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Los Conquistadores I
#1
Los Conquistadores en el Río de la Plata
 
(I) La creación de la sociedad española  de la Conquista

 Antecedentes
 
Entre los años 711 y 715 los musulmanes invadieron y ocuparon casi en su totalidad la Península Ibérica, excepto el territorio del norte. Aunque la victoria de Covadonga en el año 722 marca históricamente el comienzo de la Reconquista, lo cierto es que esta no prosperó hasta la alianza de los reinos cristianos lograda merced a los esfuerzos del rey Alfonzo VIII y del papa Inocencio III, que transformó la guerra en una verdadera cruzada. La victoria cristiana en Navas de Tolosa en el año 1212 marcó el comienzo de esta etapa definitiva, que terminaría en enero de 1492, con la caída del Reino de Granada en manos de las tropas de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando.
 
Las clases españolas previas a la Edad media fueron la nobleza, los "milites" -caballeros o guerreros- caracterizados por la posesión de un caballo, elemento básico para la guerra; y los siervos. La población de la Península Ibérica era entonces fundamentalmente agrícola, aunque entre los siervos surgirían más tarde las especializaciones: herreros, tejedores, carpinteros, molineros, etcétera.
            Durante la Edad Media, los estados de la España cristiana no llegaron a ser propiamente feudales (quitando a Cataluña, que tenía una fuerte presencia franca) a causa de la necesidad de la cooperación en la lucha contr los musulmanes. Poco a poco la población se fue concentrando alrededor de las ciudades para intentar huir de la condición servil de los campesinos.
 
            Desde el reinado de Alfonso X "El Sabio" (1252 - 1284) y para evitar la división de las grandes propiedades, se instituyeron los "mayorazgos", por los cuales el hijo mayor heredaba todos los bienes de sus padres. Los secundones, privados de bienes, debían dedicarse a la carrera de la armas, al clero, o resignarse a vivir en servidumbre de la benevolencia de sus hermanos mayores. Esta institución, entre otras razones, empujaría a muchos españoles a buscar mejor futuro y fortuna en el Nuevo Mundo.
 
            Los Reyes Católicos
 
            En 1469 se produce un hecho clave para la unificación de España: la boda de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón. Esta boda significó, más allá de la unión de sus reinos, el surgimiento de una monarquía fuerte y el pasaje de España de la Edad Media a la época moderna, aunque aún insumiría tiempo. El Renacimiento y el Humanismo comenzaron a despuntar en Italia en el S. XIV (el llamado "Quattrocento") y se estableció firmemente en el resto de Europa en el S. XVI. Pero mientras tanto España seguía viviendo en la Edad Media, enfrascada en su cruzada contra los musulmanes.
 
Para 1475, la población de los reinos peninsulares (incluyendo a Portugal) alcanzaba a 9 millones de habitantes. De esos, unos 7 millones vivían en los campos y se dedicaban a la agricultura y la ganadería y 1 millón eran artesanos y trabajadores especializados. Solamemente 250.000 vivían en las ciudades, desempeñándose como mercaderes, profesionales, empleados, eclesiásticos o simples ciudadanos. había cerca de 500 nobles de primera clase (ricos-homes y aristócratas), unos 60.000 caballeros e hidalgos, 60.000 patricios (altos miembros del comercio, la industria, la enseñanza y la cultura), 50.000 judeizantes o conversos y 500.000 mudéjares (musulmanes que seguían practicando su religión en territorio cristiano). Las ciudades más grandes eran Valencia y Sevilla, que tenían alrededor de 100.000 habitantes cada una; Madrid llegaba a 10.000 habitantes solamente.
 
La población era eminentemente cristiana, con fuerte aversión hacia judíos y conversos. También estaba bastante extendida la superstición, a causa de la incultura de la Edad Media.
El 14 de noviembre de 1478 -por bula papal de Sixto IV- se estableció en Castilla el Tribunal de la Inquisición. En 1480, de la mano de los dominicos, el Tribunal comenzó a actuar en Sevilla: 2000 personas serían quemadas por "judaizantes" en el año 1481.
No es de extrañar, pues, que en 1492, dos meses después de la conquista de Granada -último baluarte musulmán-  llegara a su fin la tolerancia religiosa en España, con la expulsión de los judíos en marzo de ese mismo año, y la de los moriscos al año siguiente.
  
El Nuevo Ejército 

            Antes de los Reyes Católicos no existía un Ejército Real sino un servicio militar, formado por las milicias de los concejos, mesnadas señoriales, miembros de las Órdenes Militares y de las Hermandades -encargadas por entonces de las funciones de policía- Por ello, en el S. XIV había en los ejércitos hispánicos muchos mercenarios extranjeros.
            Los reyes españoles organizaron un ejército usando cuerpos de mercenarios, fundando las Guardias viejas y reformando el reclutamiento en 1496: el servicio militar se hizo obligatorio para un hombre de cada 12, con edades que iban desde los 20 a los 40 años de edad. También se reorganizaron las Armas, siguiendo los consejos del experto militar Gonzalo Fernández de Córdoba, "El Gran Capitán" y de expertos ingenieros y artilleros provenientes de Italia y Flandes.
            Fernández de Córdoba se había fogueado en la guerra de Italia (1495 a 1498) y en la Campaña de Nápoles (1501 a 1504), haciendo un uso novedoso de las Armas combinadas -infantería, caballería y artillería- junto con el apoyo naval. En 1503, el Gran Capitán introdujo la División de dos coronelías, cada una con 6.000 infantes (12 Compañías), 800 hombres de armas, 800 de caballería ligera y 22 cañones. La infantería se dividió en tres tipos especializados: una tercera parte de piqueros, una tercera parte de infantes con escudos y epadas y el resto con ballestas y espngardas, más tarde arcabuces.
En el adiestramiento de los soldados, demostró una disciplina rigurosa y dio mportancia a su formación moral, lo que creó entre sus hombres espíritu de cuerpo, dignidad personal, sentido de honor nacional e interés religioso, convirtiéndolos en los mejores soldados del mundo y que dominarían el campo de batalla europeo durante 70 años.
            De esta rígida estructura militar surgieron los hombres que emprenderían la Conquista del Nuevo Mundo.
 
