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Versión completa: Mujeres en las Fuerzas Armadas
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HASTA EL AÑO 2000 LA DEFENSA ERA COSA DE HOMBRES; AHORA MUJERES GANAN ESPACIOS
La pasión femenina por las armas
Son jóvenes, bonitas, tienen una carrera exitosa y mucho fuego en sus manos. Mucho. Silvia Cor (35) es capitán del Ejército y tiene bajo su mando la batería de 105 milímetros, una de las más potentes de la Artillería nacional.
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Etcheverry se recibió en 2001 y fue la primera en ser piloto de combate en América del Sur.

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PABLO MELGAR27 sep 2015
Florencia Martínez (30) es teniente de Navío y es jefe de Armas en la ROU 01 Fragata "Uruguay". María Eugenia Etcheverry (38) es Mayor y comanda una de las unidades de ataque de la Fuerza Aérea.
Juntas concentran una porción importante del poderío bélico del país y un desafío: ser la primera generación de mujeres en alcanzar el mando de la fuerza a la que pertenecen.
Desde 1998 las escuelas de la Armada Nacional y la Fuerza Aérea reciben mujeres. Un año después el Ejército hizo lo propio. Cuatro años después surgió la primera generación de oficiales femeninos con las mismas y los mismos derechos que sus colegas varones.


A esta altura ya están diseminadas en todos los sectores de las Fuerzas Armadas y son candidatas a ocupar los cargos más relevantes, algo que en América Latina ha sucedido únicamente en Venezuela y Bolivia, países que admiten mujeres en las academias militares desde la década de 1970.
Para ver a una mujer general en Uruguay de cualquiera de las fuerzas, todavía falta mucho ya que recién están en las primeras etapas del mando.
Las primeras generaciones demostraron su compromiso alcanzando niveles académicos superiores a los logrados por sus compañeros varones, según confirmó el jefe de Relaciones Públicas de la Armada, Capitán de Navío, Gastón Jaunsolo.

