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Guerreros Aborígenes de la Banda Oriental
#11
X. Los Charrúas y los Portugueses

Batalla del Yí (1702)
 
            En 1680 los portugueses fundaron la Colonia del Sacramento. Deseosos de apoderarse de cuanto terreno pudieran de la Banda Oriental y, en particular, de la orilla septentrional del Río de la Plata (para así amenazar al Perú español), intentaron expandirse más allá de los límites de su nueva colonia, por lo cual buscaron congraciarse con los indígenas, presentándose como amigos y protectores, entregándoles armas y telas para vestir, con el resultado final de atraerlos y utilizarlos para sus propios fines.

            En 1701, los caciques Yaros, Charrúas y Bohanes aceptaron el plan portugués de hostilizar a los españoles. La primera hostilidad se dió contra la Reducción de Yapeyú, donde indios, renegados y desertores españoles mataron 140 guaraníes convertidos al cristianismo (sus enemigos de siempre, por otra parte), quemaron y saquearon la iglesia y se apoderaron de la cercana estancia de San José, condenando al hambre a los pueblos cercanos que tenían en ella su fuente de suministros comunal.

            En 1702 salió desde Ibicuy en expedición contra los indios rebeldes el Maestre de Campo Alejandro de Aguirre, con 2.000 soldados guaraníes de las Reducciones, sus capellanes y sus médicos. El ejército llevaba además 4.000 caballos, 4.000 mulas de transporte, vacas y víveres suficientes para una campaña bastante prolongada. 
El ejército de Aguirre avanzó 150 leguas (770km) en dos meses, hasta que su Vanguardia (900 hombres) se enfrentó a los Charrúas en Rosario. Los guaraníes fueron derrotados y perdieron 22 hombres. Además, las enfermedades debidas al envenenamiento de las fuentes de agua (posiblemente a propósito) forzó a la vanguardia retirarse. Entonces, los indígenas rebeldes, reforzados por 70 soldados portugueses y 3 cañones provenientes de Colonia, se lanzaron contra los Guaraníes, pero no pudieron darles alcance. Eso desanimó a los portugueses, que contaban con una fácil explotación, quienes volvieron a sus bases. Los Charrúas, Yaros y Bohanes coaligados contaban con unos 700 guerreros y otras 500 personas (mujeres, niños y ancianos) que les acompañaban y se dirigieron al Yí para resistir a los españoles, ocupando posiciones en las orillas del río.
            El 6 de febrero de 1702 llegó Aguirre frente a los sublevados, ordenando inmediatamente el asalto y desalojándolos de sus posiciones luego de un muy duro combate, forzándolos a internarse en el monte, donde se atrincheraron. Allí continuó el combate, que duró 5 días. Finalmente, los indios rebeldes perdieron 300 guerreros muertos, entre los que se hallaba un renegado español de apellido Monzón que combatía contra sus compatriotas. El número de heridos fue también alto. Luego de su derrota, los guerreros abandonaron a sus familias como prisioneros. Los españoles tuvieron 6 muertos (según sus crónicas, que siempre tendían a minimizar las bajas propias), entre ellos dos Capitanes Guaraníes, y muchos heridos.
            Este desastre de los indios coaligados caló hondo en el ánimo de los portugueses, que pretendían utilizarlos para distraer la atención, mientras ellos se movían con libertad por el resto de la Banda Oriental.
Los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla. - Marco Tulio Cicerón
 
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#12
La campaña de Cabarí

(1707)

 
            En 1705, los portugueses fueron expulsados (momentáneamente) de la Colonia del Sacramento.
            Los Charrúas, Yaros y Bohanes, entretanto, seguían buscando su revancha después de su derrota del Yí, esperando para lanzarse nuevamente sobre las misiones cristianas, con o sin el apoyo portugués. Así, eligieron a un nuevo cacique, el indio Cabarí. Éste, consciente de la inutilidad de batallas campales, utilizó una guerra de guerrillas contra pequeñas partidas de españoles, en una guerra de desgaste que mucho convenía a los indígenas.

            En el año 1707, los indios confederados comenzaron las hostilidades, atacando en varios lugares a la vez. La Reducción de Yapeyú fue uno de los lugares elegidos. Se trataba entonces de un pueblo bastante importante, que podía disponer de varios centenares de Guaraníes armados, aunque en este preciso momento se hallaban totalmente desprevenidos. Los Charrúas cayeron sobre ellos, matando a 19 habitantes del pueblo, quemando y robando sus hogares.
            Al mismo tiempo, se produjeron ataques en aguas del Paraná y sobre sus costas. Los españoles, confiados en una seguridad bastante ilusoria, cruzaban los ríos en balsas y canoas, pues estas constituían el principal medio de comunicación y comercio entre los pueblos misioneros. Cabarí envió un fuerte grupo charrúa sobre la zona fluvial, atacando cuanto encontraron: balsas, en las cuales sus remeros fueron degollados; pequeños grupos de soldados españoles ubicados en las zonas costeras. Se generó así una ola de terror.
 
            Desde el año 1703, el Gobernador de Buenos Aires era el Maestre de Campo Alonso de Valdez Inclán. Al producirse los ataques de los hombres de Cabarí, Valdez Inclán dio inmediatmente órdenes para que las tropas guaraníes de Yapeyú persiguieran a los invasores. 200 soldados Guaraníes bien armados partieron en busca de los Charrúas. Al poco tiempo, descubrieron que en uno de los montes de la zona se guarecía un gran número de familias de guerreros, entre los cuales se hallaban el mismo Cabarí y varios de sus caciques. Los Guaraníes marcharon sobre el descuidado campamento, arribando al mismo sin ser detectados. Luego de formar en herradura, asaltaron el campamento por sorpresa, pese a lo cual los indios rebeldes atianron a dividirse en dos grupos, uno de los cuales se lanzó al agua de un río cercano y el otro se internó rápidamente en el monte. Poco después, los dos grupos Charrúas se reunían en el monte y comenzaban a burlarse y a azuzar a los soldados Guaraníes, que no habían conseguido capturar a ninguno de ellos. Los rebeldes fueron conminados rendirse, pero se rieron de los españoles. Inclusive, Cabarí se individualizó como responsable de los ataques, diciendo que poco le importaba el enojo de sus enemigos. Este gesto colmó la paciencia de los españoles, los cuales dividieron sus fuerzas en dos compañías y atacaron el monte, trabándose en un cruento combate cuerpo a cuerpo Guaraníes y Charrúas. Los Guaraníes que atacaron frontalmente fueron totalmente exterminados, pero la segunda compañía se dirigió hacia donde se hallaban las mujeres y los niños, apresándolos. Luego, atacó lateralmente a los guerreros charrúas, que se hallaban dispersos y desbalanceados después de su victoria contra el asalto frontal, matando varios de ellos y capturando al resto. El triunfo fue finalmente para los españoles, aunque a costa de fuertes bajas.
            Entre los prisioneros se hallaba el cacique Cabarí, cuya vida -al parecer- fue respetada debido a su prestigio. Su nombre siguió sonando 20 años después, al producirse nuevos levantamientos indígenas.
 