Desde la época de Alfonso X se utilizaba la pólvora -empleada por primera vez, aparentemente en 1262, en la ciudad de Niebla-  en pequeños cañones que disparaban esferas de piedra, plomo o hierro. Pero las armas principales seguían siendo la lanza, la espada, la ballesta y el arco. Recién a finales del S. XV la ballesta sería complementada -y luego desplazada- por el arcabúz, un arma de fuego primitiva pero efectiva.
Fernández de Córdoba comprendió la importancia de las armas de fuego. Por ello durante la reorganización militar de 1503, se construyeron fábricas de pólvora, fundiciones de artillería y se adquirieron armas en Flandes.
 
Consecuencias del Descubrimiento de América en la población española

Cuando Colón descubrió el Nuevo Mundo en 1492, el hecho tuvo un fuerte impacto en España, pues generó fuertes deseos de dirigirse al continente americano a descubrir nuevas tierras, a enriquecerse, eludir deudas y problemas en la Madre Patria y recibir honores y gloria. La bula papal de Alejandro VI (1501) encomendó a los reyes la misión de propagar la fe y convertir a los infieles. Los reyes deseaban, además, el establecimiento permanente de españoles en los territorios recién descubiertos, por lo que se estableció que las expediciones conquistadoras llevasen consigo no solamente soldados sino artesanos, labradores, animales, semillas, herramientas y utensilios de todo tipo.
La mayor parte de los colonizadores eran castellanos, ya que en 1494 la reina isabel I prohibió a catalanes, mallorquinos, valencianos y aragoneses embarcar hacia el Nuevo Mundo, a causa de los pleitos que habían generado en la isla de La Española durante los primeros viajes de Cristóbal Colón. Esas prohibiciones recién se levantaron en 1585. Tampoco podían embarcarse cristianos nuevos (conversos), mujeres solteras sin sus padres ni extranjeros.
Pero no serían los aquellos bastante pacíficos pobladores quienes serían asociados con la Conquista española, sino el tipo de hombre de guerra, brutal y despiadado: el Conquistador.
 
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#2
(III)     Retrato de los Conquistadores

            La Conquista comprende el período que va desde 1492 a 1573, año este último en que fue abolido este término por el rey Felipe II, reemplazándolo por la palabra "pacificación".
            La conquista era una tarea dura y fue emprendida por lo general por hombres jóvenes. Vean algunos ejemplos: Francisco de Orellana tenía 16 años al embarcar hacia América, 24 al acompañar a Pizarro y 30 al dirigirse a explorar el Amazonas; Domingo Martínez de Irala tenía 26 al llegar al Río de la Plata y el escritor Ulrich Schmidel, que los acompañó, 25 años; Hernán Cortes tenía 33 años al comenzar la conquista de México en 1518; Gonzalo Jiménez de Quesada, 27 años al explorar Colombia en 1536. Otros eran maduros: Alvar Núñez Cabeza de Vaca tenía 37 años al emprender su caminata por américa del Norte y 50 al cruzar la selva para dirigirse hacia Asunción; Pedro de Mendoza tenía 48 años al partir hacia el Plata; Diego de Almagro tenía 49 años al acompañar a Pizarro a Perú en 1524; el propio Francisco Pizarro tenía 46 años al comenzar la conquista del Imperio Inca: sus soldados y enemigos lo veían como un viejo.
           
            Los Conquistadores no provenían de la nobleza: solamente un 30% de ellos eran hidalgos. El resto provenía de las clases más bajas y buscaban aventuras o un medio para ascender en la sociedad.
            La disciplina era brutal y la relación entre soldados y jefes muy verticalista. A pesar de ello, los soldados veían a sus jefes como héroes y figuras de leyenda.
            Los Conquistadores españoles eran hombres duros, valientes e implacables, orgullosos y con una confianza total en sus propias capacidades militares, confianza que habían ganado en décadas de combates contra musulmanes y franceses. Muchos de aquellos hombres, provenientes de los ejércitos del Gran capitán, eran muy celosos de su honor personal y de su reputación bélica.
Por ello, no les arredraba verse superados en número en cantidad de 20 a 1 o de 50 a 1, como ocurrió en numerosas ocasiones: simplemente atacaban con sus espadas y lanzas, sacando toda la ventaja que les permitían sus caballos, armaduras y armas de hierro. Era lo corriente para hombres que exigían los puestos más peligrosos durante las batallas europeas.
Pero aunque eran soldados de primera,  y muy disciplinados, eran difíciles de manejar en el trato si éste no se hacía con cuidado, como descubrieron sus Jefes en varias ocasiones. Eran hombres que tildaríamos de pendencieros, y no eran raros los duelos por honor, como ocurrió entre dos oficiales antes del combate de San Gabriel (1573), en nuestro territorio.
Por lo general, la tropa no se amotinaba, aunque la codicia y el desenfreno por el oro y la plata llevó al enfrentamiento de españoles contra españoles.
A la vez, los soldados mantenían su moral de combate con una inquebrantable religiosidad. Sus jefes no dudaban en hacer arrodillar a sus tropas para rezar antes de combatir, o hacer una oración por Santiago, santo patrón de España. tampoco era raro que se celebrasen misas antes de los combates, y la tropa contaba con capellanes para su oruientación religiosa.
 
