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España
La verdad que sí.

Que bien vendrían para la FAU una decena de estas nobles aeronaves...
 
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Fotos del patrullero Infanta Cristina durante su escala en Barcelona

https://www.defensa.com/galeria/patrulle...-barcelona
 
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“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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Dia de la Hispanidad, dia nacional de España

Los aplausos se los robo el paraca que quedo colgado de una columna al inicio del desfile



“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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Ún buen ejemplo de lo que el periodismo puede hacer para acercar las FFAA a la ciudadanía.

https://www.elconfidencial.com/amp/tecno...8_2299892/
 
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La Armada sólo contará con dos submarinos desde junio de 2020 hasta septiembre de 2022
Renuncia a extender la vida del S-73 Mistral para invertir ese recurso en el S-81 Isaac Peral
[Imagen: IMG_4952-516x315.jpg]Submarino Mistral, uno de los tres que tiene operativos la Armada EspañolaEsteban Villarejoel 20 dic, 2019[/url]  
La Armada Española ha informado este viernes de que no extenderá la vida operativa del [url=https://abcblogs.abc.es/tierra-mar-aire/espana/submarino-mistral-armada-espanola.html]submarino S-73 Mistral, que por tanto causará baja a partir de junio de 2020 tras 35 años de servicio.

Según la explicación oficial, «la buena marcha del programa S-80 permite cancelar la extensión de vida operativa», algo que permitirá ahorrar unos 45 millones (este fue el presupuesto de la gran carena última del S-71 Galerna aprobada hace dos años).

 
[Imagen: 84FDE487-E324-4887-9B3C-4F821E2DC954.jpeg]La dotación del submarino Mistral S-73 en el puerto italiano de Augusta / MDE
 

La noticia, vendida en positivo (el último hito de la construcción del submarino S-81 así lo constató esta semana), esconde sin embargo un dato preocupante: será la primera vez, al menos en los últimos en 50 años, que la Armada Española tenga tan solo dos submarinos operativos, el S-71 Galerna y el S-74 Tramontana.

El S-72 Siroco fue dado de baja en 2012, cuando se creía que los S-80 se recibirían tres o cuatro años después. Algo que no aconteció.

Y lo hará en un periodo de dos años, ya que el primer submarino de la clase S-80 (el S-81 Isaac Peral) no será entregado a la Armada hasta septiembre de 2022, según el último calendario de entregas que maneja el astillero Navantia y la propia Armada. Los otros tres S-80 se entregarán en 2024, 2026 y 2027.

 
[Imagen: 1403367739.jpg]El submarino Galerna, un día antes de iniciar su quinta gran carena en diciembre de 2017/ JAIME GARCÍA
 

Como reconocen las fuentes militares, el S-73 Mistral tenía inicialmente programado concluir su ciclo de vida el pasado mes de junio, pero la Armada, una vez realizados los estudios pertinentes, decidió la extensión de su ciclo de vida un año más para, a su finalización, realizar una gran carena.

«Sin embargo, diversos factores han aconsejado no realizar la quinta gran carena del S-73 Mistral. Por una parte, la buena marcha del Programa S-80, con el cierre exitoso del primer submarino S-81 Isaac Peral el pasado día 18 de diciembre, la incorporación de la dotación de quilla a partir de enero de 2020, y su entrega a la Armada en septiembre de 2022»  y «la duración estimada de la gran carena y el impacto económico que conllevaría la quinta gran carena del S-73 Mistral».

 
[Imagen: subma3.jpg]Imagen del submarino S-81 “Isaac Peral” tras su último hito, el pasado jueves, donde se unió su casco interno / NAVANTIA
 

Por tanto, desde la Armada se ha preferido invertir el coste de esa gran carena del S-73 en la ejecución de gastos necesarios para el programa del submarino S-80.

Fuera como fuese, hay una realidad, una Armada como la de España se encontrará durante dos años y tras meses (si todo va bien) con tan solo dos submarinos operativos. Todo ello, en un momento de frenética actividad submarina en el Mediterráneo, con gran actividad de los sumergibles rusos.

Además, por poner otro ejemplo comparativo, un país como Argelia tiene en estos momentos 6 submarinos operativos, una capacidad disuasoria y de inteligencia de primera magnitud.

 
[Imagen: submarinoargelia.jpg]Dos submarinos argelinos
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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Festejo de los 500 años de la primera circunnavegación llegó a Uruguay
9/01/2020 06:48


[Imagen: oqV-jDQpLv6G.jpg]
[size=x-small]EFE

Este hecho que marcó un antes y un después en la navegación es el fin por el que el buque español Sebastián Elcano recorre diferentes puertos.
En el quinto centenario de la primera circunnavegación de la tierra, "la epopeya más importante de la historia marítima mundial", el buque escuela de la Armada española Juan Sebastián Elcano -que rinde homenaje al marino que consiguió esta gesta- arribó este martes a Montevideo.

Este hecho que marcó un antes y un después en la navegación es el cometido principal por el que el buque español se encuentra recorriendo diferentes puertos a lo largo y ancho del planeta.

