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Tambien es historia militar
#61
Masacre de la División Acqui en Cefalonia

Después de la invasión de Grecia, Mussolini tuvo que solicitarle a Hitler ayuda para mantener las posiciones y soportar los ataques de las guerrillas griegas que recibían suministros y apoyo logístico de los británicos.

[Imagen: acqui1.jpg]
Tropas italianas desfilan en Cefalonia

Desde mayo de 1943, en la Isla Cefalonia, los italianos tenían estacionados a la 33ª División de Infantería "Acqui" conformada por las siguientes unidades:
17º Regimiento de Infantería
18º Regimiento de Infantería (Más tarde transferido a Corfú)
317º Regimiento de Infantería
33º Regimiento de Infantería
27º Legión "Camicie Nere"
19º Batallón de "Camicie Nere"
33º Batallón de Morteros
33º Compañía de Comunicaciones
31º Compañía de Ingenieros
33º Batallón de Ametralladoras
3º Sección Médica
4º Sección de Suministros
9º Sección de Cocina de Campaña
7º Sección de Carabinieri

La división contaba además con baterías costeras, lanchas torpederas, barcos de suministros y dos aviones de reconocimiento.
La 33ª División Acqui fue movilizada en octubre de 1939 y participó en la Campaña de Francia.   Luego fue transferida a Albania para incorporarse a la invasión a Grecia y finalmente a la ocupación de Corfú, Santa Maura, Zante y Cefalonia.

En total contaban con 12.025 hombres de los cuales 525 eran oficiales y 11.500 suboficiales, clases y soldados.   Esas fuerzas estaban bajo el mando del General Antonio Gandin de 52 años.   Gandin recibió el comando de las fuerzas en Cefalonia por ser pro alemán y muy amigo del Teniente Coronel Johannes Barge.

[Imagen: gandin.jpg]
Antonio Gandin

Antonio Gandin, nació en el seno de una familia de Verona radicados en la Comuna de Sora, Provincia Frosinone, Región de Lazio, Italia, en el año de 1891.
En 1910 egresó como oficial de la Escuela Militar de Modena con el grado de Subteniente de Infantería.   Combatió en Libia y en la Primera Guerra Mundial.   Condecorado con la Medalla de Plata, en 1917, fue ascendido al grado de Mayor y asignado al Estado Mayor General.   En 1935 tenía el grado de coronel y asignado a la secretaría del General Badoglio en 1938.

En diciembre de 1940 fue nombrado Jefe de Operaciones del Comando Supremo, cargo que lo puso en contacto directo con el General Cavallero quien lo nombró Jefe de Estado Mayor.   Fue oficial de enlace con el alto mando alemán en diferentes frentes de guerra, incluyendo el Frente del Este.   En 1943 fue ascendido a General de División y fue condecorado por los alemanes en Rusia con la Cruz de Hierro.   Desde junio de 1943 recibió el comando de la División Acqui.

[Imagen: barge.jpg]
Teniente Coronel Johannes Barge

En vista de la fuerte presencia británica en la zona, entre el 5 y 6 de junio de 1943 los alemanes trasladaron una guarnición de 2000 hombres al mando del Teniente Coronel Johannes Barge, conformada por el 966º Festungsgrenadier Regiment, el 810º y 909º Festungsgrenadier Batallion y el 201º Sturmartillerie-Abteilung.   Contaban con una batería de cañones autopropulsados, 9 tanques y apoyo aéreo de aviones Stuka y Me 109 de escolta para los bombarderos en picada.

8 de setiembre
Cuando Italia y los Aliados firmaron el armisticio el 8 de setiembre 1943, el General Carlo Vecchiarelli, comandante de las fuerzas italianas en Grecia, le envió al General Gandin las órdenes que debía seguir, órdenes que eran prácticamente una copia de las que a su vez recibió de parte del General Ambrosio.   Dichas órdenes decían que no se debían emprender acciones en contra de los alemanes, si estos no atacaban a las fuerzas italianas.   Aclaraba que las fuerzas italianas no debían "hacer causa común" con los partisanos griegos o con los Aliados, si alguna de esas fuerzas llegaban a Cefalonia.

En caso de ataque alemán, las órdenes de Vecchiarelli no eran claras porque estaban basadas en la directiva de Badoglio que decía que los italianos debían responder con "máxima decisión" ante cualquier amenaza que surgiera de cualquier bando.   La orden implícitamente decía que debían responder al ataque, pero no lo decía explícitamente.   A las 22:30 del mismo día el General Gandin recibió la orden del General Ambrosio de enviar a Brindisi a todas las unidades navales, incluyendo mercantes, en cumplimiento de los términos del armisticio.   Eso dejaba a Gandin sin ninguna posibilidad de poder eventualmente retirar sus fuerzas de Cefalonia.

Las cosas se complicaron porque Badoglio había acordado después del derrocamiento de Mussolini, unificar las fuerzas ítalo-germanas bajo un mando único alemán.   Por tanto, al momento del armisticio con los Aliados, tanto Vecchiarelli, como Gandin, se encontraban bajo las órdenes de los alemanes.   Eso les permitía a los alemanes la justificación de tratar a cualquier italiano que desobedeciera las órdenes como amotinados o traidores.

9 de setiembre
A las 09:00 horas del día 9 de setiembre, el Teniente Coronel Barge se reunió con Gandin diciéndole que no había recibido órdenes de Berlín y que por tanto esperarían a que llegaran, asegurándole que todo se resolvería en buenos términos.   Lo cierto era que para entonces Barge sí había recibido órdenes del OKW y estas decían que tenían que desarmar a los italianos para evitar que esas armas se volvieran contra ellos.

10 de setiembre
El Teniente Coronel Barge le comunica al General Gandin que por orden de Berlín, las fuerzas italianas deben deponer las armas, las cuales serían consignadas en la Plaza Principal de Argostoli.   Advirtió que si los hombres se niegan a entregar las armas está previsto el fusilamiento inmediato por amotinamiento.

[Imagen: plaza-argostoli.jpg]
Fuerzas italianas formadas en la Plaza Principal de Argostoli

11 de setiembre
El día 11 de setiembre, Gandin recibió órdenes del Comando Supremo, con instrucciones explícitas que establecían que si los alemanes intentaban desarmar a las fuerzas italianas tal acción debía ser considerada como hostil y por tanto debía ser repelida con las armas.   Esa misma tarde Gandin recibió un comunicado de Barge en el que le daba tres alternativas: Seguir combatiendo al lado de los alemanes, combatir contra los alemanes o deponer las armas en paz.

Gandin le transfirió el ultimátum a sus oficiales superiores y siete capellanes para que la discutieran.   Seis de los capellanes y todos los oficiales le recomendaron cumplir con la demanda alemana y sólo uno de los capellanes recomendó rendir las armas.   Sin embargo Gandin no estaba de acuerdo con eso, porque unirse a los alemanes iba en contra del juramento de fidelidad al Rey y tampoco quería combatir contra los alemanes porque durante mucho tiempo ambas fuerzas habían luchado lado a lado.   Por otro lado, rendir las armas iba en contra del espíritu del Armisticio.   Por tanto Gandin decidió continuar negociando con los alemanes.

12 de setiembre
En decisión desafortunada, Gandin acordó retirar sus fuerzas de la ubicación estratégica del Monte Kardakata, punto vital de la defensa de la isla, a cambio de la promesa alemana de no pedir refuerzos de Grecia.   Luego, el 12 de setiembre, le informó a Barge que estaba preparado para rendir las armas y en tal sentido Barge se lo informó a sus superiores en el XXII Cuerpo de Montaña.   Sin embargo Gandin estuvo bajo la presión de sus oficiales subalternos estaban dispuestos a no rendir las armas.   El 18º Regimiento de Infantería Acqui, transferido a Corfú, que no estaba bajo el mando de Gandin, le informó por radio, la noche del 12 al 13, que ellos no estaban de acuerdo en rendir las armas.   Gandin supo que unidades que habían entregado las armas, no fueron repatriados a Italia, sino que fueron trasladados a campos de prisioneros.

13 de setiembre
El domingo 13 de setiembre, la tensión entre las tropas alemanas e italianas fue en aumento.   Un convoy alemán compuesto por 5 barcos se aproximó a Argostoli, la capital de Cefalonia.   Por propia iniciativa, los oficiales de artillería ordenaron abrir fuego contra las naves, hundiendo dos lanchones de desembarco y matando a 5 alemanes.   Ante los acontecimientos, esa misma noche Gandin presentó a sus oficiales tres opciones: unirse a los alemanes, rendirse y ser repatriados o combatir a los alemanes.

14 de setiembre
La opción elegida por las tropas italianas fue combatir a los alemanes aunque no se sabe en que proporción estaban dispuestos a enfrentarse a las fuerzas germanas.   El día 14, Gandin escribió una carta exponiendo la decisión de no rendir las armas y demandando que los alemanes abandonen la isla, esperando respuesta para las 09:00 horas del día siguiente.

[Imagen: carta-gandin.jpg]
Carta de Gandin

La carta de Gandin decía que la división bajo su mando se había amotinado:
"La división se niega a seguir mis órdenes de concentrarse en la zona de Sami porque teme, no obstante las promesas alemanas, ser desarmada o ser dejada en la isla como presa de los griegos o peor no ser llevada a Italia sino ser trasladada al continente griego para combatir a los rebeldes.   Por tanto, el acuerdo al que llegamos ayer no es aceptado por la división.   La división quiere permanecer en sus posiciones y por cuanto que no tiene garantías que excluyan cualquier ambigüedad, como la promesa de ayer en la mañana que luego no fue mantenida, tiene el firme propósito de mantener sus armas y municiones y que sólo al momento de embarcar a Italia podría entregar la artillería a los alemanes.   La división asegura, bajo palabra de honor y con garantías, que no volverá las armas contra los alemanes.   Si esto no es aceptado, la división prefiere combatir a ceder las armas, y yo, aunque con sumo dolor, renuncio definitivamente a tratar con la parte alemana porque soy la cabeza de mi división.   Pido darme respuesta antes de las 16:00 horas.   Mientras tanto, la tropa alemana proveniente de Luxuri no deberá ser trasladada más allá de Argostoli, ni deberá avanzar para evitar graves incidentes.
Comandante General de la División Acqui, General Antonio Gandin, 14 de setiembre de 1943."

[Imagen: cefalonia-7.jpg]

15 de setiembre
Ante la posición italiana las negociaciones se paralizaron y el alto mando alemán presentó un ultimátum a los italianos que vencía a las 14:00 horas del 15 de setiembre.  Esa mañana la Luftwaffe comenzó el bombardeo de las posiciones italianas en Cefalonia.   Inicialmente los italianos tomaron ventaja de su superioridad numérica en el sector del Monte Telégrafo donde es aniquilado el grupo táctico Fauth con la captura de cerca de 500 prisioneros a manos del 2º y 3º batallones del 17º Regimiento de Infantería.   En el sector Razata otro batallón alemán es obligado a retirarse.

17 de setiembre
Sin embargo, el día 17 de setiembre desembarcó en Cefalonia el "Grupo de Combate Hirschfeld", compuesto por el III./98 y el 54º Batallón Gebirgsjäger de la unidad de élite de la Primera División de Montaña Gebirgs, junto con el I./724 Batallón del 104ª División Jäger, fuerzas bajo el mando del Mayor Harald von Hirschfeld.   Particularmente, el 98º Regimiento Gebirgsjäger había estado envuelto en varias atrocidades cometidas meses atrás contra civiles en Epirus.   Mientras tanto los italianos intentan recuperar Kardakata y Ankona sufriendo un masivo ataque aéreo que frustra el ataque.   Los bombardeos y ametrallamiento de los Stukas se repiten sin cesar durante todo el día.  Durante la noche, Los alemanes lanzan panfletos a los italianos intentando convencerlos a deponer las armas y prometiéndoles el regreso a casa.

