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La leyenda negra de la conquista española
#1
La gran mentira de la esclavitud y el genocidio indigena durante la colonizacion de España en América

De todas las mentiras que he escuchado a lo largo de mi vida sobre asuntos históricos, quizá entre las que más me molestan estén las relativas al papel ejercido por España en América.

Las que conforman la “Leyenda Negra” que acusa a España de genocida y esclavizadora de los pueblos americanos durante la Conquista. Y me molestan porque son acusaciones falsas e infundadas, que a base de ser repetidas e introducidas con calzador en el ideario popular, hemos acabado por creérnoslas hasta los propios españoles.

Todo proceso histórico conquistador o colonizador conlleva el uso de la violencia y de las armas. Si bien el Imperio Romano invadió y conquistó España desde el siglo III A.C., arrasando y aniquilando a nuestros antepasados celtíberos, lusitanos, astures o cántabros, a nadie con un mínimo de inteligencia se le ocurriría hoy decir que Roma es la culpable de “la aniquilación de España” y del “sometimiento injusto” de nuestro pueblo.

Más bien, los españoles mantendremos una deuda eterna con Roma por habernos dejado un legado inigualable tras su paso, latinizándonos y regalándonos su influencia y su organización. Algo parecido, o quizá de superior magnitud, sucedió en lo que respecta a la transmisión de riqueza a América tras nuestra llegada.
La diferencia, sin embargo, es que el Imperio Romano no tuvo la mala suerte de contar con un enemigo anglosajón que volcara sobre él durante siglos infinitas mentiras y leyendas destinadas a diezmar su legitimidad y grandeza incontestables.

También los propios Tlaxcaltecas ayudaron a Hernán Cortés a derrotar a sus enemigos de Tenochtitlán (los Aztecas de Moctezuma), y los Aztecas, a su vez, combatieron junto a los españoles en posteriores colonizaciones…

La historia, como vemos, es al final una sucesión de conquistas, y si bien se cometieron algunos casos aislados de maltrato durante los periodos de introducción y de Conquista (inevitables teniendo en cuenta las gentes, las circunstancias y la época) España no ejerció sobre los nativos americanos ningún tipo de genocidio ni esclavitud generalizado. Muy al contrario, podemos decir (y avalarlo con documentación y hechos contrastados de la historia), que España fue el único país de Europa que siempre protegió en su Conquista a los nativos de todos nuestros territorios de Ultramar, garantizándoles una vida digna y unos derechos integrales.

Pocos años después de nuestra llegada a tierras americanas, y en virtud de nuestra condición de Reino católico (clave en nuestra posterior relación con los indígenas), y del impulso de nuestros frailes Franciscanos y Jesuitas, fuimos los propios españoles quienes dictamos multitud de normas, leyes y decretos oficiales que protegían a los indígenas de cualquier abuso.

Y fue la propia Reina Isabel la Católica quien determinó tras el primer viaje de Colón, que los indios nativos no debían ser considerados esclavos, ni siquiera gentes colonizadas, sino súbditos de pleno derecho de la Corona Española, como habitantes de las nuevas provincias recién descubiertas.
[Imagen: 20071012FiestaNacionaldeEspana-1-300x226.jpg]
Llegada de Cristóbal Colón a América
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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#2
“Las Leyes Nuevas”
[Imagen: Lascasas1.jpg]
Fray Bartolome de las Casas

El 20 de noviembre de 1542, en España; se promulgan las históricas “Leyes Nuevas”, aprobadas tras varias denuncias realizadas por el fraile Bartolomé de las Casas contra el abuso y la explotación de los indígenas en la América conocida.
Las Casas quien protagonizó un feroz debate con Sepúlveda, defendía que los indígenas tenían que ser tratados como hombres y no como cosas, algo que chocaba con la opinión firme de Sepúlveda que reducía a los nativos a esclavos de otros continente. El debate llego a tener gravitación entre las Cortes e incluso el propio rey Carlos estaba al tanto de ello.

[Imagen: indias_1680.jpg]

 Tras una lucha hecha por medio de cartas y defensas personales, Las Casas logro su cometido al sancionar las nuevas leyes que modificaban el orden establecido en el continente hasta ese entonces.
Estas Leyes aprobadas por el monarca de España, Carlos I; establecieron los siguientes puntos:
  • La esclavitud de los indígenas quedaba prohibida y deberían ser puestos en libertad.
  • Se les reconocía a los indígenas la tenencia de un alma, por lo cual eran seres humanos, algo que era un paso esencial.
  • Se reducía el poder a los encomenderos dueños de indígenas, además de llevar consigo la obligatoriedad del buen trato hacia los nativos.
  • En un punto sumamente discutido se establecía que los indígenas pasen a dependencia de la Corona y no de los encomenderos.
Esto por supuesto trajo mucha polémica, por lo cual solamente 2 años más tarde, los encomenderos de América comenzaron a realizar varios levantamientos muy importantes para impedir perder a sus indígenas en la particularmente sangrienta revuelta de los encomenderos.

[Imagen: fotonoticia_20160824104113_640.jpg]
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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#3
Los conquistadores españoles de raza negra
 Jorge Alvarez

[Imagen: Conquistadores-españoles-raza-negra.jpg?...=750%2C422]
[Imagen: Conquistadores-españoles-raza-negra.jpg?...=600%2C336]
Seguramente el título del artículo dejará confundido a más de uno pero la interpretación es literal. Pese a lo que muchos creen, en la conquista de América también hubo protagonistas de raza negra y algunos de ellos destacaron los suficiente como para mejorar en la escala social e incluso haber dejado sus nombres a la posteridad.