Así lo contó a la prensa el comandante del barco, Santiago de Colsa Trueba, quien destacó el "estrecho vínculo" que existe entre dos naciones hermanas como son Uruguay y España.

"Compartimos una lengua, una historia comunes y también una dimensión marítima que hace que el océano Atlántico sea un punto de encuentro entre uruguayos y españoles", aseguró.

Este buque lleva adelante el XCII crucero de instrucción y permanecerá en la capital uruguaya -a la que llegó por decimosexta vez en su historia- desde este martes hasta el 12 de enero, momento en el que zarpará hacia Recife, en Brasil.

A los cometidos típicos de representar a España en el mundo y de contribuir a la formación de los guardiamarinas que son "los futuros oficiales de la Armada", esta oportunidad tiene una "mayor importancia" debido al recuerdo de aquel 10 de enero de 1520, cuando la expedición de Elcano se internó en el Río de la Plata con el objetivo de hallar un paso hacia el océano Pacífico.

"Estamos inmersos en la conmemoración del quinto centenario de la primera circunnavegación de la tierra, que sin lugar a dudas es la epopeya más importante de la historia marítima mundial", afirmó.

Por lo tanto, durante los próximos dos años tendrán al buque escuela navegará entre los lugares más relevantes en de aquella expedición encabezada por el portugués Fernando de Magallanes y el español Elcano.

De Colsa Trueba subrayó que el Elcano es una figura "muy importante" para la Armada española por todo lo que representó y el hecho de que el buque escuela lleve su nombre es algo que inspira la actuación de toda la dotación y genera orgullo en sus tripulantes.

Construido en los astilleros 'Echevarrieta y Larrinaga' de Cádiz, el buque escuela Juan Sebastián de Elcano fue botado el 5 de marzo de 1927 y entregado a la Armada el 17 de agosto de 1928. Lleva más de 91 años en la mar con más de un 1.780.000 millas náuticas navegadas por todos el mundo y con recaladas en más de 70 países diferentes.

La dotación actual está formada por 230 personas (20 % mujeres, 80 % hombres), 55 de ellos son guardiamarinas españoles y a bordo también hay un guardiamarina peruano, uno español, otro brasileño y se sumará ahora un uruguayo.

Para el comandante, la experiencia a bordo de este buque es fundamental para el aprendizaje de los futuros oficiales de la Armada debido a que aprenden aspectos técnicos y científicos pero también descubren valores que son "inherentes" a su profesión como la disciplina, la lealtad, el trabajo en equipo y el valor.

El crucero de instrucción partió desde Cádiz el pasado 3 de noviembre. Ya recorrió Las Palmas, Río de Janeiro, Buenos Aires, Mar del Plata, Montevideo y próximamente irá hacia Recife, Curazao, República Dominicana y Miami, para retornar al punto de inicio el 18 de abril.
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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Vídeo: el salto masivo de 114 paracaidistas desde un avión A400M
El Ejército del Aire celebra su millón y medio de saltos

[Imagen: 20EC1F12-CE88-4A1E-A2F5-13608C05B6D0-516x315.jpeg]
Salto paracaidista desde el avión de transporte militar A400M del Ejército del Aire / EAEsteban Villarejoel 24 ene, 2020[/url]  [url=https://www.linkedin.com/shareArticle?mini=true&url=https://abcblogs.abc.es/tierra-mar-aire/espana/paracaidistas-avion-a400m.html#vca=rrss-inducido&vmc=abc-es&vso=lk&vli=noticia-post]

El Ejército del Aire celebró ayer su millón y medio de saltos paracaidistas registrados desde que hace 72 años se realizara el primero de ellos.

En concreto, 114 militares pertenecientes a la Escuela Militar de Paracaidismo (EMP) «Méndez Parada», situada en la base aérea de Alcantarilla (Murcia), llevaron a cabo un salto masivo desde la rampa de un avión de transporte militar A400M del Ala 31 (Zaragoza).

 VÍDEO:





Además de los saltos desde el A400M se realizaron varios saltos paracaidistas en distintas modalidades y aviones a cargo de la Patrulla Acrobática de Paracaidismo del Ejército del Aire (PAPEA) y del Escuadrón de Zapadores Paracaidistas (EZAPAC).

«El paracaidismo militar en España tiene a su pionero en la figura del capitán Méndez Parada, que da nombre a la EMP y que en los años 20 del siglo pasado llevó a cabo los primeros cursos de paracaidismo en España. Murió heroicamente en accidente aéreo cerca de Getafe cuando, a punto de estrellarse el biplano que pilotaba acompañado de un soldado, le cedió a este su paracaídas para que pudiera salvar su vida», explica el Ejército del Aire.


[Imagen: 6FC0BC81-4C30-41F8-B0CA-5AA80AF22916.jpeg]Salto paracaidista desde el avión de transporte militar A400M del Ejército del Aire / EA

La EMP cuenta con unas instalaciones para la enseñanza del paracaidismo, que se encuentran entre las más avanzadas del mundo. Dispone de una torre de lanzamiento y un simulador de descenso para apertura automática, inaugurados en el año 2005, que han permitido elevar la seguridad de los saltadores y disminuir el número de bajas para obtener la aptitud de cazador paracaidista.

