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Versión completa: Desaparicion de la bandera de los 33 por el OPR-33
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El robo y desaparicion de nuestra bandera.....

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Un 16 de julio, pero de 1969, robaron la Bandera que utilizaron los Treinta y Tres orientales en su cruzada libertadora.

La tela original empuñada como emblema de libertad por Lavalleja y Oribe en la playa de la Agraciada fue sustraída a la memoria colectiva de los uruguayos que la guardábamos como memoria viva de una gesta por nuestra independencia.

El 16 de julio se cumple un aniversario más de ese gesto antipatriota.

La Bandera utilizada por el grupo de revolucionarios que en 1825 inició el levantamiento contra las tropas de ocupación del imperio portugués, y que finalizara con la instauración de la Constitución Nacional en 1830, fue utilizada por un grupo de forajidos conocido como “Grupo Guerrillero “OPR 33”. En 1969 robó la bandera y hoy muchos de ellos están reintegrados a nuestra sociedad y algunos en cargos de gobierno. Los autores de la fechoría, cobardemente, dicen ignorar su paradero alegando que se extravió. Pero aún aceptando que la bandera se perdió para siempre, falta que los responsables reconozcan su error y ensayen al menos un pedido de disculpas. Su silencio revela incapacidad de autocrítica, una actitud inaceptable entre quienes otrora asaltaron la democracia. Así como el caso de nuestra bandera yace en un limbo donde no habría ni justos ni pecadores, otros atentados de entonces siguen velados por sus actores, renuentes a deplorar sus yerros, cosa que si lo hicieran, sería aleccionante para las nuevas generaciones.

El OPR-33 fue un grupo orientación anarquista, brazo armado de la Federación Anarquista del Uruguay, que se constituye luego de una escisión del MLN Tupamaros encabezada por Carlos Hebert Mejías Collazo y formando parte fundamental de su dirección, Hugo Cores.

Entre las acciones que cometieron figuran los secuestros del Dr. Alfredo Cambón, del Sr. Luis Fernández Lladó, del Sr. José Pereira González, del Sr. Sergio Molaguero y de la periodista francesa Michele Ray.

Al robo de la bandera de los 33 Orientales, nunca devuelta ni aclarada tan ruin actitud, se sumaron múltiples rapiñas para obtener dinero.

Me atrevo a decir que muchísimos uruguayos no conoce las características del episodio.

Lo recordamos hoy y reclamamos a quienes participaron directa o indirectamente, que alcancen información del episodio y del destino final de nuestro símbolo patrio.

No lo olvidaremos porque la historia no se construye en trozos o parcialmente, sino integralmente. Al actual Prosecretario de la Presidencia de la República se lo reconoce como integrante de ese grupo. ¿Tiene el Sr. Jorge Vázquez alguna información que no ha dado? ¿Puede decirle al Uruguay desde tan alto cargo de gobierno que participación tuvo en el episodio? ¿Puede informarnos que relación tenía entonces con Mejías Collazo a quién se identifica como el autor directo y material de tan vil robo a nuestra memoria?

¿Es exagerado reclamar por un símbolo patrio a quienes se autoproclamaban abanderados de causas justas mientras procedían a robar y extorsionar por dinero?

La Bandera de los Treinta Y Tres es un símbolo patrio y no lo es en vano. Representa el más caro y principal derecho del hombre: la Libertad. Los patriotas juraron ante ella dar su vida a cambio. No había en el juramento ningún otro valor adicional. Es por tanto la Libertad un valor fundacional de nuestra Nación. Muchos han tentado recortarla por distintas vías y la historia los ha marcado para siempre.

Esa Bandera, representa un proceso libertario legítimo, auténtico, fidedigno, de orientales contra la ocupación y la ausencia de Libertad. En muy malas manos fue a parar. Los que la robaron no representaron ningún sentimiento patrio ni fundacional, ninguna causa que valga la pena valorar, no hubo en ellos él ánimo de reivindicar la Nación, sino de imposición de ideas antidemocráticas, lejanas de lo nacional, unidas a los más despreciables procedimientos. De aquellos patriotas enfrentados cara a cara al Imperio capaces de enarbolar la bandera desafiando al adversario, a estos forajidos que se llevaron la bandera a hurtadillas, hay una gran distancia.

No cejaremos en nuestro reclamo ni dejaremos que el paso del tiempo haga olvidar el estropicio. La Patria así lo demanda.

Dip. Jose Carlos Cardozo
OPR 33=PVP
Mucho me temo que esa bandera se ha perdido para siempre. Y me recuerda la paradoja de un general de la FAU entregando tristemente una bandera capturada a los tupamaros a Mujica.
(01-13-2016, 01:42 AM)Artiguista escribió: [ -> ]Mucho me temo que esa bandera se ha perdido para siempre. Y me recuerda la paradoja de un general de la FAU entregando tristemente una bandera capturada a los tupamaros a Mujica.

Disculpe Artiguista, pero los tupamaros no tenían bandera, a lo sumo un trapo. 

Entregar ese trapo le valió un puesto, un asco.
16 de julio, un nuevo aniversario del infame robo de la bandera de los Treinta y Tres

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Big Grin Big Grin Big Grin
Los retazos de una historia. 
Cincuenta años del robo de la bandera de los 33. 
Capítulos de intriga. 
En 50 años poco se ha podido saber sobre el paradero de la bandera de los 33 Orientales, robada de un museo en julio de 1969. 
Pero la empecinada historia se empieza a reconstruir a partir de algunos protagonistas que, tras años de misterio, rompen el silencio. 
PAULA BARQUET 
EL PAIS - 2019-07-28

A sus 40 años Ariel Queiro se sentía feliz. Aventurero como siempre pero más rebelde que nunca, Queirito, "El loco Queiro", disfrutaba de su libertad pasando días y noches sobre un barco pesquero o explorando el cielo sobre una vieja avioneta brasileña que él mismo había arreglado y que había aprendido a pilotear a fuerza de golpes e intuición. Además de loco, Queiro era -y en esto coinciden todos los que lo conocieron- el mejor mecánico gráfico del país. 