Inclusión.
Mientras que las organizaciones feministas y defensoras de los derechos de las mujeres de todo subrayan que los varones siguen ganando más que las mujeres en los mismos puestos, en las Fuerzas Armadas la igualdad es norma.
"Somos de las instituciones más inclusivas. Si hablamos de las mujeres podemos decir que ganan exactamente lo mismo que los varones y que pueden acceder a los mismos cursos y jerarquías. Además, a nuestras escuelas vienen cadetes de todos los puntos del país y de familias de distinta condición social. Todo el mundo recibe el mismo trato", afirmó el jefe de relaciones públicas del Ejército, coronel Yamandú Lessa.
Las academias de las tres fuerzas tienen un 20% de cadetes femeninos, según datos castrenses. En promedio, alcanzan un alto nivel académico, de hecho la actual abanderada de la Escuela Militar (Ejército) es una mujer. La distinción es para el alumno mejor calificado.
Praxis.
Ahora las mujeres están demostrando su valía en el plano operativo. La Teniente de Navío María Florencia Martínez tiene a su cargo las armas de la Fragata "Uruguay", con más de 20 personas bajo su mando. En su buque hay armas portátiles y dos baterías de cañones de artillería 6 milímetros y de 40 milímetros. "El mando es algo complejo pero se disfruta", indicó.
En caso de enfrentamiento, su responsabilidad es la de dar la orden de disparar, tras recibir las indicaciones del comandante del barco. El cañón principal puede disparar a varios kilómetros de distancia y, dependiendo de las dimensiones, puede hundir un barco.
En su familia no hay militares. Alguna vez pensó en ser veterinaria pero el hijo de un amigo le comentó que iba a inscribirse en la Escuela Naval de la Armada Nacional y comenzó a averiguar las condiciones de ingreso. Estaba en cuarto año de Secundaria, se inscribió en el Liceo Naval, obtuvo buenas calificaciones y después ingresó a la Escuela.
La vida a bordo es "normal" después de 15 años de presencia femenina en la Armada, aseguró. "En mi buque tengo un camarote para mí, el resto de los oficiales duermen en camarotes separados por sexo y de acuerdo a su jerarquía", explicó Martínez.
Se casó hace un año con un contador público, todavía no tiene hijos. Sus amigos ya hace mucho que no le preguntan sobre su trabajo, en los primeros tiempos querían conocer los detalles de su tarea.
Fue seleccionada para realizar el viaje de instrucción en el buque capitán Miranda, allí estuvo siete meses en el mar.
A su regreso fue destinada a prestar servicio en el ROU 04 Artigas donde participó en un viaje a la Antártida y una operación conjunto en el Caribe. Con la fragata Uruguay estuvo en Sudáfrica en el año 2012.
Una de las misiones de la Armada es controlar la seguridad en el mar. "Nos ocupamos de mantener la seguridad de las vías de comercio marítimo; el 85% de la actividad comercial ingresa por el mar. Parte de nuestro desafío es garantizar esa seguridad", aseveró la Teniente de Navío.
Cañones.
Silvia Cor es capitán de Artillería. Fue de las primeras cadetes en ingresar al Liceo Militar. Su padre era parte de la Fuerza Aérea y ella decidió seguir la carrera de las armas.
Cuatro años después de ingresar a la Escuela Militar egresó con el título de Alférez de Artillería. Es comandante de la batería de obuses 155 milímetros, la de mayor poder de fuego del país.