Y para la enseñanza del paracaidismo en la modalidad de apertura manual, se pusieron en funcionamiento a principios del año 2007 dos simuladores: un simulador virtual que sirve para entrenar el vuelo con el paracaídas abierto, y el simulador de caída libre, coloquialmente conocido como túnel de viento.
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El capitán a bordo del F-18 que escoltó al Air Canada: «Intercepté el avión en solo seis minutos»
Roberto García Macías analiza en ABC cómo interceptó el vuelo AC837, que estuvo varias horas surcando los cielos de Madrid, tras declarar una emergencia por tener una rueda y el motor izquierdo dañados
[Imagen: resizer.php?imagen=https%3A%2F%2Fstatic1...&medio=abc]Álvaro G. ColmeneroSEGUIRActualizado:06/02/2020 16:44hGUARDAR
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Pasar del completo anonimato a copar los titulares de la prensa debe ser, cuando menos, impactante. Es lo que le ha ocurrido a Roberto García Macías, capitán del Ala 12 del Ejército del Aire. El joven piloto madrileño –32 años– llegó el pasado lunes unos minutos antes a trabajar para preparar los vuelos nocturnos que tenía programados. Pero, sin esperarlo, su superior, el coronel Jerónimo Domínguez, le dio la orden de despegar para evaluar los daños de un avión comercial que había declarado una emergencia. «En solo seis minutos desde la salida estaba a su altura», relata a ABC. Le tocó a él, pero «cualquier compañero podría haberlo hecho», añade con humildad. Pese a su juventud, ocho años de experiencia a bordo de un avión de combate avalaron su espectacular actuación, surcando los cielos de la capital española escoltando a escasos metros al vuelo AC837, de Air Canada, una «performance» que se expandió rápidamente. «No era consciente de la repercusión», reconoce. Lo cierto es que la resolución de esta emergencia ha sido aplaudida desde numerosos sectores. Ya más tranquilo, reducida notablemente la presión mediática, el capitán analiza con este periódico el cómo y el porqué de su misión «estelar».
La imagen del caza F-18 escoltando al avión de Air Canada ha marcado esta semana mediática. ¿Es muy común que se realice una actuación así?

Nosotros estamos para lo que se requiera. No es la primera vez que se apoya para interceptar un avión civil en problemas, pero no suelen ser tan mediáticas. Nosotros en el barracón de alarma estamos preparados para despegar en 15 minutos para interceptar algún avión que no esté siguiendo su plan de vuelo, que no conteste a la radio o casos similares.