Por eso en el diario Bien Público le perdonaban sus extravagancias y le pagaban un sueldo exuberante. En un momento se había vuelto un verdadero imprescindible: en tiempos de prohibición de importaciones, durante el gobierno de Jorge Pacheco Areco, Queiro volaba a Buenos Aires y traía toneladas de tinta de contrabando. Era 1972. El MLN caía bien en la redacción del Bien Público, donde había muchos simpatizantes y algunos tupamaros activos. Queiro anhelaba entrar a la organización pero un malentendido había retrasado su reclutamiento, y entonces otro compañero del diario vio en él una oportunidad. 
Se llamaba José Alonso, y fue quien lo introdujo a la Organización Popular Revolucionaria 33 (OPR-33). Y a Queiro, por supuesto, las ideas anarquistas le calzaron a medida. Aunque el suyo no fue nunca un rol intelectual, sino meramente operativo. Primero le pidieron que trajera un arma automática, y cumplió. Habiendo pasado la prueba, le preguntaron qué precisaba para arriesgarse a hacer "cosas prohibidas", a lo que él pidió un avión más veloz. Se lo compraron. Ya estaba adentro. 

Y su seudónimo sería Santo, por una serie de televisión británica popular en esa época, cuyo protagonista era un sofisticado aventurero de ribetes robinhoodenses. Su más importante misión fue traer de Buenos Aires algo "sagrado" para el país. 
Ahora, cuando se cumplen 50 años de la desaparición de la bandera de los 33 Orientales, Ariel Queiro se sienta en el Bar De Vida dispuesto a contar la que, sin dudas, fue su mayor aventura, y algo más. Volvería a hacerlo. 

Pero vayamos cronológicamente. En julio de 1969 los diarios publicaban un día sí y el otro también los pormenores del primer viaje a la Luna. Entre la cobertura previa de este hecho que se llevaba la mayor parte de la atención mediática, y alguna mención a la convulsiva situación política del país, se había colado otro tema: en la Facultad de Medicina se habían izado banderas de Cuba y el Vietcong, pero no la uruguaya; además, en algunos centros educativos había aparecido el pabellón nacional manchado. Los hechos generaron un extendido repudio, y  apalancado por el Parlamento se organizó un acto especial de "desagravio" de la bandera para el 18 de julio. 

Lo cuenta Julio María Sanguinetti en su libro La agonía de una democracia. En la antesala del acto, el 17 de julio el país amanece con una noticia inesperada: el robo de otra bandera, la de los 33. Las crónicas inmediatas carecen de detalles. Una breve nota de El País relata que en la tarde del 16, sobre la hora del cierre de una de las sedes del Museo Histórico Nacional, ubicada en Ciudad Vieja, "seis o siete" hombres jóvenes entraron a punta de pistola, redujeron a los funcionarios del museo, los ataron con cuerdas y alambres y se llevaron la bandera que Juan Antonio Lavalleja había desplegado más de un siglo atrás, el 19 de abril de 1825 en la Cruzada Libertadora. 

La nota de El Diario agregaba que los asaltantes habían dejado "unos panfletos, un alicate forrado de esparadrapo para que no se fijaran las huellas dactilares y una R dentro de un círculo dibujado en el muro donde estaba la bandera". Adelantaba, a su vez, que la Dirección de Información e Inteligencia ya estaba investigando los elementos para ubicar a los responsables y restituir la valiosa pieza. Entre el alunizaje y el acto de desagravio, poca importancia se le dio en los días posteriores a la bandera de los 33. 

El 16 de octubre de ese año la Policía detuvo a cinco personas que tenían documentación que revelaba que se proponían asaltar bancos: Hébert Mejías Collazo, América García, Jaime Machado, José Félix Díaz y Elena Quinteros. 
Las fuentes de los servicios de información indicaban en ese momento que Mejías era uno de los que había robado la bandera. 
Él lo negaba, y no había pruebas en su contra. Aun así, los años fueron colocando a Mejías en la escena del crimen, incluso como autor intelectual. 

Él no lo confirma ni lo desmiente, pero deja entrever que es cierto en un libro que escribió en 2011 y que es casi imposible de conseguir hoy. Se titula Volvería a hacerlo. Allí relata el episodio a partir del cual se empezó a sentir el nombre OPR y su "apellido" 33. 
Le llama "la recuperación de la bandera". Corría la tarde del 16 de julio de 1969. Un viento invernal, suave y frío, provocaba una sensación de incomodidad entre centenares de oficinistas que comenzaban a abandonar la Ciudad Vieja. 
En la calle Zabala 1469 el encargado de las salas del Museo Histórico Nacional miraba su reloj: en pocos minutos cerraría las puertas. Solo un visitante merodeaba entre los documentos y venerables recuerdos del pasado. El funcionario del museo amable y cansadamente lo invita a suspender su visita haciendo un gesto que señala la salida. El nivel de detalle evidencia que Mejías no pretende disimular su presencia ese día, todo lo contrario. 

Habla de dos personas y no de seis o siete, como decían las crónicas periodísticas. La parte en que encañonan a los funcionarios se cuenta bien breve. Y al final, da las razones. Al retirarse, el grupo dejó varios panfletos con un sugestivo título: "Desagravio a la bandera" seguido de un breve texto explicando los motivos de la recuperación de la "bandera de los 33": "Pretenden engañar al pueblo los fariseos, parodiando un homenaje a la enseña de nuestra patria. 
El pueblo contesta recuperando la custodia de la bandera que flameó en la Agraciada. Bajo su lema -"Libertad o Muerte"- se conquistó la primera independencia. Hoy, los Orientales enfrentan nuevamente el despotismo de la oligarquía. Es hora de que esta bandera deje de ser pieza de museo en una insultante posesión de los vendepatrias. Ahora la bandera de los Treinta y Tres flameará nuevamente al tope de las luchas populares". Al pie: una firma daba cuenta de los responsables del operativo y así -sencillamente- decía: "los Treinta y Tres". 

Mejías Collazo tiene 84 años y vive en un apartamento en Malvín. Está muy mal de salud, por lo que su mujer rechazó su participación en esta nota. Alguien que lo visitó hace un tiempo contó que Mejías conserva en su casa una foto de la bandera posterior al robo. 