Un disparo de los cañones que dirige puede llegar a unos kilómetros y destruir una estructura de 30 metros cuadrados. Por primera vez una mujer se hace cargo de esa tarea.
"Esta es la batería emblemática de Artillería, la amé desde que ingresé al arma. Es un honor comandarla. Estoy en el mejor momento de mi carrera", afirmó Cor.
Tiene 70 soldados a cargo, cuatro de ellos mujeres, con quienes participó hace dos semanas de las maniobras del arma. Cor asegura que la relación entre hombres y mujeres "no es fácil".
"Física y psicológicamente somos diferentes pero las mujeres deben demostrar determinada conducta para poder continuar y ser respetadas", aseguró la capitán.
Estuvo un año en el Congo en la misión de Paz de ONU que tiene a la ciudad de Goma como base. En ese caso se desempeñó como oficial de transporte, una tarea fundamental para el servicio castrense.
Ahora su expectativa está centrada en seguir ascendiendo en la carrera militar y poder alcanzar nuevas responsabilidades, según explicó.
De hecho, los ascensos implican una novedad. Recientemente una capitán del Ejército llegó al grado de Mayor, dos niveles antes que el de coronel, el máximo del escalafón castrense antes que el de general, un cargo que requiere anuencia del Poder Ejecutivo.
Volar.
La Mayor Etcheverry ingresó a la Escuela Militar de Aeronáutica en 1997 y fue la primera aviadora de combate del cono sur. Además, es madre de un niño.
Pasó nueve años a bordo de un avión de ataque y en 2014 fue la primera mujer de la región en comandar una misión en un ejercicio internacional.
Este año sumó otro hito a su carrera: es la primera mujer en comandar una unidad de vuelo de la Fuerza Aérea Uruguaya.
Los primeros tiempos no fueron fáciles. "Al principio nos cortaron el cabello porque el reglamento (pensado para hombres) decía que no podía rozar el cuello del uniforme, luego nos lo dejaron crecer porque cambió la percepción, y así fue con todo", recordó la piloto a la agencia AFP, que después de reivindicar la melena, la cortó de nuevo este año para no llevarla atada.
En los últimos meses, la Mayor Etcheverry tiene a su cargo la escuadrilla de enlace con sede en el departamento de Durazno. Tiene más de 20 personas bajo su responsabilidad directa.
Lenguaje común y gala diferente.
En las Fuerzas Armadas el llamado "lenguaje de género" o "inclusivo" no existe, ni va a existir. No hay "soldadas", "ni capitanas", ni "mayoras", ni "coronelas". El protocolo y los reglamentos son bien claros al respecto. Más allá del sexo, a los jerarcas o al personal subalterno se los llama de la misma forma.
Cada movimiento en la vida militar está sujeto a reglamento; eso incluye el uniforme que es igual para todos; la excepción es en el de gala, en que las mujeres usan polleras, y hay un uniforme diseñado para embarazadas.
(09-28-2015, 01:42 AM)el_francotirador escribió: [ -> ]HASTA EL AÑO 2000 LA DEFENSA ERA COSA DE HOMBRES; AHORA MUJERES GANAN ESPACIOS
La pasión femenina por las armas
Son jóvenes, bonitas, tienen una carrera exitosa y mucho fuego en sus manos. Mucho. Silvia Cor (35) es capitán del Ejército y tiene bajo su mando la batería de 105 milímetros, una de las más potentes de la Artillería nacional.
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Etcheverry se recibió en 2001 y fue la primera en ser piloto de combate en América del Sur.

