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Defensa de la ciudad de Paysandu
#10
DICIEMBRE 31

En la madrugada de este día – aun faltarían 2 horas para el amanecer – el Detall inicio el toque de diana, que repitieron los cuerpos de la Guarnición .dados los partes y repetida la orden del Estado Mayor, de estar prontos para la pelea, el Sargento Mayor Larravide subió al Baluarte de la Ley, que mandaba el bravo Teniente Juan José Díaz, desde quedo fuera de combate el Comandante Braga.
Los artilleros ya están en sus puestos y las mechas encendidas en el portamechas que yacen clavados en el piso de la batería.

- Teniente Díaz, dice el Jefe del Detall, tome usted con sus piezas la puntería de Bella Vista, porque en cuanto aclare vamos a romper el fuego sobre este punto, donde los enemigos han colocado una batería. La pieza de a 8 ha pasado a mandarla el Teniente Rafael A. Pons, por haber sido herido el Alférez Joaquín Espilma en los días anteriores, la de a 6, la comandaba el Sargento distinguido don Juan Irrazabal, cuyas 2 piezas volantes se hallaban a las ordenes del Capitán don Federico Fernández.
Uno de los cañones esta colocado en la esquina de la plaza, cantón de la casa de Argento, y el otro en la esquina siguiente, cantón de la casa de Paredes, y ambos con dirección a Bella Vista.
Ya quiere aclarar. Los sitiadores echan diana. En ese momento el Jefe del Detall le dice al Teniente Díaz:
- Ahora, Teniente junto con esa diana rompa el fuego.
Hace Díaz el primer disparo y se le contesta con el fuego de treinta y tantos cañones de todo calibre, unos situados en Bella Vista y los otros en la cuchilla frente a la Plaza.

Nuestras piezas de bronce también hacen fuego. Las del enemigo son dirigidas al Baluarte de la Ley y a la Iglesia; así es que en la plaza cae un verdadero diluvio de balas. A pesar de la desproporción de elementos entre ambas partes, los cañones de la Guarnición siguen respondiendo al fuego nutrido y graneado de los sitiadores, pero por cada una de estas balas, el enemigo nos envía 50 de mayor calibre.
Nuestros artilleros hacen prodigios de valor, tratando de apagar los fuegos contrarios. Una nube de humo y polvo envuelve el recinto de la Plaza. Los cascotes saltan como lluvia incesante del parapeto del Baluarte de la Iglesia, y de los edificios de la Plaza. El Baluarte esta acribillado a balazos, y en medio de aquel fuego infernal se empiezan a poner bolsas de lana para tapar las averías de dicha batería. De vez en cuando se oye vivar a la Nación, al Gobierno, a la Independencia de la Patria y a algún Jefe u Oficial de la Guarnición, mezclados con los ayes y lamentos de los heridos. Solamente pelean los artilleros, porque el resto de la Guarnición no tiene a quien disparar un tiro, pues los sitiadores están fuera del alcance de nuestros fusiles.

Son las 8 de la mañana y el fuego continua del mismo modo que al amanecer. Una de las piezas del Baluarte ha sido inutilizada por una bala, que le ha partido en pedazos el mástil, otra bala ha destrozado una de as ruedas del cañón de a 6; mas de la mitad de los artilleros están tendidos al lado de sus piezas y nuestros fuegos poco menos que apagados pues no nos quedan mas que 2 cañones.
Los artilleros del cañón de a 6 se ocupan de sustituir la rueda destrozada con otra del armon, y colocarle a este la rueda de uno de los carros de municiones. Puede decirse que los enemigos nos están fusilando a cañonazos, porque 3 y tantas bocas de fuego vomitan sus proyectiles sobre nosotros.

El cantón de la esquina de la Plaza, frente a la casa de Paredes, es el Cuartel de Artillería. Su corralón, cercado por una pared de ladrillos sentada en el barro, pared atronerada y resguardada exteriormente por una zanja, esta guarecida con un piquete de Infantería de Guardias Nacionales. En el se encontraba don Felipe Argento. A eso de las 9 y cuarto de la mañana una bala de cañón derribo a Argento llevándole las 2 piernas. Este valiente joven Guardia Nacional, revolcándose en el suelo, dio vivas a la Patria, al Gobierno y a la Guarnición. Al punto le colocaron en un catre para conducirlo al Hospital, mientras que el les dice: - “Compañeros, peleen hasta morir. Les recomiendo mi familia”.