No se toca. 
En el año 70 Sylvia Da Costa era una niña de 12 años, callada y muy curiosa. Ahora, con 61, es capaz de evocar la imagen de su padre, que trabajaba parte del día como administrativo en Migración y otra parte en una fábrica de vidrios, el día que llegó a su casa con un morral de jean cargado y les dijo a él y a su hermano: "No se abre. No se toca. No se toca porque corro riesgo de vida". 
La orden era clara, pero las ganas de saber qué contenía pudieron más que la obediencia de la niña Sylvia, y a la mañana siguiente, cuando quedó sola en su casa, revisó el morral de su papá. Adentro había un paquete envuelto con papel de estraza cerrado con gomas elásticas. Lo abrió. 

Y lo que vio fue una bandera perfectamente doblada, según cuenta. La desplegó sobre una mesa grande que había en el comedor de su casa, en Cerrito, y vio que era la bandera de los 33. "Estaba vieja, en algunas partes faltaba algún pedacito. Tenía como una trenza anudadita pero muy vieja, blanca pero como gris, vieja ya", describe. "Abrí aquello y pensé "la bandera patria", que era lo que se enseñaba en esa época en la escuela". En el morral, dice Da Costa, había otra bandera que no estaba envuelta y que, según su relato, era la bandera del MLN-T, con la estrella amarilla al centro. 

Da Costa asegura que su padre era tupamaro, que se lo había revelado a ella siendo muy chica y que la llevaba a las reuniones clandestinas. Se llamaba Humberto Doré Da Costa y murió en 2017. Después de ver la bandera, la niña Sylvia la guardó lo mejor que pudo. 
Sin embargo, para los compañeros de su padre fue evidente que había sido alterada y -siempre según su relato- una noche en la fábrica le dieron una brutal paliza que lo dejó internado en el hospital. Cuando le dieron el alta, todavía muy lastimado, le escribió en un papel: "Nunca más toques nada". Cuando pudo hablar, la rezongó como nunca antes y le recriminó: "Yo te tenía confianza". 

Alguna vez, ya de adulta, ella quiso saber más de aquel episodio. Pero él, dice ella, se llevó el secreto consigo. Algunos tupamaros veteranos dijeron para esta nota que no recuerdan al padre de Sylvia y reafirmaron que el MLN no tuvo parte en el robo de la bandera. 

Te jugás la vida. 
Tras el golpe de Estado de 1973, buena parte de la dirigencia del OPR-33 se trasladó a Buenos Aires, donde las condiciones eran por entonces más amigables. De allí surgiría el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), que se conformó formalmente en un congreso realizado en junio de 1975. De la bandera no se supo nada en ese tiempo. Si bien no volvió a flamear, como se anunciaba en el panfleto que dejaron en el museo aquel 16 de julio, en distintas manifestaciones se llevó impresa la imagen de ese símbolo patrio. 

A fines de 1973 el mecánico Ariel Queiro estaba en el esplendor de su tarea como piloto al servicio del OPR-33. Ya había trasladado a un compañero herido a un campo en Treinta y Tres (casualidades, nomás) y había llevado a Mendoza a una mujer cuyo nombre nunca supo. 
Todo lo hacía en el avión que le había comprado la organización y con nafta paga por ellos. Un día de diciembre, el hombre que se comunicaba con él para encomendarle las tareas, de seudónimo Roco, le dijo que lo contactaría su jefe, apodado El Cirujano. 
A diferencia de Roco, este otro hombre andaba mal vestido y tenía mal carácter, según recuerda Queiro. Fue a verlo a su taller, en Paso de la Arena, y allí se dio el siguiente diálogo: 
-Hay que traer una cosa de Buenos Aires que es sagrada para nosotros. 
-¿Qué es? 
-Es el uniforme de un general. 
-¿Y? 
-Bueno, te voy a decir la verdad: ese uniforme? Vos me dirás sí o no, pero ese uniforme? 
-Yo ya te digo que sí. 
-Si no me dejás hablar no nos vamos a poner de acuerdo. 
-Sí, yo te dejo hablar todo lo que quieras. 
-Hay que traer un traje que era de un general, muy importante para el gobierno nacional y para nosotros. 
-Bueno, bueno. 
-Pará un poquito. Te jugás la vida. 
-Me la juego cada vez que vuelo. 
-Mirá, si te agarran los milicos, sos boleta. Y si lo perdés, o violás la intimidad de lo que te dimos, sos boleta de parte nuestra. ¿Te das cuenta de los riesgos? Si no te animás a traerlo, decime que no pasa absolutamente nada. 

Queiro se animó. Y no preguntó más. A los pocos días le dejaron instrucciones escritas. El 9 de enero de 1974 viajó a Buenos Aires en un vuelo clandestino. Debía ir a un bar en la calle Carlos Calvo y encontrarse con una persona que le preguntaría dónde se estaba hospedando y su número de habitación. 
Volvió al hotel, era el Orleans. A los minutos le sonó el teléfono y el recepcionista le avisó que tenía visitas. Eran dos hombres que entraron a su habitación. "Uno de ellos me miraba fijo. No me importaba, que me miraran todo lo que quisieran. Entonces me dice "Santo", dije sí, y luego: "Trajimos el paquete"". 

Mantuvieron una leve discusión respecto a cómo entregárselo, hasta que al final Queiro fue hasta el auto de ellos. "Me dieron un paquete grueso, de poco más de un metro y medio de largo, que había que doblar porque no cabía. Estaba envuelto con un papel raro, que no se rompía; era como una cartulina. Lo doblé y lo até con un hilo. Era pesado, de seis o siete kilos. 

En mi pieza lo abrí un poco y vi que le habían puesto un sellito al papel, estaba lacrado. El papel era como tela de avión, como una loneta". 
Cuenta Queiro que en aquellos días de enero bajó una niebla persistente en Buenos Aires. Durante una semana, el piloto fue todos los días al hangar de un club en San Fernando para corroborar que el avión estuviera allí. Finalmente, pudo despegar. Retiró la funda de un asiento, colocó el paquete en el respaldo y volvió a ponérsela. El vuelo se desarrolló durante un precioso amanecer. 
Todo iba bien hasta que, cuando iba llegando, el torrero de Melilla le dio la contraseña que solía decir cuando había controles aduaneros, para avisarle que no aterrizara con contrabando. 
Queiro debió descender en una playa cerca de la boca del arroyo Cufré, un lugar que él ya conocía y al que era imposible llegar en auto. 
¿Y ahora? En su cabeza retumbaban las palabras de El Cirujano: "te jugás la vida". Lo único que se le ocurrió fue enterrar el paquete. Buscó una referencia, encontró un palo clavado y lo escondió en la arena. 
Cuando finalmente aterrizó en Melilla, lo demoraron diciéndole que el avión tenía una avería. Revisaron toda la aeronave, aunque no el respaldo donde había estado la bandera. 