            Pero la captura de Cabarí no impidió que el resto de sus guerreros siguieran efectuando ataques. Así, yaros y Bohanes cayeron sobre los pueblos de La Cruz y Yapeyú, matando 38 Guaraníes y capturando a otros 26. Luego, se dedicaron a saltear caminos y apoderase de las vaquerías de las reducciones cristianas.
Se libraron varios combates entre las tropas de Valdez inclán y los indios confederados y finalmente los Guaraníes los enfrentaron y les causaron 41 muertos y muchos prisioneros.
Luego de esto llegó la paz y los prisioneros Charrúas fueron llevados a las Misiones Jesuíticas, donde los padres misioneros intentaron, generalmente en vano, evangelizar a los díscolos indígenas.
Los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla. - Marco Tulio Cicerón
 
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#13
XII. La campaña de Piedrabuena (1715)
 
            Llegado al Plata un nuevo Gobernador interino, Baltasar García Ros, los Charrúas volvieron a sublevarse, aunque en esta ocasión una parte de ellos permaneció neutral.
            Nuevamente comenzaron las incursiones sobre caminos y costas fluviales, los ataques a grupos sueltos de soldados españoles y embarcaciones, causando fuerte alarma. Nuevamente, las Reducciones guaraníes fueron asaltadas y acuchillados sus habitantes. Ros ordenó entonces el alistamiento de tropas, al mando de las cuales fue puesto el Maestre de Campo Francisco García de Piedrabuena, siendo su capellán el Padre Policarpo Dufo. En la reducción de Yapeyú se reunieron 1500 hombres, tropas escogidas bien armadas y montadas. El 8 de noviembre de 1715, Piedrabuena se hizo cargo de sus fuerzas, partiendo entre grandes penurias a causa del calor, la falta de forraje y de aguadas. La campaña de Piedrabuena estaría marcada por el sino del desastre.
 
            Al llegar a Mandiyubí Guazú se les unió el Sargento Mayor Francisco Caraballo. El ejército español continuó hasta alcanzar unas tolderías abandonadas por los indios rebeldes. Allí quedo Caraballo con algunos guaraníes a cargo de los caballos más débiles. El ejército, entretanto, proseguía la persecución llegando hasta Gualeguaychú, pero los Charrúas habían vuelto a retirarse. Piedrabuena dividió sus fuerzas en 3 cuerpos: el primero quedaría en Gualeguaychú con los bagajes; el segundo, a cargo del Sargento Mayor Martín Simón, se armó para atacar por sorpresa una toldería ubicada en Laguna de la Centella; el tercero, a cargo del mismo Piedrabuena, operaría a gran escala.
            El 1 de diciembre, en la zona de Gualeguaychú, el tercer cuerpo avistó un grupo de 7 indios, 4 de los cuales fueron muertos por los españoles. Siguiendo su camino hacia Calá Piedrabuena halló que los Charrúas habían huído nuevamenet, avisados -aparentemente- por un renegado español. Realmente, los indígenas se hallaban en el monte y, volviéndose sobre Piedrabuena, atacaron sus caballos, matando a 3 españoles e hiriendo gravemente a otro. Poco después, los indios intentaron aplicar una de sus tácticas: fingir una huída para caer sobre el enemigo desprevenido en otra parte. Sin embargo, Piedrabuena fue alertado por varios ayudantes Guenoas de que el verdadero objetivo de los Charrúas eran los bagajes dejados en Gualeguaychú. Ignorando la provocación charrúa, el ejército organizó nuevamente la contramarcha, llegando a la citada posición el 18 de diciembre. Allí, se produjo un episodio que causó profundo malestar en las tropas ya muy molestas con la situación: Piedrabuena recibió una notificación del Cabildo de Santa Fe ordenándole que no continuara con la campaña, so pena de multa de $ 6000. Ante el insólito cedulón, Piedrabuena respondió que se hallaba a las órdenes del Gobernador Ros e ignoró la advertencia.
            El 25 de diciembre, salieron al encuentro del ejército español 215 guerreros, con los cuales se decidió parlamentar. Pero a pesar a que se les entregaron tabaco y yerba, los indios atacaron a un grupo de Guaraníes cristianos, siendo heridos 3 de los atacantes y un indio cristianizado. Al retirarse los guerreros, Piedrabuena comenzó finalmente su persecución. Los rebeldes intentaron dispersar al ejército español lanzando sobre ellos una tropa de ganado. Finalmente, el día 27, los indígenas se dividieron en dos grupos, buscando atraer a los soldados guaraníes para derrotarlos por separado. Nuevamente, los españoles se dieron cuenta de la estrategema y siguieron persiguiendo al grupo mayor. Alcanzando el río Yaicán, ancho y profundo, Piedrabuena dio órdenes de cruzarlo en pelotas y balsas, destacando una división de sus tropas al otro lado del río para detener cualquier ataque indígena y evitar que estos cruzaran el río. De todas maneras, los Charrúas se ingenieron para cruzar la corriente y atacaron a los españoles cuando se hallaban divididos. El combate fue corto pero muy duro: los indios perdieron 3 o 4 muertos y 8 heridos; los españoles tuvieron una sola baja, un Capitán de San borja, herido por una pedrada.
            A continuación, Piedrabuena ordenó al Sargento Mayor Simón que atacase a las mujeres, a los niños y al parque enemigo, pero éste se negó, perdiéndose la oportunidad de explotar el éxito inicial. Furioso por la desobediencia, el Maestre  pensó en castigar ejemplarizantemente a Simón, pero por su bien desistió de ello y decidió terminar allí la campaña contra los indios bravos y retirar a sus hombres, ya extenuados y sin elementos de movilidad, descontentos por la desunión de sus jefes y hastiados de operar con tan pobres resultados. El ejército español se retiró entonces hacia Yapeyú, ocasión que aprovecharon los Yaros y Bohanes para perseguir su retaguardia, matando o hiriendo a varios hombres. Piedrabuena llegó finalmente a su base el 23 de enero de 1716, luego de casi tres meses de desplazamientos inútiles.
 