En general, la presencia de personas de ascendencia africana en las Indias obedecía a la necesidad de mano de obra ante la dramática caída demográfica en las Antillas, derivada de las acciones bélicas y la altísima mortalidad que produjo la difusión de enfermedades para las que la población autóctona carecía de defensas biológicas, muy especialmente de la viruela. Así, a partir de 1502 se empezaron a enviar esclavos negros -unos setenta y cinco mil en el siglo XVI-, considerados más resistentes no sólo a la incidencia de virus sino al trabajo físico mismo.
Sin embargo el régimen esclavista español, dentro de la infamia inherente a su condición, era más laxo que el portugués o el anglosajón y, salvo en zonas muy concretas (por ejemplo las plantaciones de azúcar caribeñas o el litoral pacífico de Sudamérica), el esclavo negro solía ser básicamente doméstico, usado como criado, asistente o simplemente para presumir de servidumbre. El caso es que la manumisión no era rara y muchos la consiguieron, estableciéndose como colonos (con empleos típicos tan peculiares como portero (el más habitual, además de vigilar la puerta también convocaba a los concejales a las reuniones), pregonero, subastador, verdugo o incluso gaitero. Pero algunos prefirieron jugársela y enrolarse en las huestes de conquista.
[Imagen: Conquistadores-españoles-raza-negra-1.jp...=600%2C358]
Juan Valiente
Posiblemente el más famoso conquistador negro, su caso es un poco especial porque aún era esclavo cuando en 1533 le solicitó permiso a su amo, Alonso Valiente, un hacendado de Puebla (México), para marchar cuatro años en busca de fortuna con la promesa de volver y pagar su libertad con las ganancias que lograra. El español accedió y Juan se alistó, junto a otros doscientos africanos (la mayoría esclavos) en la expedición que el otrora lugarteniente de Hernán Cortés, Pedro de Alvarado, preparaba para ir a Perú. 
Una vez en destino resultó que no hubo oportunidad porque Pizarro se había adelantado. Diego de Almagro le pagó a Alvarado un considerable dineral a cambio de que regresase y de contratar a los hombres que desearan quedarse. Juan Valiente fue uno de ellos y en 1535 estaba en Chile con aquel nuevo jefe, peleando contra los araucanos. Cinco años después había logrado ascender a capitán y reunir cierto capital, incluyendo una encomienda y una propiedad a las afueras de Santiago, así como una esposa, Juana de Valdivia, presunta ex-esclava del famoso conquistador.
Alonso Valiente trató de ponerse en contacto con él para resolver su situación pero las dificultades en las comunicaciones propias del siglo XVI lo impidieron. Paralelamente, Juan intentó comprar su libertad pero fue víctima de una estafa, perdiendo el dinero entregado para ello. Finalmente murió en combate, junto al propio Valdivia, en la batalla de Tucapel (1553).

Juan Garrido
Otro africano del mismo nombre -algo muy recurrente, como veremos, al igual que en inglés se usa John Doe- y vida paralela, esclavizado por los portugueses pero convertido al cristianismo en Lisboa, lo que le permitió adquirir la libertad y viajar a Sevilla, donde embarcó en 1503 para Santo Domingo como criado a las órdenes de Pedro Garrido. Durante once años combatió en la conquista de Cuba y Puerto Rico, además de participar en el descubrimiento de la Florida. En 1519 se sumó a la expedición de Cortés a México y en una carta al rey presumía de haber sido el introductor del cultivo del trigo por esos lares. 
[Imagen: Conquistadores-españoles-raza-negra-2.jp...=600%2C913]
Posteriormente volvió a la vida militar en la incursión de Antonio de Carvajal por Michoacán y Zacatula. En 1525 se le concedió un inmueble en la nueva Ciudad de México, donde trabajó de portero, pregonero y vigilante del acueducto de Chapultepec, pero tres años más tarde se lanza otra vez a la aventura, al mando de una expedición para explotar las minas de oro de Zacatula. Tras otro descanso, se enroló a las órdenes de Cortés cuando éste exploró la Baja California; era el responsable -y copropietario- de un batallón de esclavos negros e indígenas. Falleció en 1547 dejando esposa y tres hijos.

Juan Beltrán
Este mulato se hizo famoso en las guerras de Chile, donde por su valerosa actuación y su colaboración en la fundación de la ciudad de Villarica se le encomendó la construcción y el cargo de capitán de un fuerte en las afueras, además de premiarle con una encomienda de medio millar de indios. Beltrán dirigió varias malocas (razzias, en el lenguaje soldadesco de ultramar) victoriosas pero al final murió luchando con los indómitos araucanos.
Juan García
Otro mulato que, en su caso, nació libre en Extremadura hacia 1495. Formó parte de la expedición de Pizarro al Perú, viajando con su mujer y sus hijas. Era pregonero y gaitero, siendo su misión fundamental la de pesar los metales preciosos que se recogieron en Cajamarca por el rescate de Atahualpa. Asimismo, estuvo presente en los sucesivos repartos de oro y plata entre la tropa. Se sabe que con sus ganancias le compró una esclava indígena a otro soldado y con ella tuvo una hija ilegítima. 
Residió en Cuzco, donde colaboró en su reforma urbana, pero luego se trasladó a Lima con la idea de regresar a España. Lo hizo en 1536, de forma triunfal, estableciéndose en la zona donde había nacido y adoptando el nombre de Juan García Pizarro. No se sabe la fecha de su fallecimiento.