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Florencia Martínez (30) es teniente de Navío y es jefe de Armas en la ROU 01 Fragata "Uruguay". María Eugenia Etcheverry (38) es Mayor y comanda una de las unidades de ataque de la Fuerza Aérea.
Juntas concentran una porción importante del poderío bélico del país y un desafío: ser la primera generación de mujeres en alcanzar el mando de la fuerza a la que pertenecen.
Desde 1998 las escuelas de la Armada Nacional y la Fuerza Aérea reciben mujeres. Un año después el Ejército hizo lo propio. Cuatro años después surgió la primera generación de oficiales femeninos con las mismas y los mismos derechos que sus colegas varones.


A esta altura ya están diseminadas en todos los sectores de las Fuerzas Armadas y son candidatas a ocupar los cargos más relevantes, algo que en América Latina ha sucedido únicamente en Venezuela y Bolivia, países que admiten mujeres en las academias militares desde la década de 1970.
Para ver a una mujer general en Uruguay de cualquiera de las fuerzas, todavía falta mucho ya que recién están en las primeras etapas del mando.
Las primeras generaciones demostraron su compromiso alcanzando niveles académicos superiores a los logrados por sus compañeros varones, según confirmó el jefe de Relaciones Públicas de la Armada, Capitán de Navío, Gastón Jaunsolo.