¿Cómo considera que fue la actitud de la tripulación del Air Canada?
Cuando fui ya habían pasado horas desde el incidente. Hay una frecuencia preparada en la que estábamos implicados el Air Canada, el controlador y yo. Ahí hablo con él en inglés y le comento lo que le veo. Le pido autorización para juntarme, él me dice que sí. Y comenzamos a comentar el estado de los neumáticos que yo lo estoy viendo. En todo momento, me dio la sensación de que estaban tranquilos y relajados.
¿Desde dónde salió el F-18 y cuánto tardó en interceptar al Air Canada?
Salí desde la base de Torrejón y tardé seis minutos. Pedí un rumbo directo, me puse a la máxima velocidad supersónica (1.9 Mach), a unos 1.000 kilómetros por hora.
Cuando llega y ve lo que tiene afectado, ¿piensa que es un aterrizaje de emergencia en el que corren serio peligro?
Yo ya he pasado por experiencias más traumáticas que esa. Es verdad que la repercursión no es la misma. No es lo mismo llevar 130 personas a bordo y ocho tripulantes que un piloto militar solo. Los nervios que se generan en aviación civil siempre son muchísimo mayores. Mi percepción subjetiva es que se iba a solventar e iba a tomar tierra bien. Era una de las diez ruedas que tiene ese avión, solo estaba afectada una de la parte exterior. El neumático estaba reventado, pero la rueda en sí estaba íntegra. Me parecía que el aterrizaje iba a realizarse con éxito.
¿Qué criterios se siguieron para que saliese usted a interceptar al Air Canada?
Esta misión la podría haber hecho cualquiera de mis compañeros. Yo estaba en ese momento trabajando, teníamos una serie de vuelos nocturnos. Había llegado un poco antes a trabajar, entonces el coronel bajó y nos preguntó a Jesús Ibarra y a mí que quién podía hacerla. Él tenía un vuelo que no podía retrasar porque implicaba a otras unidades de combate y yo por casualidad tenía una misión que si se podía retrasar una hora. Así se lo expresé a mi coronel, el coronel Domínguez, y la hice yo.
Daba la impresión de que estaban muy cerca y que podía chocar en cualquier momento si viniera una ráfaga de viento. ¿Cuál es la mayor dificultad en este tipo de operación?
Esa es una inquietud que tiene la gente que es un poco neófita en el asunto. Si hubiese una racha de viento, que las hay, afecta a los dos aviones por igual porque están tan cerca, entonces la velocidad relativa entre ellos no varía. Yo estuve mucho más cerca de lo que sale en las imágenes para inspeccionar las ruedas, a metros, pero no es una maniobra en absoluta peligrosa. Nosotros despegamos en formación, tomamos tierra en formación, hacemos acrobacia en formación a varios Gs... Entiendo que desde fuera pueda parecer peligroso, pero no hay tal peligro.
¿Qué actuaciones había tenido usted hasta el momento?
El año pasado, el Ala 12 participó en el Baltic Air Policy, la Policía Aérea del Báltico, estuvimos haciendo alarmas encuadrados en la OTAN, puesto que los países bálticos no tienen aviones de combate. Estuvimos interceptando a los aviones que no respetaban las reglas de vuelo internacionales. También he estado en muchos ejercicios y lógicamente hemos tenido emergencias.
¿De qué emergencias habla usted?
He tenido dos emergencias bastante críticas. Una de ellas me ocurrió con menos experiencia, se partió un alerón que es el que te permite girar y tuve que aterrizar con los últimos recursos que da el avión. Y la más grave, tuve la desgracia de que una pata entera del tren principal, la derecha, no me salió (el F-18 tiene tres patas) y tuve que tomar tierra sin una de ellas. Por lo tanto, esta emergencia con el Air Canada era crítica, pero yo sabía que si había aterrizado sin una pata entera esta situación se resolvería.
¿Salió indemne de sus emergencias?
Tuve la suerte de salir indemne de las dos y, en la segunda, el avión estuvo volando en cuestión de días porque la toma fue bastante suave, muy precisa y no le pasó prácticamente nada al avión para lo que le podía haber pasado. Fue un momento estresante, pero la maniobra fue afortunada.
¿Qué tipo de misiones podéis llegar a hacer a bordo de un caza?
Es una buena pregunta porque la gente no está muy familiarizada con esto. Nosotros nos preparamos para intervenir en cualquier tipo de conflicto. En el día a día, en tiempo de paz, siempre hay un avión preparado en 15 minutos con un mecánico, un piloto y un armero listos para salir a interceptar lo que se nos ordene. Luego tenemos un plan de instrucción en el que simulamos de la forma más fiel posible todos los roles que tiene nuestra Ala: ataque aire-suelo; combate aire-aire; reconocimiento aero-táctico. Estos F-18 estuvieron en la Guerra de los Balcanes apoyando a la OTAN.
Volviendo al incidente del lunes, cuando salió de la base de Torrejón, ¿era consciente de la expectación mediática que se había creado?
No, ni muchísimo menos. No suelo ver telediarios porque me cogen siempre o trabajando o cuidando a mis dos hijos pequeños y prensa leo cuando tengo tiempo. No sabía que había una expectación tan grande, no era consciente de la repercusión. Sí que era consciente de la responsabilidad de la misión, que había que hacerla de la manera más fiable posible.
Inevitablemente se ha convertido en protagonista en los últimos días. ¿Se ha visto abrumado por tanta expectación mediática?
La verdad es que sí. Nosotros trabajamos todos los días del año las 24 horas haciendo un servicio. Cuando tiene repercursión mediática se alaba mucho esa actuación en concreto. Me ha abrumado, pero es una oportunidad para dar a conocer a la gente que no está habituado a verlo, que hay una Ala de combate en Madrid, que estamos para proteger el espacio aéreo y que pueden contar con nosotros en cualquier momento como así hemos demostrado. Para terminar, quiero hacer mención a los armeros y mecánicos, Francisco y Guzmán, que eran los que estaban por allí. Les avisé de que había salido esta misión, echaron a correr, prepararon el avión rapídisimo y su actuación merece ser comentada.
Imagino que después de una actuación sublime y tan mediática le habrán felicitado personalmente.
Sí, mi coronel Jerónimo Domínguez me ha felicitado varias veces. La ministra de Defensa también. Además ya nos conocíamos porque me llamó anteriormente. Un día iba a subirse a un avión del grupo VIP y yo estaba haciendo una exhibición de vuelo, haciendo maniobras a baja altura. A ella le gustó, se quedó viéndola entera, pidió mi teléfono y me llamó. Cuando fuimos al ministerio me dio la enhorabuena.
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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[Imagen: 1585831416_096830_1586453776_noticia_fotograma.jpg]
La guerra de nuestra generación
Jesús Rodríguez  
10 ABR 2020 - 00:06 CEST
Más de 8.000 militares batallan cada día en España contra el coronavirus. Un recorrido a su lado durante 48 horas patrullando Madrid, descontaminando residencias de personas mayores, construyendo hospitales de campaña y transportando cadáveres. Y en los centros de decisión estratégica donde se dirige la Operación Balmis.


Cae una lluvia gélida sobre Madrid. Las calles están desiertas. El panorama es desolador. La capital es el mayor foco de contagios y fallecidos en España. Y las residencias de ancianos, uno de los puntos más críticos de la pandemia. A las afueras de la ciudad, en un barrio residencial de Alcalá de Henares, 48 paracaidistas aguardan bajo un chaparrón que se va transformando en nieve y tiñe de blanco sus boinas negras. Hay pocas palabras. El cansancio de muchos días se va acumulando. El patio de la residencia de personas mayores se ha convertido en un improvisado aparcamiento de vehículos militares. La Brigada Paracaidista ha llegado con las primeras luces del día con la orden de descontaminar este recinto. Al menos tres miembros del personal del mismo ya han caído enfermos por coronavirus. Y un par de residentes de edad muy elevada muestran síntomas de haberse contagiado. Nadie sabe a ciencia cierta si lo han contraído; no se les podido realizar un test; carecen de ese sistema de diagnóstico rápido. Como precaución se les mantiene aislados en un extremo del edificio. Visto a través de un ventanal uno de los enfermos proyecta la imagen de un estado agónico.