            Pero ni la religiosidad ni el celo por el honor propio se traducían en celo ni respeto por el enemigo, El mismo valor de los españoles se transformaba en ocasiones en desprecio y brutalidad con los indígenas, como lo reconoce el aventurero alemán Ulrich Schmidel, que llegó al Plata con Pedro de Mendoza: "Los susodichos querandíes nos trajeron alimentos diariamente a nuestro campamento, durante catorce días, y compartieron con nosotros su escasez en pescado y carne, y solamente un día dejaron de venir. Entonces, nuestro capitán don Pedro Mendoza envió enseguida un alcalde de nombre Juan Pavón, y con él dos soldados, al lugar donde estaban los indios... Cuando llegaron donde aquellos estaban, el alcalde y los soldados se condujeron de tal modo que los indios los molieron a palos y después los dejaron volver a nuestro campamento" (1)
            La brutalidad de los Conquistadores no conocía límites. Cerca del año 1540 Alvar Núnez Cabeza de Vaca, contrariado por lo que juzgó falta de apoyo de los indios Surucusis ordenó que sus tropas viajasen "hacia una isla situada a cuatro leguas de camino de donde estábamos, y al llegar a esa isla, debíamos matar y cautivar a los Surucusis, matando a todos los varones adultos. Cumplimos el mandato de nuestro capitán y así los hicimos; cuando hablé antes de los Surucusis habéis visto que nos habían recibido, y ahora véis como nosotros les dábamos las gracias. Eso fue una mala acción. Cuando llegamos hasta los Surucusis con toda nuestra gente [150 españoles y 2000 carios], éstos salieron desprevenidos de sus casas y se nos acercaron sin armas, sin arcos ni flechas, en forma pacífica. en esto empezó una discusión entre Surucusis y Carios. Cuando oímos eso, disparamos nuestros arcabuces, matamos a cuantos encontramos y cautivamos como dos mil entre hombres, mujeres, muchachos y chicos, y luego quemamos su aldea y tomamos cuanto allí había" (2).
 
            Mientras gentes como Cabeza de Vaca cometían estas brutalidades, los Conquistadores más exitosos dieron muestras de gran inteligencia, pues fueron hábiles para explotar las diferencias entre los propios pueblos indígenas, apoyando a uno de los bandos en una guerra civil (como ocurrió en la derrota del Imperio Inca entre 1524 y 1535), utilizando los servicios de los pueblos sometidos (como ocurrió en la derrota del Imperio Azteca entre 1518 y 1523 y con los Charrúas usados por los portugueses) o reclutando a los indígenas cristianizados (como ocurrió con los guaraníes en los combates contra los Mamelucos y Bandeirantes de San Pablo y en la toma de la Colonia del Sacramento en 1680).
 
            Pero una cosa era explotar las diferencias entre los miembros de una civilización similar a las de la Edad de Bronce -como era el caso de Aztecas e Incas- con un gobierno, funcionarios y normas establecidas y otra bien distinta intentar reducir a gentes que vivían en la Edad de Piedra, como era el caso de los indíegenas del Río de la Plata. El intento de conquista por la fuerza de nuestro territorio -como veremos más adelante- les causó mayores bajas a los españoles, en proporción a la cantidad de indígenas existentes, que las de México y Perú
 
Citas:
 
(1) Ulrich Schmidel; Viaje al Río de la Plata; Ediciones Nuevo Siglo; Argentina; 1995; pág. 17.
 
(2) Idem; pág. 77 y 78.
 
Otras fuentes:
 
Prof. Jesús García Tolsá; Dr. Manuel Riu Riu: Dr. José Cepeda; Lic. Pablo Hernández y otros;
Nueva Historia Universal; 6 Tomos; Ed. Marín; Barcelona; 1968
 
Wikipedia;
Gonzalo Fernández de Córdoba;
http://es.wikipedia.org/wiki/Gonzalo_Fern%C3%A1ndez_de_C%C3%B3rdoba
 
Wikipedia;
Tercio
http://es.wikipedia.org/wiki/Tercio
 
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#3
(IV)     Armas de los Conquistadores
 
(i) Armas de Infantería
 
Muchas veces se ha comentado que la tecnología superior, especialmente las armas de fuego, jugaron un papel detrrminante en la Conquista del Nuevo Mundo.Y es un hecho que arcabuces y cañones causaron fuerte impresión, especialmente entre Aztecas, Incas y Carios, no solamente por sus efectos mortales sino también por el ruido, el humo y las chispas. Mencionemos algunas crónicas para comprobarlo:
 
Dicen cronistas mexicanos:
"Entonces el capitán dió las órdenes, y los mensajeros fueron encadenados por los pies y por cuello.
"Cuando esto había sido hecho, fue disparado el gran cañón. Los mensajeros perderon sus sentidos y se
desmayaron. Cayeron lado a lado y yacieron donde habían caído. Pero los Españoles rápidamente los revivieron, los levantaron, les dieron vino para beber y les ofrecieron comida (...)"
"[Moctezuma] también estaba aterrorizado de saber como rugía el cañón, de como resonaba su estruendo, de cómo causaba que uno se desmayara y que quedara sordo. Los mensajeros le dijeron: "Una cosa como una bola de piedra sale de sus entrañas: sale disparando chispas y lloviendo fuego. El humo que sale con ella tiene un olor pestilente, como el del barro podrido. Este olor penetra incluso hasta el cerebro y causa la mayor molestia. Si el cañón es apuntado contra una montaña, la montaña se agrieta y se parte. Si es aountado contra un árbol, deshace el árbol en astillas. Es la visión mas antinatural, como si el árbol hubiera explotado desde dentro" (1)
 
Los incas también quedaron sorprendidos por las armas de fuego:
"... también... tenían yllapas, nombre que nosotros tenemos para los truenos, y esto decían por los arcabuces, porque pensaban que eran truenos del cielo..." (2)
 
Con los Carios (o Guaraníes) también fue demostrado el poder de los arcabuces:
"... los dichos carios tomaron sus arcos y nos quisieron dar la bienvenida a flechazos. Aún entonces nosotros no quisimos hacerles nada, sino al contrario, les hicimos requerir por un lengua [traductor] por tres veces, y quisimos ser sus amigos; pero de nada quisieron hacer caso. A todo esto aún no habían probado nuestras armas; pero cuando estuvimos cerca, hicimos disparar nuestros arcabuces y cuando los oyeron y vieron que su gente caía y no veían bala ni flecha alguna sino un agujero en los cuerpos, no pudieron mantenerse y huyeron, cayendo los unos sobre los otros como los perros, mientras huían hacia su pueblo...Cuando vieron que no podrían sostenerlo más y temieron por sus mujeres e hijos, pues los tenían a su lado, vinieron dichos carios y pidieron perdón y que ellos harían todo cuanto nosotros quisiéramos... Pidieron que nos quedáramos con ellos y regalaron a cada hombre de guerra dos mujeres, para que cuidaran de nosotros... Con esto quedó hecha la paz con los Carios" (3)
 
