09-13-2015, 02:52 PM
El fracaso de incluir a nuestro bendito Uruguay en un tratado como el TISA, sin dudas acarreara mas perjuicios que beneficios.
Los dogmaticos de izquierda y un plenario de dudosa representacion ciudadana nos hicieron (una vez mas) perder un tren.
Es tan fuerte la carga ideologica y los prejuicios que tienen que impiden al Uruguay abrirse al mundo.
Copio aqui un editorial del Sr.Martin Aguirre en El Pais sobre este tema.
El Tisa no existe
Tiene razón Tabaré Vázquez. El Tisa no es más que un sueño, en pleno inicio, y a años luz de concretarse. De hecho, una investigación liviana en los medios de algunos de los países que, a diferencia de Uruguay, sí han decidido explorar sus posibilidades, revela cosas interesantes.
Por ejemplo ni en El Mercurio, ni en El Comercio, principales diarios de Chile y Perú, se ha publicado una línea sobre el tema. Algo parecido sucede con El Mundo de España, donde al teclear “Tisa” en su buscador web, lo único que surge es una referencia a un bolso “burbuja” estrenado por la reina Letizia que habría causado sensación entre las amantes de la moda y que es producto de la marca “Tissa Fontaneda”.
O sea que salvo para algunos activistas con dosis de paranoia mal medicada, el Tisa está lejos de ser una inquietud planetaria, u ocupar el espacio que tuvo en Uruguay. Entonces ¿Por qué el movimiento sindical, y algunos grupos políticos lo demonizaron tanto? ¿Por qué para otros sectores empresariales e intelectuales ha sido tan deprimente la reversa de Vázquez? ¿Por qué el presidente dice ahora que no le importa, después de haber mandando al matadero a dos de sus ministros más cercanos por defenderlo?
Tal vez esta última sea la pregunta más fácil. Parece claro que al Presidente no le quita el sueño hacer pasar papelones a su gente más fiel. Y si no basta ver lo que hizo con María Julia Muñoz en el conflicto de la educación.
Pero para entender el odio de los sectores más de “izquierda” contra algo que no existe como el Tisa hay muchos enfoques. El primero es esa necesidad de tener siempre un enemigo amenazante, que justifique los discursos victimistas y de barricada que tanto disfrutan. Si no es el imperialismo, es la derecha “cerril”, el neoliberalismo, o el diario El País.
El segundo, es el de José Mujica, que ayer nos metió en la negociación, y hoy nos saca argumentando que es porque no está China. Claro, China necesita que nosotros la defendamos. O capaz nos deja de comprar soja, pero a Chile le afectaría que le deje de comprar cobre. En fin...
Hay otro, más profundo, que es el rechazo genérico a la industria de los servicios, ya que sus trabajadores suelen ser gente formada, poco afin a sindicalizarse, y que trabajan de manera más individual. Por lo tanto, no sirven para sostener el sistema de representatividad que da de comer a la casta pitcenetiana. En la central, la mayoría sigue soñando con un mundo de chimeneas, overoles, y eternas asambleas. Mundo condenado desde que China se quedó con la industria del planeta.
Hay un último grupo de opositores al Tisa. Gente inteligente, formada, pero afectada por una visión pesimista y desconfiada del orden económico actual. Que en buena parte han canalizado la frustración por el fracaso de los sistemas marxistas que admiraron en su juventud, en una postura al estilo de “aquello era un desastre, está bien, pero esto de ahora no es mejor y hay que enfrentarlo”. Y demonizan un sistema gobernado por multinacionales cartelizadas, que concentrarían riqueza a costas de los pobres.
Esto tiene dos problemas. Primero que es falso. En los últimos 50 años el planeta ha vivido una era de progreso sin precedentes. Sobre todo para los países y sectores más pobres. Podríamos dar una catarata de cifras, pero están a disposición en cualquier web de la ONU, CEPAl... lo que gusten.
Segundo, que el mundo ya está gobernado por multinacionales, corporaciones y sistemas de poder por fuera de los países. Es una realidad que Uruguay no va a resistir al estilo de la aldea de Astérix. Y no es una esquema inventado por unos viejitos malvados como Mr Burns desde algún retiro en los alpes suizos. Es un tema de escala económica y eficiencia productiva.
Se habla de que estos tratados imponen cláusulas que dejan por fuera a la justicia de los países. Pero señores, es evidente. ¿Alguien cree que un europeo que invierte millones quiere arriesgarse a que sus diferendos se diriman en la justicia de Guinea Bissau? ¿De Argentina? No es maldad, es realismo. Aunque no nos guste.
Pero así como la decisión de Vázquez generó alegría en estos grupos, desató una ola de depresión y pesimismo en otros. Todos los empresarios del rubro servicios (los que se podían ver más perjudicados, y cuya opinión nunca fue tenida en cuenta) han expresado su desazón.
Lo mismo que un amplio sector de profesionales y sectores medios que tienen una visión del mundo no tan maniquea. Y que vieron como, otra vez, una decisión que podría ser determinante para su futuro en vez de ser tomada en el Parlamento por los representantes de todos, es definida en el Plenario del FA, por una muestra menor de pobladores de comité de base, mientras sorbían mansamente amargo de una bombilla. Seguramente “Made in China”.