[Imagen: Conquistadores-españoles-raza-negra-3.jp...=600%2C337]

Otros conquistadores negros
La lista de conquistadores negros en América es mucho más extensa. Inacabable, de hecho, sólo que carecemos de datos suficientes sobre sus vidas. Así, podríamos citar a Juan Bardales, esclavo africano que participó en las expediciones a Panamá y Honduras (donde dijo haber recibido un centenar de heridas de flecha) consiguiendo su manumisión y una pensión de cincuenta pesos concedida por el Rey. O a Sebastián Toral, que por su labor en la exploración del Yucatán logró la libertad, la exención de impuestos y otra pensión real, empleándose como portero. O a Antonio Pérez, que era libre y participó junto a Diego de Losada en la conquista de Caracas, donde ascendió a capitán. O a Miguel Ruiz, otro que estuvo con Pizarro en Cajamarca y obtuvo su parte del botín. O a Gómez de León, que también recibió una encomienda en Chile.

Y tampoco habría que olvidar los miles de personas de raza negra cuyos nombres fueron obviados por los cronistas (aunque Cieza de León suele mencionarlos genéricamente), caso de los doscientos que ayudaron a sofocar el incendio de Cuzco durante el asedio de Manco Inca en 1536 o el número similar de ellos enviados desde La Española como refuerzo armado; o los que colaboraron en la conquista de Nueva Granada, de los que únicamente ha trascendido la identidad de un mulato llamado Pedro de Lerma.
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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#4
La historia de Gonzalo Guerrero, el español que se volvió maya

[Imagen: guerreromaya.jpg?zoom=1.440000057220459&...=670%2C377][Imagen: guerreromaya.jpg?zoom=1.440000057220459&...=300%2C169]

Gonzalo Guerrero fue un cristiano que se volvió maya, que abandonó toda forma de pensamiento y vida con las que había crecido en España y adoptó las del pueblo que lo acogió, que le dio hijos y una nueva vida. Esta es su historia.
Es, sin dudas, uno de los héroes más importantes en la historia nacional y, sin embargo, es un personaje relativamente poco conocido y sólo es recordado en la península del país. Incluso llegó a ser conocido por los españoles como “el renegado”, debido a que luchó junto al pueblo maya durante la conquista.

Guerrero llegó a América en una expedición marítima con destino a la población conocida como “La Española”, en Cuba. Días después de zarpar de Darién, en Panamá, la embarcación naufragó cerca de la Península de Yucatán y 18 de los 20 sobrevivientes del naufragio fueron asesinados por los cocomes.
Únicamente Gonzalo Guerrero y el fraile Jerónimo de Aguilar lograron escapar, pero al poco tiempo, fueron tomados prisioneros por H’Kin Cutz, cacique de Xamancaan. Mientras Jerónimo de Aguilar se mantuvo fiel a su cultura y religión, Guerrero se adaptó hasta integrarse a la cultura maya. Participó en enfrentamientos con los pueblos enemigos y se destacó entre ellos por su astucia y sus dotes militares.

Cuando vivía como esclavo, el moribundo jefe maya Taxmar lo reclamó, ya que tenía buena fama de ser un gran estratega militar, y les enseñó nuevas formaciones de ataque y defensa. Lo hizo ensayar cuadros de ataque y formaciones de defensa que permitían hacer relevar a los soldados, generando en la guerra contra los Cocomes una “falange macedonia”, dándole la victoria al ejército del jefe Taxmar.

Poco después, por su condición de esclavo, el jefe Na Cha Can lo regaló a su Nacom Balam ( jefe guerrero).
Un día Nacom Balam cruzó un río y fue atacado por un caimán y, en vez de aprovechar la oportunidad para escapar, Guerrero luchó contra el caimán y le dio muerte. Al ver esto, Nacom Balam le otorgó la libertad.
Una vez libre, Guerrero se dejó hacer los tatuajes y las perforaciones propias de su rango militar. Siempre llevó sus guerras hasta la victoria, alcanzó el grado de Nacom Balam y se casó con la princesa Zazil Ha.

A la llegada de Cortés, éste le envió cartas para rescatarlo. Dispuso entonces que los buscaran y que los rescataran para que se unieran a su expedición. Fue así como Jerónimo de Aguilar, oriundo de Ecija, se enteró de la llegada de Cortés y fue a otro pueblo en busca de Gonzalo Guerrero, para llevarle la grata nueva. Menuda sorpresa debió de llevarse Aguilar, pues ante la noticia de que naves españolas los esperaban en Cozumel, Guerrero respondió con estas palabras, que han quedado grabadas en la historia y que llegan a nosotros gracias a Bernal Díaz del Castillo, quien las relata en su Historia verdadera de la conquista de Nueva España:
“Hermano Aguilar, yo soy casado y tengo tres hijos, y tiénenme por cacique y capitán cuando hay guerras. Id vos con Dios, que yo tengo labrada la cara y horadadas las orejas. ¿Qué dirán de mí cuando me vean esos españoles ir, de esta manera? Y ya veis estos mis hijicos cuán bonicos son”.