El arcabuz era un arma potente, aunque pesada (alrededor de 7 u 8 kg), pensada para su uso en masa contra la caballería acorazada en las guerras europeas. Pero era completamente inútil en el clima húmedo y lluvioso del Río de la Plata, que además de apagar sus fuegos oxidaba sus mecanismos. Además, la cadencia de tiro era muy baja: llegaba a un disparo por minuto, cuando mucho y el alcance no superaba los 100m. Pero teniendo en cuenta que nuestros Charrúas, según dicen los historiadores, superaban a los gamos en la carrera (unos 9 m/s), se desprende que podían recorrer más de 350m antes que el español pudiese hacer un segundo disparo, por lo que no debe extrañar extrañar que temiesen poco a las armas de fuego. Por otra parte, los guerreros Charrúas sólamente solían descubrir su posición al atacar, y esto a muy corta distancia.
 
Pasada la impresión del primer momento, los indígenas aprendieron a volver ineficaz el uso de las armas de fuego:
"Cuando los Aztecas descubrieron que los disparos del arcabuz y del cañón siempre volaban en una línea recta, nunca más corrieron en la línea de fuego.Corrían hacia la derecha o hacia la izquierda o en zigzag, no delante de las armas. Si veían que un cañón estaba a punto de ser disparado y que no podían escapar corriendo, se tiraban al piso y se pegaban a él hasta que el disparo había pasado por encima de ellos. Los guerreros también se cubrían entre las casas, combatiendo en los espacios entre ellas. El camino de repente estaba tan vacío como si se pasase a través de un desierto" (4).
 
Cosa similar ocurrió con la ballesta. Aunque era un arma mucho más precisa que un arcabuz y un cuadrillo de ballesta era capaz de perforar la armadura nativa más fuerte, su proceso de carga era muy lento y el ballestero quedaba aislado e indefenso, a no ser que la usase como garrote. Además, la madera se pudría, las cuerdas se estiraban y rompían y se agotaban los proyectiles. Pese a ello, se uso con relativa eficacia en América para proporcionar fuego de cobertura a los arcabuceros y espadachines españoles
 
El arma por excelencia de la infantería española era la espada de hierro. Se trataba de un arma de hoja fina y recta, de dos filos, ligera y de entre 90cm (espada de una mano) hasta 130cm de longitud (espada de dos manos). Estas armas habían hecho a los soldados españoles los mejores espadachines de Europa: con sus arneses de tres cuartos, almetes, un pequeño escudo redondo (la rodela) y una espada, los infantes españoles habían roto las formaciones de piqueros suizos. Los indígenas, que no contaban con protecciones de hierro sino -en el mejor de los casos- con corazas de algodón, eran presas fáciles para los espadachines, cuyas espadas se empleaban para la estocada y para el corte. Los horrorosos efectos de estas armas quedaron bien patentes en la Matanza del Templo Mayor, cuando cerca de 600 Aztecas desarmados fueron atacados por los españoles: las crónicas indican casos de hombres decapitados o con ambas manos cercenadas por un golpe de espada.
Como segunda arma blanca, los españoles disponían de alabardas y picas, armas con un asta de unos 3m y que permitía mantener alejados los ataques de los nativos, permitiendo el movimiento de los espadachines y aracbuceros.
 
(ii) La Caballería de los Conquistadores
 
El caballo -un animal que no existía en América- significó una ventaja tanto psicológica como material sobre los indígenas americanos.
 
En primer lugar, se trataba de un animal que jamás habían visto. Cuentan los informantes aztecas:
"Los "ciervos" [palabra que usaban para describir al caballo] venían delante, llevando los soldados sobre sus lomos, Los soldados estaban vistiendo armadura de algodón. Llevaban sus escudos de cuero y sus lanzas de hierro en sus manos, pero sus espadas colgaban de los cuellos de los ciervos.
            "Estos animales llevaban puestos cascabeles, están adornados con muchas campanillas. Cuando los ciervos galopan, las campanas hacen un gran estruendo, resonando y tintineando.
            "Aquellos ciervos, resoplaban y bramaban. Sudan en grandes cantidades, el sudor gotea de sus cuerpos en chorros. La espuma de sus morros goteaba sobre el suelo. Se suelta en gruesas gotas, como espuma de amole [planta usada para hacer jabón].
            "Hacen un fuerte ruido cuando corren, hacen un gran estrépito, como si las piedras estuvieran lloviendo sobre la tierra. Entonces el suelo es horadado y herido donde colocan sus cascos. Se abre en el lugar en que sus cascos lo tocan" (5).
 