Queiro sufría viendo a los funcionarios pisar rastros de arena. Cuando llegó a su casa, le contó a su compañera -que no pertenecía a la organización y "no quería saber nada al respecto"- y se subieron al auto en dirección a la playa del Cufré. 
Queiro preveía que tendría que cruzar el arroyo a nado, pero tuvo la suerte que le había faltado antes y estaba tan seco que pudieron pasar en el vehículo. Costó encontrar el paquete, pero finalmente ella lo halló. "Lo toqué y no podía creer", dice él. 
La aventura incluyó una parada de la Policía Caminera de regreso a su casa. Le preguntaron qué llevaba en el cubículo del auto y él respondió "ropa de trabajo". Lo dejaron seguir. 

Antes de que El Cirujano pasara esa noche por su casa en busca del paquete, una pareja de amigos se le apareció de visita. Cuenta Queiro que la señora, intrigada, quiso saber qué había traído de Buenos Aires y, en un descuido suyo, abrió el paquete. Se puso a gritar y salió corriendo al baño horrorizada, de acuerdo con su relato. 
Lo que había visto era la bandera de los 33 y le increpaba cómo podía ser que la hubiera trasladado sin saber. Él jura que no lo sabía. 

Díganles dónde está. 
Ariel Queiro tiene ahora 81 años y su vida pasó bruscamente de la aventura a la tragedia. Se le murió un hijo en un extraño accidente con un arma, y tiempo después su mujer, Selva, la que lo ayudó a desenterrar el paquete, no pudo tolerarlo y se suicidó. 
Queiro siguió viviendo, pero murió por dentro. "Me eché al abandono, dejé de trabajar, dejé los aviones, perdí el barco pesquero", cuenta. 
Hoy vive prácticamente en la miseria. Jorge Rossi Rebufello, apodado Mau Mau, lo conoció en sus épocas felices. Él también era piloto y se habían vuelto "compañeros de contrabando". 
Rossi militó en el MLN, estuvo preso, y cuando salió del Penal de Libertad, el 30 de noviembre de 1983, fue a ver a Queiro a su casa de Paso de la Arena, donde estaba junto a su pequeño hijo que luego murió. Ese día escuchó la historia de la bandera. "Me lo contó como una de sus anécdotas aeronáuticas. Lo tomé como una de las de él. Ariel era un loco de mierda, pero muy capaz y solidario. No le di mucha importancia, y él tampoco", dice Rossi. 

Pero mucho tiempo después, en una de sus estadías en Montevideo -vive hace años en Bahía-, Rossi se indignó cuando vio el estado de pobreza en el que había caído Queiro. Pensó que tal vez Jorge Vázquez, el subsecretario del Ministerio del Interior y exmilitante del OPR-33, podría ayudarlo de alguna forma teniendo en cuenta el riesgo que había corrido para traer la bandera a Uruguay. Fue a la sede ministerial pero no tuvo suerte: Vázquez no lo atendió y lo derivó con su secretaria. No consiguió nada de ellos. Enojado, Rossi contó la historia de su viejo amigo en una de las "charlas de boliche" que transmite por Facebook y emite radio La Candela, de Tacuarembó. 

Rossi conoció a Vázquez en el Penal de Libertad, donde coincidieron en el mismo sector durante 10 años. Recuerda cómo cada 19 de abril, aniversario del desembarco de los 33 Orientales, los militares lo sacaban de la celda a él y a otros del OPR-33 y los torturaban preguntándoles dónde estaba la bandera. 
En broma, Rossi le decía a Vázquez: "Déjense de joder y díganles dónde está". Pero nada. El secreto no se rompió. 

Consultado para esta nota, Jorge Vázquez aseguró no conocer a Queiro, ni por su nombre ni por su apodo de militancia. Y agregó: "Yo no participé del hecho (del robo) y por obvias razones de compartimentación, nunca supe quién participó. 
Nada sé de lo que pasó después porque estuve preso". 

OPR-33, "curiosa nostalgia historicista" 
En su libro La Agonía de una democracia, Julio María Sanguinetti relata el proceso de la caída de las instituciones uruguayas, y dedica un capítulo al robo de la bandera, entre otros episodios. 
Y reflexiona sobre la naturaleza de OPR-33: "Es curioso que siendo su ideología anarquista, con el discurso libertario clásico de resistencia a la autoridad y la sociedad burguesa, se abandone el universalismo para recaer en una curiosa nostalgia historicista. 
Ese primer paso, de identificarse con los Treinta y Tres Orientales, ubicando incluso su número mágico (de origen masónico) en su sigla, es revelador de su particularidad". 

Por otra parte, Sanguinetti indica que la bandera fue confeccionada por Luis de la Torre y su esposa Josefa Cavia, quienes le hicieron pintar "Libertad o Muerte" con tinta negra al pintor suizo Jean Philippe Goulu. Medía 1,23 x 0,72 metros. 
Fue donada al Museo Histórico Nacional por los hijos de Juan Antonio Lavalleja. El Juramento de los Treinta y Tres Orientales, óleo de Juan Manuel Blanes de 1877, la inmortalizó. 

No sigas buscando. 
De todo se ha dicho sobre el destino de la bandera. Los rumores la han ubicado en distintos puntos del globo, desde Suecia -donde alguien escuchó que se había escondido debajo de un sofá- a Francia -porque allí se exilió Hugo Cores, quien fuera uno de los principales líderes del PVP. 
Hace no mucho empezó a circular que la bandera había aparecido en Las Vegas, Estados Unidos. Se dijo que una mujer había fallecido y que su sobrino la había encontrado en el garaje. De acuerdo con esta versión, el programa Pawn Stars (en español es El precio de la historia), que se emite en History Channell, llamó a un historiador para identificar su origen, y este solo pudo precisar que era latinoamericana. 

Se dijo que la bandera había estado en exhibición en una famosa casa de empeño y que se había vendido por US$ 2.500 a un estadounidense. Y que incluso el embajador uruguayo en ese país, Carlos Gianelli, había hecho gestiones para recuperarla -algo que el propio Gianelli desmintió por completo para esta nota. 