            El Gobernador García Ros, amargado por la derrota de las armas españolas, juzgó muy duramente el comportamiento del Cabildo de Santa Fe, tildándolo como un síntoma de descomposición social. En realidad, Santa Fe buscaba oponerse al centralismo de Buenos Aires, con la que mantenía una fuerte rivalidad.
Los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla. - Marco Tulio Cicerón
 
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#14
XIII. El Contrabando de cueros (1720 - 1724)
 
            García Ros fue reemplazado en la Gobernación por bruno Mauricio de Zavala, quien fue enviado para evitar la expansión portuguesa hacia la Banda Oriental, con órdenes giradas por el propio Rey el 12 de octubre de 1716. A Zavala se le ordenó evitar que los portugueses fortificaran la zona de Montevideo y Maldonado, donde el peligro portugués era muy real.
            Los portugueses, pese a las derrotas anteriormente sufridas, consiguieron volver a atraerse a los indígenas, con promesas de los grandes beneficios que éstos podían obtener si ingresaban al negocio de contrabando de cueros. Así, empezaron otra vez los ataques indios para apoderarse de las vaquerías españolas. Principalmente, se trataba de Guenoas, que traficaban cueros para los portugueses, que a su vez los embarcaban a Europa, tanto en  navíos propios como en buques rentados a los ingleses. Se generaron así enormes depósitos en las costas septentrionales del Plata, hasta el momento en que los buques llegasesn por los cueros.
            Zavala ordenó que 300 indios tapes cruzasen a la Banda Oriental para quemar dichos depósitos, cosa que se cumplió a conciencia, tan a conciencia que fueron quemados depósitos de cuero pertenecientes a portugueses y españoles...
            Pero llegarían visitantes mucho más peligrosos, como veremos enseguida:
           
Desde que comenzó la dominación española en el Río de la Plata, la zona fue un imán para los piratas europeos, siempre listos al saqueo de las poblaciones.
            Ya en 1578, como ya he mencionado, llegó al estuario el afamado pirata inglés Francis Drake, pero se limitó a explorar, proveerse de agua dulce y víveres frescos (posiblemente de manos de los indígenas), puesto que en esa época no había presencia española en la Banda Oriental.

En 1582 llegó Edward Fenton (también inglés), con el propósito de saquear Buenos Aires, pero la movilización de vecinos y tropas frustraron sus intentos. Lo mismo le ocurrió a Thomas Cavendish.
La Banda - Vaquería del Uruguay atrajo después un segundo grupo de aventureros ingleses, holandeses, dinamarqueses y franceses que desembarcaron en nuestras costas para sacrificar ganado y quitarle los cueros, con la finalidad de venderlos en Europa con enormes ganancias.

    Intentos franceses


Etienne (o Esteban) Moreau era un corsario francés. Ya había intentado realizar tráfico de cueros en otras partes de América del Sur, pero resultó vencido. En 1720, Moreau se acercó a la ensenada de Maldonado  y algunos autores sospechan que le animaban pretensiones de poblar estas tierras y reclamarlas para el Rey de Francia.
Moreau trajo una escuadrilla de 4 naves, desembarcó y levantó un campo atrincherado defendido por 4 piezas de artillería, el que contenía en su interior 30 barracas para el acopio de cueros. El francés fue auxiliado por indios Guenoas de las inmediaciones, que también colaboraban con los portugueses de la Colonia como matarifes.
La vigilancia de las partidas españolas y las protestas de los faeneros bonaerenses pronto llamaron la atención del Gobernador del Río de la Plata,  Bruno M. de Zavala. Inmediatamente, envió tropas al mando del Capitán Martín José Echaurri, quienes sorprendieron el campamento francés. Moreau huyó, dejando en manos hispanas la artillería y el corambre.
Pocos meses después, sin embargo, volvía Moreau a presentarse en el Plata con 2 navíos, esta vez frente a Montevideo para realizar una maniobra diversiva y aprovisionarse. De allí, se dirigió a Castillos (actual Departamento de Rocha) donde desembarcaron más de 100 hombres bien armados, reanudando los tratos con los Guenoas.
Zabala juzgó entonces que aquellas maniobras buscaban instalar una colonia francesa en el Río de la Plata, dada la importancia del armamento naval y la fama del capitán Moreau. Por ello, decidió un ataque definitivo, el que sería llevado a cabo por las siguientes tropas: 54 soldados veteranos, 27 hombres de milicias y 25 indios Chanás; todos ellos a las órdenes del Capitán del Presidio (guarnición) de Buenos Aires, Antonio Pando y Patiño.
 
El ataque de Pando y Patiño


La vanguardia de Pando pronto capturó a un mulato al servicio de Moreau; con amenazas le extrajo información y le forzó a servirles de baqueano. El 24 de mayo de 1720 llegó Pando a 8 leguas de Castillos, donde dejó sus bagajes. El día 25, aprovechando la neblina matinal, los españoles se adentraron entre marismas y arroyos y sorprendieron nuevamente a los franceses. Estos hicieron frente al ataque en fuerza, generándose un tiroteo por media hora. También los indios Guenoas enfrentaron a los asaltantes, siendo repelidos a flechazos por los Chanás que les tomaron 2 prisioneros y pusieron en fuga al resto. El Capitán Moreau fue muerto de un disparo que le descerrajó el Ayudante Pedro J. Garaycochea. El segundo de Moreau intentó vengarle, pero fue abatido a su vez.
Entertanto, Pando, atacaba al frente de sus hombres a dos puestos enemigos, forzando su rendición.
Según el informe español, los dos Oficiales principales franceses murieron, junto con 7 soldados. Entre 15 y 17 soldados fueron heridos y 57 capturados. Las bajas españolas fueron 2 heridos (dato posiblemente falso, según destaca nuestro historiador Bauzá, ya que tendían a minimizar sus pérdidas). En poder de los vencedores quedaron 1 lanchón, varias embarcaciones menores y 8.000 cueros, que fueron quemados.

    Evaluación final.



¿Era realmente importante la presencia de Moreau en la Banda Oriental?.

