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del 2018
Excelente!!!

Big Grin Big Grin Big Grin
No se ve un buen futuro por estos lados...


Columna en The Wall Street Journal asegura que Chile está en una “misión suicida”
Pulso de La Tercera
HACE 6 HORAS

Su autora, Mary O’Grady, antes escribió “Atentado al milagro Chileno”, en referencia a la reforma tributaria de Michelle Bachelet.


Un país más pobre, corrupto y menos libre es el que le depara a Chile si cambia su Constitución, de acuerdo al juicio que hace Mary O’Grady, periodista estadounidense, en su columna “La Misión Suicida de Chile”, publicada hoy en The Wall Street Journal.

Se trata del más reciente acercamiento del diario económico a la situación política nacional, que sigue desde el estallido social con el reportaje del 27 de octubre del año pasado “Protestas en Chile reclaman cambio a la desigualdad y estremecen al gobierno”.

La situación interna del país ha llamado la atención de varios medios internacionales además del WSJ, entre ellos Reuters y Bloomberg.

En tanto, esta no es la primera ocasión que O’Grady aborda lo que ocurre en el país. En 2014 publicó “El milagro chileno en reversa”, donde escribió: “bienvenidos al Chile de Bachelet, en el que la libertad es un problema porque perturba el mundo feliz de igualdad de los socialistas”. En 2017 publicó “Fuego y Terrorismo en Chile” en la que hace otra aguda crítica a la entonces mandataria en el marco de los incendios forestales.

Igual de polémica es en la columna de hoy, que presentamos a continuación de manera íntegra.

Misión suicida de Chile
Es probable que una nueva constitución haga al país más pobre, más corrupto y menos libre.

Una sociedad libre nunca corre más riesgo que cuando las expectativas aumentan más rápido que los resultados. De todos los esfuerzos para explicar por qué Chile está en la cúspide del suicidio político y económico colectivo, esta obviedad tiene más sentido.

El 25 de octubre, los chilenos votarán si el país necesita una nueva constitución. Las encuestas indican que el voto por el “sí” prevalecerá incluso cuando el proceso de reescribir la ley más alta del país se perfila como un desastre.

Una nueva constitución es probable que ponga en riesgo el modelo de capitalismo democrático que llevó a la pobreza chilena a continuación al 10% en 2018, de casi 70% en 1990. Chile también tuvo la mayor movilidad social en 2018 en un estudio de la Organización de la Cooperación y el Desarrollo Económico de 16 países miembros. Es difícil entender por qué existe un respaldo popular para hacer estallar un sistema que ha tenido tanto éxito.

Una pista es la lentitud económica que provocó la presidenta socialista Michelle Bachelet (2014-18) con impuestos más altos y una fuerte regulación. El presidente de centroderecha Sebastián Piñera no ha podido cambiar las cosas. Sin embargo, el bajo crecimiento por sí solo no explica este paso radical.

Sin duda, fuertes dosis de adoctrinamiento marxista en las universidades chilenas y la “igualdad” de ingresos de los intelectuales y los medios de comunicación han inclinado al país hacia la izquierda.


Pero Alexis de Tocqueville señaló algo en “Democracy in America”, cuando escribió que "el odio que los hombres sienten por los privilegios aumenta en la medida en que los privilegios se vuelven cada vez menos considerables, de modo que las pasiones democráticas parecen arder más ferozmente cuando tienen menos combustible. . . . Cuando todas las condiciones son desiguales, ninguna desigualdad es tan grande como para ofender la vista, mientras que la más mínima diferencia es odiosa en medio de la uniformidad general ".

Esto suena cierto en Chile, donde, a medida que la población ha mejorado, aunque dañada por el estancamiento económico provocado por la Sra. Bachelet, también se ha enojado más. Los sentimientos de bienestar y seguridad se han desvanecido mientras el bosque político se ha amontonado con la yesca seca del idealismo colectivista.

Muchos chilenos parecen creer que una nueva constitución arreglará las cosas, al estilo de la Venezuela de Hugo Chávez de principios de la década de 2000. La analogía no es perfecta pero, como observó Mark Twain sobre la historia, rima.

La extrema izquierda justifica su demanda de una nueva constitución señalando al general Augusto Pinochet, quien gobernó el país como un dictador en 1980 cuando se adoptó la constitución actual. Sin embargo, esa constitución estableció un proceso para el retorno de la democracia a partir de 1988. Pinochet entregó el poder pacíficamente en 1990.