Entre los militantes del PVP, la versión más extendida es que la bandera se destruyó en alguno de los allanamientos perpetrados por militares uruguayos a sus compañeros en Buenos Aires. 
Ya siendo diputado, Cores fue varias veces interrogado en el Parlamento acerca del destino de la bandera. En una oportunidad, según recogió el diario La República, dijo que le constaba que la bandera había estado "en perfectas condiciones" hasta 1974, justo el año en que Queiro afirma haberla traído en avión. 

En 1991, después de sufrir varias amenazas y hasta un atentado en la puerta de su casa que terminó volando en pedazos su auto, Cores formuló ante sus colegas diputados cuatro hipótesis sobre el posible paradero de la bandera. Lo recoge Ivonne Trías en su libro Hugo Cores: pasión y rebeldía en la izquierda uruguaya: "Uno, los militantes del PVP que la custodiaban y que fueron detenidos, secuestrados, torturados y desaparecidos en los allanamientos de 1976, no revelaron su escondite. 
Segundo, la bandera se perdió en la acción represiva que desplegaron los militares uruguayos que actuaban en Buenos Aires. 
Tercero, la bandera fue destruida durante los saqueos y demoliciones de los domicilios allanados. 
Cuarto, la bandera está en poder del personal militar que actuó en aquellos operativos". 

Entre tanta incertidumbre, hay algo que es un hecho: durante la dictadura, especialmente a fines de los 70, los militares se propusieron como objetivo encontrar la bandera. En 1975 en particular, año en que se celebró el 150 aniversario del desembarco de los 33 Orientales, los interrogatorios a los militantes del PVP fueron más duros. Y en julio de 1976, a los 24 que vinieron desde Buenos Aires en el llamado "primer vuelo" se les intentó sacar información sobre el paradero de esta pieza, pero sin ningún éxito. 

El foco estaba puesto especialmente en la militante Sara Méndez. "Ella sabía dónde estaba", dijo en entrevista con El País José Gavazzo, que lamentó no haber podido lograr de ella ninguna revelación. 
Gavazzo aseguró, en referencia a la represión al PVP en Buenos Aires, que "todo empezó con la bandera": "Teníamos orden de encontrarla". Contó que en 1975 les llegó el dato de que la bandera estaba escondida en una casa cerca de la playa del Cerro y que los militares de la OCOA hicieron un allanamiento en el que tampoco se logró nada, pero con una particularidad. 

Mientras transcurría el operativo sonó el teléfono y una voz femenina dijo al oficial que atendió: "No sigas buscando, no la vas a encontrar". 
Historiadores creen que se debe haber destruido Al momento del robo, la bandera estaba enmarcada en dos grandes vidrios y ya mostraba el desgaste propio del tiempo. Por eso, los historiadores tienden a creer que semejante reliquia debe haberse destruido. 

Décadas atrás, cuando la búsqueda de la bandera era intensa por parte de los militares, el historiador Angel Corrales, que fue jefe de la división Historia del Ejército, le aseguró a José Gavazzo que "el solo vibrar de un auto la convertiría en polvo". 
En función de la opinión de Corrales, Gavazzo está convencido al día de hoy de que los militantes del OPR-33 no la pueden haber mantenido en buenas condiciones. En 1991, dos de los principales dirigentes de la organización anarquista, Juan Carlos Mechoso y Héctor Romero, le dijeron al semanario tupamaro Mate Amargo en una entrevista que la bandera "siempre estuvo bien cuidada" por "compañeros de máxima representatividad".  

Big Grin Big Grin Big Grin
(07-28-2019, 08:01 PM)Terminus escribió: [ -> ]Los retazos de una historia. 
Cincuenta años del robo de la bandera de los 33. 
Capítulos de intriga.  

 

Masonería está detrás. El compromiso-lema-juramento de Libertad o Muerte, representa la idiosincracia-mandato-principio moral que frena el proyecto masónico-talmúdico-esclavista-mundialista-antinacionalista-anticristo. Masones trabajan coordinados con Internacional Socialista. Guerrilleros son instrumentos, eslabones últimos de cadena para aceleración del proceso entreguista-socialista-comunista. Cuando militares (militares antimasonería) frustran plan, la cadena se corta. Los propios mandos tupamaros (amodio p. lo declara) dejaron de recibir instrucciones. Nunca supieron de los pasos siguientes a dar para la toma del poder. No tenían ni idea.
¡Muy buen aporte, Terminus!
El Robo del Pabellón de los
 Treinta y Tres Orientales
 (1971)

(Material publicado en el Foro desde el 28 de julio de 2007)
 
I. Introducción

    La Bandera de los Treinta y Tres Orientales, de 1,23 x 0,72m,  fue fabricada por Luis de la Torre, y desplegada por vez primera en la Cruzada Libertadora del 19 de abril de 1825, siendo adoptada por la Sala de Representantes de la Provincia Oriental como Pabellón Nacional provisorio (Ley del 26 de agosto de 1825).
            Esa Ley concretamente estipuló:

            "La Honorable Sala de Representantes de la Provincia Oriental del Rí­o de la Plata, en uso de la soberaní­a ordinaria y extraordinaria que legalmente reviste, ha sancionado y decreta con valor y fuerza de ley lo siguiente:
            "Siendo una consecuencia necesaria al rango de la independencia y libertad que ha recobrado de hecho y de derecho la Provincia Oriental, fijar el Pabellón que debe señalar su Ejército y flamear en los pueblos de su territorio, se declara por tal el que tienen admitido, compuesto de tres fajas horizontales, celeste, blanca y punzó, por ahora y hasta tanto que incorporados los diputados de esta Provincia a la Soberaní­a Nacional se enarbole el reconocido por el de las Provincias Unidas del Rí­o de la Plata a que pertenece".


           
Durante años el Pabellón de los Treinta y Tres fue conservado en el Museo Juan Antonio Lavalleja, hasta que el 16 de julio de 1969 fue hurtada por un comando subversivo vinculado al OPR33/PVP. Luego del retorno a la democracia (1985), el Gobierno solicitó la devolución del Pabellón, pero quienes lo hurtaron adujeron que ignoraban su paradero.
            Jamás ha sido recuperado.
 