La importancia de su asentamiento en territorio español no solo estribaba en la depredación y el contrabando de cueros, sino en el efecto que podía tener una base francesa sobre el comercio español. La navegación del Río de la Plata quedaría seriamente afectada, pues la entrada del estuario se entregaría a un extranjero que podía atacarla con impunidad cuando le viniese en gana, puesto que España contaba entonces con una débil Marina para enfrentarle. Además, los hispanos no podrían protestar si los franceses tomaban posesión de unas tierras que ellos jamás habían ocupado.
La derrota y muerte de Moreau significó el final de cualquier pretensión francesa en el Plata, sin duda mucho más peligrosa que la que significaba la Colonia del Sacramento. 
Los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla. - Marco Tulio Cicerón
 
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#15
XIV. Fundación de Montevideo y alzamiento Charrúa de 1730
 
Las operaciones contra Moreau aceleraron la fundación de Montevideo, para oponerse además a la creciente expansión portuguesa. En febrero de 1724 Zavala organizó una expedición a Montevideo expulsando al enemigo y construyendo un reducto con cañones de 24 y 18 para evitar su regreso.

Cuando fue fundado Montevideo, nuestro territorio se hallaba virtualmente desierto. Hacia el Norte se ubicaban las Reducciones Jesuíticas, que sumaban un total de 37.498 habitantes en los famosos 7 pueblos de las Misiones:  San Francisco Borja, San Luis Gonzaga, San Nicolás, San Lorenzo, San Miguel, San Juan Bautista y San Angel. De ellos, San Nicolás era el que tenía más habitantes, sumando 7.690 personas.
Hacia el Suroeste se hallaba la Colonia del Sacramento portuguesa, con 2.600 habitantes y el pueblo de Soriano. Al Sur, la recién fundada Montevideo (50 familias, 110 soldados y 1000 indios tapes).
El resto del territorio solamente comprendía algunas tolderías indígenas más o menos estables, tribus errantes y caravanas de vaqueros y faeneros.
 
En el año 1730, el portugués Domingo Martínez -casado con la hija de uno de los pobladores de Montevideo, pero posiblemente un alborotador, dice Bauzá- se enfrentó con tres indios Charrúas que vagaban por el campo, matando a uno de ellos. Sus compañeros recibieron las disculpas del Jefe de la Plaza, pero el mal ya estaba hecho: los indios se retiraron a sus tolderías a comunicar lo sucedido al resto de la tribu. Al día siguiente, 12 indios llegaron para retirar el cuerpo del muerto, dentro del más absoluto hermetismo. Los españoles creyeron que el incidente había quedado olvidado, pero poco tiempo después se reunieron 300 guerreros Charrúas, atacaron los campos de los vecinos y mataron a 20 españoles, quemando y destruyendo todo a su paso. Luego, se aproximaron a Montevideo para desafiar a un duelo al jefe de la Guarnición, dándole tres días para batirse. Dos días después de terminado el plazo, una partida de soldados enviada a explorar ya no halló indios en las cercanías.

Las noticias fueron transmitidas al gobernador  Zavala, quien envió 30 Dragones de Buenos Aires para reforzar la fuerza militar de Montevideo y que Juan José Romero, hombre de buena reputación militar armase cuanta gente pudiese para combatir a los indios. Romero reunió 230 hombres, con los que comenzó a seguir a los Charrúas. La mayor parte de la soldadesca, sin embargo, se dio a la fuga durante las primeras escaramuzas.

Zavala, indignado por el desastre, mandó que se agregasen nuevas fuerzas a los 150 hombres que había vuelto a reunir Romero: 70 que alistó Juan de la Rocha y 110 Dragones, dando una fuerza total de 330 hombres, para enfrentar a los indios. Luego de cinco días de marcha, Romero encontró a los Charrúas, pero una nueva dispersión, redujo el destacamento a 60  efectivos (!). Aún así, Romero tuvo el temple suficiente para cargar con sus Dragones, matando a 3 guerreros, pero otros 500 indios bravos le rodearon y atacaron en tres oportunidades, apoderándose de todos sus caballos.
Luego de este y otros combates, los españoles terminaron sufriendo más de 100 muertos (casi todos los efectivos de Montevideo) y perdiendo numeroso ganado. Las tropas de línea no eran enemigo para los Charrúas y pronto perdían el ánimo de combatir.

En vista de la situación, Zavala escribió al Padre Herán, provincial de los Jesuítas, ordenando que se aprestasen 500 indios tapes para una nueva expedición militar. Al mismo tiempo, un religioso jesuíta entró a nuestro territorio para negociar con los indios bravos un arreglo pacífico, a lo cual se avinieron los Charrúas, dejando las armas e inclusive varios jefes vinieron a Montevideo para entablar conversaciones de paz, aunque no quisieron dialogar con los diputados españoles que Zavala envió para tal fin.
Los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla. - Marco Tulio Cicerón
 
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#16
XV. El Combate del Queguay (1747)
 
            Pese a la fundación de Montevideo, la expansión portuguesa no se detuvo.
            En la década de 1740, la campaña oriental estaba plagada de bandoleros salidos de Colonia, de Río Grande y sus inmediaciones. Los ladrones de ganado y los asesinos eran el terror de los habitantes de la nueva ciudad española.

            En esos tiempos, era Gobernador de Buenos Aires José de Andonaegui, un hombre muy irascible, quien tomando conocimiento de unas supuestas fechorías llevadas a cabo por los indios Minuanes, ordenó que se les comunicase que o se avenían a vivir en pueblos y aceptaban la fe cristiana, o serían exterminados. Por toda respuesta, los indígenas se retiraron a sus tolderías, luego de robar ganado. Aparte de esto, no habían sido los Minuanes los culpables de las tropelías, sino indios Tapes salvajes huídos de las Misiones jesuíticas. Andonaegui, sin embargo, estaba decidido a pasar "a los indios a cuchillo". Dio, pues, órdenes al jefe militar de Montevideo para que uniera fuerzas con tropas de Soriano con el fin de "exterminar a la canalla", como ya se había hecho con los Charrúas de la región de Santa Fe.  Al hacer esto, el Gobernador iba contra las propias normas del Rey, haciendo lo que ninguna autoridad española había hecho antes: darles a elegir a los indios entre la sumisión o la muerte.
            Sin embargo, los indígenas se encargaron de justificar las órdenes de exterminio de Andonaegui: los Charrúas volvieron a rebelarse, auxiliados por tribus vecinas y se desparramaron por toda la campaña realizando sus ataques habituales.
 