Inclusión.
Mientras que las organizaciones feministas y defensoras de los derechos de las mujeres de todo subrayan que los varones siguen ganando más que las mujeres en los mismos puestos, en las Fuerzas Armadas la igualdad es norma.
"Somos de las instituciones más inclusivas. Si hablamos de las mujeres podemos decir que ganan exactamente lo mismo que los varones y que pueden acceder a los mismos cursos y jerarquías. Además, a nuestras escuelas vienen cadetes de todos los puntos del país y de familias de distinta condición social. Todo el mundo recibe el mismo trato", afirmó el jefe de relaciones públicas del Ejército, coronel Yamandú Lessa.
Las academias de las tres fuerzas tienen un 20% de cadetes femeninos, según datos castrenses. En promedio, alcanzan un alto nivel académico, de hecho la actual abanderada de la Escuela Militar (Ejército) es una mujer. La distinción es para el alumno mejor calificado.
Praxis.
Ahora las mujeres están demostrando su valía en el plano operativo. La Teniente de Navío María Florencia Martínez tiene a su cargo las armas de la Fragata "Uruguay", con más de 20 personas bajo su mando. En su buque hay armas portátiles y dos baterías de cañones de artillería 6 milímetros y de 40 milímetros. "El mando es algo complejo pero se disfruta", indicó.
En caso de enfrentamiento, su responsabilidad es la de dar la orden de disparar, tras recibir las indicaciones del comandante del barco. El cañón principal puede disparar a varios kilómetros de distancia y, dependiendo de las dimensiones, puede hundir un barco.
En su familia no hay militares. Alguna vez pensó en ser veterinaria pero el hijo de un amigo le comentó que iba a inscribirse en la Escuela Naval de la Armada Nacional y comenzó a averiguar las condiciones de ingreso. Estaba en cuarto año de Secundaria, se inscribió en el Liceo Naval, obtuvo buenas calificaciones y después ingresó a la Escuela.
La vida a bordo es "normal" después de 15 años de presencia femenina en la Armada, aseguró. "En mi buque tengo un camarote para mí, el resto de los oficiales duermen en camarotes separados por sexo y de acuerdo a su jerarquía", explicó Martínez.
Se casó hace un año con un contador público, todavía no tiene hijos. Sus amigos ya hace mucho que no le preguntan sobre su trabajo, en los primeros tiempos querían conocer los detalles de su tarea.
Fue seleccionada para realizar el viaje de instrucción en el buque capitán Miranda, allí estuvo siete meses en el mar.
A su regreso fue destinada a prestar servicio en el ROU 04 Artigas donde participó en un viaje a la Antártida y una operación conjunto en el Caribe. Con la fragata Uruguay estuvo en Sudáfrica en el año 2012.
Una de las misiones de la Armada es controlar la seguridad en el mar. "Nos ocupamos de mantener la seguridad de las vías de comercio marítimo; el 85% de la actividad comercial ingresa por el mar. Parte de nuestro desafío es garantizar esa seguridad", aseveró la Teniente de Navío.
Cañones.
Silvia Cor es capitán de Artillería. Fue de las primeras cadetes en ingresar al Liceo Militar. Su padre era parte de la Fuerza Aérea y ella decidió seguir la carrera de las armas.
Cuatro años después de ingresar a la Escuela Militar egresó con el título de Alférez de Artillería. Es comandante de la batería de obuses 155 milímetros, la de mayor poder de fuego del país.
Un disparo de los cañones que dirige puede llegar a unos kilómetros y destruir una estructura de 30 metros cuadrados. Por primera vez una mujer se hace cargo de esa tarea.
"Esta es la batería emblemática de Artillería, la amé desde que ingresé al arma. Es un honor comandarla. Estoy en el mejor momento de mi carrera", afirmó Cor.
Tiene 70 soldados a cargo, cuatro de ellos mujeres, con quienes participó hace dos semanas de las maniobras del arma. Cor asegura que la relación entre hombres y mujeres "no es fácil".
"Física y psicológicamente somos diferentes pero las mujeres deben demostrar determinada conducta para poder continuar y ser respetadas", aseguró la capitán.
Estuvo un año en el Congo en la misión de Paz de ONU que tiene a la ciudad de Goma como base. En ese caso se desempeñó como oficial de transporte, una tarea fundamental para el servicio castrense.
Ahora su expectativa está centrada en seguir ascendiendo en la carrera militar y poder alcanzar nuevas responsabilidades, según explicó.
De hecho, los ascensos implican una novedad. Recientemente una capitán del Ejército llegó al grado de Mayor, dos niveles antes que el de coronel, el máximo del escalafón castrense antes que el de general, un cargo que requiere anuencia del Poder Ejecutivo.
Volar.
La Mayor Etcheverry ingresó a la Escuela Militar de Aeronáutica en 1997 y fue la primera aviadora de combate del cono sur. Además, es madre de un niño.
Pasó nueve años a bordo de un avión de ataque y en 2014 fue la primera mujer de la región en comandar una misión en un ejercicio internacional.
Este año sumó otro hito a su carrera: es la primera mujer en comandar una unidad de vuelo de la Fuerza Aérea Uruguaya.
Los primeros tiempos no fueron fáciles. "Al principio nos cortaron el cabello porque el reglamento (pensado para hombres) decía que no podía rozar el cuello del uniforme, luego nos lo dejaron crecer porque cambió la percepción, y así fue con todo", recordó la piloto a la agencia AFP, que después de reivindicar la melena, la cortó de nuevo este año para no llevarla atada.
En los últimos meses, la Mayor Etcheverry tiene a su cargo la escuadrilla de enlace con sede en el departamento de Durazno. Tiene más de 20 personas bajo su responsabilidad directa.
Lenguaje común y gala diferente.
En las Fuerzas Armadas el llamado "lenguaje de género" o "inclusivo" no existe, ni va a existir. No hay "soldadas", "ni capitanas", ni "mayoras", ni "coronelas". El protocolo y los reglamentos son bien claros al respecto. Más allá del sexo, a los jerarcas o al personal subalterno se los llama de la misma forma.
Cada movimiento en la vida militar está sujeto a reglamento; eso incluye el uniforme que es igual para todos; la excepción es en el de gala, en que las mujeres usan polleras, y hay un uniforme diseñado para embarazadas.