Una serie de gobiernos de centro izquierda elegidos democráticamente hasta 2010 enmendaron la constitución para profundizar la democracia al tiempo que protegían la propiedad privada y la independencia del banco central. Sin embargo, los militantes han convencido a los chilenos de que la fuente de su descontento es el documento original.

Los partidarios del referéndum dicen que es un proceso “democrático”. Ciertamente es mayoritario. Pero los chilenos seguramente se sentirán decepcionados si el objetivo es un nivel de vida más alto y mayores oportunidades. La nación tendrá suerte si termina el ejercicio a la par del empobrecido estado benefactor argentino.

Es una buena apuesta que la nueva constitución tratará de satisfacer el clamor populista por la justicia social aumentando el poder monopolista del estado para redistribuir la riqueza. A menos que los chilenos demuestren ser excepcionales en su capacidad para evitar esta tentación, espere un documento que se lea como una letanía de aspiraciones inalcanzables.

El ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso, apenas un hombre de derecha, advierte sobre el problema en sus memorias de 2006, “El presidente accidental de Brasil”. Cuando su país salió de la dictadura en 1987 y su Congreso se preparaba para redactar una nueva constitución, Cardoso fue puesto a cargo de la redacción de reglas. Esto le dio un asiento de primera fila a medida que se desarrollaba el proceso. “Todos los grupos de interés brasileños imaginables surgieron con demandas... No importa cuán ridícula sea la solicitud, el Congreso nunca pudo rechazarla”.

Cardoso calificó los privilegios consagrados en la versión final de “absurdos” y no solo porque Brasil era demasiado pobre para cumplirlos. También estaba “tratando de crear un estado de bienestar” en el “momento de la historia en el que los estados de bienestar de Europa estaban colapsando”.

En Chile, tanto la izquierda como la derecha esperan tener minorías de bloqueo en la convención, y se supone que esto moderará el resultado. Sin embargo, a menos que la versión final también requiera la aprobación de dos tercios de la convención, un punto aún no acordado, existe una alta probabilidad de que la nueva constitución sea un desastre incoherente.

Las cosas se pondrán aún más difíciles si no se llega a un acuerdo. Después de todo, la izquierda ganó este referéndum después de que Piñera no pudo contener su violento ataque de quema y saqueo desatado hace un año en la nación. Por lo tanto, no es tanto un ejercicio de civismo como una rendición a los terroristas de izquierda que es poco probable que retrocedan porque pierden en política.

https://www.latercera.com/pulso/noticia/...WIVT5SBJQ/


Algo así se debió comprar para nuestra Policía, o el OH-6 viejo pero no me daría miedo si pasan por encima de mi casa.
Salud reconoce a la FACh por realizar más de 200 traslados: "No ha fallecido ningún paciente"

El ministro de Salud, Enrique Paris, también hizo un análisis global de la pandemia durante esta jornada de votación, donde destacó que sólo el 36% de las camas UCI se encuentran ocupadas por pacientes covid.25 de Octubre de 2020 
| 17:08 | Redactado por Daniela Toro, Emol

El ministro de Salud, Enrique Paris, analizó este domingo la situación global del país respecto al coronavirus, donde mostró preocupación con las regiones que se encuentran más afectadas, y destacó la labor de los traslados de pacientes que ha hecho la Fuerza Aérea de Chile. En una jornada donde se reportan 13.944 fallecidos en el país producto de la pandemia, Paris sostuvo en entrevista con Ahora Noticias de Mega que "este es un virus bien extraño, porque al comienzo tuvimos grandes cantidades de pacientes en Arica, en Calama, en Antofagasta, en la Quinta Región, también en Biobío. Ahora, hace unas semanas atrás, comenzó un brote gigantesco en lo que fue realmente enorme en Punta Arenas, que afortunadamente estamos controlando". 