II. Los hechos
 
            Un artículo publicado por el Boletín de la Biblioteca Artiguista relata así las circunstancias y el panorama nacional e internacional al ocurrir el robo:
 
            "El martes 16 de julio de 1969 no iba a ser un dia cualquiera en Uruguay.
            "A primeras horas de la tarde de una jornada nublada, en la Cámara de Senadores, legisladores de los partidos tradicionales denunciaban que en distintas Facultades e incluso en la misma Universidad de la República, se había arriado la bandera nacional, sustituyéndola por las de Cuba y las del Viet Cong, y en el mismo momento, no muy lejos de allí, en una escuela de Montevideo, una maestra enseñaba a sus alumnos, desde un pizarrón como se dibujaba la bandera de Fidel Castro.
            "Por la noche, N. Armstrong, E. Aldrin y M. Collins, inicialrían a bordo de la Apollo 11, su histórico viaje a la luna.
            "Y dos días más tarde, con la asistencia del Presidente de la República, en otro acto de fé republicana - no deslucido como el de la semana pasada - , se recordaría frente al Cabildo, el 139 aniversario de la Jura de la Constitución.

            "A las 18 y 30 de ese martes, casi sobre la hora del cierre, ingresaron al Museo, que tiene su sede en la que fuera casa del General Lavalleja, ubicada en la calle Zabala, entre 25 de Mayo y Cerrito, seis o siete asaltantes de la denominada OPR 33 (...)  brazo armado de la Federación Anarquista del Uruguay; constituído luego de una escisión del Movimiento Tupamaro y hermano carnal de las organizaciones terroristas de la época, quienes portando armas de fuego, lograron reducir a unos pocos funcionarios, atando sus manos con cuerdas y alambres, encerrándolos en una habitación, procedieron a sustraer la bandera, expuesta en una de las salas de la planta alta.
            "Con asombrosa y planificada rapidez, tras romper el vidrio de una vitrina especial, fué quitada del lugar en que se encontraba, adherida a un gran lienzo blanco ya oscurecido por el tiempo, y sin tomar ningún otro objeto de los valiosos que la rodeaban, los ladrones descendieron en tropel logrando perderse en la calle, mezclándose entre los numerosos transeúntes que en esos momentos abandonaban la Ciudad Vieja.

            "A los pocos minutos, uno de los funcionarios se desligaba de sus ataduras, ayudaba a sus compañeros y procedía a dar cuenta del hecho a sus superiores.
            "Tiene que haber sido, además, uno de los días más tristes en la larga vida de ese gran e inolvidable ciudadano que fué el profesor Juan E. Pivel Devoto, entonces Director de los Museos Nacionales, cuando tuvo que presentarse ante las autoridades policiales, acompañado del titular del entonces Ministerio de Cultura, a denunciar el insólito robo.

            "Hasta hoy, lo único que se conserva de [el Pabellón] es el famoso cuadro de Blanes "El juramento de los Treinta y Tres Orientales", una imponente pieza al óleo de 3,11 por 5,64 que el pintor de la Patria concluyera en 1877, ubicada en el Museo que lleva su nombre, en el Prado, convertido, cada vez que se lo admira o recuerda, en un gran dedo acusador de los delincuentes y en un permanente motivo de reproche". (1)

 
            Debe agregarse que en el lugar del hurto apareció un impreso que identificaba a los ladrones como miembros del grupo "R 33", es decir la Organización Popular Revolucionaria 33 u OPR 33.
            En el robo intervinieron Heber Mejías Collazo y Nelso Peralta Larros, ignorándose el nombre de los restantes autores materiales del robo. Además de Mejías Collazo  se consideran  responsables a  Hugo Cores y León Duarte, dirigentes del grupo. Duarte desapareció en la Argentina en 1976; Cores falleció en el año 2006.
           
            También el profesor de Historia Alejandro Giménez ha realizado una crónica detallada del pabellón de los Treinta y Tres, con una entrevista al funcionario encargado del Museo.
 
            "El robo de una Bandera
            "16 de julio de 1969. Un miércoles gris que amenazaba lluvia en la “Muy Fiel y Reconquistadora”. Mientras el mundo se conmovía con la inminencia de la llegada del primer hombre a la Luna –lo que sucedería cuatro días después- el Uruguay vivía la alegría de un nuevo aniversario de Maracaná.
            "Pero al hombre común le salía al paso la preocupación por la situación econó-mica y social del país, que derivaba en conflictos laborales, que hacían subir la temperatura de la ciudadanía, así como el movimiento guerrillero, que radicalizaba sus métodos.
            "Walter Rodríguez, hoy jubilado después de 36 años de trabajo en el Museo Histórico Nacional, vigilaba la planta alta de la Casa de Juan Antonio Lavalleja, dependencia del museo, que está ubicada en Zabala 1469 entre 25 de Mayo y Cerrito.
            "En la Sala “Treinta y Tres Orientales” de esa planta estaba la bandera que enarboló en la Playa de la Agraciada el jefe de la Cruzada Libertadora de 1825.

            "«Era un día tranquilo. Fíjese que el primer visitante entró recién a las cinco de la tarde», recuerda. Nada hacía pensar que estaba por llevarse a cabo un robo verdaderamente histórico.
            "A eso de las 17.40 llegan dos visitantes y poco después un tercero, los que se encuentran en la planta superior. «Uno me preguntó si la bandera era auténtica, a lo que por supuesto respondí afirmativamente», relata nuestro entrevistado.
            "Pasados diez minutos de las seis de la tarde entró un hombre petiso, de bigotes y lentes, mientras los tres que se hallaban arriba bajaron, y se pusieron a hablar con el portero de la casa.
            “«A ese petiso yo lo había visto el día anterior, a última hora, mirando un docu-mento de pensión graciable firmado por Lavalleja, que está encuadrado y en exposición en la misma sala que la bandera», recuerda Rodríguez, agregando que «subió y se puso a copiar lo que miró el día anterior. Fue claro que buscaba distraerme, para que yo no vigilara desde arriba por la ventana lo que hacían los tres que habían bajado».
            "A todo esto era la hora de cerrar -18.30- y el hombre seguía copiando. «Le dije que íbamos a cerrar, y me pidió un minuto más para terminar. Yo sospechaba sus malas intenciones, porque cuando me vio dejó de escribir», cuenta el ex funcionario del museo.

            “«Cuando el hombre terminó de copiar y guardó el papel, siento ruido en la escalera y me asomé a ver que pasaba. Eran tres hombres con armas. Me apuntaron y me dijeron que obedeciera, que nada me iba a pasar, y que bajara sin mirar para atrás», prosigue el relato, destacando además la corrección y la “cara descubierta” de los asaltantes.