            Los animales, junto con los caballeros acorazados pesadamente y armados con largas lanzas de 4m. constituían un arma poderosa y era utilizada por los españoles siempre que dispusieran de ella y que el terreno lo permitiese. El efecto era devastador: los nativos -que inicialmente no estaban acostumbrados a tales animales- se daban vuelta y huían. Si se mantenían firmes, en formaciones cerradas, los Conquistadores hacían estragos con sus largas lanzas antes de comenzar a combatir con sus espadas. La caballería española podía moverse rápidamente y atacar a los indígenas desde un flanco inesperado, rodearlos, o simplemente romper sus formaciones por el propio impulso que llevaban los animales.
            Los Charrúas de Zapicán aprendieron del peor modo el poder de la caballería pesada cuando los 12 caballeros de Garay los asaltaron frontalmente, por sorpresa, y les mataron 200 hombres durante el combate de San salvador (1574).
            Cuenta Bauzá: recogiendo testimonios de Martín del Barco de Centenera:
            "Apenas alumbró el alba, comenzó a sentirse el ruido lejano de multitudes que avanzaban... Eran los indígenas, al mando de Sapicán, formados en siete grupos, cuo números pasaba de 1000 hombres. Emoción desagradable causó entre los españoles aquella súbita acometida; pero Garay, mandándoles tomar armas, les dijo con tranquilo continente, mientras formaban: "¡Amigos! no resta otra cosa que morir o vencer: esperemos, pues, con valor al enemigo!"
            "Emboscó el caudillo español su caballería con designio de lanzarla sobre los contrarios en lo más duro de la refriega, y colocándose él mismo al frente de los soldados restantes, que eran arcabuceros y ballesteros, se adelantó con miras de hacer una retirada falsa que atrajera al enemigo al lugar de la emboscada. Pero sapiocán no avanzó, según los suponía garay, burlando así el ardid de su adversario. Llevados entonces los españoles de su natural ardimiento, embistieron al grito de ¡santiago! a un cuerpo de 700 indios, desbaratándolo. Acudieron en socorro de este cuerpo 100 flecheros que ran la flor de reserva indígena, pero cortados por la cabalería que se echó a gran golpe sobre ellos, fueron deshechos, malográndose el movimiento envolvente que deseaban ejecutar.
            "Se hizo general entonces la batalla, porque cargaron todas las fuerzas indígenas sobre los españoles, poniéndoles en terrible trance... Tabobá y Aba-aihuba corrieron hacia Antonio Leiva, que a caballo, asestó un lanzazo al primero en el pecho, pero el herido se aferró a la lanza con tal ímpetu, que hubiera volcado a Leiva, si a esta sazón Juan Menialvo, acometiendo por la espalda no hubiese hacheado al indio, cortándole una mano, mientras se reponía Leiva, y le ultimaba. Furioso Aba-aihuba de la muerte de su amigo, se abalanzó sobre Leiva, más éste le atravesó el vientre de una lanzada, y uqeriendo el charrúa pelear aún, se asió a la rienda del caballo del castellano sin soltarla hasta morir...
            "Tocó el turno a Sapicán, que al ver tendidos sus dos más fuertes guerreros, intentó vengarles, pero chocando contra aquel Menialvo cuya espada mutilara a Tabobá, fue víctima a su vez del matador de su amigo. Igual suerte corrieron Anagualpo y Yandinoca, muertos a manos de Juan Vizcaíno, otro soldado de caballería. Magalona, después de haber arrancado la pica a un enemigo, murió luchando contra seis españoles, uno de los cuales, llamado Osuna, le apuñaleó desde arriba del caballo, cuyas riendas pretendía cortar el indio con los dientes.
            "Viendo Garay que la lucha no cesaba a pesar del destrozo que su caballería había hecho en las filas indígenas, cargó personalmente sobre un cuerpo de reserva que aún permanecía entero; pero al embestir, fue herido en el pecho y le mataron el caballo. Acudieron sus soldados de prisa a socorrerle proporcionándole otro caballo, con lo cual se restableció la moral de las fuerzas españolas. entonces comprendieron los charrúas que la batalla no se decidía al quedar vivo Garay, y habiendo ellos perdido sus mejores jefes y 200 soldados, tocaron retirada... Retirárones ordenadamente los indígenas, y los españoles, por su parte, a pesar de las ventajas de movilidad que les daba su caballería, no les persiguieron...
"Los españoles, que [conocían mal a los indios], juzgaron concluída la guerra y dominada la situación por efecto de la última batalla, pues estableciendo comparaciones y buscando analogías con otros países que habían cedido al empuje de sus armas, no podían convencerse de que el más pequeño de todos fuese el más rebelde".(6)
 
El texto anterior podría llevarnos a creer que la caballería era el arma de choque invencible de los españoles. No fue así, y los querandiés le habían dado una dura lección a los caballeros de Pedro de Mendoza en el combate de la  Matanza (1535). Schmidel recoge sus impresiones sobre este punto:
"Cuando quisimos atacalos, [los Querandís] se defendieron de tal manera que nos dieron bastante que hacer; mataron a nuestro capitán don Diego Mndoza [hermano del Adelantado] y a seis caballeros; también mataron a flechazos alrededor de veinte soldados de infantería. Pero del aldo de los indios murieron como mil hombres... Los indios se defendieron muy valientemente contra nosotros, como bien lo experimentamos en propia carne.
"Dichos Querandís usan, como armas, arcos y flechas; estas son como medias lanzas, que en la punta delantera tienen un filo de pedernal. También usan unas bolas de piedra, sujetas a un largo cordel, como las plomadas que usamos en Alemania. arrojan esta bola alrededor de las patas de un caballo o de un venado, de tal modo que éste debe caer; con esa bola he visto dar muerte a nuestro referido capitán y a los hidalgos: lo he visto con mis propios ojos. A los de a pie los mataron con los adudidos dardos" (7).
Schmidel habla, evidentemente, de las boleadoras, armas utilizadas por los indígenas para manear animales. Esta arma, desconocida por los españoles, les dio una triste sorpresa en La Matanza, como lo reconoce amarga pero sinceramente el alemán. Más adelante, los mismos indios aprenderían a montar a caballo y tendrían su propia y temible caballería.
 
Fue la inteligencia y la táctica, no tanto las armas de fuego, ni el número, ni la tecnología superior lo que permitió prevalecer finalmente a los Conquistadores sobre los indígenas. La inteligencia de dividir para vencer, buscando aliados en los mismos nativos.

Citas:

(1) Crónica mexicana de Fernando Alvarado Tezozomoc.

Citado en: The Aztec Account of the Spanish Conquest of Mexico;
Miguel León-Portilla's book "The Broken Spears" (Las lanzas Rotas); (en inglés; traducción mía)
http://ambergriscaye.com/pages/mayan/aztec.html
 
(2) Inca Titu Cusi Yupanqui; Relación de la Conquista del Perú; S. XVI.
Citado en:  La otra cara de la Conquista; Centro Editor de América latina; Biblioteca Fundamental del Hombre Moderno; Nº 43; s/d
 
(3) Ulrich Schmidel; Viaje al Río de la Plata; Ediciones Nuevo Siglo; Argentina; 1995; pág. 40 y 41.
 
(4) Codex Florentino/ Crónicas de Sahagún
Citado en: The Aztec Account of the Spanish Conquest of Mexico;
Miguel León-Portilla's book "The Broken Spears" (Las lanzas Rotas); (en inglés; traducción mía)
http://ambergriscaye.com/pages/mayan/aztec.html
 
(5) Terence Wise; Los Conquistadores;
Ejércitos y Batallas Nº 50; Ediciones del Prado; España; 1995:
 
(6) Francisco Bauzá; Historia de la Dominación Española en el uruguay; Tomo II; Biblioteca Artigas; Volumen 96; Montevideo; 1965; pág. 123 a 125 y 127.
 