 Sobre este brote, planteó que fue principalmente clusters familiares, grupos de familias que se infectaron, aunque destacó que "ahora ha ido bajando muy rápidamente". Donde persiste la preocupación es en la región de Los Lagos, "sobre todo en Puerto Montt, tuvimos un pequeño brote en Maullín, y también en la región de Los Ríos, estamos muy preocupados por toda la zona de Valdivia y otras comunas". El ministro aseguró que se enviaron grupos de trabajo directamente del Minsal hacia estas zonas, incluyendo Magallanes, para agilizar la coordinación entre el propio ministerio y la Atención Primaria de Salud. "Hay que destacar un hecho importantísimo: la cantidad de camas UCI ocupadas por pacientes con coronavirus, en este momento es sólo del 36%, es decir, hay una cosa bien curiosa, y es que la cantidad de pacientes que ingresan a la UCI, a pesar de que tenemos muchos pacientes infectados, ha ido disminuyendo en proporción a lo que vimos al comienzo de la pandemia", destacó. 

Ningún paciente fallecido en traslados de la FACh 

Respecto a los traslados de pacientes, Paris destacó que los principales se han realizado desde Magallanes y desde Aysén hacia la zona central. En este punto, agradeció a la Fuerza Aérea de Chile (FACh) por realizar estas labores. 
 "Quiero agradecer a la Fuerza Aérea de Chile que ha hecho más de 200 traslados, en un hecho inédito a nivel latinoamericano. Eso lo vamos a publicar, lo vamos a llevar a un congreso de hecho, que se está desarrollando en México, porque no ha fallecido ningún paciente en los traslados, a pesar que han sido traslados muy críticos, y afortunadamente hemos tenido buenos resultados", indicó. Con todo, dijo que estas tareas disminuyan, puesto que los últimos se han realizado desde Magallanes, "y en este momento la curva está en franco descenso".

Fuente: Emol.com - https://www.emol.com/noticias/Nacional/2...-fach.html

La naturaleza del proceso revolucionario chileno

EL RELATO DE LA IZQUIERDA ACABÓ MATANDO AL DATO DE LA DERECHA-TECNOCRÁTICA
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Agustín Laje


[color=grey]30 octubre 2020

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“Se trata siempre de volverle objetivamente la vida imposible, de propagar la inquietud, la duda y el recelo, de hacer, en la modesta medida de los medios de cada uno, todo el mal posible”. 

Esto se lee en una de las páginas de Tesis sobre el Partido Imaginario de Tiqqun, un librito que en el 2016 adquirí en Chile. Conocía a Tiqqun por Francia, pero me sorprendió verlo en la capital chilena. Los ejemplares descansaban sobre mantas en la vereda y costaban apenas un dólar. No se trataba del dinero sino de la revolución. Los vendedores no eran vendedores sino militantes: unos cinco sujetos con aspecto neo-hippie ofrecían a viva voz este y otros panfletos por el estilo. Se veían a sí mismos como la vanguardia del “Partido Imaginario” de Tiqqun.

Chile es un país políticamente fascinante. Sus divisiones políticas son probablemente más significativas que en la mayoría de los países americanos. El legado de Pinochet dejó una derecha que por varios años fue bastante fuerte. Tenía para mostrar, pues, un innegable éxito económico. Para un argentino de derecha como yo, era ciertamente una rareza encontrar una avenida llamada “11 de Septiembre” o una “Fundación Augusto Pinochet”. No menos raro era escuchar políticos asumir ser de “derechas”, de manera pública, sin mayores inconvenientes. Los think tanks chilenos, además, montaban estructuras sorprendentes. Hace más de una década me engañé a mí mismo, creyendo que la sociedad chilena era, en términos generales, “una sociedad de derechas”.


Cita:Desde luego que en Chile ha intervenido Venezuela y que incluso se han detenido a miembros de las FARC operando en el país. Todo eso es cierto y ya lo sabemos, pero no alcanza para explicar lo que actualmente ocurre

Pero muy pronto conocí otro Chile. El Chile de los diputados comunistas, de las revueltas estudiantiles, de la insurrección mapuche. 

En Argentina el PC es un hazmerreír, la política estudiantil es poco más que un juego, y no conocemos el terrorismo indígena. Por cierto, también conocí el Chile anarquista, de quienes no ocupan ningún asiento del sistema pero que ocupan con determinación el espacio público con distintas intervenciones (graffitishappenings, puestas en escena, destrozos). 

El mismo año que encontré a Tiqqun en las calles de Santiago, en Punta Arenas, bien al sur del país, en un colegio al que fui a dar una conferencia, los alumnos me comentaron que días atrás habían estado ahí mismo Boric y Jackson, dos diputados de izquierda. Los alumnos, de dieciséis años, ya hablaban de Gramsci. Ahí fue que terminé de entender que en Chile no sólo había una derecha fuerte (que, en rigor, cada día parecía más débil) sino también una izquierda que revestía una forma muy distinta a la izquierda de mi país (jerárquica, estatizada y, sobre todo, peronizada).