            "Con las manos atadas y el rostro contra la pared, Rodríguez estuvo por espacio de casi veinticinco minutos encerrado en la portería junto a cinco compañeros. «Al principio creí que era una rapiña común, pero antes de irse, además de cortar el cable del teléfono y dejar la llave de la casa junto a la puerta de calle, tiraron unos volantes que hablaban de la Bandera de los Treinta y Tres ».
            "Después de esperar diez minutos, como habían ordenado los autores del opera-tivo, una funcionaria que no había sido atada procedió a desatar a nuestro entrevistado.     “«Después de ir a la Casa de Rivera, sede central del museo, y comunicar al Director Profesor Juan Pivel Devoto lo sucedido, volví al lugar y pude ver que habían sacado la bandera  del bastidor en el que estaba, dentro de un marco con vidrio. En el sitio dejaron un círculo con una ‘R’ en el medio, hecho con color rojo», comenta.
           

            "Donada al gobierno de la República en 19 de abril de 1858 por Constantino, Juan Antonio y Francisco Lavalleja, hijos del jefe de la Cruzada, sirvió de modelo a Juan Manuel de Blanes para que en 1875 pintara su cuadro “El juramento de los Treinta y Tres”.
            "En 1893 pasó a pertenecer al Museo Nacional, siendo utilizada en ese año y el siguiente en los festejos del 19 de abril llevados a cabo en la Playa de la Agraciada.
            "En 1899 Vicente de la Torre, que participara en la organización de la Cruzada de 1825, declara que «la bandera es la misma que él declarante cosió con sus propias manos en la ciudad de Buenos Aires en la ropería propiedad de su hermano dos Luis de la Torre y Villanueva…», ratificando que el lema “Libertad o Muerte” fue escrito por un retratista francés llamado Jean Pierre Goulu.
            "La enseña vuelve a poder de Francisco Landívar Lavalleja, nieto del caudillo, en 1905. Muerto Landívar en 1923, sus hermanas la donan al Archivo Museo Histórico Nacional. Desde la apertura de la Casa de Lavalleja en 1942, la bandera lució en la Sala “Treinta y Tres Orientales de la planta alta, hasta el 16 de julio de 1969.


            "La organización “OPR 33” (Organización Popular Revolucionaria 33) se atribuyó la acción. Heber Mejías Collazo (a) “Jaime”, capturado por las fuerzas de seguridad en setiembre del 69, fue sindicado como uno de los autores materiales de la apropiación. En julio del año siguiente fue detenido Néstor Peralta Larrosa, otro de los acusados de participar en el operativo.

            "A principios de los años 90, el diputado frenteamplista Hugo Cores admitió que el Partido Por la Victoria del Pueblo [ex OPR 33] tuvo la bandera en Buenos Aires hasta 1975, la que presumiblemente desapareció –o fue destruida- en uno de los procedimientos contra los opositores uruguayos a la dictadura uruguaya exiliados en la vecina orilla, en plena guerra sucia, afirmando que la enseña “nunca salió de Argentina”.

            "La bandera medía 725 x 1.235 milímetros y era expuesta en un bastidor de madera con vidrio, junto al asta de madera, recubierta con pana roja y moharra de hierro.
            "El único objetivo era la bandera, porque no se llevaron el sable que estaba a pocos metros de allí, otra pieza de gran valor simbólico para los Orientales.
            "Nunca se supo a donde fue a parar el histórico pabellón. Su destino ha sido objeto de debates políticos antes y después de la dictadura.
            "Para Walter Rodríguez, que tuvo contacto con la enseña durante años “debe estar intacta, ya que fue restaurada y adherida a otra tela, y fue sacada con un trabajo muy delicado del bastidor”.
            "Símbolo histórico de incalculable valor, la bandera de los Treinta y Tres Orientales” difícilmente vuelva a aparecer. Quizá lo que sucedió con ella sea una buena lección para que no olvidemos el respeto que le debemos a nuestro pasado, al margen del criterio partidario que tengamos puesto" (2).


III. ¿Qué fue del Pabellón?
 
            Según los sediciosos, la bandera habría estado escondida en Buenos Aires hasta 1975 detrás de un cuadro, que uno de ellos tení­a en su casa en Buenos Aires. Cuando se produjo uno de los ataques de los grupos paramilitares argentinos contra los miembros del PVP (que estaban raptando gente en la Argentina para pedir rescates de varios millones de dólares, como ya se ha visto), aparentemente en su rapacidad destruyeron todo y se llevaron el cuadro.
            Otra versión -no confirmada- afirma que le prendieron fuego antes que cayera en manos de las autoridades.

            El autor no cree ninguna de las dos versiones: una bandera parece algo muy grande y muy grueso como para meter atrás de un cuadro, especialmente si estaba envuelta en algo para protegerla de la humedad y del polvo: ¡después de todo estamos hablando de una tela que tení­a por entonces casi 150 años! Por otra parte, es dudoso que alguien dejasea tamaño botí­n de forma tal que si se rompí­a el cuadro cualquiera pudier­a encontrarlo, especialmente conociendo la situación política  en la República Argentina.
            Respecto a la versión de haberla quemado; parece extraño que los sediciosos -que pensaban cambiar el Pabellón por sus "camaradas" presos, o simplemente por una gran suma de dinero - ya que estaban en etapa de "acumulación de fuerzas"- hayan llegado tan lejos y perdido su único elemento de negociación con las FFAA uruguayas.

            No deja, sin embargo, de ser una hipótesis posible.

            ¿Habrá caí­do la Bandera en manos argentinas? ¿La guardaron como trofeo, como ocurrió con  las banderas de las Invasiones Inglesas? Esto no puede saberse; si se la quedó algún coleccionista o la destruyó algún seguidor de Suárez Masson, nunca lo sabremos. El hecho es que hay evidencia (mencionada en el Semanario Búsqueda y citada debajo) que afirma que el Pabellón podrí­a estar en Uruguay, y que lo iban a usar para intercambiarlo por sediciosos procesados.

 
IV.   Un documento inquietante
 
            La siguiente carta fue publicada en la sección "Cartas del Lector" del Semanario Búsqueda.

