuvo incambiada, siempre tuvieron alma alegre.
En la década del cuarenta, mostraron el pabellón nacional trepando el Paraná y el Paraguay hasta Asunción en un histórico viaje.

El irreversible paso del tiempo se hizo notar. Primero uno y luego otro fueron retirados del servicio. Algunos restos, en una imagen casi obscena para quienes aprendieron a quererlos, permanecen con sus remaches oxidados, tirados entre montones de despojos marinos a los fondos de un dique.
Todavía frente al mar, el alma de esos restos insepultos, vio a sus hermanos cachorros continuar con la tarea para la que fueron creados. Y si es cierto que el alma de un buque sufre, esa debe haber sufrido mucho.

Uno solo de ellos continuó navegando hasta el limite de sus fuerzas, y un día hace ya muchos años su cansada maquinaria fue sustituida; sus viejos diesel cambiados, su cubierta y casco remozados. Tal vez por carencia de otras unidades, tal vez por respeto por ese cachorro cuarentón, que a pesar de los achaques seguía siendo ágil y veloz en su tarea, imperturbable al paso del tiempo.

Otros buques fueron llegando. Más nuevos, mejor equipados, y comparados con el guardacostas, enormes. Ellos miraban al buquecito, transformado en reliquia y hasta se sonreían en forma compasiva. Con el tiempo también se fueron yendo. Agotados los metales y con las maquinas sin vida de tanto mar y viento. Terminaron de muchas formas. Algunos en las voraces fauces de una laminadora después que un pico de corte los fraccionara en pedazos irreconocibles. Otros con la dignidad perdida en un muelle-asilo donde sus entrañas oscuras solo son recorridas por roedores. Algún otro, más afortunado, descansa en las dulces aguas del río, esperando ser transformado en plataforma para pescadores y remeros. Triste final para un noble buque, acostumbrado a la sobriedad del ropaje gris, ahora vestido de colores brillantes y sintiéndose como un viejo equino transformado en caballo de calesita.
Nuestro sobreviviente -venerable anciano- aún navegaba. Marinos jóvenes, mucho más que él, siguieron aprendiendo en su cubierta las faenas de la profesión.
Aún paseaba – orgulloso - su gallardete y su pabellón, en su estampa de pequeño destructor. Si el alma de los buques ríe estoy seguro de haberla escuchado; en alguna noche de insomnio - fondeado en el río - riendo con las gallinetas que vagabundeaban en las riberas.

En unos años gloriosos volvió a remontar el Paraná y el Paraguay para mostrar sus bronces relucientes junto a buques de otras banderas. Muchos le recordaban a el y a sus hermanos, y admiraron su estampa.

Pero todo tiene su fin. Y un día, pasados ya los 60 años de servicio el viejo guardacostas no pudo más. El problema ya no se soluciona cambiando y remendando, los achaques son demasiados. Fríos números y gráficas decretan el abandono contra un muelle. Pronto quedará sin tripulación, sin Pabellón, sin gallardete que represente el mando y el orgullo de un hombre. Es el final tan temido. Y el alma del cachorro sufre, rodeada de manchas de aceite y esperando ser invadido por alimañas y depredadores.

La noticia corrió entre los hombres de la Armada. Ocupados por las nuevas tecnologías, para muchos pasó desapercibida. Para algunos, especialmente los que lo navegaron, fue una triste nueva que un día tenían que recibir. Unos pocos sintieron una amarga rebeldía y se negaron a aceptar que así ocurriese.
El guardacostas no puede terminar con el vientre abierto, mostrando las entrañas en un pastizal. Despojado de bronces y mobiliario, con los vidrios rotos. Con el alma en pena añorando el agua.
Alguien recordó la mítica marcha de los elefantes a su última morada. Enfermos y añosos los paquidermos abandonan por su pie la manada para dirigirse a un desconocido lugar, donde sus restos se calcinarán al sol junto a los de sus ancestros. Lejos de la vista de la manada, inmortales en su recuerdo.

Se dieron órdenes. El guardacostas fue pintado. Se enarboló su más nuevo pabellón. La magia de un genio maquinista permitió que las hélices se prepararan para girar -solo un rato- despacio y con gran esfuerzo.

Finalmente una tardecita, sin mayores ceremonias, el anciano se fue separando del muelle a poca maquina. Dirigió una mirada al desierto muelle, donde no estaba ninguno de sus camaradas mayores. Muchos ojos le acompañaban desde los edificios. Algunos trabajadores del puerto entrados en años, tragaron saliva con fuerza.
Si las almas de los buques piensan, esa realmente estaba resignada. Ahora seguramente el varadero! Se imaginó saliendo del agua como un anciano de piernas flacas y blancas, luego, el remolque sobre una anguila hasta un rincón donde no moleste. Si por lo menos viese el agua.

Lentamente y gobernado con firmeza fue aproximándose a la boca del puerto.
Al través de escolleras pudo verlos.
Fuera del puerto aguardaba la Flota. Engalanados los buques, repletas las cubiertas y entrepuentes de marinos con uniforme de paseo.
Fragatas, Barreminas, Buques de Servicios, el Buque Escuela con todo el trapo izado. Hasta los patrulleros jóvenes que bromeaban con él en el litoral se movían inquietos e irrespetuosos entre los mayores.
Una banda empezó a tocar la marcha de la Armada.
Como un anciano paquidermo, navegó por última vez frente a la manada, y de cada uno de sus compañeros recibió una mirada de despedida.
Algunos aseguran que al pasar frente a las fragatas y los barreminas escucharon sobre los acordes de la banda la Canción del Adiós en francés y una versión champurreada de Lily Marlene en alemán. Seguramente fue una ilusión, porque en ese momento sobrevoló la formación una agrupación aeronaval que así saludaba al camarada.
En el extremo del canal puso rumbo oeste -como aquel coloso extranjero que también tuvo un digno final en nuestras aguas – y detuvo sus máquinas. Se fondeó a barba de gato por última vez y algunas embarcaciones menores fueron retirando la tripulación.
Abordo el joven Comandante dio una recorrida final y entregó novedades al Almirante que lo aguardaba.

Abiertas las válvulas de fondo; embarcaron en una lancha con el libro de bitácora bajo el brazo, dirigiéndose al insignia de la formación.
Cientos de ojos brillantes contemplaron con las luces del ocaso, como el guardacostas se fue hundiendo lentamente, junto con el sol, en las aguas marrones.
Cuando se posó sobre el fondo, en la que sería su morada final, un balizador fondeó una boya con su nombre, a su lado. Si las almas de los buques saben sonreír complacidas, estoy seguro que la de aquel guardacostas lo hizo.
Pasados muchos años, cuando los buques de la Armada salen de puerto - y de acuerdo al ceremonial impuesto aquel día - rinden honores a estribor al través de esa boya. Mudo recordatorio de un buque que descansa después de más de 60 años de historia, y que ahora navega en la leyenda.

El autor, C/N (CG) Hernes F. Rodriguez, fue Comandante del ROU 14 “SALTO” desde 1990 a 1992, habiendo sido posteriormente Comandante de la División Patrulla de la Fuerza de Mar, en la Armada de Uruguay.
El buque al que se hace referencia, el Guardacostas SALTO, existió efectivamente, habiendo prestado servicios más de 60 años. El final que tuvo no es el del relato, habiendo terminado sus días tal como no debería haberlo hecho. Con pena y sin gloria.
 
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