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Los hombres grises
#6
CAPITULO 15

LIBERTAD : LAS BARRACAS

En mayo de 1973 fui trasladado a las recientemente construidas barracas. Hasta mi liberación las recorrería todas. Era hermoso ver las puestas de sol . Se veia como un enorme círculo naranja descendía lentamente, y el cielo se ponía totalmente rojo.
En cada barraca convivíamos unos 40 o 50 presos en cuchetas dobles. En invierno teníamos una quematutti que debíamos alimentar toda la noche y nos turnábamos para ello. Había más espacio para moverse que en las celdas, obviamente. Me gustaba caminar por el pasillo y dada mi velocidad algunos me decían “bip bip correcaminos”. Hacía mucho ejercicio, a veces en compañía del “negro” Delbono,un miembro de FARO (Fuerzas Armadas Revolucionarias Orientales brazo armado del MRO), muy propenso a la discusión ideológica.

Defendía las tesis del trotzkista argentino Abelardo Ramos. Otro FARO era el “viejo” Victor Hugo ,que tenía algo que me interesaba mucho : proclamaba a quien deseara oirlo que era comunista y partidario de la URSS. También conocí a los hermanos Harari Dubinsky.A uno ya lo conocía de la Facultad de Derecho.También a Edmundo Canalda, que como los Harari terminó siendo directivo de una gran editorial. Otro era el “gordo” Quartino, economista fallecido luego de ser diputado tupamaro.
El encargado de la biblioteca,”Castrito´” distribuia literatura marxista con las tapas cambiadas.Se formaban grupos de estudio de marxismo y leninismo por todos lados. Los comunistas llevábamos la voz cantante en ellos. Se hizo un festival, y en presencia de los oficiales se interpretaban canciones de los chilenos Quilapayún.En una de ellas (“la muralla”) al llegar a la parte que decía “el sable del coronel” era cambiada por “el sable de quien-yo-sé”. Todos aplaudíamos interiormente esta burla a la ignorancia de la oficialidad militar que no conocía las canciones revolucionarias.

Su formación como cuadros contrarrevolucionarios consistía en un pequeño barniz de conocimientos de marxismo y de guerra revolucionaria, pero no conocían a fondo el pensamiento y el estado de alma de quienes creían en la revolución socialista.
Un día apareció el subdirector de la cárcel preguntándole a quien se le cruzara si era maoísta o prosoviético. Por supuesto que nadie le contestó. Otro día un oficialito me encontró solo (los demás estaban en el recreo) y me preguntó qué estaba leyendo.Se trataba de Neruda y una serie de poemas elogiando a Stalin,de profundo contenido comunista y prosoviético.
Le dije que era poesía y no averiguó más . Luego me preguntó qué delito había cometido. Estuve tentado de decirle que ninguno porque era un preso político, pero me aguanté, porque sin testigos sólo serviría para que me sancionaran, y le contesté con los cargos que me habían dado : Atentado contra la Constitución en el grado de conspiración, asistencia a la asociación subversiva y Ataque a la Fuerza Moral del Ejército y la Marina (no sé por qué se olvidaron de la Fuerza Aérea).

Una mañana, luego de la hora de levantarse, estaba recostado en la cama leyendo. Entró un oficial y nos dijo que salieramos a mi y otro compañero que también estaba recostado. Se trataba de un paisano buenote llamado Barreto que había sido detenido no sé cómo (el que mató una tarántula en la quinta y le dijo “cagaste batracio” para demostrar que estaba estudiando zoología).
Nos llevaron a una carpa y un “viejo” (oficial superior) lo rezongó severamente (una “meada” en la jerga miliquera) y luego a mí. Barreto estaba muy asustado. Yo escuché inmutable. Resolvió enviarnos sancionados a la “isla” de castigo. Era un celdario de condiciones tétricas. Allí marchamos. Cuando salimos de la barraca con los colchones al hombro fue emocionante.

Los demás compañeros a cada lado del pasillo batían palmas y gritaban dándonos ánimo. En la “isla” quedé tapiado. La celda era sin ventanas ,muy oscuro, y mi único contacto con seres humanos era cuando dejaban la comida detrás de una doble reja. El agua salía un par de veces al día de un cañito y había que estar
alerta para aprovecharla.

