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Los Conquistadores I
#3
(IV)     Armas de los Conquistadores
 
(i) Armas de Infantería
 
Muchas veces se ha comentado que la tecnología superior, especialmente las armas de fuego, jugaron un papel detrrminante en la Conquista del Nuevo Mundo.Y es un hecho que arcabuces y cañones causaron fuerte impresión, especialmente entre Aztecas, Incas y Carios, no solamente por sus efectos mortales sino también por el ruido, el humo y las chispas. Mencionemos algunas crónicas para comprobarlo:
 
Dicen cronistas mexicanos:
"Entonces el capitán dió las órdenes, y los mensajeros fueron encadenados por los pies y por cuello.
"Cuando esto había sido hecho, fue disparado el gran cañón. Los mensajeros perderon sus sentidos y se
desmayaron. Cayeron lado a lado y yacieron donde habían caído. Pero los Españoles rápidamente los revivieron, los levantaron, les dieron vino para beber y les ofrecieron comida (...)"
"[Moctezuma] también estaba aterrorizado de saber como rugía el cañón, de como resonaba su estruendo, de cómo causaba que uno se desmayara y que quedara sordo. Los mensajeros le dijeron: "Una cosa como una bola de piedra sale de sus entrañas: sale disparando chispas y lloviendo fuego. El humo que sale con ella tiene un olor pestilente, como el del barro podrido. Este olor penetra incluso hasta el cerebro y causa la mayor molestia. Si el cañón es apuntado contra una montaña, la montaña se agrieta y se parte. Si es aountado contra un árbol, deshace el árbol en astillas. Es la visión mas antinatural, como si el árbol hubiera explotado desde dentro" (1)
 
Los incas también quedaron sorprendidos por las armas de fuego:
"... también... tenían yllapas, nombre que nosotros tenemos para los truenos, y esto decían por los arcabuces, porque pensaban que eran truenos del cielo..." (2)
 
Con los Carios (o Guaraníes) también fue demostrado el poder de los arcabuces:
"... los dichos carios tomaron sus arcos y nos quisieron dar la bienvenida a flechazos. Aún entonces nosotros no quisimos hacerles nada, sino al contrario, les hicimos requerir por un lengua [traductor] por tres veces, y quisimos ser sus amigos; pero de nada quisieron hacer caso. A todo esto aún no habían probado nuestras armas; pero cuando estuvimos cerca, hicimos disparar nuestros arcabuces y cuando los oyeron y vieron que su gente caía y no veían bala ni flecha alguna sino un agujero en los cuerpos, no pudieron mantenerse y huyeron, cayendo los unos sobre los otros como los perros, mientras huían hacia su pueblo...Cuando vieron que no podrían sostenerlo más y temieron por sus mujeres e hijos, pues los tenían a su lado, vinieron dichos carios y pidieron perdón y que ellos harían todo cuanto nosotros quisiéramos... Pidieron que nos quedáramos con ellos y regalaron a cada hombre de guerra dos mujeres, para que cuidaran de nosotros... Con esto quedó hecha la paz con los Carios" (3)
 
El arcabuz era un arma potente, aunque pesada (alrededor de 7 u 8 kg), pensada para su uso en masa contra la caballería acorazada en las guerras europeas. Pero era completamente inútil en el clima húmedo y lluvioso del Río de la Plata, que además de apagar sus fuegos oxidaba sus mecanismos. Además, la cadencia de tiro era muy baja: llegaba a un disparo por minuto, cuando mucho y el alcance no superaba los 100m. Pero teniendo en cuenta que nuestros Charrúas, según dicen los historiadores, superaban a los gamos en la carrera (unos 9 m/s), se desprende que podían recorrer más de 350m antes que el español pudiese hacer un segundo disparo, por lo que no debe extrañar extrañar que temiesen poco a las armas de fuego. Por otra parte, los guerreros Charrúas sólamente solían descubrir su posición al atacar, y esto a muy corta distancia.
 