La mujer de Gonzalo Guerrero, Zazil Ha, no se quedó atrás e increpó así a Jerónimo: “Mira con qué viene este esclavo a llamar a mi marido; íos vos y no curéis de más pláticas”. Aguilar tornó a hablar a Gonzalo, que mirase que era cristiano, que por una india no se perdiese el ánima, y si por mujer e hijos lo hacía, que los llevase consigo si no los quería dejar. Y por más que le dijo y amonestó, no quiso venir.

Finalmente Jerónimo llegó ante Cortés, quien en un principio no lo reconoció: su piel era morena por el fuerte sol peninsular, ya que trabajaba en las sementeras cultivando, y estaba ataviado como indígena, además de que tenía cortado el cabello como esclavo. Según Díaz del Castillo, hablaba mal el castellano, “mal mascado y peor pronunciado”, pues había pasado ocho años entre los mayas y había aprendido su idioma, en detrimento del castellano. Guardaba celosamente un libro de Horas, pues era diácono.

Incorporado a las huestes expedicionarias, Jerónimo de Aguilar desempeñó un relevante papel como traductor en la empresa conquistadora. ¿Cómo ocurrió esto? Resulta que al pasar Cortés por Tabasco, se le entregaron varias mujeres indígenas, entre ellas Malintzin, que fue bautizada con el nombre de Marina.
De ella dice Bernal Díaz que “era gran cacica e hija de grandes caciques y señora de vasallos”. La Malinche, pues de ella se trata, hablaba el náhuatl y el maya. Así que cuando meses más tarde las fuerzas españolas llegaron al altiplano, en donde predominaba el idioma náhuatl, Cortés hablaba en español a Jerónimo de Aguilar, éste a su vez se dirigía a la Malinche en maya y ella lo traducía al náhuatl.

Una vez que Gonzálo Guerrero se negó a unirse a las huestes de Hernán Cortés, se dedicó a advertir a su nuevo pueblo de los hombres que acababan de llegar. Les contó sobre ellos y más adelante luchó contra las expediciones militares de Cortés, Grijalva y Córdoba, entrenando a sus hombres para que no se fiaran de un hombre blanco, ni temieran de las armas de fuego de los invasores ni de sus caballos.

En julio de 1531, el capitán Dávila partió con una fuerza hacia el sitio que hoy es Chetumal, donde suponían que vivía Guerrero y existían minas de oro. Sin embargo, encontró un lugar en abandono y, pese a que más adelante tomó a algunos mayas prisioneros, lo engañaron diciéndole que Gonzalo Guerrero había muerto de forma natural.
Dávila remitió informes a Montejo en Campeche sobre el supuesto fallecimiento. En realidad, Gonzalo Guerrero murió en 1536, cuando se enfrentaba a las tropas del capitán Lorenzo de Godoy para ayudar, con cincuenta canoas, a Çiçumba, gobernador de Ticamaya (Honduras), en el valle inferior del Río Ulúa.

Su agonía no fue muy prolongada: una flecha de ballesta se clavó justo en su ombligo y le atravesó hasta el costado. Luego, un disparo de arcabuz remató al que fuera arcabucero. Sus hombres le sacaron del campo de batalla y le escondieron detrás de unas palmeras.
Todos sabían que había llegado su hora, así que ninguno intentó extraerle la flecha por no aumentar su sufrimiento o acelerar su fin. Sólo pidió a sus más allegados que cuidaran de sus hijos y, al resto de sus hombres, más de un millar, que siguieran combatiendo. Pero el combate fue encarnizado. Tuvieron que replegarse y el cadáver de Guerrero quedó en campo enemigo. Algunos españoles afirmaron luego haberlo visto “tatuado y vestido como un indio, pero barbado como un cristiano”. Durante la noche, algunos de sus hombres rescataron su cuerpo y como postrero homenaje, lo lanzaron al río Ulúa, para que la corriente le llevara hasta el Océano de donde vino.
Hoy, Gonzalo Guerrero es considerado como el “padre del mestizaje”, y una estatua en su honor se levanta, paradójicamente, en el Paseo Montejo en Mérida.
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#5
En compañía de tontos

[Imagen: patente-de-corso-arturo-perez-reverte.jpg]
Puestos a ser justos, no sólo es España. Gracias a Dios. Las habas de la estupidez y la mala fe se cuecen en todas partes; y si eso no consuela demasiado, al menos lo hace más llevadero. Saber, por ejemplo, que la estatua de Colón en Barcelona no es la única que tiene la piqueta de demolición en el cogote, consuela un poco. Nada hay más tranquilizador que la estupidez compartida, global, en un mundo donde, ya desde la más remota antigüedad –y ahí seguimos–, juntas a un fanático o un malvado con 1.000 tontos y, matemáticamente, obtienes 1.001 hijos de la gran puta.

La tendencia actual de borrar la parte oscura del pasado y reinventar éste con la parte buena, o la que cada uno considera como tal, está sumiendo el mundo en un caos cultural ajeno a los hechos y razones que lo definen. Ignoramos que la historia no es buena ni mala, sino sólo historia, y borrándola creemos corregirla o librarnos de ella, cuando el resultado es justo lo contrario. Sin memoria, sin las claves que nos explican, somos monigotes en manos de oportunistas y sinvergüenzas, o rehenes de los estúpidos apóstoles de lo políticamente correcto. Y más cuando éstos se empeñan en que miremos el pasado, tan diferente en espíritu y maneras, con ojos del presente.