Por suerte estuve sólo un par de días y luego me pasaron al segundo piso. Allí estaban los “pesados” del MLN,que al enterarse de que era primo de Gonzalo y Fernando Romero Bassanta se desvivieron por ayudarme. Me trajeron cosas de comer y un libro de Huberman y Sweezy, marxistas norteamericanos , sobre el imperialismo.
Desfilaban por mi ventanilla a saludarme todos los que estaban condenados a decenas de años por matar policías y militares, secuestrar políticos y embajadores, y poner bombas diversas.
Para mí eran compañeros guerrilleros, como yo construyendo el ejército popular para la liberación del Uruguay. De vuelta en la barraca, la mañana del golpe de estado, 27 de junio de 1973 nos despertaron marchas militares .

Uno de los milicos de guardia había puesto su radio a todo volumen para que oyéramos los comunicados que informaban de la disolución del parlamento.Comprendimos que ahora sí estábamos desamparados, sin ningún respaldo jurídico, si es que alguna vez lo habíamos tenido, y que nuestros conciudadanos ahora empezaban a vivir el mismo sistema antidemocrático que nosotros estábamos padeciendo hacía años. Conseguimos “El Diario” a cambio de una cebadura de yerba, y nos enteramos de que la CNT estaba haciendo una huelga general. Nos mordíamos por estar en la calle junto a nuestro pueblo en lucha, y yo junto a mi partido dirigiendo la resistencia antifascista.

Esa noche hubo guitarreadas con canciones revolucionarias más o menos disimuladas. Se destacaba por su producción de letras tupamaras el “Tito” Pereira.Años después sería “seispuntista”. En una de las barracas conocí a Pedro Dubra(según he oido hoy fallecido)de cuerpo atlético y que hacía “lagartijas” con un pucho en la boca. Un día entró un oficial de inteligencia , vió a Dubra leyendo “El día del chacal” y le preguntó si estaba aprendiendo a hacer atentados. En las navidades preparaban un licor casero que llamaban “escabio” que ante la guardia se hacía pasar por té.

Las visitas eran cada dos semanas, por teléfono y con un vidrio en el medio.En la fila me tocaba estar detrás de Rodrigo Arocena, el actual rector de la Universidad.
A veces había maniobras y los soldados corrían alrededor de las barracas y se oían disparos y tableteo de ametralladoras.
Nos hacían tirar al piso, y alguien comentaba sarcásticamente : “ahí viene Bidegain con los perros cimarrones”,haciendo referencia a un dirigente tupamaro que no había sido capturado.Todo lo que salía del penal, incluso las bolsas de basura era perforado con largos pinchos por si había alguien adentro. Una tarde me dijeron que iba al juzgado.

Antes de salir nos hicieron desnudar y nos abrieron las nalgas para ver si teníamos escondido algo en el ano como Papillón. .Este tipo de revisación se sentía como particularmente humillante. Iba con nosotros un coronel tupamaro que por la cara de miedo que tenía se notaba que le habían hecho de todo. Ya en el juzgado había parados varios civiles custodiados por “tiras” (agentes de inteligencia policial).
Nos pusimos a entonar canciones de la Guerra Civil Española (republicanas y comunistas) para darles ánimo.Con nosotros iban los hermanos Mármol. Me comunicaron que se había decretado mi libertad y la de Julio Sande (¿los que mejor habíamos declarado del grupo?).
Pero fui conducido de nuevo a la cárcel. Fue peor que me lo dijeran, porque la mente empezó a llenarse de fantasías de reencuentro con mi esposa, mis padres,mi partido ahora en la clandestinidad, con las calles y lugares casi olvidados.

Empezó una angustiosa espera.Una tarde nos sacaron a cortar árboles a un monte cercano. Ya antes habíamos ido a palear arena a camiones. Aceptábamos estos trabajos, lo mismo que la quinta, porque era una forma de salir y hacer ejercicio.
Nos custodiaba la Guardia Metropolitana, mirándonos con odio. Me tocó serruchar un árbol con otro “liberado” que tenía los nervios destrozados. Demostraba un temor tremendo a los milicos. De pronto un oficial de la Metro con una metralleta en sus manos se acercó a nosotros a preguntarnos de qué estábamos hablando. Le dijimos que era sobre nuestra pronta libertad.
Se rió y dijo que seguramente nos ibamos a ir a Alemania a entrenarnos para la guerrilla como otros,y que eramos unos vagos para trabajar. Que si nos agarraba Fidel nos iba a tirar al Caribe para que nos comieran los tiburones.