Pasada la impresión del primer momento, los indígenas aprendieron a volver ineficaz el uso de las armas de fuego:
"Cuando los Aztecas descubrieron que los disparos del arcabuz y del cañón siempre volaban en una línea recta, nunca más corrieron en la línea de fuego.Corrían hacia la derecha o hacia la izquierda o en zigzag, no delante de las armas. Si veían que un cañón estaba a punto de ser disparado y que no podían escapar corriendo, se tiraban al piso y se pegaban a él hasta que el disparo había pasado por encima de ellos. Los guerreros también se cubrían entre las casas, combatiendo en los espacios entre ellas. El camino de repente estaba tan vacío como si se pasase a través de un desierto" (4).
 
Cosa similar ocurrió con la ballesta. Aunque era un arma mucho más precisa que un arcabuz y un cuadrillo de ballesta era capaz de perforar la armadura nativa más fuerte, su proceso de carga era muy lento y el ballestero quedaba aislado e indefenso, a no ser que la usase como garrote. Además, la madera se pudría, las cuerdas se estiraban y rompían y se agotaban los proyectiles. Pese a ello, se uso con relativa eficacia en América para proporcionar fuego de cobertura a los arcabuceros y espadachines españoles
 
El arma por excelencia de la infantería española era la espada de hierro. Se trataba de un arma de hoja fina y recta, de dos filos, ligera y de entre 90cm (espada de una mano) hasta 130cm de longitud (espada de dos manos). Estas armas habían hecho a los soldados españoles los mejores espadachines de Europa: con sus arneses de tres cuartos, almetes, un pequeño escudo redondo (la rodela) y una espada, los infantes españoles habían roto las formaciones de piqueros suizos. Los indígenas, que no contaban con protecciones de hierro sino -en el mejor de los casos- con corazas de algodón, eran presas fáciles para los espadachines, cuyas espadas se empleaban para la estocada y para el corte. Los horrorosos efectos de estas armas quedaron bien patentes en la Matanza del Templo Mayor, cuando cerca de 600 Aztecas desarmados fueron atacados por los españoles: las crónicas indican casos de hombres decapitados o con ambas manos cercenadas por un golpe de espada.
Como segunda arma blanca, los españoles disponían de alabardas y picas, armas con un asta de unos 3m y que permitía mantener alejados los ataques de los nativos, permitiendo el movimiento de los espadachines y aracbuceros.
 
(ii) La Caballería de los Conquistadores
 
El caballo -un animal que no existía en América- significó una ventaja tanto psicológica como material sobre los indígenas americanos.
 
En primer lugar, se trataba de un animal que jamás habían visto. Cuentan los informantes aztecas:
"Los "ciervos" [palabra que usaban para describir al caballo] venían delante, llevando los soldados sobre sus lomos, Los soldados estaban vistiendo armadura de algodón. Llevaban sus escudos de cuero y sus lanzas de hierro en sus manos, pero sus espadas colgaban de los cuellos de los ciervos.
            "Estos animales llevaban puestos cascabeles, están adornados con muchas campanillas. Cuando los ciervos galopan, las campanas hacen un gran estruendo, resonando y tintineando.
            "Aquellos ciervos, resoplaban y bramaban. Sudan en grandes cantidades, el sudor gotea de sus cuerpos en chorros. La espuma de sus morros goteaba sobre el suelo. Se suelta en gruesas gotas, como espuma de amole [planta usada para hacer jabón].
            "Hacen un fuerte ruido cuando corren, hacen un gran estrépito, como si las piedras estuvieran lloviendo sobre la tierra. Entonces el suelo es horadado y herido donde colocan sus cascos. Se abre en el lugar en que sus cascos lo tocan" (5).
 