La misión de desinfección que van a realizar los paracaidistas hoy es clave. Se rumorea que la carga viral del enorme inmueble con 180 habitaciones y 200 residentes es elevada. El subteniente Carlos Infante, el veterano especialista en defensa NBQ (nuclear, biológica y química) que dirige la operación, se lía su primer pitillo de la mañana y profiere a su gente con voz queda: “Vamos a esperar a que los viejecitos terminen de desayunar, que luego les confinen en el comedor de cada planta y entramos. Esto es muy grande. Aquí tenemos para doce horas”. Un goterón le empapa el cigarrillo. Y mira al cielo.
A esta primera hora de la mañana otros destacamentos de las grandes unidades militares que rodean Madrid han salido a la calle para realizar la misma misión: descontaminar residencias de ancianos. Llevan más de 2.000. Una misión de alto riesgo. Lo saben. Y lo hacen todos los días. “Que si tenemos miedo a pillar el virus? Para nada. Lo que estamos haciendo representa la solidaridad más elemental. Si no, para qué estamos”, profiere un joven paraca.

[Imagen: 1585831416_096830_1586430023_sumario_normal.jpg] ver fotogalería Una treintena de militares de la Brigada Paracaidista de Alcalá de Henares, a las afueras de Madrid, llegan con sus equipos NBQ (defensa nuclear, biológica y química) para descontaminar una residencia de personas mayores. CARLOS SPOTTORNO

Desde el extrarradio de Madrid se han comenzado a organizar desde la madrugada otros convoyes de vehículos con tropas y material de descontaminación que atravesarán la fantasmal ciudad deteniéndose en los semáforos. La Brigada Guadarrama XII, acantonada en El Goloso, dotada de carros de combate Leopard y cañones que alcanzan 30 kilómetros, tiene hoy entre sus cometidos desinfectar recintos de ancianos en Colmenar Viejo y Galapagar. Y la Unidad Militar de Emergencias (UME), aquel vituperado invento de Zapatero, que desde 2005 se enfrenta a las catástrofes por tierra, mar y aire en toda España y salva vidas, emprende a la misma hora su marcha en dirección a Alpedrete y San Sebastián de los Reyes. Y suma y sigue. Los militares desinfectan una media de 200 residencias al día. Las peticiones son continuas. En todos los puntos de esta ciudad asolada, los militares transportan a enfermos y centenares de muertos; construyen hospitales de campaña y campamentos para los sin techo; trabajan en Ifema; patrullan ciudades solos y junto a la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía e intentan, “proteger, ofrecer seguridad y generar confianza”. En otros puntos del país, además, custodian infraestructuras críticas (como las centrales nucleares), impermeabilizan fronteras y aerotransportan material sanitario y españoles atrapados en el exterior. Limpian y patrullan hospitales, aeropuertos, estaciones y edificios públicos y suministran agua y alimentos. Incluso han movilizado barcos de proyección de tropas para convertirlos en hospitales flotantes.
Cerca de tres centenares de los efectivos de las Fuerzas Armadas ya han contraído el virus. Trabajan sin horarios. Comen cuando pueden. Están en primera línea. “Estamos aquí para ayudar; es un buen momento para que los españoles vean de lo que somos capaces y qué hacemos con sus impuestos; el apoyo a las autoridades civiles está en nuestro plan anual de adiestramiento, y ya sabe, se lucha como se entrena”, explica el general Rafael Colomer, jefe de la brigada acorazada Guadarrama XII, mientras controla en tiempo real el despliegue de 1.300 de sus soldados y 300 vehículos desde el TOC (Centro de Operaciones tácticas) de su cuartel, con las paredes empapeladas con mapas de Madrid, y se mantiene en continuo contacto con el Palacio de Buenavista, sede del Cuartel General del Ejército, en Cibeles, donde se asignan diariamente a las unidades del ejército de Tierra de toda España sus cometidos. Durante el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, esta brigada Guadarrama XII de El Goloso (que pertenecía a la famosa división acorazada Brunete) tenía la misión de ocupar Madrid y fumigar la democracia. Era la discípula predilecta del golpista Milans del Bosch. Cuarenta años después, esta mañana gris, sus vehículos salen a la calle para apoyar a los ciudadanos, Y llegar hasta donde otras administraciones no llegan. Limpiando, construyendo, transportando o patrullando. Con el fusil o la bayeta. La teniente Elvira Barbasán, que no ha cumplido aún los 30 y ya manda a un centenar de artilleros, está feliz con ese trabajo pero no altera mientras habla su posición de firmes: “Lo mejor de todo esto es permanecer junto a los españoles en estos momentos tan duros; interactuar con ellos, ser útiles, que lo vean y lo tengan claro. Y es algo que a los militares no nos ocurre muy a menudo y es muy gratificante. Los ciudadanos saben poco de nosotros. Y es una ocasión para darnos a conocer”.