            Andonaegui ordenó que varios destacamentos de Montevideo, Santa Fe, Soriano y Misiones marchasen a batirlos. La persecución fue dura y ocurrieron numerosos combates. En el primero de ellos, las tropas de Santa Fe se enfrentaron a los indios, matándoles 56 hombres y haciendo prisioneros a otros 182.
            Las tropas de Soriano, al mando del Teniente de Dragones José martínez Fontes, terminaron la guerra persiguiendo a los indios alzados 78 leguas durante 3 días, obligándoles a retroceder sobre las márgenes del Queguay. Allí, los Charrúas y sus aliados hicieron frente a los españoles, teniendo un bosque impenetrable a sus espaldas. Martínez entró en combate inmediatamente, pese a que su tropa se hallaba exhausta luego de la persecución. Dos cargas de la gente de Soriano fueron rechazadas por los Charrúas, pero la tercera rompió la línea indígena, produciéndose a continuación un entrevero, en el que se combatió sin pedir ni dar cuartel. Finalmente, los indios se refugiaron en el bosque, dejando en el campo 150 muertos y 230 caballos.
            Luego de esta derrota Canamasán, uno de los jefes indios, se sometió.
Los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla. - Marco Tulio Cicerón
 
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#17
XVI. La campaña de Viana (1751)
 
            Para la década de 1750, los Charrúas -sin olvidar las derrotas anteriores y disgustados con que los españoles invadieran sus territorios de caza, para criar su propio ganado- volvieron a rebelarse.
            El nuevo Gobernador, José Joaquín de Viana, había previsto que esto ocurriese y se anticipó a los hechos. Así, ordenó que el Sargento Mayor Manuel Domínguez, al mando de 220 hombres armados y provisiones para dos meses, entrase en campaña contra los Charrúas. 
   Esta vez, el rápido movimiento español sorprendió a los indígenas, que no se percataron de su presencia hasta que Domínguez capturó, a orillas del río Tacuarí, a un jefe que espiaba sus movimientos. El indio, sorprendido, delató la posición de los suyos (aunque poco después se suicidó por arrepentimiento). Pero el mal ya estaba hecho y las fuerzas de Domínguez cayeron sobre el campamento indígena causándoles muchos muertos y tomando 91 prisioneros. Pero los Charrúas, lejos de desalentarse, presentaron batalla en forma sorpresiva, saliendo de un monte, bien organizados y listos para combatir. El combate fue sangriento, pero esta vez los indios fueron totalmente derrotados.
 
            Más tarde, Viana intervendría con gran éxito militar en la Campaña de las Misiones o Guerra guaranítica (1754 - 1756), una guerra sin sentido para entregar las Misiones Jesuíticas y sus leales indios Guaraníes a los enemigos de España (!).
Los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla. - Marco Tulio Cicerón
 
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#18
XVII. La Tregua de Cumandat

1762 - 1763

             En el año 1762, el cacique minuán Cumandat hizo propuestas al Cabildo de Montevideo para someterse a la ciudad. Los jefes indios fueron recibidos en el Cabildo por Viana y Manuel Domínguez (conocedor de su lengua). 
Allí, Cumandat se quejó por las necesidades de sus hijos en los pueblos de las Misiones, puesto que no habían apoyado a los Guaraníes que habían defendido sus Misiones contra portugueses y españoles. Viana les entregó algunos géneros de vestir y los indios marcharon a sus tolderías para dar noticias a los suyos. Poco después de llegar a ellas, Cumandat cayó enfermo y sus gentes fueron presas de la viruela, muriendo algunos. Nueve meses se retrasaron las conversaciones, y finalmente indígenas y españoles acordaron que los primeros ubicasen sus tolderías a la altura del río Santa Lucía, con el compromiso de que unieran fuerzas con los españoles para perseguir a los delincuentes de la campaña.

            En 1773, algunos delincuentes comandados por cierto Valentín Riva atacaron las tolderías de Santa Lucía, matando a una mujer y obligándoles a huir. Para empeorar la situación, la peonada de Cristóbal de Castro Callorda había salido en persecución de los que huían hacia el Yí, matando al cacique Castellano y a otros dos. Previendo un alzamiento indígena, el gobernador Joaquín del Pino decidió apoyar a los indios. Escribió entonces al prestigioso jefe indígena Bernardo, prometiéndole aprehender y castigar a los delincuentes, y dándole todas las garantías.
            Finalmente, la inquietud indígena fue conjurada.
Los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla. - Marco Tulio Cicerón
 
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#19
XVIII. El gran levantamiento Charrúa - Minuán de 1798
 
            Entretanto, los Charrúas, desplazados cada vez más al norte, seguían vagando por la campaña sin someterse jamás a los españoles y reuniéndose en la ribera occidental del río Negro. Allí, vivían primitivamente como más les apetecía, pero tomando aún la justicia por mano propia. El enfrentamiento era inevitable.
            En 1798 "tal vez movidos por alguna agresión que les llevasen los habitantes de las Misiones", dice Bauzá, se alzaron en rebeldía y más de 1000 guerreros atacaron poblaciones y vaquerías en San Borja, La Cruz y Yapeyú, hurtando más de 3000 caballos. Comenzó entonces una campaña a cargo del Teniente Coronel Francisco Rodrigo, Comandante e Yapeyú, quien con tropas regulares marchó a su encuentro, los persiguió y los enfrentó, derrotándolos completamente.
 
            Para fines del S. XVIII y comienzos del S. XIX, la población de nuestro territorio contaba con poco más de 40.000 habitantes, de los cuales 15.000 se hallaban en Montevideo, 3.500 en canelones, 450 en rocha, 820 en Melo, 2.000 en Maldonado y 12.500 en las Misiones, según las estimaciones de Funes y Azara citadas por Francisco Bauzá.
 