Regresamos entre una doble hilera de la Metro apuntándonos con caras feroces. Al llegar los dos fuimos llevados al celdario sancionados. El oficial había dicho que nos habíamos negado a trabajar. Mientras esperábamos para subir vimos una escena escalofriante.Un compañero en una fila dijo que se sentía mal y el oficial le ordenó ponerse de piernas abiertas delante de todos y con la cabeza entre los barrotes . Fue muy desagradable tener que estar ahí viendo esa humillación de corte fascista.

Por fin un día de 1974 me dijeron que preparara mis cosas, que iba para la “isla”, paso previo a salir. En la celda estaba Julio Sande. Pasamos la noche sin dormir,charlando. Julio me preguntó que iba a hacer. Le contesté que me iba a incorporar al partido comunista en cuanto pudiera, ilegal después del golpe, pues la aventura tupamara había sido un fracaso.
No le dije que en realidad nunca había dejado de ser del partido. A la mañana siguiente marchamos con nuestras cosas hacia la salida. Al pasar frente al celdario todos nos despedían desde las ventanas con gritos de ánimo. Del otro lado me esperaban mi esposa y mis padres.Los abracé y partimos en la camioneta de mi padre rumbo a Montevideo.
Al mirar hacia atrás vi el celdario rojo y pensé en los compañeros. Iba a luchar contra el fascismo por su libertad.

CAPITULO 16

COMUNISTA CLANDESTINO

Al llegar a Montevideo me esperaba en mi casa un grupo de militantes del 26 con un cartel de “bienvenido”. Allí estaba Angeles Balparda, hoy conductora de “Mañanas de radio” en CX 36, y Ruben Puyol , hoy dirigente de ADEMU.
Les conté mis experiencias. Luego recorrí las calles con mi esposa asombrándome ante las pintadas del partido comunista. Pocos días después visité a Edgar Paz, “ el simio” en busca de contacto con “el partido”. Luego de las consultas correspondientes, me contestó que dado que estaba en “libertad vigilada”(debía concurrir al 9º de Caballería , Blandengues, cada 15 días a firmar)el partido había resuelto por un tiempo tenerme “en el congelador”(es decir, inactivo).
Pero inmediatamente empezó a hacerme llegar “Carta “ y otras publicaciones clandestinas de la CNT y la FEUU, en realidad todas hechas por el partido.

Meses después se resolvió que el comercio que mi padre me había ayudado a instalar en Maldonado y Minas pasara a ser un “buzón” de las publicaciones partidarias clandestinas. Es decir, un escondite y centro de distribución de ellas. Un moreno flaquito cuyo nombre nunca supe (se presentó con una contraseña)me hacía llegar los paquetes con los diarios recién impresos, y otros cuatro rostros sin nombre que se presentaban con la contraseña adecuada los retiraban días después para su reparto.
El encuentro con ellos era la oportunidad del intercambio de información y opiniones con camaradas. Por mi parte busqué hacer algo más. Recolecté de muchas partes viejas publicaciones comunistas(la revista teórica “Estudios”, folletos del PCU, publicaciones soviéticas) y las hacía circular entre gente de confianza del barrio,así como “Carta”.En el negocio le “buscaba la boca” a la gente para detectar quienes eran frentistas, y hablaba con ellos.

Así fue hasta fines del 74. Era dificil ir a firmar porque a menudo oficiales de inteligencia me interrogaban y trataban de llevarme a terrenos ideológicos que eran muy resbaladizos. Debía tragarme lo que pensaba y fingir lo que no era. Dolía. Mi esposa Teresa estaba embarazada y a punto de dar a luz. Mi padre, bastante enfermo ya, me ayudaba a atender el comercio,sin imaginar que algunos de los bultos eran cientos de diarios comunistas clandestinos.

Faltando pocos días para Navidad, de pronto veo parar una camioneta militar frente a la puerta del comercio y descender un oficial y un sargento acompañado de varios soldados armados con fusiles. El oficial dijo que debía acompañarlos.¿Por qué? Pensé que me habría olvidado de ir a firmar, pero no era así.
No supieron o no quisieron decirme por qué me detenían. No era necesario : estábamos en una dictadura y la arbitrariedad era la norma general. Pedí para avisar a mi casa,para que alguien fuera a atender el comercio. Me dejaron ir al almacén de la esquina,y desde allí telefoneé a un vecino (en casa no había teléfono).La gente del almacén miraba con curiosidad a los militares que me acompañaban y más cuando dije “me llevan detenido las Fuerzas Conjuntas”.