[Imagen: 1585831416_096830_1586430193_sumario_normal.jpg] ver fotogalería El segundo paso de la descontaminación consiste en desinfectar cada objeto, mueble y rendija con mochilas aspersoras de diez litos de hipoclorito de sodio. El aire se hace irrespirable. CARLOS SPOTTORNO

Su jefe, el general Colomer, relata como uno de sus regimientos acantonado en Barcelona está descontaminando edificios públicos en Cataluña, desde aeropuertos a comisarías. Y en el País Vasco hay trabajando miembros de otras unidades. Como la unidad NBQ de Valencia. “Y no ha habido ni un solo problema. El feed back diario es extraordinario. Estamos donde se nos solicita”.
Cada una de esas unidades militares activada en toda España (8.000 soldados a diario de los que 3.000 son profesionales sanitarios militares repescados incluso del retiro), está representada por un icono en el enorme mapa electrónico que cubre una pared del Centro de Operaciones Conjunto, en la base de Retamares, al oeste de Madrid. Hoy 400 misiones en marcha. Estamos en el centro neurálgico desde el que se conduce, dirige y monitoriza la Operación Balmis, es decir, la participación de las Fuerzas Armadas en la crisis del coronavirus. Este JOC (Joint operation Center, en la jerga de la Otan) ofrece la apariencia de una sala de cine en semi penumbra. El frontal de la sala está ocupado por pantallas con datos que se actualizan continuamente. En torno suyo, en gradas, oficiales de los tres ejércitos permanecen absortos en sus ordenadores. Son expertos en operaciones, logística e inteligencia. En la parte superior del anfiteatro tres generales y un capitán de navío reciben toda la información y toman las decisiones. Hay también uniformes de la Guardia Civil, el Cuerpo Nacional de Policía, Protección Civil y la UME. Y oficiales de enlace con los ministerios delegados por el Presidente para la gestión del estado de alarma: Sanidad, Defensa, Interior y Movilidad. “Esto es pura coordinación”, explica un oficial de la Marina, “somos como un buzón, tenemos información de lo que se necesita en cada lugar de España en cada momento y sabemos qué unidad militar lo puede hacer por proximidad y competencia. Y cruzamos esos datos. Cada unidad sabe con 24 horas de antelación lo que tiene que hacer al día siguiente”. En este centro de situación se trabaja en turnos de 12 horas, pero el JOC no para durante los 365 días del año. Desde esta sala también se controla el espacio aéreo, marítimo y terrestre de España. Y las operaciones militares en el exterior, en la que participan 3.000 soldados españoles (algunos de ellos también contagiados. En un lateral, un puñado de relojes electrónicos marcan el huso horario de cada territorio donde hay desplazados militares españoles, ya estén navegando o en Líbano o Irak.
A las ocho de la mañana se lleva a cabo en esta sala con precisión matemática la “actualización de operaciones”, en la que cambia el jefe de turno (un oficial superior) y transmite el “punto de situación” al oficial que lo releva y al teniente general jefe del Mando de Operaciones, Fernando López del Pozo, el encargado de ejecutar Balmis. Especialista en emergencias, ataviado su uniforme de campaña, lucha con su mascarilla, que no deja deslizarse de su nariz. Todos los oficiales del JOC la llevan. Y guantes de látex. Y mantienen con disciplina castrense la distancia de seguridad. Un teniente coronel advierte continuamente al periodista que no se acerque a él. “Ni usted ni yo podemos ponernos malos”.

[Imagen: 1585831416_096830_1586430286_sumario_normal.jpg] ver fotogalería Centro Conjunto de Operaciones (JOC), en la base de Retamares, a las afueras de Madrid. Desde aquí se dirige toda la Operación Balmis, la participación de 8.000 militares contra el coronavirus, ciudad a ciudad, soldado a soldado, en tiempo real. CARLOS SPOTTORNO