[Imagen: panfleto-cefalonia.jpg]
Panfleto lanzado a las fuerzas italianas

18 de setiembre
La OKW emitió una orden por radio disponiendo que no se tomarían prisioneros en Cefalonia y Corfú debido al pérfido y traicionero comportamiento de los italianos en esas islas griegas.  Desde las proximidades de Drakata los alemanes lanzan dos ataques masivos.

[Imagen: cefalonia-5.jpg]
El 18 de setiembre en la batalla del Monte Kimonico, desde las 06:00 hasta las 10:00 de la mañana, caen en combate 37 oficiales y 400 soldados del 1º Batallón del 317º Regimiento de Infantería Acqui.

21 de setiembre
La carta de Gandin causó mucho malestar el OKW, especialmente en Hitler.   Fuera de sí dictó la orden de ejecutar sumariamente bajo cargos de traición, a todos los oficiales italianos que se resistieran a deponer las armas en Cefalonia y Corfú.
El 21 de setiembre mueren 800 soldados en la defensa de la posición Pharsa-Dilinata y Rezata por parte del 1º y 3º batallones del 17º Regimiento de Infantería, del 2º Batallón del 317º y de las baterías 3ª y 5ª del 33º Regimiento de Artillería.

[Imagen: cefalonia-6.jpg]
Los soldados del Gebirgsjäger comienzan a ejecutar en el sitio a los soldados italianos que se rinden y luego en grupos de diez.   Soldados alemanes bávaros que se opusieron a la orden fueron amenazados a ser sumariamente ejecutados por insubordinación.   Posteriormente los prisioneros italianos fueron llevados a la localidad de San Teodoro y ejecutados.

22 de setiembre
La supremacía aérea alemana era indiscutible y los refuerzos recibidos, más el equipo blindado hacían imposible la resistencia con fuerzas de infantería sin ningún apoyo aéreo o blindado.   Gandin solicitó apoyo aéreo a Brindisi pero no recibió respuesta.   Envió un emisario de la Cruz Roja, pero la misión apenas pudo llegar a Puglia y finalmente arribo tres días después al Alto Mando en Brindisi, cuando era ya demasiado tarde.   Además, 300 aviones que se encontraban en Lecce a disposición de Badoglio no pudieron despegar por oposición de los Aliados que temían que se plegaran a los alemanes.   Por otro lado, dos torpederas que se encontraban en camino a Cefalonia fueron ordenadas a regresar por disposición de los Aliados debido a las mismas razones.

[Imagen: cefalonia-8.png]
La superioridad del equipo alemán era manifiesta

Desde las 12 horas del 21 de setiembre hasta las 12 horas del día 22, 189 oficiales y 5.000 soldados capturados fueron fusilados en el campo de batalla.
Después de tantos días de combates, faltos ya de municiones y sin esperanza de recibir apoyo, a las 11:00 horas del día 22 de setiembre Gandin emitió la orden de cesar el fuego y deponer las armas.

24 de setiembre
Al amanecer del 24 de setiembre, en San Teodoro, dos días después de terminados los combates fueron fusilados 129 oficiales.   El 25 de setiembre otros 7 oficiales enfermos y heridos fueron pasados por las armas en el 37º Hospital de Campo.
En Kardakata son fusilados 114 prisioneros, en Kuruklata 300, en Pharsa 350, en Phrankata 461, en Prokopata 148, en Troianata 631, en Valsamata 300.

[Imagen: cefalonia-2.jpg][Imagen: cefalonia-1.jpg]
[Imagen: cefalonia-3.jpg][Imagen: cefalonia-4.jpg]
Los soldados que no fueron fusilados fueron embarcados en tres buques, el Ardena, el Alma y el María Marta, los cuales fueron hundidos probablemente por minas y murieron ahogados 3000 soldados.
El General Gandin y 137 de sus oficiales superiores fueron sumariamente ejecutados por sentencia de corte marcial en la Caseta Rossa.   Antes de cada ejecución fueron informados que eran ejecutados por traición, puesto que Badoglio había dado la orden directa de unificar a las fuerzas alemanas e italianas bajo el comando único alemán.

[Imagen: cassetta_rossa.jpg]
La "Cassetta Rossa" donde fueron enjuiciados el General Gandin y su Estado Mayor.

En Corfú, donde la batalla terminó el 26 de setiembre, fueron muertos en combate 623 hombres, 3 oficiales y 600 suboficiales y soldados, incluyendo otros 20 oficiales que fueron fusilados.
En Cefalonia, a pesar de la ayuda de los locales y de grupos de partisanos, los alemanes tenían total dominio del aire (pese al derribamiento de 22 Stukas) y sus fuerzas eran muy experimentadas, al contrario de los italianos que eran conscriptos y sin mucha experiencia en combate, aparte que tuvieron muy poco entrenamiento en los meses precedentes.   Fue desatinada la decisión de Gandin de retirar las fuerzas de la posición elevada del Monte Kardakata, porque le dio la ventaja táctica a los alemanes.   El saldo de las acciones fueron 1.315 italianos muertos en combate.   De acuerdo a las fuentes alemanas fueron 1.200 italianos y 300 alemanes los caídos durante la batalla.

[Imagen: lanz.jpg]
Teniente General Hubert Lanz

El único oficial alemán acusado durante los Juicios de Nuremberg, en 1945, por la Masacre de Cefalonia, fue el Teniente General Hubert Lanz, comandante del XXII Cuerpo Gebirgs, quien durante el juicio alegó que cumplió con las órdenes de Hitler a través del Oberkommando der Wehrmacht (OKW) de fusilar en Cefalonia y Corfú a los italianos por traición.

Hubert Lanz, fue condenado a 12 años de prisión pero fue puesto en libertad en 1951, tras tres años de prisión efectiva.  En esos momentos Estados Unidos y sus aliados necesitaban del concurso de  todos los altos oficiales alemanes para un eventual enfrentamiento con la Unión Soviética.  A partir de entonces, Lanz fue asesor militar del Partido Demócrata.

En los años 50, unos 3000 cadáveres fueron exhumados en Cefalonia, entre ellos los de 189 oficiales italianos y llevados al Cementerio de Guerra de Bari en Italia.
El cuerpo del General Gandin nunca pudo ser identificado.

Durante la Guerra Fría toda la documentación relacionada con la Guarnición de Cefalonia, toda la 33ª División Acqui, fue secuestrada por el gobierno de Estados Unidos.   El Archivo fue abierto al público por la facultad de Letras y Filosofía de Arezzo, el 13 de setiembre de 2008.
[Imagen: cefalonia_monumento.jpg] 
en memoria a los caídos en Cefalonia

En el año 2002 las investigaciones de la masacre fueron reabiertas en Alemania y 10 miembros de la 1ª División Gebirgsjäger de los 300 que todavía se encontraban vivos, fueron investigados.   El menor de todos ellos contaba con 81 años de edad y el más viejo con 93 años.   La apertura del juicio en el Tribunal de Monaco di Baviera, contra el ex subteniente Otmar Mulhauser, de 86 años, único superviviente de la masacre, terminó cuando la corte alemana de Dormut declaró que de acuerdo con el artículo 221º del Código Militar de guerra alemán, los miembros de la guarnición italiana de Cefalonia fueron traidores y decidió archivar el caso.   Mulhauser declaró haber ordenado el fusilamiento de un centenar de italianos en cumplimiento de órdenes superiores.

La única persona que ha protestado por el fallo y ha apelado es Marcella De Negri, hija del Capitán Francesco DeNegri, uno de los fusilados de Cefalonia.   Ningún gobierno italiano formó causa civil en el juicio por no quebrar las buenas relaciones en el seno de la OTAN.   Sólo recientemente los presidentes de Italia y de Grecia se reúnen anualmente en Cefalonia para honrar a los muertos en el monumento erigido por el gobierno italiano en Argostoli.

[Imagen: cefalonia.jpg]
Cefalonia 1943:  Lettere dal Massacro por Enrico Solito.
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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#62
Operación Keelhaul, la repatriación forzosa de millones de personas a la URSS tras la Segunda Guerra Mundial
 Jorge Alvarez

En su obra Archipiélago Gulag, escrita entre 1958 y 1967, Aleksandr Solzhenitsyn hace referencia a un acuerdo pactado entre los participantes en la Conferencia de Yalta.

[Imagen: Operacion-Keelhaul-3.jpg?zoom=1.44000005...=600%2C368]
"La traición a los cosacos en Lienz" (S.G. Koroloff)/Imagen: Mundo SGM

Según ese acuerdo, tras vencer a Alemania, los dos bloques que empezaban a formarse como preludio de la Guerra Fría se devolverían mutuamente los prisioneros de sus respectivos países que liberasen de manos del enemigo. 

El escritor ruso describió este pacto como el último secreto de la Segunda Guerra Mundial porque no se hizo público hasta décadas después. Hoy en día se conoce con el nombre de Operación Keelhaul.
Keelhauling es el término inglés para lo que en español se denominaba pasar por la quilla, es decir, aquel castigo que se aplicaba a los marineros que cometían una infracción muy grave y consistente en arrojar al reo por la borda atado a un cabo que era jalado desde el otro costado del buque, de manera que el infortunado pasaba por debajo de la quilla enfrentándose a un doble problema: si le arrastraban demasiado rápido quedaba medio destrozado por los moluscos adheridos al casco mientras que si el proceso resultaba excesivamente lento se ahogaba; en la práctica equivalía a pena de muerte pero por su bárbaro carácter fue abolido a mediados del siglo XVIII. 
Se supone que el nombre se eligió para ese intercambio de prisioneros por aquello de que pasaban de un lado a otro, aunque la verdad es que resultaba un poco siniestro.

La Conferencia de Yalta se desarrolló del 4 al 11 de febrero de 1945 con la asistencia de Winston Churchill, Franklin D. Roosevelt y Iósif Stalin, como respectivos jefes de gobierno del Reino Unido, Estados Unidos y la URSS. 
Dado que la guerra estaba prácticamente ganada y terminada (sólo duraría siete meses más), lo que se discutió más que nada fue cómo gestionar la posguerra: reparto de territorios y áreas de influencia con sus correspondientes compensaciones, indemnizaciones a exigir a Alemania, intervención soviética contra Japón e incluso la creación de lo que luego sería Naciones Unidas. 
Uno de los temas extra tratados fue el de la repatriación de los prisioneros de guerra aliados que fueran liberados, tarea nada fácil porque sumaban muchos millares.

[Imagen: Operacion-Keelhaul.jpg?zoom=1.4400000572...=600%2C484]Churchill, Roosevelt y Stalin en Yalta/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

La dificultad era doble porque, aparte de los soldados, Stalin exigió incluir también a refugiados y desplazados civiles, lo que elevaba la cifra a casi dos millones de personas. El problema estaba en que no se las consultó, pues el compromiso, plasmado en un codicilo secreto firmado el 31 de marzo de 1945, implicaba el traslado forzoso. 
¿Qué interés tenían los soviéticos en llevar a su país a gente en contra de su voluntad? La explicación estaba en que muchos de ellos eran disidentes del comunismo, rusos blancos que habían combatido en la guerra civil contra la Revolución Bolchevique (caso del general Andrei Shkuro o el atamán cosaco Piotr Krasnov) e incluso colaboracionistas de las Waffen SS y las Ostlegionen (unidades militares formadas por voluntarios de los países que integraban la URSS), entre ellos decenas de miles de cosacos. 