(i) La Misión de Ifrán
 
            Pero los territorios del norte, desde el actual Salto hasta Misiones, seguían siendo zonas recorridas por Charrúas y Minuanes, que no siempre eran pacíficos. En vista de ello, en el año 1800, el Virrey Marqués de Avilés decidió nuevamente pacificar a los indios rebeldes. Para ello, se sirvió de los servicios del Teniente Francisco Bermúdez y del Capitán de Blandengues Jorge Pacheco Ceballos. Mientras Bermúdez llevaba a cabo la fase diplomática de la operación, Pacheco estaba encaragdo de poblar cuatro nuevas villas en el norte: belén, San Gabriel, San José y Santa Ana. Además, Pacheco decidió enviar como embajadores de buena voluntad a dos charrúas convertidos al cristianismo, uno de ellos de nombre Adeltú, para ir a las tolderías de sus compatriotas a proponerles paz y amistad. Los dos charrúas, acompañados por Juan Ventura Ifrán, con una partida de 50 hombres y el jefe indígena Capataz como escolta, partieron hacia las tolderías en abril de 1800. El 4 de mayo llegaba la partida a las tolderías Minuanes, ubicadas en las costas del río Cuareim. Al ver a los españoles, los indios huyeron hacia el monte. Solamente después de seguirlos durante un buen rato y gracias a los esfuerzos de Capataz, llegaron a conferenciar indígenas y españoles, pero solamente un cacique y las doce personas de su familia aceptaron reducirse. El resto se negó rotundamente.
 
            Ifrán siguió entonces con su embajada hacia el Cuareim Chico, donde el 11 de mayo halló nuevas tolderías, estas con 80 individuos al mando del cacique Masalana. Inicialmente, enfrentaron a los españoles, amenazándolos con sus lanzas e insultándoles pese a las propuestas de paz. Al día siguiente se produjo un nuevo encuentro, en el que Ifrán regaló a Masalana -en nombre del Virrey- un sombrero, un poncho y un pañuelo fino. A pesar de estos regalos y la buena voluntad de Ifrán, surgieron fuertes discrepancias entre Adeltú y Masalana, por lo que éste indicó que prefería morir con toda su gente antes que someterse. Acto seguido, se retiró "a la sierra de Ibirapitá".
            Ifrán, fiel a sus órdenes, siguió hacia otras tolderías ubicadas en Yerbales. Allí, el jefe charrúa Ocalián respondió a las tratativas de paz diciendo que ellos se hallaban en guerra y que los cristianos se preparasen para resistir. Luego del ataque, los charrúas se retiraron hacia el montem dejando 5 muertos en el campo y varios heridos.
            Ifrán se dirigió entonces a Cerro Pintado, buscando a otros jefes Charrúas. Al llegar, lo abandonaron los 12 Minuanes que se le habían unido en el Cuareim. Finalmente, el 31 de mayo, Ifrán decidió regresar a Yapeyú, donde rindió cuentas a Bermúdez del fracaso de las negociaciones.
 
(ii) La campaña de Pacheco (1801).
 
            Ante la negativa de los indios, el Virrey Avilés ordenó comenzar una nueva expedición militar contra ellos. El Capitán Jorge Pacheco, reforzado por el Sub Inspector Marqués de Sobremonte (de triste recuerdo durante las Invasiones Inglesas) con 3 Compañías de Blandengues (300 hombres), 100 Milicianos escogidos de la Banda oriental y 150 indios de Yapeyú, fue enviado a exterminar a los delincuentes y reducir de una vez por todas a los indígenas.
            Los Blandengues pertenecían a las guarniciones de Montevideo (2 Compañías) y Buenos Aires (1 Compañía). Posteriormente intervendrían tropas de las guarniciones de Maldonado (1 Compañía) y de Cerro Largo (2 Compañías). Al mando de una parte de la fuerzas se hallaba el Ayudante Mayor de Blandengues José Gervasio Artigas, por entonces brindando escolta al español Félix de Azara.
 
            La campaña comenzó en enero de 1801, aunque al principio se complicó por las exigencias de Azara de un refuerzo de 2 Compañías de Blandengues mientras colonizaba Batoví.
            El 14 de marzo, Pacheco legaba al Yacuy, fundando allí la Villa de Belén con un núcleo de 52 familias. En este punto aparecieron las primeras reacciones indígenas ante lo que sentían como usurpación de sus terrenos de caza. Un grupo de 50 Blandengues al mando del teniente Ignacio Martínez -que marchaba en apoyo de Azara- fue derrotado luego de 5 días de viaje, perdiendo 3 soldados muertos y 15 heridos (entre ellos el propio Martínez) y toda su caballada. Pacheco envió en su apoyo al Capitán Felipe Cardoso, con otros 50 hombres, con la promesa de marchar él mismo contra los indios, ni bien estuviera lista la ubicación de los colonos de Belén.
            A fines de abril comenzaron las operaciones contra los Charrúas; durante las misma Pacheco utilizó traíllas de perros para perseguir y rastrear a los indios. El 29 de abril, sorprendió a una partida de 24 indígenas al mando del cacique Zurdo, mientras arreaban caballos robados. Pacheco atacó con una fuerza de 70 hombres, penetrando el monte donde se refugiaron los indios, que combatieron hasta morir todos, siendo heridos 3 españoles.
            Al día siguente, Pacheco supo por el Alférez José Rondeau (quien tendría una acción muy destacada en las luchas por la independencia) que en Corral de Sopas se hallaban rastros de Charrúas. Aunque inicialmente los indios pudieron escapar, Pacheco terminó por darles alcance y resolvió atacarles frontalmente, dividiendo sus fuerzas en dos; la columna de la izquierda al mando del Capitán Felipe Cardoso, mientras él comandaba la derecha. A las 6 de la mañana del 1 de mayo cargó sobre los Charrúas, quienes habían ocultado a sus familias dentro de un espeso bosque y defendían la entrada en buena formación. Los Blandengues fueron recibidos con una lluvia de flechas y de piedras, e inclusive algunos tiros de fusil, que los obligaron a desmontar para enseguida abrir fuego. Después de unas pocas pérdidas, los indios se retiraron hacia el monte. Luego de aguardar durante dos horas temiendo la llegada de refuerzos charrúas, Pacheco envió a Rondeau con 50 hombres, todos tiradores escogidos, para sacar al enemigo a campo abierto. Al conseguirlo, Pacheco cargó sobre ellos causándoles fuertes bajas: solamente escaparon 7 jóvenes; 2 mujeres y 37 bravos murieron, entre ellos los caciques Blanco y Sara; 3 quedaron prisioneros, junto con 13 mujeres y 11 niños, además de 300 caballos y 27 yeguas.
            Luego de esta victoria, Pacheco se dirigió a Arerunguá, pues esperaba halalr indios hostiles en Paso de Vera. No hallando nadie, volvió a destacar a Rondeau en vanguardia de exploración. La noche del 18 de mayo ya tenía datos que indicaban que a orillas del río Tacuarembó existía una toldería india. Aunque una densa niebla hizo difícil la ubicación, los perros de Pacheco ubicaron bien pronto a los Charrúas. Al llegar el día volvieron a cargar los Blandengues, siendo rechazados en tres oportunidades por la defensa cerrada. Al cuarto asalto, sin embargo, los
Charrúas cedieron y retrocedieron hacia el monte, donde se hallaba el cacique Pitao Chico con el grueso de su gente. Luego de desmontar su tropa y cbrir sus flancos, Pacheco ingresó al monte espeso a combatir: en el terreno cerrado, los indios pelearon individualmente o a pares, pero ninguno quiso rendirse. Todos fueron muertos en el campo y Pacheco escribió más tarde que "eran tantos [los muertos]... que no era posible contarlos".
            Luego de esta acción, Pacheco buscó atraerse a los Minuanes y Charrúas sobrevivientes, libertando a 300 familias de las Misiones de sus ataques y adjudicándoles tierras y ganados, para ver si mejoraba su crítica situación. Pero los pueblos ya estaban arruinados por la codicia española y los ataques Charrúas. Poco tiempo después los pueblos de las Misiones caían en manos del delincuente portugués José Borges do Canto y 40 hombres escasos, prácticamente sin resistencia.
 