Entender lo que sucede hoy en Chile es entender estos procesos históricos y la naturaleza de la revolución en curso. Para la centro-derecha tecnocrática esto es casi un imposible, porque ella concibe la historia simplemente como una sucesión de gráficos y números en los que la salud del tejido social, cultural y político equivale a la salud de las cuentas. La sociedad deviene en una enorme calculadora y su naturaleza se concibe en clave macro-económica. Pero la revolución en curso desprecia las cantidades, no entiende de adiciones y sustracciones, y de ninguna manera es macro sino micro: en términos de Félix Guattari, que en los ’90 ya deambulaba en Chile y contribuía a reorganizar el izquierdismo chileno, es “molecular”.

Cita:La derecha acabó [i]militarmente a tiempo con Allende y la izquierda. Lo mismo ocurrió en tantos otros países, como el mío. Pero la izquierda chilena no fue derrotada políticamente y se preparó, desde entonces, para cambiar el terreno de juego[/i]

Desde luego que en Chile ha intervenido Venezuela y que incluso se han detenido a miembros de las FARC operando en el país. Todo eso es cierto y ya lo sabemos, pero no alcanza para explicar lo que actualmente ocurre. En Chile ha emergido un poder de negación nunca antes visto, que ha mantenido su potencia a lo largo de todo un año. Semejante negatividad, semejante energía revolucionaria, ha sido producida con enorme paciencia, ha sido trabajada de manera incansable por lo que es, probablemente, la izquierda más avispada del continente.


No exagero. El socialismo del Siglo XXI no lo inventó un coronel venezolano, sino un político chileno, y no en el nuevo milenio, sino en 1970. La estrategia de penetrar las instituciones democráticas y republicanas para acabar con ellas desde adentro, que hoy vinculamos al chavismo, es, en honor a la verdad, allendismo puro y duro. Salvador Allende y no Hugo Chávez. 
La diferencia, en todo caso, fue de tiempo. La derecha acabó militarmente a tiempo con Allende y la izquierda. Lo mismo ocurrió en tantos otros países, como el mío. Pero la izquierda chilena no fue derrotada políticamente y se preparó, desde entonces, para cambiar el terreno de juego. 

El modelo castrista de revolución armada nunca funcionó; el modelo entrista-molar de Allende fue detectado a tiempo; y aparece entonces el modelo cultural-molecular del que hoy, Chile, como hace cincuenta años con Allende, también podría convertirse en el primer caso de consumación indudablemente revolucionaria a partir de estrategias renovadas.

Cita:Lo importante no es lo que puede empezar, sino lo que debe terminar. La izquierda, es bien sabido, gusta más de destruir que de construir. Y, en efecto, para esto último jamás ha servido

La tradición culturalista del marxismo, que empieza decididamente con Gramsci, llega a Ernesto Laclau y Chantal Mouffe en forma de posmarxismo. Gramsci ha sido cuidadosamente leído y difundido por la izquierda chilena. Laclau brindó numerosas conferencias en el país andino y ofreció, junto con Mouffe, un clásico en esta materia: Hegemonía y estrategia socialista. Mouffe, por cierto, ha formado a cuadros del Frente Amplio y visita a menudo Chile, ofreciendo conferencias en las principales universidades. 


De esta tradición de pensamiento político, la izquierda entiende que la identidad de los sujetos que harán la revolución no está predefinida, no es siquiera esencial, sino que debe ser construida. Nada de clase obrera como mesías de la historia; nada de lucha de clases como forma de la revolución. La izquierda debe curarse de esa patología política llamada economicismo (que la derecha nunca deja de padecer) y abrirse a la multiplicidad de antagonismos: hombres/mujeres, heterosexuales/homosexuales, adultos/niños, sanos/enfermos, cuerdos/locos, blancos/negros, nacionales/inmigrantes, colonizadores/indígenas, humanos/animales, y tantos etcéteras como se quieran.