excelente articulo el de el pais, para motivar mas al personal.

ThePresidentoftheUSA

De niña scout a teniente coronel, Ana Lucas lidera una emblemática unidad del Ejército y simboliza el avance militar femenino

[Imagen: 71570.JPG]Ana Lucas, que estará dos años al frente del Batallón Florida, cree que el Ejército tiene “camino para andar” en reformas para la mujer. Foto: Nicolás Garrido
9 minutos Comentar

Semanario Búsqueda, 11/03/2021





Nº 2114 - 11 al 17 de Marzo de 2021
escribe Juan Pittaluga

El arma de infantería tiene la reputación de valiente, dura y sacrificada. Es el tenaz grupo de combate que arriesga su cuerpo para luchar en la primera línea de guerra, al punto que muchas fuerzas armadas aún hoy les prohíben a las mujeres formar parte de esta rama bajo el argumento de que en la pelea ellas deben ser protegidas y no desamparadas. A fines del siglo pasado ese estereotipo de sexo débil estaba más vigente que nunca, también en Uruguay. Pero Ana Lucas tenía claro que ella quería ser parte de esa sufrida primera línea de batalla. Lo logró varios años después. Superó en el camino prejuicios institucionales y barreras personales, dispuesta a hacerse cirugías y perder años académicos para cumplir un sueño que se había fijado desde los ocho años, cuando veía en las películas a los soldados de infantería manchados de tierra y sangre.
Hoy Lucas es una de las tres teniente coronel del Ejército Nacional y, a la espera de aspirar a ascender a coronel, es una de las tres mujeres en camino a convertirse en la primera general del Ejército. Muerde sus labios y se entusiasma fugazmente cuando se la consulta por esa posibilidad, luego vuelve a la realidad y aclara que le faltan tres años para intentar avanzar de grado y que, después, ser general es un mojón que ya no depende de ella, sino de la decisión política de terceros. Si su carrera militar sirve como pronóstico, las probabilidades parecen estar a su favor.
A sus 42 años, el 5 de febrero se convirtió en la primera mujer jefa del Batallón Florida de Infantería Nº 1, una unidad emblemática del Ejército por sus legendarios líderes, su historial de combates, su rol en la lucha subversiva y su custodia del Parlamento. “Dentro de la formación de las mujeres, este es un paso muy importante. Que camaradas que vienen detrás nuestro vean que sus propias camaradas están llegando a estos cargos es muy importante”, valoró Lucas aquel día.
Sentada frente a Búsqueda en su despacho de la sede del batallón en Punta de Rieles, tiene ahora a su cargo a 249 militares de diferentes jerarquías, entre oficiales y personal subalterno. No le teme al desafío. El comandante en jefe del Ejército, Gerardo Fregossi, antiguo jefe de Lucas en una misión de las Naciones Unidas, le confió que “capacidades y aptitudes le sobran” para el puesto. “Tenemos una mujer exponente de la profesionalidad del Ejército. Una de las que forman parte del 15% de mujeres que integra el Ejército”, la felicitó el ministro de Defensa, Javier García, en la ceremonia del 5 de febrero.
El proceso para ese nombramiento fue complicado, pero parecía predestinado. Lucas es hija de un cabo de primera y, pese a que cuando ella nació su padre ya se había retirado del Ejército, le transmitió “los valores, la disciplina y la enseñanza” militar. Nacida en Paysandú, junto con dos de sus cinco hermanos fue al movimiento scout que funcionaba en el Batallón de Infantería Mecanizada Nº 8 del departamento, donde acudían principalmente hijos de militares. “Lo militar ya me atrapó desde muy chica: rastrear huellas, hacer un fuego, aprender distintos tipos de nudos, respetar y conocer los símbolos y las fechas patrias. Todo ese espíritu que aprendí como boy scout me encantó”, recuerda.
Uno de los hermanos que lo acompañaba a los scouts —hoy teniente coronel como ella— viajó entonces a Montevideo para estudiar en el Liceo Militar. La familia entera lo acompañó. Ana Lucas tenía 15 años y quería también entrar a esa institución, pero todavía no se permitían mujeres. Hizo 5º año biológico en un liceo civil, y cuando se aprontaba para estudiar 6º año de medicina, en 1996 se autorizó el ingreso de la primera generación de mujeres al Liceo Militar. Como no le permitían ingresar directamente a 6º año, debió repetir 5º en el Liceo Militar para así iniciar su carrera.
Tampoco fue fácil desde ahí. Terminado el liceo le prohibieron entrar a la Escuela Militar por una mancha de nacimiento en su pómulo izquierdo. Consiguió trabajo con el objetivo de ahorrar para quitarse la mancha, pero en el Hospital Militar le advirtieron que no existía en el país una cirugía que le evitara otras secuelas en la piel. Tuvo que suplicarle al jefe de cirugía del hospital que enviara una carta al director de la Escuela Militar donde explicara que la mancha no era un impedimento para ser soldado. El pedido tuvo efecto: al año siguiente, en 1999, entró a la escuela con la segunda generación de mujeres bajo la condición de que, cuando la técnica quirúrgica se hiciera en el país, Lucas se sacara la mancha. “Nunca más supe si la técnica llegó. Pasó el tiempo y acá estoy. Nadie me ha dicho nada”.