Éstos habían integrado una parte considerable del Ejército Blanco, de ahí que Trotsky iniciara una campaña contra ellos en los años veinte; cuando Hitler inició la invasión de la URSS muchos se le unieron constituyendo una división con sus propios uniformes e insignias, aunque no combatieron en su suelo sino en Yugoslavia y norte de Italia, bajo el mando de las Waffen SS y con manifiesto “salvajismo”, en palabras de Stalin. 

Los que lucharon en Europa central fueron internados en campos de concentración. El caso de Lienz, bajo control británico, alcanzó fama porque cuando los cosacos descubrieron que, pese a la palabra dada en contra, los iban a deportar a la Unión Soviética, se amotinaron; los guardias los redujeron violentamente, obligándolos a subir a los camiones a culatazos.El NKVD o la Gestapo nos habrían matado con porras; los británicos lo hicieron con su palabra de honor” fue la tremenda frase de uno de los presos.

[Imagen: Operacion-Keelhaul-2.jpg?zoom=1.44000005...=600%2C458]
Cosacos aliados de los nazis/Foto: Blitzkrieg!

La cosa se repitió en Judeburg, Graz y otros sitios. Los soldados británicos y estadounidenses descubrieron horrorizados que muchos de esos hombres que empezaron a entregar en agosto de 1946 eran ahorcados sumariamente casi al momento de su recepción, fuindamentalmente mandos y oficiales, ya que los soviéticos los consideraban traidores y además muchos estaban implicados en crímenes de guerra. 
Cabe decir que buena parte de ellos no tenían la ciudadanía soviética y por tanto no se consideraban tales, pero acabaron igualmente confinados en Siberia hasta que Kruschev los amnistió. Hasta dos millones de personas fueron entregadas, pues también había una importante cantidad de Ostarbeiter (eslavos utilizados por los nazis como trabajadores en régimen de esclavitud), multitud de civiles desplazados y unos once mil croatas de todas las edades y sexos. Las entregas se realizaron en la parte de Alemania controlada por la URSS, en Austria, norte de Italia y Eslovenia. 

En ese último país, por entonces una de las regiones que componían Yugoslavia, fue donde ocurrió la llamada Masacre de Bielburg, que tuvo lugar en mayo de 1945 en la localidad homónima y supuso la muerte de alrededor de cincuenta mil combatientes croatas de la Ustacha que apoyaron la instauración del autoproclamado Estado Independiente de Croacia (un estado fascista títere de la Alemania hitleriana). 
Junto a a ellos, chetniks montenegrinos (guerrilleros ultraconservadores dirigidos por el coronel monárquico y anticomunista Dragoljub Mihajlović), domobranci eslovenos (literalmente defensores de hogar, militantes de la Guardia Nacional Eslovena, un cuerpo paramilitar católico y financiado por los nazis) y musulmanes bosnios al servicio de los alemanes, responsables de cometer auténticas atrocidades y todos cayeron, bien a manos de los partisanos de Tito, bien durante las duras marchas de traslado. Se calcula que hay en Eslovenia unas quinientas cuarenta fosas comunes correspondientes a ese episodio.

[Imagen: Operacion-Keelhaus-1.jpg?zoom=1.44000005...=600%2C460]
Columna de presos alemanes y croatas/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Las últimas entregas de prisioneros se hicieron en St. Valentin, Austria, los días 8 y 9 de mayo de 1947, en lo que internamente se denominó Operación Viento del Este, y afectó a un millar de rusos procedentes de los campos de concentración aliados en Italia: Bagnoli, Aversa, Pisa y Riccione. 
Paradójicamente, se desarrolló de forma paralela a la Operación Fling, con la que se prestaba ayuda a los disidentes y desertores a huir de la Unión Soviética; porque a esas alturas, como decíamos antes, había terminado la Segunda Guerra Mundial pero empezaba la Guerra Fría y los servicios de inteligencia británicos ya retenían y acogían a presos anticomunistas.
La Operación Keelhaul permaneció oculta hasta que un periodista llamado Julius Epstein (por cierto, descendiente de Johan Strauss II) se topó con el asunto al encontrar unos registros de archivo clasificados mientras trabajaba para la Hoover Intitution en 1954. 
Epstein era austríaco de origen judío, huido de Europa en 1938 y afincado en Nueva York. Anticomunista convencido, se zambulló en una investigación de veinte años que le llevó a demandar al gobierno de EEUU para que desclasificara la documentación sobre el tema.
Ese trabajo lo publicó en 1973 con el título Operación Keelhaul, abriendo camino a otros autores.

Fuentes: Archipiélago Gulag (Aleksandr Solzhenitsyn)
The Failure of America’s Foreign Wars (Richard M. Ebeling y Jacob G. Hornberger)
Winning Without Victory (Rolf A. F. Witzsche)
Victims of Yalta. The Secret Betrayal of the Allies, 1944–1947 (Nikolai Tolstoy)
Operation Keelhaul exposed (Jeffrey Rogers Hummel)/Wikipedia.
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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#63
Mártires concepcionistas, 14 víctimas del odio comunista a la religión católica

http://gaceta.es/juan-e-pfluger/martires...72015-1701
La persecución religiosa en la zona controlada por el Frente Popular durante la Guerra Civil española alcanza su máxima crueldad en el ensañamiento que tuvo contra los elementos más débiles de lo que comunistas, socialistas y anarquistas consideraban el enemigo. Eso debían pensar de las 14 monjas concepcionistas-pese a que jamás cogieron un arma, ni atacaron a nadie y su única labor fue la beneficencia y la oración- que fueron perseguidas, torturadas y asesinadas en los primeros meses de la Guerra Civil. 14 mártires a las que ahora el Ayuntamiento de Madrid quiere quitar la calle que recuerda su asesinato.
[Imagen: martires1.jpg?itok=E8vEklX4]
El crimen contra estas 14 mujeres se cometió en tres fases, entre julio y noviembre de 1936. Las torturas y la saña de los milicianos que acabaron con sus vidas deja clara la bajeza moral que no se detuvo ni ante una anciana paralítica que se encontraba en silla de ruedas, como fue el caso de sor Asunción Monedero.

[Imagen: martires2.jpg?itok=q4Ayofgv]

Las primeras 10 hermanas concepcionistas asesinadas vivían en el convento de la orden en las Rozas de Madrid. De allí fueron expulsadas tras incautarse el comité revolucionario local el edificio. Se trasladaron a Madrid, donde fueron acogidas en la calle Francisco Silvela, en un piso propiedad de un matrimonio benefactor de la orden. Los milicianos las descubrieron gracias al chivatazo de la portera del edificio contiguo. Desde ese momento, las hermanas eran visitadas a diario para recibir amenazas de muerte para intentar forzarlas a adjurar de sus creencias.

Ante la inutilidad de las amenazas, los milicianos, en su mayoría comunistas y anarquistas, comenzaron a golpearlas durante las visitas que todos los días hacían al piso en el que estaban retenidas. Como las agresiones físicas tampoco surtían efecto, empezaron a aplicarles torturas. Durante los meses de julio y agosto, en pleno calor veraniego en Madrid, les retiraban el agua dejándolas dos días sin beber. En octubre y noviembre, lo que les retiraban era la ropa de abrigo. El martirio acabó el 8 de noviembre, cuando las diez hermanas allí retenidas fueron fusiladas en las cercanías de Madrid. Sus cuerpos no se han encontrado.
[Imagen: martires3.jpg?itok=ygPrwir9]

Otras dos hermanas de la misma orden, residentes en el convento de El pardo, fueron la segunda oleada de mártires concepcionistas. El 21 de julio el edificio fue confiscado y ellas se fueron refugiando en varias casas de vecinos hasta que fueron localizadas y expulsadas del municipio. Llegaron a Madrid, donde fueron acogidas por un matrimonio de edad avanzada hasta que fueron localizadas por un grupo de seis milicianos el 23 de agosto. Las dos hermanas fueron enviadas a una checa junto a sus benefactores y la empleada de estos. Se desconoce el paradero de los ancianos, pero las dos hermanas fueron fusiladas en Vicálvaro dos días después.

[Imagen: martires4.jpg?itok=NK3xtUb6]
La tercera fase afectó a las hermanas que formaban la comunidad de la localidad toledana de Escalona. Nuevamente encontramos la misma forma de proceder. El convento es incautado por el comité revolucionario local y la comunidad expulsada del pueblo y enviadas a la Dirección General de Seguridad en Madrid donde son instadas a abandonar la fe y apostatar. Para forzar a las más jóvenes, las dos sores de mayor edad fueron separadas del grupo y enviadas a una checa donde fueron torturadas y finalmente fusiladas a finales del mes de octubre.
[Imagen: martires5.jpg?itok=q58ZG_gN]
Las 14 mártires concepcionistas asesinadas en Madrid por comunistas, socialistas y anarquistas fueron las hermanas: Isabel Lacaba Andía, Petra Peirós Benito, Asunción Monedero, Manuela Prensa Cano, Balbina Rodríguez Higuera, Beatriz García Villa, Ascensión Rodríguez Higuera, Juana Ochotorena Arniz, Basilia Díaz Recio, Clotilde Campos Urdiales, Inés Rodriguez Fernández, Carmen Rodríguez Fernández, María de San José Ytoiz y Asunción Pascual Nieto.
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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#64
 40 años del sangriento debut del Ejército Montonero
La Operación Primicia ocurrió el 5 de octubre de 1975; fue el ataque más espectacular y el bautismo de fuego de la organización guerrillera, en pleno gobierno constitucional Isabel Perón


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Entierro del subteniente Ricardo Massaferro, de 21 años. Su padre, también militar, había entrenado a grupos montoneros.. Foto: Operación Primicia / Sudamericana

a escena parecía salida de una película: el soldado Hermindo Luna, un criollo de 21 años nacido y criado en el campo formoseño, estaba sentado en un sillón con su fusil sobre las piernas; tenía la misión de vigilar el dormitorio donde sus compañeros dormían la siesta aquel domingo 5 de octubre de 1975. Todos estaban de retén; es decir, de reserva, listos para actuar en un caso imprevisto, por ejemplo si a la guerrilla se le ocurría atacarlos, algo poco probable porque estaban cumpliendo con el servicio militar obligatorio en la periferia olvidada del país, en un cuartel en los suburbios de la ciudad de Formosa.


Sin embargo, a las cuatro y media de la tarde Luna vio que dos jóvenes como él, vestidos de azul, armados también con FAL, entraron pateando el portón y le gritaron: "Rendíte, dame el arma, que la cosa no es con vos". Ahí fue cuando Luna lanzó una frase destinada a perdurar: "¡Acá no se rinde nadie, mierda!", saltó hacia un costado y preparó su fusil.

No alcanzó a usarlo: unos disparos de FAL lo partieron en dos. Su gesto, sin embargo, sirvió para alertar al resto de sus compañeros, que se despertaron por el ruido de esos balazos y pudieron huir hacia el fondo de la cuadra, donde estaban los baños y las duchas.

Luna quedó tendido en el suelo, el cuerpo cortado en dos, las vísceras que se escurrían por los agujeros de los balazos. Murió de a poco, gritando de dolor que lo mataran de una vez. Seguramente, tuvo tiempo de pensar en sus padres, esos campesinos pobres de Las Lomitas, que eran "peronistas de Perón y Evita", como decía su hijo conscripto.