Exigiéndole, por ejemplo, a una banda de aventureros hambrientos, duros, ambiciosos y desesperados que se comportaran en el siglo XV con los criterios morales de una oenegé del siglo XXI. Así nunca pueden salir las cuentas. Todos tuvimos bisabuelos que lucharon en guerras, invasiones, conquistas y reconquistas. Que mataron y murieron por un plato de comida, por una ambición, por una mala suerte, por una idea. Ocultarlos es amputarnos a nosotros mismos. Olvidar que somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos.

Al pobre Colón, como digo, lleva tiempo cayéndole la del pulpo. Él sólo quería descubrir un mundo nuevo al otro lado del Atlántico, y se jugó el tipo para conseguirlo, gracias al apoyo que le dieron los reyes de España –ese país ahora de pronto inexistente– allá por el año 1492. Pero ya ven. Ha acabado comiéndose un marrón genocida como el sombrero de un picador: Cristina Kirchner le demolió la estatua en Buenos Aires, Ada Colau y la CUP quieren demolérsela en Barcelona, e innumerables cantamañanas de toda condición y pelaje andan buscándole las vueltas a don Cristóbal. Jugándole la del chino.

La última que yo sepa, se la han montado en Los Ángeles, California, ciudad hispana por excelencia empezando por el nombre (Nuestra Señora Reina de los Ángeles) y por quienes la fundaron. Pues bueno. Allí, con el silencio cuando no el aplauso de la abrumadoramente mayoritaria comunidad hispana, o sea, gente que se apellida Sánchez y Martínez, han suprimido el Columbus Day o Día de Colón –con el único voto en contra de un concejal de origen italiano, para más guasa–, y colocado en su lugar el Día de los Pueblos Indígenas. Lo cual estaría muy bien en muchos sitios, sobre todo de México para abajo; pero en Estados Unidos suena a sarcasmo guarro, porque allí precisamente, en la pulcra América anglosajona, y a diferencia de la sucia y grasienta América hispana, los pueblos indígenas fueron sistemáticamente exterminados, y los escasos supervivientes confinados en infames reservas. Y así, el gran John Ford pudo decirle a Peter Bogdanovich en una entrevista: «Los indios son un pueblo digno incluso en la derrota, pero eso no está bien visto en los Estados Unidos. Al público le gusta ver cómo matan a los indios. No los consideran seres humanos».

Así que, en fin. Qué quieren que les diga. Estos días va a estrenarse una película dirigida por Agustín Díaz Yanes, Oro, basada en un relato del arriba firmante, donde se cuenta mi manera de ver lo que fue la conquista de América: una sucesión de episodios fascinantes, terribles, épicos a veces y, desde luego, crueles y poco simpáticos. Pero asumiendo cuanto de terrible haya que asumir de la Historia, del horror y de la vida, que en el caso de la Conquista es mucho, el hecho cierto es que los indios de la América hispana siguen ahí, vivitos y coleando, compartiendo una lengua formidable entre quinientos millones de personas.

Y muchos, por simple justicia histórica, han venido a vivir a España; mientras en los Estados Unidos ni están ni se les espera, entre otras cosas porque allí, con la Biblia y la cochina supremacía blanca por delante, se los cargaron a todos. Así que, por mí, como hispano que soy, como español que asume sin complejos su pasado en lo bueno y lo malo, la municipalidad de Los Ángeles puede irse a hacer puñetas. A excepción del concejal de origen italiano, claro. Ese tío cachondo.
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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#6
Leyenda Negra: “La mayoría de españoles que llegaban al Nuevo Mundo eran reos delincuentes”

Una de las más recurrentes acusaciones de los leyenderos contra los españoles es la de que la mayoría de los que llegaban al Nuevo Mundo eran delincuentes liberados de las prisiones castellanas a cambio de poblar los nuevos territorios descubiertos y conquistados.

De esta manera se mataban tres pájaros de un tiro: poblar los nuevos reinos, liberar la Península de indeseables y  vaciar las atestadísimas cárceles peninsulares. Evidentemente esta es otra de las grandes mentiras de la leyenda negra, una mentira ampliamente difundida por los planes educativos de gran parte de los paises hispanoamericanos.

Fijándonos en las primeras expediciones castellanas al Nuevo Mundo y en su tipología podemos ver que ésta fue variando según se iba desarrollando la conquista. El primer viaje de Colon fue de exploracion, por ello la tripulación y las personas que se desplazaron eran principalmente marineros, no había intención de poblar, simplemente era buscar la ruta hacia Asia y establecer los primeros contactos con los nativos de las islas que se fuesen visitando.

En el segundo viaje de 1493 sí fue una expedición de poblamiento combinada con tripulación que permitiese organizar expediciones de exploración. En ella viajaron un total de 1500 personas distribuidas en 17 naves y que estaban divididas de esta manera:

* 390 hombres de mar: capitanes, contramaestres, pilotos, marineros, etc.
* 555 hombres de armas: escuderos, soldados, ballesteros, lanceros, etc.
* 270 profesionales: tejeros, albañiles, aserradores, barberos, boticarios, carpinteros, cetreros, escribanos, herreros, mineros, plateros, sastres, sombreros, etc.
* 105 de varias ocupaciones: religiosos, contadores, veedores, pajes, reposteros, alguaciles, traductores, mayordomos y mujeres.
* 185 personas del resto de la tripulación hasta completar 1500: esposas de profesionales y sus hijos, sirvientes, etc.