"Señor Director:
           

            "Durante este gobierno se empezaron a realizar los Consejos de Ministros en pequeñas localidades del interior, para este último se eligió la localidad de Vergara.
            "Lo interesante fue la fecha elegida, 16 de julio de 2007 aprovechando en su apertura para hacer una referencia a la gesta de Maracaná y rendirles un homenaje a sus tres integrantes que aún la pueden contar. Algo muy plausible por cierto.
            "Hay varias fechas que marcaron momentos de mi vida y que nunca las podré olvidar como esa que recuerdo dónde estaba y con quién, o por ejemplo el dí­a que mataron al presidente Kennedy por mencionar otra.
            "Pero no escuché ninguna reflexión sobre otro 16 de julio que lamentablemente ni siquiera puedo recordar dónde estaba ni qué hací­a al igual que muchos otros compatriotas. Ese dí­a fue cuando la Organización Popular Revolucionaria 33 Orientales (OPR 33) se apropió de algo que pertenecí­a a todos los uruguayos, la más que centenaria bandera de los Treinta y Tres Orientales.
            "Aún hoy la tienen como trofeo de guerra y muchos integrantes de esa organización que hoy forman parte de este gobierno pueden saber algo sobre la misma. Uno de los que sí­ estoy seguro sabí­a dónde estaba la bandera fue el extinto Hugo Cores, que supo ser secretario del presidente Vázquez, ¿nunca se le ocurrió preguntarle por la bandera? Sigo estando convencido que la bandera está en Uruguay.
            "Aunque me niego a comprar libros escritos por sediciosos, compré uno que se llama "Acción directa anarquista, una historia de FAU", porque en él narran con lujo de detalles y se vanaglorian de robos, "apretes", secuestros (Molaguero, Hart, Cambón, Fernández Lladó, José Pereira González, Menoni) contados por sus propios participantes y por supuesto el robo de la bandera.
            "A esto último le dedican un pequeño capí­tulo y dicen algunas cosas, por ejemplo, y copio textual: «Es la única bandera que 'parla', tiene una vigorosa consigna libertaria en su centro 'Libertad o muerte»  como dice alias "Silva".
            "Pero aunque me duela y les haga propaganda les aconsejo que lo compren porque no tiene desperdicio.
            "El autor es el ex sedicioso Juan Carlos Mechoso Méndez, uno de los fundadores del OPR 33 que según él era canillita, lo que me hace preguntarme ¿con qué dinero financiaron el libro y quién lo escribió en realidad?
           

            "Sobre el robo de la bandera escribe en forma escueta y dice algunas verdades y muchas mentiras, como corresponde.
            "Primero: es cierto como dice en el libro, que en el año 1975 el superior le ordena al OCOA buscar la bandera al cumplirse 150 años de la gesta libertadora.
            "Segundo: es cierto que los integrantes de la dirección del OPR 33 son trasladados desde los penales a una unidad militar para ser interrogados nuevamente mediante la autorización de la Justicia Militar.
            "Tercero: lo que no dice Mechoso es que trata de hacer un arreglo para entregar la bandera.Een una entrevista cara a cara donde propone varias cosas:
            "A-. Que sus compañeros sean devueltos a los penales.
            "B-.Pregunta ¿qué pasa con el que tiene la bandera?
            "C. Pregunta ¿qué pasa con él?
            "Se le responde que sus compañeros serán devueltos a los penales, al que tenga la bandera no le sucederá nada y a él se le reducirá la pena a la mitad. Mechoso pretende que le demos nuestra palabra de honor, a lo que le respondí­ que ellos no tienen honor pero que cumplirí­amos nuestra parte.
            "Acepta las condiciones y dice: «Yo sé dónde estuvo la bandera, me llevaron con los ojos vendados pero como era canillita me conocí­a todas las baldosas del Cerro»  y nos lleva al Cerro marcando la casa de un señor Mancebo.
            "Estando ahí­ nos engancha por teléfono una señora alias "Marí­a" que resultó ser Sara Méndez que pretendí­a hacernos ir a negociar a Buenos Aires la entrega de la bandera. Pero el general Cristi se opone aduciendo que era una emboscada y nos iban a matar. Finalmente no fuimos a Bs. As. y no encontramos la bandera, Mancebo fue procesado y Mechoso en algún momento me dijo que me iba a matar. Tiene dos opciones o cumple su palabra, para lo cual le recuerdo que estoy en el Hospital Militar torre 6 piso 5 habitación 14 o de lo contrario devolver la bandera.
            "De paso este gobierno
[se refiere al gobierno del Dr. Tabaré Vázquez] podrí­a tratar en la mesa polí­tica del Frente Amplio con los dirigentes del PVP ex OPR el tema de la bandera y aportar alguna información. Para realizar esto no serí­a necesario trasladarse a una pequeña localidad del paí­s ni mover a los ministros, es más, bastarí­a que el señor presidente de la República le pregunte a alguno de los integrantes de este gobierno, como ser su hermano[Jorge Vázquez] alias "Perro" o al "Gringo" Ricardo Gil Iribarne o a Pablo Anzalone, entre otros integrantes del antiguo OPR hoy PVP.
            "Lástima que no esté "Anselmo"
[Hugo Cores] para agitar el bolso con el dinero robado al banco UBUR de La Teja como hace 29 años, porque ahora podrí­a agitar la bandera y gritar: "Festejen uruguayos, festejen".


"Atentamente,
"Cnel. ® Ernesto A. Ramas
"C.l. 707.695-5"
(3)
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Citas:


(1)  Boletín de la Biblioteca Artiguista del Círculo Militar General Artigas No. 130, Mayo del 2008)
 
(2) Citado por Cecilia; Crónica del Robo de la Bandera de los 33 Orientales; Facebook
http://et-ee.facebook.com/topic.php?uid=150697741553&topic=10279
Extraído del libro “Montevideo, genio y figura”, Ediciones El Galeón, Montevideo, 2001, páginas 77/79, autoría de Alejandro Giménez Rodríguez, Profesor de Historia, actual Coordinador de Museos, Dirección de Cultura, Ministerio de Educación y Cultura).
 
(3) Semanario Búsqueda; Correo de los Lectores;  Año XXXVI; Nº 1416;  26 Julio de 2007.
Carta del Coronel Ernesto Ramas
Un pequeño aporte al tema. Estaba en el Foro más antiguo.
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