Todo eso ocurrió hace cuarenta años, el 5 de octubre de 1975, durante la llamada Operación Primicia, el ataque más espectacular de la guerrilla y el bautismo de fuego del Ejército Montonero, en pleno gobierno constitucional de la presidenta Isabel Perón.

Fue el primer ataque de Montoneros a un cuartel del Ejército, cuyo jefe ya era el general Jorge Videla. Hubo, en total, veintiocho muertos por lo cual la operación provocó una conmoción a nivel nacional.

En Operación Primicia participaron en forma directa unos setenta guerrilleros en cinco etapas, algunas simultáneas:
. Secuestro del Vuelo 706 de Aerolíneas Argentinas, con ciento dos pasajeros y seis tripulantes, que se dirigía desde el Aeroparque porteño a Corrientes pero fue desviado a Formosa, a 1.190 kilómetros de Buenos Aires.

. Copamiento del aeropuerto internacional "El Pucú", en la entrada de la capital formoseña. Hubo un policía muerto.

. Ataque al Regimiento de Infantería de Monte 29, el segundo en poder de fuego de todo el país. Los montoneros estaban convencidos de que los soldados de guardia, que cumplían con el servicio militar obligatorio, entregarían las armas, pero no fue así: en apenas media hora de combate, hubo veinticuatro bajas, doce guerrilleros y doce defensores del cuartel, entre ellos diez conscriptos o "colimbas". También murió el soldado que abrió las puertas del cuartel, Roberto Mayol, un santafesino que estudiaba abogacía y era "oficial segundo" de Montoneros.

. Fuga de los guerrilleros que sobrevivieron al ataque en el modernísimo Boeing 737-200 de Aerolíneas y en un Cessna 182 de cuatro plazas que sirvió para confundir en el aire a los perseguidores.

. Aterrizaje del avión de Aerolíneas a 700 kilómetros de Formosa, en una pista preparada para la ocasión en una estancia cerca de Rafaela, la "Perla del Oeste" santafesino. El Cessna bajó en una arrocera en las afueras de Corrientes.

Operación Primicia fue diseñada y dirigida por el "oficial superior" Raúl Yaguer, más conocido como "El Gringo", "Roque" o "Mario", un ingeniero químico santafesino metódico y cáustico que era el número cuatro de la cúpula nacional de Montoneros. Los tres primeros en la jerarquía, Mario Firmenich, Roberto Perdía y Roberto Quieto, aprobaron el copamiento.

Salvo en Formosa, Montoneros estaba bien desarrollado en todo el Nordeste, hacia donde había sido trasladado, en 1974, el "oficial primero" y actual diputado kirchnerista Carlos Kunkel.

Luego del ataque, patrullas del Ejército salieron del cuartel y mataron a tres vecinos -entre ellos un estudiante secundario de 15 años- que no tenían nada que ver con la guerrilla.

Una de las consecuencias políticas de Operación Primicia fue que Videla y el jefe de la Marina, el almirante Emilio Massera, fijaron el 24 de marzo de 1976 como la fecha del golpe que venían organizando desde hacía tres meses.
Además, al día siguiente del ataque, el gobierno peronista firmó tres recordados decretos que delegaron en las Fuerzas Armada la lucha contra las guerrillas. A partir de aquel momento, comenzaron las desapariciones.

Con el tiempo, los parientes de los guerrilleros muertos fueron indemnizados como si hubieran sido Víctimas del Terrorismo de Estado con el equivalente a cien veces el sueldo más alto de la administración pública nacional.
En tanto, los padres de los colimbas muertos cobran una pensión muy baja, que en 2010, cuando fue publicada la primera edición de mi libro Operación Primicia, era de 842 pesos por mes.

Aquel año, la indemnización para las Víctimas del Terrorismo de Estado ascendía a 620.919 pesos.
No solo oro sino también bronce: los guerrilleros muertos son recordados como héroes y mártires en sus pueblos y ciudades, y figuran en el Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado ubicado en la Costanera porteña.

Los conscriptos muertos formaban parte de un grupo desafortunado compuesto por los "soldados del domingo por la tarde", es decir los más pobres, que no tenían dinero para visitar a sus familias en el interior de la provincia y acostumbraban a cambiar sus francos por una pequeña suma de dinero, como Luna, y los más generosos, como Edmundo Sosa, un muchacho sin padre que, primero, postergó su baja para que saliera en su lugar un compañero que era más pobre que él y tenía dos hijos que alimentar, y luego, aquel domingo 5 de octubre, le había cedido su franco a otro colega para que fuera a Clorinda a ganarse unos pesos en el acarreo de bolsas de harina de contrabando a Paraguay.

Un cálculo simple indicaba que la madre de Sosa, por ejemplo, debía cobrar esa pensión de 842 pesos todos los meses durante 61 años y medio de su vida para llegar a la suma ya percibida por los parientes de cada uno de los guerrilleros. Y sin que hubiera inflación.

Salvo en Formosa, a nivel nacional no suelen recibir homenajes ni reconocimientos en ningún otro lugar.
Tres años atrás, el diputado formoseño Ricardo Buryaile, del radicalismo, presentó un proyecto de ley para equiparar los subsidios, pero luego de muchas idas y vueltas el proyecto no fue aprobado por la oposición de los diputados kirchneristas.

Los soldados que sobrevivieron -en su mayoría siguen tan pobres como antes- han solicitado el cobro de un subsidio, que fue negado por el Ejército y el gobierno nacional.
El juez federal Claudio Bonadio investiga ahora si hubo delito en el pago de las indemnizaciones a los parientes de los guerrilleros muertos por lo cual ya allanó dos veces la sede de la secretaría de Derechos Humanos.

Un cruento ataque de Montoneros en democracia y durante un gobierno peronista; una represión militar desaforada e ilegal; veintiocho muertos y un número de heridos desconocido pero que debe haber sido por lo menos similar; decretos que delegaron en las Fuerzas Armadas la lucha contra las guerrillas, sin control de las autoridades civiles; jefes militares que decidieron la fecha del golpe seis meses antes de que ocurriera; guerrilleros indemnizados con dinero público y recordados como héroes, mártires o "curas laicos"; jóvenes de 21 años que cumplían el servicio militar obligatorio y murieron pero nunca llegaron al bronce nacional y dejaron a sus padres con una mísera pensión, sobreviviendo en la pobreza: Operación Primicia y sus derivados parecen haber surgido de la imaginación de un novelista cruel.

http://www.lanacion.com.ar/1832208-a-40-...-montonero
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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#65
Invasión anglo-soviética de Irán en la Segunda Guerra Mundial
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La invasión anglo-soviética de Irán se trató de una invasión conjunta del Estado Imperial de Irán por fuerzas británicas, de la Commonwealth, y soviéticas; su nombre en código era Operation Countenance y tuvo lugar entre el 25 de agosto de 1941 y el 17 de septiembre del mismo año. El propósito de la operación era asegurar los yacimientos petrolíferos persas y el suministro para las fuerzas soviéticas que combatían contra las fuerzas del Eje en el Frente Oriental.

Aunque neutral, el Sha Iraní Reza Pahlavi simpatizaba abiertamente con Alemania. Esto preocupaba a los británicos, que temían que la refinería petrolera de Abadán, propiedad de la Anglo-Iranian Oil Company, pudiera caer en manos alemanas; esta refinería producía ocho millones de toneladas de combustible en 1940, lo que la convertía en un objetivo de crucial importancia estratégica para los aliados. El ejército alemán mantenía su avance a través de la Unión Soviética y el Corredor Persa era una de las pocas rutas aún abiertas que permitía la llegada a los soviéticos de los suministros enviados por los Estados Unidos.

La invasión se produjo de un modo rápido y fue realizada sin dificultad. El Mando Británico para Iraq (conocido también como Iraqforce), ahora Mando Británico para Persia e Iraq (Paiforce) avanzó desde el sur, dirigido por el Teniente General Edward Quinan. El Paiforce estaba integrado por las 8.ª y 10.ª Divisiones de Infantería India, la 2.ª Brigada Acorazada India, la 4.ª Brigada de Caballería Británica (que pasó más tarde a ser la 9.ª Brigada Acorazada) y la 21.ª Brigada de Infantería India. Los soviéticos atacaron por el norte con el 44º, 47º y el 53º Ejércitos del Frente Transcaucásico bajo las órdenes del General Kozlov. También participaron fuerzas aéreas y navales.

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Por su parte, el ejército iraní movilizó nueve divisiones de infantería. Reza Shah solicitó el amparo del presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt según la Carta del Atlántico, pero este, desestimó enérgicamente su pedido .
a campaña dio comienzo el 25 de agosto con un ataque al amanecer del destructor británico HMS Shoreham sobre el puerto de Abadán. El destructor iraní Palang fue hundido rápidamente, y el resto de barcos destruidos o capturados. No hubo tiempo para preparar la resistencia. Las instalaciones petrolíferas de Abadán fueron ocupadas por dos batallones de la 24.ª Brigada India, pertenecientes a la 8.ª División India a través de un ataque anfibio cruzando el río Shatt al-Arab desde Basra.3 Una pequeña fuerza desembarcó en Bandar-e-Shahpur desde el crucero mercante HMAS Kanimbla para asegurar el puerto y la terminal petrolera.

La Royal Air Force atacó las bases aéreas y de comunicaciones. La 8.ª División India (Brigadas 18 y 25 bajo el mando de la 10.ª División India) avanzaron desde Basra hasta Qasr Shiekh, que fue tomada el 25 de agosto y para el 28 de agosto ya había alcanzado Ahvaz, cuando el Shah ordenó el cese de las hostilidades.4 Más al norte, 8 batallones británicos e indios bajo el Mayor William Slim avanzaron desde Khanaqin (160 km al noreste de Bagdad y a 480 km de Basra) a través de los campos de petróleo de Naft-i-Shah hacía el paso de Pai Tak, que abría el camino de Kermanshah y Hamadán. Pai Tak fue tomado el 27 de agosto, después de que los soldados que defendían la posición se retiraran durante la noche y el asalto a Kermanshah fue abortado cuando los defensores solicitaran una tregua para negociar su rendición

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Los soviéticos invadieron desde el norte y avanzó hacia Maku, que había sido ablandado por los bombardeos. También hubo desembarques soviéticos en Bandar-e Pahlavi, en la costa del Caspio. En un incidente, los barcos soviéticos sufrieron "fuego amigo".
En las acciones navales, dos buques de guerra iraníes fueron hundidos y cuatro paralizados por la Royal Navy. Seis cazas iraníes fueron derribados.

Aproximadamente 800 soldados, marineros y aviadores iraníes murieron, incluyendo el Almirante Bayandor. Alrededor de 200 civiles murieron en los bombardeos rusos en Gilan. Las bajas británicas e indias fueron de 22 muertos y 42 heridos. Sin aliados militares que pudieran ayudarlos, la resistencia iraní fue rápidamente sobrepasada y neutralizada por los tanques soviéticos y británicos y la infantería.