Con estos colonos se fundo la ciudad de la Isabela, en el norte de la isla Española en 1494, siendo el primer enclave urbano construido por españoles en el Nuevo Mundo. Como podemos ver no hay delincuentes ni reos liberados, aunque pudiese haber alguno sería ínfima su presencia. Todo estaba bien organizado para que el nuevo asentamiento fuera un éxito y comenzase a funcionar como una auténtica ciudad.

Meter delincuentes entre la población no habría generado más que problemas. Además años después, con la creación de la Casa de Contratacion de Sevilla cualquier persona que quisiese pasar a América tenía que inscribirse y ser aceptado, no podía cruzar el océano quien quisiese. Tenía que ser cristiano viejo y cumplir las variables exigencias que en función de las circunstancias exigiesen los funcionarios reales como por ejemplo la de no tener antecedentes penales y observar una buena conducta.

Tampoco podemos olvidar que las expediciones hacia América no eran viajes, digamos, públicos, pagados por el erario de la corona, completamente al contrario, eran empresas particulares en las que los viajeros tenían que pagarse los gastos y aportar sus propias armas y bienes. En función de su aportación ese sería el premio recibido en caso de conquista o de ocupación de tierras. Evidentemente había un permiso, una licencia pública emitida por la corona que permitía organizar y ejecutar dicho viaje pero no aportaba económicamente nada. Por lo que se me hace bastante difícil que un ladrón o un criminal tuviese ese dinero o esos bienes para sufragarse la aventura. Y mucho menos ser aceptado por el organizador de dicha expedición.

Tras los primeros años de exploración del entorno caribeño comenzaron a poblarse algunos puntos del mismo mediante grandes expediciones promocionadas por la corona castellana con el objetivo de fundar asentamientos, como por ejemplo la de Nicolas de Ovando en 1502 a Santo Domingo, en dicha expedición llegaron unas 2000 personas en 30 naves de las más variadas ocupaciones y profesiones. Más tarde, en 1514, Pedrarias llego a Santa Maria del Darien (Panama) con más de 1000 colonos en 22 naves.

Más adelante según iba avanzando la conquista de America fueron llegando naves con colonos en función de las necesidades de cada lugar y, como ya decía antes, siempre regulado por la Casa de Contratación para que no arribasen a tierras americanas elementos indeseables. Estos ya llegaban con los piratas y corsarios franceses, ingleses y holandeses pero, lógicamente, no iban a Sevilla a apuntarse ni a pedir permiso.
 

http://www.historiadelnuevomundo.com/ind...JG43Sfh.99
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#7
El misterioso asesinato del último emperador azteca a manos de los conquistadores españoles
A finales de febrero de 1525 (según se cree, el 28), Hernán Cortés ordenó acabar con la vida de este dignatario. Oficialmente, porque creía que había orquestado un plan para derrocarle
[Imagen: resizer.php?imagen=http%3A%2F%2Fwww.abc....&medio=abc]Manuel P. Villatoro
@ABC_Historia

«Y no hubieron bien acabado el razonamiento, cuando en aquella sazón tiran tanta piedra y vara, que los nuestros que le arrodelaban […] se descuidaron un momento […] y le dieron tres pedradas, una en la cabeza». Así narró el cronista Bernal Díaz del Castillo la muerte del emperador azteca Moctezuma II a manos de su propio pueblo allá por junio de 1520 en la «Historia verdadera de la conquista de la Nueva España». Lo que no sabía Hernán Cortés era que aquel suceso iba a provocar una auténtica serie de desgracias encabezada por la expulsión de la expedición española de Tenochtitlán en la llamada «Noche Triste».
Muerto Moctezuma II por las implacables pedradas de un pueblo que le consideraba un traidor y un amante de los españoles (aunque existen otras teorías que abogan por su asesinato a manos de los hombres de Hernán Cortés) el poder fue puesto en manos de su hermano, Cuitlahuac. Su gobierno, no obstante, apenas se extendió durante dos meses y medio (80 días, para ser más concretos), pues una plaga de viruela acabó con su vida y le impidió organizar las defensas de la capital, Tenochtitlán.

Fue entonces cuando la responsabilidad de expulsar a los conquistadores de morrión y barba cayó sobre el que, a la postre, sería el último emperador azteca: Cuauhtémoc (más conocido en las crónicas de Bernal Díaz del Castillo como Guatemuz).

Primo de Moctezuma II, Cuauhtémoc destacó por plantar cara al invasor con gallardía a pesar de su juventud e inexperiencia militar. Sin embargo, acabó sucumbiendo ante la potencia naval de los bergantines que los peninsulares construyeron para cercar la urbe y terminó muerto a manos del mismísimo Hernán Cortés. De hecho, la mayoría de cronistas coinciden en que los españoles le torturaron para que les desvelara dónde diantres se hallaba el gigantesco tesoro azteca guardado en el palacio del mismo Moctezuma. Ese «oro maldito» jamás fue hallado, pues el último emperador azteca falleció, según las principales fuentes, ahorcado el 28 de febrero de 1525.


