01-12-2019, 01:30 AM
CARTAS AL DIRECTOR /
BUSQUEDA
10/01/2019
Las declaraciones del director de la Policía Nacional
Por ética profesional, jamás he criticado públicamente a un par jerárquico, menos si aún está en situación de actividad (con mando). Pero las declaraciones que formuló ante Radio Sarandí el día 3 de los corrientes y las que publicó recientemente en Búsqueda el actual director de la Policía Nacional, Crio. Gral. ® M. Layera, menospreciando el trabajo en épocas pasadas de las comisarías seccionales, cuerpo de radiopatrulla y de otras unidades (en las que nunca se desempeñó, al menos en Montevideo), no me dejan otra alternativa que hacerlo, para defender la imagen y dignidad de la institución policial, que integramos los retirados policiales junto con el personal en actividad, según nuestra Ley Orgánica.
De las mencionadas expresiones, se deduce un intento de pretender desprestigiar a una institución que no nació en 2005, cuando el Frente Amplio (FA) accedió al poder, para justificar graves falencias actuales. En efecto, nuestra Policía, desde sus orígenes institucionales, acumuló un saber y una praxis en lo profesional, que se transmitía con cada renovación generacional, a su tiempo oportuno, capacitación y maduración mediante, sorteando grandes carencias materiales a puro pulmón y vocación policial por servir a la comunidad.
Ese ciclo se cortó por la “purga” de oficiales y suboficiales veteranos, inducidos de una forma u otra al retiro voluntario, perdiéndose toda la experiencia adquirida.
Nuestra Policía siempre fue extremadamente humilde y carenciada, trabajando sin los mínimos medios requeridos para su función (sin chalecos, armas y comunicaciones adecuadas, etc.). Pero, jamás supo pedir otra cosa que el honor de servir a la sociedad, aún en los peores momentos en que tambaleaban las instituciones democráticas (como lo fue durante el asalto armado de las bandas terroristas que atacaron nuestra democracia desde los años 60 y comienzos de los 70, y nos asesinaron a nada menos que 33 efectivos por el solo hecho de representar la ley en una República desestabilizada por su fanatismo “revolucionario”).
Muchos policías cayeron en cumplimiento del deber, otros sufrieron heridas físicas, psicológicas y espirituales que los acompañarán en toda su existencia, hasta sucumbir, llevando siempre el espíritu de cuerpo en sus almas y el inextinguible amor a la institución.
Cierto es que no tenían la preparación cultural y la juventud que actualmente vemos en los nuevos efectivos. Pero eran hombres y mujeres muy humildes y conscientes de su misión, leales a la fuerza y su consigna, dispuestos a defender con sus propias vidas no solo a las instituciones y a la ciudadanía, sino su propio uniforme y equipamiento individual.
Y por esa digna actitud, eran respetados. Los veteranos retirados no merecen este menosprecio del señor director, que para destacar su “nueva Policía”, llena de virtudes y adecuada capacitación..., según afirmó él y algunos obsecuentes ambiciosos de poder (poder escalar al amparo político ministerial), la contrapone a supuestos defectos de la “vieja Policía”.
La institución es una sola, en su trayectoria histórica y en su proyección futura, y ningún director nacional ni Gobierno de turno es dueño de la misma, pues es una Policía de Estado, no de partido (como sus patrones políticos pretenden desde el Ministerio); siendo por tanto, patrimonio de la Patria, de su pueblo y de la República en el marco del Estado de Derecho, hoy tan vapuleado.
En distintas oportunidades, el señor director ha tenido la temeridad de afirmar o dar a entender que antes de la gestión actual no había profesionalidad, eficiencia ni honestidad, ni respeto a la ley y los “derechos humanos” de las personas. ¡O sea, que la profesionalidad y el mejor empleo legal y estratégico de los recursos, recién aparecieron con su gestión!
Incluso asevera que si en el futuro se lograra hacer algo mejor (como bajar las rapiñas), será gracias a las “transformaciones estructurales” de esta gestión. Grosera ofensa que, sin pudor y con brutal soberbia, vomita el señor director de la Policía Nacional sobre todos nosotros, policías que, aún en situación de retiro, seguimos siendo integrantes de esta noble institución que él dirige.
E incluso ofende a los oficiales superiores que en el futuro deban asumir la conducción profesional de la institución, quitándoles de antemano todo mérito ante un eventual éxito en la ansiada recuperación de la seguridad ciudadana. Seguramente será por eso que a los jefes retirados ya hace años no se nos invita a ningún acto de las unidades que comandamos, como era tradicional. (Tampoco iríamos, para no ser cómplices de tanta genuflexión ante la autoridad política y de actitudes “políticamente correctas”).