(7) Ulrich Schmidel; Op. cit; pág 18.
 
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#4
(iii) La Guerra Invisible
 
Además, hubo otra arma que ni los mismos españoles sabían que poseían, pero que a la postre causó más bajas entre los nativos del Nuevo Mundo que ninguna espada o lanza de caballería. Me estoy refiriendo a enfermedades frente a las cuales los indígenas no tenían antígenos : la viruela, el tifus, la influenza, la difteria y el sarampión.
Voy a citar dos testimonios acerca de estas pestes modernas. la primera es de Martín del Barco Centenera, y menciona una pestilencia entre los Guaraníes:
 
"Una pestilencia grande hubo venido
"de que muchos Guaranís se murieron
"que carne de cristianos han comido,
"la peste les sucede atribuyeron.
"También por desabrida aborrecido
"la tienen, según muchos me dijeron,
"que más les sabe carne de un pagano
"que no la de español o castellano" (8).

 
La segunda es parte de un artículo moderno del periodista Carlos Ruvalcaba, que recoge testimonios poco conocidos durante la conquista de México y Perú.
"Entre los miles de guerreros caídos en la batalla [por Tenochtitlán], habían también muchos soldados españoles, pero la diferencia la hacía un hombre que no era español ni azteca, un personaje que pasó a la historia sin que se supiera su nombre y que sin embargo fue, quizá, el más poderoso aliado de Cortés que ayudó sin proponérselo a conquistar el Nuevo Mundo.
"Los guerreros aztecas habían abandonado sus armas, habían incluso renunciado a perseguir al muy diezmado ejército de Cortés para recoger los cadáveres de sus soldados, pero las sorpresas aún no terminaban para ellos: en la oscuridad del atardecer, según cuentan los cronistas, un guerrero encontró agonizante a un extraño ser de piel negra, una rareza tan desconocida para ellos como la blancura de los españoles. El negro había sido llevado como esclavo por [Pánfilo de ]Narváez a Veracruz y se encontraba al borde de la muerte no por heridas de la batalla, sino por la virulencia de una enfermedad que le produjo hemorragias por la nariz, con mucha tos e inflamación de la garganta y la nariz, con pequeñas llagas en todo el cuerpo [síntomas de la viruela].
"El guerrero azteca que lo encontró hizo correr la noticia sobre la existencia de aquel personaje y es de suponerse que muchos curiosos acudiesen a verlo. Aquel hombre anónimo, sin proponérselo, aportó a los conquistadores la más letal de las armas y al poco tiempo la capital azteca y toda la región sufrían el rigor de una desatroza epidemia.
"Cuando Cortés y sus soldados, escondidos, curaron sus heridas y prepararon el contraataque, ayudados por los tlaxcaltecas, encontraron a los aztecas padeciendo los síntomas de la epidemia.
"Las crónicas de Cristobal Colón ya describían varios contagios colectivos de viruela en 1507 en las islas recién descubiertas y posteriormente en Haití en 1517. Ocho años después la viruela también hacía estragos entre los incas en lo que ahora es Perú y Ecuador, aunque no se ha podido demostrar que el contagio se extendió desde el mundo azteca o si lo llevó la gente de Francisco Pizarro. Algunas crónicas señalan que en el año 1525, cuando el conquistador extremeño hacía su primera exploración de aquellas tierras, encontró al pueblo de Tumluz “medio desnutrido, a causa de una gran pestilencia que en ellos dio”. Por eso, las hipótesis apuntan a que la enfermedad ya se había extendido desde Tenochtitlan antes de la llegada de los conquistadores al mundo inca. Lo que sí han confirmado las cartas de los cronistas es que entre 1520 y 1525 las epidemias casi acabaron con los mayas del sur de México y de Guatemala, lo que implica un desplazamiento de la enfermedad hacia el sur del continente, que bien pudo llegar hasta los incas a través de los comerciantes de aquel inimaginable mundo.
"
Otros investigadores creen que no fue la viruela la que causó estragos al pueblo azteca, sino el sarampión, y apoyan su hipótesis en el “Memorial de Tecpán Atitlán” que reseña los síntomas de la enfermedad que produjo la gran epidemia. Afirman que la hemorragia nasal, las anginas y la bronconeumonía pueden ser tan sólo complicaciones de la viruela, pero no forman parte del cuadro clínico de forma tan obligada como en el caso del sarampión (...)
"Para rematar esta serie de argumentos puede agregarse que en el año 1532, Pedro de Alvarado envió una carta a Carlos V, fechada el primero de septiembre, en la que dice: “En toda la Nueva España vino una pestilencia por los naturales que dicen sarampión” (...)
"Se sabe que en la América pre-cortesiana existía una enfermedad que creaba unas “bubas” colgantes en el cuerpo y en la cara, que incluso contagió a algunos españoles, pero no se ha comprobado que aquella enfermedad dejara cicatrices, aunque se especula con la posibilidad de que las marcas de las figurillas representaran aquel misterioso mal.
"De cualquier manera, no se puede descartar que la viruela fuese desconocida en América y que cíclicamente causara estragos. Lo que sí es seguro es que el sarampión era desconocido y que los aztecas padecieron epidemias de ambas enfermedades" (9).
 
Las estimaciones acerca de la población indígena en América son muy variadas y se extienden en una franja que va de de los 20 a los 110 millones de habitantes. El investigador estadounidense H. F. Dobyns estimó que el 95% de estos indígenas murió en los 130 años siguentes al descubrimiento de América, entre ellos el 97% de la población india de México, que cayó a 700.000 personas para 1623. Las epidemias fueron un factor crucial para estas muertes. Por ejemplo, en México hubo tres grandes epidemias de viruela y sarampión entre 1518 y 1540, con mortandades del orden del 80%. Aparentemente, la epidemia de viruela comenzó en La Española en 1518 (donde murió el 80% de la pobalción nativa) y de allí pasó al continente en 1520. Esa misma epidemia se propagó luego hacia el sur: habría acabado con la civilización maya en primer lugar y luego alcanzado a los Incas en 1529. Hubo en el Perú numerosas pestes: epidemias de viruela en 1533, 1535, 1558 y 1565, epidemias de tifus en 1546, de gripe en 1558, de difteria en 1614 y de sarampión en 1618.
A su vez, los indios americanos transmitieron hacia Europa la tuberculosis y  un tipo virulento de sífilis (10).