[Imagen: hernan-cortes-kbmE--510x349@abc.jpg]
Hernán Cortés-ABC

¿La razón? Según explica el mismo Bernal Díaz del Castillo, la ejecución se perpetró porque los peninsulares consideraban que Cuauhtémoc había instado a sus súbditos a acabar con la vida del propio Hernán Cortés. Así lo desveló, al menos, el conquistador en una carta enviada el 3 de septiembre de 1526 a Carlos I de España y V de Alemania: «Habían hablado muchas veces y dado cuenta de ello […] diciendo cómo estaban desposeídos de sus tierras y señorío, y los mandaban los españoles, y que sería bien que buscasen algún remedio para que ellos los tornasen a señorear y poseer, […] y que era buen remedio tener manera como me matasen, a mi y a los que conmigo iban».

Con todo, y a pesar de que se cree que fue el 28 de febrero cuando fue ajusticiado, la realidad es que se desconoce la jornada concreta. «La fecha de la muerte del emperador se ha discutido. Según Cortés parece que ocurrió el domingo de carnestolendas de 1525, pero según otro buen número de historiadores, parece que fue el martes de carnaval, después de haber celebrado españoles e indios muy alegremente esa fiesta», explica la historiadora Josefina Muriel en su documentado dossier «Divergencias en la biografía de Cuauhtémoc». En este sentido, la experta también considera que tampoco se saben a ciencia cierta datos cómo la región en la que descansan sus huesos.


Cazado en su última batalla

A pesar del triste final que le aconteció, Cuauhtémoc fue bien considerado por los españoles. No en vano, el propio Bernal Díaz del Castillo le definió como un líder «de muy gentil disposición, así de cuerpo como de facciones, y la cara larga y alegre». El cronista afirmó, a su vez, «que era de edad de veinte y tres o veinte y quatro años» y que su color de piel «tiraba más a blanco, que al color y matiz de esotros indios».
Para su desgracia, tuvo la suerte de hacerse con el mando del imperio azteca (y de la defensa de Tenochtitlán) durante el gran asalto que Hernán Cortés llevó a cabo en 1521 contra la urbe después de haber sido expulsado con su expedición en la «Noche Triste».

Cuauhtémoc defendió gallardamente Tenochtitlán de los conquistadores españoles. Sin embargo, el 13 de agosto, durante la ofensiva final de Cortés, decidió abandonar la ciudad en una canoa por miedo (según unos) o para organizar una nueva defensa en otro lugar (según otros). El conquistador español, que de tonto no tenía un pelo bajo el morrión, se percató de ello y, sin dudarlo, lanzó a uno de sus oficiales en su busca para atraparlo. Algo en lo que coinciden cronistas de la época como el mismo Bernal Díaz del Castillo o Francisco López de Gómara.
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La conquista de Tenochtitlan, de autor desconocido.

«Y los bergantines que entraron de golpe por aquel lago rompieron por medio de la flota de canoas, y la gente de guerra que en ellas estaba ya no osaba pelear. Y plugo a Dios que un capitán de un bergantín, que se dice Garcí Holguín, llegó en pos de una canoa en la cual pareció que iba gente de manera; y como llevaba dos o tres ballesteros en la proa del bergantín e iban encarando en los dos de la canoa, hiciéronle señal que estaba allí el señor, que no tirasen, y saltaron de presto y prendieronle a él y aquel Guatimucin y a aquel señor de Tacuba y a otros principales que con él estaban; y luego el dicho capitán Garcí Holguín me trajo allí a la azotea donde estaba, que era junto al lago, al señor de la ciudad», explicaba el mismo Cortés en una de sus relaciones.

Un ejemplo de la variedad de teorías que existen sobre este suceso es que la mayoría de cronistas españoles dejaron sobre blanco que, al encontrarse con Cortés, Cuauhtémoc le pidió que acabase con él. Al parecer, y en palabras de Bernal Díaz del Castillo, le espetó lo siguiente: «Señor Malinche, yo ya he hecho lo que estaba obligado en defensa de mi ciudad y vasallos, y no puedo más, y pues vengo por fuerza, y preso ante tu persona y poder, toma ese puñal que traes en la cinta, y mátame luego con él». Al parecer, aquello ablandó tanto el corazón del conquistador que este le dijo que «por haber sido tan valiente, y haber vuelto y defendido su ciudad» le daría «vida y señorío». Aunque, a cambio, le solicitó también que ordenara a sus guerreros rendirse.


Torturado y asesinado
Un día después de capturar a Cuauhtémoc (el 14 de agosto), se celebró una reunión en la que, según el cronista Bernardino de Sahagún, Cortés le preguntó a Cuauhtémoc dónde había escondido las inmensas riquezas que había visto un año antes en el palacio de Moctezuma. «¿Qué habéis hecho con todo el oro que estaba guardado en México?».
Cortés se refería, como él mismo señaló, a «las banderas de lámina de oro, los tocados cónicos de lámina de oro, los anillos dorados para los brazos, las cintas de piel para las pantorrillas que llevaban cascabeles de oro, los yelmos de oro y los discos de oro de tamaño de platos». El todavía emperador, por su parte, se limitó a afirmar que no tenía nada más que aquello que portaba en la canoa.