            En 1804, el Alférez portugués Francisco Barreto se alió con indígenas salvajes y volvió a atacar la Frontera Norte, formando entre portugueses e indios un cuerpo militar respetable que se internó hasta la Horqueta del río Yarai.
 El ahora Teniente José Rondeau, con dos destacamentos de Blandengues, presentó batalla al portugués y después de un fuerte combate lo desalojó del Yarao.
Los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla. - Marco Tulio Cicerón
 
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#20
XIX. Artigas y los Charrúas
 
            Ya en 1732, el Alférez Real Juan Antonio Artigas había tenido contacto con los indios Minuanes, logrando el 23 de marzo de ese año un pacto de amistad entre ellos y la ciudad de Montevideo. Los indios tenían confianza en el Alférez Artigas, y así se lo demostraron en diversas ocasiones. Es posible que su nieto, José Gervasio Artigas, recogiera las tradiciones de los indios, afirma el escritor Carlos Maggi en su libro "Artigas y su hijo el caciquillo" (1). Luego de estudiar en Montevideo en la escuela de los padres Franciscanos, fue enviado por sus progenitores a uno de sus establecimientos de campaña. Es un hecho que de allí desapareció en 1778 y su nombre no aparece en ninguno de los censos, junto a sus padres, durante 19 años (!). Maggi sostiene que durante este intervalo de tiempo José Artigas vivió con las  tribus Charrúas, contrabandeando, robando caballos, faenando ganado en Potrero de Lunarejo, Sierra de Santa Ana y Bacacay (actuales Tacuarembó, Rivera y parte de Río Grande).

            Siempre según Maggi, en 1797 Artigas habría dejado la tribu Charrúa y aceptó ingresar al nuevo Cuerpo de Blandengues, un cuerpo de Policía Montada creado ese mismo año, acogiéndose al indulto en favor de los contrabandistas emitido por el Gobernador de Montevideo, Antonio Olaguer y Feliú. Parece extraño que Artigas, con todos los antecedentes criminales que poseía, fuese solicitado por los Hacendados de Montevideo para perseguir a los ladrones y malhechores que asolaban el interior del territorio.
 
            Debo decir a los Foristas que yo, personalmente, no coincido con esta hipótesis de Maggi. 
He aquí mis razones: el norteamericano E. M. Brackenridge, en un informe sobre José Artigas  elaborado en base a testimonios obtenidos entre 1817 y 1818 (especialmente del General Carrera) no dice nada de la supuesta vida de éste entre los indios. Sí dice que "... muy joven se enamoró de la vida salvaje de los vaqueros [gauchos] y se descarrió del techo paterno... Se unió a una banda de ladrones y contrabandistas que infestaban el país y con el andar del tiempo se hizo cabecilla afamado... Hacia el año 1798 se halló necesario establecer un cuerpo, designado con el nombre de Blandengues con el propósito de limpiar el país y reprimir sus prácticas ilegales. Ante la formal solicitud del padre de Artigas, que veía en esto un modo de corregir a su hijo, en lo que el gobierno también hallaba su conveniencia, Artigas luego recibió una comisión y fue perdonado, después de haber sido bandolero durante casi veinte años" (2).
            Realmente es muy raro que Brackenridge, que tiene un concepto negativo de Artigas, a quien considera con "el espíritu de un déspota", no hubiese explotado el hecho de que éste hubiese vivido entre salvajes infieles. Tampoco los portugueses ni los creadores de la "leyenda negra" de Artigas (a quien le atribuyen acciones de Pacheco) explotaron este jugoso filón, por lo que me parece ciertamente dudoso que haya ocurrido de la forma en que plantea Maggi.
 
            Sirviendo con los Blandengues, Artigas combatió a los indios en 1797 en la zona de Yapeyú y a las órdenes de Pacheco en la campaña de 1801. Pero, en 1805, Artigas consiguió de su superior Javier de Viana que le fuera entregada una suerte de estancia de 105.000 hectáreas en la zona de Arerunguá, zona que -observa Maggi- coincidía con el lugar por donde se desplazaban y transcurrían su vida nómade las tolderías charrúas. En base a esta evidencia circunstancial -y otras- es que Maggi elabora su hipótesis del "Artigas charrúa"
 
            Más allá de estas suposiciones discutibles, es innegable el hecho, pues así lo anota el general Antonio Díaz en sus Memorias, que en 1811 los Charrúas "hicieron una especie de paz y alianza con el general José Artigas a quien tenían respeto, ofreciéndole pelear contra los realistas. En consecuencia se le  incorporaron. Pero siempre recelosos y desconfiados por carácter, no acampaban sino a distancia del ejército. De improviso alzaban las tolderías y no volvían al campamento en mucho tiempo. Sin embargo, nunca lo abandonaron del todo" (3).

            Durante el Éxodo del Pueblo Oriental hacia el Ayuí (octubre a diciembre de 1811), los Charrúas espiaban a los portugueses como "bomberos" y conseguían el ganado para alimentar a las familias que marchaban con Artigas. Entre los jefes indígenas se hallaban Gaspar, su hermano Mesalana, el cacique Moreira y el Caciquillo Manuel Artigas.
            El 8 de octubre, el Caciquillo, junto con 28 indios bravos y los vecinos de Baltasar Ojeda expulsaban a los portugueses de Paysandú, abriendo así el camino para los orientales hacia el Ayuí.