Las fuerzas británicas y soviéticas se unieron en Senna (100 km al oeste de Hamadan) y Qazvin (100 millas al oeste de Irán y 200 millas al noreste de Hamadan) el 30 de agosto y 31, respectivamente. Irán fue derrotado y los campos petroleros y la valiosa Trans-Iranian Railway quedaron en manos de los Aliados. Debido a la falta de transporte, los británicos decidieron no establecer ninguna fuerza más allá de Hamadan y Ahvaz. Mientras tanto, el nuevo Primer Ministro iraní, Forughí, decidió expulsar de Teherán al ministro alemán y a su personal, cerrar las legaciones alemana, italiana, húngara y rumana, y entregar a todos los demás ciudadanos alemanes a las autoridades británicas y soviéticas.

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El incumplimiento de la última de estas condiciones llevó a las tropas británicas y soviéticas a entrar en Teherán el 17 de septiembre, al día siguiente del arresto y posterior destierro de Reza Shah a Sudáfrica, tras haber cedido el trono a su hijo Mohammad Reza Pahlevi. Las fuerzas soviéticas y británicas se retiraron de Teherán el 17 de octubre, después de que los alemanes hubieran sido expulsados aunque Irán se dividió de hecho entre Gran Bretaña y la Unión Soviética durante la duración de la guerra.

En la Conferencia de Teherán de noviembre del año 1943, el presidente de EE.UU. Franklin D. Roosevelt, el primer ministro británico Winston Churchill y el secretario general Iosif Stalin reafirmaron su compromiso a respetar la independencia y la integridad territorial iraníes, y se manfiestaron dispuestos a incrementar la asistencia económica a Irán. Según el tratado, Irán no estaba ocupado, sino que era un miembro de las Potencias Aliadas.
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#66
Hallazgo del pecio del destructor italiano Artigliere


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Una expedición dirigida por Paul Allen, cofundador de Microsoft, ha hallado el pecio del destructor italiano Artigliere, hundido en la batalla de cabo Passero en octubre de 1940. Los restos se encuentran a algo más de 3.600 metros de profundidad. El Artigliere fue alcanzado por el fuego del HMS Ajax, y posteriormente rematado por el HMS York. Unos 100 tripulantes se salvaron, y otros 100 sobrevivieron.


[Imagen: 131055946-large_trans_NvBQzQNjv4BqNJjoeB...3GNbO8.png]
Pecio del Artigliere.

Este es el segundo pecio descubierto por el equipo de Paul Allen; ya es el segundo porque en 2015 descubrieron el pecio del Musashi.
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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#67
Operación Algeciras: hace 34 años, la Guerra de Malvinas también se libró en España
Un grupo de argentinos, al servicio de la dictadura militar, fue enviado a España para penetrar las defensas de la base de Gibraltar y hacer estallar una nave militar británica
  • La fragata británica Antelope se hundió al estallar una bomba que se encontraba alojada en su sala de máquinas procedente de un ataque argentino y que los británicos intentaban desactivar -
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IGNACIO MONTES DE OCA - @nachomdeo 20/04/2016 01:58h -

Máximo Nicoletti era el «buzo experto» de los Montoneros, la guerrilla peronista nacida en los años 70. Había ganado ese apodo el 1 de noviembre de 1974, por haber hundido un destructor argentino en el puerto militar de Puerto Belgrano.
Había colocado explosivos bajo la línea de flotación de la nave luego de burlar las defensas de la base, cruzándolas bajo el agua. El «experto» se jactaba (sin otra prueba que su insistencia en contar una y otra vez la misma historia) de ser hijo de uno de los comandos submarinos de Mussolini que hundieron al HMS Valiant y al HMS Queen Elizabeth en el puerto de Alejandría el 3 de diciembre de 1941.

El 2 de abril de 1982, el gobierno militar argentino decidió dar un golpe de efecto ante un panorama político y económico interno que se tornaba insostenible. A pesar de la represión brutal, la sociedad ya comenzaba a salir a las calles para manifestar su fastidio por las consecuencias funestas que había traído la llegada de los militares al poder. Y el desembarco y recuperación de las islas Malvinas, un afán que unía a los argentinos sin diferencias ideológicas y de clase, fue una jugada arriesgada para prolongar a un régimen en agonía.
 
Aunque los cálculos de los estrategas argentinos presagiaban lo contrario, Gran Bretaña reaccionó con furia y alistó la mayor fuerza naval que había organizado desde la Segunda Guerra Mundial para recuperar las islas. Margaret Thatcher, primera ministra de ese país, vio también en un conflicto en Malvinas la solución para remontar el abismo de impopularidad en el que estaba cayendo.

Cuando comenzaron los primeros combates, el director del Servicio de Inteligencia Naval, el almirante Eduardo Morris Gerling, ordenó convocar a Nicoletti.
Nicoletti había sido capturado por los militares argentinos en 1977 junto a su compadre, el también montonero Nelson Latorre, alias «el pelado Diego».

Tardaron poco en cambiar de bando, justo antes de entrar en las tremendas sesiones de tortura que les esperaba a los enemigos de la dictadura. La conversión del «buzo experto» fue sincera y fanática. Viajó a Venezuela para infiltrarse entre los exiliados argentinos, pero tuvo que volverse cuando descubrieron que era un topo al servicio de los militares.

Apenas llegó a Buenos Aires, «el experto» fue comisionado como parte de la «Operación Algeciras». Como había hecho Nicoletti con el buque de su propio país ocho años antes, deberían penetrar las defensas de la base de Gibraltar y hacer estallar una nave militar. Latorre se unió al grupo junto con su amigo. Y con ellos, se sumó otro exguerrillero del cual hoy se sabe solo su apodo: «el marciano». En caso de ser capturados, dirían que eran parte de un comando Montoneros que había decidido actuar patrióticamente y por su cuenta contra el enemigo británico.
25 kilogramos de explosivos en una maleta

El grupo partió a París el 22 de abril de 1982 escoltado por el capitán de navío, Héctor Rosales, encargado de vigilar al grupo y servir de enlace con los militares. Desde París, los ex Montoneros atravesaron la frontera e hicieron el camino por carretera a Málaga en dos autos alquilados.

Rosales fue por su parte a la embajada argentina en Madrid para recoger una maleta con dos minas italianas cargadas con 25 kilogramos de explosivos, diseñadas para adherirse al casco de un buque. El cargamento había llegado horas antes por medio de una maleta diplomática enviada desde Buenos Aires.
Finalmente, el grupo se reunió en una casa rentada en Estepona, a unos 18 kilómetros de Gilbraltar. Un teléfono en una casa habitada por dos jubilados en Buenos Aires, era el enlace para recibir instrucciones y reportar novedades.

La «Operación Algeciras» tenía, sin embargo, algunos problemas de improvisación. El grupo tuvo que ir a una tienda de El Corte Inglés para comprar un bote de goma y mapas turísticos de la zona de Gibraltar, ya que no tenían planos actualizados para planificar el ataque.
Aquellos turistas argentinos no podían ser menos indiscretos. Cuatro hombres solos que se empeñaban en salir cada día a pasear con un barco frente a la rada del puerto británico en Gibraltar en tiempo de guerra no podían dejar de llamar la atención. Aunque decían ser pescadores, no hacían otra cosa que observar el puerto militar con sus prismáticos en lugar de estar atentos a que las boyas atadas a sus tanzas mostrasen alguna actividad.

El objetivo: la fragata «HMS Ariadne»
Tras unos días vigilando la base, detectaron solo un objetivo de valor estratégico. Era la fragata «HMS Ariadne», que entraba y salía del puerto en intervalos irregulares. Nicoletti estaba ansioso y llamó a Buenos Aires para pedir permiso para volar un viejo remolcador al que le resultaba fácil llegar. Le negaron la autorización y le pidieron que tuviera paciencia. El 3 de mayo llegó la orden de pasar a la acción y en base a las observaciones del grupo, se fijó el 16 de mayo por la noche como el momento para ejecutar la «Operación Algeciras».

Pero el día anterior, todo el plan se vino a pique. El oficial Rosales fue a renovar el alquiler de los coches en previsión de una fuga apresurada. El empleado de la oficina que lo entendió le pidió que lo esperara, solo para darle tiempo a la policía para que llegara al lugar. El marino, al verse atrapado, solo atinó a decirle al oficial a cargo de la captura: «Soy el capitán Fernández de la Armada Argentina y estoy en una misión secreta. Desde este momento me considero su prisionero, no diré una palabra más».

La policía llegó un rato después a la casa de Estepona y detuvo al resto del grupo. En el primer interrogatorio, no lograron que los argentinos confesaran el origen y propósito de los explosivos que estaban en la casa. Una vez en la central de la policía en Málaga, confesaron sus identidades y el objetivo de su presencia en España.

Antes de que llegara la tarde, el presidente Leopoldo Calvo Sotelo (que por casualidad estaba cerca de Málaga) fue informado de la captura. Por orden del mandatario, se los subió a un avión que había usado el primer ministro y llevados a Madrid. Desde a allí y siempre bajo la custodia del servicio secreto hispano, fueron subidos antes que terminara el día en un vuelo que los depositó sin escalas en Buenos Aires.

Inteligencia británica
Para la historia oficial, la captura del comando argentino fue una cuestión de suerte. Según esa versión, la policía estaba detrás de la pista de un grupo de estafadores uruguayos que causaban estragos en las tiendas locales. Los argentinos que se mostraban con grandes cantidades de dólares en efectivo, llamaron la atención de inmediato. Incluso para quien vive en el Rio de la Plata, resulta difícil distinguir entre un porteño y un uruguayo. Las actividades inusuales de los argentinos despertaron las sospechas de los informantes de la policía y de allí hubo poco trecho para que se produjera el arresto.

Hay otros que creen que el cuento de los uruguayos es una excusa para ocultar la acción de la inteligencia británica, que los habría detectado cuando presentaron sus pasaportes en la escala que hicieron en París. Aquellos documentos falsos, confeccionados por Víctor Basterra, un prisionero del campo de concentración de la Escuela de Mecánica de la Armada en Buenos Aires, eran buenos, pero no lo suficiente como para confundir a los agentes galos. Al menos esa versión es razonable para explicar cómo fue que la «Operación Algeciras» fue arruinada el día anterior a lograr su objetivo.

Como fuera, aquel grupo de prisioneros argentinos era una verdadera contrariedad para el gobierno español. La guerra en Malvinas había exacerbado el ánimo de los sectores nacionalistas locales, para quienes las Malvinas y Gibraltar eran símbolos similares de la política colonial británica. Subirlos a un vuelo sin escala de regreso y el silencio oficial sobre el suceso, fue un modo elegante de sacarse el problema de encima.

Resta imaginarse qué hubiera sucedido de haber tenido éxito la «Operación Algeciras». Un buque de guerra británico hundido en aguas europeas por un comando formado por hombres que apenas unos años antes estaban matándose entre sí. Y todo ello logrado con mapas comprados en una tienda comercial, con pasaportes hechos por un preso de un campo de concentración y frente a las narices de una potencia que ocupa el último enclave colonial en Europa. Hubiera resultado un argumento que pocos novelistas se hubieran atrevido a usar, bajo riesgo de ser acusados de exceso de fantasía.
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#68
"Al Che Guevara lo mandaron a morir a Bolivia", dice militar que lo capturó
El general retirado boliviano Gary Prado Salmón dijo que Fidel Castro "se libró de él" aunque "no tanto porque él quería, sino porque la cúpula del partido comunista cubano ya no lo toleraba".
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Ernesto "Che" Guevara y Fidel Castro. Foto: AFP

LA PAZ EFE jue jun 15 2017 09:59
El general retirado boliviano Gary Prado Salmón, que en octubre de 1967 capturó a Ernesto Che Guevara, afirmó que la cúpula del partido comunista de Cuba mandó al guerrillero argentinocubano "a morir a Bolivia" porque ya no lo toleraba.