Esperamos un rato. Se empezó a congregar gente en las esquinas,entre las que vi a varios frentistas.Uno de ellos, un muchacho, entró al salón como para comprar.”Borráte”, le dije,”me llevan preso”. Igual quiso arriesgarse para demostrarme su solidaridad. Finalmente resolvieron no esperar más. Dejé la llave a una vecina que me dio un beso, y subí a la camioneta. Allí pude ver a un militante del FARO que había conocido en Libertad. Aún pasamos por la casa de otro ex – preso a recogerlo.

Luego marchamos para el cuartel de Blandengues. Al llegar me vendaron los ojos y pensé ¿habrán descubierto que soy un militante comunista clandestino y van a torturarme? Luego de recorrer corredores que me parecieron interminables, al sacarme la venda vi que estaba en un consultorio médico. El galeno me revisó, y luego fui llevado a un pequeño calabozo. Pude oir que el militante del FARO estaba al lado. Nos pusimos a conversar, y pasados los días a cantar juntos a voz en cuello sin importarnos dónde estábamos, canciones de la República Española.

Sólo nos sacaban de mañana a lavarnos (no bañarnos) y cuando pedíamos a gritos para ir al baño. Cuando algún soldado nos traia la comida (un guiso) aprovechaba para volver a preguntar por qué estaba detenido, y hasta cuándo.
El día de Navidad me abrieron la celda a medianoche y vi a varios soldados de civil . ¡Zas!(pensé) “ahora me dan la salsa”.Pero era sólo para darme un vaso de gaseosa. Un día pedí una hoja y un lápiz y escribi una carta diciendo que mi esposa estaba embarazada y que solicitaba me dijeran por qué causa estaba detenido, y hasta cuándo me iban a tener, porque necesitaba trabajar y no creía que mi padre enfermo y mi esposa embarazada fueran capaces de atender un comercio.

Esa madrugada me llevaron al despacho de un oficial. En las paredes había numerosas fotos de competencias de equitación.El oficial me dijo que había leído mi carta , y que aunque no era partidario de esas medidas, debía cumplirlas porque eran ordenes superiores. No contestó a mis interrogantes, pero me tuvo un buen rato tratando de sonsacarme mis ideas. Me dijo que para él todos, tupas, bolches, MRO, eran lo mismo. Trató de ver si yo sabía sobre una tendencia dura ,marxista –leninista de los “peludos” de UTAA, de la que yo no había oído hablar.
Volví al calabozo igual que había salido. Así pasó el fin de año. Oiamos los fuegos artificiales y pensábamos cuánto más nos tendrían. Dos días después de Reyes, el 8 de enero de 1975 , con la misma falta de explicación con la que me habían traido, me dijeron que preparara mis cosas para irme. Iba dejando el cuartel cuando me crucé con un oficial mate en mano y termo bajo el brazo.

A pesar de que la razón me aconsejaba salir de allí lo antes posible,quise averiguar por qué me habían tenido preso casi un mes. Le pregunté y se pasó un dedo por el cuello diciendo “para que no lo pasaran a cuchillo”. No pregunté más y me fui lo más rápido que pude.Durante los 33 años que han transcurrido desde entonces, he pensado mucho sobre esa respuesta.
El día que me detuvieron había sido asesinado el coronel Trabal,agregado militar en París por una supuesta “Brigada Internacional Raúl Sendic”. No se sabe hasta hoy si lo mataron los tupamaros, algún grupo francés similar o los propios militares, por una lucha entre facciones.

Cuando yo ya estaba detenido aparecieron muertas varias personas en Soca, que habían estado presas por tupamaras, en una aparente represalia por la muerte de Trabal. ¿Estaré vivo porque unos militares me detuvieron para que otros no me mataran? O quizá fue otra represalia más suave que matarnos. Nunca lo sabré. Paré un taxi y me dirigí al salón. Al llegar mi padre se emocionó mucho y me abrazó. Tomé plata de la caja y pagué el taxi. Había un corredor, que al enterarse de lo que me había pasado,dio a conocer su identidad frentista y me expresó su solidaridad. Pregunté por mi esposa. Mi padre me dijo que estaba en la Española visitando al médico. Fui hacia allí. Cuando entré al pasillo, la vi sentada,hermosa con su pancita. Se emocionó mucho al verme. Estuve con ella hasta que vió al médico. Todo estaba bien, y mi primer hijo pronto iba a nacer. Me había esperado. Resolví volver con mi padre para ayudarlo .