El modelo es “cultural” precisamente en el sentido de que desplaza la sustancia del antagonismo de lo económico-material a lo cultural-inmaterial. Las demandas económicas no desaparecen, desde luego, pero ceden protagonismo a luchas por significados, formas de vida, interpretaciones, deseos. De ahí que hoy resulte más familiar la palabra “opresión” que la palabra “explotación”. Pero además, el modelo es “molecular”, porque los antagonismos descienden a la vida de todos los días, a las relaciones personales, a la propia experiencia de la intimidad. La politización total de la vida —un ethos ciertamente totalitario— configura vidas agonísticas, atravesadas por conflictos y luchas permanentes contra la totalidad: luchas moleculares. Guattari en La revolución molecular ha enseñado a la izquierda que hay que “romper con la división tradicional entre los grandes grupos sociales y los problemas individuales, familiares, escolares, profesionales, etc.”. Tiqqun es concluyente: “Todo es político”.

Cita:Lo que la centro-derecha tecnocrática jamás entendió es que lo único que gobernaba era la economía, cuyo control ya ha sido sustraído no por los “hacedores de números” sino por los “hacedores de palabras”

La naturaleza de la revolución en curso es más molecular que hegemónica. En esto reside su enorme originalidad respecto a otras izquierdas exitosas. Que se entienda: la hegemonía es el proceso político por medio del cual distintos sujetos se articulan a partir de la construcción de equivalencias (homosexuales-mujeres-indígenas-socialistas, por ejemplo, se configuran en algo más que ellos mismos). Cuando las equivalencias se condensan en torno al nombre de un líder que aspira a significar al pueblo mismo, ahí tenemos populismo (Laclau). 


Esto es el kirchnerismo, por ejemplo. Pero la lógica molecular es distinta. No aspira a ninguna conducción; no aspira a la conformación de identidades políticas agregadas más o menos estables. Al contrario: su fuerza reside en la multiplicidad inconexa que se amontona en el ataque y se dispersa a continuación, para repetir el proceso una y otra vez. La solidaridad orgánica de la hegemonía es mera yuxtaposición en el modelo molecular: una molécula al lado de la otra, sin hacer de ellas algo más grande que ellas mismas.

La negatividad, en todo caso, es la fuerza que atrae a las moléculas entre sí. Feministas, homosexuales, anarquistas, comunistas, estudiantes, indigenistas, inmigrantes, anti-especistas… no aspiran a ser el Pueblo como en el populismo, ni aspiran a formar una identidad que trascienda sus particularidades como en la estrategia socialista de Mouffe y Laclau, sino que simplemente se encuentran entre sí en la negación radical de Chile, de su sociedad, sus instituciones, sus tradiciones, su historia. De aquí que una “nueva constitución”, en rigor, se vea paradójicamente más como final que como inicio. Lo importante no es lo que puede empezar, sino lo que debe terminar. La izquierda, es bien sabido, gusta más de destruir que de construir. Y, en efecto, para esto último jamás ha servido. 
Cita:Entiendo la frustración de Alexis López Tapia, intelectual chileno que analiza la revolución molecular en su país y se lamenta de que la centro-derecha liberal jamás haya visto venir todo esto

La centro-derecha tecnocrática pensaba que gobernaba el país simplemente porque el modelo económico no sufría grandes alteraciones cuando la centro-izquierda se hacía con el poder. Lo que aquélla jamás entendió es que lo único que gobernaba era la economía, cuyo control ya ha sido sustraído no por los “hacedores de números” sino por los “hacedores de palabras”, como los llamaba Robert Nozick. 


Tantos gráficos, tantas plantillas de Excel, para nada. El relato finalmente mató al dato. La forma de ver el mundo se desentendió de la forma de consumir en el mundo. No alcanzó con el televisor siempre más amplio y brillante, ni con el teléfono celular siempre más rápido y ligero. La ideología del centro comercial no tuvo nada que hacer frente a las marchas estudiantiles, las insurrecciones indígenas, los himnos feministas y los happenings posporno del LGBT. 
O quizás más cierto sea decir que la forma de consumir en el mundo se puso, inclusive, al servicio de la forma de ver el mundo: los centros comerciales también vendieron revolución (recuerdo las camisetas de H&M con estampados feministas del Costanera Center), cuyo éxito político es directamente proporcional a su condición de mercancía.

Entiendo la frustración de Alexis López Tapia, intelectual chileno que analiza la revolución molecular en su país y se lamenta de que la centro-derecha liberal jamás haya visto venir todo esto. Guattari ya se regocijaba al respecto en Líneas de fuga: los tecnócratas liberales, dice aquél, “para intentar hacer frente a las mutaciones sociales que algún día podrían hundirlos, se esfuerzan en hacer concesiones sobre cierto número de asuntos que no cuestionan los fundamentos esenciales de los poderes capitalísticos”. Así, “se sienten «modernos» contra una derecha y una izquierda que conducen una parte no despreciable del electorado”. 