Hoy se cumplen 89 años del natalicio del Che.

En entrevista con Efe en la ciudad de Santa Cruz (este), Prado Salmón defendió esa tesis que estará en el prólogo de la reedición de su libro "La Guerrilla Inmolada", que analiza el fracaso de Guevara con el grupo guerrillero que comandó hace casi medio siglo.

"Después de tantos años lo que se ha desentrañado es que finalmente al Che lo mandaron a morir aquí. Se libraron de él. Esa es la realidad. (Fidel) Castro se libró de él. No tanto porque él quería, sino porque la cúpula del partido comunista cubano ya no lo toleraba por su carácter y su forma de ser impulsiva", dijo Prado.

Siendo capitán, Prado dirigió el 8 de octubre de 1967 la patrulla que en la quebrada del Churo, en el sureste boliviano, capturó herido al revolucionario y lo entregó a sus superiores, que al día siguiente definieron su ejecución en una choza que funcionaba como escuela en la villa vecina de La Higuera.

La cuarta edición del libro en Bolivia, desde 1987, analiza la experiencia guerrillera con el subtítulo "De Ñancahuazú a La Higuera, 50 años después" y será presentada en los próximos días.

La hipótesis del abandono de Guevara por parte de Cuba y de sus diferencias con Castro sobre la relación con la URSS y el modelo soviético ha provocado siempre polémica y ha sido rechazada por la cúpula de La Habana y la familia del guerrillero argentinocubano.

Al contrario, Prado indicó que en su texto subraya la importancia para el destino de Guevara de que Fidel Castro hiciera pública la famosa carta de su despedida cuando el revolucionario se encontraba en el Congo, dirigiendo otro grupo de guerrilleros que fracasó de forma rotunda.

Según Prado, Castro hizo una "jugada maestra" porque con la publicación de esa carta, en la que el Che renuncia a sus responsabilidades con Cuba, le "cierra la puerta" a su retorno.

En ese sentido, el general recordó que uno de los combatientes de Guevara en Bolivia, Daniel Alarcón Ramírez, alias "Benigno", habló en su momento de una supuesta traición de Castro al Che.

"Benigno decía que al Che le dio un ataque de furia cuando se enteró de la publicación de la carta porque esa carta era para el caso de que sea capturado o muerto", rememoró Prado, con la intención de salvar la responsabilidad oficial cubana en el Congo.

Tras un periplo por varios países, Guevara, según detalla Gary Prado, "regresó a Cuba de incógnito" para hablar con Castro y luego fue enviado a Bolivia, donde fue "abandonado".

"Eso lo pongo yo en contexto y, además, reforzado todo esto con esas semanas finales de la guerrilla, de abandono", agregó.

Según el militar, fueron días en los que hubo cuestionamientos por la conducción y la marcha de la columna sin un objetivo claro.

"Era una guerrilla sin sentido y debilitada", remachó Prado.

Una de las decisiones cuestionables de los guerrilleros fue la de dirigirse al pueblo de Vallegrande, a sabiendas, porque las emisoras de radio lo difundieron, de que allá estaba la VIII División del Ejército y que los Rangers bolivianos iban a entrar en operaciones.

"Por eso el libro lo llamé La Guerrilla Inmolada desde el principio. Lo mandaron al sacrificio", sostuvo.

Los Rangers, entre ellos Prado, fueron entrenados por los "Boinas Verdes" de Estados Unidos, que llegaron a Bolivia para preparar a los soldados en la lucha contra la guerrilla.

En otro elemento de su análisis, Prado asegura que uno de los hombres encargados de la red urbana con la guerrilla, Ariel, envía al Che Guevara al campamento guerrillero apenas llegado a La Paz en noviembre de 1966 y luego "desaparece" del escenario.

Para reforzar esa desconexión, Prado menciona que otro miembro de la red urbana, Humberto Vázquez Viaña, que fue uno de sus compañeros de colegio, le ratificó que el grupo "no tenía contacto con Cuba" y que nunca llegaron instrucciones para los cuadros urbanos.

Según la teoría de Prado "esa salida de escena de Ariel es otra instrucción", que en teoría provino de Cuba.

Prado, que se encuentra en una silla de ruedas lisiado tras sufrir en 1981 un disparo accidental de otro oficial, asegura que el libro le ha dado grandes satisfacciones porque ha tenido una edición en Argentina, dos en España, otra en EE.UU. y una más en Italia.

Cerca de cumplirse el medio siglo de la ejecución de Guevara en La Higuera, el 9 de octubre de 1967 a manos del suboficial Mario Terán, Prado es buscado ahora por muchos periodistas para que desgrane la historia de la captura del revolucionario.

No obstante y pese a la relevancia mundial de la caída del combatiente en Bolivia, el militar concluye: "Hice en mi vida cosas más importantes que capturar al Che Guevara".

Big Grin Big Grin Big Grin
 
"Mas vale ser aguila un minuto que sapo la vida entera".
 
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#69
La mayor fosa de la represión republicana
DOS EXPERTOS QUE HAN COLABORADO con Garzón han encontrado en una mina romana de Toledo las evidencias de la que puede ser la mayor fosa común del bando nacional. Es la memoria histórica del otro bando.

28 de marzo de 2009. 22:59h Ernesto Villar - Camuñas (Toledo). 

Se han resistido hasta el final. Amontonados a 25 metros de profundidad y sepultados bajo 20.000 kilos de cal y arena arrojados por sus verdugos, los muertos de Camuñas, en Toledo, han tardado en aparecer. Pero lo han hecho, al fin. Después de cinco días de duro trabajo, a la una y media de ayer sábado los espeleólogos anunciaron la noticia que todos esperaban.

–¡Hay huesos!
Huesos. Primero un cráneo. Luego un esqueleto completo. Y después, muchos más. Un montón de cadáveres de víctimas de la represión republicana de unos dos metros de altura. Aparentemente, cientos de ellos –es probable que más–, que constituyen la prueba documental de la mayor fosa común del bando nacional encontrada tras la dictadura.

Para extraerlos ha sido necesario poner en marcha una operación, de la que LA RAZÓN ha sido testigo en exclusiva, inédita hasta ahora en España. Primero, por la complejidad que supone adentrarse en busca de restos a tanta profundidad. Segundo, porque nunca hasta ahora se había introducido bajo tierra un georradar de última tecnología. Y, sobre todo, porque es la mayor operación de memoria histórica del bando nacional emprendida hasta la fecha. De llevarla a buen puerto se han encargado cuatro infatigables espeleólogos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, tres de ellos Tolosa, uno de Beasain. Vascos, vascos: de los que no se rinden. Junto a ellos, un cura con mucha memoria. Y un técnico en radares con una moral inagotable.

Vivos y muertos
Al igual que en tantas y tantas cunetas repletas de víctimas republicanas, de tapias de cementerios y bosques apartados en los que aún quedan muertos de la contienda del 36, en la mina de Las Cabezuelas, a medio camino entre Toledo y Ciudad Real, se esconden los desastres de la Guerra. Durante dos años y medio, los milicianos fueron arrojando al fondo del pozo –una antigua explotación romana de plata– a todos aquellos que consideraban partidarios del bando nacional.

¿Requisitos? Cualquiera: ir a misa, no levantar el puño, tener tierras o ser religioso. Las víctimas eran recogidas en todos los pueblos de la zona, transportadas en camiones y empujadas al abismo. Los más viejos del lugar sostienen incluso que eran traídas en vehículos soviéticos de las checas de Madrid. Dicen que al principio los tiraban vivos, hasta que un miliciano que empujaba a un sacerdote cayó con ellos. Para qué correr riesgos. A partir de entonces, tiro en la nuca en la boca del pozo... y el siguiente.

–¡Hay huesos!
El anuncio es el final de una historia que bien pudo haber terminado mal. Lo sabe Asier Izaguirre, que se ha pasado cuatro días sacando arena del fondo de la mina. Del centro de la Tierra. Palada va, palada viene. Carretilla arriba, carretilla abajo. Al salir, una palmadita en la espalda: «¡Esto es más duro que escalar el Himalaya, ¿eh?!». Veremos. Habrá tiempo para comprobarlo. Izaguirre embarca mañana lunes camino del techo del mundo, en una nueva misión del programa de televisión «Al filo de lo imposible». Será su cuarta subida a la cumbre y su novena expedición de este tipo. «¡Lo que vas a presumir tú en el campamento base con los nepalíes contando lo de la mina de Camuñas!», le tienta su compañero Tito Aguirre.

¿De dónde sale tanta arena?
Alpinista como él, Tito es también duro y rocoso. Del mismo Tolosa. Lleva ya unos cuantos «ochomiles» a sus espaldas, pero se desenvuelve con similar soltura a 25 metros bajo tierra. Arriba, sujeto con un arnés y sobre la lápida que recuerda a «los cristianos que dieron sus vidas víctimas de la Guerra de 1936 a 1939», Sebas sube y baja carretillas, una tras otra, pero se niega a perder la cuenta: «¿Habéis apuntado ésta última?», pregunta con insistencia. El jueves son 109. El viernes concluye con 139. ¿Pero de dónde sale tanta arena? Con la sotana llena de polvo hasta el alzacuellos y los zapatos marrón obrero, Jorge López Teulón, el postulador de la causa de los mártires de Castilla-La Mancha, se encarga de vaciar cada carro, mientras Luis Avial, el dueño de la empresa Cóndor Georradar, el moderno robot empleado en la exhumación, se afana en buscar restos metálicos con el detector. «Para que luego digan que los curas no trabajamos», bromea el sacerdote.

López Teulón ha sido el gran promotor del proyecto. Es él quien ha removido Roma con Santiago para buscar la financiación necesaria que cubra los 14.400 euros de la exhumación. Avial, por su parte, se ha embarcado por amor al arte. Por una cuestión de conciencia.
Mientras ellos trabajan arriba,  Paco Etxeberria, el cuarto integrante de Aranzadi, da paladas al fondo del pozo junto a sus compañeros. Dicen de él que es el mejor forense antropólogo de España, y lo demuestra su currículum. Por ahora no le ha dado por subir «ochomiles», pero ha paticipado ya en la exhumación de cien de las 175 fosas de la Guerra Civil que se han abierto en España. En 99 de ellas había restos de republicanos. Sólo una, la de Villasana de Mena (Burgos), era de víctimas franquistas. Dos, con la de Camuñas.

Los expertos de Garzón
Etxeberria es uno de los siete expertos que eligió Baltasar Garzón para buscar víctimas de la represión franquista. Luis Avial ha participado en la apertura de 13 de las 19 fosas investigadas por el juez. Ninguno de los dos lo dudó cuando les propusieron subirse al barco. «Si se trata de vulneraciones de los Derechos Humanos, contad con nosotros», respondió el forense. Los muertos no tienen ideología.

Montones de cal
Llevar a buen puerto la misión ha sido de lo más laborioso. Lo primero fue, el pasado martes, retirar la lápida en honor a los caídos colocada sobre la boca de la mina, al finalizar la guerra, ante la imposibilidad material de rescatar un solo cuerpo. Después de asentar los muros, tocó retirar arena. Kilos y kilos. El miércoles llegaron  las primeras evidencias. Confundidas con la tierra aparecieron las primeras bolas de cal, que los republicanos arrojaron poco antes de que la región cayera en manos del bando nacional para dificultar el rescate de los cuerpos. El desesperado intento por borrar las huellas no fue más que un atajo en la Historia. «La cal destruye los tejidos blandos, pero fortalece los huesos. Es como una cápsula del tiempo», explica Avial.