Nada más llegar fue emocionante el desfile de vecinos que comenzó. Todos venían a besarme o a estrecharme la mano, expresando así su rechazo a la dictadura militar, y su simpatía por jovenes perseguidos. Me enteré que el doctor Bossano, que vivía a la vuelta, había estado todos los días para ver cómo estaba mi esposa. A la mañana siguiente salíamos rumbo al sanatorio. Nació mi hijo mayor el 9 de enero de 1975.Al sanatorio acudieron todos los duendes de la clandestinidad (como decía Arismendi) del PCU,militantes del 26 y mis ex – compañeros de prisión. Pronto empezó la redada contra el partido comunista. Cientos fueron detenidos, entre ellos dirigentes importantes.

Un día Edgar me comunicó que se iba para España. Su cuñado estaba refugiado en la embajada de México junto con muchos otros bolches. Me escribió desde España, y yo le contaba lo que pasaba en Uruguay. El único medio de comunicación eran las cartas, y ni imaginábamos lo que sería algún día la Internet.Comencé a escuchar las emisiones radiales de onda corta de Radio Moscú, Radio Berlín Internacional (de la RDA) y Radio Habana. En ellas hablaban dirigentes del PCU exiliados. Estaba “colgado”, sin más contacto con el partido que escuchar esas radios. Un día(años después) fui a llevar las libretas de quiniela con mi hijo a la agencia, y éste en medio de la gente repitió en voz alta algo que oía a menudo : “Radio Habana Cuba, transmitiendo desde Cuba, primer territorio libre en Amèrica”.

Quería que me tragara la tierra. Menos mal que no pasó nada, pues la gente no oyó o no entendió. Nació mi hija mayor, y teníamos abierto el comercio 14 horas diarias, incluidos los domingos, para poder subsistir. Día a día veía en la prensa y la televisión cómo mis camaradas eran detenidos,y esperaba mi turno. Un día vi entrar a alguien con lentes oscuros, cuya cara me pareció conocida:era León Lev, en ese momento secretario general del partido en la clandestinidad (hoy director de la URSEC como miembro de Alianza Progresista).El partido había resuelto venir a buscarme. Me dejó una contraseña para que pasara otro camarada del aparato clandestino a “reengancharme”. No sabiendo cómo expresar mi alegría, cuando quiso llevar unas golosinas (¿para sus hijos?) y pagarlas, no se las cobré.

Aceptó complacido. Fue la última vez que lo vi antes del día en que apareció su foto en la pantalla de mi televisor comunicando que el líder del comunismo clandestino había sido detenido. Cuando lo vi lloré. El día de nuestro encuentro salió del salón y se perdió en la misma nada de donde había salido.Pocos días después un joven de unos 25 años (yo tenía esa misma edad) con aspecto de universitario se bajó de una moto casi a la hora de cerrar, y para mi sorpresa me dio la contraseña. Me llevó en su moto hacia la casa de Bulevar Artigas que me habia prestado mi tío Manuel (el padre de mis primos tupas)que estaba de viaje, para quedarme con mi esposa y nuestro bebé hasta que pudiéramos alquilar algo.(Esa casa de Bvar. Artigas casi Rivera es en 2013 un local de la emergencia médica SEMM) Al entrar un pensamiento me preocupó. Si las fuerzas represivas de la dictadura me detenían por ser un militante comunista clandestino luego de haber estado preso por tupamaro, la tortura iba a ser muy dura,ymi familia iba a quedar desamparada.

Pero mi fe comunista venció el momento de duda : la Revolución era más grande e importante que mi pequeña vida individual, y para ser un verdadero comunista como Lenin, Fidel o el Che, debía estar dispuesto a sacrificar cuanto fuera necesario. Otros tomarían luego la bandera para seguir la lucha. Resolvi pues seguir en la labor clandestina y prepararme anímicamente para ser ferozmente torturado en caso de ser detenido, ya que seguramente mi conexión con el MLN haría pensar a los militares que algo tenia que ver con el aparato militar del partido, que en esos días había sido desmantelado. Concurrí a ver la exposición de armas vietnamitas que habían capturado, en el Subte Municipal. También exhibían todo tipo de propaganda comunista decomisada. También el partido estaba interesado en mi experiencia tupamara y se me pedia contar hasta el último detalle del funcionamiento clandestino de la “orga” para utilizar esa experiencia.Cada vez eramos menos los comunistas clandestinos.