            Los animales, junto con los caballeros acorazados pesadamente y armados con largas lanzas de 4m. constituían un arma poderosa y era utilizada por los españoles siempre que dispusieran de ella y que el terreno lo permitiese. El efecto era devastador: los nativos -que inicialmente no estaban acostumbrados a tales animales- se daban vuelta y huían. Si se mantenían firmes, en formaciones cerradas, los Conquistadores hacían estragos con sus largas lanzas antes de comenzar a combatir con sus espadas. La caballería española podía moverse rápidamente y atacar a los indígenas desde un flanco inesperado, rodearlos, o simplemente romper sus formaciones por el propio impulso que llevaban los animales.
            Los Charrúas de Zapicán aprendieron del peor modo el poder de la caballería pesada cuando los 12 caballeros de Garay los asaltaron frontalmente, por sorpresa, y les mataron 200 hombres durante el combate de San salvador (1574).
            Cuenta Bauzá: recogiendo testimonios de Martín del Barco de Centenera:
            "Apenas alumbró el alba, comenzó a sentirse el ruido lejano de multitudes que avanzaban... Eran los indígenas, al mando de Sapicán, formados en siete grupos, cuo números pasaba de 1000 hombres. Emoción desagradable causó entre los españoles aquella súbita acometida; pero Garay, mandándoles tomar armas, les dijo con tranquilo continente, mientras formaban: "¡Amigos! no resta otra cosa que morir o vencer: esperemos, pues, con valor al enemigo!"
            "Emboscó el caudillo español su caballería con designio de lanzarla sobre los contrarios en lo más duro de la refriega, y colocándose él mismo al frente de los soldados restantes, que eran arcabuceros y ballesteros, se adelantó con miras de hacer una retirada falsa que atrajera al enemigo al lugar de la emboscada. Pero sapiocán no avanzó, según los suponía garay, burlando así el ardid de su adversario. Llevados entonces los españoles de su natural ardimiento, embistieron al grito de ¡santiago! a un cuerpo de 700 indios, desbaratándolo. Acudieron en socorro de este cuerpo 100 flecheros que ran la flor de reserva indígena, pero cortados por la cabalería que se echó a gran golpe sobre ellos, fueron deshechos, malográndose el movimiento envolvente que deseaban ejecutar.
            "Se hizo general entonces la batalla, porque cargaron todas las fuerzas indígenas sobre los españoles, poniéndoles en terrible trance... Tabobá y Aba-aihuba corrieron hacia Antonio Leiva, que a caballo, asestó un lanzazo al primero en el pecho, pero el herido se aferró a la lanza con tal ímpetu, que hubiera volcado a Leiva, si a esta sazón Juan Menialvo, acometiendo por la espalda no hubiese hacheado al indio, cortándole una mano, mientras se reponía Leiva, y le ultimaba. Furioso Aba-aihuba de la muerte de su amigo, se abalanzó sobre Leiva, más éste le atravesó el vientre de una lanzada, y uqeriendo el charrúa pelear aún, se asió a la rienda del caballo del castellano sin soltarla hasta morir...
            "Tocó el turno a Sapicán, que al ver tendidos sus dos más fuertes guerreros, intentó vengarles, pero chocando contra aquel Menialvo cuya espada mutilara a Tabobá, fue víctima a su vez del matador de su amigo. Igual suerte corrieron Anagualpo y Yandinoca, muertos a manos de Juan Vizcaíno, otro soldado de caballería. Magalona, después de haber arrancado la pica a un enemigo, murió luchando contra seis españoles, uno de los cuales, llamado Osuna, le apuñaleó desde arriba del caballo, cuyas riendas pretendía cortar el indio con los dientes.
            "Viendo Garay que la lucha no cesaba a pesar del destrozo que su caballería había hecho en las filas indígenas, cargó personalmente sobre un cuerpo de reserva que aún permanecía entero; pero al embestir, fue herido en el pecho y le mataron el caballo. Acudieron sus soldados de prisa a socorrerle proporcionándole otro caballo, con lo cual se restableció la moral de las fuerzas españolas. entonces comprendieron los charrúas que la batalla no se decidía al quedar vivo Garay, y habiendo ellos perdido sus mejores jefes y 200 soldados, tocaron retirada... Retirárones ordenadamente los indígenas, y los españoles, por su parte, a pesar de las ventajas de movilidad que les daba su caballería, no les persiguieron...
"Los españoles, que [conocían mal a los indios], juzgaron concluída la guerra y dominada la situación por efecto de la última batalla, pues estableciendo comparaciones y buscando analogías con otros países que habían cedido al empuje de sus armas, no podían convencerse de que el más pequeño de todos fuese el más rebelde".(6)
 