Resumiendo, Layera, para disimular su fracaso, extiende culpas al pasado institucional y al mentado nuevo Código de Proceso Penal, que el propio gobierno del FA impulsó en el peor momento, en vez de asumir —como un líder debe— la responsabilidad por el fracaso de las reformas estructurales que impuso gracias al gran apoyo político y económico con el que aún cuenta.
Por cierto, nunca hubo tanto recurso, material tecnológico y humano (esto sí hay que reconocerlo, al igual que la mejora salarial). Sin embargo, jamás se vio tanta falta de resultados, inacción ante la violencia, desmotivación del personal operativo, falta de “actitud de servicio” (en la calle), indisciplina y pobre capacitación de los efectivos.
Esto último compromete su efectividad, sus propias vidas y su libertad por riesgo de procesamiento ante procedimientos inadecuados (falta de preparación táctica y técnica, primer responsabilidad de un jefe).
No es culpa del personal, que solo obedece órdenes y está inseguro y atemorizado en caso de actuar, sino de su propio comando institucional, único responsable de lo que su fuerza haga o deje de hacer, y en particular, de los fracasos.
Ni siquiera ha demostrado empatía hacia sus subordinados asesinados por la delincuencia, algo extremadamente grave e inexcusable, argumentando con total frivolidad ante tal tragedia, en no pocos casos.
Con verdades a medias podrá engañar a parte de la población y a algún periodista que lo defiende a cambio de “primicias” noticiosas, pero no a quienes orgullosa y dignamente servimos toda una vida en la amada y manoseada institución. Tampoco recibirán sus excusas los ciudadanos, hartos de tanta justificación oficial frente a la reinante inseguridad.
Fuimos, somos y seremos policías, hasta el último día de nuestras vidas, por lo que tenemos el deber de defender la imagen de nuestra institución, en cualquier circunstancia de tiempo y lugar, respecto de las expresiones difamatorias que la ensombrecen, aunque provengan de su máxima jerarquía. Y ello, más allá de que no ofende quien quiere, sino quien moralmente puede. Y que conste, mucho me duele cumplir con este penoso deber, y de esta forma, a modo de réplica. Como un policía más, nos sentimos por siempre fieles a los valores esenciales de nuestro lema “Libertad en el orden”, y como nuestro simbólico gallo vigilante, alertas al devenir institucional policial.
Crio. Gral. ® Enrique Navas
CI 1.258.024-2
BUSQUEDA
10/01/2019
Las declaraciones del director de la Policía Nacional
Por ética profesional, jamás he criticado públicamente a un par jerárquico, menos si aún está en situación de actividad (con mando). Pero las declaraciones que formuló ante Radio Sarandí el día 3 de los corrientes y las que publicó recientemente en Búsqueda el actual director de la Policía Nacional, Crio. Gral. ® M. Layera, menospreciando el trabajo en épocas pasadas de las comisarías seccionales, cuerpo de radiopatrulla y de otras unidades (en las que nunca se desempeñó, al menos en Montevideo), no me dejan otra alternativa que hacerlo, para defender la imagen y dignidad de la institución policial, que integramos los retirados policiales junto con el personal en actividad, según nuestra Ley Orgánica.
De las mencionadas expresiones, se deduce un intento de pretender desprestigiar a una institución que no nació en 2005, cuando el Frente Amplio (FA) accedió al poder, para justificar graves falencias actuales. En efecto, nuestra Policía, desde sus orígenes institucionales, acumuló un saber y una praxis en lo profesional, que se transmitía con cada renovación generacional, a su tiempo oportuno, capacitación y maduración mediante, sorteando grandes carencias materiales a puro pulmón y vocación policial por servir a la comunidad.
Ese ciclo se cortó por la “purga” de oficiales y suboficiales veteranos, inducidos de una forma u otra al retiro voluntario, perdiéndose toda la experiencia adquirida.
Nuestra Policía siempre fue extremadamente humilde y carenciada, trabajando sin los mínimos medios requeridos para su función (sin chalecos, armas y comunicaciones adecuadas, etc.). Pero, jamás supo pedir otra cosa que el honor de servir a la sociedad, aún en los peores momentos en que tambaleaban las instituciones democráticas (como lo fue durante el asalto armado de las bandas terroristas que atacaron nuestra democracia desde los años 60 y comienzos de los 70, y nos asesinaron a nada menos que 33 efectivos por el solo hecho de representar la ley en una República desestabilizada por su fanatismo “revolucionario”).
Muchos policías cayeron en cumplimiento del deber, otros sufrieron heridas físicas, psicológicas y espirituales que los acompañarán en toda su existencia, hasta sucumbir, llevando siempre el espíritu de cuerpo en sus almas y el inextinguible amor a la institución.
