[Artiguista]

DE ASUMIR RESPONSABILIDAD Y DAR LA CARA…
Gaston Bianchi


Recuerdo como si fuera ayer las primeras palabras con que me recibieron en la primer institución militar que comenzó a moldear mi carácter, hace ya poco más de medio siglo a horas de haber aprobado el examen de ingreso a esa que fue mi segunda casa en tiempos de adolescencia. 
La cascada voz del canario Aguirre, un teniente de tierra adentro, nos iba poniendo en aviso que a partir de ese momento se terminaba de nuestro diccionario, y para el resto de la vida (mientras se portara un uniforme militar) poner a intermediario alguno para esquivar la comisión de una falta cometida… Ya no más, ¨no pude cumplir tal o cual cosa¨, ¨llegué tarde porque mi vieja se durmió y no me despertó¨, ¨no me cosió el botón¨, o ¨no me planchó la corbata¨, dijo..¨ 

Como gurises cagados, escuchábamos los últimos argumentos que en mano teníamos para poner excusas ante un yerro que nos dejara de cara con el formulario ¨Diez por diez¨ (papel usado para entregar ante el superior, donde se establecía en forma clara y concisa, la causa de la falta cometida, el sancionante y la firma con aclaración del sancionado además de la fecha).
Recuerdo claramente, que a partir de allí comenzaron dos cosas, la primera a hacernos cargo con nuestros catorce años de cada cosa que hacía y de aquellas que no se cumplía, y la segunda no menor, a pagar por ello fuera de hora y los fines de semana con horas de recargo, presentándome regularmente a ese hogar que aprendí a querer como el mío, y a su gente como a mi familia.

Más tarde, con el ingreso a la Marina, siendo aún menor de edad y precisando la firma de mi madre para aceptar voluntariamente eso que conocía luego de un par de años, continué con la educación que fue mi forma de vida hasta la fecha. A lo largo de ese primer lustro en la Escuela Naval, junté algunos cientos de ¨consejos disciplinarios¨ que me resguardaron sabiamente entre sus muros, para aprender a fuego, como muchos camaradas el respeto a las reglas de comportamiento de lo que sería nuestra noble carrera de armas. 

Desde el primer día allí, cada uno de nosotros respondió por sus actos y a veces hasta por los de otros que ocasionalmente se encontraban subordinados por la razón de la precedencia de la escolaridad o de la delegación de funciones. Mirábamos a nuestros camaradas de los años superiores como hermanos mayores y a los oficiales de esa casa como los dioses en el Olimpo. 
Un día nos tocó a nosotros y a lo largo de la vida fuimos ocupando los mismos cargos que los antes mencionados, y la vida de un plumazo se rifó el palo y las velas del barco, y hoy a los años nos queda la memoria de todo eso vivido…

Nunca, jamás en todos estos años, a ninguno de nosotros se nos pasó por la cabeza faltar a la palabra, y menos escabullirnos detrás de la espalda ajena para evitar dar la cara, o no hacernos responsables por algo que ante un yerro ajeno a nuestra buena voluntad nos correspondiera. La peor bofetada, no era que otro nos señalara eso, sino sufrirlo en carne propia ante nuestra conciencia. 
Hacerse cargo de nosotros y quienes están bajo nuestro mando fue el primer mandamiento de la lista de cada militar sea de la fuerza que sea.

Hacerse acreedor a una sanción de ¨Mentir para evadir la responsabilidad a un castigo¨ era considerado DESLEAL y esa deslealtad era en perjuicio de los superiores, pares y subalternos. La comisión de su causa era tanto más grave cuanto mayor antigüedad o grado se tenía dentro de la Institución…
Jamás en mis tiempos de grumete se me ocurrió pensar que esa falta disciplinaria la pudiera cometer alguno de mis instructores y menos la jefatura de mi unidad o en ese caso de la Escuela en la figura del Director… 
Con asombro, hoy a muchas décadas de todo aquello, me pregunto ¿Qué hubiera pasado por mi cabeza si me enterara si quien comete dicha falta fuera nada menos que el COMANDANTE SUPREMO DE TODAS LAS FUERZAS ARMADAS? - Evidentemente pensaría que estaba frente una escena extraída de una película de ficción de muy mal gusto… 

Estamos hablando, que en esa escena donde se pone en duda la honorabilidad y palabra frente a todos los subordinados, hoy apunta a los más altos niveles como actores; donde por un lado aparecen seis honorables oficiales generales, su Comandante en Jefe y un ministro encargado de la defensa con un firme argumento, y por el otro alguien que exige ser reconocido como su comandante supremo, preocupado por maniobrar con artificios en contradicción a lo que todos los anteriores señalan claramente con pruebas de ello…
Conclusión: El carácter humano se moldea, mejora, adapta o se afirma en cualquier instituto de formación sea civil o castrense, la condición humana lamentablemente no…