Desde que se publicó el viernes 13 de marzo el Real Decreto el Real Decreto que declaraba el estado de alarma, quedó activado este Centro de Operaciones por orden de la ministra de Defensa, Margarita Robles. “A primera hora del sábado 14 tuvimos una reunión del Grupo de Planeamiento para poner en marcha toda la operación”, explica uno de los asistentes a la misma, el coronel Juan Bustamante. “De esa reunión salió un plan de operaciones, un dossier breve, en el que se contemplaban las necesidades de los ministerios de Sanidad, Defensa, Interior y Movilidad, y cómo podíamos apoyarles. Al final de la reunión, uno de los presentes, un capitán de fragata, sugirió bautizarla como Balmis, un médico militar que a comienzos del XIX organizó una expedición de varios años por todo el planeta para extender la vacuna de la viruela. Encajaba. Esta es una misión militar de apoyo a la población civil. Pura gestión de crisis. En solo 48 horas, el lunes 16, estábamos en la calle. Con Madrid como objetivo prioritario. Y los soldados patrullando las estaciones de metro y ferrocarril”.
No partían de cero. “Somos unos pesados; los militares tenemos un plan para todo”, explica un oficial del Mando de Operaciones. Este órgano, desde el que se dirigiría una guerra en la que participara España, tiene la ventaja de contar con una estructura permanente para conducir operaciones y el soporte teórico de una veintena de “planes de contingencia”, elaborados por un centenar de analistas de su estado mayor, que se actualizan cada año. Ahí se contemplan las distintas y posibles situaciones contra la seguridad del Estado, desde los conflictos de alta intensidad, hasta una amenaza terrorista o una catástrofe natural. Y cuando esa contingencia se presenta, se abre el sobre lacrado y la respuesta se pone en marcha. En esta ocasión, además, la contingencia estaba prevista en la Estrategia de Seguridad Nacional 2017, elaborada por la Administración Rajoy, que incorporaba como un posible desafío, “las pandemias y epidemias”. El responsable del Mando de Operaciones comenta que cuando se previó esa hipótesis, se estaba pensando en la epidemia de ébola de 2014 (que solo provocó una víctima mortal en España, pero 12.000 en África, y sigue pendiendo como una espada de Damocles sobre la humanidad), “no en algo como el coronavirus. Esto es excepcional. Pero estamos respondiendo día a día y ayudando a los colectivos más desfavorecidos, explica el general López del Pozo.
“Vamos María termínese la leche y la magdalena que van a venir los policías a ayudarnos”, apremia una enfermera de la residencia de Alcalá de Henares donde aguardan para entrar los paracaidistas a una octogenaria que desayuna con parsimonia en su cuarto delante de la televisión. Una residencia de ancianos es un hogar de pequeños hogares. Cada habitación atesora los recuerdos más íntimos de sus moradores. Sus posesiones sentimentales. Hay viejas fotos en blanco y negro, abanicos enmarcados, dibujos infantiles y estampas religiosas. Y sobre el lavabo el perfume que le regalaron los nietos esta navidad. Una de las habitaciones parece un palacete con candelabros de plata y un sillón de terciopelo rojo y otra, blanca y desnuda, la celda de un cartujo. El inquilino de esta no quiere salir al pasillo. Adopta una resistencia pasiva. Hay que convencerle. Las empleadas de la residencia han levantado las camas, abierto los armarios y baños y retirado las cortinas y alfombras. Los ancianos son confinados en el comedor de cada planta, se les cubre con mascarillas quirúrgicas y sienta en sillas separadas unas de otras. Cunde entre ellos el desconcierto. Algunos tienen expresión de pánico. La mayoría, de tristeza. Por fin, se sumen en sus pensamientos. Algunos dormitan y otros presencian desde su pecera el espectáculo de la desinfección militar sin entender nada. Una hace un gesto de aplaudir. “¡Viva España!”, dice.

[Imagen: 1585831416_096830_1586430549_sumario_normal.jpg] ver fotogalería Los ingenieros acaban de llegar de montar un hospital de campaña en Segovia. Hoy están en Madrid con Torrespaña de fondo, y mañana tienen que estar en Sabadell para acondicionar un polideportivo como hospital. CARLOS SPOTTORNO

El subteniente paracaidista Carlos Infante apaga su cigarrillo y pone a su gente en marcha para acometer la “descontaminación operativa”. Van provistos con recién desprecintados equipos NBQ: unos uniformes de camuflaje de un tejido técnico y correoso que les cubre herméticamente la cara, la cabeza y el cuerpo. Se lo ajustan además a las muñecas y tobillos con cinta americana. Llevan gruesos guantes y calzas de goma que les obligan a caminar como patos. Se ciñen al rostro las máscaras negras M6-87, con filtros de carbón activado, capaces de evitar la contaminación bacteriológica, química y radioactiva. Pueden beber sin retirársela con una cantimplora que parece el morro de un oso hormiguero. Cuando te la pones, la vista se empaña y la respiración se vuelve trabajosa. Cualquier esfuerzo se cuadruplica por la dificultad para absorber aire limpio. Te ahogas.
Es la sensación que tienen los paracaidistas mientras suben trabajosamente por las escaleras los cuatro pisos de la residencia. Se comunican con gestos. El procedimiento operacional NBQ implica descontaminar desde las plantas superiores hacia abajo. Y no acercarse de ninguna manera a la “zona caliente”, donde permanecen aislados los enfermos. Antes de acceder al edificio, los soldados se han desinfectado a conciencia. Se trata de que ningún patógeno entre o salga de la residencia. Cuantas veces accedan o abandonen el edificio, tendrán que repetir una farragosa operación que implica ser rociados de agua helada con lejía (“hiploclorito de sodio”, aclara un brigada), y lavarse el calzado, los guantes (que se retiran con maestría) y después las manos y la cara. Es el momento de quitarse la máscara y respirar aire fresco unos pocos minutos. Y volver dentro. “Aquí, aunque salgas a mear, te tienes que volver a descontaminar”, sentencia un paraca guasón.
El procedimiento de descontaminación de la residencia es lento y perfectamente regulado y organizado. Los soldados esparcen lejía con unos potentes nebulizadores sobre los techos y paredes, lo que crea una atmósfera irrespirable. Hay que esperar unos minutos para que la suciedad se deslice. A continuación, llega otro equipo de paracaidistas que rocían con mochilas aspersoras de diez litros de agua con lejía cada resquicio y se ceban con las camas, armarios y baños. Después llega el “comando bayeta”, que frota con fruición cada picaporte, espejo, puerta, mesa y pasamanos. La operación termina con el “comando fregona”, que se trabaja con ímpetu el suelo de la residencia. Cuarto a cuarto; pasillo a pasillo; baño a baño. El proceso termina con el secado y ventilación de la residencia. Mañana tienen otra. “Nos ha tocado esta misión y yo me la tomo como si fuera un conflicto de alta intensidad, cono una guerra contra el virus”, dice un soldado exhausto”.
Toda la labor de las Fuerzas Armadas en la crisis del coronavirus a través de la Operación Balmis es rápida, flexible y modular. Y se extiende por todo el Estado. Tiene un componente de apoyo material a las autoridades civiles y otro (menos tangible) para generar confianza y seguridad a la población. El presidente de la República Francesa, al poner en marcha una misión militar similar contra el coronavirus bautizada Resiliencia, dejó claro que esta no tenía nada que ver con la Operación Sentinelle, que combate militarmente el terrorismo islamista en el interior del país: “Resiliencia estará centrada en dar apoyo a los ciudadanos y a los servicios públicos en diálogo continuo con las autoridades del Estado”.
Esa es la clave: estar al servicio de las autoridades. Que la población se sienta segura. Patrullar con el pelotón del Teniente Ezequiel por la desierta localidad madrileña de El Escorial, donde las pisadas de una treintena de soldados de la brigada Guadarrama retumban en los viejos adoquines del monasterio, es una buena muestra de ello. No llevan fusiles, solo pistolas los oficiales y suboficiales. Desde las ventanas los vecinos les sonríen con timidez. El capitán Diego Ruiz responde saludando marcialmente. Y surge un aplauso.