Cierto es que no tenían la preparación cultural y la juventud que actualmente vemos en los nuevos efectivos. Pero eran hombres y mujeres muy humildes y conscientes de su misión, leales a la fuerza y su consigna, dispuestos a defender con sus propias vidas no solo a las instituciones y a la ciudadanía, sino su propio uniforme y equipamiento individual.
Y por esa digna actitud, eran respetados. Los veteranos retirados no merecen este menosprecio del señor director, que para destacar su “nueva Policía”, llena de virtudes y adecuada capacitación..., según afirmó él y algunos obsecuentes ambiciosos de poder (poder escalar al amparo político ministerial), la contrapone a supuestos defectos de la “vieja Policía”.
La institución es una sola, en su trayectoria histórica y en su proyección futura, y ningún director nacional ni Gobierno de turno es dueño de la misma, pues es una Policía de Estado, no de partido (como sus patrones políticos pretenden desde el Ministerio); siendo por tanto, patrimonio de la Patria, de su pueblo y de la República en el marco del Estado de Derecho, hoy tan vapuleado.
En distintas oportunidades, el señor director ha tenido la temeridad de afirmar o dar a entender que antes de la gestión actual no había profesionalidad, eficiencia ni honestidad, ni respeto a la ley y los “derechos humanos” de las personas. ¡O sea, que la profesionalidad y el mejor empleo legal y estratégico de los recursos, recién aparecieron con su gestión!
Incluso asevera que si en el futuro se lograra hacer algo mejor (como bajar las rapiñas), será gracias a las “transformaciones estructurales” de esta gestión. Grosera ofensa que, sin pudor y con brutal soberbia, vomita el señor director de la Policía Nacional sobre todos nosotros, policías que, aún en situación de retiro, seguimos siendo integrantes de esta noble institución que él dirige.
E incluso ofende a los oficiales superiores que en el futuro deban asumir la conducción profesional de la institución, quitándoles de antemano todo mérito ante un eventual éxito en la ansiada recuperación de la seguridad ciudadana. Seguramente será por eso que a los jefes retirados ya hace años no se nos invita a ningún acto de las unidades que comandamos, como era tradicional. (Tampoco iríamos, para no ser cómplices de tanta genuflexión ante la autoridad política y de actitudes “políticamente correctas”).
Resumiendo, Layera, para disimular su fracaso, extiende culpas al pasado institucional y al mentado nuevo Código de Proceso Penal, que el propio gobierno del FA impulsó en el peor momento, en vez de asumir —como un líder debe— la responsabilidad por el fracaso de las reformas estructurales que impuso gracias al gran apoyo político y económico con el que aún cuenta.
Por cierto, nunca hubo tanto recurso, material tecnológico y humano (esto sí hay que reconocerlo, al igual que la mejora salarial). Sin embargo, jamás se vio tanta falta de resultados, inacción ante la violencia, desmotivación del personal operativo, falta de “actitud de servicio” (en la calle), indisciplina y pobre capacitación de los efectivos.
Esto último compromete su efectividad, sus propias vidas y su libertad por riesgo de procesamiento ante procedimientos inadecuados (falta de preparación táctica y técnica, primer responsabilidad de un jefe).
No es culpa del personal, que solo obedece órdenes y está inseguro y atemorizado en caso de actuar, sino de su propio comando institucional, único responsable de lo que su fuerza haga o deje de hacer, y en particular, de los fracasos.
Ni siquiera ha demostrado empatía hacia sus subordinados asesinados por la delincuencia, algo extremadamente grave e inexcusable, argumentando con total frivolidad ante tal tragedia, en no pocos casos.
Con verdades a medias podrá engañar a parte de la población y a algún periodista que lo defiende a cambio de “primicias” noticiosas, pero no a quienes orgullosa y dignamente servimos toda una vida en la amada y manoseada institución. Tampoco recibirán sus excusas los ciudadanos, hartos de tanta justificación oficial frente a la reinante inseguridad.
Fuimos, somos y seremos policías, hasta el último día de nuestras vidas, por lo que tenemos el deber de defender la imagen de nuestra institución, en cualquier circunstancia de tiempo y lugar, respecto de las expresiones difamatorias que la ensombrecen, aunque provengan de su máxima jerarquía. Y ello, más allá de que no ofende quien quiere, sino quien moralmente puede. Y que conste, mucho me duele cumplir con este penoso deber, y de esta forma, a modo de réplica. Como un policía más, nos sentimos por siempre fieles a los valores esenciales de nuestro lema “Libertad en el orden”, y como nuestro simbólico gallo vigilante, alertas al devenir institucional policial.
Crio. Gral. ® Enrique Navas
CI 1.258.024-2
"Mas vale ser aguila un minuto que sapo la vida entera".