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Busto de Cuauhtémoc en Zócalo

Fue entonces cuando comenzó el tormento de un Cuauhtémoc que, a pesar de las tropelías que sufrió, se negó a desvelar dónde se hallaba el tesoro. Francisco López de Gómara explica que el dolor que tuvo que padecer el emperador fue tal que uno de sus subalternos (que se hallaba a su lado) le «pidió con los ojos» que desvelara el paradero del tesoro. Sin embargo, el primo de Moctezuma le dejó claro que jamás lo haría. «Lo miró con ira y lo trató vilísimamente como muelle de poco, esfuerzo, preguntándole si estaba él en algún deleite o baño».
Bernal Díaz del Castillo, por su parte, es partidario de que quemaron los pies a Cuauhtémoc con aceite hasta que confesó que habían arrojado todas las riquezas a la laguna de la ciudad. Algo que resultó falso. Otras fuentes como el médico Alonso de Ojeda explicaron, posteriormente, que no solo habían quemado los pies a Cuauhtémoc, sino también las manos.

Al final, y según la experta en historia ya citada, Cortés terminó apiadándose del emperador «Herrera, en sus décadas, nos indica que Cortés quitó del tormento a Cuauhtémoc en medio de las protestas de sus soldados, que querían tenerlo allí hasta que hablara». Con todo, Bernal Díaz del Castillo también deja entrever en sus escritos que el conquistador español no quería que su preso hablara, pues buscaba hallar por sí solo las riquezas aztecas y quedárselas para sí.

En todo caso, hubo que esperar hasta 1524 para que se sucediera la ejecución del todavía emperador. Esta ocurrió en el marco de una expedición realizada por Cortés a Honduras para acabar con la insurrección de Cristóbal de Olid (quien se había aliado con su viejo enemigo, Diego Velázquez, en contra de nuestro protagonista). En ese viaje, el conquistador partió junto a Cuauhtémoc y su séquito para evitar que estos movilizaran a la sociedad en su ausencia. Al parecer, durante el trayecto Cortés fue informado por un «tlatelolca, coxtemexi o mexicalzingo» (en palabras de Muriel) de que el dignatario pretendía traicionarle. Una información que le llevó a acabar con su vida en un día y lugar, en la actualidad, desconocidos.

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Prisión de Guatimocín, último emperador de Méjico-Carlos Esquivel

Así narra Bernal Díaz del Castillo aquellos últimos momentos:
«Digamos cómo Guatemuz, gran cacique de México, y otros principales mexicanos que iban con nosotros habían puesto en pláticas, o lo ordenaban, de matarnos a todos y volverse a México, y que llegados a su ciudad, juntar sus grandes poderes y dar guerra a los que en México quedaban, y tornarse a levantar.
Y quien lo descubrió a Cortés fueron dos grandes caciques mexicanos que se decían Tapia y Juan Velázquez. Este Juan Velázquez fue capitán general de Guatemuz cuando nos dieron guerra en México. Y como Cortés lo alcanzó a saber, hizo informaciones sobre ello, no solamente de los dos que lo descubrieron, sino de otros caciques que eran en ello. Y lo que confesaron era que como nos veían ir por los caminos descuidados y descontentos, y que muchos soldados habían adolecido, y que siempre faltaba la comida, y que se habían muerto de hambre cuatro chirimías y el volteador, y otros once o doce soldados, y también se habían vuelto otros tres soldados camino de México, y se iban a su aventura por los caminos de guerra por donde habian venido, y que más querían morir que ir adelante, que sería bien que cuando pasásemos algún río o ciénega, dar en nosotros, porque eran los mexicanos sobre tres mil y traían sus armas y lanzas v algunos con espadas.

Guatemuz confesó que así era como lo habían dicho los demás; empero. que no salió de él aquel concierto, y que no sabe si todos fueron en ello, o se efectuara, y que nunca tuvo pensamiento de salir con ello, sino solamente la plática que sobre ello hubo. Y el cacique de Tacuba dijo que entre él y Guatemuz habían dicho que valía más morir de una vez que morir cada día en el camino, viendo la gran hambre que pasaban sus maceguales y parientes.
Y sin haber más probanzas, Cortés mando ahorcar a Guatemuz y al señor de Tacuba, que era su primo. Y antes que los ahorcasen, los frailes franciscos les fueron esforzando y encomendando a Dios con la lengua doña Marina»

El cronista afirma además que, antes de ser ahorcado, Cuauhtémoc dirigió unas últimas palabras de crítica a Cortés por haberle mentido: «¡Oh, Malinche: días había que yo tenía entendido que esta muerte me habías de dar y había conocido tus falsas palabras, porque me matas sin justicia! Dios te la demande, pues yo no me la di cuando te me entregaba en mi ciudad de México». El señor de Tacuba, uno de los mandamases del emperador, se limitó a señalar que estaba feliz de poder dejar este mundo junto a su señor.

Según Bernal Díaz del Castillo, aquella ejecución causó una severa conmoción entre los presentes; «Verdaderamente yo tuve gran lástima de Guatemuz y de su primo, por haberles conocido tan grandes señores, y aun ellos me hacían honra en el camino en cosas que se me ofrecían. especial en darme algunos indios para traer yerba para mi caballo. Y fue esta muerte que les dieron muy injustamente, y pareció mal a todos los que íbamos».
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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