No nos reuníamos y sólo hacíamos circular las publicaciones(cada vez más rudimentarias).Cada número de “Carta” (con letra cada vez más chica)era un triunfo. Las redes eran una y otra vez destruídas por los servicios de inteligencia militares y policiales, y una y otra vez eran reconstruídos como se podía.El comercio siguió siendo un buzón hasta 1977,en que mi contacto desapareció. Quedé a la expectativa. ¿Habria sido detenido?Durante meses esperé ser detenido, pero nada pasó. Seguía hablando con los vecinos, dándoles “línea”.Uno de ellos , un hombre que compraba cigarrillos negros baratos y llegaba en una bicicleta se me reveló como comunista y comenzó a hacerme llegar “Carta”. Tenía cáncer y un “ano contra natura”.Pese a ello seguía fervientemente en su labor comunista. Me pedía los cigarrillos fiados pero pagaba. En 1978 también desapareció. Quizá haya fallecido.

Al fin alquilé una casa a media cuadra del comercio. La vecina del corredor tenía el marido preso por tupamaro,en Libertad. A los pocos meses salió y hasta mi salida del país aquel corredor sería un bastión revolucionario. Luego aparecerían otros liberados en la vecindad, alguno de los CRAF (Comités de Resistencia Antifascista).Comenzamos a acercarnos, a oir las radios de onda corta juntos y a mantener un permanente diálogo y análisis conjunto de la situación. Incluso fuimos a una misa el primero de mayo de 1978 e increpamos a Monseñor Partelli, jefe de la Iglesia Católica,por la poca fuerza con la que esa institución religiosa se oponía a la dictadura. En 1978 retomé contacto con el partido, esta vez con una célula muy importante,directamente vinculada a la publicación de “Carta”.

En 1979 nació mi tercera hija, y falleció mi padre. También fue el año del triunfo de la Revolución Sandinista, que dio un gran aliento a nuestra lucha. Era increible ver a los sandinistas en los noticieros de TV (aún en blanco y negro) expresando su adhesión a Cuba socialista. En 1978 y 1979 me visitaron varios ex –compañeros de prisión que iban siendo liberados. Uno de ellos fue Fernando Vázquez, que me propuso integrar una nueva organización nacida en la cárcel , el seispuntismo ( no lo llamó asi, pero yo ya lo había oído llamar así) precursor del Movimiento 26 de Marzo actual.Los seis puntos eran :

1)Reivindicación del MLN como movimiento de liberación nacional, una de las fuerzas de la revolución mundial según la teoría soviética.
2)Reivindicación de su dirección histórica (Sendic y otros aún en prisión)
3)la URSS vanguardia de la Revolución Mundial
 4)Cuba vanguardia de la Revolución Latinoamericana
5)alianza estratégica con el PCU
6)la lucha armada (como dijera la segunda declaración de La Habana) es la vía principal de la revolución.

Sabiendo mi pasado (no aquel presente)comunista,pensó que me interesaría. Me las vi en figurillas para negarme sin decir que era miembro del aparato clandestino del PCU. Al poco tiempo también Carlos Percovich vino en la misma línea. Le pregunté por qué si eran prosoviéticos no se incorporaban al PCU. Me contestó que no les convenía declararse comunistas pues mucha gente rechazaba la palabra.

Para corroborar su modo de pensar en aquel momento, me dejó para leer “Cuestiones del leninismo” de Stalin, en edición china, y un folleto de Jorge Dimitrov sobre el Frente Popular, editado por la Internacional Comunista. Materiales difíciles de encontrar en época de dictadura fascista. A Carlos lo encontré varias veces en festivales de “Canto Popular”, un ámbito en el que nos congregábamos todos los que estábamos contra la dictadura. Meses más tarde me enteré por un hermano suyo que se había ido para Suecia.
Este me informó de todos los pasos necesarios para llegar allí. La idea quedó flotando en mi mente. La pondría en práctica a comienzos de 1980,cuando las circunstancias me obligaran a utilizar esa vía de escape.

Big Grin Big Grin Big Grin
 
"Mas vale ser aguila un minuto que sapo la vida entera".
 
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Los hombres grises - Terminus - 12-02-2015, 12:47 AM
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