[Imagen: 71585.JPG]
Foto: Nicolás Garrido / Búsqueda
“Fue por perseverar nomás”
Cargar mochilas, acampar a la intemperie o preparar un fusil eran imágenes familiares que Lucas veía en las películas de Hollywood. Todas con un denominador común: al frente estaban los soldados de a pie. “Por eso elegí infantería. Era eso o me daba de baja. Siempre elegí la adrenalina, lo más desafiante, siempre me gustó la parte física y entrenar”, explica. Esas cualidades quedaron de manifiesto en la Escuela Militar, donde algunas de sus marcas eran mejores que las de los hombres y en donde las barras dominadas las hacía con la toma dorsal, como los hombres, en lugar de la palmar, teóricamente más sencilla y la que se les pedía a las mujeres. “Mis compañeras me miraban y me querían matar”, se ríe.
Como parte de la segunda generación de mujeres en la Escuela Militar, Lucas vivió el surgimiento de la dicotomía femenino/masculino. De su tanda se recibieron 8 de 15 mujeres. “Nosotras éramos las que llegábamos a un mundo de hombres, éramos las que nos teníamos que adaptar a su cultura porque las reglas de comportamiento ya estaban fijadas. Y yo me sentía observada en todo momento. No en lo sexual, sino profesionalmente: querían ver si cumplía, si aguantaba la presión, si sabía mandar a otros”, afirma.
Hoy, con más de dos décadas de carrera en sus hombros y en un puesto de jerarquía, considera que algunas de esas tradiciones masculinas pueden permanecer —por ejemplo, el género gramatical para denominar los rangos—, pero otras deben modificarse. Entre ellas las vinculadas a la estética. “El reglamento dice que el pelo debe estar siempre recogido o suelto si no llega al cuello de la camisa. Yo dejaría que las mujeres lo usaran con una cola de caballo y una trenza. Porque el pelo con el entrenamiento se rompe y se ensucia, hay que lavárselo todos los días, la raíz no queda bien y se empieza a caer. Yo eso lo sufrí mucho”, admite.
A partir de esa experiencia, en el Batallón Florida —donde hay un total de 14 mujeres— Lucas decidió instalar una peluquería femenina que hace lavado y brushing y no solamente corte como la peluquería ya existente usada solo por hombres. Asegura que “hay camino para andar” en la evolución femenina dentro del Ejército: “En la parte de infraestructura, en la parte de los talles de los uniformes y también en los reglamentos, como esto del cabello”.
[Imagen: 71586.JPG]
Foto: Nicolás Garrido / Búsqueda
De Paysandú al Congo
La cruenta y polémica Guerra de la Triple Alianza marcó la narrativa del Batallón Florida con batallas como Yatay, Estero Bellaco, Tuyutí, Boquerón del Sauce y Curupaytí, cuyos recuerdos se guardan en un modesto museo de su sede. A días de haber cumplido 192 años, la unidad es una de las más respetadas del Ejército. Parte de su épica reside en generales como Eugenio Garzón y León de Palleja, en los impecables soldados uniformados a las puertas del Palacio Legislativo y en su acción previa y durante la última dictadura. Entre los logros del Florida está la detención del expresidente José Mujica y la de Héctor Amodio, aunque toda esa campaña está empañada por el empleo sistemático de la tortura. Si bien la caída en 1972 de la llamada “cárcel del pueblo” tupamara se produjo sin bajas, muchos detenidos murieron por los apremios recibidos en el cuartel, que entonces quedaba detrás del Cementerio del Buceo.
Lucas, ávida lectora, está al tanto de la historia del batallón, aunque prefiere no pronunciarse al respecto. Responde que buscará imponer su propia impronta en los dos años en que estará al frente. “La mujer aporta mucho. La mujer escucha más al otro, se comunica más y es muy mediadora. Por ejemplo, frente a un problema suele conversarlo con su segundo al mando, para que aun con visiones distintas arribe a la mejor decisión”. Con una hija de dos años fruto de un matrimonio militar —su esposo es capitán del Ejército— Lucas también tiene una mirada más afable del cruce entre vida familiar y castrense, proclive a flexibilizar horarios para que los soldados puedan pasar momentos con sus hijos, como el pasado 1º de marzo durante el comienzo de clases.
Esta empatía no debe confundirse con debilidad. En 2006, como teniente 2º, fue la primera militar uruguaya a cargo de una sección de hombres en una misión de paz de las Naciones Unidas. En las elecciones de aquel año en el Congo debió evitar que partidarios del ganador Joseph Kabila asesinaran al perdedor Jean-Pierre Bemba, que no quería entregar el poder. En 2010 volvió a ese país bajo las órdenes de Fregossi, entonces jefe del Batallón Uruguay IV. “Me tocó ir a la selva porque las milicias habían arrasado una aldea. La misión era negociar con las milicias para que se entreguen. Llegamos a la selva, limpiamos el terreno y empezamos a patrullar buscando esas milicias”. Encontraron el fuego enemigo, al cual debieron responder. Como en las imágenes de su infancia sanducera, Lucas vio durante dos noches la munición trazadora que le pasaba por encima, sin dormir, codo a codo en la angustiante primera línea de combate con sus camaradas.