De allí es sacado por 4 de sus camaradas, pero antes de pasar la cuadra de la plaza expiro sin lanzar un ay! Muchos actos de valor se han visto entre los bravos Guardias Nacionales de la Heroica Paysandú; pero como el de Argento muy pocos. La Republica Oriental perdió en el a uno de sus mas buenos hijos y de los mas intrépidos, porque desde el primer instante del sitio se le vio siempre distinguirse en los puntos de mayor riesgo, entusiasmando con su palabra y con su ejemplo a los guardias nacionales.
El cañoneo sigue sin interrupción. A las 10 es derrumbada la torre del lado Norte de la Iglesia, causando algunas victimas con sus escombros. La pieza de a 6 reparada la rueda vuelve a hacer fuego. El Baluarte se estremece a cada bala que recibe y se teme que de un momento a otro se venga al suelo.

A las once cesa el fuego de los sitiadores y al disiparse el humo vemos que se mueve la Infantería Brasilera. Traen el ataque; pero esta vez lo hacen de un modo distinto al del día 6, pues avanzan desplegados en guerrilla. Al llegar a la orilla del pueblo se cubren en los cercos y casa. Ya no vienen por el medio de las calles, sino que penetran por los sitios entre manzanas, abriendo portillos y boquetes en ellas y en los cercos y tápiales, para pasar guarecidos de nuestros fuegos. Van a asaltar la línea norte. En esa línea el General Gómez, así como el Coronel graduado don Juan García Aberasturi, Torcuato González Rivas, los Capitanes Areta, Moreira, Ovidio Warnes, Masanti y Mernes (Emilio), de Guardias Nacionales a excepción del primero. También hay como unos 20 Oficiales, cuyos nombres sentimos no recordar.

Medio Batallón de Defensores vine al trote para reforzar la línea. Los enemigos se acercan y se rompe el fuego de fusileria. De cuando e cuando se oye el estampido de una de nuestras piezas volantes. Se dan vivas por los defensores de las trincheras. El ataque es sostenido con vigor y con más vigor también sostenida la defensa.
En algunos puntos de la línea los sitiadores llegan hasta la misma pared que resguarda a los sitiados pero son rechazados con grandes perdidas, dejando los cadáveres al pie de nuestros débiles muros. De tiempo en tiempo resuena una diana, tocada por un clarín o un tambor; es que hemos triunfado en alguna acometida parcial al enemigo. Hay momentos en que únicamente el valor de los Orientales, centuplicado por la noble y santa causa que defienden, puede contener el ímpetu y el número de los asaltantes, pues durante la pelea de este día se ha visto a un grupo de 40 y 50 guardias contener y derrotar a todo un Batallón Brasilero.

Las piezas de a 8 y de a 6 desfogonadas, tan pronto están en un cantón como en otro tan pronto en los centros de las manzanas o donde sea preciso desalojar a los contrarios. Y cuantas veces, faltándonos momentáneamente la metralla, cargamos a piedra y cascotes esas mismas piezas!
Los Oficiales de la Guarnición se arman con los fusiles de los enemigos que caen prisioneros y hacen fuego a la par de los soldados. Son las 2 de la tarde: hace 3 horas que los Brasileros han traído el asalto, y no han podido apoderarse de ningún cantón.
A esa hora los asaltantes corren por su flanco derecho circunvalando las 2 cuadras fortificadas que miran al Puerto.
Al centro, en la calle Real, se halla el Coronel Piriz; a su izquierda el Comandante don Pedro Ribero (en el cantón del edificio de la Jefatura), y a la derecha, en el cantón de la bocacalle, el Comandante don Silvestre Hernández. A sus ordenes están los Jefes subalternos y Oficiales de la fuerza del Coronel Piriz, pertenecientes a la Guarnición del Salto, con cuya fuerza se han guarnecido los otros de aquellas manzanas. A ellos les toca ahora su turno. Entran también en pelea, y como los defensores de la línea Norte, hacen prodigios de valor rechazando todos los asaltantes que les traen.

La señora de don Torcuato González es una heroína, pues despreciando los peligros y con riesgo de su vida, se la ve alcanzar baldes de agua a los cantones, para que sus defensores aplaquen la sed o ya con su propia mano vendar las heridas de algunos valientes de la guarnición, haciendo uso de sus ropas cuando se le agotaban las tiras de lienzo de que estaba provista. El Dr. Mongrell atendía cuidadosamente a los heridos en el Hospital.
Volviendo a la señora de González, debemos consignar que cuando se esposo le pedía que se retirara, ella le respondía: - y tú no estas aquí cumpliendo con tu deber, pues donde se halle mi esposo quiero encontrarme yo. Ese es también mi deber. No te abandono por mas que me lo exijas.
A las 3 mas o menos los sitiadores se apoderaron del edificio donde esta la Aduana, calle por medio del portón de la calle Real.
El Coronel Piriz ordena que se desaloje de allí al enemigo, y formando el mismo en el número de los que iban a dar cumplimiento a lo ordenado, dice al Oficial encargado de llevar el ataque: - estoy a sus órdenes, señor Oficial, mande usted. El Oficial da la voz de a la carga y el Coronel Piriz, armándose de un fusil, carga como soldado en primera fila y contribuye al éxito del ataque.