El texto anterior podría llevarnos a creer que la caballería era el arma de choque invencible de los españoles. No fue así, y los querandiés le habían dado una dura lección a los caballeros de Pedro de Mendoza en el combate de la  Matanza (1535). Schmidel recoge sus impresiones sobre este punto:
"Cuando quisimos atacalos, [los Querandís] se defendieron de tal manera que nos dieron bastante que hacer; mataron a nuestro capitán don Diego Mndoza [hermano del Adelantado] y a seis caballeros; también mataron a flechazos alrededor de veinte soldados de infantería. Pero del aldo de los indios murieron como mil hombres... Los indios se defendieron muy valientemente contra nosotros, como bien lo experimentamos en propia carne.
"Dichos Querandís usan, como armas, arcos y flechas; estas son como medias lanzas, que en la punta delantera tienen un filo de pedernal. También usan unas bolas de piedra, sujetas a un largo cordel, como las plomadas que usamos en Alemania. arrojan esta bola alrededor de las patas de un caballo o de un venado, de tal modo que éste debe caer; con esa bola he visto dar muerte a nuestro referido capitán y a los hidalgos: lo he visto con mis propios ojos. A los de a pie los mataron con los adudidos dardos" (7).
Schmidel habla, evidentemente, de las boleadoras, armas utilizadas por los indígenas para manear animales. Esta arma, desconocida por los españoles, les dio una triste sorpresa en La Matanza, como lo reconoce amarga pero sinceramente el alemán. Más adelante, los mismos indios aprenderían a montar a caballo y tendrían su propia y temible caballería.
 
Fue la inteligencia y la táctica, no tanto las armas de fuego, ni el número, ni la tecnología superior lo que permitió prevalecer finalmente a los Conquistadores sobre los indígenas. La inteligencia de dividir para vencer, buscando aliados en los mismos nativos.

Citas:

(1) Crónica mexicana de Fernando Alvarado Tezozomoc.

Citado en: The Aztec Account of the Spanish Conquest of Mexico;
Miguel León-Portilla's book "The Broken Spears" (Las lanzas Rotas); (en inglés; traducción mía)
http://ambergriscaye.com/pages/mayan/aztec.html
 
(2) Inca Titu Cusi Yupanqui; Relación de la Conquista del Perú; S. XVI.
Citado en:  La otra cara de la Conquista; Centro Editor de América latina; Biblioteca Fundamental del Hombre Moderno; Nº 43; s/d
 
(3) Ulrich Schmidel; Viaje al Río de la Plata; Ediciones Nuevo Siglo; Argentina; 1995; pág. 40 y 41.
 
(4) Codex Florentino/ Crónicas de Sahagún
Citado en: The Aztec Account of the Spanish Conquest of Mexico;
Miguel León-Portilla's book "The Broken Spears" (Las lanzas Rotas); (en inglés; traducción mía)
http://ambergriscaye.com/pages/mayan/aztec.html
 
(5) Terence Wise; Los Conquistadores;
Ejércitos y Batallas Nº 50; Ediciones del Prado; España; 1995:
 
(6) Francisco Bauzá; Historia de la Dominación Española en el uruguay; Tomo II; Biblioteca Artigas; Volumen 96; Montevideo; 1965; pág. 123 a 125 y 127.
 
(7) Ulrich Schmidel; Op. cit; pág 18.
 
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