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Masoneria, Tenientes de Artigas y otras logias
#17
Una campaña anti católica, disfrazada de defensa de la laicidad, es lo que han emprendido un conjunto de asociaciones y organizaciones civiles, que estimo hacen más bulla por el número de denominaciones que integran ese corporativismo que por la cantidad de ciudadanos que las integran.

Entre ellas se encuentran: Apostasía Colectiva Uruguay, Asociación Civil Trazos, Asociación Civil 20 de Setiembre, AILP (Asociación Internacional del Libre Pensamiento), AULP (Asociación Uruguaya de Libre Pensadores), AUDEPRA (Asociación Uruguaya en Defensa del Pensamiento Racional), Círculo Escéptico Uruguay, Club Teresita Garibaldi y SAEL (Sociedad de Amigos de la Educación Laica).

Nadie, que se precie de un espíritu democrático, podrá argumentar en contra de que se puedan expresar las ideas de todos, con independencia del menguado o nutrido número de individuos que se afilien a ellas. Y con independencia, también, de lo anacrónico que puedan parecer alguno de los –llamémosle- pensamientos, incluso de aquellos que conspiran contra la evolución del pensamiento humano.
En una sociedad democrática todos tienen derecho a manifestar sus ideas, a expresar públicamente su identidad y a vivir de acuerdo a sus creencias; siempre y cuando nada de esto signifique atentar contra los derechos ajenos o el bien común de la sociedad.

Pero aquí está en vilo precisamente esto último, puesto que las acciones y manifestaciones de estas organizaciones, tienen por propósito, lisa y llanamente, la desaparición de la Iglesia Católica. En primer lugar desaparición de la vida pública del Uruguay, en segundo término desaparición de la influencia que pueda ejercer la Iglesia con su doctrina social sobre todo a nivel educativo, y en el colmo de las pretensiones desaparición de todo lo católico en el relato de la historia nacional, como si la Iglesia nada tuviera que ver con la identidad oriental y con la parición de la Patria. Nos enfrentamos, ciertamente, a una campaña anti católica que creíamos ya superada en el Uruguay del siglo XXI.
Para muchos, decir “campaña anti católica”, no significa nada, ni suena a menoscabo alguno, sin embargo ¿qué se diría o pensaría si habláramos de campaña anti semita o campaña anti inmigrantes o anti democrática?

Pero esto se debe en gran medida al peso colosal de los prejuicios eclesiofóbicos que subyacen en el inconsciente social, producto precisamente de las operaciones montadas a escala mundial por un sin número de grupos sin escrúpulos que ven en la Iglesia Católica al enemigo que es capaz de estropearles sus espurios intereses. Y han diseminado como peste una serie de leyendas negras vinculadas principalmente con la historia de la Iglesia.
No es mi pretensión, al decir lo anterior, disminuir un ápice la no poca responsabilidad que nos corresponde a quienes, diciéndonos católicos, en razón de nuestro anti testimonio, alimentamos todo tipo de recelos contra la Iglesia. A veces parecería que no necesita la Iglesia los enemigos de fuera, pues le basta con los de dentro. Y es aquí, pienso, dónde se encuentra la mayor debilidad de la Iglesia de Jesucristo.

Volvamos por un momento a las organizaciones laicistas, apostáticas, anticlericales de corte masónico, hijas de la ilustración con cierta cuota contemporánea de ideología de género, las que hasta no hace poco tiempo parecían dormir una larga siesta. Pero lo cierto es que la quietud era pura apariencia, en realidad movían sus hilos y estratagemas como les gusta a ellas, desde lo oculto, en las sombras, en lo secreto, sin mostrarse a cara descubierta.