Citas:
 
(8) Martín del Barco de Centenera; La Argentina Canto III.
 
(9) Carlos Ruvalcaba; Contacto Magazine;
El Sarampión y la Viruela como  Ejército Aliado de los Conquistadores de América
 http://www.contactomagazine.com/conquistadores0904.htm

(10) Wikipedia; Catástrofe demográfica en América tras la llegada de los europeos
http://es.wikipedia.org/wiki/Cat%C3%A1strofe_demogr%C3%A1fica_en_Am%C3%A9rica_tras_la_llegada_de_los_europeos
 
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#5
(V)      Los Conquistadores vistos por los indígenas

            Lógicamente el aspecto y costumbres de los españoles era totalmente extrañas a los nativos del Nuevo Mundo y en algunos casos despertaban antiguos temores religiosos o supersticiosos. Han llegado relatos escritos  de los primeros contactos entre indios y Conquistadores. veamos algunos de ellos:
 
(I) México (1518)
 
"Unos pocos día más tarde un macehual [hombre común] llegó a la [capital] desde Mictlancuauhtla... Fue directamente al palacio de Moctezuma y le dijo: "Nuestro señor y rey... Soy de Mictlancuauhtla. Cuando fui a la costa del gran mar, había una montaña rodeada de pequeñas montañas flotando en el medio del agua, y moviéndose aquí y allá sin tocar la costa. Mi señor, nunca hemos visto cosas como éstas, aunque hemos cuidado la costa y estamos siempre vigilando (...)
"[Mensajeros aztecas fueron entonces] a la costa con Cuitlalpitoc, y vieron lo que estaba flotando allí, más allá del borde del agua. También vieron que siete u ocho de los extraños habían descendido en un pequeño bote y estaban pescando, con anzuelos y líneas (...)
Contaron los mensajeros: "Había alrededor de quince de estas personas, algunos con chaquetas azules, otros con rojas, otros con negras o verdes y aún otros con chaquertas de color tierra, muy feo, como nuestro ichtilmatli. También había algunos sin chaquetas. En sus cabezas llevaban gorros rojos, o bonetes de un bonito color escarlata, y algunos vestían grandes sombreros redondos como pequeños comales, los cuales deben haber sido parasoles. Tienen una piel muy clara, más clara que la nuestra. Todos tienen largas barbas, y sus cabellos les llegan solamente hasta las orejas" (1).
           
"Los mensajeros también dijeron: "Sus adornos y armas son de hierro. Están vestidos de hierro y llevan cascos de hierro en sus cabezas. Sus espadas son de hierro, sus arcos son de hierro; sus escudos son de hierro; sus lanzas son de hierro. Sus ciervos [caballos] los transportan sobre sus espaldas adonde desean ir. Estos ciervos, señor nuestro, son tan altos como el techo de una casa.
"Los cuerpos de los extranjeros se hallan totalmente cubiertos, así que solamente sus rostros pueden ser vistos. Su piel es blanca, como si estuviera hecha de lima. Tienen cabellos amarillos, aunque algunos de ellos los tienen negros. Sus barbas son largas y amarillas, y sus mostachos también son amarillos. Su cabello es rizado, con hebras muy finas (...)
"Sus perros son enormes, con orejas chatas y lenguas largas y oscilantes. El color de sus ojos es de un amarillo quemante, sus ojos echan fuego y lanzan chispas. Sus cinturas son huecas, sus flancos largos y delgados. Son incansables y muy poderosos. Saltan aquí y allá resoplando, con sus lenguas colgando. Y tienen manchas como un ocelote (...)" (2)
 
            Pronto los españoles descubrieron que los Aztecas tenían oro y los indígenas fueron testigos de su codicia sin límites:
            "Entonces Moctezuma despachó varios jefes... a encontrar a los Españoles en las cercanías de Popocatepetl e Iztactepetl, ubicado en el Paso del Águila.
            "Les dieron a los "dioses" insignias de oro, e insignias de plumas de quetzal, y collares de oro. Y cuando les fueron dados estos presentes, los Españoles estallaron en sonrisas; sus ojos brillaron con placer, estaban encantados con ellos. Levantaban el oro y lo tocaban como monos, parecían hallarse transportados de felicidad, como si sus corazones estuvieran iluminados y renovados. La verdad es que tenían anhelo y lujuria por el oro. Sus cuerpos se hinchaban de codicia, y su hambre era como el hambre de los perros; sentían hambre como cerdos por aquel oro. Se precipitaban sobre las insignias de oro, las movían de lado a lado y examinaban cada pulgada de las mismas (...)
            "Cuando los Españoles estuvieron instalados en el palacio [de Tenochtitlán], le preguntaron a Moctezuma acerca de los recursos de la ciudad y sus reservas y acerca de las insigias y los escudos de los guerreros. Lo interrogaron mucho y le demandaron oro (...)
            "Cuando llegaron a la casa del tesoro llamada Teucalco, la riqueza de oro y plumas les fue entregada: ornamentos hechos de plumas de quetzal, escudos ricamente trabajados, discos de oro, los collares de los ídolos, adornos de nariz de oro, grebas de oro y brazaletes y coronas. Los Españoles inmediatamente arrancaron las plumas de los escudos y las insignias de oro. Colocaron todo el oro en un gran montón e incendiaron todo lo demás, sin importar su valor. Entonces fundieron el oro en lingotes. En cuanto a las preciosas pideras verdes, se quedaron solamente con las mejores de ellas, el resto fueron recogidas por los Tlaxcaltecas [aliados de los españoles]. Los Españoles buscaron a través de toda la casa del tesoro, preguntando y discutiendo, y recogieron cualquier objeto que pensaron que era magnífico (...)" (3)

Citas:

(1) Crónica mexicana de Fernando Alvarado Tezozomoc.