[Imagen: 1585831416_096830_1586430604_sumario_normal.jpg] ver fotogalería Cada vez qiue los paracaidistas salen o entran a la residencia se les descontamina a conciencia. Todo está perfectamente regulado con obsesión castrense. No se saltan ni un paso del reglamento. CARLOS SPOTTORNO

¿Cuál es el objetivo de esas patrullas? Estos soldados y todos los que operan por España fueron nombrados “agentes de la autoridad” mediante el Real Decreto del estado de alarma. “Lo que no quiere decir que puedan detener o presentar denuncias, porque no son policía judicial”, explica el general López del Pozo, jefe del Mando de Operaciones. Por eso algunas de sus patrullas han comenzado a ser conjuntas con miembros de la Policía Nacional y la Guardia Civil. Es una forma de incorporar a los 120.000 soldados españoles (los efectivos de la Guardia Civil son 80.000 y los del Cuerpo Nacional de Policía 65.000) a tareas de seguridad ciudadana durante esta crisis, aunque a las órdenes de los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y bajo las coordenadas del ministerio del Interior. “El presidente ha buscado en la caja de herramientas del Estado y ha visto que los militares somos perfectos en un momento de catástrofe nacional, cuando está amenazada la seguridad y bienestar de los ciudadanos, porque podemos hacer de todo, llegamos a todos lados, estamos disciplinados, tenemos una estructura capilar, medios logísticos y nos atrevemos. Tenemos un catálogo completo de capacidades y muy claro hasta donde podemos llegar”, explica un alto cargo militar.
El capitán Francisco José González instaló ayer en Segovia con su unidad de Castrametación del Mando de Ingenieros de Salamanca (especializada en la construcción de campamentos militares), un hospital de campaña con capacidad para 130 camas. Hoy hace lo propio en Madrid, en el exterior del saturado hospital Gregorio Marañón. Y mañana tienen que estar en Sabadell para poner en marcha un hospital de emergencia en el polideportivo de la ciudad ante la desconfianza del Govern y el presidente Torra. El interior de las enormes tiendas Drash que montan en minutos junto al Gregorio Marañón se muestran luminosas cómodas, limpias y hasta cálidas. Aptas para reforzar al servicio de urgencias del centro médico y no tanto para albergar enfermos del virus. Dos equipos electrógenos instalados por los soldados del capitán González proveen de energía al campamento, que cuenta con climatizadores y aseos. Una breve charla con estos soldados de ingenieros muestra a gente muy joven y muy motivada. “Estamos encantados de echar una mano donde nos llamen”.
En otra punta de Madrid, a un suboficial del Ejército le han encomendado una labor más dura: el transporte de cadáveres hasta la morgue instalada en el Palacio de Hielo del distrito de Hortaleza. Con frialdad profesional relata el minucioso y estricto protocolo de triple identificación de los cuerpos y el precintado de las bolsas con cremallera y después de los ataúdes. “La clave es que no se rompa en ningún momento la cadena de custodia. Que no haya dudas. Nos ha tocado hacer esto. Y ayer desplazamos casi un centenar. Es otra forma de servir a España. Aunque nunca lo hubiéramos imaginado. Esta es la guerra de nuestra generación”.
 
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