El primer ingrediente para el suspense llegó el viernes. Un arnés por aquí. Otro por allá. Y listo. Por primera vez se introdujo un georradar a tanta profundidad para rastrear la presencia de restos de huesos o cualquier otra sustancia distinta a la arena. La misión del robot, el más sofisticado de este tipo que existe en el mundo, fue hacer una lectura del terreno, similar a la que se realiza con un tac nuclear, para detectar cualquier anomalía. «¡Muy buenas noticias!  –proclama Avial al salir del pozo–. Estamos a dos metros y medio de un cambio en el terreno ¡Pueden estar ahí los huesos!».

«Estamos a un palmo, ¡a sólo un palmo! No creo que haya más», anuncia al salir el forense Etxeberria mientras, derrengado, da cuenta de un almuerzo de queso manchego. «Sería mejor chorizo, pero es que estamos en vigilia», se lamenta el sacerdote. Nadie protesta, ni mucho menos.
No hay tiempo que perder. El proyecto va ya a contrarreloj y hay que volver al tajo. A seis manos, los tres operarios de Aranzadi vuelven a llenar carros y carros de arena. Muy pronto llega la segunda evidencia: aparecen cada vez más restos de maderas, aparentemente de puertas y tablones, que fueron arrojados tal cual para rematar los cuerpos indefensos, cubrirlos de escombros y, según los lugareños, quemarlos después. Un obstáculo más para los que, 70 años después, quieren hacer uso de memoria histórica.

No hay tregua. Más carros, más arena, más piedras, más madera, más cal. ¿Dónde están los huesos? ¿De dónde diablos sale tanta tierra? Llegan nuevos testimonios que indican que, necesariamente, debe haber luz al final del túnel: un anciano de la vecina Puerto Lápice, republicano, acaba de confirmar que allí se arrojó durante la Guerra Civil «a mucha gente», y que llegaban camiones de fuera cargados de cuerpos. Encima se echó mucha arena, reconoce. A fe que se hizo a conciencia.

«Suspendemos la operación»
Carros, arena, piedras, madera, cal. Y vuelta a empezar. Más carros, más arena, más piedras, más madera, más cal. Al margen de una vaina disparada de fusil  y un proyectil del 9 corto sin percutir, no se hallan más que tornillos y lo que parecen ser goznes de puertas. Eso sí: hay restos de una granada arrojada desde el exterior para que estallara en el fondo. El blanco era seguro. Los supervivientes, si por aquel entonces quedaba alguno, no pudieron escapar de ella.

A última hora del viernes, sin embargo, cunde el desánimo. La operación está a punto de venirse abajo. Se han sacado ya 15 toneladas, pero de los cuerpos no hay ni rastro. Los muertos de Camuñas se niegan a salir. El sacerdote Jorge López Teulón se desespera: «Si no aparece nada en media hora, tapamos y volvemos después de Semana Santa». El técnico del georadar no pierde la fe: «Tiene que estar ahí, tiene que estar ahí mismo». El forense Etxeberria y Asier Izaguirre deben marcharse, éste último para su expedición al Himalaya. Y no es plan de tocar las nubes sin haberse quitado antes ni tan siquiera el polvo del fondo del infierno.

Si se quiere seguir el viernes hacen falta voluntarios que echen una mano a boca de mina. «Yo contrato a quien sea, pero esto no lo dejamos así», promete el dueño de la finca. Y lo cumple. Al alba del sábado hay ya las manos suficientes para hacer un último esfuerzo. Poco antes de comer, una de las paladas acaba con la incertidumbre. Adosado al fondo aparece una cavidad que da paso a una sala de unos siete metros, utilizada en la antigua mina. Allí están los cadáveres que llevan una semana buscando.

Lo que ven los ojos de los espeleólogos es lo que tantas veces han contado los viejos del lugar. En la mina de Camuñas se mató a mucha gente por el simple pecado de ser de derechas o ser creyente. Ahora se podrá documentar, por fin, cuántos fueron. Después de mucho sufrimiento, el más ambicioso proyecto de memoria histórica ha llegado a buen puerto. «Dios aprieta, pero no ahoga», concluye Luis Avial.

La sorpresa de los romanos
Los espeleólogos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi estaban preparados para encontrarse en el fondo de la mina a las víctimas de la represión de la República, pero no lo que hallaron en la cavidad anexa que, contra todo pronóstico, se abría junto al fondo del pozo: una sala de unos siete metros de ancho por siete de largo y tres de alto que utilizaron los romanos para sacar las vetas de plata de la mina. En ella se hallaban los restos, perfectamente conservados, de tres caballos, supuestamente utilizados por los romanos como norias para extraer el metal precioso.  Y no sólo eso: en esa misma galería, se abre otro pozo de unos ocho metros de profundidad repleto de secretos aún por explorar.

A la espera del forense
Por el momento es imposible aventurar cuántos cadáveres se han encontrado en el fondo de la mina de Las Cabezuelas. Los primeros cuerpos han aparecido a unos dos metros del suelo, aunque están mezclados con arena. En esas condiciones y con el paso del tiempo, habrán perdido toda la presencia de partes blandas y se habrán apelmazado, con lo que ocupan un espacio mucho menor de lo habitual. Su estado de conservación es casi perfecto.
Será el forense Paco Etxeberria quien examine los restos para determinar cuántos cadáveres hay, aunque en la superficie que ocupan es lo suficientemente grande como para que la cifra supere los varios centenares. Su destino dependerá de lo que decidan los promotores del proyecto, pero si son muchos, en principio, se descartará su exhumación. Al menos ya se ha desvelado el destino de una parte de los 130.000 desaparecidos de la guerra.
destino de una parte de los 130.000 desaparecidos de la guerra.

La mayor fosa de la represión republicana  

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#70
La operación secreta en la que dos espías aniquilaron al sanguinario «Carnicero de Praga» nazi
Con motivo del estreno de la película «Operación Anthropoid», narramos el atentado que dos paracaidistas checoslovacos perpetraron contra Reinhard Heydrich

[Imagen: operacion-antropoide-principal-kQxG--620x349@abc.jpg]
Hitler, junto a varios oficiales (entre ellos, Heydrich) - Wikimedia

Manuel P. Villatoro - ABC_Historia 19/12/2016 01:34h

Le llamaban el «Carnicero de Praga» por las barbaridades que había perpetrado en la ciudad (asesinó a medio millar de personas reconocidas, y se cree que el número real asciende a unas 5.000). Reinhard Heydrich, segundo de Himmler, fue un auténtico demonio que destacaba por su frialdad a la hora de aniquilar a los judíos de Checoslovaquia. Fue por ello por lo que, en la década de los 40 y en plena Segunda Guerra Mundial, el gobierno del país en el exilio envió un comando de dos paracaidistas para acabar con él, cosa que lograron en un atentado perpetrado el 27 de mayo de 1942 durante una misión secreta conocida como «Operación Antropoide».

Esta es la misma en la que se basa la película que, el pasado 16 de diciembre, se estrenó en los cines bajo el nombre de «Anthropoid». El largometraje, de aproximadamente dos horas de duración, ha sido dirigido por Sean Ellis y, a pesar de que cuenta con un presupuesto bajo, es totalmente fiel al original según los expertos de ABC Play.

Checoslovaquia alemana
Para hallar el origen de esta operación secreta -o este atentado, según se vea- es necesario retroceder en el tiempo hasta el año 1938. Más concretamente hasta marzo. Fue entonces cuando un Adolf Hitler ávido de territorios decidió -por obra y gracia de su santo naso- anexionarse Austria y convertirla en una provincia más del III Reich.

Semanas después, además de hacer todo tipo de discursos solicitando a Europa territorios que consideraba germanos, el Führer envió a sus ejércitos a hacer maniobras cerca de Checoslovaquia. Una decisión que, como es lógico, no gustó ni un pelo al gobierno del país. Los políticos, que tontos no eran, debieron pensar algo así como «cuando las barbas de tu vecino veas cortar...».
[Imagen: operacion-antropoide-heydrich-abc-kQxG--510x286@abc.jpg]
Heydrich- ABC

Unidades para arriba, fronteras para abajo, Checoslovaquia terminó poniendo en alerta a sus ejércitos. Sin embargo, en septiembre recibieron la orden de envainársela (la espada) y dejar paso a las tropas de Hitler. Todo ello, por culpa de las políticas de pacificación de líderes como el británico Chamberlain o del galo Daladier. Estos, junto a otros tantos otros, habían firmado lo que consideraban el pacto definitivo para evitar la guerra: un documento en el que cedían a los nazis nada menos que 40.000 kilómetros cuadrados de territorio checoslovaco a cambio de que detuvieran su escalada de violencia. Todo ello, por descontado, sin contar con el territorio afectado.

Dicho y hecho. En octubre, Hitler entró exultante en su nueva región y, el 15 de marzo de 1939, completó de forma definitiva gracias a sus ejércitos la conquista del resto del país. El resultado fue la fundación del denominado «Protectorado de Bohemia y Moravia». A su mando, se puso a Konstantin Von Neurath. Como bien explica Jesús Hernández en su libro «Operaciones secretas de la Segunda Guerra Mundial», comenzó entonces una época más que negra para el país: «Los habitantes del protectorado perdieron sus libertades democráticas y la economía del país quedó encuadrada dentro del esfuerzo bélico alemán».

Mientras se formaba un gobierno checo en el exilio, los nazis enviaron a miles de sus compatriotas a la zona para hacerla, si cabe, más germana. Todo ventajas para el Führer.
La llegada del carnicero
Esta sumisión, con todo, no marchaba lo suficientemente rápido para Hitler. Algo que el del bigote achacaba a lo «blando» que era Von Neurath. Por ello, en 1941 mandó a este al infierno y le sustituyó por Reinhard Heydrich, más conocido por ser el segundo hombre de Heinrich Himmler en las temidas SS y por su barbarie.
De hecho, apenas un año después sería el artífice y el ideólogo de la denominada «Solución final» (el asesinato masivo de millones de judíos -y personas consideradas «inferiores»-). Este gigantesco oficial de 1,92 metros de altura (llamado el «Carnicero de Praga») había atesorado un gran poder en Alemania, por lo que se sospecha que sus superiores decidieron quitárselo de encima enviándole a Checoslovaquia.

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Heydrich firma las deportaciones de decenas de judíos- ABC

Según explica Russell Phillips en su obra «Un Rayo De Luz. Reinhard Heydrich, Lidice, Y Los Mineros De North Staffordshire», Heydrich arribó a Checoslovaquia el 27 de septiembre y se puso «manos a la obra inmediatamente deteniendo al primer ministro y al ministro de tráfico». Instauró también la ley marcial (cuyo incumplimiento solía acabar en la muerte); asesinó aproximadamente a medio millar de personas en los tres primeros meses en el país y envió a miles más a campos de concentración.

