[Terminus]

Sr. Director: 
Dos conductas coherentes. Hace mucho más de un año que apreciamos una sistemática lógica de confrontación de parte de distintos actores del espectro político y entidades funcionales a él, hermanados (unos con máscara y otros doctrinariamente confesos) en la antipatía por el Ejército de su país. 

Esta práctica se alternó un día sí y otro también generando un clima de cuestionamientos a una institución fundacional como el Ejército Nacional. ¿Serían legítimas o ilegítimas? Podrá ser opinable, lo que sí es claro es que al estar el Ejército inhibido de toda expresión política, quienes ejercen el mando superior de las FFAA no deberían haber guardado silencio. 

Desafortunadamente, desde nuestras autoridades, hemos sido partícipes de las más  absoluta defección. Con respecto a cómo debe visualizarse la autoridad por los subalternos, nuestro Reglamento General de Servicio Nº 21 (RGS Nº 21) establece “que debe ser para ellos, en todas circunstancias, un símbolo, un guía, un apoyo y un árbitro”.

Recientemente, lo desconcertante ha sido que por todos los medios, ministros, subsecretarios, parlamentarios, etc. se atribuyeron el protagonismo apasionado y con argumentos de dudosa veracidad y en una desafiante y grosera intromisión en los asuntos de máxima sensibilidad, como son los servicios de carácter previsional de los servidores de la órbita del Ministerio de Defensa Nacional. 
Todo esto, contándose con la abstención mediática del responsable de esta cartera. Nuestro RGS Nº 21 nos marca también que “la responsabilidad es inherente al mando; todo superior tiene el deber de prestigiarla con sus decisiones y sus propios hechos, eludirla evidencia falta de carácter”. 

Sin embargo, se advirtió que el Sr. Ministro de Defensa Nacional hizo su aparición y con inusitada exposición mediática y de manera locuaz, explicó públicamente medidas disciplinarias que implícitamente contienen juicios sobre sus subordinados (los actuales mandos del Ejército). Esto, lamentablemente, inferimos, con un impacto sobre la moral y la disciplina de la institución. Como es de público conocimiento, la sorpresiva aparición se genera frente a dos situaciones acaecidas en forma aleatoria, una, a raíz de la contestación a una pregunta (al Sr. C.J.E) por parte de un periodista y la otra, producto de un acto del servicio ordinario, en un lugar público apoyado por el Ejército Nacional (bajo la responsabilidad del Sr. J.E.M.E) 

Vaya aquí nuestro recuerdo a nuestros mandos de todos los tiempos, que inspirados en André Gavet nos enseñaban: “El hombre es un instrumento de gran valor, se le emplea tan ampliamente como es necesario en el bien del país, pero no se puede ni sacrificarlo inútilmente, ni envilecerlo, ni falsearlo. 
El jefe no tiene derecho para rebajar moralmente a su subalterno, ni para humillarlo; no tiene ni siquiera el derecho a engañarlo”. 

Vinculemos ahora la antedicha conducta con las conductas asumidas por los mandos de nuestro Ejército. Primeramente, con la de su titular, que consultado por su opinión sobre un aspecto de irreparable injusticia para los hombres más vulnerables de su fuerza, no se perdió en la cruz de los caminos y sencillamente se apoyó, aparte, en su sentido de justicia y autoridad, en lo que suponemos, este gobierno previó en su Decreto 129/016 par. XI, que, refiriéndose a la formación de los recursos humanos, dispone: “(…) Lo cual se complementa con una justa remuneración y los servicios de naturaleza social que son propios de la función”. 

Una afirmación tan ponderada, como firme y coherente, hace gala de la autoridad militar que ostenta y que sin dudas se ciñó al R.G.S. Nº 21 y evidenció, ser para ellos, en todas circunstancias, un símbolo, un guía, un apoyo y un árbitro. La respuesta puntual y en base a la verdad; no pudo ser otra, ya que su antónimo sería la mentira, verbo que para el alto mando del Ejército erosionaría su honor y la credibilidad ante sus subordinados. 
Muy acertadamente decía André Gavet: “Una mentira, una trapacería, un ardid, una brutalidad, son actos que conservan en todas partes, de hombre a hombre, el mismo carácter y merecen el mismo desprecio, cualquiera que sea la situación relativa a los individuos de que se trate…”. 

La segunda conducta, asumida por el segundo en el mando en el Ejército, deja escaso margen de subjetividad. Primó en su conducta la confianza en sus subordinados y la responsabilidad en las órdenes que se imparte, en el entendido de que si hubo mal interpretación en un acto de servicio, muy probablemente la orden fuese incompleta —pero no es admisible, atribuible al subalterno— en una institución esencialmente dogmática en sus procedimientos operacionales, las carencias detectadas. 

Pero la actitud del mando, también en esta situación, fue clara y reforzando un mensaje de buen ejercicio de la autoridad, verticalidad y disciplina ejemplar, que se apoyó sencillamente en lo que nuestro RGS Nº 21 nos impone: “Que la responsabilidad es inherente al mando; todo superior tiene el deber de prestigiarla con sus decisiones y sus propios hechos, eludirla evidencia falta de carácter”. 

El Ejército seguirá sirviendo altruistamente a su país; sus mandos han asumido dentro del Marco Legal vigente y con carácter la autoridad y la responsabilidad que las circunstancias le impusieron. Por ello lo que sugiere el título de estas reflexiones. Por un lado, la conducta del Sr. Ministro de Defensa Nacional y, en las antípodas, la conducta de los mandos del Ejército; una, producto de la alternancia del cargo y las otras, producto de lo que el estado militar implica. 

Cnel.® Pedro Viterbo Vidal Malvárez.