Citado en: The Aztec Account of the Spanish Conquest of Mexico;

Miguel León-Portilla's book "The Broken Spears" (Las lanzas Rotas); (en inglés; traducción mía)

http://ambergriscaye.com/pages/mayan/aztec.html

 

(2) Codex Florentino/ Crónicas de Sahagún

Citado en: The Aztec Account of the Spanish Conquest of Mexico;

Miguel León-Portilla's book "The Broken Spears" (Las lanzas Rotas); (en inglés; traducción mía)

http://ambergriscaye.com/pages/mayan/aztec.html

 
(3) Idem.
 
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#6
(II) Perú (1524)
 
"Decían [los testigos] que habían visto llegar a su tierra ciertas personas muy diferentes de nuestro hábito y traje, que aprecían viracochas, que es el nombre con el cual nosotros nombramos antiguamente al Creador de todas las cosas, diciendo Tecsi Huiracochan, que quiere decir principio y hacedor de todos; y nombraron de esta manera a aquellas personas que habían visto, lo uno porque diferenciaban  mucho nuestro traje y semblante, y lo otro porque veían que andaban en unas animalías muy grandes [caballos], las cuales tenían los pies de plata: y esto decían por el relumbrar de las herraduras.
            "Y también los llamaban así, porque les habían visto hablar a solas en unos paños blancos como una persona hablaba con otra, y esto por el leer en libros y cartas; y aún les llamaban Hiuiracochas por la excelencia y parecer de sus personas y mucha diferencia entre unos y otros, porque unos eran de barbas negras y otros bermejas, y porque los veían comer en plata; y también porque tenían yllapas, nombre que nosotros tenemos para los truenos, y esto decían por los arcabuces, porque pensaban que eran truenos del cielo..." (4)
 
            También los Incas destacaron la codicia de los Españoles, que los trajo a sus tierras y los excesos y desenfreno que desencadenaron:
"Don Francisco Pizarro y don Diego de Almagro, dos capitanes generales y los demás se ajuntaron trescientos y cincuenta soldados. [En] Todo Castilla hubo grandes alborotos, era de día y de noche, entre sueños, todos decían, "Indias, Indias, oro, plata, oro, plata, del Pirú". Hasta los músicos cantaban el romance, "Indias, oro, plata" (...)
            "Vasco Núñez de Balboa tuvo noticias de la Mar del Sur. Con esta nueva, más se alborotó la tierra. Que si la reina le dejara venir, me parece que toda Castilla se viniera con tan rica nueva deseada: oro y plata. [Se creía] que la gente andaba vestida toda de oro y plata y todo el suelo, lo que pisaban, era todo oro y plata macizos, que como piedra amontonaban oro y plata.
            "Aún hasta ahora dura aquel deseo de oro y plata y se matan los españoles y desuella a los pobres de los indios y por el oro y plata quedan ya despoblados parte deste reino, los pueblos de los pobres indios, por oro y plata (...)
            "Comenzaron los capitanes a alinarse sus viajes y matalojes, mucha comida y armas, todo, bizcocho y tocino, cecina y procurarron traer otros regalos y ropa blanca, pero de hacienda pobre no quisieron traer nada, sino armas y escopetas, con la codicia de oro, plata, oro y plata, Indias, a las Indias, Pirú" (5).

Citas:

(4) Inca Titu Cusi Yupanqui; Relación de la Conquista del Perú; S. XVI.

Citado en:  La otra cara de la Conquista; Centro Editor de América latina; Biblioteca Fundamental del Hombre Moderno; Nº 43; s/d

 

(5) Guamán Poma; Nueva Crónica y Buen Gobierno; fines del S. XVI.
Citado en:  La otra cara de la Conquista; Centro Editor de América latina; Biblioteca Fundamental del Hombre Moderno; Nº 43; s/d
 
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#7
(III) El Río de la Plata (1536)

            No tenemos crónica indígena alguna de los primeros encuentros con los españoles, pues los Charrúas no dejaron ningún testimonio escrito al respecto. Me parece adecuado, sin embargo, citar parte de la obra "Tabaré" de Juan Zorrilla de San Martín, pues considero que -aunque con una versión romántica y melodramática y desde el punto de vista español- resume las primeras impresiones de los primitivos habitantes del Plata. El lector puede juzgar si esta reconstrucción de Zorrilla de San Martín de 1886 difiere mucho de los relatos Aztecas e Incas del S. XVI.
 
"Lo que hace que el cacique
"ciña a su frente estrecha
"las plumas del avestruz, y ajuste el arco
y. al par del fuego, su mirada encienda
 
"es que tendido estaba
"en la playa desierta,
"cuando vio que cruzaba por las islas
"del Paraná Guazú, piragua inmensa (...) (6)
 
"A Caracé el cacique
"han rodeado las tribus más guerreras,
"y entre el espeso matorral del río
"como banda escondida de luciérnagas,
 
"los ojos de los indios fosforecen
"al ver sobre la arena,
"cómo descienden de la extraña nave,
"los hombres blancos de la raza nueva
 
"y cómo dando al viento
"y clavando en el suelo su bandera,
"se agrupan en su torno, y, con sus voces
"la sorprendida soledad atruenan.
 
"¡Extraños seres! Brillan
"a los rayos del sol. Nada recelan.
"Y las lomas los miran, y el barranco,
"Y el Uruguay se empina y los observa;
 
"y los indios ocultos
"mutuamente se muestran
"con los brazos desnudos extendidos
"el grupo extraño que al jaral se acerca" (7)
 
Citas:
 
(6) Paraná Guazú: estuario del Río de la Plata.
 
(7) Juan Zorrilla de San Martín; Tabaré; Libro I, Cantos V y VI
Editorial Kapelusz; Argentina; 1962; pág. 37 y 38.
 
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#8
Los mensajes anteriores son, por supuesto, los mensajes que ya habían aparecido en el Foro Antiguo.
Por suerte (para mí), tenía un respaldo de los mismos y vuelvo a compartirlos con Uds.
 
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