«También presidió una conferencia sobre la solución final al problema judío en el protectorado el 10 de octubre. Afirmó que había alrededor de 88.000 judíos en el protectorado, 48.000 de ellos en Praga. Se tomó la decisión de construir un campo temporal en Terezín al que se enviaron dos o tres trenes al día con unas mil personas», completa el experto en su obra. Por si todo esto fuera poco, también cerró los lugares de culto judíos y sumó casi 100.00 deportaciones al final de la contienda.
Cita:«Presidió una conferencia sobre la solución final al problema judío. Afirmó que había alrededor de 88.000 judíos en el protectorado, 48.000 de ellos en Praga»

Heydrich, con todo, no solía anunciar las ejecuciones masivas que llevaba a cabo, pues quería aparecer como un líder justo (aunque severo) y dadivoso. De hecho, en un intento de fomentar las buenas relaciones con aquellos trabajadores que colaboran con la economía alemana, aumentó las raciones de comida que eran repartidas y fue moderadamente generoso con los que trabajan más.
Lo hizo con el objetivo de producir materias primas para su querida Alemania. Así lo afirma el historiador Manuel J. Prieto en su obra «Operaciones especiales de la Segunda Guerra Mundial», donde señala que el nazi «puso en marcha el empleo de miles de obreros checos en las fábricas y construcciones que prestaban servicios al Reich».
Objetivo: matar al jefe
Mientras las cosas andaban crudas por Checoslovaquia, el gobierno del país en el exilio decidió -favorecido por el servicio secreto británico- que debían acabar más pronto que tarde con Heydrich. De esta forma, se empezó a planear su asesinato bajo el nombre en clave de Operación Anthropoid u Operación Antropoide. Así lo afirma el divulgador histórico Pere Cardona (coautor de «El diario de Peter Brill») en su página web «HistoriasSegundaGuerraMundial». «La operación Antropoide parte de una idea del primer ministro británico Winston Churchill, el cual convence al primer ministro Checo en el exilio Edvard Benes de la necesidad de eliminar a Heydrich para subir la moral del pueblo Checo y de paso quitar de enmedio al posible sucesor de Adolf Hitler», determina el experto español.

[Imagen: operacion-antropoide-gabcik-kQxG--250x140@abc.jpg]
Gabcik- Wikimedia

En las semanas siguientes, el gobierno checoslovaco buscó a dos hombres que pudieran perpetrar el atentado, y no tardaron mucho en hallarlos. Los seleccionados fueron los militares Josef Gabcik y Karel Svoboda. Al menos en principio pues, a los pocos días de empezar el entrenamiento (debían ser instruidos en técnicas paracaidistas para ser lanzados en Checoslovaquia desde el exilio) el segundo fue sustituido por darse un severo golpe en la cabeza durante un salto. El nuevo comando elegido fue Jan Kubis. «El nuevo margen de tiempo permitió que la formación por parte del SOE fuera más exhaustiva para los elegidos, incluyendo el uso de varios tipos de armas, el manejo de explosivos y la creación de dispositivos detonadores», añade Prieto.

Tras ser entrenados en Escocia, los dos paracaidistas fueron lanzados a 20 kilómetros de Praga aproximadamente a las dos de la mañana del 29 de diciembre de ese mismo año. En «Operaciones secretas de la Segunda Guerra Mundial», Hernández explica de forma extensa las peripecias que tuvieron que vivir hasta llegar a la capital. No obstante, basta decir que entraron en contacto con la resistencia local a través de un miembro de uno de los grupos (el Sokol) y que, una vez en su destino, fueron protegidos en varias casas mientras comenzaban a cumplir su misión: la de asesinar al hombre más poderoso de Checoslovaquia.

Cita:«Estuvieron estudiando las costumbres de Heydrich durante un tiempo para encontrar el sitio más adecuado para realizar el atentado»

«Estuvieron estudiando las costumbres de Heydrich durante un tiempo para encontrar el sitio más adecuado para realizar el atentado, y observaron que siempre viajaba en un Mercedes Benz descapotable y sin escolta, lo cual les allanaba una parte del camino» explica, en este caso, Pere Cardona en «HistoriasSegundaGuerraMundial».
En la primavera de 1942, pensaron atacar al líder nazi cuando su vehículo pasara por una carretera bordeada por castaños. El plan sería tan sencillo como tender un cable a ambos lados de la vía, esperar a que el chófer de Heydrich impactara contra él y -cuando el automóvil estuviese parado- ametrallar a los dos hombres. Sin embargo, desecharon la idea cuando se percataron de que, si fallaban, aquel tramo de autovía se encontraba en campo abierto y no tardarían en ser capturados. Por ello, establecieron que lo mejor sería atentar contra él en las mismas calles de Praga.

El plan final
Al final, con el paso de los días los dos agentes -a los que se unió un tercero llamado Valcik, entrenado también en Gran Bretaña- establecieron que lo idóneo sería atacar al «Carnicero» cuando este saliera de su residencia (ubicada a las afueras de Praga) y pasara con su vehículo por una curva cerrada antes de acceder a la ciudad. El plan no era malo. Y es que, en aquella zona, el chófer de Heydrich se veía obligado a aminorar severamente la velocidad del Mercedes Benz. ¿Qué mejor lugar para perpetrar el magnicidio? Ya solo les quedaba establecer un plan de ataque.

Cita:El «Carnicero de Praga» cometió el gran error de detener el coche y salir en busca de sus atacantes

Según narra Hernández en «Operaciones de la Segunda Guerra Mundial», el trío determinó que -a las nueve de la mañana del día seleccionado- se ubicarían en una parada de tranvía próxima a la curva. Llegado el momento, Valcik avanzaría unos metros y haría una señal a sus dos compañeros cuando viera aparecer el Mercedes Benz. Entonces, Gabcik pondría a punto su subfusil Sten y ametrallaría el vehículo cuando este pasase frente a él.
Por su parte, Kubis sacaría de su cartera una granada anti vehículo de 40 centímetros de longitud y la arrojaría contra los nazis. Todo ello, para asegurarse de su fallecimiento. «Cerca de ellos tendrían preparadas unas bicicletas para desaparecer por las callejuelas de la zona», completa el periodista e historiador español (autor también del blog «¡Es la guerra!»).

El atentado
El atentado se produciría el 27 de mayo. Aquel día, la primera parte del plan salió a pedir de boca. Valcik avisó a sus dos compañeros cuando se percató de que el vehículo se acercaba. Impecable. A los pocos minutos, Gabcik y Kubis ya estaban en la curva. Todo estaba preparado para ametrallar el Mercedes cuando este disminuyese la velocidad.
Sin embargo, cuando llegó el momento más importante de su vida, el paracaidista apretó el gatillo.... Pero no sucedió nada. Lo intentó una serie de veces más... nada. En palabras de Hernández, su compañero le miró entonces con pesadumbre y le gritó «¡Josef!». El interfecto no supo qué diantres hacer y, pocos segundos después, se limitó a arrojar el arma y salir por piernas.
Parecía que Heydrich iba a salvarse. El chófer (Klein) solo tenía que acelerar y salir a toda pastilla de allí para que su superior no muriese. Pero a ambos les pudo el odio hacia sus nuevos enemigos. El conductor detuvo el Mercedes y sacó su pistola Luger de la funda, dispuesto a acabar con los asaltantes. Otro tanto hizo el «Carnicero de Praga» que, en lugar de mirar por su vida, azuzó a su camarada mientras se disponía a salir del vehículo también con su arma en ristre. Las cosas iban a ponerse duras.

[Imagen: operacion-antropoide-kubis-kQxG--510x286@abc.jpg]
Kubis- Wikimedia

Kubis, entonces, recordó que llevaba en su cartera la gigantesca granada y decidió hacer uso de ella. Instantáneamente, la arrojó contra la puerta que se disponía a abrir el jerarca nazi. «Se produjo una fuerte explosión. Piezas de metal y jirones del tapizado salieron despedidos por el aire. La onda expansiva rompió las ventanillas de dos tranvías próximos», añade Hernández. El impacto fue brutal pero, a pesar de ello, todavía pudo bajar del Mercedes y dar unos pasos. Finalmente, el atentado se había perpetrado. Y todo, por culpa de la tradicional prepotencia de los nazis.
Asumiendo que la explosión había matado al nazi, Kubis huyó hacia la ciudad en bicicleta. No obstante, con lo que no contaba era con que sería perseguido por el chófer, que había resultado ileso. «El enfurecido Oberscharfuhrer siguió corriendo detrás de él. Gabcik buscó refugio en la puerta de una tienda y desde allí abatió a Klein de un tiro certero», completa Hernández. Una vez a salvo, se subió a un tranvía cercano con la extraña sensación del deber cumplido a pesar del fallo inicial. Para su desgracia, pronto recordó que tanto él como su compañero habían dejado cerca de la curva varios objetos personales que, en un futuro, podrían delatarles.

Hacia el hospital
Para su suerte, el que la bomba no cayera en el interior del coche hizo que Heydrich se salvase. Aunque acabó malherido. Momentos después de que la curva quedase desierta, un camión conducido por una mujer llegó a la zona. Esta llevó al jerarca nazi -todavía con vida- hasta el hospital. Una vez en el centro, se cerró una planta expresamente para él. Además, el «Carnicero de Praga» se negó a ser atendido por médicos locales y exigió que solo le intervinieran germanos. Según parece, no se fiaba de aquellos a los que había tratado con tanto odio.

[Imagen: operacion-antropoide1-kQxG--510x286@abc.jpg]
El coche del jerarca nazi, tras el atentado- Wikimedia

Pronto se supo que su estado era más que grave. «A las 15.26 horas se envió un primer mensaje a Berlín comunicando la situación de Heydrich y el resultado de la primera operación a la que había sido sometido. En el mismo se podía leer que tenía una herida lacerante en la parte izquierda de la columna vertebral, sin daño en la espina dorsal; el proyectil, una pieza de metal, había destrozado la decimoprimera costilla y perforado el estómago, alojándose finalmente en el bazo. La herida contenía cierta cantidad de pelo de caballo, probablemente procedente del relleno de la tapicería del coche. Los daños también incluían problemas extirpado», añade Prieto.
Finalmente, Heydrich falleció de sus heridas en la mañana del 4 de junio.

Fue enterrado con los máximo honores del nazismo. Paralelamente, comenzó una operación de búsqueda por parte de las autoridades alemanas. Estas intentaron hacer todo lo posible por atraparles. Lo primero fue colocar tras una cristalera los objetos encontrados en el lugar del atentado solicitando información sobre sus propietarios. También se ofrecieron 10 millones de coronas a quien aportase datos de los dos atacantes y, como no, se amenazó a la población afirmando que todo aquel que ocultase información sería ejecutado con su familia.
Las brutales represalias
Al final, las pesquisas de las SS (que investigaron día y noche el suceso haciendo todo tipo de registros) fueron exitosas y descubrieron que los comandos (así como varios miembros de la resistencia) se escondían en las iglesias de San Cirilo y San Metodio.

«Un ejército de 600 soldados rodeó la iglesia donde se encontraban Jozef Gabcík, Jan Kubis, Jan Hruby, Adolf Opalka, Jaroslav Svarc y Josef Valcík e iniciaron un ataque que al final terminó con el suicidio de todos ellos, excepto Jan Kubis que murió unas horas después en un hospital a causa de las heridas causadas por una granada».

[Imagen: operacion-antropoide-lidice-kQxG--510x286@abc.jpg]
El pueblo de Lídice, arrasado- Wikimedia

Las represalias no acabaron en ese punto, sino que Adolf Hitler, en represalia por lo sucedido, ordenó que se arrasase hasta los cimientos el pequeño pueblo de Lídice. «Allí se fusiló a todos los hombres mayores de 15 años. Las mujeres fueron enviadas al campo de concentración de Ravensbrück y los niños fueron seleccionados: Los que podían ser arianizados fueron llevados a Alemania, donde se entregaron a familias de oficiales de las SS. Los que no pudieron serlo fueron llevados al campo de concentración de Chelmno», añade el divulgador histórico.
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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