Soñaban despiertos que su plan se encaminaba a la consumación sin posibilidad de retorno; su anhelo más preciado, su visión teleológica de un mundo sin Iglesia Católica, tarde o temprano estaba por cumplirse de manera irreversible, ya celebraban el triunfo y brindaban por anticipado, como Brasil en el 50.
Pero no contaban con algo en lo que no creen: a la Iglesia la guía, la gobierna y la protege el Espíritu Santo. Con la asunción del Papa Francisco, comenzó su desasosiego, volvieron a su estado más natural: la desesperación, porque en realidad nada esperan más allá de sí mismos. Descubrieron, cada vez con mayor preocupación, que sus especulaciones y vaticinios, acerca del final inminente de la Iglesia, se les iban al tacho.
El engendro anticlerical había sido provocado y motivos no le faltan.

Se vieron obligados a salir del mundo de las tinieblas, en dónde se sentían cómodos, pues su sórdido plan ya no les daba resultado. Comunicado tras comunicado primero arremetieron y condenaron las -según ellos- impropias injerencias del Cardenal Sturla en cuestiones “políticas”, nos quisieron callar pero ya no les funcionó la estrategia, la Iglesia siguió hablando. Luego le toco el turno condenar la jura de la bandera en la Catedral por parte de colegios católicos, después la inauguración de la capilla en el Hospital Militar, en el límite de lo soportable tuvieron que oponerse a la instalación de la imagen de la Virgen María en la Rambla del Buceo, y la lucha continúa, ahora la misa por el día del ejército Nacional y su pedido de dimisión o remoción de los comandantes en jefe del Ejército y de la Fuerza Aérea por participar uniformados en la misa.

En ninguna de estas cuestiones se nos va la vida a los católicos, hay cosas incomparablemente más importantes, pero contra esas -las importantes- no pueden hacer nada.
En el Uruguay ha comenzado para la Iglesia una etapa nueva, un nuevo Pentecostés la anima.
En la Arquidiócesis de Montevideo son evidentes los logros en la educación, allí donde nadie apostaba a la esperanza, es la Iglesia con sus obras de vanguardia, como el Liceo Jubilar, el Liceo Providencia, la Fundación Sophía, los colegios insertos en los barrios más populares de la ciudad y las innumerables obras educativas como Tacurú, Los Pinos, el Proyecto Gurisaes, la Obra Banneux y tantas otras, que interpelan a todo el sistema educativo nacional formal y no formal.

La Iglesia está intentando poner nuevamente a Cristo y la evangelización en el centro de sus desvelos, aunque muchos piden que desvíe su atención y sus fuerzas hacia cuestiones meramente sociales. Ya no se deja manipular ni convencer tan fácilmente por quienes intentan hacer que no reaccione ante los ataques que sufre, que sumisamente calle su voz, que se deje vilipendiar por cualquier ignorante o mal intencionado. Sin perder la caridad, siempre como una Madre amorosa, la Iglesia no se dejará pisotear.
Una nueva fuerza nace en la Iglesia. Nuevas iniciativas de laicos se suman a los programas de Evangelización que propone la Arquidiócesis.

Se están organizando jornadas de Adoración Eucarística en varias parroquias. En el Rosario por las familias que se reza en el Buceo, asisten 10.000 personas cada año. Todos los veranos en varios barrios de la ciudad se realizan numerosas misiones juveniles. Varias son las iniciativas de formación, oración y apostolado que han surgido en Internet. Páginas web, blogs, grupos en las redes sociales, son utilizados por laicos para difundir la Buena Noticia.
Hoy existe un liderazgo claro, además de una visión a largo plazo y un fuerte compromiso del Cardenal Sturla con la Evangelización, que para este año 2016 se cristaliza en los siguientes programas: Fundación Sophía, Instituto Arquidiocesano de Formación, Equipo de Primer Anuncio, Proyecto Ministerio de Música, Proyecto Puertas Abiertas y Departamento de Comunicación Social.
Tienen motivos -sin dudas que los tienen- para estar molestos quienes cavilaban que la Iglesia estaba en agonía de muerte.

Pbro. Pablo Coimbra
“Dulce et decorum est pro patria mori”
 
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Mensajes en este tema
RE: Masoneria, Tenientes de Artigas y otras logias - Artiguista - 05-28-2016, 07:41 PM

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