Los dogmaticos de izquierda y un plenario de dudosa representacion ciudadana nos hicieron (una vez mas) perder un tren.
Es tan fuerte la carga ideologica y los prejuicios que tienen que impiden al Uruguay abrirse al mundo.
Copio aqui un editorial del Sr.Martin Aguirre en El Pais sobre este tema.
El Tisa no existe
Tiene razón Tabaré Vázquez. El Tisa no es más que un sueño, en pleno inicio, y a años luz de concretarse. De hecho, una investigación liviana en los medios de algunos de los países que, a diferencia de Uruguay, sí han decidido explorar sus posibilidades, revela cosas interesantes.
Por ejemplo ni en El Mercurio, ni en El Comercio, principales diarios de Chile y Perú, se ha publicado una línea sobre el tema. Algo parecido sucede con El Mundo de España, donde al teclear “Tisa” en su buscador web, lo único que surge es una referencia a un bolso “burbuja” estrenado por la reina Letizia que habría causado sensación entre las amantes de la moda y que es producto de la marca “Tissa Fontaneda”.
O sea que salvo para algunos activistas con dosis de paranoia mal medicada, el Tisa está lejos de ser una inquietud planetaria, u ocupar el espacio que tuvo en Uruguay. Entonces ¿Por qué el movimiento sindical, y algunos grupos políticos lo demonizaron tanto? ¿Por qué para otros sectores empresariales e intelectuales ha sido tan deprimente la reversa de Vázquez? ¿Por qué el presidente dice ahora que no le importa, después de haber mandando al matadero a dos de sus ministros más cercanos por defenderlo?
Tal vez esta última sea la pregunta más fácil. Parece claro que al Presidente no le quita el sueño hacer pasar papelones a su gente más fiel. Y si no basta ver lo que hizo con María Julia Muñoz en el conflicto de la educación.
Pero para entender el odio de los sectores más de “izquierda” contra algo que no existe como el Tisa hay muchos enfoques. El primero es esa necesidad de tener siempre un enemigo amenazante, que justifique los discursos victimistas y de barricada que tanto disfrutan. Si no es el imperialismo, es la derecha “cerril”, el neoliberalismo, o el diario El País.
El segundo, es el de José Mujica, que ayer nos metió en la negociación, y hoy nos saca argumentando que es porque no está China. Claro, China necesita que nosotros la defendamos. O capaz nos deja de comprar soja, pero a Chile le afectaría que le deje de comprar cobre. En fin...
Hay otro, más profundo, que es el rechazo genérico a la industria de los servicios, ya que sus trabajadores suelen ser gente formada, poco afin a sindicalizarse, y que trabajan de manera más individual. Por lo tanto, no sirven para sostener el sistema de representatividad que da de comer a la casta pitcenetiana. En la central, la mayoría sigue soñando con un mundo de chimeneas, overoles, y eternas asambleas. Mundo condenado desde que China se quedó con la industria del planeta.
Hay un último grupo de opositores al Tisa. Gente inteligente, formada, pero afectada por una visión pesimista y desconfiada del orden económico actual. Que en buena parte han canalizado la frustración por el fracaso de los sistemas marxistas que admiraron en su juventud, en una postura al estilo de “aquello era un desastre, está bien, pero esto de ahora no es mejor y hay que enfrentarlo”. Y demonizan un sistema gobernado por multinacionales cartelizadas, que concentrarían riqueza a costas de los pobres.
Esto tiene dos problemas. Primero que es falso. En los últimos 50 años el planeta ha vivido una era de progreso sin precedentes. Sobre todo para los países y sectores más pobres. Podríamos dar una catarata de cifras, pero están a disposición en cualquier web de la ONU, CEPAl... lo que gusten.
Segundo, que el mundo ya está gobernado por multinacionales, corporaciones y sistemas de poder por fuera de los países. Es una realidad que Uruguay no va a resistir al estilo de la aldea de Astérix. Y no es una esquema inventado por unos viejitos malvados como Mr Burns desde algún retiro en los alpes suizos. Es un tema de escala económica y eficiencia productiva.
Se habla de que estos tratados imponen cláusulas que dejan por fuera a la justicia de los países. Pero señores, es evidente. ¿Alguien cree que un europeo que invierte millones quiere arriesgarse a que sus diferendos se diriman en la justicia de Guinea Bissau? ¿De Argentina? No es maldad, es realismo. Aunque no nos guste.
Pero así como la decisión de Vázquez generó alegría en estos grupos, desató una ola de depresión y pesimismo en otros. Todos los empresarios del rubro servicios (los que se podían ver más perjudicados, y cuya opinión nunca fue tenida en cuenta) han expresado su desazón.
Lo mismo que un amplio sector de profesionales y sectores medios que tienen una visión del mundo no tan maniquea. Y que vieron como, otra vez, una decisión que podría ser determinante para su futuro en vez de ser tomada en el Parlamento por los representantes de todos, es definida en el Plenario del FA, por una muestra menor de pobladores de comité de base, mientras sorbían mansamente amargo de una bombilla. Seguramente “Made in China”.