Para diciembre, ya eran 452 los indios bravos que apoyaban a Artigas a combatir contra la Primera Invasión Portuguesa, El 20 de diciembre de 1811, en Belén y a las órdenes del capitán Manuel Pinto Carneiro, los indios atacaron el destacamento del Sargento Mayor portugués Manoel dos Santos, matándole 53  soldados y 2 Oficiales y perdiendo en contrapartida 4 muertos y 6 heridos.

En Marzo de 1812, 400 Charrúas o Guaycurúes armados con arcos, flechas y boleadoras  "están presentes en el campamento del Salto Chico en pleno Éxodo" anotaba el comisionado paraguayo Bartolomé Laguardia, enviado al Ayuí para acordar las operaciones contra las fuerzas españolas. "Están subordinados al General [Artigas] y tan endiosados en él que estoy en que no han de admitir al otro jefe [Manuel Sarratea]" (4).

            El 12 de junio de 1812, el Teniente Coronel Joaquín D'Oliveira atacó por sorpresa las tolderías charrúas en el Daymán, matando 60 indios -entre ellos cuatro caciques- y capturándoles entre dos y tres mil yeguas mansas, tomándoles 66 prisioneros (23 mujeres, 22 niños y 23 niñas). Es posible que también el caciquillo haya sido herido en esta ocasión. A pesar de su victoria, muchos portugueses murieron también ese día.
            Ese mismo año, los Charrúas dieron un golpe de mano a las tropas de Sarratea -que pretendían exterminarlos- quitándoles sus caballos.
 
            Al incorporarse Artigas al Segundo Sitio de Montevideo (20 enero 1813) ubicándose en la zona del Paso de la Arena, las tolderías Charrúas se establecieron en las orillas del Río Santa Lucía. 100 indios bravos acompañaron a Artigas desde el Salto, cerrando la retaguardia de 5.000 personas que regresaban. Según documenta Bartolomé Muñoz, los indios se hallaban al mando del Caciquilo.
            El 27 de febrero de 1813, los Charrúas desafiaron a los españoles frente a las mismísimas murallas de la ciudad sitiada.
 
            El 20 de enero de 1814 Artigas, disgustado con el gobierno porteño, decidió retirarse del sitio. La mayor parte de sus tropas -incluyendo los indios bravos- le siguieron.
            Cuando ya la ruptura con Buenos Aires era un hecho, 100 Charrúas y 300 paisanos derrotaron a fuerzas porteñas en capilla de Diego González, a 40 km de la actual ciudad de Durazno. La acción estuvo al mando de Fructuoso Rivera. También a su mando se hallaban la caballería charrúa en la batalla de Guayabo (10 de enero de 1815), cuando derrotó completamente al ejército de Manuel Dorrego, que pretendió tomarle por sorpresa.

            En justo premio por la ayuda que los Charrúas habían aportado a las fuerzas orientales, Artigas los recordó en el Artículo 6º de su Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental (10 septiembre 1815): "6º- Por ahora el Señor Alcalde Provincial y demás subalternos se dedicarán a fomentar con brazos útiles la población de la Campaña. para ello revisará cada uno en Sus respectivas jurisdicciones los terrenos disponibles, y los Sujetos dignos de esta gracia, con prevención que los más infelices Serán los más privilegiados. En consecuencia, los Negros Libres, los Sambos [sic] de esa clase, los Indios y los Criollos pobres todos podrán ser agraciados con Suertes de Estancia, Si con su trabajo, y hombría de bien, propenden a su felicidad, y la de la Provincia" (5)
            Este mismo año, Andrés Guacurarí o "Andresito" -un indio guaraní- fue nombrado por nuestro Prócer Comandante General en Misiones y gobernante de Misiones y Corrientes, un hecho inédito para la época.
 
            En junio de 1816, Artigas recibió en Purificación a un grupo de 400 indios Guaycurúes y Abipones con sus familias, al mando de cuatro caciques. Artigas los juzgó muy útiles a la Provincia, para su población, desarrollo y cultivo, por lo que pidió al Cabildo de Montevideo útiles de labranza, arados, azadas, picos y palas, para que los indios pudiesen establecer sus poblaciones.
            Pero en agosto de 1816, las tropas portuguesas comenzaron la Segunda Invasión de nuestro territorio.
            150 indios Charrúas, Minuanes y Guaycurúes actuaron como caballería ligera  en Carumbé (puntas del Cuareim; 28 octubre 1816) a las órdenes del propio general Artigas, donde pese a su valor fueron derrotados con
fuertes bajas por las tropas portuguesas del Coronel Oliveira Álvarez.
            Lo mismo ocurriría en la batalla de Catalán (4 enero 1817) y en Tacuarembó (22 enero 1820), cuando una División patriota de 2.000 hombres, formada principalmente por guaraníes misioneros, fue derrotada por el conde de Figueira.
            Tras esta última y sangrienta derrota, los Charrúas acompañaron al General Artigas  en su retirada, resguardándose luego en los montes cerrados del Arapey y del Cuareim. Durante cinco años, los indios permanecieron allí olvidaos, acogiendo en sus tolderías antiguos soldados artiguistas y negros fugados de la esclavitud portuguesa.
 
            Como un corolario: cuando Artigas se disponía a cruzar el río Paraná, se le presentaron dos caciques del Chaco, ofreciéndole el apoyo de sus bravos para seguir la guerra contra el traidor Ramírez. El prócer vaciló un momento, pero finalmente decidió abandonar la lucha e internarse en el Paraguay.
 
Citas:
 
(1) Carlos Maggi; Artigas y su hjo el caciquillo; Editorial Fin de Siglo; Montevideo; 1999.
 
(2) Citado por Ana Ribeiro; 200 Cartas y papeles de los tiempos de Artigas; Tomo III; Ediciones de El País; Setiembre 2000; pág. 96 a 99.
 
(3) Carlos Maggi; Op. cit; pág. 23.
 
(4) Citado por Jorge Porley; Huella Charrúa; Cronología; Vecinet
http://www.chasque.net/vecinet/charrua8.htm
 
(5) Ana Ribeiro; Op. cit; Tomo II pág. 110.
 
Los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla. - Marco Tulio Cicerón
 
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