A las 4 e la tarde, el fuego es general y se pelea sin descanso en las líneas de defensa Norte y Oeste. Los sitiadores abren troneras en las casas y paredes que ocupan, para hacernos fuegos desde ellas. De rato en rato se oye un toque de clarín por parte de los enemigos. Siempre el mismo toque. Ha de ser Brasilero y no de la gente del General Flores, porque los sitiados no comprenden su significación. Después se ha sabido que ese toque quería decir: Sigua el fuego!

Todo el armamento de la Plaza consiste en fusiles de pistón y nos quedan pocos fulminantes. A fin de conservarlos para un caso mas apremiante, se ensaya hacer fuego con fósforos de Roche, colocando el mixto sobre el oído del fusil cargado. El ensayo da un resultado magnifico. El General mando entonces distribuir cajas de fósforos, con la orden de no gastar un solo fulminante sin en circunstancia de tener que hacer fuego apresurado o durante la noche en que es mas difícil colocar la cabeza del fósforo sobre el oído del fusil.
Los sitiadores, buscando el favor del viento, han incendiado varias casas con techo de paja, para que el humo nos venga encima y nos moleste. En las 2 líneas atacadas, sitiadores y sitiados luchan calle por medio: el individuo que se descubre una cuarta es hombre muerto.

La guarnición disminuye hora por hora, pero los que sobreviven no desfallecen. La imagen de la Patria los alienta y el ejemplo del valor y de la tenacidad de Artigas anda de labio en labio. Seremos tus dignos compatriotas, heroico Jefe de los Orientales.
A las 5 de la tarde es herido mortalmente el General don Lucas Piriz. Se le conduce a la casa de la familia Merentiel para ser asistido. Este denodado Jefe deja un inmenso vacío en la defensa, pero ni aun por eso desmayan los sitiados. El General Gómez esta presente en todas partes proclamando la guarnición y exhortándola a vencer o morir. La Bandera Oriental, que tremola en su mano Derecha, es saludada por hurras por los defensores.
La bandera esta hecha jirones por el plomo Brasilero. El súbdito español seños Chavarria tiene un almacén de comestibles en la Plaza. El no ha querido tampoco abandonar el pueblo, y también presto sus servicios a los heridos. Ha ofrecido cuanto tiene en su almacén y haga falta a los defensores de Paysandú. Ya se entra el sol y la pelea prosigue con el mismo encarnizamiento que al principio.

En medio del fuego graneado, de vez en vez resuenan descargas cerradas y el estampido de algún cañón, ora nuestro o ya de los asaltantes que han aproximado sus piezas con el propósito de abrir brechas en las trincheras. Los enemigos se corren mas a su Derecha, rodeando las trincheras en que esta el Coronel Azambuya, los Comandantes don A. Castellanos, don Ignacio Benítez, el Mayor Rojas con sus voluntarios, Senoiain, Sosa y Orrego. A estos bravos les toca entrar en danza. Nuevas tropas de los sitiadores vienen de refresco. Ellos tienen fuerzas sobradas para relevarse, descansar y comer. Nosotros tenemos apenas la mitad de las fuerzas que se necesitan para cubrir todas las partes de la línea de defensa, y no podemos descansar ni un minuto ni llevar un pedazo de galleta a la boca.
Los Brasileros hacen fuego hasta por gusto por encima de las paredes de los edificios. Cierra la noche y los sitiados reciben orden de responder con un fuego lento al incesante y nutrido de los sitiadores, para no desperdiciar las municiones, que principian a escasearnos y asimismo para que puedan descansar un poco.¡ Descansar !
Descansar de hacer fuego, pero no dormir, porque hay que estar a pie firme, y con el fusil al hombro pues el enemigo que se encuentra calle por medio, puede traer un nuevo asalto cuando menos se piense. Distribuyese a la Guarnición, como único alimento en todo el día, galleta y café con azúcar. El fuego de fusileria continúa toda la noche sin interrupción.

[Imagen: basilica%20bombardeada.jpg]
Según recuerdos de Orlando Ribero(un defensor), en la aurora del 31 de diciembre el humo de las granadas que explotaban transformaron en escombros el edificio de la comandancia y causaban tremendos daños a los muros y torres de la Iglesia. También Pons y Eransquin en su libro «Defensa de Paysandú" donde aparece un grabado del edificio de la Iglesia nueva dice: " En la madrugada del 31 de diciembre a consecuencia de un fuerte cañoneo, derrumbóse la nave que da al norte, causando la muerte de muchos defensores
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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RE: Defensa de la ciudad de Paysandu - Artiguista - 01-02-2016, 04:02 AM

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