En consecuencia, Guattari se frota las manos porque ve que eso que hoy podemos llamar “derechita cobarde” se vuelve contra su propio electorado mientras cree poder controlar los antagonismos moleculares que se forman contra ella. Pero ese control en verdad es concesión, mimesis, confusión, identificación. Verbigracia: la paparruchada del “feminismo liberal” y los liberales que apoyaron la agenda de género como refuerzo de la “libertad individual”, mientras seguían hablando del viejo Marx y de Keynes; los cobardes que dieron la espalda a la historia y a los presos militares porque le concedieron a la izquierda el monopolio sobre el pasado. 

Cita:Entregar los valores, la historia, el arte, el cine, los medios de comunicación, y, en una palabra, la cultura y sus instituciones a la izquierda, ha significado un precio muy alto que es el que ahora se está pagando

Lo molecular es lo inaprensible. Como el Partido Imaginario de Tiqqun: está en todas partes, pero no se lo puede ver, no se lo quiere ver. No hay líderes, no hay jerarquías, no hay representantes ni representados, no hay procedimientos formales ni estratificaciones. 


No hay nadie con quien negociar, ni a nadie a quien derrocar. No hay siquiera voluntad general: en tal sentido, no hay nadie a quien convencer. El comunismo que Marx describió como “fantasma” era demasiado tangible como para ser tal cosa. 

La revolución molecular penetra tan fácilmente en la centro-derecha —a diferencia de los viejos modelos izquierdistas— por ser aquélla verdaderamente fantasmagórica. Ella impone su agenda, sus categorías, su lenguaje y sus poses. Ella sabe muy bien que no hay que llegar al gobierno para hacerse del poder, sino más bien hacerse del poder para gobernar (aun cuando otros, como Piñera, fantasean que manejan el timón).

Lo que vive hoy Chile es el fruto de un proceso histórico de décadas. Desde la derecha podemos buscar chivos expiatorios para explicar lo sucedido: Nicolás Maduro, el Foro de Sao Paulo, el Grupo de Puebla, Diosdado Cabello, etcétera. Pero la autocrítica no sólo es más honesta, sino también políticamente más inteligente. Entregar los valores, la historia, el arte, el cine, los medios de comunicación, y, en una palabra, la cultura y sus instituciones a la izquierda, ha significado un precio muy alto que es el que ahora se está pagando. La economía, finalmente, no era todo; la cultura terminó asaltando sus dominios y al parecer nadie dará la vida por los indicadores macroeconómicos, por más claros que ellos pretendan ser.

Doy cierre a estas líneas pensando en ese grupo de militantes que vendían a un dólar los libritos de Tiqqun en una vereda céntrica de Santiago, hace cuatro años ya. Reviso nuevamente el texto, lo ojeo: “El Partido Imaginario reivindica la totalidad de lo que en pensamientos, palabras o actos conspira por la destrucción del orden presente. 
El desastre es su obra”. Continúo: “su forma es la de una hostilidad sin objeto preciso, la de un odio fundamental que surge desde la interioridad más insondable”. Poco más adelante: “no funda su causa sobre nada, pero esta nada es la Nada que sabemos idéntica al Ser”. Es ciertamente en calco del ethos y del modus operandi de la revolución en curso. Hay mucha gente que ha preparado molecularmente lo que hoy se vive en Chile. 
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Agustín Laje es licenciado en Ciencia Política, Magister en Filosofía y escritor.
Concuerdo completamente con lo del articulo. desarmaron el pais completo y se demoraron años pero lo lograron.
están en las universidades, colegios, justicia, organismos publicos, medios de comunicación, circulos de empresarios, sindicatos. todos poniendo su granito de arena para alentar esta revolucion que no tiene lider pero que logro tomar el poder. tenemos un gobierno de derecha pero nos domina la izquierda.

lo único que nos va quedando para contrarrestarlo son las elecciones de autoridades que aun no logran capturar para corromperlo. aunque por esfuerzo no se han quedado al querer meter el voto electrónico o el voto por correo o darle derecho a sufragio a menores de 16 años.



Juramento a la bandera 2020